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Capítulo 6

Las palabras salieron sin poderlas retener; pero era verdad, apreciaba el estilo de vida de Nina, y estaba cansada de la suya. Por otro lado, deseaba que su hermana tuviese la oportunidad de disfrutar de su madre, que gran falta les hacía a ambas. Poseían la misma personalidad, orgullosas y testarudas, era momento de limar asperezas.

La pelinegra la miró extrañada.

—Me gusta tu vida —continuó Yvonne—. Cambiemos de vida.

Mientras pronunciaba estas palabras, la nieve fue cayendo suave y sigilosamente. Quizás este invierno venía junto a nuevas experiencias y aprendizajes.

Nina volvió hacia ella y sonrió de medio lado.

—¿Crees que eres capaz de llevar mi vida? ¿Crees que puedes vivir sin todas tus comodidades? ¿Sin tu auto? ¿Sin tu cara ropa? ¿Sin tus lujos?

Yvonne vaciló por unos instantes y se quedó callada, no había pensado en eso; pero cuando su hermana hizo ademán de irse, dijo:

—Puedo hacerlo, puedo vivir sin todo eso. Toma mi vida y yo tomaré la tuya. Vivirás con mamá y yo lo haré con papá.

Su hermana menor no supo qué responder. ¿De verdad hablaba en serio? Pues no se le veía a Yvonne con cara de bromear.

—¿Hablas en serio? —preguntó dubitativa.

—Completamente.

—¿Crees que podrás fácilmente llevar mi vida?

—Es la misma pregunta que tengo para ti.

La pelinegra resopló con desdén.

—¿Qué tan difícil puede ser rica?

—Pronto lo sabrás, y me dirás si es difícil o no.

—Te rendirás primero. ¿Cuánto durarás, una semana?

—No me rendiré fácilmente; te lo aseguro.

Se miraron fijamente, retándose, contándose con la mirada las dificultades que atravesaban cada quién con su estilo de vida. Yvonne no era precisamente competitiva, pero si persistente a diferencia de Nina, no se dejaría vencer fácilmente.

Un atisbo del pasado les recorrió la mente, las llevó a su niñez, cuando luchaban por algún juguete, o algún dulce; la mayoría de veces era Yvonne quién cedía por ser la mayor, o por la mirada reñidora de su madre, pero esta vez estaba segura que no sería así.

Quien se rendiría primero, sería todo un prodigio o una vergüenza.

***

—¡¿Te has vuelto loca?! —gritó Victoria histérica al escuchar los planes de su hija.

—Estoy cansada de esto mamá —habló Yvonne con la voz entrecortada—. Estoy cansada de estar forrada de lujo, cuando por dentro estoy llena de miseria. Quiero cambiar mi vida con la de ella.

La rubia se masajeó el puente de la nariz.

—Cambiar de vidas —repitió con sorna—. ¿Crees que la vida es un juego? ¿Crees que podrías vivir sin todo lo que te doy?

—Trabajaré con mi profesión, trabajaré duro, te demostraré que puedo lograr lo que tú lograste.

—Bien —siseó mostrando la misma sonrisa que había mostrado su hermana en la mañana—, pero lo harás de cero como yo lo hice. Escúchame bien Yvonne —amenazó elevando su dedo índice—, solo volverás a esta casa y a la empresa, cuando hayas desistido de esto, o hayas logrado lo que farfullas.

Yvonne asintió con lentitud, pero al instante elevó el mentón llena de orgullo.

—Yo no volveré vencida mamá.

***

—¿Estás segura hija? —preguntó el pobre hombre preocupado.

—Papá, ¿cómo podría no estarlo? —Nina irradiaba emoción hasta por los poros—. Si todo lo que he querido es ser rica, y ahora por fin puedo serlo. Incluso se me pasó por la mente casarme con viejo rico, pero eso ya no tendrá que ocurrir.

Pedro se horrorizó por tal confesión, a veces ya no sabía si su hija bromeaba o hablaba en serio. Sin embargo, cambió su expresión por una más sombría y, sin previo aviso, las lágrimas empezaron a inundar sus ojos llorones. De verdad se sentía muy mal y herido, jamás pudo darle la vida que tanto quería su niña, en cambio Victoria hizo todo lo contrario, y ella sí podía darle la vida que tanto anhelaba.

—Yo lamento no haberte podido dar todo lo que querías.

Nina por primera vez se sintió mal por él, después de todo era su papá, pero su sueño estaba a punto de realizarse...

—No llores papá, ahora lo tendré. A fin y acabo yo también soy su hija y merezco tener todo lo que Yvonne tiene.

—Voy a extrañarte. ¿Vendrás a verme?

—Sí lo haré papá.

