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🍂OCHO

CAPITULO OCHO🍂

🍃Una fiesta y un día de nieve🍃

Mis pies dolían de seguir y seguir a Ellie por todas las tiendas del centro comercial. Compraba todo lo que sus ojos veían, se enamoraba de cada prenda y la tarjeta de sus ricos padres pagaban por todo lo que la morena quería. Por otro lado estaba yo, sin encontrar algo perfecto para el partido y fiesta del viernes por la noche.

—Me siento como un carrito de compras —murmuró Dylan en mi oído.

Lo miré y traté de no reírme. El pelinegro llevaba todas las bolsas de Ellie. Y sí, parecía un carrito de supermercado con todas las compras encima.

—¿Es así de impulsiva al comprar? —preguntó Dylan lo suficientemente bajo para que solo yo lo escuchara.

Fijé mi vista en Ellie, miraba atentamente un vestido de lentejuelas.

—Lo es —contesté—, deberías ver su armario, literalmente me puedo perder allí.

Una suave risa se le escapó —Se me dormirán los brazos de tantas bolsas de compras.

Reí —Eres un exagerado, Dyl.

—¿Dyl?

—Es tu nombre, Dylan. Abreviativo Dyl.

—Nunca me has llamado así, hasta hoy —Una efímera y tierna sonrisa se plasmó en su rostro.

—Siempre hay una primera vez para todo —murmuré sin tomarle importancia.

Por el rabillo de mi ojo observé como Ellie agarraba otra prenda e iba en busca de otra. Le seguí el paso, al igual que Dylan, ambos caminando al lado de cada uno.

—Claro Gwendolyn Jessamine.

Rodé los ojos. Seguimos entrando a más tiendas y hubo una que tenía un eslogan en un idioma que no entendía. Deducía que era francés. Lo miré fijamente, en un intento de que mi mente descifrara que era lo que decía.

—Danser c'est rêver des pieds. Bailar es soñar con los pies.

Eso no lo dijo mi mente, eso lo dijo...

—¿Sabes francés?

—Sí, pasé un par de veranos con mi familia. La abuela es francés —contestó, debí suponerlo. Su apellido tenía pinta de ser francés.

—¿Y sabes francés? —inquirí sin creérmelo.

—Oui —habló con tal acento romántico.

—Lindo —hablé sin pensar—, ¿podrías decir algo en francés?

—Tes yeux sont très jolis.

No tenía ni idea de lo que dijo, pero ese acento francés era algo demasiado lindo y ¿sexy? Se podría decir.

—¿Qué dijiste? —inquirí fijando mi vista en él.

Dylan me dio una fugaz sonrisa, se encogió de hombros y sin dejar de caminar volvió a hablar.

—No lo sé... averígualo tú.

Me quedé quieta al tratar de recordar las palabras exactas. Lo único que recordaba era lo bien que sonó y una idea de lo que dijo, pero no sabría ni por dónde empezar al escribirlo en el traductor. Saliendo de mis pensamientos me di una corrida para llegar a la altura de Dylan, él había seguido con su camino.

—No sé francés.

—Vaya al fin algo que no sepas —dijo con sorpresa. Rodé los ojos—, es un logro para mí.

—Sé un poco de español e italiano, aprenderé francés, lo tengo planeado —dije caminando a su lado.

—¿Planeado? —preguntó ladeando su cabeza en mi dirección. Me miró burlón—¿Ya has planeado toda tu vida?

Asentí, orgullosa.

—¿Qué? ¿Tú no lo has hecho?

Negó y habló:

—Ilustrame con toda tu vida planeada.

—Iré a la universidad Harvard opción uno, haré intercambio a Oxford... —hablar con él se sintió tan normal que hablaba como si lo conociera desde años atrás, como si fuéramos grandes amigos que tenían la confianza hasta la luna—, me graduaré, haré mi internado, me especializaré en neurocirugía, ganaré un premio nobel de la medicina, viajaré por todo el mundo, para ese tiempo pienso enamorarme, me casaré, tendré una linda familia con un hámster, un perro y viviré muy feliz.

