♡ Capítulo 4 ♡
C.
Cuando al fin llego al salón noto que unas cuantas miradas me siguen hasta mi lugar. Supongo que los rumores se expanden rápido y no dudo que todo el salón ya lo sepa, sin embargo, no me queda de otra más que aparentar que no sé nada, por mi bien y el de mi herido orgullo.
Tomo asiento, pero por la expresión de Tzuyu al lado mío, puedo asumir que ella también lo sabe y lo confirmo cuando de su boca salen las siguientes palabras:
—No sabía que tenías esas preferencias —bromea Tzuyu, quién lo toma con gracia, aunque yo sienta todo lo contrario.
—Créeme, yo tampoco. —Cubro mi rostro con vergüenza.
—Tranquila —me consuela Tzuyu, quién con suavidad soba mi espalda.
—Hace unos días parecía completamente fechada por un chico del club de natación, pero al parecer la vida prefirió que mi primer "me gustas", dicho a una persona, fuera a una mujer. Y justamente a ella —exclamo, con arrepentimiento.
Tzuyu quita mis manos de mi cara, pero tan pronto como me ve fruncir el ceño dice:
—Está bien, Chaeyoung, un error lo comete cualquiera —menciona, tratando de hacerme sentir mejor.
—¿Qué clase de persona comete un error como éste? —me quejo, golpeando con mis pies el suelo—. Mejor dicho, ¿cómo pude cometer un error así? ¿No se supone que dónde dejé la carta era su lugar? —Quito mis manos de mi rostro y señalo a la nada.
—Parece que esa tal Myoui también es parte del club de natación, así que fue fácil para Park-Seonbae relacionarla con la persona que buscábamos. Lo que no entiendo es por qué pensabas que ese salón era el de él y lo viste ahí.
—No lo sé, supongo que... —Guardo silencio un momento, atando cabos, hasta que todo comienza a tomar sentido—. ¡Oh, claro!
—¿Qué sucede?
—Siempre que lo vi fue en la hora del almuerzo, era el único momento en donde podía ir a su salón sin que algún maestro me regañara por estar fuera del pasillo de mi clase. Asumo que llegaba a verla a esa hora, porque al igual que yo, era la única hora para poder deambular libremente por los pasillos.
—Así que así fue —dice Tzuyu pensativa—. Por otro lado, nunca me contaste que fue lo qué pasó.
Suspiro agobiada, porque —aunque en efecto preferiría que nadie más, además de mí, supiera que fue lo que pasó—, sé que los chismes y rumores comenzarán a correr por toda la escuela, y no quiero que lleguen hasta sus oídos las historias distorsionadas que contará la gente. Así que, aunque me cuesta, me trago mi orgullo y le cuento cada detalle de lo ocurrido ayer. Al final de cuentas, Tzuyu es mi mejor amiga y no hay secretos entre nosotras.
Después de contarle todo, me aconseja que guarde la calma y espere el momento adecuado para aclarar esta situación, aunque ninguna de las dos sepamos realmente cómo hacer eso sin dejar en evidencia mis verdaderos sentimientos.
Antes que nos demos cuenta, el profesor de la primera hora se hace presente, así que nuestra conversación muerte, sin embargo, esperamos continuar en la hora del almuerzo, no obstante, tan pronto como llega y ambas nos preparamos para dirigirnos al comedor, un grupo de chicos abarrotan la salida del salón. Mis demás compañeros de clase se miran entre ellos preguntándose qué es lo que ocurre y Tzuyu y yo no somos la excepción, y aunque por mi cabeza y la de ella no cruzan malos presentimientos, la entrada amenazante del hermano de Mina hace que palidezca.
—¿Quién es Son Chaeyoung? —pregunta él, con molestia y desagrado.
Es la primera vez que pronuncia mi nombre y aunque siempre me lo imagine de una manera inolvidable, mis esperanzas se destruyen tan pronto como termina de pronunciar la última letra.
Todos me miran y unos cuantos más me señalan, así que sin meditarlo dos veces, sus ojos conectan con los míos para luego dirigir sus pasos hacia mí. Trago fuertemente cuando se posa al frente mío, sin embargo, Tzuyu, por otro lado, posa una de sus manos frente a mí, evitando que él dé un paso más.
