Capítulo 31(capítulo final)
La expresión de orgullo de Victoria no podía ser más grande, finalmente creía haber dado en el clavo, por primera vez en su vida creyó que logró la victoria haciendo alusión a su nombre. Desde su auto se dedicó a ver el esfuerzo y ganas de superación del amor de su vida y de sus hijas. El foodtruck estacionado estratégicamente entre la plaza y la avenida, empezaba a llenarse de clientes de todo tipo, y el cartel inscrito: LASAÑERÍA DON PEDRO se veía de varios ángulos. Desde ahí lograba visualizar a su ex esposo preparando la ensalada de espinaca y pecanas que le encantaba. No le había vuelto a ver sonreír de ese modo desde el nacimiento de sus hijas, incluso podía apostar a que sus lágrimas amenazaban con salir, era un niño llorón, era demasiado sensible, por eso se enamoró de él, era como un pequeño niño al que debía proteger; si estaba triste lloraba, y si estaba enormemente feliz también lloraba, así era él. A un costado estaba su hija menor, sirviendo las tajadas de lasaña, algunos los servía para comerse al instante, y otros para llevar. Tenía su mismo carácter y temperamento, empezaba a madurar y crecer como persona. El tiempo perdido con ella, lo recuperaría de a pocos. Siempre tenía algo interesante que contar, era buena conversadora, y excelente contrincante en los juegos de mesa. Un poco más a su izquierda estaba su hija mayor, cobrando y anotando los pedidos. Era como verse a sí misma en una versión más joven, aunque eran muy diferentes. Desde pequeña se mostró responsable, pero juguetona, exigente, pero condescendiente. Su niña de cabellos castaños al fin había encontrado su camino. Y finalmente estaban esos dos muchachitos que no se despegaban de sus hijas; atendían las mesas bajo el toldo, alcanzaban los pedidos, recogían los platos y limpiaban las mesas. El chico de cabello ondulado era bastante simpático y gentil, era el alma gemela de Yvonne, y el otro chico de nariz aguileña era todo un personaje, gracioso y coqueto; Nina había encontrado la horma de su zapato.
Después de mucho tiempo por fin pudo sonreír con sinceridad, ellos eran su felicidad, ellos eran lo que necesitaba. Y finalmente ellos se habían encontrado a sí mismos, al fin...
Su reflexión fue interrumpida por su chofer, cuando le abrió la puerta sin que se lo pidiese. Ella lo miró reacia, hasta que pudo entender lo que le sugería que hiciera.
—¿Crees que ahora es el momento?
El hombre asintió sonriendo.
—¿No debería esperar a que sean exitosos?
—La felicidad es el éxito —contestó sin dejar de sonreír.
Victoria respiró profundamente y bajó con parsimonia del vehículo. Llevaba ropa sencilla y zapatos cómodos, aunque se veía igual de espléndida que siempre. Ya ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que estaba tan nerviosa, tal vez cuando le dio el sí a Pedro hace miles de años, tal vez cuando supo que estaba embarazada de Yvonne, o talvez cuando Nina estaba a punto de nacer.
Ya solo estaba a un par de metros del camión, la primera en verla fue Yvonne, luego Nina, y finalmente Pedro. Dejaron de hacer sus actividades mientras la veían acercarse. El hombre se quitó el mandil, y bajó para recibirla.
—Estás aquí, pensé que no vendrías...
Ella solo sonrió y emitió un suspiro. Sus dedos le temblaron mientras abrió el pequeño cofre madera. El sol brilló sobre el anillo de bodas dorado, el anillo con el cual él le había pedido matrimonio. Él casi se quedó petrificado cuando lo reconoció.
—Aún lo tienes —musitó al borde de las lágrimas.
Desde atrás sus hijas intentaban descifrar que era.
Victoria sonrió y lentamente se arrodilló. Yvonne se puso de pie de un salto, y Nina dejó caer el cuchillo de sus manos. Incluso los muchachos y clientes prestaron atención a la llamativa escena. Y Pedro... Pedro no lograba salir de trance.
—Pedro Carranza, ¿me aceptas otra vez en tu vida? ¿Me permites pasar el resto de la mía junto a ti?
