Capítulo • 29 •
—¡Jefe, Jefe! ¡Despierte!
Escuchó la voz de Sigma, seguido de una sacudida que movía su cuerpo. Con pesadez movió sus párpados, abriéndolos de a poco, despertando finalmente.
—¿Sigma? —pronunció con voz áspera mientras comenzaba a moverse para tomar asiento en el lugar, haciendo una mueca por el crujir de su cuerpo, sintiendo un fuerte dolor en éste al igual que su mejilla. Instintivamente alzó su mano y tocó aquella parte de su rostro que ardía, sintiendo como estaba inflamada. —¿Qué fue...? —miró con extrañeza a sus compañeros quienes tenían rostros molestos, temerosos y decepcionantes.
Hasta que recordó todo lo que había pasado.
Rápidamente giró a sus lados, en busca de Tachihara, quien ya estaba despierto igual, con un rostro completamente frustrado y sus puños fuertemente apretados.
—De algún modo... el grupo rebelde atacó al templo y liberaron al prisionero. —informó Lucy, teniendo sus labios torcidos.
—Pero... ¿cómo fue que eso sucedió? —Atsushi se hizo el desentendido, a pesar de que sabía perfectamente lo que había sucedido.
—No tenemos ni idea, no sé cómo es que nos atacaron... seguro ese maldito hizo algo con los focos sin que nos diéramos cuenta. —maldijo Tachihara, golpeando de manera impotente el suelo.
—Shibusawa-san ya regresó y estuvo desesperadamente buscándolo, nos envió aquí para buscarlo, pero cuando llegamos estaban inconscientes. —explicó Sigma.
—¿S-Shibusawa-san ya está de regreso? —preguntó con nerviosismo Atsushi, recibiendo un asentimiento por parte de sus compañeros, quienes al igual que él, parecían temerosos.
—No se encuentra precisamente de buen humor... ahora mismo fue a revisar a las personas que se encargan de vigilar las cámaras. —siguió con la explicación Lucy. —Aunque me parece extraño que no nos hayan informado algo... ellos debieron ver el momento exacto de cuando invadieron el templo. —Nakajima tembló sutilmente.
—Seguramente las estropearon o algo así, no serían tan tontos de entrar sabiendo que hay cámaras en todos lados en el exterior. —el albino se sintió un poco más tranquilo al ver que Michizo daba una respuesta bastante lógica.
—Pero es extraño... la seguridad de este lugar es mayor, ¿es posible que unos simples rebeldes hayan podido desactivarla? —comenzó a cuestionarse Sigma.
—Además de que, de haber notado algo extraño, ellos nos hubieran dicho. —siguió la chica, poniendo nuevamente nervioso a su Líder.
—Sea cual sea que haya sido el resultado, sucedió... no podemos remediar eso ahora, simplemente nos queda esforzarnos. Para la próxima capturaremos a alguien y no bajaremos la guardia, así de fácil. —habló de forma seria Atsushi, no quería que siguieran sacando conclusiones, en especial porque escucharlos lo hacía sentir nervioso.
—Tiene razón, esperemos a que Shibusawa-san nos dé indicaciones sobre qué hacer. —ambos dirigieron la mirada a Atsushi, quien tembló por dicha mirada.
Ellos no tenían porque preocuparse, él era quien debía afrontar la furia de su mentor. Las miradas que le dedicaban eran de pena y clemencia porque no fuera tan duro con él, la verdad... él esperaba lo mismo.
—Sería bueno que fueran a la enfermería, si bien no tienen heridas muy graves, al menos para que tomen algo para el dolor. —sugirió la chica mientras ofrecía una mano al albino para ayudarle a colocarse de pie. Ayuda que Atsushi no negó en absoluto, tomando con cuidado su mano para levantarse del suelo.
Siguieron el consejo de Lucy y comenzaron a retirarse de aquel lugar, todo bajo un ambiente preocupante y algo inquietante. A pesar de que no podían hacer nada, tenían un mal presentimiento, aun así, trataron de no alterarse, la verdadera tensión se daría con lo que Shibusawa les ordenara.
Mientras esto sucedía, Tatsuhiko se estaba dirigiendo a pasos fuertes rumbo al edificio donde se encontraba la habitación encargada de vigilar las cámaras de seguridad, rechinando sus dientes a su paso debido al gran enfado que quemaba su interior.
Enfadado era poco a lo que realmente estaba, toda la felicidad y satisfacción que sintió cuando Atsushi le informó que habían atrapado a un integrante del grupo rebelde se había esfumado completamente. Ni siquiera tuvo la oportunidad de verlo en persona, se tuvo que tragar las ansias de hacer sufrir a aquella persona, porque, por arte de magia, habían logrado infiltrarse al sector Rojo para liberarlo, ¿realmente eran tan buenos? Sonaba a un chiste de pésimo gusto.
En unos minutos había llegado, llevó su mano a la perilla y giró para abrirla, pero grande fue su sorpresa cuando notó que tenía puesto el seguro, forcejeó un par de veces y no sucedió nada. Desde afuera escuchó murmullos y balbuceos pronunciados con gran desesperación, algo que no le daba buena espina.
No estaba de buen humor como para conseguir las llaves para abrir, por lo que comenzó a patear con fuerza el pomo de la puerta, hasta que en un par de minutos lo rompió, empujando el pedazo de madera para ver el interior, horrorizándose al ver a las cuatro personas atadas con sogas y pedazos de vendas en sus bocas que les impedían hablar, lo que hizo que se mordiera fuertemente el labio.
Shibusawa se acercó a aquellas personas que temblaban ante su presencia y cuando llegó a estas, se inclinó para arrancar con violencia las vendas que cubrían la boca de uno de ellos.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó con voz seria.
—¡N-nos atacaron dos integrantes del grupo rebelde! —respondió con terror.
—¿Acaso no vieron en qué momento ingresaron al templo? —gruñó. Inmediatamente las cuatro personas negaron desesperadamente.
—Todo estuvo normal, en ningún momento vimos que ingresaran al sector Rojo y mucho menos que invadieran el templo. —Shibusawa alzó una de sus cejas, confuso por lo que se le estaba diciendo, era imposible que hubiesen podido infiltrarse sin ser observados.