—Sea lo que sea que vayas a hacer, piénsalo dos veces, o esto no va a terminar bien —lo amenaza Tzuyu.
—No te preocupes, la violencia no es lo mío y mucho menos hacia una mujer —exclama, aunque la molestia en su voz se intensifica.
—Más te vale.
Él suelta un bufido para luego dirigir su mirada hacia mí.
—Acompáñame, quiero hablar contigo —me dice, con una mirada fulminante que hace que mi corazón se detenga.
—No hay necesidad de ir a ningún lado...
—Tranquila, está bien, voy a aclarar este malentendido —le digo a Tzuyu, interrumpiéndola. Lo último que quiero es que esta situación se convierta en un problema más grande, y por la escena que estamos dando, me temo que me estoy alejando de esa idea—. Mientras sólo hablemos, entonces no veo por qué no.
—¿Segura? —me pregunta Tzuyu, con cierta desconfianza hacia mi decisión.
Yo solo asiento, así que ella baja su mano al tiempo que me mira preocupada.
—Sígueme —me dice él. Y sin más se da la vuelta, mientras los demás se hacen a un lado.
Suspiro, porque todo parece salirme mal, inclusive con el chico que me gusta, ahora en definitiva mis posibilidades con él han disminuido a menos mil y estoy segura que seguirá disminuyendo consecutivamente.
Por suerte, ninguno de sus amigos lo sigue, por lo que al parecer seremos solo nosotros dos, así que será mi momento para poder aclarar esta situación y aunque no me gusta del todo la idea, tendré que ser completamente sincera con él y confesar mis verdaderos sentimientos. Puede que no salga bien esta confesión y ahora más que nunca creo en el rechazo, pero al menos no tendré que cargar más con este malentendido.
No obstante, pese a la inesperada situación, me toma aún más por sorpresa cuando nos dirigimos hacia la azotea, pues parece que no soy sólo yo la única que sabe que este lugar está fuera de los parámetros de cualquier estudiante y, aunque quiero aclarar toda esta situación lo más pronto que se pueda, temo por el hecho de que algún profesor nos vea y que está situación me lleve a terminar nuevamente en la sala de profesores.
—Date prisa —me dice él, mirándome por encima de su hombro.
No digo nada, así que igualo su andar, hasta que llegamos por fin a la azotea, donde inmediatamente el ambiente se vuelve cada vez más tenso.
—¿Qué estás planeando? —dice, sin rodeos.
—¿A qué te refieres? —pronuncio, sin entender.
Antes de que él pueda responder la puerta de la entrada se abre con tanta fuerza, que incluso pierde rectitud, pues ante la desenfrenada acción la puerta se tambalea. De repente, frente a la entrada, Mina se hace presente, con el ceño fruncido y un aparente enfado que desprenden sus ojos mientras nos observa. Por un momento temo más de ella que de él.
—¡¿Qué demonios crees que haces?! —exclama ella, enfadada.
Con pasos fuertes se dirige hacia su hermano y lo jala del saco de su uniforme para que le preste atención, pero él simplemente la ignora.
—No finjas —me dice, y luego ríe sarcástico—. Sabes que hablo sobre ti y mi hermana. ¿Acaso estás jugando con ella?
Mi corazón se apachurra cuando me mira con desdén y desagrado. Realmente no esperaba que las cosas con él terminaran así. Siempre fue un chico muy amable y dulce, pero parece que yo —justo ahora—, soy la persona que más odia en este mundo, y mi corazón parece no estarlo tomando nada bien.
—¿Yo? Yo no lo estoy haciendo —tartamudeo en el proceso, sin saber muy bien a qué se refiere con eso.
Quiero decir, no es que esté jugando con ella, más bien todo esto es un malentendido.
—¡Kenji, te estoy hablando! —grita Mina, más enfadada que antes.
Así que se llama Kenji... Tanto tiempo queriendo saber su nombre, tanto tiempo queriendo poder pronunciarlo y mírenme ahora, todo eso se lo ha llevado el viento.
—¿Qué quieres ahora, Mina? —suspira molesto, y luego la mira directamente, al tiempo que parece que se da cuenta de algo—. Mejor dicho, ¿cómo es que supiste que estaba yo aquí?
