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Capítulo • 31 •


El exceso de luz que se infiltraba por las blancas cortinas comenzaba a iluminar la habitación, molestando a sus párpados. Volteó para darle la espalda a la ventana que daba contra su rostro, pero a pesar de que le gustaría seguir durmiendo en esa cómoda calidez, su reloj interno le estaba indicando que era momento de despertar. Se negó por unos minutos, pero terminó cediendo.

Con cuidado se sentó sobre la cama, sintiendo como el cálido cobertor se deslizaba hacia abajo. Bostezó grande y comenzó a abrir sus ojos con pereza, comenzando a mirar a su alrededor. Se quedó con la vista perdida por unos instantes, hasta que recordó el lugar en el que se encontraba, sintiendo como su pecho comenzaba a calentarse.

Bajó su mirada y vio aquel brazo con vendas desacomodadas rodear su cintura. Siguió el camino de aquel brazo hasta llegar a su dueño; Dazai se encontraba aún dormido con sus brazos extendidos hacia él. Atsushi sonrió ampliamente, no recuerda alguna noche en la cual hubiese dormido tan bien, quizá se debió a que en todo momento fue abrazado por el mayor. Ambos lo suficientemente juntos como para no pasar frío o porque durante toda la noche fue arrullado por el gentil latido del corazón ajeno, o simplemente porque estaba con Dazai.

Atsushi volvió a recostarse a su lado, teniendo su mirada atenta en su rostro tranquilo, admiraba cada facción de Dazai dormido, como soltaba las relajantes respiraciones, o lo suave que subía y bajaba su pecho. Alzó su mano y la llevó a aquel mechón de rizado cabello que se interponía en su vista, llevándolo detrás de la oreja. Con solo verlo ya sentía a su interior burbujear en una extraordinaria felicidad, sin poder retener una sonrisa por lo lindo que le parecía el mayor.

—Dazai... —murmuró suavemente el nombre del mayor, mientras sus dedos comenzaban a tocar sus mejillas, vio como éste torcía los labios y arrugaba la nariz, pero siguió con los ojos cerrados. —Ya es de día... despierta. —siguió hablando de la misma manera, llevando su mano libre a la mejilla restante del otro.

Escuchó una queja de Dazai y éste se acercó más a él, abrazando más fuerte su cintura mientras se encorvaba hacia él, como un niño pequeño que abrazaba su oso de peluche. Su comportamiento simplemente hizo reír al menor, quien llevó sus brazos alrededor del cuello contrario para abrazarlo de igual manera, bajando un poco su cabeza para besar la de Dazai.

—Dazai. —repitió otra vez, recibiendo otro apretón de éste.

—No quiero. —se sorprendió un poco, su voz no sonaba somnolienta.

—¿Ya estabas despierto? —Osamu asintió a su pregunta y alzó un poco el rostro, fijando su mirada en el rostro de Atsushi, sonriéndole con cariño.

—Buenos días. —saludó para luego inclinarse y besar sus labios, sintiendo como los de Atsushi temblaban en el acto. —No hace mucho desperté, pero te veías tan lindo dormido que quise seguir así. —habló melosamente.

—Entonces si ya estás despierto es hora de levantarse. —la sonrisa de Dazai se desfiguró antes esas palabras, aflojó su cuerpo y se volvió a hundir en el hombro de Atsushi.

—Pero quiero estar así contigo por más tiempo, quiero quedarme así todo el día. —puchereó a la vez que lo abrazaba fuertemente y entrelazaba sus piernas contra las del menor, agitando una vez más al corazón de Atsushi. Si era honesto, a él también le gustaría estar así el resto del día, pero sabía que no se podía.

—Pero no podemos... ambos tenemos cosas que hacer, ¿no hoy era cuando irías a aquella entrevista con Kunikida-san? —escuchó al mayor chillar.

Luego de que capturaran a Oda, al estar revelada su identidad, no podía regresar al trabajo en el bar. Sakunosuke al ser dueño del lugar, se había tomado la decisión de cerrarlo, para tampoco arriesgar a Dazai, pues sería el primero en ser interrogado por haber sido compañero de trabajo. Para no dejar desempleado al castaño, Kunikida le había mencionado que podría trabajar en la empresa donde él trabajaba, pues había hablado con su jefe para abrir una vacante en el área de administración.