«Sí, creo que no debí de decir todo eso»

Mis mejillas se tornaron de un color rojizo al tener la mirada y sonrisa burlona de Dylan, yo era la causa.

—No te rías —murmuré avergonzada al escuchar su risa.

—Eres tierna ¿Te lo han dicho? —Pasó una de sus manos por mi cabeza. Me despeino y con rapidez apretó mis mejillas. Me sonrojé más sintiéndome atrapada en esos profundos ojos verdes.

—Oigan. —La voz de Ellie me hizo dejar de mirarlo. Miré a la morena—. Muero de hambre. Vamos por algo de comer y luego seguimos de compras ¿Les parece?

Fuimos al comedor del centro comercial, me senté al lado de Ellie y Dylan al frente de nosotras. Pedimos malteadas, papas fritas y una ensalada para la menor. Hablamos entre bromas, risas y al terminar fuimos por más compras, esta vez le quité la tarjeta a Ellie, no quería se metiera en problemas con sus padres por comprar y comprar compulsivamente. Pude encontrar un lindo vestido de color amarillo, vi que era de mi talla y lo compre junto a unos pendientes que me gustaron. Dylan tuvo el ademán de llevar mi bolsa, no se lo permití, el pobre ya llevaba los miles de compras de Ellie. Sus intenciones fueron muy lindas, pero yo podía con mi bolsa.



























🍂🍂🍂

















Hace unas horas no entendía para nada lo de fútbol, fue la principal razón por la que empecé a leer sobre ello en Internet para poder estar a nivel en el partido. La lectura valió la pena, entendí las cosas y estar entre las primeras gradas valió la pena. Un grito de celebración se escuchó al dar por terminado el partido, el equipo de la escuela ganó trayendo consigo los gritos de celebraciones de todos mis compañeros que tenía a mi alrededor.

—Ahí está tu hombre —Ellie me codeó señalando con su cabeza a Oliver.

Lo miré y sonreí al ver que me saludó con un movimiento de manos. Copié su acción. El de ojos negros se me perdió de vista al ser llevado por sus amigos del equipo, el bullicio seguía, la banda, la mascota del equipo y las animadoras animaban al público y celebraban haber obtenido la victoria. Quise ir por Oliver, pero el tumulto de las personas en las gradas no me dejó ni moverme. Ellie me agarró de la mano y me llevó consigo hasta salir del público que llevaba los colores de la escuela, la mayoría eran estudiantes y algunos profesores. Nos detuvimos en un puesto donde vendían hot dogs, mi celular vibró avisando un mensaje. Lo iba a dejar pasar al pensar que se trataba de mamá, pero Ellie insistió en que revisara de quien se trataba, según ella era Oliver y tenía toda la razón. El jugador estrella era el que me dejó el mensaje, pidiéndome que lo esperara para ir juntos a la fiesta. Lo esperé con Ellie, me mantenía mirando a mi alrededor a la busca de Dylan, mientras Ellie saludaba coquetamente a los jugadores del otro equipo. No vi al pelinegro en todo el partido, ni en las gradas. No sabía si de verdad me mentía o que cosa, Oliver dijo que si estaba en el equipo, pero no jugó, por lo que pensé que tal vez este de suplente en el banco. En todo el partido no pude observar a quienes estaban en la banca, las porristas tapaban esa parte al saltar y mover sus pompones animando el partido.

Sentí una mano en mi hombro, volteé y sonreí al toparme con los ojos negros de Oliver. Llevaba una linda camiseta de cuadros que se ceñían a sus hombros, brazos y pecho. Su cabello estaba peinado y un poco húmedo, supuse que tomó una rápida ducha.

—Estas linda.

—Gra... Gracias —dije nerviosa—, tú también te ves bien.

Escondí mis manos enguantadas en mi largo abrigo, sonreí nerviosa ante su mirada.

Ellie tosió detrás de mí.

