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♡ Capítulo 6 ♡

C.

Si no fuera por el ruido de la ciudad, nuestro recorrido sería un silencio muerto, pero no me malinterpreten, está vez ya no es incómodo, simplemente no hay conversación aparente que queramos hablar. Simplemente caminamos una al lado de la otra.

De vez en cuando nuestros brazos se rozan, pero cuidamos que nunca sean nuestras manos. Quizás para que no haya algún tipo de malentendido entre las dos, sin embargo, apenas se golpean o rozan nuestros brazos, nos miramos divertidas y luego nos alejamos.

Aún pienso en las palabras de Mina, porque aunque no tengamos ninguna relación, a partir de hoy nos veremos todos los días, así que, quién sabe, quizás podamos volvernos amigas, no obstante, para eso, quiero que vea que esta farsa —aunque ella no lo sepa—, no va a impedir que nos llevemos bien. Tal vez con el tiempo llegué a creer que al fin la superé y seamos dos chicas que son simplemente muy buenas amigas.

—Por cierto, respeto a lo que pasó en la escuela —digo, llamando su atención—. No quiero que pienses mal, no es por ti que no me haya querido subir a la bicicleta, sino porque nunca antes lo he hecho, así que creo que me tomó de imprevisto que me pidieras que me subiera junto contigo... —Detengo mis pasos y por consiguiente, ella también—. Si mañana aún está de pie esa invitación, me gustaría hacerlo.

Ella guarda silencio y desvía la mirada, dudosa observa su bicicleta y luego fija su mirada en mí.

—No lo sé. —Hace un gesto indeciso con su boca.

—Ya veo, igual ya hiciste mucho por mí al acompañarme hasta aquí y más aún caminando —exclamo, avergonzada por creer que diría que sí.

—Tal vez mañana ya tenga un costo extra. ¿Sabes? No a cualquiera subo a esta bicicleta —dice, bromeando.

Sonrío.

Por un momento pensé que se había molestado conmigo.

—Bueno, yo me quedo aquí —menciono, y ella confusa mira al frente nuestro.

—¿Vives aquí? —dice, señalando un lujoso restaurante.

Niego con la cabeza divertida y señalo detrás suyo.

Al otro lado de la calle se encuentra el enorme edificio en el cual está la academia a la que asisto, y a la que también tendré que dejar.

—Mis padres no saben que estoy castigada y preferiría que no supieran, así que tengo que ir a la academia, aunque tendré que darme de baja, pero aún así, debo esperar a que salga mi mejor amiga, pues llevamos la última clase juntas y es su madre quién siempre me lleva de regreso a casa. Si no regreso junto con ella y mi niñera me ve, se lo dirá a mis padres y no quiero más problemas.

—Vaya, creo que entiendo ahora —exclama, mientras mira a la academia.

—Voy a entrar y hablaré con el encargado para revocar mi inscripción aquí.

—¿No necesitas a tus padres para eso?

—Bueno, cuando uno tiene padres tan ocupados como los míos, aprendes a hacer las cosas por tu propia cuenta, inclusive inscribirte aquí, así como también darte de baja —río, ante mi propia desgracia.

—Entiendo —menciona, asintiendo lentamente con la cabeza—. Bueno, entonces nos vemos hasta mañana. Cuídate —se despide, al tiempo que saca mi mochila de la canasta y me la da.

—Tú igual, y gracias.

Sonrío brevemente y ella me regresa el gesto.

La veo subirse a su bicicleta y con una última mirada hacia mí, comienza a pedalear, tan rápido que en segundos la pierdo de vista.

Espero hasta que el semáforo se ponga en rojo y luego cruzo la calle. Con mi identificación de la academia y un bolígrafo en mano, me acerco hasta la recepción para pedir orientación para darme de baja en la academia, ya que todavía falta varias semanas para que acabe el contrato. Una vez asisten mis dudas, mató el tiempo usando mi teléfono. Como Tzuyu sale hasta las diez y mi hora de salida en el supuesto servicio es a las nueve, y apenas el transcurso hasta aquí es de unos diez a quince minutos, no me queda de otra que esperar hasta que salga Tzuyu.

