Capítulo 3
Yvonne retrocedió como si se encontrara frente a una persona que podía dañarla. Aturdida, desconcertada... No tenía sentido. ¿Su madre siempre supo el paradero de su padre y hermana? ¿Por qué...? ¿Por qué nunca le dijo, cuando bien sabía que ella estaba loca por encontrarlo?
—Ma....mamá —murmuró apenas—. ¿Por qué? ¿por qué no me lo dijiste? Todo este tiempo los he estado buscando, eres testigo de cuanto me he esforzado, sin embargo, los has ocultado, ¡¿por qué?!
La castaña sentía tanta rabia como nunca antes que, respirar se le hacía difícil. Su pecho subía y bajaba descontrolado. Lloró, lloró de rabia e impotencia.
Victoria respiró profundamente y con expresión fría empezó a relatarle el motivo del porqué lo había mantenido en secreto.
Flashback
Después que Yvonne estudió la escuela en el extranjero, y Victoria solidificó e hizo crecer su empresa, volvieron al país.
Su hija tenía muchas ganas de ver a su familia, y lo primero que hizo fue ir en su búsqueda, mas no los encontró. Se habían mudado quién sabe a dónde. Le pidió ayuda a su mamá, desesperada, pero siempre con una luz de esperanza.
En realidad, Victoria también los extrañaba y quería ver a su otra hija, y el destino así lo quiso...
Aquella mañana de espléndido verano, Victoria cruzaba la ciudad en su auto observando sin interés a los transeúntes. Había contratado a un experto para buscarlos, pero aparentemente no era fácil como creyó. A lo mejor ya no vivían en esa ciudad. Necesitaba desesperadamente verlos, necesitaba ver a su hija, necesita saber de ella, quería verla, constantemente se preguntaba cómo sería. Entonces la vio. La figura del que un día fue su esposo, plasmada en aquella jovencita de largo cabello negro. Nina, el vivo retrato de su padre.
—Mi hija. —La siguió con la mirada—. Es mi hija.
—¿Cómo dice señora? —cuestionó el chofer.
—Detente. Esa chica —farfulló temblorosa—, la de uniforme escolar... Síguela.
El hombre buscó con la mirada a todas las personas y la ubicó, sólo una llevaba uniforme escolar. Así que debería ser ella. Era una muchachita delgada y de talla mediana. Caminaba con pasos firmes y seguros, acompañada de una expresión severa y aburrida.
Nuevamente puso en marcha el vehículo y siguió las indicaciones de su patrona. Debido al lento caminar de la muchacha, no fue difícil seguirle el ritmo.
Victoria no despegó su mirada de ella ni un sólo instante. Era su hija menor, bonita, tal como se la imaginó. Tenía muchas ganas de bajarse y abrazarla con todas sus fuerzas, pero debía contenerse.
Nina entró a un barrio muy conocido y se detuvo frente a una residencia, la reja permanecía abierta durante el día, así que no necesitó utilizar ninguna llave.
—Espérame aquí —le indicó Victoria al conductor, y bajó.
—Sí señora.
Intentando no ser descubierta, ingresó también a la residencia. La infraestructura lucía decadente y la pintura desgastada. Era parecido al lugar que vivieron cuando aún estaban juntos. Divisó a su hija entrar al departamento y cerrar la puerta de un solo golpe.
Dubitativa se aproximó y guio su puño a la puerta, estaba a punto de tocar, pero no lo hizo, no se atrevió. No era el momento...
Religiosamente iba a la residencia y la observaba desde lejos. De cualquier modo, tenía miedo de su rechazo, o que no la reconociera. ¿Qué le diría cuando se acercara?
Cierto día lo vio a él, su ex esposo. Fue una tarde, una tarde que se quedó grabada en su memoria. Pedro traía consigo algunas bolsas de mercado. Se veía más viejo y demacrado. Su compañero, su amigo y él único hombre a quien había amado, por quien fue capaz de darle la espalda a su familia. Pero no resultó para bien, él no pudo darle la vida a la que estuvo acostumbrada, ni las comodidades que tenía.
Se sentía melancólica, pero a la vez decepcionada. Ella había luchado por sacar a su hija adelante, pero era todo lo contrario con su ex esposo, él seguía en el mismo pozo y no tenía intenciones de salir de él. Y lo peor que Nina parecía seguir su ejemplo, no le iba bien en la escuela y no parecía tener ningún interés en salir adelante.
Fue entonces cuando decidió seguir apartada, y mantener apartada a Yvonne. Después de todo, ella había crecido con todas las comodidades a diferencia de Nina que, probablemente la rechazaría; pero no solo eso, su hija menor debería aprender a valerse por sí misma. Ni siquiera sabía apreciar lo poco que le daba su padre, esperaba que todo cayera del cielo, y eso no lo soportaba.
Fin del Flashback.
Yvonne permanecía aturdida, seguía sin comprenderla, no, no lo conseguía.
