29. Capítulo Especial
-No sé si ya lo había mencionado, pero Rubén es más bajito que Miguel en esta historia-
-Perdón por la tardanza, la inspiración no llegaba :(
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La habitación era increíble frente a los ojos de Rubén. Su novio había organizado una cita muy romántica para los dos. Ya habían terminado de cenar y beber un poco. Ahora ambos se encontraban en la hermosa habitación en donde Miguel se preguntaba si había hecho un buen trabajo para sorprender al castaño. Miguel mordió su labio inferior, expectante a la respuesta que pudiera dar su precioso Rubén.
—¿Y bien? —decidió preguntar con voz suave— ¿Te gusta, amor?
Rubén se giro, con sus ojos verdes irradiando un brillo que hacían que sus ojos se vieran mucho más hermosos frente a la visión de Miguel. Sonrió ampliamente y asintió.
—Me encanta, Miguel, esto es lo más hermoso que jamás han hecho por mi.
Rubén se acercó hasta él y rodeó sus delgados brazos alrededor del cuello de su amado. Sus dedos comenzaron a hundirse en su cabello. Amaba hacer eso, al igual que Miguel amaba que lo hiciera. Le encantaba sentir aquellos dedos acariciar su cabellera, lo relajaba.
Miguel lo abrazo hasta rodear con sus fuertes brazos el delgado cuerpo de Rubén. Agachó su cabeza para que su rostro se hundiera en su cuello. Inhaló un poco cuando comenzó a mover su nariz lentamente sobre la suave piel de su cuello. Rubén siempre olía tan bien, aromas dulces y exquisitos cubrían cada parte de su cuerpo. Eso era algo que a Miguel le volvía loco.
Rubén inclino su cabeza hacia delante para así poder repartir besitos en la mandíbula de su novio. Restregó sus labios en un movimiento lento, sintiendo la suavidad de la piel recién rasurada. Le encantaba que así se sintiera ante el contacto, era por eso que también le gustaba morderla. Y eso hizo, dio un ligero mordisco en la mandíbula de Miguel, para después besarlo y dar otro.
—Por un momento pensé que no te gustaría, Rub —Habló Miguel de repente, haciendo que Rubén detuviera sus mordidas.
—¿Cómo pudiste pensar eso? —Preguntó y tomo el rostro de Miguel entre sus manos, alejándolo de su cuello cuidadosamente— Todo, absolutamente todo lo que haces por mi, me encanta, lo amo. No hay ni una sola vez en que algo que hagas por mi o me des me decepcione, mi vida, eso jamás ocurrirá.
Rubén se aproximo hasta su rostro para juntar sus labios y comenzar a besarlo. Ambos inclinaban sus cabezas y sus narices se rozaban entre cada movimiento. El beso era lento, cuidadoso, increíblemente hermoso. Sus labios encajaban y se manejaban perfectamente, siendo acariciados y probados el uno por el otro.
Y la habitación... Ni se diga. Rubén tenia razón, Miguel nunca lo decepcionaba, siempre se lucia con Rubén, así fueran pequeños detalles.
La habitación solamente era iluminada por varias velas aromáticas alrededor. Un camino de pétalos iniciaba desde la puerta, hasta los pies de la cama y en el centro de esta, una porción de pétalos estaba esparcida, dando la forma de un corazón.
Todo era perfecto.
Miguel sostuvo entre sus manos los bordes de la camiseta azul de Rubén. Comenzó a levantarla, ambos se separaron del beso y Rubén no lo dudo ni un segundo en levantar sus brazos para que su camisa fuera retirada. Miguel volvió a acercarse y lentamente, beso la piel de su hombro, dejando un camino de besos en toda la extremidad de su brazo. Se detuvo unos cuantos segundos a la mitad del brazo solo para poder besar el bonito tatuaje que adornaba la piel. Rubén sonrió ante esa acción. Miguel siempre acostumbraba besar su tatuaje cada vez que hacían el amor.
Continuó con su camino de besos hasta llegar a su delicada mano, besando el dorso de esta. Miguel levanto su rostro, sonriendo con amor para Rubén. Soltó su mano lentamente y dejo un último beso en los labios rosas del castaño antes de ponerse de rodillas y dirigir sus manos al botón del pantalón ajustado y desabotonarlo. Bajo la cremallera y en un movimiento delicado, deslizo el pantalón por las bonitas piernas de su novio. Rubén se sonrojó, le daba vergüenza ver a Miguel en esa posición debajo de él.
