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Capítulo • 28 •


En unos minutos llegó, dándose cuenta de que Tachihara ya se encontraba en la entrada del edificio. Respiró hondo y se acercó hasta él, captando su atención.

—Bien, hay que entrar para comenzar con nuestro trabajo. —informó con tranquilidad Atsushi. Como respuesta recibió un suspiro y no se dijeron nada más.

Atsushi abrió la puerta del edificio y se dirigieron a la parte del sótano, bajando unas escaleras que lo llevarían a las celdas que había en ese lugar. Abrieron otra puerta para entrar a aquella especie de habitación, en donde se encontraron con sus compañeros que vigilaban al único prisionero que se encontraba en las celdas del lugar.

—Nosotros nos encargamos a partir de aquí, descansen ustedes. —le dio la indicación de retirarse a Sigma y Lucy, los cuales agradecieron por medio de una reverencia. Y, sin esperar se marcharon del lugar, dejándolos solos en pocos minutos.

Atsushi caminó hasta la celda en donde el prisionero se encontraba, torciendo sus labios al ver su mirada molesta, la cual se suavizó cuando intercambiaron miradas, algo que duró poco pues el mayor terminó mirando hacia otra parte, haciéndole tambalear un poco. Seguramente debería estar preocupado por lo que le sucedería o angustiado por sus compañeros, debía de estarla pasando mal.

El menor se sobresaltó cuando escuchó un golpe contra los barrotes, girando rápidamente hacia su lado derecho, donde Tachihara había pateado la celda, en un intento de intimidar al pelirrojo, quien más allá de asustarse, miró con mayor molestia al otro.

—¿Creías que siempre se iban a salir con la suya? Es una lástima para ti y para tu patético grupo. Es momento de que caigan. —expresó con voz molesta. Claramente se sentía satisfecho de finalmente atrapar a una de aquellas personas que tantos problemas les han estado dando, ganas de golpearlo no le hacían falta.

Sakunosuke no dijo nada, no le daría el gusto de responderle. Cosa que fastidiaba enormemente a Tachihara, pues esperaba tener una reacción asustadiza, no una que lo desafiaba completamente.

—Suficiente. Nuestro único deber es vigilarlo, no fastidiarlo. Shibusawa-san se encargará de esa parte, así que ten por seguro que pagará por sus crímenes. —habló con voz grave, regañando a su compañero para que se comportara, el cual solo chasqueó la lengua.

Pero aun así sonrió. Todos sabían lo despiadado que era Tatsuhiko, ansiaba escuchar los gritos de dolor que soltaría por las torturas que aplicaría para sacarle información. Era cosa de que pasara la noche para presenciar eso, así que debía de ser paciente.

Obedeció al albino, tampoco tenía ganas de discutir con su líder, no había caso que lo hiciera después de todo. Por ello mejor se recargó en la pared mirando en todo momento al prisionero que no bajaba la guardia en ningún instante, manteniendo su ceño fruncido, aun sí la parte central de su frente comenzaba a doler.

Mientras tanto, Atsushi simplemente tomaba asiento en el suelo, mirando de manera discreta todo el lugar. Sobre ellos había tres focos largos que iluminaban la habitación, miró a sus lados, observando las celdas vacías que había. Así estuvo durante varios minutos, con los tres completamente en silencio.

Cuando consideró que ya había pasado el tiempo considerable, respiró hondo para dejarlo salir en un suspiro, era momento de actuar.

Metió lentamente su mano en uno de sus bolsillos, teniendo el cuidado de que Tachihara no se percatara de su movimiento, pero al ver que estaba más concentrado en llevar una batalla de miradas con Oda, supo que no habría algún problema. Así que de su bolsillo sacó una pequeña piedra que recolectó del jardín.

La aventó con gran velocidad a su costado, de una manera tan ágil que no le habría dado tiempo a que alguno de los dos hubiese visto el movimiento de su mano.

—¿Escuchaste eso? —expresó Atsushi, poniéndose de pie rápidamente mientras ambos giraban en dirección de la entrada, en donde había aventado la piedra.

