Capítulo • 36 •
Las cosas no estaban yendo para nada bien.
El grupo rebelde trataba de sobrellevar la situación, creando el suficiente tiempo para que Dazai consiguiera de algún modo poder llevarse a Atsushi. Pero cuando este lo apuñaló... las esperanzas de tener éxito se estaban reduciendo.
Algunos como los hermanos Tanizaki, Yosano y Kenji, se distrajeron por aquel suceso, siendo capturados por la Federación. Los demás intentaban ayudarlos, pero los integrantes de la Federación se los impedían. Tras ver como uno de sus compañeros era herido por la persona que amaba, los traía un tanto mal.
Empezando a caer poco a poco, donde la satisfacción en Shibusawa crecía. Era cuestión de tiempo para terminar capturando a todos, con que Atsushi finalizara su misión, la esperanza que tenía el enemigo desaparecería. Finalmente los capturaría.
—¿Acaso no escuchaste? Te he dicho que lo mates. —ordenó nuevamente Tatsuhiko, mirando confuso a su subordinado que parecía estático.
La punta de la navaja rozaba la nuca de Dazai, a un empujón para clavarse en su piel y de esa manera cumplir con la orden del mayor. Pero la mano de Atsushi no parecía moverse más allá de los leves temblores, sintiendo como las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.
«Debo obedecer... debo...» su pecho subía y bajaba con dolor. No entendía por qué su respiración comenzaba a ser pesada. De la misma forma no entendía por qué se sentía tan mal.
Era un sentimiento tan fuerte que le estaba aplastando su pecho; uno que causaba tanto dolor, que no podía moverse. Por más que quisiera impulsar su mano para matar a aquella persona, una parte de él se negaba a hacerlo. Su corazón saltaba con tanta desesperación, como si le estuviera gritando que parase.
Sentía algo espeso en su mano izquierda que se encontraba en la espalda contraria, era caliente y de alguna manera sentía como si lo estuviera quemando. Por simplemente curiosidad alzó su mano y observó que era, sintiendo un revoltijo en su estómago al encontrarla mancha de sangre.
Recordó una cosa... él detestaba la sangre, le causaba pánico las heridas grandes, pero en especial... odiaba provocarlas y sabía bien, que la herida de donde había salido aquella sangre, fue una que él provocó.
Aquel sentimiento comenzaba a intensificarse. En un inicio igual lo molestaba, sin embargo, era algo que sencillamente pudo ignorar, pero ahora... con cada segundo que pasaba dolía más. A pesar de que él no tenía ninguna herida.
Aunque no solo ese peculiar dolor que invadía su cuerpo, también un pánico que no entendía, provocando diversos temblores en su cuerpo, empeorando la manera en cómo respiraba. Si bien ya se encontraba alterado sin saber exactamente porque, ahora le costaba respirar, teniendo todo su cuerpo rígido.
—A... Atsushi... —escuchó su nombre siendo pronunciado por aquel sujeto que aún se mantenía aferrado a él. Las manos de Dazai subieron y tocaron con cuidado su espalda, aumentando el número de lágrimas que salían de los ojos del menor.
Pero aquel tacto tan suave había sido suficiente para relajar el cuerpo de Atsushi, creando en él un sentimiento nostálgico, como si no fuera la primera vez que sentía aquella tranquilidad. Como si... el estar con aquella persona, todo estaría bien.
Dazai respiró profundamente, tratando de reunir las suficientes energías para seguir hablando, algo que era difícil por la profunda herida que tenía, pero en ese momento para él, ese tema era el de menor importancia. Sabía que Atsushi estaba reaccionando, necesitaba de algo para liberarlo de aquello que le hizo Shibusawa.
—Qué... ¿qué es... lo que sientes...? —los párpados del menor se abrieron más ante aquella pregunta. Algo estaba molestando en su mente, como si quisiera liberarse del candado que tenía, pero no lograba saber que era. —A-antes... había muchas emociones que... que desconocías y no las entendías... —hizo una pausa para poder respirar. —Veo que estás confundido.... Pu-puedo ayudarte a... descifrar lo que sientes..., como solía hacerlo... tiempo atrás...
La mirada de Atsushi tembló nuevamente. No entendía... ¿por qué se estaba preocupando por él cuando él tenía diversas heridas? Ese sentimiento golpeó la caja que tenía encerrado a su corazón, sintiendo como poco a poco se iba rompiendo, alcanzándolo lentamente.
—Yo... no lo sé... —respondió Atsushi en contra de su voluntad, donde su voz tembló por las lágrimas que seguían produciéndose en sus ojos. —Estoy... asustado... —habló de la misma manera.
El castaño soltó una suave risita, un sonido que endulzó a sus oídos y volvió a golpear aquella caja invisible, comenzando a sentir una calidez en su pecho, haciéndole temblar nuevamente. Dazai empujó un poco a Atsushi contra él, para aplicar más fuerza en su abrazo, solo un poco. Tampoco tenía las fuerzas suficientes para abrazarle tan fuerte como le gustaría.
Estuvo así unos segundos, para después separarse lentamente, soltando jadeos de dolor por la herida que le estaba robando el aliento. Su vista comenzaba a nublarse, sintiéndose mareado, pero no podía permitirse perder la consciencia en ese momento, aun si la cantidad de sangre que estaba perdiendo comenzaba a ser alarmante.
Se separó lo suficiente para poder observar el rostro del menor, viendo aquellas lágrimas que lentamente caían por sus mejillas. Sus ojos seguían teniendo un color opaco, el brillo que tenían se debía a las lágrimas, no exactamente de aquella luz que parecía poseer Atsushi. Tosió un poco y trató de sonreírle, aun sí era una sonrisa torcida, algo que provocó una fuerte presión en el pecho del albino.