Aunque quería decir algo, el hombre no lo conseguía, sus lágrimas hablaban por él, pero esta vez la ruda y fuerte Victoria lo hizo también. Se unieron en llanto, por su amor, por los años perdidos, y porque aún había tiempo de recuperarlo todo.
Las hermanas se miraron y lloraron también, se abrazaron, y esperaron la respuesta de su padre. Pero Pedro... el pobre se había quedado sin habla, simplemente gimoteó y asintió con la cabeza.
Los aplausos no se hicieron tardar, los clientes dejaron de comer y se pusieron de pie para apoyarlos. Victoria también se puso de pie y abrazó al amor de su vida con todas sus fuerzas. Las muchachas no esperaron más, bajaron del camión y se unieron a aquella perfecta muestra de amor. Se abrazaron los cuatro y lloraron, por fin, por fin...
***
El bebé gorgojaba y chupaba su diminuta manito mientras reía con las muecas de su papá. Se cogía el piececito y lo intentaba meter a la boca. Parecía no disfrutar de nada más que de eso, o prenderse del seno de su madre que, por cierto, no le hacía juicio ni caso. Pero no había modo de juzgarla, estaba tan hambrienta que, la deliciosa lasaña de: "Don Pedro", se deshacía en su boca. Las lasañerías de la familia de su mejor amiga se habían hecho tan famosas que incluso la receta fue difundida en internet, pero nada se igualaba a la sazón del señor Pedro; comer una lasaña hecha por sus propias manos era un privilegio que no cualquiera podía gozar.
—Ese magnífico chef pudo haber sido tu suegro, pero te lo perdiste por idiota —se burló de Sergio.
El aludido le hizo una mueca e incluso le sacó la lengua, pero no respondió, sino que siguió comiendo.
—Rafa, necesito ir a los servicios higiénicos —anunció su esposo—, toma al bebé.
—Dáselo al incompetente, que haga algo bueno por la vida.
Philips, el buen esposo de Rafa de ojos grandes y redondos, no dudó en acceder al mandato.
—¡¿Qué?! ¡No! —riñó Sergio, pero para entonces su sobrino ya estaba en sus brazos. Incluso le sonrió intentando conquistarle.
—Si no fueras guapo como yo, te dejaría en el suelo. —El bebé rio, aunque claramente no entendía una sola palabra—. Eres lo único bueno que tu madre ha hecho.
Como respuesta, el bebé eructó en su camisa.
—¡Ese es mi bebé! —exclamó Rafa más orgullosa que nunca.
Sergio se levantó y puso a su hijo en sus faldas sin expresión alguna. Cuando quiso volver a su asiento, la mesera que traía consigo un vino añejo, se topó con él y patinó sobre el brilloso suelo; con manos rápidas la atrapó de la cintura mientras ella abrazaba la botella como su bien más preciado. Como resultado final se quedó respirando cerca del rostro redondo de la chica y ojos hechiceros. Su corazón empezó a latir estrepitosamente. No fue consciente de cuánto tiempo la mantuvo así; y pudo haber continuado de ese modo si no es porque ella reclamaba ser soltada y, para agregar, se cubrió la nariz haciendo una mueca. La indignación del ególatra y egocéntrico chico salió a flote y forzó para no soltarla, pero ella se soltó de un tirón. Cuando se incorporó, alisó su falda y sonrió como si nada hubiera pasado.
—Muchas gracias señor, por poco y echo a perder su vino. —Lo colocó sobre la mesa. Rafa miraba divertida, el bebé rio con ella.
Sergio carraspeó y sacó su móvil del bolsillo. Lo puso frente a sus ojos y miró en otra dirección.
—Puedes anotar tu número.
Pasó cierto tiempo, y al notar que ella no lo tomaba, volvió a mirarla para darse cuenta que ya estaba a un par de metros.
—¡Oye, mesera!
La chica se detuvo, giró con elegancia y sonrió.
—¿Necesita algo el señor?
El susodicho posó sus manos sobre la cadera.
—¿Me estás rechazando abiertamente? ¿por qué?
Ella juntó las manos en el vientre.