—¿Será una ardilla o algo que se cayera? —tampoco había sido un sonido fuerte como para alarmarse, aunque si los había inquietado un poco debido al sepulcral silencio que había.

—Es imposible que una ardilla esté dentro. —miró con extrañeza a su compañero cuando dijo tal posibilidad. —Sería bueno que revisáramos, solo por si acaso. —vio como el otro asentía con la cabeza, para después verlo avanzar con lentitud hacia donde se escuchó el sonido.

La expresión de Oda pareció cambiar a una de confusión por lo que estaba sucediendo. Sintiéndose curioso se asomó para ver si ellos encontraban la dichosa ardilla.

Tachihara llegó donde provenía el ruido pero no encontró nada, simplemente una pequeña piedra a la cual no le dio importancia, pues había muchas en el lugar, quizá solo había sido su imaginación.

Atsushi metió otra vez su mano al bolsillo, captando la atención del pelirrojo quien le vio como apuntaba a uno de los focos y aventaba la piedra.

—No, jefe, realmente no hay-

Fue interrumpido por el tronar del foco, perdiendo un poco de luz la habitación.

Rápidamente tanto Tachihara como Atsushi miraron el foco roto, éste último giró hacia atrás mirando confuso a su compañero sobre lo que estaba sucediendo.

—Quizá se fundió... —quiso darle una explicación lógica mientras se acercaba al foco roto, rebasando al menor.

—Puede ser... —le dio la razón, mientras volvía a meter su mano para sacar otra piedra. Justo arriba a de él había otro foco, por lo que, aprovechó que su compañero inspeccionaba aquella parte para disparar hacia arriba, rompiendo otro. —¡Ah! —Tachihara giró rápidamente, viendo como Atsushi tenía sus brazos sobre su cabeza, evitando que los pedazos del objeto lastimaran su cabeza.

—No creo que eso sea realmente normal. —expresó con nerviosismo. Ahora la luz era casi nula, pues solo los alumbraba una lámpara.

—En absoluto, debemos informar a los demás. —sugirió el albino, bajando sus brazos para mirar a su compañero. Éste se giró en dirección de la entrada, la extrañeza de la situación había bloqueado un poco la mente de Michizo, pues no se le ocurrió llamar a sus compañeros, directamente iba a ir a buscarlos.

Una vez el otro le dio la espalda, metió una última vez su mano a su bolsillo para sacar una piedra más, apuntando al último foco restante, destrozándolo en cuestión de segundos, para luego quedarse completamente a oscuras.

Cuando no había luz que pudieran alumbrarlos, Atsushi corrió hacia la salida, evadiendo a Tachihara. Al ser un lugar subterráneo, la oscuridad era más nítida, por ello estuvo varios minutos analizando el área, para memorizarse el espacio y así poder moverse en completa oscuridad. Cuando llegó a la puerta la abrió y cerró con fuerza, alertando al otro.

—¡Tachihara, informa a los demás! ¡Estamos siendo ata-

Cortó su voz de repente, inclinándose para golpear con sus manos el suelo, simulando el sonido de su cuerpo caído.

—¿¡Atsushi?! ¡Maldición! —Nakajima se acercó a donde presentía que estaba el otro. Cerró sus ojos para agudizar su sentido del oído, logrando percibir como su compañero buscaba desesperadamente en su ropa, quizá el transmisor de voz o un arma, cual fuera la razón, le ayudó a saber exactamente su ubicación.

Se coló a su espalda y con fuerza la golpeó, esquivando la reacción de Tachihara, cuando sintió que éste se daba la vuelta hacia él, alzó su rodilla y golpeó el estómago del otro, finalizando con un leve golpe en la parte trasera de su cuello, consiguiendo que éste perdiera la conciencia y cayera al suelo. Su corazón se encontraba excesivamente agitado, recorriendo por su cuerpo una fuerte adrenalina que terminó por causarle un temblor en las piernas una vez se aseguró de que su compañero estaba inconsciente.