No comprendía el cinismo, ni la indiferencia de su madre. Pensaba y trataba de entenderla, pero no lo conseguía. Ella jamás habría hecho eso. Y bien conocía su progenitora cuanto los buscó. ¿Por qué, por qué tanta frialdad? ¿Es que acaso Nina no era su hija? Tal vez había un secreto detrás de esa extraña reacción... A lo mejor Nina no era su hija, tal vez solo era la hija de papá. No encontraba otra explicación a su extraña actitud. O es que la separación hizo que su afecto desapareciera... Y si hubiese sido al revés, si ella se hubiese quedado con su padre, ¿su madre la habría hecho a un lado al igual que lo estaba haciendo con su hermana?
—Entonces mamá —susurró—, si yo me hubiese quedado con papá, ¿habrías hecho lo mismo?
Tenía miedo que contestara fríamente que sí, pero sospechaba que iba a escuchar lo que no quería.
La mujer la miró tranquilamente como si no pasara nada, con cara de palo.
—Es verdad que te di todo mientras crecías, pero lo supiste aprovechar. Estudiaste arduamente consiguiendo altas calificaciones y formaste un futuro prometedor.
—Por eso, ¿y si hubiese sido todo lo contrario? Si me hubiese quedado con papá y hubiese adoptado la misma actitud que mi hermana, ¿me hubieras alejado también? —preguntó lo último con una gruesa lágrima resbalando por su mejilla.
De verdad temía la respuesta de su madre.
—Sí —respondió determinada.
A Yvonne le parecía que todo su mundo se derrumbaba. La frialdad de su madre le causaba temor y un gran dolor. Todos estos años...casi nunca le brindó una muestra de cariño, siempre fue rígida y estricta. Siempre trató de enorgullecer a su madre con sus altas calificaciones, siempre trató de destacarse en lo que pudiese, accedió a estudiar la carrera que su madre tenía pensado para ella para que la ayudara en la empresa, aunque Yvonne estaba interesada en la zootecnia; siempre intentó complacerla esperando su demostración de amor. Y se cansó de esperarlo, porque jamás llegó.
No comprendía porqué era de ese modo. Es más, nunca la había visto llorar, ni siquiera cuando se separó de su padre, ni una maldita vez.
Victoria respiró profundamente y salió de la oficina, sin siquiera consolar a su hija. ¡Qué cruda mujer!
Al verla salir, Amarilis entró rápidamente. Entonces Yvonne cerró las persianas y se soltó en llanto.
—Oh cariño, ¿qué sucede? —Se aproximó su asistente preocupada. La guio al sofá negro y sentó junto a ella. Ya se imaginaba el motivo de su desdicha.
—Ella no me quiere, ella no quiere a nadie —sollozó.
***
El recuerdo de su hermana mayor no se le iba de la mente. La verdad es que la había extrañado, la había extrañado mucho, a ella y a su madre, pero el rencor y el orgullo eran más fuertes.
Buscó debajo de su cama el pequeño baúl que guardaban sus más remotos recuerdos. Lo desempolvó y abrió esperando encontrar lo que buscaba. Y ahí estaba ese papel brilloso que podía albergar y detener momentos inolvidables, esa foto que la había visto infinidad de veces. Sonrió recordando el día que la tomaron, cuando aún eran cuatro. Nina está en los brazos de su madre, y su hermana en los de su padre. Si pudiera volver el tiempo, definitivamente sería a ese momento, cuando los problemas eran menos intensos e importantes que el amor.
—Nina, ¿ya te dormiste hija? —preguntó cariñosamente su padre desde el otro lado.
La joven se dispuso a guardar rápidamente la foto y el baúl para que su progenitor no la viera.
—Aún no papá, entra.
El hombre entró sonriendo y se sentó junto a ella, depositó un beso en su frente y le arregló el cabello.
—¿Te fue bien?
La chica asintió con la cabeza.
Repentinamente recordó la visita de su hermana. ¿Estaría bien contárselo a su padre? Bien sabía que él las extrañaba mucho, que infinidad de veces lo había visto llorar por ellas. Al mismo tiempo sentía rabia e impotencia porque ellas vivían cómodamente y jamás los buscaron. No, no le contaría nada a su padre.
—Iré a dar un vistazo papá, ya vuelvo. —Se puso de pie.
—Está bien, cariño.
Necesitaba respirar aire fresco, por lo que se dirigió al balcón. En el permanecía su vecino Caleb, mirando quien sabe qué. Se aproximó y pudo observar a Janna su otra vecina, bajar del auto del tipo elegante que había conocido el otro día. Si mal no recordaba se llamaba Derek.
—¿No es el chico del otro día? —preguntó Nina tomando por sorpresa a Caleb, le hizo dar un tremendo salto—. Qué guapo es, y por lo visto tiene dinero; yo también lo elegiría a él.
Bien sabía que su vecino sentía algo más que una fuerte amistad por Janna.
Caleb se mordió el labio para no responderle.
—Eres guapo también, pero no tienes nada para ofrecerle —prosiguió la joven de ojos negros—. Has sido su perro faldero durante mucho tiempo, deberías confesarte o apartarte.