En pocos minutos llegaron dos guardias al escuchar tanto escándalo, viendo como las personas que cuidaban ese lugar estaban atadas, éstos se miraron confusos por la situación.
—Encárguense de desatarlos. —el albino les dio la orden a los guardias mientras se dirigía a las pantallas que daban vista a lo que las cámaras captaban.
Lo primero que se le ocurrió era que hubiesen realizado una clase de hackeo para ocultar sus pasos, era poco probable, pero no por ello imposible. Lo que le creaba extrañeza de esa técnica era... si tenían en sus manos tal posibilidad, ¿por qué no la usaron antes para atacar desde el núcleo al gobierno? ¿es porque no querían? Había muchas cosas que no encajaban al respecto.
En la máquina que se encontraba frente a él buscó en los archivos las grabaciones pasadas, las cuales se guardaban automáticamente cada dos horas, hasta que llegó a las del día anterior. Revisó las cintas grabadas desde las dieciocho horas en adelante, todo al triple de velocidad para no demorarse en ello. Las primeras tres horas parecía ir todo normal, seguida de las siguientes, realmente no notó nada extraño, hasta llegada a las veintitrés, casi a la media noche, donde detuvo la grabación para disminuir la velocidad.
Una única persona salía del oeste del templo, por la túnica que cubría su cuerpo y la máscara que tenía, era indudablemente un integrante del grupo rebelde, la calidad del vídeo no le dejaba ver más, pero parecía como si llevara un par de cosas consigo.
Miró las demás cámaras en el mismo minuto, ninguna captó nada, lo que hizo que sus ojos se entrecerraran, completamente confundido por lo que estaba viendo.
«Dos integrantes del grupo rebelde...» repitió en su mente aquello que había dicho una de las personas encargadas de ver las cámaras de seguridad. Se quedó en silencio por unos minutos, hasta que sus ojos se abrieron de golpe.
—Reúnan a toda la Federación en el edificio de entrenamiento, específicamente en la sala de reuniones. —le dio aquella orden a los guardias que estaban con él, los cuales asintieron y salieron de ahí para cumplir lo que se les dijo.
Tatsuhiko trató de relajarse y se dirigió primeramente a su oficina, pues necesitaría un objeto que tenía en aquel lugar. Caminó con tranquilidad hacia el edificio en donde estaba su oficina, tomándose el tiempo para llegar, pues sabía que reunir a toda la Federación en el lugar que dijo llevaría un par de minutos, de ese modo aprovecharía el tiempo.
Llegó finalmente a su destino y se encaminó hasta su escritorio, en éste abrió uno de los cajones y del interior sacó una vara mediana en color negro. Con sus dedos frotó gran parte del fuete que sostenía sus manos, para sonreír de manera sádica, le serviría mucho para lo que se vendría adelante.
Una vez adquirido el objeto que necesitaría, se dirigió a donde había citado a sus subordinados, ya habían pasado casi quince minutos, sin duda alguna ya todos sin falta deberían de estar ahí, por lo que siguió con la misma tranquilidad hasta que llegó a donde sabía se encontraría toda la Federación.
Antes de entrar, encontró a los guardias a los que encargó la tarea de reunir a los oficiales, al llegar éstos le confirmaron la presencia de ellos. Les dio una última indicación para después retomar el rumbo al interior de la habitación.
Abrió la puerta y entró con lentitud, mirando a los nueve oficiales que conformaban la Federación, todos con miradas confusas y algo temerosas. La leve sonrisa que tenía se borró y alzó el objeto que tenía en sus manos, dando un fuerte golpe contra la mesa, creando un estruendoso sonido.
—Al suelo, todos. —ordenó con voz fría.
Fue cosa de segundos para que cada uno de ellos se arrodillara contra el suelo, inclinando su cabeza en su dirección. La sonrisa regresó a su rostro al deleitarse con el delicioso aroma del temor en los jóvenes, viéndose complacido como algunos de ellos temblaban.
Hubo segundos en silencio, unos que fueron eternos para cada uno de ellos. Atsushi se encontraba completamente alterado, el rostro molesto que logró ver por unos instantes en su mentor era realmente escalofriante. Pero no entendía porque había reunido a todos ahí, de comunicar algo hacia ellos simplemente lo hubiera citado a él y se encargaría de pasar el mensaje a sus compañeros, eran pocas las veces en donde esto sucedía, tenerlos a todos en un mismo lugar.
—Seguramente se preguntarán porque he reunido a todos aquí. —ninguno de ellos se atrevió a responder, pues si actuaban sin la autorización del mayor, algo malo podría suceder. Pero Shibusawa no necesitaba de alguna respuesta, era bastante claro que todos se encontraban confusos por la situación actual. —Bien... la razón es sencilla. Hay un traidor en la Federación.
Todos se sorprendieron por lo que su superior les había dicho, algunos de ellos subieron la cabeza para mirar con extrañeza al otro.
Mientras que Atsushi, sentía a su corazón descontrolarse ferozmente, teniendo un poco de dificultad para respirar. Esas últimas palabras lo estaban atormentando, no entendía cómo fue que había llegado a esa conclusión, provocando con esta que sus manos temblaran sutilmente. Aun así, trató de no verse afectado por sus palabras.
—Están aquí para que el mismo traidor se entregue, así nos ahorraremos muchos problemas. Por ello, invito a que el traidor avance al frente. —indicó mientras jugaba con aquella vara, esperando a que dicho traidor se delatara.
Hubo silencio, ninguno de la Federación se movió más allá de ligeros temblores. Nakajima debía ser lo suficientemente fuerte para aguantar aquella presión psicológica que estaba aplicando Shibusawa, sintiendo como su corazón sufría en temor, lo bueno era que tenía la cabeza inclinada, así el mayor no podría ver su rostro aterrado.
Pero en ello, se sintió observado, dirigió su mirada de manera discreta a su costado, encontrándose con la mirada de Akutagawa que lo miraba fijamente, haciéndole tragar.
Sus labios temblaron y su respiración se agitó otra vez, esa simple mirada le decía todo: Ryunosuke sabía que él era el traidor, ¿acaso lo iba a delatar? ¿era este el fin? Tenía miedo en dar una respuesta a aquellas preguntas. Pero cuando pensó que el azabache diría algo, regresó la mirada al frente, guardando silencio, algo que le hizo sorprenderse.