Si bien no le gustaba la idea de trabajar en una oficina, no tenía muchas alternativas. Además de que Doppo se había tomado el tiempo para brindarle ayuda en conseguir un trabajo, por ello debía ir.

—Ni me lo recuerdes... quizá debería llamarlo para posponerla... —Atsushi frunció el entrecejo y bajó una vez más sus manos al rostro contrario, pellizcando sus mejillas, donde Dazai soltó un pequeño quejido.

—Pero ya una vez lo hiciste, él se va a enojar. —Dazai respiró hondo y soltó todo el aire en un pesado suspiro, alejándose un poco del menor, pero sin romper el abrazo.

—Supongo que no tengo de otra... Pero dame un beso para poder animarme. —pidió con la mirada brillante, haciendo sonreír una vez más a Atsushi. No se negó y rápidamente se acercó a él para dejar en sus labios un cálido beso que trató de prolongar lo más que se pudiera, escuchando la risueña risa del mayor. Parecía que estaba igual de feliz que él.

—Sería bueno que tomaras un baño. —aconsejó Atsushi luego de separarse del mayor, quien sonrió maliciosamente ante sus palabras.

—Tú también tienes que hacerlo, ¡ya sé! ¿por qué no tomamos el baño juntos~? —sugirió en un tono seductor mientras se acercaba peligrosamente a Atsushi, éste se ruborizó y rápidamente llevó su mano al rostro de Dazai, empujándolo al lado contrario.

—Estoy seguro que, si entro contigo, te demorarás más de lo necesario, a-además... me duelen las piernas... quiero relajarme un poco. —Dazai volvió a reír por escuchar la voz nerviosa del menor.

Alzó su mano y quitó aquella que estaba cubriendo su rostro, para poder dejar sobre el dorso un beso, seguidamente de haberla entrelazado con sus dedos.

—Está bien, iré primero. —se acercó y besó su mejilla, para luego, de forma perezosa alejarse de su amado, sentándose sobre la cama mientras estiraba sus brazos. Atsushi lo miró con una sonrisa, siguiendo su ejemplo para sentarse.

—De acuerdo.

Se giró hacia el borde de la cama, dándole la espalda al menor. Atsushi se dedicó a ver el torso de Dazai, ruborizándose terriblemente al ver rasguños marcados en su espalda, tenían un leve color rojo, así que era recientes, no podía excusarse diciendo que eran viejas cicatrices. Mientras Atsushi moría de vergüenza, Dazai buscaba entre la cama y el suelo su ropa interior, encontrándola en poco tiempo. Si bien no le molestaba pasearse desnudo por su hogar, sabía que a Atsushi lo avergonzaría.

—Lo siento... —escuchó la disculpa de Atsushi, haciéndole girar inmediatamente, encontrándose con su rostro sonrojado, extrañándolo un poco.

—¿Qué cosa? —Dazai ladeó la cabeza, confundido. Atsushi simplemente balbuceó. Éste alzó su mano y con cuidado pasó sus dedos contra la piel del mayor, quien respingó un poco.

—Esto... perdón por... uhm... rasguñar... te... —sus palabras salieron entorpecidas unas con las otras debido a la vergüenza que lo invadía al recordarse a él rasguñando distintos lugares de su cuerpo, removiéndose inquietamente en su lugar por esto.

—No te preocupes por ello, no duele ni nada de eso, en realidad, me gustó mucho que lo hicieras, deberías hacerlo más seguido~. —tarareó para molestar al albino, consiguiéndolo. Pero más allá de escuchar un gimoteo o ver como bajaba la mirada, sintió sus dedos enterrarse en su piel, arrancándole un quejido. —Pero no así... —soltó una risita.

No dijo nada, Atsushi se inclinó y dejó un par de besos en la espalda de su pareja, ampliando la sonrisa que tenía Dazai, donde terminó por soltar un suspiro ante la relajante sensación que le daba aquellos tibios besos en su piel.

