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Capítulo 7

Aquella noche fue todo un desafío; por más vueltas que se diera en la cama, no conseguía si quiera pegar un solo ojo. Extrañaba a mares su amplia y suave camama.

La habitación de su hermana era tan pequeña como su baño, y ni hablar de la falta de calefacción. El diseño era rústico y ordinario, los colores demasiado vivos que le impedía a su cerebro caer en sopor. De lejos se alcanzaba a ver el cumulo de polvo en la cortina crema que quizás en un principio habría sido blanca. Era un hecho que Nina no era buena limpiando.

Rodó una vez más al lado izquierdo y se le ocurrió llamar a su novio. Sergio le brindaría unas palabras aliento. A estirones alcanzó el móvil de la mesita de noche y marcó; como a la tercera vez se escuchó respuesta.

—¿Si? —respondió con voz ronca.

—Hola cariño, te lla...

—¿Qué hora es? —le interrumpió—. Yvonne, es la una de la mañana —expresó molesto y somnoliento.

—Lo siento, es que no consigo dormir, no me acostumbro en la habitación de mi hermana.

—¿Y qué culpa tengo yo? Te dije que no cometieras una locura.

¿De verdad le estaba respondiendo así?

—Sergio...

—Déjame dormir, hablamos mañana.

No le dejó decir nada más porque al instante cortó. Derrotada regresó el teléfono a la mesita de noche sin nada más que suspirar. Su novio no era para nada empático, y no podría cambiarlo. Aunque quizás él estaba lo correcto, había posibilidad que estuviera cometiendo una locura.

El amanecer llegó prontamente así que decidió tomarle provecho y hacer ejercicio. Buscó ropa cómoda y se alistó para ir a correr.

Al atravesar la puerta de su departamento se fijó en su vecino y la chica de cabello corto salir del mismo departamento; definitivamente tenían que ser pareja.

—Yvonne —saludó Caleb; su novia la miraba curiosa, al igual que ella. De todos modos, les regaló su sonrisa perfecta.

—Buenos días Caleb.

—Lamento haber sido descortés ayer.

Ah, se refería a su ausente despedida. Negó sin dejar un momento libre de sonreír.

—No hay cuidado.

—Te presento a Janna —la señaló—. Janna, ella es Yvonne, la hermana de Nina y nueva vecina.

Su novia agradó enormemente sus ojos. La misma reacción que su vecino prestó al conocerla. ¿Qué era lo sorpresivo, el nulo parecido, o la existencia de una hermana? Siendo vecinos... ¿Nina nunca les habría hablado de ella?

—¿Hermana de Nina? No sabía que Nina tenía una hermana.

Entonces la última opción.

—Yo también me sorprendí mucho —prosiguió el chico.

—Vaya qué sorpresa. Un gusto Yvonne —dijo Janna extendiéndole la mano.

—Igual para mí.

En un abrir y cerrar de ojos hizo dos amigos, porque definitivamente tenían que serlo, ambos se veían agradables, y deseaba mantener ese tipo de personas en su nueva vida. Ya estaba cansada de topar con personas de doble cara.

***

—Señorita, señorita...

Entre sueños sintió como su padre la movía insistentemente. ¿Por qué la despertaba cuando dormía tan plácidamente?

—Papá déjame dormir —balbuceó Nina volviéndose a cubrir con el edredón.

—Señorita Nina su madre la espera.

¿Señorita Nina? ¿De quién era esa voz? ¿Por qué había una mujer en su casa? Abrió sus enormes ojos y se incorporó de golpe, miró a todos lados y reconoció donde estaba. La mujer que se había a atrevido a despertarla, la miraba cansona.

—¿Mi madre me espera?

—Sí señorita, la espera en la sala.

Se puso rápidamente de pie, y entre tropezones se calzó lo primero que encontró. Los escalones pintaban nunca terminar mientras los baja corriendo.

Su madre miró fastidiada el reloj una vez más; en cuanto la notó, soltó un sonoro bufido. Sin decirle nada, le hizo seguirla.

No tardaron en llegar a la más prestigiosa universidad de la ciudad. Ni en sus más anhelosos sueños se habría visto estudiando allí, aunque estudiar no era precisamente su sueño.

—¿Ya pensaste que estudiar? —preguntó su madre mientras caminaba presurosa a la oficina del rector.

—No... no lo sé —titubeó intentando alcanzarla.

El impecable y brillante piso de la oficina casi hizo que pegara su frente con él, pero logró equilibrarse a tiempo, ante la despectiva mirada de su mamá. Su vestido largo la hacía ver demasiado sofisticada frente a ella.

La secretaria a cargo las atendió, indicándole que el rector no recibiría a nadie. Victoria soltó un suspiro y le entregó su tarjeta; la muchacha se tiñó de rojo, se disculpó y les permitió la entrada. Entonces comprendió la enorme influencia de su progenitora.

El rector parecía sumamente ocupado en papeleos, pero en cuanto vio a su mamá, se puso de pie y con una enorme sonrisa la abrazó.