—Bueno, entonces... yo me voy —Sus manos señalaron la salida—. Nos vemos mañana, diviértanse chicos.

Nos dejó solos.

—Vamos al auto —Asentí y lo seguí en silencio.

Oliver me abrió la puerta de su auto deportivo, le agradecí y entré al vehículo. Olía a ambientador de lavanda. El castaño entró al asiento del piloto y encendió la calefacción, cosa que agradecí, estábamos en pleno invierno.

—¿Te gustó el partido?

—Eh sí, fue entretenido. —Digamos que no amaba el fútbol, pero tampoco lo odiaba—. Eres muy bueno.

No sabía ni en qué posición jugaba.

Al llegar a la fiesta, me quité los guantes y el abrigo, Oliver los puse en el armario de la entrada ¿Y ahora que hacía?

—Campeón —Uno de los miembros del equipo le dio una palmada en forma de saludos. Le dijo algo que no logré entender y se perdió entre la multitud.

Oliver regresó a mirarme.

—Debo... —Con sus manos señaló por dónde se fue su compañero —... Ayudarlo con algo, voy y regreso...

—Está bien. —Dio media vuelta y se fue por el mismo camino de su compañero cuyo nombre no tenía ni idea—. No te preocupes.

—¿En qué no debo preocuparme? —Di un respingo al escuchar la voz de Dylan detrás de mí.

Di media vuelta y me topé con su verdosa mirada. La música se escuchaba tan fuerte de tal manera que el vidrio de las ventanas vibraban.

—Oh nada...

—¿Y tú cita?

—Ahora vuelve —murmuré.

Dylan me sacaba varios centímetros de diferencia, era alto, muy alto.

Por un segundo pensé que sus manos apretarían mis mejillas, toda idea cambió cuando me quitó el gorro que aún llevaba puesto.

—Hay calefacción, Gwen. —Guardó el gorro en el bolsillo de su chaqueta —¿Tienes hambre? ¿Podemos robar una bolsa de papas?

—No le diría que no a unas frituras —Sonrió y sin pedir permiso enredó su mano con la mía.

Ese gesto me tomó por sorpresa, no dije nada. Dylan me llevó consigo hasta la mesa de la comida y miles de botellas de alcohol de todo tipo. El pelinegro agarró un bol con las frituras, sin soltar mi mano hablo:

—Ahora a correr —No me dejó ni respirar al tirar de mi mano, mis piernas le siguieron el paso con dificultad. La música se escuchaba fuerte al igual que las conversaciones de cada persona que se encontraba, corrimos con rapidez subiendo las escaleras.

Reí al escuchar su risa.

—Ahora somos fugitivos por robar papas, Gwendolyn. —Sonrió burlón al detenerse frente a mí. No dije nada, pero mi mirada y la de él lo decían todo.

Volvió a tirar de mí, pero esta vez no me apuro el paso al correr. Caminamos por el pasillo, hasta llegar a una puerta. Dylan me entregó el bol, abrió la puerta y al segundo la volvió a cerrar.

—Lo siento —dijo con una risa —Sigan en lo suyo.

Tenía una idea de lo que vio, pero no me atreví a preguntar. No quería que su respuesta me hiciera sonrojar. Caminamos unos metros más hasta abrir la puerta de un salón. Me dejó pasar primero, vi que era una habitación grande, sin muebles, solo luces que alumbraban el lugar dejando ver el papel tapiz floral. Tenía grandes ventanas que dejaban ver la oscuridad de la noche.

La música se escuchaba a lo lejos. Un alivio porque ante tanto ruido ya empezaba a darme migraña.

Me senté en el suelo, apoyé mi espalda en la pared. Dylan copió mi acción. Ambos comimos las papas en silencio, nuestros dedos de vez en cuando se rozaban y sin pensarlo se me hacía cómodo.

—Sabes este tipo de salón me recuerda a los tipos de salones de la época victoriana, esos lindos que describen en los libros de historia—comenté metiéndome una papa a la boca.