Con ese cálido sentimiento, Dazai se levantó de la cama, se giró y atrapó el rostro de Atsushi para besar con ternura sus labios, seguidamente de ello se encaminó a la salida para dirigirse al baño. Tomaría una ducha para no demorarse mucho tiempo, poco le importaba llegar tarde a donde Kunikida lo esperaba, quería disfrutar todo el tiempo que pudiera estar con el albino antes de que se separaran.

Mientras tanto, Nakajima esperó en su habitación, quitándose de encima las sábanas, y le echó un vistazo a su cuerpo, ruborizándose nuevamente al ver algunas marcas en su pecho y sus piernas. Ahora que ya estaba completamente cuerdo, le causaba bastante pudor lo sucedido, pero no por ello significaba que era infeliz.

Llevó su mano a su pecho, sintiendo como su corazón latía con gran fuerza. En verdad sentía como si el amor que había entre Dazai y él se hubiese incrementado, probablemente se debía a la manera en cómo lo habían expresado la noche anterior. De solo recordar todo lo que sintió, le provocó que sus labios temblaran en esa explosión de felicidad, entendía ahora porque aquella era la muestra más significativa de amor que existía. Todo había sido tan fenomenal, porque se encontraba al lado de la persona que tanto amaba, no tenía palabras para definir ese sentimiento que lo estaba llenando de alegría en ese momento.

Desearía poder estar así siempre, no solo este día. Le había encantado dormir al lado de Dazai, eran pocas las veces que podía dormir bien, pues era común tener pesadillas o pensamientos que volvían difícil la tarea de conciliar el sueño, pero todos sus pesares se esfumaron para disfrutar de aquella noche. Quizá... si en el futuro las cosas mejorasen en la nación, podría cumplir aquella fantasía.

No supo cuánto tiempo se había perdido en sus pensamientos, al escuchar la puerta de la habitación y ver que entraba Dazai duchado con una toalla alrededor de su cadera, supuso que ya habían pasado los suficientes minutos para que tomara su respectiva ducha.

Los párpados de Atsushi se separaron un poco más debido a la impresión por ver a Dazai sin ninguna venda que cubriera su cuerpo, dejando ver cada una de las cicatrices que marcaban su cuerpo. En vez de provocarle desagrado, parecía que estaba calentando sus mejillas, en su rostro se notaba el brillo de admiración que estaba sintiendo por verlo sin las vendas. Osamu sonrió por verlo de ese modo, se acercó hasta la cama y de la mesita de noche que se encontraba al lado abrió el segundo cajón, activando la curiosidad del albino, quien terminó asomando la mirada. El mayor sacó de su interior dos rollos de vendas, cerrando nuevamente el cajón.

—Iré a una entrevista importante, así que debo asegurarme de cubrirlas bien o de lo contrario no querrán contratarme. —explicó por la curiosidad que veía en el menor, quien terminó alargando un "oh" como respuesta. —Y si piensan que estoy herido, quizá me den el trabajo al sentir pena por mí. —llevó su pulgar e índice estirados en lados contrarios para dejar en aquel hueco su barbilla, expresando de esa forma su brillante plan, creando leves risitas en Atsushi.

—Te irá bien, estoy seguro de ello. —Atsushi lo alentó con una suave sonrisa, creando un calor acogedor en el pecho del castaño.

Dazai dejó los rollos de vendas sobre la mesita y se acercó a Atsushi para dejar un beso en su mejilla, murmurándole un "gracias" de manera baja.

—Bien, es tu turno de tomar el baño, prepararé la tina para que puedas relajarte mejor. —habló. Aprovecharía el tiempo en que el menor tomara el baño para poder vestirse.

Nakajima asintió y apoyó sus manos sobre la cama, tratando de levantarse, pero tambaleó fuertemente. En verdad que la parte inferior de su cuerpo la tenía adormecida, sin mencionar el ardor que nacía de sus caderas, era algo que no había notado hasta ahora. Al ver que Atsushi se le dificultaba un poco levantarse, Dazai sonrió completamente satisfecho de su estado para después acercarse a él.