—Levanta la pierna, princesa —Susurró Miguel, llamándolo por el apodo que muy pocas veces usaba en la intimidad. A Rubén no le molestaba, amaba que lo llamara así.
Rubén levantó una pierna y después la otra para que Miguel pudiera retirar el pantalón por completo. Miguel dejo las prendas a un lado, en el suelo. Beso su rodilla izquierda, subiendo hasta su muslo. La piel de Rubén se erizo ante el agradable contacto, dejando que besara las partes que más se le antojaran. Miguel siguió subiendo, besando su cintura y continuar en su vientre, pecho, hasta llegar al cuello. Rubén gimió en voz baja cuando sintió un ligero mordisco en su cuello. Sus manos volvieron a enredarse en el cabello de Miguel y movió sus dedos en una señal de que le gustaba sentir esas mordidas, lamidas y succiones en su piel.
Miguel adentro sus manos en el bóxer que marcaba perfectamente los glúteos de Rubén. Los acaricio, dando círculos con las palmas de sus manos. El castaño suspiro con satisfacción y cerro sus ojos ante tales caricias que recibía en su cuello y glúteos. Mordió sus labios fuertemente. Su cuerpo aumentaba de temperatura cada vez más.
—Miguel... —Gimió.
De pronto, el mayor levanto su cuerpo hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo. Rubén jadeo sorprendido y se aferró a él, enredando sus piernas en las caderas de su novio. Miguel lo llevo hasta llegar a los pies de la cama, recostó su cuerpo sobre las sábanas y pétalos rojos que formaban el corazón y desde arriba, admiro la increíble belleza de humano que tenia como novio. Rubén era tan precioso que parecía irreal.
Las manos de Miguel se colocaron en los costados de su cintura, con sus ojos viajando de arriba a bajo en su perfecto cuerpo. Las mejillas de Rubén se colorearon en un bonito rubor que lo hacían ver adorable. Le daba mucha vergüenza cuando Miguel hacia eso, aunque en cierta parte, lo hacia sentir aún más hermoso que lo admirara de esa manera tan dulce.
—Me encantas, Rubén —dijo con admiración.
Rubén tomo las manos de Miguel que se mantenían en su cintura y junto sus dedos, entrelazándolos. Sonrió, mirando directamente a los ojos obscuros de su novio.
—Y tú me encantas a mi, Miguel.
El pelinegro le devolvió la sonrisa, sintiendo su corazón derretirse de amor. Alejó sus manos de las de Rubén sólo para poder retirar su propia camisa en un movimiento rápido y desabrochar su pantalón hasta quitárselo. Al estar ya con únicamente su ropa interior al igual que Rubén, volvió a entrelazar sus manos y así, comenzar a subirse por encima de él, llevando sus manos entrelazadas por sobre la cabeza del castaño. Aproximó sus labios hasta juntarlos con los exquisitos de Rubén. Volvieron a besarse con lentitud y amor, abriendo sus bocas lo más que pudieran para poder sentirse lo suficiente. Suspiros entrecortados escapaban de la boca de Rubén cada vez que se separaban para tomar un poco de aire y continuar con el beso.
Ambos apretaron el entrelazamiento de sus manos al sentir un choque inquietante en sus caderas. Rubén abrió sus piernas para poder sentir más ampliamente ese delicioso rocé. Miguel entendió aquello, así que simplemente bajo sus caderas y restregó un poco más fuerte su erección contra la de Rubén. El castaño gimió contra su boca y arqueó levemente su espalda hacia atrás al comenzar a sentir como su novio volvía a repetir esa acción una y otra vez.
Miguel soltó sus manos, dejando las contrarias en el mismo sitio. Deslizo sus dedos por los costados del cuerpo de Rubén, llegando a su cintura. Su boca se alejó del apasionante beso en un movimiento delicado, para poder así bajar su boca al cuello pálido. Besó su manzana de Adán unas cuantas veces, para después proseguir con sus marcadas clavículas. Sus manos se adentraron al bóxer de Rubén, deslizando sus palmas por sobre los costados de sus muslos y así poder ir retirando la prenda a su paso.
Rubén bajo su mano derecha hacia el cabello de Miguel, enredando entre sus dedos pequeños mechones y tomándolos en un puño. Su otra mano apretó la sábana al sentir la lengua de Miguel humedecer su cuello y pecho, al mismo tiempo que su bóxer fue bajado lentamente hasta quedar en sus rodillas y que su erección quedara liberada.