—Lo mismo pensé —susurró poniéndose de pie, limpio las migajas de sus manos en su pantalón. Sus verdosos ojos se posaron en mí y me tendió su mano con una tierna sonrisa —¿Aceptas bailar conmigo, señorita Gwen?

Sonreí y asentí. No sabía el porqué acepté, solo lo hice y ya. Sin pensar.

Dylan me hacía actuar sin pensar. Cuando yo era la chica que planeaba todo.

Limpie mi mano sacudiéndola y acepte su invitación. De un suave jalón, Dylan me ayudó a ponerme de pie. La música del momento se escuchaba a lo lejos, perdida entre los pasillos de la gran casa.

—Espera un segundo —El pelinegro sacó su celular, deslizó uno de sus largos dedos por la pantalla y de pronto empezó a sonar una música que no era de este tiempo.

—¿Has preparado esto? —me atreví a preguntar.

Sus labios fugazmente sonrieron. Negó.

—No, lo acabo de hacer.

Me atrajo hacia él, colocando una de sus manos en mi cintura, la otra sostuvo la mía a la altura de nuestros hombros, mi mano libre se posicionó unos centímetros abajo de su hombro.

Mis labios se curvaron en dirección al candelabro de cristal que colgaba en el techo.

El azul de mi mirada y el verde de sus orbes conectaron, tenía ese sentimiento de nerviosismo, pero a la vez me sentía segura al mover mi cuerpo al ritmo de la música junto a él. Nos reímos tratando de bailar al ritmo de la música de la época victoriana, ambos dando vueltas y saltando sin soltarnos, ni dejándonos de mirar. Bailamos por todo el salón, riéndonos del ridículo que hacíamos. Me hizo girar al ritmo de la música, mi respiración se aceleró y mi corazón dio un vuelco cuando nuestros pechos chocaron. Por la diferencia de altura tuve que inclinar mi cabeza en dirección al candelabro, sus verdosos ojos estaban puestos en mí, su cabeza estaba inclinada en mi dirección. Cualquiera que nos viera pensaría que estábamos a punto de besarnos, pero en ese tiempo solo éramos amigos que se divertían.

—Gwen —susurró. Sentí que su rostro se acercaba más a mí y de pronto la música clásica dejó de escucharse y la electrónica de la fiesta se escuchó más fuerte, rompiendo el momento que nos hizo separarnos.

—Yo... Eh... Yo... Debo irme —Mi mano apuntó la puerta.

—Claro, Oliver debe de estar buscándote.

Asentí y caminé hasta la puerta, la mano giró la perilla y a los segundos salí del salón cerrando la puerta detrás de mí. Bajé las escaleras llegando al primer piso donde se llevaba a cabo la fiesta. Era viernes por lo que a muchos no les importaba tomar de más.

Busqué a Oliver con la mirada, no lo veía.

A diferencia de cuando llegué, las luces estaban apagadas y varias luces de discoteca alumbraban a varios colores. Recorrí toda la primera planta en busca de mi cita, no la encontré por lo que me di por vencida luego de una hora de estar buscando.

Me senté en un sofá y miré a las personas a mi alrededor. No era mi ambiente, no lo era, no conocía a nadie salvo a algunos con los que compartía clases. Mi mirada se posó en un grupito, miré a cada uno tratando de encontrar la diversión en lo que tanto se reían. Dejé de mirar al ver a Dylan en ese grupo. Rodeado de chicas, sonreí y no tardó mucho en besarse con una.

No era de extrañarse.

Bufé y me puse de pie, caminé hasta salir al jardín trasero, más volví entrar a la casa al no llevar mi abrigo. No quería enfermarme por el clima frío.

Regresaría a casa.

Pero Oliver me iba a llevar. En ese momento lo odiaba, porque me dejó sola. Solo vine por él. Estuve paseándome por la casa, buscándolo. Volví a declinar y está vez fui a la cocina por algo que tomar que no llevara alcohol.