—¡Dichosos los ojos que te ven, Victoria!

La rubia le mostró una amplia sonrisa, que la sorprendió. Había pensado que quizá tenía algún músculo facial atrofiado que le impedía sonreír.

—¿Cómo estás Roberto? ¿te va bien el rectorado?

—No habría llegado a esta posición de no haber sido por ti.

—Ni lo menciones.

El hombre reposó la mirada en ella. Al notar la incertidumbre de su amigo, su mamá se dio el trabajo de explicar.

—Es mi hija menor.

—¿De verdad? —Abrió enormemente los ojos.

—Soy el amigo de tu madre —pronunció tendiéndole la mano—. Amigos desde la primaria. Estuve enamorado de ella, pero eligió a tu padre.

—Eso no es cierto —intervino su madre—. Mejor hablemos de Nina, estudiará aquí.

—¿Quieres estudiar aquí? —continuó el hombre.

—Eso creo —respondió, algo atolondrada.

—¿Qué estudiarás?

—Marketing y negocios internacionales —respondió su madre por ella.

—Buena elección. Estarás bien cuidada. Además, mi hijo también estudiará lo mismo, serán compañeros de clase.

El rector sonreía demasiado que incluso la incomodaba.

Mi papá es más cálido. —pensó.

***

—Yvonne —llamó su padre.

Llevaba toda la mañana limpiando y acomodando su nuevo cuarto. Tal vez haría algo con las paredes, podría cambiarle ese escandaloso color anaranjado por un pastel, pero si resultaba demasiado tedioso, podría ponerle una delicada tapicería.

—Pasa papá —respondió.

—Aún no puedo creer que estés viviendo conmigo —dijo con cariño.

Su sonrisa apareció al instante, últimamente sonreía demasiado. Envolvió a su padre con sus delgados brazos y le prodigó un beso en la mejilla. Él le devolvió el beso en la frente.

—Mi hija mayor, no sabes cuánto te extrañé.

—Y yo a ti papá.

Como no envidiar a su hermana, si aquel hombre era pura dulzura. No es que su mamá no la quisiera, pero siempre fue más reacia y distante. Aquella pareja que un día fue, complementaban perfectamente bien, pero el dinero a veces puede echarlo todo a perder.

—Papá, iré a comprar mermelada para la cena, ¿de acuerdo? —Se separó de él con delicadeza.

—Está bien, no te tardes.

Yvonne salió presurosa a la tienda de al lado; instantáneamente reparó en la presencia de aquel muchacho de cabello ondulado y tierna sonrisa.

—Jabón y prestobarba —repitió una vez más Caleb, a la señora casi anciana, dueña de la tienda.

—¿Toca rasurado? —preguntó Yvonne tomándolo por sorpresa.

—Yvonne —sonrió—. Pues sí, otra vez la barba.

—¿Cada cuánto te rasuras?

—Dejando un día. Gracias. —Recibió su pedido.

—Una mermelada de fresa —pidió ella—. ¿Y por qué no te dejas la barba de tres días? Es sexy.

—Definitivamente en mi no. La barba me crece como pluma de pollo a medio pelar.

Soltó una carcajada, podía imaginárselo con la barba puntiaguda y rala.

Su vecino esperó a que pagara para regresar juntos a la residencia.

—Tienes buen sentido del humor, Caleb.

—No cotidianamente, solo con personas de mi agrado.

—¿Entonces te agrado?

Notó el leve sonrojo en sus mejillas; las percibía tibias y suaves.

—Digamos que estás en modo de prueba.

—Vaya qué calamidad —respondió fingiendo tristeza—. Yo pensaba que sí.

—De acuerdo, me caes un poquito.

—Un poquito ya es algo.

Ambos rieron. El aura era natural y agradable, compenetraban perfectamente bien pese a conocerse recién.

Terminaron de subir el último peldaño hasta que Caleb se detuvo repentinamente. Su mirada se dirigía hacia Janna y un chico bastante apuesto. Yvonne miraba atentamente su expresión. ¿Caleb era alguien celoso? ¿Le disgustaba que su novia conversara con otro hombre? Ta vez era inseguro. O tal vez Janna lo incitaba a los celos. Sonreía como enamorada frente al tipo de traje. A lo mejor sí estaba enamorada, pero no podía dejar a Caleb.

No era necesario ser adivino para notar el triángulo que se había formado. Sobre todo, siendo Yvonne una mujer observadora se dio cuenta al instante. Pero se chasqueó cuando Janna entró a un departamento diferente al de su nuevo amigo; entonces no vivían juntos.

El tipo guapo de traje pasó junto a ellos.

—Caleb —le saludó.

La tensión se hizo notar en ambos. Era bastante extraño, ya no podía asegurar que Janna fuese la novia de Caleb...

—¿Qué tal Derek? —respondió seco.

De modo que el tipo de traje se llamaba Derek... Que por cierto reparó en ella.