—No puedo... no puedo hacer mucho con esa des-descripción... —soltó otra risita, haciendo que Atsushi encorvara las cejas. —Pero... puedo... hacerte sentir, aunque sea un poco... mejor... —habló algo bajo, esforzándose mucho para no desplomarse nuevamente.
El menor no sabía de lo que estaba hablando el otro. Su cuerpo no se movió ni un centímetro, incluso su mano derecha aún sostenía aquella daga, en espera de que su cuerpo accediera a realizar la orden que Tatsuhiko le había dado. Pero en ese momento, en su mente se encontraba peleando consigo mismo.
Dazai alzó su mano izquierda, la que no estaba herida y la subió torpemente a la mejilla de Atsushi, tocando con cariño su piel. Quería ver en su rostro aquel rubor que tanta ternura le daba ver en el menor, no quería que hubiera lágrimas en éstas, pues sabía que debía de estar sufriendo. Quería verlo sonreír como antes, quería que Atsushi regresara a ser aquella persona de la cual se enamoró.
Podía conseguir algo bueno o algo malo de sus acciones, pero ni siquiera se detuvo a pensar en las consecuencias de si fallaba, pues si con ello no lograba un cambio, quizá todo terminaría aquí y, por lo menos, quería que su último recuerdo fuera los labios de Atsushi.
Decidido, inclinó ligeramente su cuerpo hacia el menor, uniendo con lentitud sus labios contra los ajenos, dejando sobre estos un tibio beso. Algo tembloroso y torpe, debido al estado en el que se encontraba, pero aun sí la parte inferior de su cuerpo no la sentía o que incluso su vida se estuviese derramando junto con la sangre. No le importó, ahora tenía aquello que le hacía sentir vivo; y eso era compartir un beso con su amado.
Aunque no fuera el mejor de todos, debido a su poca concentración o el metálico sabor de su sangre inundando su boca, sin duda, era mucho mejor al último que habían compartido. Le alegraba saber que, al menos si había podido compartir un beso más con Atsushi. Aun si su mente comenzaba a fallar, quería transmitir todo su sentir a través de aquel beso y de algún modo calmar con la preocupación que comenzaba a desbordarse de los ojos del menor por medio de lágrimas.
No solo quería recordarle aquella fuerte emoción que invadía a sus cuerpos cuando se besaban. Claramente también quería comunicarle todo el amor que sentía por él, pero también, un poco de tranquilidad que... incluso si todo salía mal y él terminaba muriendo, tarde o temprano Atsushi volvería a ser el mismo, no quería que se sintiera mal por sus acciones, pues no había sido su culpa.
Las lágrimas en Atsushi que salían lentamente y de forma pausada, pasaron a salir una tras de otra. Aquel toque tan suave y gentil que depositaba en sus labios le hizo soltar un sollozo, rompiendo finalmente con aquella caja para que ese cálido sentimiento abrazara fuertemente a su corazón.
Su mente comenzó a despejarse... ese sentimiento lo conocía. La preocupación que sentía por la nación era aliviada cuando lo besaba, el miedo de las huelgas de los civiles se apaciguaba cuando tenía aquellos labios contra los suyos, la inquietud de un futuro incierto lleno de peligro se esfumaba cuando estaban juntos.
El beso simplemente había durado un par de segundos, pero para ambos se sintió eterno. Aunque Dazai quisiera besarlo durante horas, no podía, su respiración se volvía cada vez más pesada y el tener sus labios ocupados le dificultaba oxigenar a su cerebro, por ello se vio obligado a tener que separarse. Pero al menos el abrazo no se rompió, sintiéndose feliz por tenerlo entre sus brazos.
—So-solías decirme... que cuando te besaba te sentías mejor... es-espero haber aliviado un poco tu pesar... —otro sollozo se escapó de la boca de Atsushi, quien apretó el cuchillo entre su mano. —Sé... sé que puedes reaccionar... eres muy fuerte después de todo... Recuerda... —la mano que se encontraba tocando cariñosamente su mejilla bajó hasta su pecho, tocando la parte en donde se encontraba su corazón. —Hay... hay un sentimiento más... más grande que tu miedo... y es por él, por lo que tanto querías li-liberar a las personas... —siguió hablando con dificultad, sintiendo como se tambaleaba por perder fuerzas, comenzaba a ser difícil apoyarse en sus rodillas.
Ante sus palabras, el corazón de Atsushi se agitó nuevamente, como si le tratara de decir algo, como si quisiera romper el candado de su mente.
¿De qué sentimiento hablaba? Pensó, pensó y pensó, su mente poco a poco iba despabilándose gracias a su corazón que seguía gritando en desesperación, no entendía lo que decía. No hasta segundos después, cuando pudo descifrar lo que quería decir.
Amor, ese era el sentimiento que era más grande que su miedo; aquel que lo impulsó a traicionar la Federación, el que lo armó de valor para salvar a Oda, el que le hizo ser valiente para sacrificarse por Dazai, quien le dio la fuerza para encarar a Shibusawa.
Estaba enamorado, él, Atsushi Nakajima era el traidor de la Federación en Contra del Sentimiento Engañoso, porque había caído enamorado de Dazai.
El efecto de la droga cada vez era más leve, siendo borrado por completo gracias a su fuerza de voluntad, pudiendo pensar claramente después de tanto tiempo.
Atsushi miró a su alrededor, observando todo el desastre que estaba viviendo, pero luego bajó su mirada a aquel hombre que temblaba, viendo como parecía perder fuerza e iba a caer, pero no lo permitió. Dejó caer el cuchillo y llevó sus brazos alrededor del mayor, ayudando a que ladeara su cuerpo y se apoyara en él, sintiendo como sus labios temblaban y las lágrimas se volvían más pesadas.