—¿No? ¿Nadie? —recibió otro silencio. —Si así van a hacer las cosas...
—Señor... no entiendo porque cree que hay un traidor en la Federación, es imposible. —fue interrumpido por Sigma, quien alzó la mirada para observarlo.
La frialdad se posó en el rostro del mayor, se encaminó hacia aquel que había hablado, quien, al tenerle frente a él, se sintió fuertemente intimidado. Tatsuhiko alzó su pie y lo dejó caer sobre la cabeza del otro joven, estampando su rostro contra el suelo mientras presionaba su zapato contra él, consiguiendo rostros horrorizados por toda la Federación.
—¿Insinúas que estoy mintiendo? —recibió un quejido como respuesta. —¿Por qué sé que hay un traidor? Es fácil... Porque ese traidor ayudó a escapar al prisionero. —todos se volvieron a impresionar.
—Pero nosotros fuimos atacados por el grupo rebelde. —quien habló ahora fue Tachihara, recibiendo un gruñido por parte del mayor. Con ayuda del fuete, tomó impulso y golpeó la espalda del joven, quien se retorció del dolor en el suelo.
—Eso es lo que quiso hacerles creer. —continuó. —Las cámaras no captaron en ningún momento que en el exterior se acercara personas, no fueron dañadas ni hackeadas. El equipo que vigila las cámaras dijeron que fueron atacados por dos personas enmascaradas, pero extrañamente, cuando los rebeldes "huyeron" solo se vio al prisionero huir, ¿y la otra persona? Más bien... ¿por qué solo habría venido un integrante para salvar a su compañero de un lugar sumamente peligroso? —fue explicando mientras dejaba de golpear a Sigma, para comenzar a caminar frente a toda la Federación, golpeando su propia mano con aquella vara.
Atsushi realmente se encontraba muy mal, estaba describiendo exactamente los movimientos que había hecho, todo lo que había sucedido. Esa era la inquietud que lo atormentaba, pero por más que pensara no encontraba la razón, por supuesto que se vería sospechoso que hubiera dos personas atacando y solo una hubiese conseguido huir, no esperaba que realmente fuera a notar ese detalle.
—La respuesta es muy clara, ¿por qué solo uno huyó? Porque el otro debía permanecer aquí en el sector Rojo, ¿por qué? Porque pertenece a la Federación. Tuvo que ser uno de ustedes quienes saben perfectamente la nula existencia de las cámaras en el interior y también, eran los únicos que sabían que hoy regresaríamos. El traidor contaba con esa información y por ello aprovechó mi ausencia para liberar al prisionero. —concluyó, para detenerse en medio de su camino, mirando a cada uno de sus subordinados. —Así que lo repetiré una vez más... ¿quién de ustedes es el traidor? —cuestionó de manera grave.
Una vez más no obtuvo respuesta, solo el absoluto silencio, cosa que le hizo suspirar.
—Si es así el caso, entonces todos pagarán las consecuencias. —todos los integrantes de la Federación alzaron la mirada, aterrados por aquellas palabras. —Parece que no fui lo suficiente duro con ustedes en su entrenamiento como para que haya alguno que me esté decepcionando. Tendré que disciplinarlos nuevamente. —detrás de ellos, escucharon la puerta abrirse. Giraron para ver lo que sucedía, aterrándose al ver a la antigua Federación entrar, eso no significaba nada bueno. Shibusawa simplemente sonrió, pues la orden que les dejó a los guardias ya había sido acatada.
—¡Pe-pero! Usted nos había dicho que una vez termináramos el entrenamiento... nunca más pasaríamos por esto... —habló con desesperación Lucy.
Tatsuhiko se giró hacia ella, quien pegó un pequeño brinco al tener la perturbadora mirada que le estaba dando, haciéndole temblar. El mayor se acercó a ella con lentitud, fascinándose por el rostro aterrado que ponía. Se inclinó un poco y llevó su mano a su cabello, donde lo enredó entre sus dedos y jaló fuertemente de éste, consiguiendo un chillido de la chica.
—Siguen siendo patéticos y cobardes, ¿acaso no recuerdan lo que les sucedió a sus compañeros? Solo los más fuertes sobreviven, creí que ustedes ya estaban lo suficientemente capacitados para obedecerme, pero veo que aún les falta disciplina, si son tan fuertes como para haber sobrevivido hasta aquí, aguantarán esto. Es un castigo para recordarles que no tienen libertad, no pueden elegir traicionarme, ustedes deben obedecerme, quieran o no, no permitiré que mi perfecta Federación se vea corrompida por algo tan asqueroso como la valentía. —sentenció.
Una vez terminó de hablar, empujó con fuerza a Lucy, tirándola al suelo, para luego girar a donde Fyodor y los demás estaban, agitó su mano, en señal para que actuaran.
—Llévenselos. —ordenó a la antigua Federación, quien no demoró en actuar, cada uno de ellos tomó los brazos de dos personas y comenzaron a llevarlas fuera del lugar, con agarres fuertes que causaban dolor.
Aunque no quisieran, no tenían opción, por ello tampoco se resistieron mucho, simplemente reflejaron rostros asustadizos y de dolor. Shibusawa caminó hasta el único que quedaba sin ser llevado, él era presa suya, por ello no fue tocado por nadie. Acomodó el fuete y con la punta la llevó al mentón de Atsushi, obligándolo a subir la mirada, deleitándose por aquellos ojos que delataban todo el miedo que su cuerpo sufría.
—Para el Líder hay un trato especial, ¿cómo fue que permitiste que uno de tus compañeros nos traicionase? —Nakajima no pudo reunir el valor suficiente para responder, simplemente sentía como su mandíbula temblaba. —Tú y tus compañeros son fuertes, así que está bien que sean silenciosos, ¿no? Si escucho un sonido de dolor proveniente de ustedes... la tortura será más fuerte. —amenazó tanto a Atsushi como a los demás. —Empezando contigo.
Alzó su mano que sostenía la vara para impulsarla y con la punta golpear el rostro de Atsushi, tirándolo al suelo. Atsushi se tuvo que tragar el grito de dolor por el ardiente calor que comenzaba a quemar su mejilla, sintiendo en pocos segundos un líquido espeso, parece que el golpe le había creado una cortadura en su mejilla.
