Capítulo 12
Cuando vio una de sus mesas ser ocupadas, Yvonne se aproximó a las féminas clientes. De espaldas a ella no consiguió ver de quiénes se trataban, porque de haberlo sabido... Tenía que ir de igual modo.
—Buenas tardes y bienvenidas a: "Banquete del rey" —saludó con su fingida voz agradable, mientras cruzaba las manos sombre el vientre.
Sus ojos se agrandaron cuando las mujeres levantaron la mirada. Su madre, amiga y hermana como sus clientas...Ambas la miraron de pies a cabeza sin conseguir dar crédito a lo que veían
—Las cartas —reaccionó por fin colocándolas en la mesa.
—¿Cuál es el especial del día? —preguntó la mujer que las acompañaba.
—Res asada en crema de pimentón —respondió mostrando una sonrisa.
—¿Me la recomiendas?
—Totalmente.
—Entonces para mí, el especial.
Yvonne asintió y lo anotó en su agenda.
—¿Y para el resto de damas?
Las mujeres no dejaban de observarla con el mentón casi rozando el suelo.
—También quiero el especial —fue la primera en hablar Nina con media sonrisa en los labios.
Es así como esperaba verla, Nina se sentía complacida de cierto modo. Tenía que vivir lo que ella vivió en carne propia.
—¿Y para ustedes? —continuó la castaña dirigiéndose a su amiga y madre.
Amarilis dio una ojeada rápida a la carta, aún sin salir de trance.
—Para mí, cordero al horno.
—¿Y para la dama? —Yvonne le sonrió a Victoria logrando en ella una expresión indescifrable.
Parpadeando miró también la carta. Ni siquiera era capaz de emitir palabra alguna, sino que señaló el plato que le apetecía.
Nina se la pasó molestado a su hermana mayor durante todo el almuerzo. Buscaba humillarla, pero Yvonne demostró por todos los medios que no lo conseguiría.
Cuando estuvo cerca de los vestidores, su madre la interceptó tomándola por sorpresa.
—¿Este es el triunfo del que me hablabas? —atacó mirándola de pies a cabeza.
Yvonne tragó saliva con dificultad.
—Nunca dije que sería fácil.
—No puedo verte de este modo. Regresa inmediatamente a casa. —Caminó unos pasos en dirección contraria dando su última palabra.
—No lo haré mamá.
Victoria se detuvo en seco y se giró con el ceño fruncido.
—¿Cómo dices?
—No volveré atrás, no pienso abandonar a papá.
—La hija de Victoria Fuster no puede trabajar aquí.
—También soy Carranza, mamá. Voy a demostrarte que puedo lograrlo sin tu dinero, voy a demostrarte que no necesito de ti.
—¿De mesera? —Sonrió con cinismo.
—Es un trabajo digno como cualquier otro.
—Nadie dice lo contrario. ¿Has estudiado incluso la maestría para atender mesas?
—Sucedió lo mismo contigo mamá.
—Pero no estás casada ni tienes dos hijas a las que mantener.
—Y fue un error separarse y llevarte solo a una.
—Gracias a ello conseguí lo que tengo.
—Pero perdiste al amor de tu vida y el regalo de ver crecer a una de tus hijas.
Las palabras de su hija mayor la acometieron con dureza. No es que nunca se haya arrepentido de la drástica decisión que aquel día tomó, pero no podía dar marcha atrás.
Miró a su hija mayor desaparecer, era muy diferente a ella, pero había actitudes muy parecidas, como la determinación.
Yvonne subió nuevamente con las clientes, daban señales de retirarse. Amarilis se aproximó hacia ella disimuladamente.
—¿Estás bien? Yvonne si necesitas...
—Estoy bien —la interrumpió.
La mujer asintió dudosa y fue tras la nueva socia. Momento propicio para Nina.
—Este trabajo te queda bien —espetó.
—No me quejo.
—No lo creo, de otro modo no habrías mandado a tu novio a abogar por ti frente a Madre.
—¿Qué? —Frunció el ceño.
Su hermana menor elevó una ceja dando crédito a sus palabras. Lo último que vio de ella fue sus ganas de molestarla.
¿Sergio había hecho eso? ¿Cómo se atrevió?
Marcó su número, pero evidentemente él no pensaba contestar. Tendría que guardar sus ganas de reclamarle al salir del trabajo, porque ahora mismo llegaban más clientes.