—¿Tú qué crees? —pronuncia sarcástica—. Cuando no llegaste a mi salón para dejarme el almuerzo salí a buscarte, pero fue más mi sorpresa cuando tus amigos me dijeron que si acaso no sabía lo que estaba pasando, por mi expresión en el rostro fue evidente para ellos que no, y después de obligarlos a decirme, vine tan pronto como pude.
—Esos malditos soplones... —susurra Kenji.
—¿Cómo se te ocurre hacer algo así? ¿Acaso estás mal de la cabeza? ¿No estás viendo todo lo que estoy pasando por culpa de esta situación, y ahora se te ocurre armar una escena junto con ella cuando todo el mundo los ve? —exclama herida, como si la situación verdaderamente le afectará.
Por un momento dejo atrás mis propias inquietudes y me concentro en esas últimas palabras dichas por Mina, las cuales forman un enorme agujero en mi estómago y me hacen sentir esa sensación de cuando caes al vacío. Trato de recapacitar, pues la discusión entre ellos dos parece estar subiendo de intensidad con cada segundo que pasa, sin embargo, mi mente repite una y otra vez la frase: "No estás viendo todo lo que estoy pasando por culpa de esta situación".
—Mina, es por eso mismo que lo hago, apenas ayer todo estaba bien y ahora, sólo pusiste un pie en la escuela y no han dejado de molestarte. Imagínate, sólo ha pasado un día y ya todo el mundo lo sabe. ¿Qué va a pasar si dejamos correr el tiempo? Al menos quiero que ella... —menciona Kenji, mientras me señala sin verme—: me diga que no está jugando contigo, pero sobre todo, que sus sentimientos por ti son reales.
Parece que no sólo las palabras de Mina han provocado un efecto negativo en mí, sino que ahora siento como si Kenji estuviera apuñalándome con cada palabra que dice. Y ambos tienen razón, aunque ninguno de los dos directamente me lo haya dicho (que la culpa es mía, porque yo provoque esta situación). Quiero decir, ¿cómo podrían? Sé que ambos son buenas personas y aunque esta situación haya deformado la verdad, ninguno me ha lastimado sólo porque sí.
Entiendo a Kenji, si estuviera en su lugar hubiera actuado de la misma manera. Yo también hubiera querido defender a mi hermana.
Ellos dos se han encargado de matar a la humillación y la vergüenza que he cargado, y la dichosa y desagradable culpa ha terminado por resurgir, para ahora tomar sus lugares y ser quienes lideren mis emociones. Pero, por otro lado...
Nunca he sido de meterme en problemas. Siempre me he alejado de los disturbios. Nunca he metido en problemas a nadie. Siempre he mantenido mi distancia con las personas. Nunca me ha gustado nadie. Siempre me he puesto a mí y a mis estudios antes que el romance. Nunca he fingido que me gusta alguien. Siempre... ¿Siempre, qué?
Yo...
Yo...
Ella...
¿Ella?
Sí, ella.
—Ella realmente me gusta y me haré responsable de lo que mis sentimientos hayan provocado —digo, con completa seguridad, aunque esas palabras sellen mi destino.
Ambos detienen abruptamente sus palabras y me miran anonadados.
Los ojos profundos y grandes de Kenji me observan titubeantes para después mirar a Mina, como no creyendo que realmente yo haya dicho esas palabras y menos frente a ellos dos. Por otro lado, a Mina se le encienden las mejillas, asombrada y avergonzada por mi descarada —y falsa— confesión baja la mirada.
Aún con lo que mi boca acaba de decir, mi mente sólo piensa en dos cosas; una, que acabo de destruir cualquier mínima posibilidad con Kenji y dos —la más importante—, que acabo de mentir sobre mis verdaderos sentimientos y, aunque puede parecer poca cosa o algo sin mayor problema, la verdad es que ahora mi mayor humillación será también mi mentira más grande y no sé cómo voy a hacer para solucionarlo. No quiero fingir que me gusta ella, pero en estos momentos qué más puedo hacer.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —pregunta Kenji, todavía imparcial ante la decisión sí de verdad creerme—. No quiero enterarme después de que todo esto fue una maldita apuesta o una mentira, porque voy a hacer de tu vida un infierno.
¿Apuesta? ¿Mentira? ¿Qué clase de persona me cree? Aunque yo misma sé la respuesta.