—Muy bien hecho Atsushi, sigue así. —comentó con un orgullo siniestro, para encaminarse a donde estaba el albino. Se inclinó hacia él y enredó su mano en su grisácea cabellera para comenzar a arrastrarlo en dirección a donde estaban yendo los demás.
El castigo apenas iba iniciando.
Fue una mañana-tarde realmente pesada para la Federación, los minutos se sintieron horas y las horas días, pero luego de cinco eternas horas, el castigo había cesado, con los cuerpos destruidos de cada integrante de la Federación.
Por medio de golpes, insultos, torturas y un sinfín de métodos para causarles dolor, fueron como disciplinaron a toda la Federación. A pesar de ello, no consiguieron que alguno revelara ser el traidor, algo que en realidad alegraba a Shibusawa, pues realmente eran muy fuertes, esperaba que, con esto, hubiese podido reformar a aquel traidor y mantener perfecta su Federación.
Atsushi se tambaleaba con notable dolor, no había centímetro de su piel que no ardiera. Alzó sus manos y vio lo mallugados que estaban sus dedos, con raspones y rastros de sangre seca, afortunadamente las heridas ya estaban tratadas. Shibusawa no iba a dejar que muriesen, por ello, en cuanto el castigo terminó, llamó a las enfermeras para que los trataran, luego de dos horas de reposo, se sentían lo suficiente bien para moverse, bueno, algunos de ellos.
Su espalda ardía por los múltiples azotes que recibió en ésta, al final de la sesión, su torso estaba completamente adormecido por el dolor, pero cuando sus heridas fueron tratadas, el ardor se multiplicó. Su garganta igual se encontraba destrozada, por más que intentó ser silencioso, sería mentira decir que no hubo un par de veces que sollozó, recibiendo las consecuencias.
Pero afortunadamente ya todo había acabado, de algún modo pudo aguantar todo eso sin delatar que era él el traidor, ciertamente se sentía aliviado porque Shibusawa no sospechaba de él, pero no podía evitar sentirse culpable, pues gracias a él, sus compañeros tuvieron que pasar por toda esta desgracia. No negaría que realmente la amenaza de su mentor le creaba temor y por un momento quizá si consideró en regresar su lealtad al gobierno, pero mantener lealtad a gente que era capaz de hacer cosas como estas... no podía considerarla una opción, más allá de impulsarlo a descartar su intención, lo motivó a seguir adelante con ésta.
Siguió deambulando por los jardines, tratando que con ello pudiera apaciguar un poco el dolor. Tatsuhiko era un demonio, pues simplemente les dio una hora para descansar, después de esto, debían volver con sus patrullas, aun sí todos estaban completamente heridos.
Aunque sus pasos se detuvieron al encontrar en su camino a Akutagawa, quien estaba sentado en un banco de bambú, mirando hacia el cielo. Atsushi se encogió en sus hombros al ver los vendajes en sus brazos y su rostro agotado, también debió de ser pesado para él. A ello recordó la mirada que le dedicó cuando estaban reunidos en aquel lugar, realmente le estaba viendo porque sabía que él era el traidor... ¿no? Sin saber realmente muy bien porque, terminó acercándose al azabache, quien giró a su lado cuando escuchó pasos acercarse.
—No te ves muy bien. —habló Atsushi.
—Tú no estás mejor. —le respondió, haciéndole reír levemente.
Akutagawa se desplazó con cuidado hacia un lado, dándole espacio a Atsushi para tomará asiento a su lado, lo cual hizo, doblando con cuidado sus piernas para poder sentarse. Una acción que, aunque pareciera sencilla, le había costado bastante.
Hubo un par de minutos en silencio donde ninguno de los dos dijo nada, el albino no sabía de qué manera sacar el tema sin que se viera obvio, tampoco estaba seguro si realmente el mayor sabía que el traidor era él, así que no podía ser tan tonto para delatarse él mismo.
—Tú... ¿tú sabes...? —empezó a hablar con torpeza, buscando las palabras para comunicar su duda, obteniendo un suspiro del otro.
—¿Qué tú eres el traidor? —Nakajima se tensó ante lo directo que fue. —La verdad es que sí... cuando te ofreciste a cuidar al prisionero junto con Tachihara fue algo realmente extraño, cuando supimos que había escapado, sabía que había sido a causa tuya. —explicó la razón por la cual sabía. Además de que, con lo poco que conocía a Atsushi y la amabilidad que era poseedor, era el más probable para causar una traición.
—Si lo sabías... ¿por qué no lo dijiste? Hacerlo te habría ahorrado todo esto... —el menor se encogió en sus hombros. Claramente no estaba pidiendo que fuera a delatarlo, se sentía agradecido por el silencio que guardó, pero cualquiera en su sano juicio, lo hubiera delatado para salvarse del castigo.
Escuchó una suave risa por parte de Ryunosuke, causándole curiosidad. El mayor alzó su mano derecha y la empuñó, golpeando suavemente el hombro del menor, ambos soltaron un quejido por lo sensibles que estaban sus cuerpos por el castigo.
—Somos amigos, ¿no? No iba a entregarte y no lo haré, menos por el hecho de que pensamos similar. —Akutagawa sonrió, para crear tranquilidad en el albino, quien soltó un gran suspiro de alivio, siendo inevitable retener una gran sonrisa por ser considerado amigo del mayor.
—Muchas gracias en verdad. —expresó con voz suave, sin borrar la sonrisa que tenía en su rostro.
—Tienes suerte que Shibusawa no sospeche de ti, pero eso no quiere decir que bajes la guardia, no creo que descanse hasta averiguar quién es el traidor, ten mucho cuidado. —Atsushi asintió ante el consejo que se le había dado, sabía que de aquí en adelante las cosas serían mucho más pesadas.
—¿Ryunosuke? —ambos jóvenes miraron hacia el lado derecho en donde se escuchó aquella voz, hundiéndose en sus hombros al ver que se trataba de Chuuya quien miraba con sorpresa a ambos.
Nakahara quien se encontraba simplemente dando un paseo, no se esperaba a encontrar a Akutagawa en los jardines, menos con Atsushi y muchísimo menos en ese estado que se encontraban los dos, comenzando a preocuparse por la situación.
