Sentados en el salón principal, se quedaron frente a frente simplemente contemplándose. El amor jamás se acabó, la separación simplemente se dio por motivos secundarios.
Verse cara a cara después de muchos años provocó un remolino de emociones que no dejó pasó al rencor ni al resentimiento, sino al cariño y recuerdo de lo que un día significó un gran amor.
—Hiciste bien en separarte de mí —admitió Pedro, admirando el interior de la casa—; yo jamás habría podido darte esto.
—Pedro... ya no estoy tan segura si fue lo correcto, mientras miro a nuestras hijas. Una es demasiado despreocupada, y la otra demasiado preocupada.
El asintió.
—De eso vine a hablarte. Yvonne no está bien conmigo. Yo no soy un buen padre para ella —se quebró bajando la cabeza.
—¿Quieres que le exija volver conmigo?
El nuevamente asintió secándose una lagrimita. Victoria sonrió por eso; él no había cambiado nada, seguía siendo el mismo llorón de siempre.
—¿Sabes que Yvonne es muy parecida a ti?
—¿Mmm? Pero si es tu vivo retrato.
—Es tan sensible como tú, y buena persona también. Por eso sé que ella no vendrá incluso si la encadeno. Escucha Pedro. —Sostuvo su mano—. Nunca creas que eres un mal padre, nunca.
El hombre terminó por sonreír.
—¿Papá? —Nina se acercó hacia la pareja con el ceño fruncido.
Al instante se soltaron las manos. Aquel gesto no pasó desapercibido por la chica. ¿Acaso tenían pensado volver?
Pedro se puso de pie y la envolvió en sus brazos, casi asfixiándola.
—¿Cómo estás hija?
—Papá estoy bien. —Lo alejó—. Hoy inicio mis clases en la universidad. De hecho, ahora estoy de salida.
El la miró de pies a cabeza. De haber sido en otro sitio, no la habría reconocido.
—Estoy muy feliz por ti, hija. Agradece a tu madre, porque yo jamás habría... —se quebró otra vez.
—Papá, tranquilo —se exasperó—. No vayas a llorar como siempre.
El asintió y besó su frente.
—Que tengas un buen día.
—Sí sí.
Se despidió de ambos y salió directo a la universidad.
Era su primer día, así que estaba algo temerosa, pero orgullosa al mismo tiempo. Decidió ponerse un vestido entallado en palo rosa, y tacones negros, el mismo color de su bolso, y abrigo. Primero lo consultó con Amarilis; ella estuvo de acuerdo de modo que se vistió segura.
Echó su cabello hacia atrás mientras caminaba con aire pomposo y según ella "elegante". Intentando imitar a su madre, cuando andaba airosa por los corredores de la empresa, dando una que otra instrucción. Lo cierto que estaba muy lejos de parecerse a ella, además de la diferente apariencia. En lo que sí se parecía era en su fría personalidad. Si alguien se parecía a Victoria, esa era su odiosa hermana.
El curso que le tocaba, iban a darlo en el auditorio del pabellón "A" de su facultad. Así que fue en su búsqueda. Habría podido llegar con facilidad si hubiese asistido a la inducción la semana anterior, pero estaba tan ocupada en gastar dinero que se le pasó.
La instalación tenía tantos corredores, escaleras y entradas, que la confundió totalmente y podía decir que estaba perdida. A unos metros divisó a un chico muy entretenido en su libro, que a los lejos se alcanzaba leer: " Economía y Finanzas".
—Hey —soltó en cuanto estuvo a unos pasos de él.
El chico se giró hacia ella y le ocasionó un cosquilleo en el estómago. Era extremadamente lindo. Su tipo ideal, diría su buena amiga Carmen. Alto, cabello negro y lacio; espalda ancha, pómulos altos, y ojos alargados. Pero lo que más resaltaba era su nariz aguileña. Esa excepcional característica siempre le llamaba la atención en los hombres. Le parecía que los hacia más varoniles.
El chico le tendió la mano.
—Hola, soy Alonso. ¿Y tú eres...?
—Nina.
Así, sin más. Ni siquiera pudo sonreír, sino que mostró su plana expresión de siempre.
—Un gusto Nina.
—¿Sabes dónde queda el auditorio del pabellón "A"?
—Ahí es donde voy. Ven conmigo. —Empezó a caminar alcanzando la mochila que había dejado en el suelo—. Entonces... ¿Eres nueva?
—Sí.
—Yo voy en séptimo ciclo, pero me falta llevar el curso de economía y finanzas, el que llevaremos hoy. —Se acomodó la casaca jean.
Nina se preguntaba si no tendría frío con ella.