Me detuve en el umbral de la cocina al ver a Oliver hablando con Dylan, no escuche de lo que hablaban, detalle sus rostros. No expresaban molestia, salvo por Dyl, tenía el ceño levemente fruncido. Se detuvieron al notar mi presencia.

—Gwen —Dylan hizo un movimiento de cabeza en ademán de saludo. Le murmuró algo que no logré escuchar a Oliver y se despidió de él con un choque de puños. Nos dejó a solas.

—Te estuve buscando.

—Yo también, perdón por dejarte sola, Jess.

Se me hacía imposible enojarme.

—La casa es algo grande —dije —, no, nos encontramos.

—Sabes, como que sería mejor irnos de la fiesta ¿Quieres?

—¿Irnos? ¿A dónde?

—A dar una vuelta, a cenar. A dónde tú quieras.

Asentí.

Salimos de la casa, pero primero fuimos por nuestros abrigos. Las calles estaban transitadas, era plena noche del viernes y muchos salían a divertirse. Oliver condujo hasta llegar a una cafetería, decidí quedarme en el auto con calefacción mientras él iba por algo de comer para los dos.

El resto de la noche la pasamos comiendo y conversando, Oliver trataba de no dejar un espacio de silencio entre los dos, lo notaba por la forma en la que me hacía demasiada conversación. Reí por lo que decía y al ver la hora en mi celular, sabía que ya era momento de regresar a casa.

—Fue lindo, gracias por invitarme y traerme a casa—dije y tenía una gran parte en la que era mentira. La fiesta no me gustó para nada, salvo por el momento en el que estuve con Dylan —. Nos vemos en la escuela.

Oliver se despidió de mí dejando un beso en mi mejilla. Me bajé del coche y caminé a mi hogar. Las luces ya estaban apagadas, supuse que mi mamá y abuelo Thomas ya estaban durmiendo. Fui directo a mi habitación, me deshice de mi abrigo y guantes, del vestido, las botas y medias que llevaba puestas. Me vestí con mi pijama y fui al baño para lavarme la cara y los dientes. Respire profundamente y salí, me eche a mi cómoda cama. Mi celular sonó, avisando que alguien me estaba llamando. Al principio creí que se trataba de Oliver o de Ellie, pero era Dylan.

Le contesté y fue el causante de que me durmiera a las 3 de la madrugada.





























Dylan (el chico que clamidia)😜te ha mandado un mensaje.

Dylan el chico que tiene clamidia😜:

Hola

Tengo tu gorro

Y estoy afuera del edificio













Ahora?

En este momento???

???







Dylan el chico que tiene clamidia😜:

Yes

📷FOTO📷

Leído a las 9:45

Dejé mi celular a un lado de la cama al ver la foto que me envió Dylan, estaba afuera. Me escapé de mis calientes sábanas y con rapidez fui al baño, me aseé y cambié sin detenerme a pensar en qué conjunto ponerme. Salí de mi habitación y fui por mi abrigo que yacía colgado en el armario. Visualice rápido a mi familia, el abuelo viendo fútbol en la televisión y mi mamá leyendo uno de sus clásicos libros. Y como si las miradas pesaran, mamá alzó la mirada topándose conmigo.

—Cariño —Me recorrió con la mirada y enarco una de sus finas cejas —¿A dónde vas?

—Abajo, eh... Ayer me he olvidado de mi gorro y un amigo me lo ha traído.

—¿Oliver? —Negué.

—Es otro amigo.

—¿Otro?, pero si está nevando.

Me encogí de hombros, ni yo entendía la razón del porqué Dylan venía temprano con un clima que te helaba hasta el último pelo de tu cabeza. Di media vuelta y salí del apartamento, fui al ascensor y bajé. Saludé al portero y salí del edificio. Bajé las escaleras de la entrada, mis botas se hundían en la nieve.

—¿Estás demente? ¡Está nevando!

—Relájate, solo vine a traer tu lindo gorro —Metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó mi gorro. Me lo tendió—. Ves, toma.

Agarré el gorro y nuestras manos se rozaron. No llevaba guantes al igual que yo, él estaba helado.