—No sabes nada —soltó él intentando controlarse—, métete en tus asuntos.
—Caleb —llamó Janna. Mientras él hablaba con Nina, Janna había subido—. Hola Nina —saludó menos animosa.
—Hola Janna; por lo visto pasaste un buen domingo —dijo Nina arreglándose el flequillo.
—Ah, bueno. —Sonrió avergonzada.
Ese gesto no pasó desapercibido por Caleb; bajando la mirada caminó hacia su departamento apurado, casi corriendo.
—Caleb —intentó detenerlo Janna sin resultado.
—Vaya que tienes suerte —soltó Nina mientras volvía a su departamento ante la mirada despectiva de Janna.
Con ese pensamiento se durmió; qué suerte tenía esa Janna al encontrarse con un buen partido como el tal Derek. Nina soñaba encontrarse con alguien así, guapo, joven y adinerado. Soñaba con vestir ropa de marca, viajar por el mundo y vivir en una casa enorme con piscina. Hacer y tener lo que sea...
El ruido enloquecedor que provocaba su padre la despertó de sopetón. La licuadora, la tetera... todo parecía unirse a la sinfonía casera.
—¡Papá! —rezongó somnolienta mientras se levantaba a duras penas.
Se cambió lentamente y fue directo a la mesa a comer todo lo que su papá había preparado.
—Ya despertase —dijo el hombre mientras barría la sala.
—Con semejante bulla quién no.
Su papá rio y continuó barriendo mientras silbaba, repentinamente dejó de hacerlo.
—¿Qué es esto? —Hizo una pausa—. Creo que es una dirección.
Nina frunció el ceño, y encaminó su atención hacia el papel que miraba su padre. Sus ojos se abrieron enormes al ver de qué se trataba. Era la dirección que Yvonne le había dejado.
Frente a su padre consternado, se levantó rápidamente y le arrebató el papel.
—¿Qué es? —quiso saber él.
—La dirección de una amiga.
—Mmm —asintió—. Apaga la estufa en cuanto hierva el agua, iré a comprar unas cosas.
Después que Pedro salió, Nina volvió a observar el papel. La curiosidad la embargaba, y prontamente tomó una decisión.
Fue donde su habitación, tomó su cartera y se dispuso a salir. Pero el fuerte silbido de la tetera la hizo regresar, de no haber sido por eso, se habría olvidado y quién sabe ocasionar un incendio.
No le fue difícil encontrar la dirección, de hecho, no quedaba demasiado lejos de su casa.
Ni bien entró a la zona, quedó deslumbrada por la ostentosidad. A leguas podía notarse que no cualquiera podía comprarse una casa ahí. Todas las casas eran grandes, bonitas, las calles estaban limpias y llenas de áreas verdes. Hasta el aire olía a riqueza. Leyó nuevamente la dirección y buscó el número de casa en casa, hasta que la encontró. Una hermosa y enorme vivienda que era capaz de abarcar casi una cuadra. Si la fachada era adornada de mosaico, no quería imaginar cómo era por dentro.
—¿Es aquí? —se preguntó incrédula.
Volvió a mirar la dirección y constatar que realmente de esa casa, o mansión se trataba. Divisó en la reja principal a un auto polarizado entrar lentamente, así que a hurtadillas corrió tras él y logró entrar en la propiedad. Para no ser descubierta se escondió detrás de los frondosos arbustos sin observar quien bajaba del auto.
Sin darse cuenta fue recorriendo la enorme vivienda maravillada, sus pies caminaban por sí solos, sin saber exactamente a donde.
Sus ojos se perdieron en la bien trabajada pileta ubicada en el centro del patio cubierto de mármol, después en los coloridos jardines bien cuidados, y como no en la construcción principal de tres plantas; mayormente de blanco y sócalos de cerámica reluciente. Nunca había visto nada igual, más que en sus sueños. Las enormes puertas de cristal le dejaban dar un ligero vistazo al interior que no tenía nada que envidiar al exterior.
Mientras la iba recorriendo, llegó la parte trasera donde se encontraba la piscina. Por un momento se imaginó en ella en un lindo traje de baño.
¿Todo eso tenía su hermana? Qué injusticia. ¿Cómo habían terminado así? ¿Por qué a ella le tocó la peor parte?
Se aproximó a la orilla de la piscina, y no pudo contener las ganas de hundir su mano en ella. Realmente magnífico. La casa de sus sueños...
—¿Quién anda allí? —escuchó la imponente voz de una mujer.
Tras el susto intentó ponerse de pie, pero resbaló por la humedad, yendo a dar al fondo de la piscina.
—¡Ah! —Se alarmó Victoria al ver a la muchacha sumergirse en el agua. A estancadas corrió hacia ella.
Nina se incorporó velozmente escupiendo el agua que había tragado y echó hacia atrás el cabello mojado.
Su madre frunció el ceño y no tardó en reconocerla.
—Nina —musitó dubitativa y sorprendida.
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