Oda, quien estuvo de espectador todo el tiempo no sabía exactamente que estaba pasando, juraba haber visto al mismo Atsushi atacar los focos, pero la confusión y desesperación en su voz sonaba tan real que comenzaba a cuestionarse sobre lo que había visto. ¿Se trataba de sus compañeros? podía ser, pero era imposible que pudieran haberse infiltrado.

El albino sacó su celular y encendió la linterna para poder moverse con mayor libertad. De ese modo se dirigió hacia la celda de Oda, el cual, gracias a la tenue luz blanca pudo ver que se trataba de Atsushi, quien comenzó a abrir la celda que lo tenía retenido, sorprendiéndolo.

—Qué... ¿Qué estás haciendo? —preguntó incrédulo.

—¿No es obvio? Te estoy sacando de aquí. —terminó de abrir la celda y con sumo cuidado la jaló, para abrirla y darle libertad al pelirrojo.

—¿Por qué haces esto? —no entendía, ambos eran enemigos y Atsushi era el Líder de la Federación. Ayudar al enemigo... eso sonaba muy fantasioso.

—Porque eres amigo de Dazai... y él es muy importante para mí. No puedo permitir que le hagan daño a un amigo suyo. —confesó con una voz temblorosa, siendo inevitable reprimir una pequeña sonrisa, sorprendiendo aún más al mayor. —Además, eres una persona amable, no puedo considerarte un criminal, así que te ayudaré a escapar.

—Gracias... —agradeció mientras sonreía, saliendo de la celda. —Pero... ¿está bien? ¿no te meterás en problemas? —preguntó con preocupación.

—Mientras no me vean está bien, nadie interrumpiría aquí porque estamos cuidando. Si no reciben alguna advertencia nuestra no tienen porque venir, golpee lo suficientemente fuerte a Tachihara como para que esté inconsciente varias horas, nosotros no tenemos porque demorarnos más de una. —explicó mientras guiaba al otro a la salida, apagando su celular una vez llegaron a la puerta.

Abrió la puerta con cuidado, para luego cerrarla con llave. Se dirigió a las escaleras para subir despacio los escalones, agitando suavemente su mano a Oda para que le siguiera, mientras él se aseguraba que nadie se acercara. Sabía que no habría nadie, pero era necesario que fuera cuidadoso. Al llegar a la planta baja, se dirigió a una habitación y la abrió, en una de las mesas se encontraban las pertenencias de Oda, las cuales tomó y le hizo entrega.

Así salieron del edificio, Atsushi en todo momento miraba a sus alrededores, buscando que el camino estuviera despejado, al asegurarse de que así era, se dirigieron a los arbustos donde le pidió a Oda que se ocultara mientras él desenterraba la bolsa que había guardado ahí.

De esa bolsa sacó un abrigo grande con capucha en color oscuro y se la colocó. También había comprado una máscara de festival en forma de tigre y se la colocó, haciéndose pasar como un integrante del grupo rebelde.

—El plan es hacer creer que tus compañeros vinieron a rescatarte, por eso conseguí esto. —comentó ante la extraña mirada que le dirigía el otro.

—Entiendo, pero... ¿no es peligroso estar así en el interior? ¿y las cámaras de seguridad? —Atsushi soltó una leve risita.

—En el interior del templo no hay cámaras. —Oda se sorprendió por sus palabras. —Todos guardamos lealtad al mandatario y nunca cometeríamos algo en su contra, hay mucha confianza aquí, además de que, si sucediera algo, no habría peligro, pues aquí estamos toda la Federación. Pero no hay porque preocuparse, yo te guiaré hasta una salida.

Atsushi se colocó de pie y le dio la indicación al otro de que se colocara su túnica y su respectiva máscara, simplemente para estar más seguros.

—Si no hay seguridad, ¿entonces porque te estás ocultando? —preguntó mientras seguía al albino.