Finalmente llegaron al auditorio. La pelinegra aseguraba que había pasado como mil veces por ahí y jamás lo había visto. El auditorio era enorme, y las butacas eran larguísimas, todas en forma de media luna y cada cual en su respectivo escalón hasta llegar a la parte más alta.
Alonso escogió la segunda butaca, y le señaló a Nina un asiento libre a su lado. Algo dudosa, la chica acepto su invitación. Al instante el auditorio quedó medianamente lleno cuando entró el profesor. El alumnado se puso de pie a modo de saludo, y se volvió a sentar cuando él así lo decidió.
Después de las palabras de bienvenida y monerías, les hizo presentarse a cada uno en medio de una dinámica. A leguas se veía que la mayoría de alumnos, destilaban dinero hasta los poros. Y como no, si era la universidad más cara del país. Cada quién se iba presentando con un larguísimo discurso, dando a conocer su importante apellido, y sin dejar suelto ningún detalle de todos los países que habían visitado en las vacaciones. Lógicamente Nina no iba a ser la excepción, así que se unió a la bola de patéticos.
—Soy Nina... —Pensó que no era necesario decir el apellido de su padre, así que añadió—: Fuster, hija de la importante empresaria: Victoria Fuster.
—Oh. —Se escuchó por todo el salón.
Todos conocían a la sobresaliente mujer y sus importantes negocios; por lo que por el momento la pelinegra llevaba la delantera.
Alonso soltó un bufido. Aunque a decir verdad ya estaba acostumbrado a toda esa manada de "ineptos".
—Yo soy Renato Kenazzi —se presentó otro chico—, hijo del rector.
Se escuchó otro hilarante "oh", incluso unos inservibles aplausos. Un paso adelante para Roberto.
Nina torció el labio. Ese Roberto no le caía ni un pelín.
Acumuló toda su concentración en Alonso que acababa de ponerse en pie.
—Yo, soy simplemente Alonso —espetó sonriente—. No tengo ningún apellido importante y medio raro. Soy hijo de mi papá y mi mamá, aunque al primero jamás lo conocí, así que llevo un solo apellido como dice la canción de Yolanda del río. Y estudio aquí porque me gané una beca. Sin nada más que decir... Gracias, gracias. —Hizo una venia bastante sarcástica.
El alumnado estalló en risas y terminó por aplaudir. Alonso un paso adelante de todos por payaso.
Esta vez Nina soltó un bufido. Alonso eliminado de la lista de "pretendientes".
Pensó en no hablarle más, pero cuando terminó la clase, necesitaba conocer bien su facultad y universidad, así que no encontró otro mejor guía que él.
—Quiero contratarte de mi guía —señaló—. ¿Cuánto dinero quieres?
Alonso sonrió sin ganas.
—Sólo di: ¿me mostrarías las instalaciones, por favor? Niña riquilla.
Nina pestañeó rápidamente. Jamás la habían llamado así, por obvias razones, y, a decir verdad, para nada le disgustaba su nuevo apodo.
De un momento a otro, se encontraron visitando los lugares más concurridos de la universidad, hasta que Alonso se detuvo de golpe.
—¡Hey compa! —gritó hacia alguien que Nina no demoró en distinguir.
—Hey. —Se acercó el chico corriendo hacia la pareja. Su mirada se detuvo en la chica—. Nina... —No daba crédito a lo que veía.
—Caleb, ¿conoces a niña riquilla? —cuestionó Alonso.
La pelinegra volvió a soltar un bufido. "Claro, los pobres son amigos de los pobres".
—¿También eres becado aquí? —por fin habló, a lo que Caleb asintió.
—¿De dónde se conocen? —continuó Alonso.
—De por ahí —se apresuró Nina.
Por ningún motivo diría que de la residencia. Nadie debería saber de su "oscuro pasado".
Después de unirse a la caminata, Caleb se despidió de ellos y fue donde la residencia. Cuando lo hizo ya había oscurecido. Subió rápidamente a su piso, estuvo a punto de abrir su puerta, pero se acordó de Yvonne. ¿Le habría ido bien? Además, extrañaba verla, se estaba acostumbrando a ella. Después de todos eran amigos, ¿no?
Sin darse cuenta ya estaba llamando a su puerta. Sonrió enormemente cuando su imagen apareció frente a él. En cambio, la chica se quedó estática.
—Yvonne —saludó—. ¿Puedo entrar? —No esperó respuesta—. No sabes con quién me crucé en la universidad.
—¿Quién era, amor? —Salió Sergio y frunció el ceño al ver a Caleb.
El chico se quedó en seco. Había olvidado que su nueva amiga tenía novio, y que ahora estaba en su departamento. Una sensación extraña lo envolvió, muy muy extraña. Podía asegurar que era la misma sensación que sintió cuando vio a Janna con Derek. ¿Qué rayos estaba sucediendo con él?
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