—Oh... Dios, Miguel... Tocame, por favor... —Pidió Rubén en un gemido con sus ojos cerrados por el placer que comenzaba a sentir.
El pelinegro corto aquellos besos y lamidas al oír la petición de su precioso. Despego su cuerpo del contrario sólo unos cuantos centímetros para poder realizar su siguiente acción. Dio una mirada rápida a la erección de Rubén antes de deslizar el bóxer por sus piernas y terminar de quitarlo.
Sus manos acariciaron tan mansamente el cuerpo pálido de Rubén. Yendo por su pecho, después por su plano vientre y terminando en sus muslos. Miguel amaba su cuerpo. Amaba como sus manos encajaban en cada rincón de el. Su suavidad e increíble intacto que su piel tenia. No había marcas ni vellos en ninguna parte, todo su cuerpo era perfecto ante los ojos de Miguel. Admiraba la forma en la que Rubén cuidaba de su cuerpo.
Bajo su rostro a su ombligo y dejo un pequeño beso ahí, para después seguir descendiendo sus labios hasta su ingle y deleitarse con los gemidos silenciosos y suplicantes que Rubén soltaba. Su mano izquierda tomo la erección de Rubén en un movimiento sutil, sintiendo como este al instante encogía sus piernas ante el tacto en su carne hirviente. Miguel mordió ligeramente la piel de su ingle, antes de susurrar en un tono de voz suave:
—Te haré sentir tan bien, bebé.
Su mano ágil sostuvo bien el pene rígido de Rubén, comenzando a subir y bajar en un ritmo lento. El castaño doblaba sus rodillas y encogía los dedos de sus pies ante los movimientos placenteros. Sus ojos se mantenían cerrados a la vez que su boca soltaba jadeos y suspiros entrecortados. Sus manos se aferraron a los costados de las sábanas al sentir como la mano de Miguel aumentaba la velocidad en su intimidad. El liquido preseminal que la punta de su pene comenzaba a expulsar hacia que el movimiento de la mano de Miguel fuera más constante y delicioso. Dilatandolo y provocando que espasmos increíblemente placenteros lo invadieran.
Miguel decidió incrementar el placer agregando su boca en el acto. En los meses que llevaban de novios, jamás habían practicado sexo oral, pero Miguel decidió ser el primero en intentarlo en aquel momento ya que esta noche, ansiaba con hacer sentir a Rubén mejor que nunca.
Primero, envolvió entre sus labios la punta. Dio un chupetón, saboreando sin importarle el pre-semen que había comenzado a salir. Volvió a repetir aquella acción, esta vez manteniendo la punta del pene por unos segundos más. Rubén se retorció y mordió su labio inferior fuertemente al sentirlo. Le sorprendió que su novio tomara esa iniciativa con esa parte de su cuerpo, no se lo esperaba. Pero tenia que admitir que se sentía demasiado bien como para alejarlo.
—Oh... Hmm... Dios, Miguel... —Gimió Rubén al sentir como todo su eje era introducido en la boca de Miguel.
La cabeza del pelinegro subía y bajaba a un ritmo lento pero constante. Incluyó su lengua un par de veces a la vez que sus manos recorrían de arriba a bajo el delgado cuerpo. Miguel sintió un cosquilleo torturante en la punta de su pene al escuchar los gemidos demasiado excitantes del castaño. La tela de su bóxer apretándole no le ayudaba mucho que digamos.
Rubén abrió sus ojos y alzó un poco su cabeza, con su respiración agitada y observo como su pene salia y entraba de la boca de Miguel. La vista fue delirante. Rubén dejo caer su cabeza hacia atrás nuevamente, a la vez que su espalda se volvía a arquear cuando sintió como Miguel sacaba su pene de su cálida boca y soplaba por toda la zona humedecida. Su piel se erizo por completo y juro desfallecer si continuaba haciendo eso. No podía más, era mucho para él. Lo único que necesitaba ahora era que Miguel lo hiciera suyo.
—M-Migue... —Levantó su rostro. Miguel lo miró, deteniendo los movimientos de su boca—. Suficiente, sólo... t-te quiero sentir en mi, amor...
Miguel no acostumbraba a desobedecer las peticiones de su novio, así que eso hizo. Dejo la erección a un lado y volvió a subir por encima del delgado cuerpo sin aplastarlo. A Rubén no le importó lo que su boca acababa de hacer con su parte íntima. Tomó su rostro entre sus manos y lo besó lentamente, llegando a saborear con su propia lengua los labios de su pareja. La acción fue muy tímida por parte de Rubén que hizo que Miguel sonriera.