—No llevas guantes —reproché—, ¡estamos a cero grados!

—Tú tampoco llevas guantes —replicó.

—Me los olvidé.

—Yo también.

—Ash eres... —maldecí en mi mente.

—¿Soy? Caliente, sexy, buenorro y el chico más divertido de todo el pueblo.

—Ay, cállate. —Lo agarré de las manos y lo llevé conmigo prácticamente arrastrándolo, nuestras manos estaban heladas —Acaso me estás secuestrando.

Rodé los ojos.

—Cállate, clamidia.

—Oye.

Saqué las llaves de mi bolsillo, la introduje en la cerradura y abrí la puerta. El clásico olor de lavanda invadió mis fosas nasales. Dylan me siguió.

Me saqué el abrigo y lo colgué en el perchero. Dylan copió mi acción. No sé en qué diablos pensé al traerlo. Bueno sí. No lo dejaría congelarse.

Solo espero que no me avergüence.

—¿Gwen? —Mamá se asomó.

Su mirada curiosa pasó por mí y a Dylan. Así sucesivamente como un juego de voleibol.

—Mamá, él es Dylan —Mis mejillas ardieron de vergüenza, nunca había traído a un chico a casa. —¿Chat-de-blein-bleis? —preguntó mamá.

Ay Dios.

—Es Chatdelaine —corrigió Dylan con ese acento francés—, un gusto, señora Blackwell —Ambos estrecharon manos en forma de saludo.

—¿Son amigos?

Asentí.

—Iré por unos guantes —Miré a Dylan y le di una mirada de advertencia. Lo mismo con mamá. No necesito pasar vergüenza por ellos dos. Sospechaba que eran expertos en ello.

A pasos rápidos fui a mi habitación, saqué unos guantes para mí y otro par para Dylan. Miré la abrigada tela y los volví a dejar en su lugar, no le quedarían los míos. Mis manos eran pequeñas a comparación de las suyas. Era alta, pero él era extremadamente alto. Me coloqué los guantes y fui a la habitación de mi abuelo, saqué un par de guantes de su cajón. Di media vuelta para salir de la habitación y me detuve al escuchar el canto de un pájaro. Me volteé y caminé hasta la ventana. Las cortinas estaban abiertas, vi como la nieve seguía cayendo. Mis ojos se posaron en la jaula, sonreí al ver al pequeño pajarito de color azul.

—Hola, Gusgus —Metí uno de mis dedos por la rendija. Acaricie su cabecita.

Gus era un pequeño pájaro que abuelo encontró en el parque hace unos días, iba de paseo con mamá y encontraron a Gus. Su ala estaba herida y lo trajeron a casa para cuidarlo. Lo dejaría libre cuando esté más grande y su ala este en buen estado, volaría, sería libre. Le di unas semillas y salí de la habitación.

Me encontré a Dylan en el salón junto a abuelo, los dos viendo y charlando sobre el fútbol que veían en la televisión. Me acerqué a ellos y me senté al lado del pelinegro, le tendí los guantes, los acepto agradeciendo en un murmuró, no despego la mirada de la pantalla y cuando lo hizo, me sonrió por unos segundos.

Mentiría si su sonrisa no provocaba algo en mí, lo hacía. Yo no entendía que era, pulso acelerado, respiración lenta ¿Qué me pasaba? ¿Tenía problemas cardíacos?

Fui a la cocina, para que mi pulso se tranquilizara. Mamá se encontraba ahí, haciendo chocolate caliente, me vio entrar y sin dejar de preparar el delicioso manjar, empezó con su charla.

—Así que Dylan.

—Es un amigo —aclaré—. Por favor no digas nada enfrente de él, me molestará.

Me senté y apoyé mi mejilla contra el mesón.

—¿Y qué pasó con Oliver en la noche?

—Bien.

Supongo que bien.

—Qué ánimos hija —dijo con un tono de sarcasmo.

En mi defensa, Dylan me levanto de mi sueño. Es sábado y ayer llegué tarde.