—¡Da-Dazai! —el castaño escuchó su nombre siendo pronunciado con una angustia tan notable. Sus ojos que había cerrado en un punto los volvió a abrir, alzando la mirada para ver aquellos ojos brillosos que le miraban con suma preocupación, sintiendo al poco tiempo como las lágrimas caían sobre su rostro.
—Bi-bienvenido de nuevo... Atsushi... —habló mientras sonreía, alzando su mano para tocar nuevamente la mejilla contraria. Lamentablemente la que le quedaba más accesible era la que tenía su herida, pero por el momento no fue algo que le importara, simplemente fueron sus dedos los que tocaban su piel, para evitar mancharlo de su sangre.
—Yo... yo... lo siento mucho... por mi culpa... —hipeó con completo dolor, viendo totalmente borroso por las lágrimas. Parpadeó un poco para aclarar su vista, gimoteando por aquellos ojos que le miraban con completa calidez. —No debieron venir... era claro que se trataba de una trampa y ahora... ustedes... tú... —el llanto le impedía poder hablar con claridad.
Sostuvo al mayor con uno de sus brazos, mientras que su mano contraria subía hasta donde se encontraba la de Dazai, invitándolo a que dejara su palma contra su rostro. El castaño dudó un poco, pero terminó accediendo, dejando que Atsushi presionara su mano sobre la suya, empujándola contra su mejilla. El tacto ayudó a disminuir el ardor de su herida, sin duda, Atsushi siempre lograba calmar con su dolor.
—Tampoco te íbamos a dejar... no-no iba a permitir que te hicieran daño... —aun si su voz era quebrada, no pudo evitar expresarse con cariño hacia el albino, que si bien, entibiaba al corazón de Atsushi, también lo lastimaba, pues a pesar de sus heridas, siempre lo trataba con tanto amor.
—Pero yo... te terminé dañando...
—No importa... ahora puedo estar contigo... y, eso me llena de mucha felicidad... —sintió en sus propios ojos un ardor. No se sorprendería si estuviera formando lágrimas, eran tantas las emociones que lo sacudían, que, aunque quisiera reprimirlo, no pudo evitar que un par de ellas terminara saliendo.
—Yo también soy feliz de estar contigo... así que no me dejes... Estarás bien... te salvaré una vez más, lo prometo... Dazai... —su voz sonó desgarrada por el llanto y las lágrimas siguieron creciendo.
El escenario se había vuelto uno deprimente. Los integrantes de la Federación se detuvieron al ver a su Líder llorar con tanto dolor, una tristeza que comenzaba a ser contagiosa para ellos, sentimiento que los rebeldes también compartían. Ver a ambos aferrarse al otro, entre lágrimas donde expresaban sus sentimientos, había parado momentáneamente con la batalla que se estaba lidiando alrededor de ellos, creando una peculiar empatía a todo aquel que presenciaba la escena de la pareja aferrándose al otro.
—En verdad que... —Atsushi escuchó la voz de Shibusawa, lo que le hizo alzar la mirada hacia su mentor, viendo aquel rostro de completa furia. De solo verlo le hizo rechinar los dientes, todo esto era su culpa.
Tatsuhiko dio un paso hacia ellos, rápidamente Atsushi se puso a la defensiva, protegería a Dazai a cualquier costo. Aquella mirada de determinación, incrementó la molestia en el mayor. Llevó sus manos a su cinturón y retiró de éste el arma de fuego que tenía retenida en esta parte, la sacó y apuntó hacia ellos, sin conseguir borrar la determinada expresión en el otro.
—No puedo creer que hayas logrado evadir el efecto de la droga... es una hazaña asombrosa... pero sigues podrido en ese sentimiento. —dejó sonar con voz áspera, signo de su molestia. —Si tú no lo matarás, entonces lo haré yo, ese maldito es el culpable de tu corrompida alma, debo deshacerme de él. —bajó un poco la dirección en el que apuntaba, fijando al castaño. —Realmente... me enferma el amor. —escupió las palabras con repudio, sintiéndose totalmente asqueado por aquel sentimiento.
Llevó su dedo al gatillo, preparado para disparar, importándole poco si Atsushi comenzaba a acercarse para bloquear el disparo. Sea como sea, conseguiría matarlo, aun si significaba dañar a su mejor hombre.
Pero eso nunca sucedió.
Justo unos minutos antes, los hermanos Akutagawa y Chuuya habían llegado al sector A. En cuanto el mandatario colocó un pie sobre aquel lugar, percibió un aura de desesperación y dolor, pues los pocos civiles que se encontraban en el área, miraron con terror al de cabellos naranjas, prácticamente implorando porque no les hiciera daño, una escena que quebró algo dentro de él.
Siguieron avanzando por las calles, donde Chuuya pudo observar mejor la situación en las pocas personas que estaban ahí, llamando más su atención por el terror que se reflejaba en sus miradas por encontrarse con oficiales de la federación, pero en especial con el mandatario. ¿Este era el dolor que día a día estaban condenadas las personas a sufrir? Sin duda, la realidad no encajaba para nada a lo que Shibusawa le informaba día tras día.
Por otra parte, Akutagawa se sentía desesperado, por más que apresurara su paso, sentía que sus pies solo se arrastraban. Por los rostros temerosos de los civiles, le daban a entender que las cosas no estaban bien, y supo que fue así cuando finalmente llegaron a la plaza del sector A, justo en el momento donde Atsushi rompía en llanto por Dazai, una escena que dejó perplejos a Chuuya y a Akutagawa. El menor empuñó sus manos por aquel sentimiento de impotencia de haber llegado tarde, mientras que el otro, simplemente no podía pensar en nada por ver tan desgarradora escena.