—Porque debemos primero deshacernos de algo. Quizá en el interior no haya cámaras, pero en el exterior sí. Reforzaron la seguridad desde que atacaron, si te guio simplemente a la salida, todo será en vano, pues los vigilantes de las cámaras informarán inmediatamente que estás libre e irán todos detrás de ti, por eso debemos encargarnos de ellos primero. —le explicó todo en voz baja, ocultándose detrás de los edificios y árboles que pudieran ocultarlos.

Si bien, a estas horas de la madrugada no había muchas personas en los jardines, de vez en cuando había algunas, eran ellas las que debían evitar. Por fortuna eran solo un par y pudieron evadirlas sin problema alguno. Así siguieron hasta dirigirse al edificio en donde se encontraba el cuarto de seguridad, en donde vigilaban las cámaras.

—Debo pedirte ayuda con esto. —detuvo al mayor antes de entrar al edificio. —Son cuatro personas las que revisan las cámaras, entre más pronto terminemos con ellas, será menor la posibilidad de que se puedan poner en contacto con alguno de la Federación, por eso... —se encogió en sus hombros.

—¿Quieres que te ayude a ponerlos inconscientes? —Atsushi asintió. —Está bien. —el albino sonrió tras la máscara. Podía encargarse sin problema de las cuatro personas, pero en el proceso alguna podía llegar a comunicarse con la Federación.

Cuando obtuvo su respuesta afirmativa, guio al otro al interior del edificio, revisando que no hubiera nadie cerca. Así fueron subiendo hasta llegar a donde estaba dicha habitación, giró hacia Sakunosuke y éste simplemente asintió, dándole a entender de que estaba listo.

Nakajima respiró hondo y abrió de golpe la puerta, alarmando a las cuatro personas que estaban, quienes se angustiaron terrible al ver las máscaras.

No dijeron nada, Atsushi se lanzó a una de ellas y la estampó contra el suelo, golpeándolo al punto que le haría perder el conocimiento. Su acción había sido tan rápida que los demás se quedaron aturdidos, sin gritar, ni saber que hacer. Oda le siguió con otro sujeto, repitiendo la misma acción, para cuando solo quedaban dos, estos intentaron ponerse en comunicación con la Federación, pero no se lo permitieron, antes de que tomaran el teléfono o presionaran el botón de emergencia, ya se encontraban en el suelo.

Al ser simples empleados, no estaban capacitados para pelear, por ello habían entrado en pánico, pues nunca se esperarían que atacaran desde el interior al grupo encargado de vigilar las cámaras de seguridad.

Nakajima se encontraba emocionado, el plan estaba yendo a la perfección. Al no tener el problema de las cámaras de seguridad, era simplemente llevar al mayor a una de las salidas y finalmente estaría libre. Debían de ser rápidos para terminar con esto pronto.

De la bolsa, Atsushi sacó unas sogas para atar a las personas, manteniéndolas alejadas de cualquier botón o modo para comunicarse. Era mejor asegurarse de que ellas no pudieran avisar, aun sí no despertarían en varias horas.

—Fue realmente sencillo... —expresó Oda, aunque la mayor parte lo había hecho Atsushi. Cuando él terminó con una persona, el albino ya se encontraba aturdiendo a la tercera y última. Entendía porque era el Líder de la Federación, su rostro tierno ocultaba realmente una bestia.

—Debemos irnos ya, esto es simplemente para que nadie pueda avisar de tu escape y puedas irte tranquilamente. Las cámaras siguen funcionando así que igual te verán, pero de todos modos nos daremos cuenta de que no estás aquí, así que da igual. —realizó el último nudo y se colocó de pie, tomando las llaves de la habitación para cerrarla en cuanto huyeron.

Salieron de la misma manera en como entraron, con sumo cuidado, aunque tampoco había razón para que alguien estuviera en ese edificio a esas horas. Así se alejaron de ese lugar, nuevamente con Atsushi guiando a Oda por el amplio templo, el albino maldecía en su interior porque el templo era ridículamente grande, simplemente lo ponía más nervioso no estar cerca de alguno de los muros.