Apoyé mis codos sobre el mesón y escondí mi rostro en mis manos. Tenía sueño. Suelo dormir ocho horas y solo he logrado dormir unas seis. Llegué a medianoche a casa, Oliver me trajo y luego me la pasé conversando con Dylan hasta las 3 de la madrugada. Me faltaban dos horas de sueño.

—Gwen, hija. —Mamá me dio dos golpecitos en el hombro—¿Quieres chocolate?

—Viviría en una casa de chocolate —murmuré.

—Me lo tomaré como un sí.

Mamá dio media vuelta y empezó a servir los chocolates calientes en tazas. Cada integrante de nuestra pequeña familia tenía una taza con nuestros nombres, el de Mamá Jen, el del abuelo Thomas y el mío, Gwen. Al tener mi taza entre las manos, di un sorbo y me puse de pie dirigiéndome a la alacena, abrí la puerta y saqué bolsa de malvaviscos. Regresé a mi lugar y eché varios bombones dulces al chocolate.

Por el rabillo de mi ojo vi como mamá llevaba dos chocolates, supuse que le llevaría a Dylan y al abuelo, ellos dos seguían viendo el partido que pasaban por cable.

—Así que vivirías en una casa de chocolate —Di un respingo al escuchar la voz burlona de Dylan.

A los segundos vi como se sentó al frente de mí, donde minutos antes estaba mamá.

—Te lo dijo mi madre —Era una afirmación, era demasiado obvio que ella fue.

—Sí y también me dijo que tenía un rico chocolate caliente para mí también —dijo lo último como un niño pequeño.

Miré el mesón y noté que ahí yacía otra taza, esta no tenía ningún nombre por lo que era de él. No era difícil de adivinar qué mamá mandó a Dylan a la cocina para que estuviera conmigo. En fin madres.

—Oye. Ya que prácticamente me secuestraste, podrías darme unos malvaviscos, porfis —Sonrió como un angelito al decir lo último.

Sin decir nada le entregué la bolsa. Hecho cuatro a su chocolate y dio un sorbo.

—Y para que quede claro, no te secuestre.

—Prácticamente me arrastraste hasta traerme.

—No quería que te congelará, ¡¿quién sale sin guantes cuando está nevando?!

—Awww te preocupas por mí, terroncito.

Fruncí mi ceño por su apodo.

—¿Terroncito?

—Eres muy dulce, como un terroncito de azúcar —Estiró sus largos brazos y apretó mis mejillas.

Le di una mala mirada y mis manos apartaron las suyas de mis mejillas.

—Me llamo Gwen.

—Claro, Gwendolyn.

—¡Es Gwen!

Río. Se estaba riendo de mí sin una pizca de vergüenza.

Me crucé de brazos, pidiéndole que se callara. No lo hizo.

Guardó silencio después de que le arrojará un bombón.

«Un bombón siendo lanzado a otro bombón»

—No te he secuestrado, así que te puedes ir.

¿Cómo es que era tan pesado y luego era tan agradable?

—No, prefiero quedarme.

Le mantuve la mirada unos segundos. Sus verdes ojos eran tan intensos, tenía esa sensación de que con solo una mirada, él descubría todo lo que pasaba por mi mente. Deje de mirarlo, era muy intimidante.

Le di un sorbo al chocolate.

Dicen que las miradas pesan y era verdad, la mirada de Dylan puesta en mí era como si tuvieran varios kilos encima, era una mirada que me hacía poner demasiado nerviosa. Ese chico me daba demasiados nervios y no entendía el porqué.

—Iré a leer un poco —murmuré poniéndome de pie—. Te puedes ir o quedarte, no te detengo. —Agarré mi taza y tuve las intenciones de dar el primer paso para irme a habitación.

Su voz me hizo detenerme al verlo.