—Yvonne, una nueva vecina —se apresuró su amigo a presentarla.

El chico le extendió la mano sonriente. También poseía una buena aura como su vecino. Qué difícil la tenía Janna...

—Hola, soy Derek.

—Un gusto —contestó.

—Espero te guste este lugar —sonrió—. Bueno debo irme. Adiós Yvonne y Caleb.

Bajó las escaleras hasta desaparecer de su campo visual.

Caleb no decía una sola palabra, su contagiosa sonrisa se había esfumado de su rostro. Ya no pudo aguantarse las ganas de saber que era Janna de él.

—¿Es amigo tuyo? —le preguntó.

—Un nuevo amigo de Janna —contestó apesadumbrado.

Quería preguntarle directamente sobre la relación que mantenía con ella, pero no era capaz de ser demasiado directa.

—¿A ella la conociste aquí?

Su sonrisa reflejó melancolía.

—No, nos conocemos desde niños, es mi mejor amiga.

Mejor amiga... auch...

Yvonne lo sentía mucho por él, era más que evidente que Caleb estaba enamorado de Janna, quién sabe desde cuándo, pero por lo que vio, ella tenía sentimientos por el tal Derek.

Caleb tenía todo para tener a la chica que quisiera, no sólo era atractivo, poseía una encantadora personalidad que era lo que precisamente las chicas buscan.

***

—A buscar trabajo —se dijo para sí misma Yvonne. Se ató el cabello, se puso un abrigo y salió del departamento.

Fuera de la residencia se encontró con Caleb. Ambos sonrieron al verse.

—Buen día vecina —saludó él, primero.

—Buen día vecino —respondió ella con los mismos ánimos.

—¿Estás de salida?

—Así es, voy en busca de trabajo.

—¿Visitarás algún referente?

—En realidad no.

—Espera, déjame traer el periódico de hoy y te acompañaré.

—¿De verdad? —Le brillaron los ojos.

—Sí, en el periódico siempre hay ofertas laborales.

—Genial, aquí te espero.

—No me tardo.

Yvonne no podía sonreír más. Le encantaba tener en su vida personas tan amables como Caleb. No dio ni un respiro, cuando él bajó con el papel en mano.

—Mira esto. —Le mostró la fila de anuncios laborales—. Administradora, ¿no es así?

—Ajá.

—Hay cinco ofertas.

—Estoy muy emocionada.

—Te irá bien.

Llegaron al primer lugar anunciado en el periódico. Caleb esperaba en el vestíbulo mientras Yvonne pasaba la primera entrevista. Todo marchaba bien, calificaba con buen puntaje hasta que se corroboraban su segundo apellido.

El encargado de selección de personal la miró atentamente y revisó su currículo.

—¿Acaso eres hija de Victoria Fuster? —cuestionó el hombre dubitativo.

—Sí —respondió firmemente la castaña pensando que el nombre de su madre la ayudaría.

—Lo lamento, no puedo recibirte.

Le entregó toda su fila de papeles.

—¿Por qué?

—Pregúntale a tu madre, linda.

Acaso su madre se atrevió a... No, no era posible...

Indignada recibió sus documentos sin protestar, salvo con la mirada.

Su vecino ni bien la vio bajar se aproximó hasta ella esperando buenas noticias.

—¿Y qué tal?

Negó desanimada.

—Tranquila, te irá mejor.

Terriblemente la respuesta fue la misma en los demás lugares a los que fueron, así que decidieron volver.

—Estoy segura que mi madre ha movido sus influencias para que no encuentre trabajo.

Caleb frunció el ceño.

—¿Tanto así?

—Sí. Ella no quiere que viva con papá.

—El señor Pedro es muy buena persona.

—Y ella lo sabe.

—Quizá teme que te encariñes con él, y la dejes de lado.

—No lo sé. Mamá no suele mostrar su cariño, ni sus temores, es demasiado orgullosa.

—Ahora entiendo a quien se parece Nina.

Su comentario le sacó una sonrisa.

—Mi hermana no tiene buena fama por aquí, ¿eh?

—Pues... —Ladeo la cabeza.

Pequeños copitos de nieve empezaron a caer cubriendo el suelo rápidamente.

—Qué frío —musitó ella tiritando.

Yvonne dio un respingo cuando sintió el dedo de su amigo sobre su mejilla. Aparentemente estaba comprobando su temperatura. Se retiró la bufanda y la puso sobre su cuello.

—Utiliza esto.

Ella se quedó petrificada. Por un momento sintió un cosquilleo que la recorrió completamente. Nadie había sido tan cortés con ella.

—Gracias —dijo apenas.

El claxon de un auto captó su atención; lo reconoció al instante, mientras Caleb se preguntaba de quien se trataba.

Del auto gris bajó un joven bastante alto, y exageradamente cubierto. Caminó hacia ellos con aires de superioridad.

—Sergio —pronunció.

Pudo notar su mirada recelosa en Caleb. Ups. 

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