Nadie por el momento había notado su presencia, pues estaban más centrados en la situación de Dazai y Atsushi.
Nakahara no podía creer el estado en él que se encontraba todos. Los civiles que estaban presentes tenían rostros de sufrimiento, huyendo para estar lejos de la Federación. Incluso, los pocos que le vieron se asustaron y evitaron el contacto visual con él, expresando un fuerte miedo hacia él, a pesar de que no había hecho nada. Aunque sin duda, lo que más tenía atrapada la atención del gobernante, era escuchar la angustiada voz de Atsushi, nunca lo había visto en tal estado, tan asustado y desesperado. Bajó un poco más su mirada, centrándola en aquel hombre herido que Nakajima sostenía. Incluso ante la distancia que los separaba, podía percatarse en el agarre que el menor mantenía en aquel hombre, uno delicado y tembloroso. Sin duda se trataba de una persona especial para el albino, confirmándolo cuando afrontó a Shibusawa por él.
Pero afortunadamente, reaccionó ante las últimas palabras dichas por Tatsuhiko, viendo como tenía intenciones de disparar. Con rapidez se acercó hacia él, teniendo un rostro completamente disgustado.
—¡Shibusawa! —expresó Chuuya con seriedad.
El mencionado giró rápidamente a donde se escuchó aquella voz, completamente sorprendido por la persona de quien se trataba. La sorpresa incrementó por verlo ahí, con el ceño fruncido y realizando una mueca, dejando a la vista el desagrado que sentía por lo que estaba viendo.
—Se-señor... ¿qué está...? —ni siquiera podía completar su frase debido a la sorpresa. Chuuya nunca debió dejar el templo, él nunca debió de haber visto nada de esto.
—Eso mismo quiero saber yo, ¿qué es lo que está sucediendo aquí? —habló con voz molesta, provocando que el albino se tambaleara levemente. Enseguida buscó entre las personas a un par, encontrándolo en poco tiempo, frunciendo el entrecejo.
—Creí haber dicho que protegieran el sector Rojo y evitaran a toda costa que el mandatario se enterase... —gruñó hacia los hermanos Akutagawa, donde Ryunosuke llevó a su hermana detrás de él, protegiéndola de aquella escalofriante mirada de su superior.
—Te estoy hablando, Shibusawa... ¿qué está sucediendo? —la voz de Chuuya solo aumentaba el enfado que sentía Tatsuhiko, expresándolo en el gruñido que dejó salir.
El más alto se giró en dirección a su mandatario, dedicándole una mirada fría, rostro que no intimidó en absoluto a Nakahara, pues estaba esperando una respuesta de su consejero.
—¿Qué está pasando? Es muy sencillo, simplemente estamos purificando a la nación deshaciéndonos del grupo rebelde que tanto ha atormentado al país. —trató de sonar suave, pero sus palabras solo endurecieron la expresión de Chuuya.
—Nunca di la orden para que hicieran eso, ¿por qué llevas a cabo una ejecución sin mi autorización? —la mandíbula de Shibusawa se tensó, tratando de mantener la calma.
—Oh, creí que no habría necesidad al tratarse de criminales altamente peligrosos, pues todo el sufrimiento que han causado a las personas era suficiente para exterminarlos aquí. —habló de la misma manera, sin poder tranquilizarse por ver aquella mirada furiosa que le dedicaba Chuuya.
—¿El sufrimiento que causan ellos? ¿O el sufrimiento que has creado tú? —la calmada expresión de Shibusawa se borró por completo ante aquella acusación, mirando nuevamente a Ryunosuke que se mantenía con un rostro molesto.
Sus labios temblaron, formándose una amplia sonrisa, no pudo retener las fuertes risas tras lo que Nakahara se le había dicho. Alzó su mano y frotó su rostro, para dedicarle otra mirada al menor, sin borrar su retorcida sonrisa.
—Aaaah... realmente tenía la intención de arreglar las cosas y que todo siguiera con normalidad... pero veo que ya te enteraste. —la sonrisa que tenía se borró por completo, dejando un rostro de completa seriedad. —Igual veo que por más que tratara de moldearte, sigues siendo patético.
La sorpresa invadió el rostro de Nakahara tras sus palabras, al igual que la mayoría de todos los presentes. Pues todos sabían del respeto que le guardaba Shibusawa al mandatario, que ahora fuera grosero con él, no podía significar nada bueno.
—¿Y qué si es verdad todo? —expresó con una alegría retorcida, estremeciendo a algunos de los integrantes de la Federación. —¡Así es, Chuuya Nakahara! Las personas sufren en miseria, la nación perfecta que tanto creías que era, es mentira. Pero ha sido la nación perfecta para nosotros y los anteriores mandatarios... Pero tú has sido diferente... desde muy pequeño lo fuiste. —habló con una notable molestia.
Desde que inició aquel régimen, los gobernantes habían disfrutado del dolor y sufrimiento de las personas, un gusto que era hereditario. Fue la principal razón por la que nunca acabaron con esto a pesar de que todos sabían que el amor realmente no era malo. Erradicar un sentimiento que podía dar tanta felicidad era tan satisfactorio, pero no solo eso, el miedo de las personas las hacía ser tan obedientes, teniéndolas de ese modo, era muy fácil manipularlas.
Y las cosas debieron seguir así, hasta que llegó Chuuya.
—Ayudar a la gente y ser una buena persona, eran pensamientos que ensuciaron tu mente. Siempre fuiste débil por tener esa asquerosa amabilidad... No puedo creer que compartas sangre con Kouyou... mucho menos que tu amabilidad la terminara corrompiendo.
El rostro molesto que tenía Chuuya pareció borrarse por completo ante la mención de aquella mujer. Sin ser capaz de ocultar la confusión en su rostro, una reacción que pareció divertir a Shibusawa.