—Espera un segundo. —chilló nervioso, creando otra risita en el mayor.

—Puedo ayudarte. —antes de que Atsushi cuestionara sus palabras, Dazai llevó sus brazos al albino, llevando el derecho a sus piernas y el izquierdo a su espalda. De ese modo y con cuidado lo cargó en sus brazos, acomodándolo para que no se le fuera a caer.

—N-no es necesario esto... —habló con timidez. En verdad no era como si no pudiese moverse, simplemente debía esperar a que el adormecimiento de sus piernas se pasara, ha estado en situaciones peores y aun así ha podido moverse, esto no era la gran cosa.

—Para mí sí, vamos, déjame consentirte, Atsushi. —se expresó de manera empalagosa, frotando su mejilla contra la cabeza de Atsushi, comenzando a caminar rumbo a la habitación del baño. El menor solo pudo balbucear y esconderse en el hombro de Dazai, aferrándose a su cuello para no caer.

—Bueno... —si Dazai hubiese sido un perro, seguramente su cola se estaría agitando ahora mismo por la felicidad que sintió por aquella autorización.

En poco tiempo habían llegado a su destino. Dazai dejó al lado de la tina a Atsushi, sosteniéndolo para que no fuera a caer, le dijo algunas palabras dulces y le dio un beso más para luego retirarse, dejando que el menor tomara su baño en privacidad. Con cuidado ingresó al interior de la tina, sintiéndose mejor por como el agua caliente relajaba su cuerpo.

Atsushi no pudo reprimir una suave risita por el recuerdo de la vez anterior que también se encontraba en ese lugar. Cuando llegó a esta misma casa luego de su incidente con el grupo rebelde, hizo un pequeño repaso de todo lo que había sucedido hasta ahora, como habían cambiado las cosas. Nunca se esperó que Dazai fuera a ser una persona tan importante en su vida, mucho menos que el amor lo fuese a dominar, pero se sentía bien que todo hubiese sucedido de esa forma, pues ahora podía ser increíblemente feliz.

Sacudió su cabeza, no quería demorarse mucho. Si bien estar sumergido en el agua le creaba tranquilidad, era más satisfactoria la que Dazai le creaba al estar con él, por ello solo dejó que el agua ayudara con el ardor de su cadera y continuó por lavar su cuerpo, procurando demorarse lo menos posible.

En menos de diez minutos había terminado, su cuerpo se sentía mejor luego del baño, aun tambaleaba y a sus piernas les costaba un poco en mantenerlo de pie, pero supuso que se iría acostumbrando según pasara el día. Antes de que Dazai se fuera le había dicho que había una bata de baño que podía usar, al no haber traído su ropa, no podía vestirse y no quería ir desnudo tampoco, así que agradecía que la hubiera dejado a su alcance, se la colocó y regresó a la habitación en donde Dazai se encontraba.

—Oh, ya terminaste, fuiste rápido. —Dazai se encontraba atando una corbata alrededor de su cuello, finalizando en segundos, se giró hacia Atsushi quien lo miraba atentamente, sonriendo al ver como sus mejillas comenzaban a adquirir un tono rojizo.

Nakajima se había quedado sin palabras al ver a Dazai portando ropa formal, era de esperarse cuando la entrevista de trabajo era a una empresa, debía ir lo más presentable, pero es que se veía tan bien que incluso sus piernas temblaron un poco, Dazai era bastante atractivo.

—Te ves muy bien. —halagó con una temblorosa sonrisa, provocando otra en el castaño.

—Gracias~ Aunque no me gusta mucho vestir de esta forma... —comunicó con una mueca mientras deslizaba el interior del cuello de su camisa, era muy ajustado para su gusto. —Puedo tolerarlo si a ti te gusta. —y el color de las mejillas de Atsushi se intensificó.

El albino dio unos pasos hacia donde estaba el otro y llevó sus brazos a su cuello, alzándose un poco sobre las puntas de sus pies para abrazarlo fuertemente. Dazai no se negó a dicho abrazo y terminó por rodear su cintura, sacudiendo con su nariz los húmedos cabellos de Atsushi, le encantaba como gran parte de su olor estaba impregnado en Atsushi, mezclándose con el suyo propio.

