Capítulo 21.
Un vestido granate o un vestido azul noche. Nina no conseguía decidirse por ninguno. Tenía unas ganas inmensas de llamar a Amarilis y preguntar su opinión, pero eso iba en contra de sus fuertes convicciones de orgullo; entonces pensó en la última persona que creyó que sería capaz de ir por ayuda: Yvonne. Ella sabía cómo vestirse elegantemente incluso con ropa ordinaria y barata como venía utilizando últimamente.
Buscó el teléfono en la cama, buscó el número de su hermana mayor, pero cuando estuvo a punto de presionar la tecla de llamada, la señora de servicio llamó a la puerta.
—Señorita —dijo desde afuera—, su madre la espera en el sótano.
—Bien —contestó frunciendo el ceño. En el sótano, ¿por qué querría verla allí?
Dejó el teléfono en el mismo lugar y bajó aún en bata, y con ambos vestidos para consultarle a su madre.
Sólo una vez había pisado el sótano, y no era uno cualquiera, era una sala mediana, amueblada, una especie de bodega con faroles de luz LED en diferentes tonos ubicados sobre las estanterías que contenían distintos tipos de bebidas finas. Eso era lo que más había: bebidas.
No había día en que su madre no bebiera una copa de champán, de coñac, vino tinto vodka, o cualquier otra cosa que contenga alcohol. Se llegó a preguntar si era alcohólica, pero no se atrevía a cuestionarle ni decirle nada al respecto, no obstante, esta vez fue diferente. Era las nueve de la mañana y Victoria estaba intentando seleccionar su bebida. Aún llevaba encima un albornoz de seda y pantuflas. Con su dedo índice recorría las botellas con parsimonia, produciendo un leve chillido ocasionado por su larga uña cubierto de una manicura francesa, y el vidrio de las botellas.
—¿Piensas beber a estas horas? —La voz de Nina salió quejumbrosa y cansina.
—Cuarenta años de antigüedad. —Victoria finalmente escogió un vino ignorando la pregunta de su hija. Nina sonrió irónicamente. Ella no se parecía nada a su madre, pero a la vez tanto.
La mujer rubia se sentó en un sofá redondo y sin respaldo. Cruzó las piernas y abrió la botella con un solo movimiento. Era una experta usando el sacacorchos.
Nina observaba atenta la caída del líquido a la copa, sólo un poco, casi pegado a la base. Lo guío hasta sus labios y lo bebió lentamente, saboreándolo, disfrutándolo, emergiendo su contenido y combinándolo con su más profundo anhelo. ¿Pero de qué? ¿Qué podría desear su madre? ¿No era feliz? Tenía todo para serlo, la abandonó junto a su padre para conseguirlo, ¿no buscaba acaso la felicidad? ¿No lo habría conseguido? Y, sobre todo, ¿qué significaba para ella? ¿que querría mostrarle? ¿Por qué quería casarse con ese hombre que para nada complementaba con ella?
Ni una sola vez la había visto sonreír, no verdaderamente, sin fingir, no una sonrisa forzada para sus clientes o socios. ¿Que sentía por ella? ¿La quería al menos un tercio de lo que quería a Yvonne? Porque si quería a Yvonne, ¿cierto? Aunque nunca le había visto darle una muestra de amor. ¿No quería a nadie? ¿Por qué de pronto quiso sentir una palabra amorosa por parte de ella? ¿No era suficiente el dinero que recibía? ¿No había dicho que sólo le importaba su dinero y nada más? ¿Todo lo que no pudo tener, e Yvonne sí? ¿Yvonne vivió sin una pizca de cariño todos estos años? ¿Por qué de pronto sintió pena hacia ella? Sí bien es cierto Nina careció de muchas cosas, pero nunca de amor, porque su padre se encargó de darle en abundancia. Pero Yvonne... ¿Fue por eso que ansió su vida y quiso intercambiarla?
—¿Qué necesitas Nina? —preguntó Victoria al verla tan absorta en sus pensamientos. En realidad, ella la había llamado, pero parecía que Nina había ido en su búsqueda, parecía quererle decir algo.
«Necesito que me digas que me quieres.»
—Eh... Quería que me ayudes a escoger uno. —Levantó los vestidos.
—Para la reunión que vas a ir, está bien el azul.
—¿Reunión?
—Necesitas reunirte con alguien muy importante.
—¿Con quién?
—Con Cansu Akif.
—¿Cansu Akif? —Abrió bien sus ojos—. ¿La multimillonaria árabe?
—Turca, su marido es el árabe.
—¡Guau! ¿Y yo voy a reunirme con tan importante señora?