—¿Por qué mentiría sobre eso? —exclamo, con falsa molestia, al tiempo que cabo mi propia tumba.
Ni siquiera sé qué estoy haciendo o por qué estoy diciendo esto. Creo simplemente no quiero quedar mal frente a él, pero en su lugar, sólo estoy consiguiendo meterme en un lío del cual no estoy segura de poder escapar.
—Kenji, detente ya —lo frena Mina, cuando ve que quiere decir algo más—. Da igual lo que sea, simplemente no te metas más en problemas.
Él parece dudar ante su impulso de defenderla y el hecho de querer averiguar sí estoy diciendo la verdad, pero las palabras de ella parecen tener un efecto en él y su decisión. Para mi suerte, el sonido de la campana suena y eso sólo significa una cosa.
—Ve a tu salón, sabes que tienes examen en la siguiente hora y la hora del almuerzo ya ha acabado. —Mina se muestra tranquila y le expresa con su voz que realmente no hay nada por qué seguir peleando, mucho menos de qué preocuparse—. Por favor, Kenji.
—Vale, te veo después de clases para ir al club y luego hablaremos sobre esto —menciona sumiso, aunque dudoso de saber si realmente ha tomado la mejor decisión.
Ella asiente con la cabeza, sin embargo, antes de que Kenji se marche, me da una última mirada y después se va a toda prisa. Mina lo ve irse, hasta que la puerta nuevamente se cierra, de espaldas y sin mirarme, dice ella:
—¿Estás bien? —me pregunta.
¿Qué si estoy bien? Mejor dicho, ¿ella está bien?
No entiendo a qué se debe la pregunta o si es que acaso trata de indagar por si su hermano me ha hecho algo y si es que acaso pienso en meterlo en problemas por lo que pasó, porque dudo mucho que se preocupe por mí. Aunque con ella realmente no sé qué creer. En el autobús se comportó de una manera, pero en la entrada de la escuela fue otra. ¿Cómo debería entonces tomar esa pregunta?
—Lo siento —digo, al no saber qué responder—. Parece que te he metido en más problemas de los que imagine.
—Yo también lo siento —me dice, al tiempo que se gira para verme—. No debí haberte dicho lo que te dije en el autobús. No tuve una buena mañana, supongo que por eso terminé actuando así.
Me avergüenzo sin razón ante sus palabras, no esperaba una disculpa de su parte sobre eso, mucho menos en este momento, más cuando parece que soy yo quién le ha arruinado su vida estudiantil y social.
—No creo que debas disculparte por eso —menciono, aunque termine por susurrarlo.
¿De qué hablaba Park-Seonbae? ¿Cómo es que él haya dicho que "no es una persona que hable mucho o se relacione con el resto"? Quiero decir, hasta el momento me ha parecido una persona amigable y buena, ¿por qué entonces no se relacionaría con nadie?
Antes de que Mina pueda decir algo, su teléfono suena, mira la pantalla y se asombra ante la persona que la llama. Con confusión contesta la llamada y casi de inmediato abre los ojos aterrada, cuelga tan pronto como puede y me mira angustiada.
—Es mi hermano, una de las profesoras lo ha visto bajar por las escaleras que llevan a la azotea, si nos atrapa de nuevo aquí, estaremos en muchos problemas —me dice, al tiempo en que me sobresalto cuando sin previo aviso se acerca a mí—. Vamos.
Ni siquiera soy capaz de decirle algo, mucho menos cuando su mano toma la mía y me arrastra hacia la salida. Aunque me quiero quejar, por el dolor que siento en la muñeca —por el imprevisto que pasó en la mañana—, no intento detenerla, al contrario, por inercia me aferro más a ella. Mina toma el picaporte y abre, pero la presencia de la profesora frente a nosotras hace que detengamos nuestros pasos y que se vaya a la borda nuestro intento de huir lejos de aquí.
—¿Otra vez ustedes dos? —dice, más molesta que sorprendida.
—Disculpe, ya nos íbamos —menciono, como si por alguna extraña razón realmente nos fuera a dejar ir.
—Nada de eso, al contrario, vengan conmigo —exclama, con tono autoritario.
—No, por favor, profesora —me atrevo a decir—. Si nos dan otro reporte llamarán a nuestros padres.