Nuevamente aquella felicidad les hizo reír, se sentían completos por estar compartiendo aquel abrazo, envueltos de aquel amor que compartían y los hacía sentir tan vivos, dichosos y felices, por el hecho de estar al lado de la persona que tanto amaban.

Aunque desearan estar así para toda la vida, en los brazos del otro, sabían que debían soltarse. El tiempo era malvado y parecía ir más rápido cuando ellos estaban juntos, pero, aun así, cada segundo lo disfrutaban.

Su mañana había sido simplemente increíble, despertó al lado de la persona que amaba, tomó un baño relajante y comió algo preparado por él. Siempre se repetiría lo mucho que gusta de la comida del mayor, por un momento sintió como si hubieran regresado a aquel mes donde pasó su recuperación al lado del castaño, quizá habría sido mucho mejor si para ese entonces esos sentimientos que ahora lo derretían existiesen en su yo del pasado.

Pero ambos tenían cosas que hacer, Dazai no podía llegar tarde a su cita y él debía regresar a las patrullas, pero primero debía regresar al sector Rojo para "informar" lo que pudo conseguir en la noche que se quedó vigilando.

Antes de ir aquel lugar, se dirigió al sector H a recoger su teléfono, como se lo había esperado, no sucedió nada importante, simplemente Akutagawa respondió sus mensajes al igual que Shibusawa. Todo parecía ir con calma y debía hacer parecer que así era, que nada había pasado, aun sí su corazón saltaba de completa felicidad por todo lo que había sucedido.

Aunque en su camino hacia el sector Rojo se encontró con el azabache que parecía estar patrullando el sector B, con una cara de completo desinterés. Sonrió y decidió acercarse, captando al instante su atención cuando se dio cuenta de su presencia.

—¿Cómo han estado las cosas? —preguntó con una sonrisa. Ryunosuke le miró extrañado, el aura que transmitía el menor se sentía diferente de otros días, pero no era algo que fuera desagradable.

—Todo ha estado bien, ningún movimiento raro de ningún tipo. Los demás creyeron sin pensar en tu excusa y Shibusawa parece estar tranquilo. —Atsushi soltó un suspiro. —¿Se puede saber que era ese asunto importante que debías atender por el cual desapareciste toda una noche? —al escuchar esa pregunta, parte del cuerpo de Atsushi se sintió rígida, carraspeó y llevó una de sus manos a su mejilla izquierda, pensando en algo que pudiera decirle.

Akutagawa era su amigo y ambos guardaban sus secretos, pero hablar sobre que amaba a una persona, todavía podía ser arriesgado, por ello, lo mejor era seguir manteniéndolo en secreto.

—¿Recuerdas que te dije que tengo un amigo muy especial para mí? —el mayor asintió. —Pasé un rato con él... hace mucho tiempo que no lo veía y me sentía algo estresado por toda esta situación, quería tomarme un pequeño respiro. —el rostro de Akutagawa pareció suavizarse al encontrar cierta empatía a sus palabras.

—Ya veo, por eso luces tan alegre. —Nakajima se sobresaltó con nerviosismo.

—¿A-ah sí? —rio algo torpe, debía de ser un poco más discreto o se metería en problemas, lo bueno que quien lo había notado había sido él y no otra persona. —Tú pareces agotado... —quiso cambiar rápidamente el foco de atención en la conversación, provocando un suspiro en el otro.

—Un poco, es molesto tener que estar soportando el mal humor de Shibusawa... Lo bueno es que no parece querer recurrir a otro castigo. —en parte Atsushi se sintió un poco aliviado al saber que, aunque el humor de Shibusawa no seguía siendo el mejor, al menos no había perdido la cabeza, aún.

—Las cosas cada vez se sienten más tensas, ¿no?

—Así es. —le dio la razón.