—Mejor me quedo —Me encogí de hombros en un gesto de "has lo que quieras". Se puso de pie, con sus dos manos cogió su taza de chocolate y llegó a mi altura. Tenerlo a mi lado me hacía ver la gran diferencia de centímetros que me llevaba —. Será muy grato pasar tiempo contigo, pero mejor veamos una película, luego lees —sentenció empezando a caminar.

Salió de la cocina y dirigió sus pasos hacia mi habitación. Sin pedir permiso entró y yo lo seguí.

—¡Con la puerta abierta!

Me ruboricé al escuchar el grito de mamá. Dylan me miró burlón y abrió más la puerta, la cual había quedado entreabierta al pasar.

Traté de disimular la vergüenza mirando a cualquier parte de mi muy ordenada habitación. Fui por mi laptop para ver esa película ¿Por qué una película? Esa no era la excusa que usaban chicos de mi edad para terminar enrollándose. ¿Él quería enrollarse? Tragué saliva y guardando la distancia me senté en mi cama, me separé un poco y lo miré de reojo ¿Qué quería hacer?

El pelinegro se puso a mi lado y empezó a buscar una película. No hizo nada sospechoso, solo busco una película que al final decidimos ver Harry Potter, ya las había visto y deducía que él también ¿Quién no había visto las películas de Harry Potter? Nos las pasamos viendo, bebiendo del chocolate que se iba enfriando con el paso de los minutos. Dylan a mi lado, soltaba uno que otro comentario respecto al filme. Ya íbamos a la mitad de la película cuando el abuelo se asomó, sus viejos ojos recorrieron mi habitación hasta detenerse donde nos encontrábamos.

—¿Gwen, las semillas de Gus? —inquirió el abuelo Thomas.

—¿Quién es Gus? —Dylan enarco una ceja todo chismoso.

Omití su pregunta y me limité a contestarle solo al abuelo.

—En la repisa de tu habitación, junto a los libros de Julio Verne y los de neurocirugía —dije—. Puedo ir por las semillas si quieres.

—No, tú solo sigue con Tau —Y sin más que decir ya no se dejó ver.

Regresé a ver la película, pero Dylan le puso pausa. Esa acción me hizo mirarlo, el pelinegro tenía una expresión dramática en su rostro.

—¿Acaso me llamó Tau? —Puse los ojos en blanco y asentí moviendo mi cabeza —. Estuvimos viendo el partido por media hora y olvidó mi nombre...

Se hizo el ofendido. Una actuación digna del Óscar, razón por la cual era la estrella del club de teatro. Se le pasó cuando la película volvió a reproducirse deje de escucharlo y volví a poner la película. Me quedé pensando y no fue difícil deducir que el abuelo lo había confundido con un amigo o pariente del pasado. Muchas veces recuerdos de su juventud o adultez llegaban a su mente, lo hacían confundir u olvidar el presente. La mente era algo frágil, tantas maravillas, tantos tesoros como recuerdos, era un misterio el cual explorar.

—Tierra llamando a Gwen —Pasó una de sus manos a centímetros de rostro.

Parpadeó saliendo de mis pensamientos.

Miré mal al pelinegro, mi mirada se suavizó al ver al abuelo de nuevo en el umbral de mi puerta. Toda mi atención se prestó en él y en la confusión que expresaba su rostro.

—Vannessa, cariño, ¿Dónde están las semillas del canario?

Se me partía el corazón cuando se olvidaba de mí. El abuelo estaba pensando que yo era su difunta hija, mi tía Vannessa.

—Eh... Yo, iré por ellas —Me incorporé y le di una mirada a Dylan —. Quédate aquí, Tau.

Escuché su queja por haberlo llamado Tau, reí por ello y no dije nada. Salí de mi habitación y junto al abuelo fui a su recámara.

Agarré la bolsa de semillas y se la entregué al de cabello canoso.

—Gracias, hija.

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xoxo. AAAA es uno de mis capítulos favoritos 

Cuéntenme que les pareció ¿Les va gustando la historia? Sí es así, no se olviden de dejar su estrellita ✨️

Dylan yendo a dejarle el gorrito a Gwen✨️

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