—Porque el olor de su camisa es insoportable, tal vez en otra ocasión. —Y sin más continuó su camino contoneando las caderas.
Sergio rápidamente se olfateó la prenda, su carísimo perfume Kiehl's Original
Musk se había combinado con vómito de bebé y el olor era espantoso. Plantó la
mirada fulminante en su hermana y su vástago.
—¿Sabes quién es la mesera que te acaba de rechazar?
—¿Quién?
—Carmen, la mejor amiga de la hermana de tu ex.
A Sergio casi le da un infarto.
***
Nina palmeó el lado izquierdo de su cama a tientas mientras el sueño desaparecía de a pocos, él no estaba, ya se había levantado. Se restregó la cara y se sentó con el cabello revuelto cayendo en mechones sobre su rostro. Ya no llevaba cerquillo, y se había mandado hacer la permanente. Bostezó con ganas y lanzó uno que otro improperio. Odiaba cuando se levantaba y él no estaba, odiaba cuando él no la esperaba a que despertara, sobre todo en las vacaciones cuando hacía tanto frío.
—¿Dónde estás? —llamó desde la cama—. Morirás si no apareces en uno, dos... dos y medio, dos y tres cuartos, dos y...
El nombrado no se hizo esperar más y apareció con una fuente en sus manos. Llevaba el cabello revuelto y la ropa floja como a ella le gustaba. Dejó la fuente sobre sus piernas y le besó la frente.
—No podía preparar este desayuno para ti mientras dormía, niña riquilla. —Le sonrió con picardía, incluso le guiñó un ojo.
Ella no entendía como después de tanto tiempo ese gesto aun la ponía nerviosa. Bueno, podía perdonarlo por esta vez porque estaba hambrienta. Los aperitivos cubiertos con una tapa grande y redonda solo aumentaban su curiosidad y apetito. ¿Qué sería? ¿Tal vez huevos revueltos? ¿Yogurt? ¿Jugo de naranja?
—¿Qué es? Dime que mi papá te ayudó a cocinarlo.
—Don Pedrín salió muy temprano con tu madre. Pero puse todo mi esfuerzo en tu desayuno. Abre la tapa.
Ni corta ni perezosa Nina obedeció y su sonrisa desapareció. ¿Qué clase de broma era esa? La fuente estaba vacía, en vez, había una nota enorme que decía: ¡YA, EMPIEZA TU DIETA!
Alonso empezó a escaparse lenta y sigilosamente, paso a paso. Nina y por poco no reacciona.
—¡Oye! ¡¿Cómo puedes hacerle eso a mi estómago?¡ —Se puso de pie en un brinco y le lanzó la primera almohada que atrapó, le correteó por toda la habitación, se trepó en su espalda y le pellizcó el cachete.
—¡Au, no! —chilló él—. ¡Eso duele mucho! —Con una maniobra de pelea callejera la atrajo hacia delante, la tumbó sobre la alfombra y le hizo cosquillas a punta de besos en el cuello. Después de tanto reírse disminuyó la velocidad y el recorrido, y se concentró en su boca. Le hizo soltar un suspiro y volvió al juego de cosquillas.
***
—Creo que por fin —dijo Yvonne entre sollozos—, tengo un retraso, y presento todos los síntomas que presentabas tú en tu embarazo Amarilis, creo que ha llegado el momento.
Amarilis la analizó con sus ojos austeros y trató de encontrar las manchas en su cutis que ella había presentado desde un inicio, pero la piel de su amiga seguía siendo tan pálida y perfecta como siempre, que se veía aún más pálida gracias a su nuevo corte de Lady Di.
—¿Ha llegado el momento de qué? —preguntó Victoria que acababa de entrar junto a su adorable e inseparable esposo.
Yvonne suspiró y corrió a darles la gran noticia a sus progenitores.
—Mamá, papá, creo que estoy embarazada.
Al hombre se le cayeron las bolsas de las compras y se cubrió la boca con ambas manos, los ojos se le llenaron de lágrimas.
—No puede ser —sollozó—, estoy tan contento.
—¿Te has hecho una prueba hija? —cuestionó Victoria.
—Aún no, pero lo presiento.