—Está interesada en exportar nuestra mercadería de cerámica a su país. —Dejó la copa a un costado—. Y tú arreglarás el acuerdo. Se convertirá en una importantísima cliente. Creceremos en Asia y Europa si consigues su firma.
—Pero... ¿Por qué no vas tú? Yo...
—Irás con Amarilis, tampoco es que irás sola, ¿sí? Yo tengo otra reunión igual de importante con un magnate de la industria, no me puedo dividir.
Nina se llenó de nervios, saberse responsable de semejante tarea le puso los pelos de punta.
—¿Y si va otra persona en mi lugar?
—A ver Nina —dijo Victoria poniéndose de pie—, si no soy yo eres tú, nadie más puede ir en tu lugar. ¿Comprendes la magnitud de esta reunión?
—Justamente por eso, es que...
—No hay nada que discutir. No hay otra persona que pueda reemplazante.
Claro que sí la había, y su imagen se le vino instante.
Su madre ya estaba saliendo cuando la pelinegra habló:
—Yvonne.
Se giró lentamente. Sonrió cínica.
—Ella ya no es parte de la empresa. —Se fue.
Su frialdad la dejó paralizada. En otro momento quizá se habría sentido bien, futura dueña de todo, pero ahora solo se había dado cuenta de algo: a su madre no le importaba nadie.
No quería ahondar más en esos pensamientos, pero se sintió sola, abandonada, en manos de una mujer que la trajo al mundo, pero que no tenía sentimientos por nadie. Quizá sí, por su dinero. ¿No era eso lo que querías Nina? ¿No dijiste que solo te importaba el dinero? ¿Qué te sucede?
La reunión con semejante mujer, fue pactada a la hora del almuerzo en el famoso club: Ícaro. El favorito de la millonaria. Inmediatamente después de salir de la universidad, iría con ella. Por ahora tenía que prestar mucha atención a la clase de gerencia que la aburría enormemente y la dejaba somnolienta y atontada. Ella no estudiaba administración como lo hizo su hermana, no comprendía por qué tenía que llevar cursos extremadamente fastidiosos. Consideraba que su curricula estaba fuera de lugar, ¿pero que sabía ella una chica sin mundo? Pero no por mucho según sus cálculos, sin mencionar que en unas horas iba a reunirse con una mujer excepcional. ¿Su hermana se habría reunido con una mujer de esas? ¿Con gente igual de importante? No importa, ahora era su turno.
Después que hubo terminado la tortura, se encaminó a la biblioteca donde debía organizar un informe no menos de veinte páginas y no más de treinta, con sus propias palabras, y bien podía utilizar el parafraseo, pero no copiar y pegar como era costumbre.
Con pasos trémulos ingresó a la sala de estudio captando la atención de los estudiantes; si sus tacones fuesen menos puntiagudos, haría menos escándalo, pero ese no era el caso. Se quitó el abrigo en el mismo tono que el vestido y lo dejó en una silla junto a la suya. Alcanzó su material de estudio, y se dispuso a empezar, sin embargo, su mirada enfocó a un chico de nariz aguileña que estaba muy bien acompañado, una linda chica de cabello castaño, ojos azulísimos, cejas pobladas y bien definidas, mejillas rosadas. En síntesis: hermosa. No sabía por qué, pero algo ardió y explosionó dentro de ella. Alonso le enseñaba cortésmente algo y ella sonreía con su linda sonrisa de oreja a oreja. Coqueta.
Golpeteó las uñas largas y bien pintadas, sobre la mesa. Una a una. Inconscientemente se mordió el labio inferior y evocó un sonoro refunfuño. Los presentes despegaron su mirada de los libros para posarlos en ella. Todos menos Alonso que parecía muy concentrado en su amiguita. Repentinamente la chica se levantó, sin antes desprender su tonta sonrisa de niña bonita y presumida; se dirigió a las estanterías. Nina sonrió maquiavélicamente, y por otra dirección la siguió. No estaba segura de que fuerza descomunal la estaba poseyendo para hacer lo que hacía, pero no dio un paso atrás. Carmen no creería si la viera. De cualquier modo, se encontró con la tipita buscando un libro en la sección de estadística. Fingió buscar uno también y la analizó de cerca. Era un poco más baja que ella, quizás al tamaño de Yvonne. Cuando se echó el cabello hacia atrás, le permitió ver sus orejas pequeñas y enrojecidas en las puntas. De los lóbulos colgaban un par de aretes largos y brillantes. Su ropa era igual de elegante que la suya; un vestido gris entallado. Tacones negros de punta fina.
Mientras la miraba sin detenimiento, sus manos pasaban de libro en libro, y sin querer dejó caer uno sobre la cabeza de la muchacha, bueno, quizás queriendo sin querer. Uno bien grueso, por cierto.