No sabía cómo evolucionaría todo en el futuro, si todo mejoraría o seguirían estancados en el régimen en el cual se encontraban todos sometidos, no podía evitar ilusionarse con un futuro mejor, pero también debía ser realista, con la amenaza de la antigua Federación, debían tener más cuidado y los planes del grupo rebelde irían más lentos, al menos hasta no estar seguros sobre lo que tenía pensado Tatsuhiko.

—Crees... ¿Crees que la nación llegará a ser un lugar mejor para todo en un futuro? —la pregunta salió sin su permiso, para cuando se dio cuenta de ello, ya la había pronunciado, sorprendiendo un poco al azabache.

—¿Un lugar mejor? ¿Te refieres a que dejen de sufrir las personas por culpa del gobierno? —Atsushi asintió.

Akutagawa no dijo nada por un momento, simplemente alzó la mirada al cielo, como si estuviera buscando en las nubes la respuesta a aquella pregunta. Había tantas cosas que podían impedir una respuesta afirmativa, pero también existía la esperanza para que así fuera.

—Quizá... Cada vez son más las personas que están en contra del gobierno, no podemos arrestar a todas y mucho menos matarlas, Shibusawa no tendrá de otra más que ceder, porque un escenario de esa magnitud será difícil ocultárselo a Chuuya-san... Con que él sepa la verdad... todo esto puede cambiar para bien. —dicha esperanza pareció incrementar tras lo que dijo Akutagawa, parece que realmente aquella posibilidad era más fuerte de lo que pensaba.

Alzó la mirada al mismo lugar a donde Ryunosuke observaba, sintiendo un ambiente tranquilo, algo raro teniendo en cuenta toda la situación tanto de la nación como de la Federación.

—Si eso sucediera... podríamos tener una vida normal. —Atsushi habló mientras sonreía. Al acabar con este reino de terror, no habría algo que los atara a seguir con lo que estaban haciendo, por primera vez, podrían ser libres.

—Una vida normal... —repitió aquello último en un susurro, esas simples palabra sonaban tan extrañas para ellos. Nunca habían tenido algo así y se les educó para que nunca soñaran con ser como los demás.

Akutagawa se preguntaba... si no hubiese sido reclutado para la Federación, ahora mismo podría estar teniendo una vida "normal", ¿podía considerarlo tan siquiera aun sabiendo en el tipo de país en el que se encontraba? Aunque quizá, al igual que muchos civiles, tendría que ser obligado a aceptar que esto era normal.

Ya que, mucho antes de que llegara a este lugar, podía considerarse normal. Creció a manos de una madre que recuerda que los quería mucho a él y a su hermana, todo era felicidad hasta que llegaron oficiales a interrumpir la paz de su hogar, queriéndose llevar a Gin como reclutada para la Federación. Su madre no hizo nada para impedirlo debido al miedo, él, aunque estaba quizá peor que su madre, trató de proteger a su hermana pequeña, siendo obligado a ir de igual manera por desobedecer a las autoridades.

A la actualidad ya ni siquiera recuerda como era el rostro de su progenitora, tampoco era algo que le importara, alguien que no tuvo el valor para dar siquiera la cara a los oficiales por su hija no le interesaba, a la fecha simplemente dejó de importarle.

Tal como era su ignorancia de pequeño, se preguntaba, ¿habrá más personas que sintiera que esto era normal? Luego de tantos años, era muy probable que así fuera. Pero quizá así eran más felices, ellos como Federación conocían perfectamente lo terrible que era el gobierno y lo que eran capaces de hacer con tal de tener el poder de toda la población.

Aunque hubiese muchas razones por las que cualquiera desearía que ese día en que fueron reclutados nunca hubiese existido, él... realmente lo agradecía. No le gustaba pertenecer a este lugar, pero gracias a ello pudo conocer a Nakahara y, ese simple hecho, valía cualquier castigo que pasó en su entrenamiento.

Pero ahora pensar en lo que Atsushi decía, donde podía mantener esa parte importante de haber sido elegido para la Federación mezclado con la tranquilidad de una vida normal, realmente no sonaba nada mal.

