Capítulo 2
A veces la imagen de su madre era borrosa, y mientras intentaba recordarla, más difícil se le hacía. Lo poco que recordaba era a una mujer hermosa de cabellera rubia y piel pálida. Se miraba al espejo y podía asegurar que no se parecía a nada a ella. Por el contrario, se parecía a su padre, físicamente, porque las personalidades eran totalmente distintas.
Cada vez que el recuerdo de su progenitora venía a su mente, un sin sabor indefinido se le formaba en la boca. Aunque tal vez amargo y agrio. Era volver a recordar el día que ella se marchó junto a su única amiga, su hermana.
Nina se quedó petrificada, no había duda, era realmente parecida al recuerdo confuso de su madre. Era ella, su hermana Yvonne.
Se miró a sí misma y se creyó miserable, había asistido a su hermana sin saber quién era. Jamás se había sentido tan humillada, era un puñal para su orgullosa personalidad.
—Nina —susurró la castaña otra vez.
La pelinegra no lo soportó más, retrocedió endiablada y se esfumó lo más rápido que pudo. Tropezó con las cremas y aceites, mas no se detuvo.
—¡Nina! —volvió a llamar Yvonne con el corazón en la mano. La había encontrado y no la iba a perder otra vez.
—¿De quién se trata? —cuestionó Rafaela extrañada.
Yvonne no tuvo tiempo de responder, se cubrió con la bata y salió tras su hermana para intentar alcanzarla. No le importó salir en tal estado frente a las miradas inoportunas de los curiosos. Cuando salió del local miró a todos lados intentando ubicarla, lo único que veía era rostros patitiesos por su apariencia. ¡Al diablo, lo único que le importaba era encontrar a su hermana!
Se desplazó una cuadra y se detuvo frustrada, la había perdido.
—Vonni —escuchó la voz de Rafaela. No tuvo que decirle nada, su expresión lo explicaba todo—. Vamos cariño, entremos o cogerás un resfriado.
Yvonne se miró, acababa de hacer una locura para nada.
—La perdí —musitó mientras se dejaba guiar por su amiga.
—¿Quién es?
—Mi hermana, de la que tanto te he hablado.
—¡Vaya! —Rafaela dejó caer su mandíbula inferior—. Querida, no te angusties, donde la has encontrado la puedes volver a encontrar. Debe ser una trabajadora del Spa.
—Tienes razón. —Una sonrisa se le dibujó en el rostro.
Después de haberse cambiado, lo primero que hizo fue ir donde la recepcionista y preguntar por Nina. Los ojos le brillaban de emoción.
—Lo siento —manifestó la joven recepcionista—. No hay ninguna Nina en este Spa.
—Pero fue una de las masajistas —aseveró Rafaela.
—No señoritas, no hay ninguna Nina en la lista del personal.
Le efímera felicidad de Yvonne se esfumó. Rafaela iba a insistir, pero alguien intervino.
—Yo sé quién es, soy su amiga.
El par encontró la solución en la otra masajista que las había atenido. Los ojos de Yvonne volvieron a iluminarse.
***
Ni siquiera le había dado tiempo de tomar su bolso, ni cambiarse el uniforme del Spa; había huido como si de un ladrón se tratase. Y le había tocado caminar de vuelta a casa porque no tenía ni una miserable moneda en el bolsillo. No le importaba con tal de no verse con ella; su madre y su hermana la habían abandonado y nunca las perdonaría.
Flashback
Las niñas no dejaban de llorar, especialmente la más pequeña. Tenían miedo, miedo de separarse y no verse nunca más. Se refugiaron detrás del sofá mientras sus padres hablaban del divorcio como si de algo simple se tratase.
—Cariño, piénsalo bien —suplicaba el hombre en vano.
La esposa había decidido y no habría marcha atrás.
—Entiende Pedro, ya me cansé de esto —señaló su humilde morada—. Debí haber escuchado a mi madre cuando pude, bien me advirtió que a tu lado ningún futuro me esperaba.
—No hables así por favor.
—Ya no puedo, ya no quiero seguir junto a un hombre fracasado, acomplejado y conformista como tú.
Pedro se quedó mirándola con el orgullo herido, ya no había nada más que decir. Quizás ella tenía razón y el amor no era suficiente para ser feliz.
—Van a separarse —lloriqueó Nina—. Nos van a separar.