—Pues no nos dejes con la incertidumbre y háztela ya.
—Llamaré a Rafa, quiero que esté presente, también Nina... quiero que estén todos conmigo...
Su madre negó con la cabeza, pero su padre la apoyó. Al final llegaron al momento de la comprobación casi todos, y todos es todos, y eso incluye a la mejor amiga de Nina, Rafa y su nueva familia, y se sumó Sergio también, y claramente la mejor amiga de Caleb no podía faltar acompañada de su esposo. Del momento se organizó una pequeña fiestecilla con bocados y bebidas. Alonso comía a escondidas un sándwich triple, el señor Pedro servía su ostentosa lasaña gigante, Sergio intentaba obtener por todos los medios el número de Carmen, el esposo de Rafa discutía sobre deportes extremos con Derek, Yvonne acariciaba el vientre abultado de Janna imaginándose de ese modo, Amarilis correteaba a su hijo para que dejara de hacer travesuras, Victoria arrullaba al bebé de Rafa, y ella se sobaba los pechos porque los tenía sensibles.
El sonido de la puerta alteró a todos, si era Caleb harían un gran escándalo y lo felicitarían por adelantado; pero guardaron sus gritos para después porque se trataba de Nina, ella enseñó a todos, la prueba de embarazo.
—¿Llegué antes que Caleb?
—Sí, menos mal —contestó su papá.
Volvieron a sus actividades hasta que el fiel chofer de Victoria les dio el aviso.
—El señor Caleb está entrando.
—Ya es hora....
—Rápido...
—Ya saben lo que tienen qué decir...
—Se va a emocionar tanto...
Todos se acomodaron en la entrada de la puerta principal para cumplir sus funciones, esperaron en modo alerta, pero la figura de Caleb no se presentaba; casi les dio un paro cardíaco cuando escucharon su voz por sus espaldas.
—¿Es el cumpleaños de alguien? —preguntó inocentemente.
Sus mentones descendieron hasta el suelo y se giraron de golpe.
—¿Practicas la tele trasportación? —Rafa preguntó sin dejar de masajearse los senos.
—¿Por qué entraste por la puerta trasera? —prosiguió Alonso.
—Ah, es que...
—Está bien, no importa —intervino Nina—, aunque arruinaste la sorpresa.
—¿Sorpresa? ¿qué sorpresa?
Nina atrajo a su hermana de la muñeca y la dejó frente a todos. Yvonne sonreía brillantemente.
—Cariño, tengo un retraso.
Caleb se quedó estático, luego reaccionó.
—¡¿Estamos embarazados?!
—¡Sí! —saltó, pero se retractó al instante—, bueno, aún nos falta comprobar.
Los hombros de Caleb cayeron.
—¿Eh?
—Ya que llegaste haremos la prueba. —Nina mostró el aparato.
La expresión indescifrable del hombre dejó a todos en modo espera. Janna se le acercó sigilosamente y le susurró al oído:
—Se supone que tienes que chillar de emoción.
—Pero aún...
—Shh, solo hazme caso o Yvonne te castigará con lo que más te duele.
Él se lo imaginó y soltó una mueca de desagrado.
—¡Cariño, estoy tan emocionado porque te vas a hacer la prueba!
El silencio reinante le dejó en claro que su actuación había sido pésima.
Amarilis intercedió:
—Querida, es momento, ¿quieres hacer pipí? —Arrastró a Yvonne hacia el baño más cercano.
Todos esperaron ansiosos detrás de la puerta. Victoria intercambiaba recuerdos hermosos con Pedro sobre la noticia de su primer embarazo. Amarilis besó la cabeza de su niño al igual que Rafa. Derek Sosa abrazó a su esposa embarazada. Sergio seguía molestando a la buena de Carmen, y Alonso intentaba convencer a Nina de encargar un bebé.
El sonido del cerrojo de la puerta abriéndose los alertó. Yvonne apareció con la cabeza gacha y hombros caídos cortando la ilusión de todos.
—Falsa alarma —gimoteó y se soltó en llanto. Se echó a correr escaleras arriba. Caleb la alcanzó en su habitación, pero ella le cerró la puerta en la cara.