—Suena bien la idea de tener una vida normal. —sus labios se curvearon en una leve sonrisa, incrementando la felicidad que sentía Atsushi. En verdad se sentía bien estar con alguien que compartía sus mismos pensamientos y comprendiera por todo lo que pasó.

—¿Por qué no te tomas el día? —expresó con una alegre sonrisa el albino.

—¿Eh? —Akutagawa bajó la mirada para observar a su líder.

—Dijiste que estabas agotado, puedo cubrir tu guardia como agradecimiento por cubrirme anoche. Si Shibusawa-san se enfada puedo afrontarlo yo. —separó la boca, sorprendido por sus palabras, en verdad que la amabilidad de Atsushi no era de una persona que debía estar en la Federación. —Podrías pasar el tiempo con Nakahara-san, es tu amigo, ¿no? Seguro que él será feliz si lo visitas. —y ante ese último comentario, sintió sus mejillas calentarse.

—Supongo que gracias... —accedió en voz baja, recibiendo palmadas en su espalda, algo que le hizo mirar molesto a Atsushi, quien no pareció inmutarse por ello, terminando por suspirar.

Gracias a la presencia de Atsushi, quizá su día se había aliviado un poco.

Mientras tanto, en el sector Rojo, en la parte asignada para los entrenamientos de la Federación, se escuchaban fuertes carcajadas por parte de uno de los entrenadores, que parecía estarla pasando bien.

—¿Eeeeh? ¿Por qué lloras con simplemente esto? ¡Qué débil! ¡Deberás esforzarte si no quieres que te mate! ¿O eso quieres? Porque realmente estaría encantado de cumplir tu fantasía.

Sus risas perturbaban a aquel pequeño niño que hacía lo posible por huir de aquel hombre de trenza que no apartaba su pie de su espalda, reteniéndolo contra el suelo. Una escalofriante sonrisa se dibujó en el rostro del adulto por aquella intención, comenzando a patear su espalda.

—N-no... por favor... señor Gogol... —lloriqueó, implorando que se detuviera, pero tal parece que aplicó más fuerza con la que lo pisoteaba.

—No queremos niños llorones aquí, o sigues adelante, o mueres a nuestras manos. —la sonrisa que tenía se borró por completo, presionando fuertemente su talón contra el niño.

—M-me esforzaré... se-se lo prometo... —Gogol detuvo el movimiento de su pie y alzó una de sus cejas, analizando las palabras que le dijo, respiró hondo y suspiró, apartando su pie del lugar.

—Tomaré tu palabra... pero si no la cumples... —Nikolai se colocó de cuclillas admirando con una gran sonrisa el rostro asustado del menor. De su cinturón sacó un cuchillo y lo clavó sin pensar en la pierna derecha del niño, deleitándose por aquel grito de dolor. Sacó el cuchillo y se levantó para poder alejarse. —Bueno, será mejor que no me decepciones. —giró aquel cuchillo entre sus dedos, admirando como la afilada punta estaba cubierta de su sangre.

Vio al menor asentir desesperadamente, jurando otra vez que cumpliría con sus palabras. Aunque era muy probable que, para la siguiente semana, aquel niño no estuviese con vida por su poca utilidad.

—¿Ya terminaste? —el albino pegó un brinco del susto por aquella voz, haciendo que su sonrisa temblara ligeramente. Tan pronto como pudo se giró, encontrándose con la seria mirada de su Líder, haciéndole soltar un suspiro.

—¡Deberías sonreír más, Fyodor! ¡Das mucho miedo con esa cara! ¡Uuuugh! —chilló mientras le tiraba el cuchillo, donde el otro solo ladeó su cuerpo para esquivarlo, llevando sus manos a sus oídos para taparlos de la ruidosa voz de Gogol.

—Como siempre, haces mucho escándalo para los entrenamientos. Si sigues matando a los niños simplemente porque quieres, nos quedaremos sin candidatos para la Federación. —regañó mientras alzaba su mano y golpeaba la cabeza del más alto, consiguiendo risas, como si aquello le hubiera hecho cosquillas.