Llegada la hora, veo bajar a Tzuyu, quién me recibe con una amplia sonrisa. Mientras esperamos a su madre, le cuento todo lo que pasó hoy y como Mina se ha comportado conmigo, diciéndole que realmente es una persona más agradable de lo que aparenta y dicen por ahí.

Una vez llega su madre, nos montamos en el coche. Al igual que Tzuyu, su madre es una mujer de muy pocas palabras. Rara vez la he escuchado hablar. Más bien tiene ese semblante serio y duro que no te dan ganas ni de decirle gracias al bajar, por miedo a lo que te responda, sin embargo, por educación cada vez que llega al portón de mi casa, le agradezco por traerme, ella simplemente me mira por el retrovisor y luego fija su mirada al frente, sin decir ni una palabra.

Me despido de Tzuyu y bajo, en la entrada de la casa ya me espera la señora Kim. Ansiosa me dice que entremos ya, para que cene junto a mi padre, quien al parecer ha llegado antes de lo previsto.

Al entrar, lo veo destapando una botella de vino, luego va a la mesa y se sienta. Cuando la señora Kim cierra la puerta detrás de mí, se da cuenta de mi presencia, así que toca su reloj para hacerme entender que me apresure. Dejo mi mochila en uno de los muebles y me dirijo a la cocina para lavarme las manos, al terminar regreso y me siento al lado de él. La señora Kim se acerca junto con una de las cocineras de la casa y me sirven de comer. Parece que esta noche no cenaré con ella, pues una vez pone todos los plato frente a mí, se marcha.

—¿Sigues enojada? —pregunta él, al tiempo que se lleva un pedazo de filete a la boca.

—Mamá me dijo que no lo estuviera —le digo, con cierta timidez.

Se ríe sarcástico para luego llevar la copa hacia su boca y dar un sorbo.

—No puedes estar enojada conmigo por casi una semana solo porque te levante la voz.

De hecho sí puedo, pero no es correcto.

—Ya lo sé, por eso me disculpo.

Ni siquiera tengo hambre, así que solo como las verduras.

—Nada de eso —me regaña, y lo miro confundida al no saber a qué se refiere—. Cómetelo todo, o tu madre me va a matar. Lo sabes bien.

Aunque dice esas palabras, su plato queda con más de la mitad de la comida. Tan solo se acaba el vino de su copa y se levanta. Se acerca a mí y acaricia mi cabeza, para luego darme un beso en la frente. Sin decir nada más, camina hacia las escaleras y las sube, luego se pierde entre el enorme pasillo de la casa.

Me quedo sola en la mesa, un tanto decepcionada por querer hablar más con él, pero no quiero ser egoísta, más cuando sé bien que está cansado y solo quiere dormir. Prefiero no decir nada al respecto, al final, cada una de nuestras cenas siempre han sido así desde que tengo memoria; yo comiendo sola en esta enorme mesa.

Miro la hora en mi teléfono; casi las diez y media. Todavía tengo muchas cosas qué hacer, así que como tan rápido cómo puedo y al terminar, subo a mi habitación y me doy un baño, apenas salgo, comienzo a hacer mi tarea y cuando la termino, caigo rendida sobre la cama.

De repente, antes de que el sueño me gane, recuerdo que en el saco de mi uniforme dejé los dulces que Mina me dio. Con pereza y cansancio, salgo de la cama y arrastro mis pies hasta llegar a la canasta de ropa sucia, por suerte está en mi cuarto, así que rebusco entre la ropa y tomo mi saco. Con cuidado agarro los dulces y luego vuelvo a la cama.

—Mina, eres una persona extraña —me digo a mí misma, mientras los observo detenidamente.

Es un dulce de mermelada y otro extrañamente es de frambuesa. Nunca antes lo había visto. Ni siquiera sabía de su existencia.

¿Por qué trae dulces en sus bolsillos?

Me río sola al pensar en esa pregunta y en el hecho de sí hay una respuesta. Creo que soy más extraña que ella por pensarlo.