—Amor, ¿no vas a abrirme?
—No —lloriqueó Yvonne—, tú no quieres un bebé, no te emociona tener un bebé. Rafa tiene un lindo bebé, Janna tendrá a sus gemelos, yo también quiero un bebé, pero tú no quieres...
—Claro que sí, es solo que no me gusta ilusionarme sin estar seguro, pero me entusiasma mucho la idea de tener un bebé...
Yvonne abrió la puerta con lentitud.
—¿Hablas en serio? —cuestionó con ojitos de gatita tierna.
Caleb tenía una debilidad, y era cuando ella estaba triste y vulnerable. En ese momento de su vida sabía que ella se moría por concebir, pero no había resultado fácil. En el fondo él tenía miedo, miedo de no ser un buen padre y fallarle a su hijo y a Yvonne; pero sabía también que nada haría más feliz a su esposa.
Con ternura la atrajo hacia él y besó su frente.
—Estoy seguro que pronto tendremos un bebé, lo presiento.
—¿De verdad?
—Sí, ya lo verás.
—¿Qué nombre te gustaría ponerle?
—Si es niño Gervasio.
—No hablas en serio —rio Yvonne soltándose de sus brazos para cambiarse el pijama.
Caleb cerró la puerta y lo hizo también.
—Claro que sí. ¿Conoces al cantautor uruguayo?, se llamaba Gervasio.
—Mi bebé no se llamará Gervasio, se llamará Gianfilippo. —Se lanzó a la cama.
—¿Gianfilippo? No me gusta Gianfilippo, ¿quién se llama Gianfilippo? Gervasio es más único, se llamará Gervasio, y si es una niña, Agripina.
—¿Qué? —soltó una risotada—. Dime cielo, ¿de dónde sacas todos esos nombres arcaicos? Si es niña se llamará Ágata.
—De ningún modo, será Gervasio o Agripina. —Se acostó junto a ella y le brindó su brazo.
—Gianfilippo o Ágata.
—Gervasio o Agripina...
Y así continuaron discutiendo por los nombres de su hijo inexistente hasta que Caleb se quedó dormido; Yvonne tenía demasiado en mente para conseguir conciliar el sueño. Besó los labios de su esposo y se desenredó las sábanas. Sin hacer ruido deambuló por los pasillos de su casa con una sonrisa en los labios, a pesar que no estaba embarazada. Divisó a sus padres jugar casino en el living del segundo piso y emitió un sonoro suspiro. Sin llamar la atención subió a la terraza, aunque el frío de la noche le golpeó la cara, y elevó con gracia sus cabellos cortos. Se recostó sobre la helada baranda y miró al cielo oscuro como una manta negra y enorme. Sintió los pasos de su hermana y le dio paso para que ella se parara a su lado.
—Hace frío, pero es refrescante —dijo Nina.
—Maravilloso...
Se quedaron en silencio por largo tiempo y pensaron que no podían pedir nada más.
—Hermana —susurró Nina.
—¿Mmm?
—¿Te gusta tu vida?
Yvonne le sonrió con nostalgia y asintió derramando unas cuantas lagrimillas.
—Sí; y a ti, ¿te gusta tu vida?
Nina también sonrió y asintió con la misma expresión.
—Me gusta mi vida...
Las hermanas se abrazaron con fuerza y lloraron, lloraron de alegría, por los años pasados, el presente y el futuro prometedor. En ese momento no podían gustar más de su vida. La felicidad es dinámica, voluble y caprichosa, no siempre se es feliz; no se alcanza la felicidad, se vive en cualquier momento, pero pasa desapercibida... A menudo se confunde con estabilidad, por ello se dice que no se puede saber que es felicidad si antes no se sabe que es sufrimiento... Tal vez eres feliz y no lo sabes... ¿Te gusta tu vida...?
FIN
Estoy reproduciendo música triste mientras le doy el toque final. Aprendí mucho de estos personajes que extrañaré mucho. Les agradezco por acompañarme hasta aquí, los veo en Huracán de Mentiras que estaré publicando pronto :) Les prometo que muchos de estos personajes aparecerán ahí...
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