Cinco mesas fueron ocupadas en simultáneo. Por más que intentaba complacer a todas, no lo conseguía, mucho menos cuando su cabeza estaba en otra parte. Terminó confundiendo los pedidos. Se le derramaron algunas bebidas. Un desastre total. Estaba más que segura que la echarían en su primer día.
Daniel había estado observado todo y terminó por ayudarla en su deber haciendo de mozo.
Al terminar la jornada, se cambió el uniforme y fue donde el supervisor.
—Lo siento —dijo bajando la cabeza—. He traído más pérdidas que ganancias.
—No creo que pertenezcas acá Yvonne —aseguró el hombre—. Aun así creo que debo pagarte por tu esfuerzo. —Le tendió un pequeño sobre.
—Aunque lo necesito, no creo que deba tomarlo.
—Hazlo muchacha, y busca un trabajo más adecuado para ti.
Algo avergonzada, la castaña tomó el sobre.
—Muchas gracias señor Daniel.
El hombre asintió sonriente.
Guardó el dinero en su cartera y lo primero que hizo fue ir a la casa de Sergio. Lo vio bajar de su auto presto a entrar a su vivienda.
—¡Sergio! —captó su atención.
El chico al verla apresuró su paso, ignorándola. Yvonne tuvo que correr e impedirle el paso en la entrada separando los brazos.
—No voy a perdonarte, CA-RI-ÑO —concretó Sergio frunciendo los labios.
—Sergio —espetó seria—, ¿es verdad que fuiste a ver a mi mamá para pedirle que me deje volver?
El chico pestañeó rápidamente. Se le veía nervioso, entonces era cierto...
—¿Acaso es verdad? —Dejó caer los hombros—. ¿Por qué?
—Porque no tiene caso, ni siquiera has conseguido trabajo.
—Vengo de trabajar, ¿sabes? Y ni te imaginas de qué.
—De tu carrera supongo.
—De mesera.
Sergio soltó una sonora carcajada.
—Qué buen chiste. Me la hiciste. —La señaló. Al ver que ella no daba indicios de reír, agregó—: ¿Hablas en serio?
—¿Sabes por qué estoy haciendo esto? No me importa lo que tenga que hacer para salir adelante. Si fallo una y otra vez no me detendré, pero te aseguro que no voy a rendirme, no volveré atrás.
Lo dijo con tanta sinceridad que, por algún extraño momento, Sergio se arrepintió de haber ido, y sobre todo se empezaba a arrepentir de haber dudado de ella. Elevó la vista para verla alejarse con pasos firmes y seguros. Su novia estaba pasando a una nueva etapa, era otra Yvonne, y no estaba seguro de si le gustaba esa nueva Yvonne.
La chica de pálida piel caminaba por las calles hasta llegar al paradero, entonces se fijó en el grifo de gas ubicado justo a lado, y un enorme cartel colgado:
"SE NECESITA SEÑORITA DE 18 A 30 AÑOS. HORARIO COMPLETO".
Ella tenía veinticuatro, cumplía el requisito. Con una sonrisa en los labios se presentó ante la administración, y para su bien fue aceptada al instante. El lunes empezaría.
Subió al autobús que la llevaría a casa; ocupó el último asiento para cuatro personas y se quedó dormida.
Diez calles más, subió Caleb. Mientras se iba decidiendo por cual asiento ocupar, visualizó a Yvonne. Hizo los ojos más pequeños para ver si se trataba de ella. Se acercó más y sonrió al corroborar que se trataba de su vecina.
—Yvonne —susurró al verla dormida.
Se sentó junto a ella y sonrió cuando dio un cabezazo hacia adelante y luego hacia atrás. Después descansó la cabeza en el asiento y relajó la mandíbula, que por poco y llega al suelo.
El ahogó una carcajada; sacó su móvil y le sacó una foto.
La cansada Yvonne volvió a dar un cabezazo y ladeó su cabeza hacia la ventana. El carro pasó un rompe muelle de golpe haciendo saltar a los pasajeros. La castaña iba a darse un fuerte golpe en la ventana, pero Caleb puso rápidamente su brazo, y su cabeza chocó contra él. Eso hizo que la despertara para encontrarse a él sobre ella, a centímetros de su rostro. Aún somnolienta abrió sus ojos como platos.
¿Por qué su corazón latía con tanta desesperación?
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