Dejo los dulces sobre la mesa de noche y luego apago mi lámpara. Ni siquiera pasa un minuto cuando ya me he quedado dormida.

A la mañana siguiente todo se repite igual que mi típico inicio en el día. Después de desayunar parto junto con mi mamá hacia la escuela. Cuando me despido de ella y la veo irse, nuevamente soy testigo de la llega de Mina en bicicleta y detrás suyo, el auto lujoso que se estaciona y de él baja su hermano. Debido a la cercanía de la distancia en la que nos encontramos, por primera vez noto que quién maneja es una mujer, la cual lleva unos enormes lentes oscuros y un pañuelo anaranjado sobre su cuello. Supongo que es su madre, pero no entiendo el hecho de traerlos por separado.

Mina, quisiera preguntar sobre tu vida. No sé por qué, pero me causa mucha curiosidad.

Veo el auto irse hasta que los dos están adentro, así que decidió hacer lo mismo y entrar. La mañana sigue su curso normal, entre hora y hora, apenas soy consciente de que el tiempo pasa, es así hasta que noto desde el gran ventanal que la tarde ya ha caigo. Esta vez el profesor no nos deja irnos hasta que sean las siete en punto, por lo que no me queda de otra que ser paciente y esperar. Una vez el profesor nos permite retirarnos, me despido de Tzuyu y me dirijo con prisa hasta la biblioteca.

Ya en la entrada, espero unos momentos a que Mina llegue, para poder entrar juntas, sin embargo, llega el tiempo límite de espera, así que me obligo a entrar sola. La profesora me mira y luego fija su mirada detrás de mí buscando a Mina, pero yo niego con la cabeza, a lo que ella asiente. Entro a la oficina a dejar mi mochila y luego tomo el carrito para comenzar a recoger los libros.

Cada vez que hago algo, miro la puerta para esperar a que Mina entre, pero nunca sucede.

Faltando casi diez minutos para las ocho, inesperadamente Mina al fin aparece. Exhausta y apresurada la veo entrar por la puerta y dirigirse hasta la oficina. La profesora Yoo al verla se levanta de su asiento y entra también —para lo más probable hablar con Mina—. Seguramente la regañe porque al ser el segundo día cumpliendo con nuestro castigo, ya está incumpliendo con una de las reglas: la de quince minutos de tolerancia.

Y vaya que llego tarde.

Me acerco hacia la oficina, fingiendo que estoy recogiendo unos libros para así poder escuchar de lo que hablan, pero segundos después Mina por fin sale. Enojada y frustrada, cierra la puerta de la oficina con fuerza. Ni siquiera me mira, simplemente camina hacia la entrada. Me sorprendo al creer que Mina se va, así que me acerco rápidamente hacia ella y la freno.

—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —le digo, preocupada.

—Lo siento, no puedo hacer esto —me dice, mientras intenta hacerme a un lado, pero la tomo del brazo y la retengo.

—¿Qué sucede? Dime, quizás podamos solucionarlo.

Ella niega y se zafa de mí, sin embargo, antes de que llegue a la puerta, nuevamente la detengo.

—Por favor —le ruego.

Ella suspira, cansada mira para ambos lados pensando en qué hacer, pero finalmente termina accediendo.

—Sé que quieres hacer esto para no meterte en problemas con tus padres, pero a mí no me importa lo que piensen los míos, además, la natación es mi prioridad y hoy tuve una gran discusión con el entrenador para que me dejara salir a las siete, pero como ayer lo hizo, hoy dijo que no. —Puedo notar la desesperación en su voz—. Tengo que estar a la par con los entrenamientos y no puedo hacerlo si tengo que salir una hora antes.

—Pero...

—Y luego —me interrumpe, molesta—. Aún sabiendo la profesora que tengo practica hasta las ocho, parece que decirme un testamento de por qué debo ser responsable y todas esas estupideces hará que llegué temprano, cuando ni siquiera es una decisión mía, sino del entrenador, pero ella no lo entiende.

Vaya, es la primera vez que la veo enojada y también que la escucho decir malas palabras. No parece una persona que diga ese tipo de cosas.