—Ella era despiadada, disfrutaba tanto del dolor de las personas y no dudaba ni en un segundo en dar la orden de matar a quien la desobedeciera... Tú debiste ser igual, pero terminaste arruinándola. —no pudo evitar volver a sonreír por ver como el rostro de Chuuya parecía palidecer levemente, realmente era un buen rostro. —Desde que tú llegaste a su vida luego de la muerte de tus miserables padres... la arruinaste, la contaminaste de esa amabilidad que tienes. Ella quería una nación mejor para ti, al punto de querer ayudar a las personas... un comportamiento enfermizo... Fue culpa tuya que ella muriese. —y su sonrisa pareció crecer ante el horror que se plasmó en el otro.
—¿Qué...? —Nakahara se tambaleó un poco, completamente afectado por las palabras que se le estaba diciendo.
—Oh... es verdad, tú nunca lo supiste, nadie realmente... pero que ella llevara tu educación era muy peligroso, sabía que te había dicho cosas sobre que debías ser alguien bueno y debías mejorar la nación, cambiando sus leyes. No podía permitir que dañara al futuro mandatario, así que simplemente, la maté. —confesó sin borrar su sonrisa.
Shibusawa no podía sentirse más satisfecho ante la reacción de Chuuya, viendo como su respiración se volvía pesada. Su cuerpo tembló ligeramente y su mirada denotaba que no podía creer lo que estaba diciendo.
—Lentamente la envenené para que se creyera que fue una peculiar enfermedad que arrebató su vida. Pero todo esto fue porque tú la manchaste de esa pureza, creí que sería suficiente para arreglar lo que pudo arruinar en ti, creí que podía formarte como un buen mandatario... pero veo que fue todo en vano. A pesar de que traté de borrar sus palabras de tu mente y hacer creer que todo estaba bien... sigues igual de dañado. —soltó un suspiro con resignación, sin borrar aún la felicidad que sentía ante la idea que vino a su mente. —No estoy en disposición de tolerar más, no luego de los problemas del grupo rebelde y la traición de Atsushi. Lo que menos necesito ahora es lidiar contigo, así que....
Aprovechó que tenía aún la pistola en su mano y la alzó en dirección de Chuuya, quien realmente no pudo reaccionar ante aquel suceso, pues seguía procesando las palabras que había dicho sobre Kouyou, sintiendo como su pecho dolía al saber que realmente había sido asesinada.
—Que seas el mandatario me importa un bledo, teniendo yo el control total de la Federación, tu existencia es insignificante, aún más si no puedes ser como los otros mandatarios. Entonces me desharé de ti para poder cumplir con su legado, de esa manera todo será mío. —Shibusawa sentía que mediante hablaba, la emoción crecía, deformando su sonrisa a una retorcida por querer matar al mandatario. —De ese modo podrás estar al lado de la estúpida de Kouyou, deberías agradécemelo. —expresó entre risas.
Como Nakahara aún estaba aturdido, ni siquiera se movió de su lugar, siendo perfecto para Tatsuhiko. Apuntó bien y llevó su dedo al gatillo, ansioso por disparar y deshacerse de él.
Pero justo cuando presionó el gatillo, Ryunosuke se aproximó hacia Chuuya, sintiéndose desesperado por no alcanzarlo. Quizá el tiempo no le daría para jalarlo y evadir el disparo, pero si para recibirlo por él, cosa que sucedió.
Akutagawa no iba a permitir que dañaran a Chuuya, por ello en cuanto vio que Shibusawa apuntaba hacia él con el arma, se alertó enseguida. Su desesperación por protegerlo le había llevado a usar su propio cuerpo como escudo, evitando así algún daño en el mandatario.
Pero ese suceso fue lo que logró hacer reaccionar a Chuuya, parecía que todo lo había visto en cámara lenta, la forma en cómo el menor se aproximaba hacia él para recibir el impacto de la bala. Akutagawa enseguida llevó su mano a la herida que se le había hecho, presionando para evitar que la sangre saliera a montones, llegando a escupir un poco de esta.
—¡Ryunosuke! —gritó alarmado Chuuya, mientras llevaba sus brazos al menor, quien finalmente no pudo aguantar y cayó al suelo, siendo amortiguado por el mayor quien se inclinó junto con él, evitando que la caída fuera tan dolorosa.
Ante lo sucedido, Shibusawa chasqueó la lengua, sintiendo como la frustración que ya era grande, crecía más. De una u otra manera terminaban impidiendo sus planes, ya estaba harto.
—Veo que hay otro traidor en la Federación, no tendré piedad en absoluto, ¿quieres morir por él? Adelante. —habló con molestia, apuntando hacia Akutagawa para cumplir con sus propias palabras.
Mientras tanto, Atsushi se sentía impotente, debía hacer algo, pero no podía dejar a Dazai, no podía pedir ayuda a sus compañeros, pues él ya no era el Líder de la Federación. Además de que todos obedecían a Shibusawa, recurrir a algún rebelde tampoco, pues todos se encontraban rodeados por algún integrante de la Federación, si se movían, éstos lo impedirían.
—Ve... te necesitan allá... no te preocupes por mí... —escuchó la voz de Dazai, haciéndole mirar hacia abajo, viendo la temblorosa sonrisa que le dedicaba, un gesto que hacía aferrarse más al mayor y negarse en dejarlo.
—Pero... no puedo dejarte aquí solo... —habló tembloroso.
—Yo... estaré bien... —trató de alentarlo, pero Atsushi seguía sin estar convencido. Temía que, si lo dejaba, de algún modo Shibusawa terminara por atacarlo, era el único que podía ayudar, pero también el único que podía proteger a Dazai.