Rápidamente el albino se colocó de pie, ahogando un quejido de dolor, para después inclinar su cuerpo en una reverencia hacia el mandatario, quien se puso un poco nervioso y realizó un ademán para indicarle que volviera a su posición.
—Será mejor que me retire, con su permiso. —inclinó su cabeza y antes de poder recibir alguna palabra del mayor, se retiró a paso torpe.
Solo bastó ver su rostro para notar la preocupación que tenía por su compañero, por ello lo ideal era retirarse, quedarse simplemente sería un estorbo y podría incomodar a ambos.
Una vez Atsushi se alejó, Chuuya volvió a mirar con extrañeza a Akutagawa, quien estaba evitando su mirada. Había olvidado que se encontraba ya de regreso, por eso se paseó libremente por los jardines, lo cual era realmente una mala idea.
—¿Por qué...? ¿Y esas heridas? —preguntó con notable angustia, consiguiendo un suspiro por su parte.
Fácilmente podía culpar al grupo rebelde, expresando que habían tenido una batalla, realmente era lo que debía decir por órdenes de Shibusawa, pero se quedó pensando en las acciones de Atsushi. Él, quien era más cercano a su superior y había sido el más castigado, tenía la valentía para traicionarlo... ¿por qué él no podía también hacer un cambio? Estaba harto de tener que mentirle a Chuuya para que las cosas encajaran con la realidad que le pintaba Tatsuhiko, quería poner un poco de su parte para que el mayor fuera conociendo poco a poco cual era la verdadera realidad.
—Fueron un castigo de Shibusawa... —el mayor se sorprendió ante sus palabras, sabía que éste tenía métodos de disciplina un poco estrictos, pero un castigo... ¿con qué razón?
—¿Por qué? —cuestionó el motivo de sus acciones, a lo que Akutagawa suspiró.
—Hay un traidor en la Federación. — «O quizá realmente dos...» esto último lo pensó, viendo como Nakahara se sorprendía mucho más, tambaleándose un poco ante aquella reveladora noticia.
—¿Un traidor...? —no entendía, ¿por qué habría un traidor? No tenía sentido que lo hubiese, ¿por qué habría personas en el sector Rojo que apoyaran al enemigo?
Akutagawa no dijo nada, buscaba la manera en dar pequeñas insinuaciones sobre que la razón de aquella traición se debía a que el gobierno estaba mal, pero quizá había sido muy precipitado al haberlo dicho directamente sin haber planeado primero.
Pero el silencio no estaba siendo realmente algo bueno para Nakahara, quien comenzó a perderse en sus pensamientos. ¿Cómo era posible que algo sucediera en la Federación? quienes eran los encargados de proteger a la ciudad... ¿por qué alguien bueno decidiría traicionarlos?
—Supongo que he estado haciendo algo mal... —habló bajo, llevándose una de sus manos a la frente.
Él como mandatario era responsable de cada acción que se realizara en el gobierno, entre ellas las acciones de la Federación, aun si como tal él no los hubiese entrenado, estaban bajo su poder... Creía que estaba haciendo bien las cosas, que estaba cumpliendo con la promesa que le había hecho a Kouyou... pero alguien con las descripciones que había hecho su tía no recibiría una traición de ese tipo, ¿no?
Akutagawa rápidamente se percató del leve pánico que estaba expresando su rostro, comenzando a negar con rapidez, aun si eso le causaba un intenso ardor en su cuerpo.
—No es así, esto no tiene que ver con usted. —trató de calmarlo, en algún modo para remediar su propia metida de pata.
—¿No tiene que ver? ¡Claro que sí! Están bajo mis órdenes... primero el grupo rebelde, luego la alteración de la sociedad y ahora esto... —respiró hondo y lo dejó salir en un gran suspiro, deslizando con pesar su mano de su frente por todo su rostro.
¿Por qué? Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez en su cabeza. Si la nación ya era perfecta y siempre lo había estado siendo, ¿por qué parecía que desde que tomó su control comenzaba a verse afectada? La respuesta era muy clara, quizá se debía a que era un mal gobernante, ¿de ese modo iba a sentir orgullosa a Kouyou? Imposible.
El menor se colocó de pie, importándole poco que por la rapidez sus heridas se hubiesen estirado. Alzó sus manos y sostuvo firmemente el rostro de Nakahara, captando toda su atención. Sus labios estaban apretados y su entrecejo arrugado, en una mirada algo molesta, pero que no significaba que estaba enfadado con él.
—No, no es lo que está pensando, ¡usted es una persona maravillosa! Un mandatario realmente generoso con su nación, no dude de ello, es excelente, las cosas que están pasando no son por su culpa. —sus dedos se presionaron con suavidad contra su piel, sorprendiendo un poco a Chuuya.
Sus palabras le crearon un calor en su pecho, calidez que subió hasta sus mejillas, donde un tenue rubor se pintó en estas por las palabras que se le habían dicho. A pesar de la mirada molesta que le dedicaba el menor, no era alguna severa, en realidad... más que molesta, parecía estar preocupado por él, cosa que agitó a su corazón.
Ryunosuke quería continuar con sus palabras, pero no se había percatado de lo cerca que estaban los dos, provocando que su cuerpo respingara un poco para cuando se dio cuenta de esto. Las palabras se le olvidaron cuando subió un poco más sus ojos y se encontró con aquel profundo azul que le miraba. Quizá no era el momento adecuado para pensarlo, pero los ojos de Chuuya realmente le gustaban mucho, eran hermosos, aunque todo del mayor lo consideraba hermoso.
Sus rostros estaban muy cerca a tal punto que sus respiraciones llegaban a mezclarse. Dicha cercanía provocaba que sus corazones se agitaran fuertemente. Los ojos de Nakahara bajaron un poco, admirando cada facción de su rostro, hasta detenerse en los labios contrarios, se encontraban ligeramente separados donde dejaba salir sus respiraciones, las cuales a este punto parecieron agitarse un poco.
Parecía que sus cabezas se veían atraídas por una fuerza imaginaria, pues notaron que la distancia entre ellos iba disminuyendo poco a poco, pero ninguno pareció disgustarle esto, aunque si conseguía alterar más a sus sentidos. Sus corazones no dejaban de saltar con una peculiar emoción, como si éstos supieran lo que estaba por suceder y anhelaban porque sucediera.