***

Caleb despidió a su madre, sabía que la extrañaría mucho, pero también sabía que ella detestaba vivir en la ciudad, así que la entendía. El departamento le parecía más grande sin ella.

Observó la bolsa de basura negra y consultó la hora. El camión recolector de basura pasaría pronto, así que decidió sacarla. Ni bien atravesó la puerta, el frío se impregnó en su cuerpo, por lo que cerró bien su chaqueta.

Había varias bolsas de basura, que seguramente serían de sus vecinos. Se encargó de ordenarlas y mientras lo hacía, una camioneta se estacionó justo delante de él captando su atención. De ella bajó una mujer de mediana edad, con el cabello corto y rubio, muy guapa de hecho. Observó la residencia con desdén y lanzó un suspiro. Seguidamente bajó una joven a la que inmediatamente reconoció. Su largo cabello en ondas era inconfundible.

La mujer abrió la maletera y de ella sacó una maleta.

—No te apoyo en esto —dijo colocando la maleta junto a su castaña amiga. ¿Qué significaba eso?

—Gracias por traerme mamá. —Le mostró su tierna sonrisa—. Esto también servirá para que te acerques a Nina.

En seguida de abrazarse como si no se fueran a ver en largo tiempo, la mayor se volvió a meter en su Mercedes Benz, y arrancó; entonces aprovechó la oportunidad para acercarse.

—Yvonne —le habló entusiasmado.

La sonrisa de ella llegó hasta sus bellos ojos.

—Oh, Caleb...

—Qué gusto verte. ¿Y eso? —Señaló la maleta.

—Pues...creo que tendrás nueva vecina.

—¿De verdad? —Abrió enormemente los ojos.

—Así es.

—Qué buena noticia, no me lo habría imaginado.

—Pues, salió de repente.

—Vaya. Entonces déjame ayudarte. —Tomó la maleta sin esperar respuesta.

Mientras subían las escaleras, ella le contó que después de haberse encontrado con su padre y hermana, decidieron que ella viviría junto a él, mientras Nina iría con su madre.

—¿Entonces no los habías visto durante diecisiete años?

—Así es. Cuando mis padres se divorciaron, decidieron que yo me quedaría con mamá y Nina con papá. En ese entonces no gozábamos de buena economía; creo que esa fue la razón por la que se separaron.

—Vaya, qué triste.

—Pues sí, y cuando lo hicieron, mamá pudo terminar su carrera y todo mejoró, pero no teníamos idea que las cosas no iban bien con papá y con Nina.

—Pues eso parece, aunque tu padre es muy buena persona.

—De eso no cabe duda. Lo extrañé mucho, por eso quise venir a vivir con él, a pesar que mi madre no quiso. Siento que estoy empezando de nuevo. Ella me ha quitado todos mis privilegios y literalmente no tengo nada.

—Se te va a ser muy difícil —determinó a tiempo que puso la maleta frente al departamento del señor Pedro—. Pero puedes buscarme, estoy dispuesto ayudarte en lo que pueda.

—Muchas gracias Caleb. De hecho, estoy desempleada. Solía ser la gerente en la empresa de mi mamá, pero ya no lo seré más —sonrió—. Soy administradora, si sabes de algún trabajo para mí, ¿podrías informarme?

—Claro que sí.

A veces sus ojos se perdían en esa sonrisa radiante que poseía, la mirada de su amiga era demasiado delicada y esplendente.

—Y tú, ¿a qué te dedicas? —preguntó de repente.

—Yo aún soy estudiante universitario. Por muchos motivos no pude terminar la carrera, y pues sigo estudiando a mis veintiséis años.

—Lo importante es que lo termines, y te conviertas en un gran... —sonrió nuevamente dando espacio para que él termine.

—Ingeniero ambiental.

—Ingeniero ambiental, el mejor.

—Gracias por el cumplido —sonrió—. ¿Y qué edad tienes?

—Yo...

Se vio interrumpida con la llegada de una mujer terminando de subir el último escalón. Al parecer no le iba bien porque no dejaba de llorar.

—Janna —expresó Caleb angustiado.

La chica elevó su mirada y en seguida corrió a sus brazos.

Yvonne no supo qué hacer, ni qué decir. Simplemente observó cuando él la dirigió a su departamento.

Con la llegada de aquella joven, se olvidó de ella por completo.

—Soy menor por dos años —pronunció, aunque él no la escuchaba.

¿Quién sería ella? Estaba tan preocupado que ni siquiera se había despedido. Debía ser su novia para ponerlo de ese modo.

Atinó a elevar los hombros y a tocar la puerta del departamento. ¿Quién sabe lo que la esperaría?

Después que atravesó la puerta, su padre la recibió con los brazos abiertos.

—Bienvenida querida mía.

—Papá... —Lo abrazó tan fuerte como había abrazado a su madre.