—Yo lo cuido por ti. —Atsushi alzó velozmente la mirada, encontrándose con el rostro preocupado de Gin quien le ofrecía su ayuda, haciéndole temblar ligeramente. —Ayuda a mi hermano... por favor. —sus labios se apretaron ante aquella petición, a lo que de forma inmediata asintió.
—Confío en ti, Gin. —ella imitó su gesto y asintió, inclinándose hasta tomar el cuerpo de Dazai para evitar recargarlo completamente en el suelo, cambiando de lugar con Atsushi.
Una vez Atsushi estuvo libre, se inclinó y tomó la daga. Con rapidez se acercó hacía Shibusawa, y antes de que pudiese disparar, llegó hasta donde él estaba, atacando con el cuchillo la mano del mayor, creándole una cortadura en el dorso.
Shibusawa maldijo ante el dolor que comenzaba a nacer de su mano, viéndose obligado a tener que soltar el arma por la pérdida de fuerza que tuvo por la herida. Dirigió su mirada hacia Atsushi, mirándole completamente molesto. A diferencia de lo que pudo haber causado en él meses atrás, esta vez no había ningún rastro de miedo en su mirada, algo que hacía arder su interior en furia.
—¿¡Qué es lo que crees que haces!? ¡Inútil! ¡Nunca te di la orden de moverte! —gritó exasperadamente, rechinando los dientes por como la sangre comenzaba a manchar su impecable ropa blanca.
—Te lo dije, Shibusawa, nunca más voy a volver a obedecerte. —Nakajima lo apuntó con el cuchillo, amenazándolo de que, si hacía algo más, no dudaría en atacarlo. Pero sus palabras simplemente aumentaron la irritación en el mayor.
—¡Tienes que hacerlo! Eres mío... todos en la Federación lo son, ¡ninguno tiene derecho a desobedecerme! En especial tú... tú... —comenzó a perder la calma, alterándose por el odio que quemaba a su podrido corazón. —Tu lealtad era mía, tu miedo debería de ser mucho más grande que cualquier cosa... ¡Debes tenerme miedo! ¡Así que borra esa repugnante valentía de ti! —pero sus palabras, más allá de causar temor en Atsushi, simplemente hacían que frunciera más el entrecejo, comenzando a acortar los pasos hacia su mentor, quien retrocedió, pues parece que el que temía ahora era otro.
—Ya no más, esto ha acabado. No volverás a crear sufrimiento en las personas. —demandó seriamente Atsushi, mientras se acercaba lo suficiente para tomar el brazo de Shibusawa. Pero éste inmediatamente retrocedió para atacar a Atsushi, el cual terminó esquivando para crear distancia entre los dos.
—¿Acabar? ¡No digas tonterías! —expresó para luego comenzar a soltar risas de superioridad. —Tú, ni Chuuya, ni nadie puede detenerme, porque yo tengo el control de la Federación y mientras ellos me obedezcan, ustedes no son nada. —habló con preponderancia, riendo sin motivo alguno. —Disparen. —ordenó hacia los soldados, sin borrar aquella sonrisa deformada.
Atsushi rápidamente se puso a alerta cuando vio a sus compañeros mirarse con duda entre ellos, con miradas temblorosas y cuerpos rígidos.
—¿¡Acaso no escucharon!? He dicho que disparen. —Tatsuhiko gruñó hacia la Federación. Éstos saltaron del susto por aquella aterradora mirada y en cuestión de segundos alzaron sus armas, apuntando hacia Akutagawa y Chuuya, algunos otros hacia Atsushi.
—Ellos no tienen porque obedecerte. —la sonrisa de Shibusawa se hizo pequeña ante la voz seria de Nakahara que resonó en el lugar, captando la atención de todos. —Alguien que ha causado tanto dolor como tú no tiene derecho sobre los demás para ordenar algo como provocar más daño. ¿Quieres matarme y tomar el poder cuando no tienes ningún atributo de dirigir? —habló con molestia.
Shibusawa rechinó los dientes, enfurecido por las palabras que Chuuya había dicho. A pesar de que en el rostro del menor había rastros de dolor y preocupación, lo estaba encarando, mostrando la valentía que odiaba ver en las personas.
Dirigió su mano no herida a uno de los costados de su cadera, desenvainando un cuchillo que tenía sostenida en aquel lugar. Una vez armado, giró en dirección del mandatario, conseguiría arrebatar su vida a cualquier costo, pero su misión fue interrumpida por Atsushi quien se dirigió hacia él y lo atacó con un golpe realizado por sus brazos, aunque el mayor lo esquivó y llevó su mano con el cuchillo hacia el otro, pero fue esquivado.
—No permitiré que causes más dolor. —declaró Atsushi con una mirada firme, provocando más revuelos en el interior de su mentor.
—¿Estás afrontándome? ¿Tú? —la gran sonrisa burlona regresó en el rostro de Tatsuhiko a la vez que se giraba en dirección para centrar toda la atención en el menor.
Shibusawa se acercó a gran velocidad a Atsushi y lo atacó con su arma, a lo que el otro evadió, pero fue golpeado por una de las piernas del mayor, desequilibrando un poco a Nakajima.
—¿Crees poder conmigo? ¿Aun cuando fui yo quien te entrenó y enseñó todo lo que sabes? —habló entre risas mientras seguía golpeando a Atsushi, quien bloqueaba los golpes con sus brazos y hacia lo posible por esquivar los más que podía.
Atsushi seguía recibiendo los ataques del otro, tratando de hallar el momento adecuado para actuar, pero difícilmente encontraba algún espacio en donde pudiese hacerlo. Hasta unos momentos después, donde Shibusawa hizo una pausa, la cual fue aprovechada por el albino menor. Sostuvo con firmeza la daga en su mano y la dirigió hacia el adulto, listo para apuñalarlo, pero su brazo fue atrapado por este, teniéndolo inmovilizado.