Sin embargo, antes de que algo sucediera, Akutagawa rompió el contacto, deslizando con cuidado sus manos del rostro del mayor para llevar con cuidado sus brazos a la cadera del otro, abrazándolo con suavidad mientras se inclinaba para poder esconderse en la unión del hombro y cuello, quedándose refugiado en esa parte.
A pesar de que le hubiera encantado que sus labios se unieran en un beso, sabía que no estaba bien, no al menos hacerlo en el jardín donde cualquiera podría llegar a verlos, no podía arriesgarse de más.
—Es una buena persona, todo esto es culpa de otra gente... y no precisamente es el grupo rebelde... —murmuró contra su hombro, sorprendiendo al mayor por lo último que le dijo. —Que quede en un secreto entre nosotros... pero el verdadero culpable... es alguien que está muy cerca de aquí. —terminó de hablar, para juntar un poco más su cuerpo contra el del mayor.
Chuuya no dijo nada, simplemente se quedó analizando las palabras que Akutagawa había dicho, ¿cómo era posible que realmente el verdadero malo no fuera el grupo rebelde? Y más aún... que estuviera cerca. A pesar de sus dudas, aceptó su abrazo, acariciando la cabeza del otro con su nariz de forma inconsciente, tratando de descifrar aquello que había dicho Akutagawa.
Dazai se encontraba caminando por las calles del sector L, buscando en todas partes algún rastro del albino, pero al igual que en los cuatro sectores que llevaba, no encontraba algún rastro de él.
Dazai quería ver a Atsushi, pero extrañamente éste había evadido su invitación para que se vieran, algo que era sumamente extraño, pues no importaba cuanto trabajo tuviera el menor, siempre accedían a verse.
Claramente la preocupación fue el primer sentimiento que invadió su cuerpo, luego del acontecimiento de Oda, temía que el albino se hubiese metido en problemas. A pesar de que Sakunosuke lo tranquilizó diciendo que era imposible y que el mismo Atsushi le respondiera los mensajes diciendo que estaba bien, sentía algo dentro de él que le indicaba que no era del todo así.
Pues fue la llamada que tuvieron el día después de que llegó Oda, específicamente en la noche, cuando Osamu se encontraba emocionado por escuchar la voz de su amado, esta... se escuchaba diferente, como si estuviera ronco. Lo primero que pensó era que quizá estaba enfermo, pero el día en que capturaron al pelirrojo que había sido justo un día antes, Atsushi estaba en perfectas condiciones, era imposible que de un día para otro hubiese enfermado tan rápido.
También notó su voz un poco desanimada, como si estuviera agotado, pero era diferente a las otras ocasiones donde se encontraba cansado. Por ello, a la mañana siguiente se levantó para buscar al menor, sabía que seguía realizando sus patrullas, así que debía de encontrarlo.
Estuvo así durante horas, hasta llegar a la actualidad de aquella tarde. Su búsqueda no había cesado, buscando en cada rincón del sector, en cada edificio y en cualquier lugar en donde pudiera estar. Lo conocía y era seguro que estuviese escondido o en un lugar donde no pudiera ser visto fácilmente.
No fue hasta que, miró a uno de los edificios, percatándose que en el techo había unas piernas que se balanceaban, retrocedió para poder ver de manera óptima y notó que la ropa era el uniforme de la Federación. Esperó un poco más y finalmente sonrió al ver a un chico que se apoyaba en los barrotes que rodeaban la azotea, era sin duda Atsushi.
Agradecía que dicho edificio tuviera escaleras en el exterior, quizá por ello había sido sencillo para Atsushi de llegar hasta ahí. No se hizo de esperar y comenzó a subir los escalones, de dos en dos, teniendo el cuidado para no cae. Así, en menos de tres minutos había llegado al techo, tampoco era un edificio tan alto.
Abrió la puerta para tener acceso a la azotea y caminó con cuidado, viendo como el menor se arrastraba hacia atrás para sacar sus piernas de los huecos en los barrotes para girar hacia él, al verlo... su sonrisa se borró.
Algunos de sus dedos estaban vendados y con rasguños, podía alcanzar a ver que en su muñeca había un vendaje que se perdía entre las mangas de su saco, los primeros botones del saco y camisa estaban abiertos, pudiendo ver perfectamente un gran hematoma en colores purpuras en su pecho. Rasguños en su cuello y en su rostro, en una de sus mejillas se encontraba un gran parche blanco, de esos que solían utilizarse para cubrir heridas, mientras que la otra tenía leves magulladuras.
—Atsushi... —el mencionado se encogió en sus hombros mientras alzaba con cuidado sus piernas para pegarlas en su pecho, quejándose en silencio por el dolor que le causó, provocando que el pecho del castaño se oprimiera.
—No quería que nos viéramos... por esto... —confesó mientras dejaba con cuidado su barbilla sobre sus rodillas. Inmediatamente Dazai se acercó a él y le miró de más cerca, notando de mejor manera lo delicadas que eran sus heridas.
—¿Qué fue lo que te sucedió? ¿Te descubrieron? —preguntó angustiado, pero el menor simplemente se negó.
Separó sus labios a punto de responder sus preguntas, pero nada salió de estos, simplemente temblaron, sintiéndose un poco vulnerable en ese estado. Osamu no lo presionó, con cuidado tomó asiento a un lado de él y llevó su mano a su cabeza para acariciarlo, sintiendo otra opresión en su pecho al ver que el cuerpo de Atsushi temblaba con temor. Le recordó la primera vez que había hecho esa misma acción, donde el albino esperaba algún tipo de daño. Con delicadeza pasó sus dedos contra los suaves cabellos del menor, quien se sintió un poco mejor, relajando su cuerpo.
—Fue... un castigo por nuestra poca eficacia... evidentemente por el escape del prisionero, Shibusawa-san no nos iba a perdonar... aunque supongo que debería estar acostumbrado... —su voz se fue quebrando de a poco mientras sus dedos apretaban la tela de su pantalón, sintiendo un ardor en sus ojos. —Fue exactamente igual al entrenamiento que tuvimos... fue desagradable... ese lugar realmente es terrible... —sollozó.
Sentía como las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. En ese momento donde nadie pudiera verlos, su débil corazón permitía liberar las lágrimas que se negó a soltar en el sector Rojo, lágrimas cargadas de dolor y sufrimiento.