—No te dejaré. —La abrazó su hermana mayor—. No te dejaré...
—Niñas, vengan —dictaminó la mujer.
Las pequeñas salieron abrazadas de su escondite. Eran demasiado pequeñas para vivir eso.
La mujer tomó a una en cada lado.
—Las llevaré conmigo.
—¡Papá! —chillaron ambas.
—No puedes separar a mis hijas de mí —se apresuró el hombre.
—Las dos necesitan de su madre, no puedo dejarlas contigo.
—También necesitan de su padre. No puedes llevarte a las dos.
Victoria pareció meditarlo por unos instantes y agregó:
—Entonces yo me llevaré una y tú te quedarás con la otra.
Las niñas agrandaron más su llanto, eso significaba separarse una de la otra quién sabe hasta cuándo, quién sabe si hasta siempre.
Su padre respiró profundamente y asintió con la cabeza.
Preguntarles con quien se querían quedar era cruel, así que les tocaba elegir. ¿Y cómo podrían elegir entre las dos partes de su ser?
—Me llevaré a Yvonne —sollozó Victoria—. Me es más fácil cuidar de ella, tu madre puede cuidar de Nina.
Pedro no era capaz de tragar el nudo que se le había formado en la garganta.
—Está bien —murmuró—, me quedaré con Nina.
Fin del flashback.
Aquella misma tarde, vio partir a su madre junto a su hermana. Habían llorado, habían gritado, pero la decisión estaba tomada. Las dos hermanas se verían obligadas a crecer separadas.
Nina no lo entendió ni pudo resignarse como lo hizo Yvonne. ¿Por qué la abandonaron? ¿Por qué no la llevaron con ellas? Sí, a veces era una niña malcriada, a veces contestaba a su mamá, hacía berrinches, y se negaba a hacer la tarea, pero... ¿no pudieron perdonarla? Fue el peor castigo que pudo darle su madre. A esa corta edad en que la dejaron, Nina se arrepintió de haber sido una niña mala, se recriminaba el no haber sido como su hermana mayor, si tan solo hubiese sido la mitad ella, su madre no la habría dejado. Si tan solo hubiese hecho caso a las palabras: "Debes mejorar tu comportamiento Nina, debes aprender de tu hermana", "Nina, debes sacar buenas notas como tu hermana", "Nina, ¿por qué eres tan diferente de Yvonne...?"
Como fueron pasando los días esa tristeza se convirtió en rabia, y decidió no llorar más, y decidió que era hija única y huérfana de madre.
—Ellas me abandonaron —susurró Nina al recordar el pasado—. Ella lo ha tenido todo, mientras yo...yo no he tenido nada.
Con los pies adoloridos e hinchados llegó a la residencia, soportando el dolor físico, además de sus recuerdos. Tocó la puerta de su departamento y su padre salió a recibirla muy preocupado.
—Hija, al fin llegas estuve muy preo...—se detuvo al ver los ojos llorosos de Nina—. ¿Qué sucedió?, ¿qué te ocurre? —se alarmó.
Nina lo miró a los ojos, no estaba segura de lo que iba a decir, pero lo dijo:
—Debí haberme ido con ella.
El pobre hombre no la entendió, y debió haberse quedado con esa confusión, pero indagó más.
—¿Qué?
—Debí haberme ido con mamá. —Entró lo más rápido que pudo a su dormitorio, dejando a su padre conmocionado.
¿Qué habría pasado para que diga eso?
***
Yvonne deseaba decirle a su mamá que los había encontrado, ya no soportaba las ganas de hacerlo. Ni bien llegó a casa fue donde su madre, subió a toda prisa las escaleras haciéndose notar con el sonido de sus tacones, estaba tan absorta en su felicidad que ni siquiera tocó la puerta, entró a la enorme habitación apresurada, pero su madre ya se había dormido. Victoria estaba rendida, no había modo de despertarla.
Por la mañana se levantó temprano para darle las noticias; fue a su recámara para verla, pero el resultado fue el mismo. Victoria se había despertado muy temprano y ya había partido la empresa. Era el cuarto domingo del mes y había que trabajar. Yvonne tenía que alcanzarla, así que bajó corriendo las escaleras manejando los tacones con suma facilidad.
—Señorita, ¿se va sin desayuno? —intentó detenerla la empleada doméstica.