—Tranquilízate, sé que toda esta situación puede ser estresante, yo también lo estaba con respecto a esto y la academia y mira, no te pido que dejes la natación —aclaro, al verla fruncir el ceño—. Hagamos una cosa, trata de salir a las siete para llegar aquí y dejar tus cosas, luego yo me encargo de lo demás y te cubriré hasta que salgas de los entrenamientos, ¿de acuerdo?

—¿Cubrirme? —dice, confusa.

—Mientras la profesora te vea llegar, es fácil decirle que estás acomodando los libros en las repisas o ayudándome a recogerlos. Al final de cuentas para lo único que la vemos es para que nos tome asistencia y para que nos dé los códigos, pero eso puedo hacerlo yo, simplemente encárgate tú de salir a las siete y llegar hasta aquí, luego te puedes ir, hay una puerta trasera al final del pasillo, así que por ahí puedes entrar y salir sin que nadie te vea.

Mina parece considerarlo, más al notar mi necesidad en la voz.

—¿Y si nos descubre? —pregunta, dudosa.

—No lo hará, yo haré que eso nunca pase —le aseguro.

Nos miramos, y aunque apenas es en una fracción de segundos, siento que puedo expresarle mi compromiso y dedicación. Solo espero que ella pueda entenderlo.

—¿Qué sucede? —escucho que dicen detrás mío. Al mirar, la profesora Yoo se nos acerca.

—Discúlpate con ella y sigamos el plan... —le susurro a Mina, esperando que realmente lo haga.

—¿Mina, acaso te vas? Entiendo que esa plática no haya sido del todo agradable, pero recuerda que tenemos un trato —dice la profesora Yoo.

—Profesora —la llama Mina, y siento mi corazón latir a mil—. Lo siento, no quise salir así de la oficina. Parece que me dejé llevar por las emociones, además, siento mucho haber llegado tarde.

Ella asiente comprensiva y se acerca a Mina para apretarla del hombro. Pensé que la profesora Yoo reaccionaría de otra manera, más por la forma en que salió Mina de la oficina, pero parece que ella sabe bien que sus palabras provocaron esa reacción.

—Tranquila, Mina, solo fue una vez que lo hiciste, sé que desde hoy no lo volverás a hacer. Así que por está vez lo dejaré pasar. Ve y deja tus cosas en la oficina y ayuda a tu compañera a terminar de recoger los libros —le pide, con más calma.

—De acuerdo... —exclama Mina, igual de confundida que yo por sus palabras.

Mina sigue las indicaciones de la profesora y en minutos vuelve hacia mí. Esta vez la observo mejor, trae nuevamente su uniforme del club de natación, que es más bien ropa de deporte holgada con el logotipo del club, pero extrañamente hoy no trae su sudadera. Con el frío que hace por las noches y ella saliendo del agua caliente de la piscina, me pregunto si acaso no sentirá mucho frío.

—Oye —me llama, mientras sacude su mano para que la vea. Parece que me la he quedo viendo más tiempo de lo indicado—. Vamos por más libros.

Asiento avergonzada sin poder decir ni una palabra.

Por suerte, la tensa situación y el ambiente extraño que se había formado por el lugar desaparece tan pronto como Mina cambia su actitud. Otra vez es esa chica amable y gentil. Me alegra ese hecho y más cuando antes de irnos a casa veo a Mina hablando con la profesora Yoo, parece arrepentida, pues la veo juntar sus manos de forma nerviosa y bajar la cabeza. Por otro lado, la profesora se muestra comprensiva.

Al terminar de hablar, Mina regresa a mi lado, luego nos vamos. A la salida Mina va hasta el estacionamiento por su bicicleta, regresa a mí y me pide mi mochila. La deja junto con la suya en la canastilla de su bicicleta, sin embargo, lo único que me extraña, es que no se monte sobre ella. Me dice que el entrenamiento de hoy la ha dejado cansada para pedalear, así que me propone caminar hasta la academia y me asegura que mañana sin falta me dará un viaje en su bicicleta.