Ocultó su rostro entre sus piernas, dejando que las lágrimas cayeran en soledad, abrazando con fuerza sus extremidades inferiores. Dazai solo pudo apretar sus labios al ver tan destrozado al más joven, éste estaba sorprendido por la revelación que se había hecho, no esperaba que el entrenamiento que varias veces Atsushi mencionó hubiese sido así de atroz... ¿Por cuántas cosas horribles había pasado Atsushi?
—Yo... no quiero estar en ese lugar, ya no más... —habló con voz temblorosa, expresando el miedo y tristeza que sentía. Como un pequeño grito de ayuda que buscaba desesperadamente que alguien lo sacara de ese lugar.
Dazai llevó la mano que acariciaba su cabeza a su mano, tocando gentilmente con sus dedos el dorso de la mano contraria. Atsushi alzó su vista para mirarlo, al ver que quería hacer algo, dejó que tomara su mano, jalándolo sutilmente, dándole la indicación de que se acercara, a lo que el menor acató. De forma lenta bajó sus piernas y se colocó de rodillas, avanzando con cuidado hasta donde Dazai estaba, tomando asiento en su regazo mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello, abrazándolo fuertemente.
El mayor acarició con cuidado la espalda de Atsushi, deteniéndose cuando vio que éste se retorció de dolor sobre él, por ello se limitó a mejor abrazar su cintura, comenzando a llenar de pequeños besos su cabeza, dejando que el pequeño llanto del menor aliviara un poco aquel dolor.
—¿Por qué no simplemente huyes de ahí? —sugirió sin dejar de besarlo.
Anteriormente, muchas veces Osamu había hecho esa insinuación, pero el menor siempre terminaba ignorándolo, por eso, esta ocasión decidió proponerlo directamente. Ver que el albino sufría tanto en ese lugar era algo terrible, no quería que algo como esto se volviera a repetir, pero al poco tiempo que preguntó, recibió una negación de éste.
—N-no puedo... si escapara... sé que Shibusawa-san terminaría encontrándome... no soy alguien libre, ese derecho le pertenece a él por desgracia... no puedo huir. —sintió como Nakajima se aferraba más a él, expresando el temor que sentía hacia aquella persona, incrementando el odio que Dazai le tenía.
Pero, aun así, no trató de convencerlo, por la manera en cómo lo decía, sabía que no había forma en que pudieran conseguirlo. Shibusawa era la segunda persona más poderosa de la nación, podría ser bastante sencillo para él encontrar a Atsushi, no quería que pasara por más temor.
Aunque esa no era la única alternativa. Dazai dejó de besar su cabeza para inclinarse ligeramente hacia atrás, buscando el rostro de Atsushi, pero éste seguía oculto en él, volvió a besarlo, acariciándolo con su nariz, consiguiendo que el menor alzara su rostro y así pudieran verse. Dazai trató de sonreírle para calmarlo mientras subía una de sus manos y con cuidado tocaba aquella mejilla que estaba herida.
—Entonces... si no puedes escapar, únete a nosotros. —los párpados del menor se abrieron en sorpresa ante aquella invitación.
Aquella idea había estado rondando mucho por la mente de Osamu, la razón por la que nunca lo había propuesto era porque creía que las cosas en la Federación estaban bie. Tampoco sabía que tan cómodo sería para Atsushi, pero ahora viendo la gravedad de la situación, era bueno intentarlo.
—¿Al grupo rebelde...? —Dazai asintió.
—Si nos ayudas, tal como lo hiciste con Oda y con los prisioneros de la cárcel en el sector F, podemos tener gran ventaja y pronto podríamos conseguir tu libertad. —explicó la razón por la cual era bueno tenerlo completamente de su lado. Sería una especie de infiltrado por parte del grupo rebelde, algo que realmente era muy benéfico.
Atsushi se quedó pensando por unos segundos, para luego asentir, aceptando la invitación que se le estaba haciendo, provocando que Dazai sonriera ampliamente.
—Perfecto... aunque primero debe aceptarte Kunikida-kun. —metió su mano a su bolsillo para sacar su celular, comenzando a escribir un mensaje.
—¿Kunikida-san? —repitió el nombre, recordando que era aquel sujeto que se encontraron en el bar la vez pasada.
—Así es, él es el Líder del grupo rebelde. —terminó de teclear el mensaje y le dio la indicación a Atsushi de que se levantara, a lo que acató unos momentos más tarde, seguidamente él se puso de pie. —Te llevaré a nuestra base. —sonrió mientras acariciaba con cariño su cabeza.
—Está bien... —sonrió un poco leve. De algún modo se sentía emocionado, era posible que conociera a todo el grupo rebelde y eso le llenaba de emoción, pero también se sentía feliz de haber sido invitado a unirse a ellos.
Así con cuidado ambos se dirigieron hasta las orillas del sector O, estaba un poco retirado así que sin duda debería dar tiempo para que todos pudieran reunirse ahí. Así en aproximadamente hora y media, habían llegado.
El albino miraba con atención el gran almacén al que estaba siendo guiado, no esperaba que este lugar fuera a ser la base del grupo rebelde, realmente habían elegido bien, pues revisar este lugar nunca se le había pasado por la mente.
Dazai le dio la indicación de que esperara ahí, mientras él abría la puerta, llamando la atención a todos sus compañeros quienes ya se encontraban ahí.
—Al fin llegas. —escuchó la voz molesta de Doppo. —¿Y bien? ¿Para qué querías que nos reuniéramos? —preguntó mientras se cruzaba de brazos.
—Vengo reclutando a alguien. —anunció con una gran sonrisa, extrañando a todos ahí. —Ven. —se giró hacia la salida mientras agitaba su mano, dándole la indicación a que Atsushi se acercara.
El menor sentía sus piernas temblar, pero como pudo se acercó hasta donde Dazai estaba, colocándose a su lado, aumentando aún más la sorpresa de sus compañeros, algunos se pusieron tensos por ver al Líder de la Federación frente a ellos. De manera lenta, ambos caminaron hasta el interior del almacén, donde Atsushi pudo ver mejor a cada uno de los integrantes, sintiendo nuevamente entusiasmado.
—¿Realmente es seguro tenerlo aquí? —comentó un poco inquieta Yosano, no podía dejarse llevar por aquel rostro de inocencia que tenía el joven.