—Por muy fuerte que seas no puedes superarme, menos aun cuando estas igual de podrido que todos. —Esas fueron las palabras de Shibusawa antes de enterrar el cuchillo en el brazo que sostenía del menor, consiguiendo que éste soltase su propia arma. Aprovechó el estado de vulnerabilidad de éste para patear su estómago y tirarlo al suelo.
Aun si la herida era dolorosa, Atsushi no se vio intimidado por ello. Alzó la mirada y se encontró con la sombría de su superior quien limpiaba la sangre que embarraba el cuchillo, acercándose peligrosamente hacia él.
—Una vez ya he perdonado tu vida, si no quieres tener el mismo final que tendrá él. —señaló a Nakahara con el cuchillo. —Será mejor que te quedes quieto o yo mismo me encargaré de hacerlo. —Shibusawa siguió acercándose, donde Atsushi comenzaba a pensar desesperadamente en algún plan de ataque. —Tú y Chuuya no son los primeros en desear una nación mejor. Uno a uno ha fracasado y lo mismo sucederá ahora. ¿Qué te hace creer que su caso será distinto al de los anteriores?
El plan de Tatsuhiko no era matar a Atsushi, simplemente quería herirlo de gravedad para que no le estorbase. Pero esto jamás sucedió al momento que se escuchó un disparo, sintiendo a los segundos como la bala impactaba contra una de sus piernas, haciéndole caer de rodillas.
—La diferencia ahora es que... ellos no están solos. —las palabras de Gin sorprendieron a todos. Aunque lo que más les tenía impactados era que, ella había sido la causante del disparo, pues sus manos sostenían el arma que se encontraba tambaleando un poco ante la adrenalina que recorría su cuerpo por haber afrontado directamente a su mentor.
—Desgraciada... —jadeó con dificultad Shibusawa, sintiendo como su sangre hervía en odio por las acciones y palabras de la chica. —¡También has firmado tu propia sentencia de muerte! Tú y tu hermano son un desperdicio de la Federación, su muerte me llenará de tanta alegría. —¡Mátenlos a todos! ¡ya! —ordenó a ambas Federaciones con completa desesperación, pues no estaba con la paciencia de seguir soportando esto.
Fyodor, quien no se encontraba muy lejos de ahí, fue de los primeros en acatar la orden de Tatsuhiko, donde llevó su respectiva arma en dirección de Gin, listo para presionar el gatillo y disparar. Pero cuando comenzaba a centrar su objetivo, escuchó un metálico sonido detrás de él, haciéndole girar para ver lo que sucedía.
—Será mejor que te quedes quieto. —se sorprendió al verse amenazado con una pistola por parte de Sigma. Pero en vez de molestarlo, simplemente le hizo sonreír con diversión, bajando sus manos que sostenían el arma, obedeciendo a la amenaza que le hacía su inferior.
Shibusawa esperaba ansiosamente para deleitarse con los sonidos de disparos y delirios por parte de los afectados, pero no hubo nada, cosa que le hizo girar hacia los oficiales que lo rodeaban.
Los únicos que parecía que iban a obedecer fueron Ivan, Ace y Nikolai, pero fueron detenidos por Mark, Higuchi y Lucy respectivamente, ignorando por completo a los rebeldes que mantenían retenidos, soltándolos para detener a estas personas. Ya sea amenazando como lo hizo Higuchi, quitándoles el arma como lo hizo Mark o tomándolo del brazo y reteniéndolo contra el suelo, como lo hizo Lucy, impidiendo de esa manera que acataran la orden de Tatsuhiko.
—La Federación en Contra del Sentimiento Engañoso ha seguido sus órdenes durante todos estos años debido al temor... Pero ya no lo haremos más, únicamente obedeceremos al mandatario y... —Giró hacia donde Atsushi estaba, para luego sonreírle. —A nuestro Líder. —Habló con seriedad Tachihara mientras caminaba en dirección de donde se encontraba Atsushi para ofrecerle una mano y ayudarlo a que se colocara de pie, ayuda que no fue negada por el albino.
Shibusawa miró a sus alrededores, encontrándose con las miradas molestas de los integrantes de la Federación, tras ver la valentía en Atsushi, Ryunosuke y Gin para revelarse contra su superior, que tanto miedo les sembró para obedecer. Ellos... también querían ser valientes, ninguno de ellos apoyaba realmente a Shibusawa, seguían sus órdenes por el gran miedo que le tenían.
El mayor temor del gobierno se estaba cumpliendo; que las personas se unieran entre sí al verse cautivados por algo tan repugnante que era la valentía por querer el bienestar de ellos y los demás. Pues por primera vez, se unieron en una misma causa que todos compartían: querían su libertad, librándose de las garras de Tatsuhiko.
Pero al ver que ninguno de ellos parecía obedecer, estaba desesperando más a Shibusawa, girándose hacia el único que sabía que era completamente fiel a él.
—¡Fyodor! Haz algo, te ordeno que lo hagas. —se expresó en un revoltijo de sentimientos, desde el odio y hasta la desesperación.
Dostoevsky, quien por el momento se mantenía con una mirada seria, terminó por sonreír al ver aquel rostro que nunca creyó ver en su superior, exigiéndole que impusiera orden y todo volviera a estar bajo su control. Pero viendo la situación, la determinación y valentía en sus compañeros más jóvenes, difícilmente podría hacer algo y si era honesto, tampoco quería hacerlo.
Por ello, realizó un gesto hacia sus subordinados, pidiendo calma para que dejaran de batallar con los de la Federación más joven. Éstos miraron curiosos a su líder quien aún tenía aquella relajante sonrisa, empeorando el humor de Shibusawa.