Mientras caminamos hacia la academia aprovechamos a conversar, porque como es obvio, durante nuestro servicio en la biblioteca no podemos hacer ruido, así que nos ponemos al corriente cuando estamos fuera.

—Ya no será necesario que mientas por mí —menciona de imprevisto, y aunque al principio no entiendo a qué se refiere, rápidamente capto que habla sobre nuestro plan.

—¿Por qué?

—Le expliqué detenidamente el por qué llegué tarde hoy y el hecho de que mi hora de llegada no depende de mí, sino de mi entrenador.

—¿Y qué te dijo? —pregunto, curiosa por su respuesta.

—Al principio se quedó callada, parece que pensó en mis palabras, luego me dijo que me entendía, y que podía darme hasta las ocho para llegar, sin embargo, no se le hacía justo que tú estuvieras trabajando una hora demás...

—Oye —la interrumpo, de inmediato—. No hay problema de parte mía, de verdad. Yo también te entiendo.

—Lo sé, pero yo también me sentiría mal, así que le propuse venir los sábados y ayudarla. No estaría trabajando en la biblioteca, sino más bien junto con ella, al principio lo dudo, pero al final acepto —me dice, alegre.

No la entiendo, vendrá los sábados por mi culpa, no obstante, no parece molesta por eso.

—No te preocupes —me calma, al verme pensativa—. Si no estuviera de acuerdo se lo habría dicho de inmediato, creo que ya lo sabes bien —exclama, riendo.

—Tienes razón —digo, riendo junto con ella.

Detenemos nuestros pasos al notar que hemos llegado hasta nuestro destino. Ambas nos despedimos, pero antes de irse, me da mi mochila. Se sube a su bicicleta, sin embargo, verme tomar asiento sobre uno de los escalones de la entrada del restaurante hacen que se detenga.

—¿Por qué te quedas aquí y no cruzas? —me pregunta, extrañada.

—La última vez tenía algo qué hacer en la academia, hoy ya no soy parte de ella, así que me quitaron la tarjeta de acceso, por lo que tendré que esperar a mi mejor amiga hasta que sean las diez a que salga para poder irnos.

—Me lo hubieras dicho antes —exclama, emocionada y yo la miro confusa—. Vamos, hay un karaoke cerca de aquí. Divirtámonos ahí un rato y cuando falte poco te traeré de vuelta.

—No lo sé, ¿y si se nos hace tarde? —exclamo, dudosa.

—No te preocupes, pondré una alarma si es necesario —dice, con gracia.

—Pero, ¿no te dirán nada si llegas tarde a tu casa? Tengo entendido que sales a las ocho, supongo que has de llegar antes de las nueve y llegar una hora después podría meterte en problemas.

—No pasa nada, créeme, nadie me dirá nada.

—¿Ni tu madre?

Tan pronto como digo esas palabras, su expresión alegre cambia.

—No, te aseguro que a ella ni siquiera le importa —dice, secamente y con el ceño fruncido.

Me cohíbo y prefiero no insistir. 

No sé muy bien a qué se debe esa respuesta, pero no me creo con la suficiente cercanía para indagar, así que simplemente me pongo de pie y me acerco a ella. La idea no me desagrada, no recuerdo la última vez que fui a un karaoke o que salí a divertirme tan siquiera, así que apoyo la idea, aunque con cierta incomodidad por lo que acaba de pasar.

—Te aseguro que la pasaremos bien. —Mira la hora en su teléfono y luego fija sus ojos en mí—. Vamos, apenas son las nueve y diez, no perdamos más tiempo, ¿qué dices?

¿Qué digo? Yo creo que por mi expresión es más que obvia la respuesta.

—Andando —le digo, sonriéndole. Y con complicidad me regresa el gesto.

Puede que a partir de hoy las cosas con Mina cambien. Estoy segura que es solo cuestión de tiempo para conocerla mejor y saber la clase de persona qué es, no obstante, aunque al principio tuve mis dudas con respecto a ella, puedo notar que es incluso más relajada y libre de lo que aparenta ser. Por otra parte, quiero descubrir a dónde nos llevará todo esto, y por suerte, está vez tengo un buen presentimiento.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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