—Lo siento. —inclinó su cuerpo hacia el otro en señal de disculpa. —Supongo que me emocioné un poco, desde que castigamos a nuestros compañeros he tenido este sentimiento, ¡ellos son muy fuertes y no tuve que contenerme! Quisiera que estos mediocres mocosos soportaran tanto como ellos. Tendré que modularme, me asusta más hacerte enojar a ti que a Shibusawa. —aquello último consiguió crear una sonrisa en Fyodor, sonrisa que imitó Nikolai.

—¿Ace e Ivan también están entrenando a los demás? —rápidamente consiguió una respuesta afirmativa por parte del otro.

—Justo por ahí~. —señaló a un amplio edificio, similar a un gimnasio. —¿Te preguntas que entrenamiento están llevando? ¡Pues de resistencia! Aunque no sé si sea de resistencia física o de cuanto dolor pueden aguantar... ¡me gustaría llevar la segunda! —movió con emoción su cuerpo de lado a lado, consiguiendo un gruñido de Fyodor.

—Cállate.

—Lo hago. —llevó sus manos a su boca para complacer a su jefe.

Antes de que el albino dijera algo, la presencia de una mujer entre ellos le interrumpió, llamando la atención de ambos hombres.

—Shibusawa-san lo busca. —se dirigió hacia Fyodor, sorprendiéndole, hace mucho que no lo llamaba por voluntad propia.

—De acuerdo, iré de inmediato. —la mujer asintió y se retiró lo más pronto que pudo.

—Oh... ¿sucederá algo malo? —preguntó con curiosidad Nikolai, mirando de la misma manera al otro, a quien le regresó su sonrisa.

—Puedo apostar a que es lo contrario. —ante sus palabras, la curiosidad del albino incrementó, no le dio tiempo de preguntar pues Fyodor ya había emprendido el camino rumbo a la oficina de Tatsuhiko, dejándolo completamente solo. Lanzó una maldición porque ni siquiera se despidió de él.

Dostoevsky avanzó por los jardines del templo, tratando de dirigirse con calma hasta llegar a su destino, ambos lugares no estaban lejos, por lo que no le tomó muchos minutos para poder llegar a donde se encontraba la oficina, abriendo la puerta para poder ingresar.

—¿Solicitaste que me presentara? —preguntó con tranquilidad, teniendo un rostro serio, Shibusawa giró hacia él y soltó un suspiro pesado.

—Así es. —confirmó.

—¿Qué es lo que necesitas? —mantuvo su relajado semblante, esperando a que le comunicara la razón por la que lo solicitó, observando como Tatsuhiko realizaba una mueca, quedándose varios segundos en silencio.

—Aaah. Como sabrás, hay un traidor en mi Federación. —comenzó a explicar, algo que ya sabía, pues esa había sido la principal razón por la que ellos castigaron a sus compañeros. —Creí que quizá luego de su castigo dicho traidor pudo reconsiderar sus acciones, pero el funcionamiento de la Federación sigue siendo torpe por culpa de esta persona. Por más que investigue y cuestione a cada uno, ninguno me da algún signo de que es el traidor. —Fyodor ladeó su cabeza con curiosidad.

—¿Quieres que los volvamos a castigar? Nikolai sería muy feliz con ello. —pero sorpresivamente recibió una negativa, sintiéndose curiosamente emocionado por lo que podría pasar.

—Dudo que un castigo pueda reformarlos, simplemente ya no puedo confiar en ellos. —según iba hablando, una gran sonrisa se iba formando en el rostro del azabache. —Lo he estado pensando y... —volvió a suspirar, dirigiéndole la mirada al otro. —Confiaré en ti... Así que te doy la libertad a ti y a tus hombres de regresar, encárgate de una vez por todas de este grupo rebelde. —una felicidad retorcida se revolcó en el interior de Fyodor, sintiendo como sus labios temblaban por tan maravillosa noticia.

—Por supuesto que lo haremos, no te defraudaré. —realizó una reverencia hacia su superior, sin poder aún borrar su sonrisa.

Shibusawa ya había tomado una decisión y ahora, la antigua Federación quedaba libre de tomar las calles de la nación, por lo consiguiente, la libertad de esparcir su terror por todos los sectores.

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