—¡Au! ¡¿Qué te pasa?! —rezongó en un español mal pronunciado.
Con que era extranjera. ¿Pero de dónde? Poseía rasgos europeos, pero no era alta.
—Lo siento —pronunció Nina sonriendo. Disfrutando la escena.
—¿Lo siento? ¿eso es todo? Me va a salir un chichón enorme —se quejaba sobándose la coronilla.
—Fue casual. No tengo la culpa.
—Aun así...
—Adiós querida, tengo una reunión importante. —Le dio la espalda, y caminó triunfante con una enorme sonrisa en los labios. Se la imaginó con la cara roja de ira.
Al salir de las estanterías se topó con Alonso. El cínico sonrió y se acercó a saludarle.
—Hey, niña ri...
—No tengo tiempo para ti. —Pasó junto a él pisándole un pie.
El muchacho se encogió de dolor, sin entender nada.
—¡Hey, ¿qué te pasa?! —chilló.
El resto de estudiantes lo chitaron. Y Nina sonrió otra vez. Tomó sus cosas y desapareció. Ya después haría ese tedioso informe.
Desde la entrada al club pudo fijarse que no cualquier persona podía ser parte de él, que no cualquiera podía ser socio. Tuvo que dar el nombre de su madre para ser admitida junto a Amarilis. Victoria no disfrutaba de dichos lugares, sin embargo, no tuvo otra alternativa que convertirse en socia para poder asistir a sus citas con clientes que gozaban de esas banalidades, pagando sus membresías mes tras mes. Nina sí que disfrutaba de todo lo que veía, desde las amplias canchas deportivas, habitaciones de masajes, piscinas, salones de juego... Estaba embelesada.
En el salón privado que habían reservado, Amarilis le iba explicando todos los pormenores del contrato, las palabras correctas que debía utilizar con la señora, los gustos que ella poseía, y sobre todo el enorme beneficio que traería a la empresa si su respuesta era positiva.
Un joven mozo se acercó a su mesa y preguntó si harían su pedido, pero solo pidieron agua.
Después de media hora su cita llegó. Una mujer alta, cabello café, pómulos altos, rostro alargado, cejas bien hechas, y cuerpo esbelto. Su vestido verde petróleo resaltaba su imponente figura. Un anfitrión sostuvo su abrigo y la llevó con ellas.
Se acercó floridamente a su mesa. Las dos mujeres se pusieron de pie para saludarla. Los nervios de Nina salieron a flote, en cambio Amarilis estaba acostumbrada a esas reuniones.
—Cansu Akif —saludó la mujer que rondaría los cuarenta y tantos. Sus ojos eran en el mismo tono que su cabello. Su cabello estaba separado por la mitad y recogido en un moño bajo. Su maquillaje era imperioso como ella.
—Ni-Nina Fuster. —Le tendió la mano—. Mi asistente Amarilis. —La señaló.
Después del saludo se sentaron las tres. Las manos de Nina sudaban a chorros.
—Con que tú eres la hija de la gran Victoria —expuso—. Escuche que tenía dos hijas.
—Sí —declaró—, yo soy la menor.
—¿Y qué hay de la mayor?
No sabía con exactitud si tenía que contarle todo el rollo, por lo que se decidió por una mentira.
—Está fuera del país... por negocios.
La mujer asintió satisfecha.
El mozo regresó nuevamente a preguntarles por el pedido.
—Nos dejas las cartas y te llamaremos nuevamente —solicitó Cansu.
El jovencito accedió con una amable sonrisa.
—¿Les molestaría que mi hija sea parte de esta reunión? Estudia negocios y quiero que aprenda muy bien de su madre.
Amarilis y Nina se miraron unos segundos. No había ningún problema aparentemente.
—No vemos ningún inconveniente —contestó Amarilis.
—Perfecto. Permítanme llamarla.
—Adelante —prosiguió Nina.
Cansu se puso de pie con gentileza y alcanzó su teléfono móvil.
—Zeynep, cariño... —Se escuchó que hablaba mientras se alejaba de ellas.
La más joven soltó un sonoro suspiro. Aquella mujer escarbaba todas sus inseguridades.
—Es tan guapa como tu madre.
—¿Te imaginas como habría sido la reunión entre ambas?
—Opulenta.
Luego de dos o tres comentarios más, la futura cliente regresó junto a la joven que probablemente sería su hija. Mientras más se acercaban, el corazón de Nina palpitaba con mayor velocidad. Esa chica... esa chica era la chica que había golpeado en la biblioteca. Zeynep evaporó su sonrisa al reconocerla. Y Nina quería desaparecer en ese mismo instante.
—Adiós negocio —murmuró.
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