***

Nina se encontraba muy nerviosa cuando se aproximó a la reja. ¿Cómo la trataría su mamá? ¿Mantendrían una buena relación?

Eran las preguntas que rondaban su cabeza. A fin y al cabo era su madre, la mujer que la había traído al mundo. ¿Qué tan mal podría salir? Además, estaba ansiosa por llenarse de lujos.

—¿Qué desea? —El portero la distrajo, y miró con recelo la maleta que traía.

—Abre la reja, voy a entrar —ordenó; que se acostumbrara, porque iba a ser su jefa. Ya se imaginaba dando órdenes a todos los empleados que vio el otro día. Esos pensamientos la llenaban de ilusión y emoción. No podía creer que al fin su sueño se concretaría.

—¿Quién es usted señorita? —cuestionó el hombre con actitud reacia.

—Soy la hija de la dueña de esta casa.

El hombre soltó en risas con tantas ganas que se vio obligada a retroceder para no ser embarrada con su saliva.

—La hija de esta familia ha salido hoy mismo, y una farsante ya quiere usurpar su lugar.

¿Cómo se atrevía ese hombre a decir semejantes palabras? No pudo estar más indignada. Si pudiese fulminarlo con la mirada, lo habría hecho sin arrepentirse.

—Yo soy la otra hija, la hija menor de tu patrona.

—Se nota —soltó con sorna mirándola de pies a cabeza.

La llegada de una camioneta captó su atención; de ella bajó Victoria y se encaminó hacia ellos con pasos firmes.

—Déjala pasar —pronunció al notar la situación—. Es mi hija.

Nina le lanzó una mirada triunfante mientras el hombre no conseguía salir de su asombro.

Siguió a su madre hasta llegar al inmenso salón. Su indiferencia la ponía aún más nerviosa. ¿Es que acaso no podía siquiera fingir una bienvenida?

Victoria continuó caminando e hizo ademán de subir las escaleras.

¿Por qué su madre actuaba de esa manera? Frunció el ceño y sintió como se le revolvía el estómago.

—Ma... —No era capaz de pronunciar esa palabra. Al ver que su madre no tenía intenciones de detenerse; se armó de valor y lo dijo—: Mamá.

Victoria sintió como se le estremecía el cuerpo entero; sintió ganas de bajar y abrazarla, pero aun no era el momento. Se giró manteniendo el mismo desinterés.

—Acomódate en la habitación de Yvonne, luego hablaremos —dijo con toda la frialdad del mundo. Ni el invierno que les azotaba era tan fría como ella.

Nina sintió por primera vez el rechazo de alguien. Se limitó a sonreír sin ganas y clavar sus propias uñas en su mano. Seguidamente dejó toda su ira escapar, y subió a la habitación de su hermana. No dejaría que su madre le arruinara el momento.

Una sonrisa sincera se le dibujó al girar la manilla de la puerta; todo lo que veía sería, o ya era suyo.

—Ni siquiera debí haber traído una maleta.

Se lanzó a la cama y luego corrió hacia el closet lleno de ropa, se probó todo lo que vio.

Después que terminó de acomodarse, la ama de llaves llamó a la puerta.

—Señorita, su madre la espera en el comedor.

Con pasos lentos se encontró con su progenitora, aún dubitativa se sentó en el otro extremo. ¿Cómo era posible que se sintiera tan incómoda con la mujer que la había traído al mundo?

Todo fue silencio; solo escuchaba la carne ser cortada suavemente por Victoria.

Nina tenía que decir algo, ese era el momento.

—Mamá, tenemos que hablar.

—Así es. Mañana mismo te inscribiré en la universidad. ¿Has pensado qué quieres estudiar?

—¿Eh?

Hubo pensado en todo, menos en eso... ¿Estudiar? ¿Para qué estudiar si su sueño ya estaba frente a sus ojos? ¿Con qué fines querría su madre que estudiara?

—¿Cuáles son tus aspiraciones? ¿Qué deseas ser?

¿Alguna vez pensó en lo que quería estudiar? Lo único que había deseado con ansias era tener dinero, nada más...

—Yo... —titubeó.

Su madre dejó los cubiertos y levantó la mirada. Sus ojos eran negros y salían de ellos una mirada penetrante, que solo conseguía ponerla más nerviosa.

—¿Acaso no tienes ninguna aspiración?

—No he pensado qué estudiar aún.

—Escúchame bien Nina —dijo muy seria—. El dinero no cae del cielo. ¿Crees que por ser mi hija mereces todo lo que tengo? Estás muy equivocada. —Nina la miraba asustada, y algo confundida—. Estudiarás una carrera, y a la par ayudarás en la empresa. No creas que tendrás todo fácil. Estoy segura que te arrepentirás de haber venido. —Se levantó de la mesa dejándola totalmente consternada.

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