Miguel decidió que no hacía falta la preparación. Durante los últimos meses habían sido muy activos en el sexo. Por lo menos dos o tres veces por semana lo practicaban.
La mano de Miguel descendió hasta su propia erección, mientras que el dulce beso continuaba en el momento. Acarició unos segundos por encima de la tela del bóxer, antes de retirarlos por completo en un movimiento ágil. Al ya estar desnudo completamente, tomó su erección y se masturbó en un intento de dilatarlo con su propio semen para que así fuera más fácil y placentera la penetración. Gruño contra la boca de Rubén ante el tacto de su propia mano.
Al ya sentirse listo, sus caderas se aproximaron a las de Rubén, rozando la punta de su pene entre el interior de sus glúteos. Rubén abrió más sus piernas al sentir ese exquisito rozamiento, dejando así que Miguel introdujera un poco más su eje hasta llegar a topar con su entrada. El castaño gimió entre sus bocas ante esto y sus pálidas manos recorrieron la ya sudorosa espalda de Miguel, deslizandolas fácilmente y tomando entre sus dedos pequeñas porciones de piel en un intento de aferrarse a su cuerpo por la intromisión que comenzaba a hacerse paso mucho más profundo de él.
Separaron sus labios para así propinarse besos mutuos en sus cuellos, clavículas, pecho, hombros, todo lo que estuviera a su paso. Rubén levantó su cuerpo unos cuantos centímetros de la cama para así abrazarse a Miguel cuando este inició un movimiento certero y delicioso en su interior. Sus cuerpos sudorosos se juntaron completamente. Sus respiraciones agitadas, gemidos de Rubén suplicantes por más y el choque de pieles ante las embestidas constantes, era lo que resonaba por toda la habitación.
Rubén estaba recibiendo la mejor noche de su vida. Su novio le había otorgado sexo oral, masturbación y encima estaba haciéndole el amor de la mejor manera y hermosa posible. Miguel era increíble haciéndolo sentir tan bien en la cama.
—¡Oh! ¡D-Dios, Miguel! Justo ahí... No te d-detengas...
Sus ojos se cerraron con satisfacción y sus manos subieron hasta el cabello de Miguel, jalandolo un poco cuando este dio justo en su punto máximo de placer. El pelinegro mordió el hombro del contrario al sentir esos jalones que lo prendían aún más y no detuvo sus embestidas, al contrario, aumento los movimientos dentro y más profundo de Rubén. Sus manos agarraron fuertemente la cintura del castaño para así poderse impulsar más y más. No pensaba detenerse ahora que ambos se sentían cerca de terminar.
Unos minutos más fueron suficientes para que el primero en llegar a su clímax, fuera Rubén sin siquiera masturbarse. Gimió fuerte al sentir como su increíble y mas placentero orgasmo era expulsado de la mejor manera posible.
Miguel continuó dando embestidas fuertes al sentir ese cosquilleo en su vientre. Gimió ronco contra el cuello de Rubén cuando por fin llego a su fin, corriéndose por completo dentro de él. Rubén apretó sus paredes al sentir el liquido esparcirse en su interior, provocando que el orgasmo de Miguel fuera mucho mejor.
Paso un minuto donde ambos se mantuvieron en silencio, con sus respiraciones agitadas, controlándose poco a poco. Miguel se abrazo a Rubén, acurrucando su rostro en su cuello. Dio un ligero beso en esa parte y Rubén hizo lo mismo, abrazándolo con ternura y amor.
—Te amo demasiado, Rubén —Susurró contra su cuello cerrando los ojos.
Rubén sonrió y apretó más el cuerpo de Miguel entre sus brazos.
—Yo también te amo demasiado, Miguel, incluso mucho más que tú a mi.
Miguel soltó una risita.
—No lo creó, yo te supero, bebé. Mi amor es mucho más grande que el tuyo.
—Claro, lo que digas Rogel. Ambos sabemos que yo siempre gano.
Miguel levanto su rostro y sonrió al ver el hermoso rostro del chico que amaba. Lo amaba de verdad. Rubén era el amor de su vida.
El amor que se tenían era por igual, mutuo. No imaginan estar en un futuro sin ellos.
Miguel beso sus labios tiernamente y otros arrumacos y cariños más se hicieron presentes entre esa burbuja de amor.
N/A:
¿La espera valió la pena?
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