—No puedo hacer milagros, Shibusawa, creo que queda completamente clara tu derrota. Debiste ser más precavido, no obedeceré a alguien que se deja llevar por los impulsos tan estúpidamente. —fue lo último que dijo para alzar sus manos, dando a entender la rendición por parte de la antigua Federación, horrorizando aún más al albino.
—Tú... maldito infeliz... —apretó fuertemente los dientes por ver aquel rostro calmado que parecía disfrutar de su desgracia. No era posible que esto estuviese sucediendo.
Atsushi aprovechó que Tatsuhiko parecía estar asesinando a Fyodor con la mirada y tomó con fuerza su brazo, jalándolo hacia él para alcanzar al otro, llevando ambos a su espalda para tenerlo retenido. Éste comenzó a sacudirse, negándose a que realmente había perdido, era imposible, todo siempre había sido perfecto, nunca nadie se había armado de valor para desobedecerlo a él ni al gobierno.
—¡Suéltame, mocoso! ¡No puedes hacer esto! Tienes... tienes que obedecerme... —siguió necio con el mismo tema, algo que llenó de molestia a Atsushi.
Vio como una persona se acercaba, a ambos Atsushi enfocó su mirada, encontrándose como Kyouka quién se dirigía hacia él, sintiéndose un poco nervioso por si trataría de defenderlo. Pero cuando esta llegó hacia él, le sonrió levemente mientras sacaba del bolsillo de su saco unas esposas, haciéndole entrega a su líder.
—Por todo lo que ha hecho Shibusawa-san... es usted un criminal, y nosotros como Federación nos encargamos de arrestar criminales... ¿No es así, jefe? —Atsushi sonrió ante las palabras de la chica, este inmediatamente asintió y aceptó las esposas.
Giró hacia sus compañeros, viendo como aquellos que retenían a la antigua Federación comenzaban a esposarlos de igual manera, parece que en verdad... todo había acabado.
—Tatsuhiko Shibusawa... quedas arrestado. —sentenció Atsushi mientras colocaba las esposas alrededor de sus muñecas, consiguiendo que este se sacudiera más debido al enojo que lo envolvía, sin poder aceptar lo que estaba sucediendo.
El infierno que sacudió por tantos años a la nación... finalmente había terminado.
—¿Se encuentra bien, señor?
Lucy se inclinó hacia Chuuya que parecía todavía impactado por todo lo sucedido. No había podido decir nada más luego de sus últimas palabras, tampoco sabía mucho que hacer al estar completamente preocupado por Akutagawa.
Este alzó la mirada para ver a la chica, pero nuevamente, no supo que decir, eran tantas las emociones que atacaban a su ser. Ver en persona lo dañada que se encontraba su nación, con el sufrimiento ajeno asomándose en cada esquina y por cada revelación que Shibusawa había hecho, lo tenía bastante desconcertado.
Al ver que la atención de la Federación se centró en otros temas, varios de los rebeldes se acercaron a donde estaba Dazai. Algunos otros simplemente se quedaron viendo con una gran felicidad inundando sus pechos, pues finalmente, su lucha había tenido éxito.
Atsushi dejó a Tatsuhiko a cargo de Kyouka y éste salió disparado hacia donde el castaño estaba, siendo tan rápido que casi tropieza en el camino, llamando un poco la atención de Nakahara.
—¡Dazai! —le llamó mientras se dejaba caer a su lado, mirándole desesperadamente, éste se encontraba con los ojos cerrados, los cuales abrió lentamente para mirar a su pareja, viendo nuevamente la preocupación en su rostro.
Atsushi acunó el rostro del mayor entre sus manos, donde una de las de Dazai subió y la dejó sobre su brazo, consiguiendo un leve gimoteo por parte del albino al haber rozado la herida que aún goteaba de sangre.
—E-estás herido... —habló Dazai un tanto preocupado, pero no podía expresar mucho esa preocupación debido a la gran sonrisa que tenía Atsushi, la cual no delataba en absoluto ningún signo de dolor.
—No importa eso. —le restó importancia a aquel hecho y mejor se concentró y que sus manos tomaran aquella que se encontraba sobre su brazo. —Lo hemos conseguido... ya todo ha terminado... —comunicó con felicidad, pero tristeza también al ver al castaño respirar con dificultad.
—Eso... eso es bueno... podrás ser libre... —expresó con una sonrisa el castaño, provocando que nuevamente los ojos de Atsushi se cristalizaran por las lágrimas.
—Y... y podremos estar juntos... ya no habrá nada que nos separe... —habló sin poder ya retener las lágrimas que caían.
Chuuya miró conmovido aquella escena. Nunca había visto tan desesperado al albino por algo, en verdad que aquella persona parecía ser muy importante para él. Bajó su mirada, viendo como Akutagawa estaba en un estado delicado, debía de ser atendido cuantos antes, ambos tenían que serlo.
—Lucy, llama pronto a una ambulancia para que atiendan a Ryunosuke y aquel hombre. —ordenó Chuuya a la chica, quien rápidamente asintió y comenzó a hacer lo que se le había dicho.
Afortunadamente, en el sector A se encontraba un hospital cerca de ellos, fue cosa de minutos para que llegaran y se llevaran en camillas a Akutagawa y Dazai.
Luego de largos minutos, el sol comenzaba a iluminar un futuro esperanzador en aquella nación que por años se mantuvo encerrada en oscuras nubes de dolor y sufrimiento.
¿Están listos para el capítulo final?
Ya en el siguiente nos estaremos despidiendo de esta historia, así que, váyanse preparando con pañuelos y serpentinas. ✨🎉
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