—Tomaré algo en la empresa —dijo, mientras corría—. ¡Te veo luego!
—Que tenga un buen día.
Yvonne por poco es detenida por pasarse los semáforos en rojo. Era buena conductora y responsable, pero esa mañana no era ella misma, era la Yvonne emocionada, era la Yvonne pequeña que años atrás se había separado de las dos personas más importantes de su vida. No hubo día en que no los extrañara y recordara; al fin, al fin podían reunirse.
Se bajó de su auto a estancadas sin detenerse un solo segundo.
—Estaciónalo, por favor. —Le lanzó las llaves al vigilante.
Ingresó al edificio como si alguien la persiguiera, y entró al ascensor cuando se estaba cerrando. Los trabajadores le hicieron espacio en el estrecho aparato y la saludaron con respeto, como hija de la presidenta, además de ser gerente de la misma.
Ni bien puso un pie en la tercera planta, siguió su recorrido hasta la oficina de su madre.
—Yvonne —la saludó la asistente de Victoria.
—Hola, ¿y mamá? —Hizo un recorrido rápido con la mirada en toda la oficina.
—Se fue hace unos instantes, tenía una reunión con una clienta.
—Uff. —Relajó sus hombros—. Prácticamente he volado por nada.
—Lo siento.
Yvonne le sonrió y bajó desilusionada a su oficina, donde Amarilis la esperaba con su tradicional taza de café.
—¿Qué sucede? —preocupada le preguntó, viendo la expresión sombría de la joven.
Yvonne se sentó en amplio sofá y soltó un suspiro.
—Nada malo, quise conversar con mi mamá, pero no pude.
—¿Tan importante es? —Elevó una de sus cejas.
La sonrisa de Yvonne ocupó casi toda su cara.
—He encontrado a mi hermana.
—¡Ah! —Amarilis se cubrió la boca sorprendida. Ella había sido testigo de cuanto Yvonne la había buscado sin éxito—. No lo puedo creer. —Se sentó junto a ella.
—Créelo. Ahora mismo iré a encontrarme con ella. ¿No hay mucho trabajo verdad?
—Suerte tienes de que no.
—Magnífico. —Bebió le dio un sorbo a su café y se puso de pie—. Nos vemos luego.
Sin más salió de su oficina y se metió en el ascensor. Si hubiese elegido el otro se habría encontrado con Sergio, menos mal que no lo hizo porque en ese preciso momento no tenía tiempo para él.
Preguntando casi en todos lados llegó a la residencia que la amiga de su hermana le había indicado. El edificio se mostraba muy sencillo, era ordinario y angosto. Estacionó su auto, y aprovechando la reja abierta entró. Por referencia de la amiga, supo que su hermana y padre vivían en el segundo piso, pero se le pasó preguntar en qué departamento.
—¿Cuál será? —se preguntó en voz alta mientras miraba a todas las puertas—. ¿Tocaré en todos?
Suspiró y caminó de un lado a otro intentando adivinar cuál podría ser. Se mordió el labio.
—Hola —escuchó la voz de un hombre—. ¿Buscas a alguien?
Yvonne se giró expectante hacia voz calmada que llamó su atención. Se trataba de un joven de talla mediana, cabello ondulado y ojos amables envueltos en enormes pestañas. Era el rostro más tierno que había visto. ¿De dónde había salido?, ¿tal vez vivía ahí?
—Hola —respondió mientras se llevaba el cabello atrás de la oreja—. De hecho, sí. ¿Conoces al señor Pedro?, ¿o a Nina?
—Claro, viven en aquel departamento —señaló la puerta a la que ni siquiera pensó en llamar.
—Muchas gracias. —Sonrió mientras dos minúsculos casi imperceptibles hoyuelos se dibujaron en las comisuras de sus labios—. ¿Cuál es tu nombre?
—Caleb, ¿y el tuyo? —preguntó mientras le extendía la mano.
—Yvonne. —Sostuvo su mano sin dejar de sonreír. Incluso su mano era suave como suponía que su rostro trigueño era—. Fue un gusto Caleb.
—Igualmente Yvonne.
Ella lo vio entrar al departamento de al lado donde se suponía que vivían su papá y hermana.
—Qué agradable —murmuró.