—Pues eso debieron haberlo pensado antes de venir aquí. —Se muestra seria al tiempo que nos arrastra fuera de la azotea.
—Perdónenos, de verdad no volverá a ocurrir.
—Una vez es un error, pero dos veces, ya es intencional. —Niega con la cabeza—. No quiero parecer mala, pero tienen que entender que podría pasar un accidente si están aquí arriba, y eso me metería en problemas a mí.
Realmente no quiero otro reporte, si mi padre se entera me obligará a ir a los cursos de verano que hay en la escuela y las vacaciones son las únicas fechas en donde puedo disfrutar de mi tiempo libre y salir con Tzuyu.
—Si me permite —interviene Mina, con sutileza. Parece que se ha dado cuenta de mi desesperación por no querer volver a meterme en problemas, así que trata de evitarlo—. Si nos deja una actividad o tarea para hacer como castigo, le prometemos que no volveremos a poner un sólo pie en la azotea nunca más.
—Miren, niñas, sé que a esta edad quieren vivir su propia historia de romance, lo entiendo y lo respeto, pero no pueden hacerlo en la escuela, está prohibido, no sólo en la azotea, sino en cualquier área, inclusive para... Para cualquier tipo de pareja.
¿Pareja? Le aseguro que lo último que quiero en esta vida es ser algo de ella, pero para mi desgracia, empiezo a creer que la gente sí lo piensa.
—No, nosotras no... Ya sabe —digo, torpemente.
Ella me mira detenidamente y luego baja la mirada hasta llegar a donde nuestras manos se mantienen unidas.
Mis mejillas se encienden cuando me doy cuenta de ese detalle, que ante la abrupta y sorpresiva situación, ignoramos. Me suelto de Mina tan alterada que ambas me miran confundidas. Aclaro mi garganta mientras niego con las manos.
—No es lo que piensa —me excuso.
¿No es lo que piensa? A este punto no creo que mis acciones puedan refutar a eso, si es que acaso, hace unos minutos me confesaba a todo pulmón de nuevo frente a Mina y frente a su hermano, la persona que realmente me gusta, así que decir eso en este preciso momento suena más a mentira que a verdad.
—Profesora —interrumpe Mina, llamando su atención y dejando a un lado mi penosa escena—. ¿Podría considerarlo?
—Por favor —insisto suplicante.
—De acuerdo, pero sólo por esta única vez —dice ella, para luego suspirar—. Las quiero ver a las dos mañana a las siete en la biblioteca, allí les diré qué hacer.
—Pero... —Mina niega con la cabeza—. Salgo hasta las ocho de mi entrenamiento.
—Bueno, entonces acompáñenme por un reporte —exclama la profesora, con seriedad.
Mina me mira a mí y aunque también estoy en un dilema, pues después de clases voy a la academia, prefiero faltar a esas clases antes de que mi padre se entere sobre esto. No sólo porque me metería en problemas por estar distrayéndome en lugar de estar estudiando, sino porque no sé cómo reaccionaría si le dijeran que me he confesado a una chica.
—Un reporte más no —le digo, con la fe puesta en que pueda ayudarme.
Aunque parece que todo esto es una simple tontería, ambas debemos tener razones para no querer meternos en más problemas. Puede que no hayamos empezado con el pie derecho, pero al menos sé que si he terminado en esta situación ha sido solamente y únicamente por mi propia culpa. Tal vez si hubiera aclarado esta situación en ese preciso momento en que me declare o cuando nos encontremos en el autobús, quizás las cosas no hubieran terminado así; tan hilarantes.
—Lo siento, profesora, usted nos está brindando una mano y no es correcto buscar peros. Estaremos allí mañana sin falta —dice Mina, sonriéndole.
La miro sorprendida, pues por un momento creí que elegiría el club antes que a mí, ya que es evidente su devoción por la natación, pero aunque hemos tenido nuestros choques, no dudo que sea una buena persona, ya que, sin quererlo, siempre me ha ayudado. Por ahora, sólo me queda ser agradecida, al mismo tiempo que aceptar mi castigo por el propio error que yo misma he cometido. Espero que al menos todo salga bien a partir de ahora y más porque desde mañana, muy seguramente nos veremos con más frecuencia de lo que me gustaría.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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