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13.

"Oh..." Rubén gimió en voz baja mientras se aferraba a la espalda desnuda de su novio cada vez que este daba una estocada suave dentro de él. 

Para el castaño era su primera vez y Miguel estaba encantado por ser el primero, eso lo hizo muy feliz y por esa razón estaba siendo demasiado cuidadoso con el menor, no quería lastimar a su pequeño de ojos bonitos.

"¿Estas.. bien?" Preguntó el pelinegro con un gesto de preocupación, apartando los mechones castaños que cubrían la sudorosa frente de Rubén. "¿Quieres que siga? No quiero hacerte daño, amor"

"No, por favor, no te detengas... sigue, estoy bien" Rubén sonrió brindándole confianza y tranquilidad a Miguel para que prosiguiera, lo cuál funciono ya que el mayor continuo dando leves embestidas, provocando que el castaño se aferrara cada vez más fuerte a Miguel, encajando sus uñas en su espalda sudorosa y enredando sus piernas en su cintura, apretando su interior y haciendo que el pelinegro soltara pequeños gemidos roncos al sentir su miembro tan caliente y en un lugar tan estrecho que le provocaba a impulsarse más fuerte por lo bien que se sentía. "Por favor, por favor no pares, Miguel... te lo suplico" 

"Tranquilo, bebé, no me detendré" Miguel lo tranquilizo, besando cariñosamente los dulces labios de Rubén. Este asintió, mientras sus manos recorrían la ancha espalda de su pareja hasta llegar a su cabello, donde se entretuvo jalándolo un poco.   

La pequeña habitación de la cabaña estaba llena de jadeos y gemidos que retumbaban en las cuatro paredes. Ambos chicos se sentían tan bien, llenos de placer y amor en aquel momento ya que ellos sabían que lo que estaban haciendo, era con la persona correcta. Tanto tiempo ocultando lo que sentían el uno por el otro y ahora que ambos ya lo sabían, no habría nada que los detuviera a demostrarse su amor como ellos quisieran. 

"¡Aah...!" Rubén dio un grito, haciendo que Miguel se detuviera al instante y que comenzara a maldecirse mentalmente por no haber sido cuidadoso con su bebé.

"¿Te hice daño? En serio perdóname, Rub, yo no..." Sus palabras fueron calladas por un delicioso beso que el pequeño le dio. Él le siguió su ritmo, haciendo que el beso se volviera más húmedo y caliente.

El castaño se separo con una sonrisa boba en sus labios, que ya estaban muy rojos por semejante beso "Tú nunca me harías daño. Quiero que vuelvas a hacer eso, amor, vuelve a tocarme ahí dentro, se sintió muy bien" Dijo con una voz suave y agitada, dándole a Miguel la mejor vista de su vida, con esos ojitos brillosos tan bonitos que al pelinegro tanto le encantaban. Definitivamente eso era lo que más amaba de Rubén físicamente. 

Él obedeció la petición de su lindo novio, volviendo a tocar ese punto que a Rubén le provocaba un fantástico placer y que hacia que contrajera su entrada devolviendole el favor a Miguel de sentir ese deseoso placer. 

Aumento la velocidad, yendo mucho más rápido. Rubén entreabrió su boca, desaseándose en gemidos que para Miguel, eran la vil gloria escucharlos.

"Dios mio, eres tan precioso..." El mayor halago, perdiéndose en el rostro y cuerpo de él mientras acariciaba sus muslos, sintiendo su suave piel. Para Miguel, Rubén era como un muñequito muy bonito, su príncipe, su pequeño ángel. "...tan perfecto, nunca... me c-cansare de repetírtelo" 

Y sello sus palabras con un beso, ahogando los gemidos que Rubén soltaba los cuales comenzaron a ser callados con mordidas delicadas en sus labios.    

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