Contuvo la respiración por unos segundos y tocó el timbre. Estaba muy nerviosa. Al primer toque salió Nina, y al verla frunció el ceño extrañada.
—Nina —murmuró Yvonne intentando sonreír.
Tenía muchas ganas de abrazarla y decirle cuanto la había extrañado.
Nina abrió enormemente los ojos. ¿Cómo la había ubicado? Bufó con expresión plana.
—¿Qué hace la princesa aristócrata en esta pocilga? —soltó con dureza.
—No hables así Nina —intentó suavizarla, aunque la conocía y sabía que era casi imposible—. Yo, tenía muchas ganas de verlos.
—Yo no, y mi padre no está, así que vuelve por donde viniste. —Cerró la puerta sin darle tiempo a protestar.
Yvonne cerró sus ojos y ahogó un suspiro. Ya los había encontrado y no estaba dispuesta a perderlos de vista nunca más. Nada había sucedido como lo soñó. En su ilusión, Nina la abrazaría y le diría que también la había extrañado; vería a su papá y volverían a estar todos juntos... Quizás soñó demasiado. Claro, ese no era un cuento de princesas.
Sacó un pequeño papel, escribió la dirección de su casa y la metió por la delgada rendija de la puerta.
—¡Es mi dirección Nina, ven por favor!
Del otro lado la pelinegra recogió el papel y lo arrugó con rabia. Cuando escuchó los pasos de su hermana alejarse, se asomó a la ventana. Se mordió el labio al verla partir en su lujoso auto.
***
Yvonne regresó a la empresa con el semblante caído; esperó demasiado del encuentro con su única hermana. ¿Su padre tendría la misma reacción? De tan sólo pensarlo le provocaba un dolor en el pecho.
Ahora sólo le quedaba hablar con su madre y contarle el prodigio; y aunque la reacción de su hermana no había sido como lo había esperado, le quedaba la esperanza que la recuperaría, a ella y a su padre.
Esta vez más calmada subió a su oficina y se topó con su novio, quien permanecía sentado junto a su escritorio. Amarilis al verla entrar elevó los hombros mientras lo señalaba.
—¿Con qué pasado se encontró mi flamante novia? —increpó Sergio frunciendo el ceño—. Amarilis dijo que ibas a encontrarte con el pasado, ¿se trata de un ex?
—Ahora no Sergio —musitó suspirando.
Amarilis se escabulló rápidamente.
—¿Es algún ex? —insistió. Se arregló el cabello extremadamente peinado.
—Nada que ver.
—¿Entonces?
—Hay algo que no sabes, te cuento después, ¿vale?
—Qué misterio. A propósito... ¿por qué desapareciste ayer? Quise lucirte con los presumidos de mis primos.
La castaña arqueó una ceja.
—El burro hablando de orejas —susurró.
—¿Cómo?
—Nada Sergio.
Ni bien dijo eso, su madre entró con unos documentos en mano.
—Yvonne, cita a una reunión al personal de tu departamento. —Colocó los papeles sobre su escritorio—. Buen día Sergio. —Fingió una sonrisa ya que él no la saludó primero.
El despistado chico elevó la mano derecha como saludo y guiñó un ojo. Victoria le lanzó una mala mirada a su hija. No la entendía, definitivamente no entendía a Yvonne.
—Mamá, hay algo que quiero decirte, es muy delicado.
—¿Delicado? Entonces debe ser en privado. —Dirigió su mirada a Sergio.
Después de un corto silencio, Sergio pareció no haberlo captado. La señora rodó los ojos.
—Cariño, hablamos luego ¿sí? —decidió intervenir Yvonne—. Ahora necesito hablar con mi madre.
A regañadientes e indignado, Sergio abandonó la oficina.
—No lo soporto —bufó Victoria.
—Es un buen chico mamá. Pero ese no es el tema, escucha con atención. —No pudo evitar sonreír de oreja a oreja—. Los he encontrado.
—¿A quiénes? —Frunció el ceño.
—A nuestra familia, a Nina y a papá.
Victoria tensó el rostro, mas no pareció sorprendida, ni mucho menos feliz; aquello alertó a su hija.
—¿No estás feliz mamá? —inquirió. No hubo respuesta. Después de unos segundos añadió—: ¿Acaso sabías su paradero?
Su madre bajó la mirada, suspiró profundamente y nuevamente levantó el mentón.
—Sí.
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