—Creo que después de traicionar a la Federación podemos confiar en él. —expresó Oda quien recibía al menor con una sonrisa.
—Me alegro ver que realmente pudiste llegar a salvo. —expresó Atsushi, donde todos se sorprendieron por la amabilidad con la que se había dirigido al pelirrojo. ¿En verdad era un integrante de la Federación?
—Gracias una vez más por tu ayuda, aunque no parece que tú estés muy bien ... —Nakajima se encogió en sus hombros, borrando la sonrisa que tenía.
Antes de que el albino volviera a caer en sus pensamientos deprimentes, Dazai alzó su mano y acarició suavemente su hombro, tratando de algún modo ser su soporte para que no terminara decayendo, a lo que el albino respondió pegándose un poco más al castaño.
—¿Entonces el mocoso quiere unirse a nosotros? —preguntó Kunikida, mientras miraba atentamente al joven albino, quien rápidamente asintió ante ellos.
—Yo... quiero poder ayudar a que este gobierno cambie. No puedo tolerar que nosotros como Federación estemos causando tanto daño a las personas... Por favor, déjenme unirme a ustedes. —pidió con voz firme, mientras inclinaba su cuerpo hacia ellos, apretando fuertemente sus puños.
—Que el mismo Líder de la Federación sea compañero nuestro nos daría gran ventaja. —analizó Ranpo, era tan buena estrategia, esto probablemente podría asegurar su victoria.
—Entiendo tu determinación... Pero que estés aquí es un peligro para ti, estás traicionando al gobierno y realizando un crimen grave, ¿sabes lo que sucedería si te llegan a descubrir? —interpuso una vez más aquel temor que anteriormente le hizo saber a Dazai, pero para su sorpresa, no encontró algún temor en el rostro de Atsushi, simplemente determinación.
—Lo sé y estoy consciente de ello. Nos entrenaron con terror para que ninguno de nosotros nos atreviéramos a traicionarlos, en especial yo... Soy la persona de mayor confianza del consejero, su perro más leal y obediente... él no sospecha en absoluto una traición de mi parte. —explicó la razón por la cual no debían temer.
—Si es lo que es, ¿cómo podemos confiar completamente en él? ¿y no pensar que esto es una trampa para entregarnos al mandatario? —expresó Ango alarmado, realmente tener a un integrante de la Federación le inquietaba mucho, en especial que quisiera unirse a ellos. A ello recibió una mirada molesta por parte de Dazai, lo que le puso extremadamente nervioso.
—Supongo que es difícil que confíen en mí luego de todo el daño que ha hecho la Federación... —habló un poco bajo Atsushi, para luego apretar con fuerza sus labios por la frustración que sentía. Sacudió su cabeza para despabilarse de aquellos pensamientos, volviendo a alzar la mirada hacia ellos. —Pero les pido que aun así lo hagan, no es una trampa en absoluto, en verdad quiero que cambie todo aquí, para que las personas dejen de sufrir... para que pueda amar libremente.
Cada uno de ellos se sorprendió por lo último que había dicho y rápidamente todos miraron a Dazai, quien miró hacia otra parte para no afrontar las miradas acusadoras de sus compañeros. Parece que aquella broma sobre un romance entre ellos dos quedaba completamente descartado, pues tal parece que era la realidad.
—Está bien... te acepto. —los labios del albino temblaron de emoción al escuchar aquellas palabras por parte de Kunikida, sintiéndose enormemente feliz. —No puedo rechazarte si tienes un deseo tan noble... Supongo que podemos confiar en ti luego de haber salvado a uno de nuestros compañeros y por nunca haber entregado a Dazai. —expresó mientras sonreía.
Nakajima se sentía un poco extraño, el ambiente que desprendía el lugar con todos ellos era diferente al que sentía cuando estaba con sus propios compañeros de la Federación, la confianza y amabilidad rebotaban por doquier. Recordó lo que Dazai hace mucho le dijo, sobre que en el grupo rebelde estaba conformado por personas amables, finalmente, podía confirmar que era cierto eso.
—Trataré de ayudarles en todo lo que pueda y les diré todo lo que sé con respecto al gobierno. —expresó entusiasmado, realmente estaba motivado con ellos.
—Eso será de mucha ayuda. —habló Doppo, consiguiendo otra sonrisa por parte del albino.
—Lo primero que deben de saber... es que el mandatario no es quien dirige todo esto. —comenzó a hablar, sorprendiendo a todo el grupo rebelde, incluyendo a Dazai. —Chuuya-san es una persona muy amable y quiere lo mejor para su nación... pero siempre ha estado viviendo en los engaños de Shibusawa-san... su consejero, él es el culpable de todo esto. —explicó, pues debía parar con la errónea idea de que el gobernante era el enemigo.
A ello, recordó un detalle que hizo que su rostro palideciera, haciéndole tragar con fuerza.
Luego del incidente con el prisionero y ahora que Shibusawa sabía que había un traidor en la Federación... habían perdido una parte de su confianza, pensar en esa pequeña posibilidad de que descartara la terrorífica idea que lo llevó a capturar a Oda seguía viva, quedaba completamente en el olvido luego de lo sucedido.
—Una cosa más... —llamó la atención de los demás, quienes se extrañaron un poco por el cambio repentino en su voz. —Es... es muy probable que Shibusawa-san libere a la antigua Federación... ellos son mucho más peligrosos y despiadados que nosotros. Son nuestros superiores... deben tener mayor cuidado a partir de ahora, yo he conseguido distraer a mis compañeros para evitar que los atrapen, pero esta Federación solo obedece a Shibusawa... ellos no tendrán ninguna clase de misericordia.
Advirtió a los demás. Sabía que el liberar a Oda podría perder la oportunidad de que su mentor se olvidara de esa idea, pero creyó que podría estar algo tranquilo por ver la mejora de sus movimientos. Pero al saber que había un traidor entre ellos, a menos de que hubiesen recuperado su confianza luego del castigo, Shibusawa no permitiría que siguieran teniendo el control de las calles una Federación que ya estaba corrompida. Si Atsushi no pudo prevenir ese suceso, por lo menos advertiría al grupo rebelde sobre el gran peligro que podían correr si la antigua Federación era liberada.
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