Pero luego de varios minutos, evadiendo a las pocas personas que había y acercándose sigilosamente al extremo del templo, llegaron a una de las paredes que bordeaba el lugar. No era le entrada principal, pues por ese lugar solían pasearse varias personas que vigilaban, además de que sería más fácil que lo vieran a él, por ello, era ideal que fuera uno de los puntos más deshabitados.

—Puedes subir el árbol y saltar la pared, o si quieres que te ayude puedo servirte como escalón. —rápidamente Oda negó con la mano.

—Está bien así, será por el árbol. —Atsushi asintió. —En verdad... muchas gracias, no esperaba recibir tu ayuda. —el menor alzó sus manos y quitó la máscara que cubría su rostro, para dedicarle una sonrisa a Oda.

—No hay porque agradecer... quiero que cumplan con su objetivo, no quiero ver sufrir más a esta nación. —Oda sonrió levemente por aquel deseo tan noble. Entendía porque Dazai se llevaba tan bien con él, en especial porque se tenían tanta confianza.

—¿Te quedarás aquí? —preguntó con cierta inquietud, esta acción prácticamente era una traición al gobierno, si lo llegaran a pillar sería realmente un final desastroso.

—Sí... yo no puedo huir tan fácilmente como tú, ellos no descansarían hasta atraparme, además de que tengo una promesa que cumplir. —el pelirrojo se extrañó por aquello último, no quiso cuestionar nada más, sonaba a que era algo personal.

—Pero... ¿estarás bien? —Atsushi movió su cabeza en una respuesta afirmativa.

—Sí, mi plan aún no termina. —Se quitó el saco negro y lo dobló, haciéndole entrega de la prenda junto con la máscara. —Solo quiero pedirte dos favores... bueno tres. —Sakunosuke asintió mientras aceptaba los objetos, sin saber porque se los estaba dando. —El primero es que te lleves esto contigo, no puedo dejar ninguna especie de pista sobre esto, por ello quiero que te deshagas de esto. —El mayor no se negó ante su petición.

—Bien, yo me encargaré de esto. ¿Cuáles son los otros dos favores? —preguntó.

—Tienes... ¿de esas esferas? Las que usan para que caigamos inconscientes. —el mayor separó sorprendido sus labios. Sabía a lo que quería llegar el albino, para que su plan tuviera sentido y fuera totalmente descartado como culpable, él debía de estar inconsciente junto con su compañero.

—Claro, tengo un par.

—Con una me basta. —Sakunosuke metió la mano a uno de los bolsillos de la túnica y le hizo entrega de aquella esfera donde Atsushi la tomó con cuidado.

—¿Qué más? —aquí el albino suspiró apenado.

—Dame un golpe.

—¿¡Eh!? —el pelirrojo dio un paso hacia atrás, sorprendido por esa peculiar petición, Atsushi simplemente torció sus labios.

—Se supone que fui atacado, debo por lo menos tener algún golpe, ¡vamos! No me enojaré... Así que no te contengas. —pidió con voz nerviosa el albino, cerrando sus ojos mientras mostraba la cara, para recibir el dichoso golpe.

Oda se lo pensó un par de veces, realmente no era cómodo golpear a quien lo había ayudado a salir de ese lugar, pero entendía porque era necesario, era lo mínimo que podía hacer por Atsushi. Así que alzó su mano y la empuñó, quedándose de esa forma por unos segundos mientras se armaba de valor, para luego impulsarse y golpear con gran fuerza la mejilla del menor, quien terminó tambaleando, por poco cae, pero pudo detenerse.

—Gracias...

—Es raro que agradezcas un golpe, no lo hagas. —Atsushi terminó riendo, quizá el golpe lo puso un poco tonto. —No le vayas a decir a Dazai de esto. —no sabía porque tenía el presentimiento de que, si el castaño se enteraba que le dio un puñetazo a Atsushi, cosas malas le sucederían a su persona.

—No lo haré, tranquilo. —habló con voz baja, tratando con todas sus fuerzas de no soltar un chillido por el ardor que nacía en su mejilla, debía aguantar. —Será mejor que te vayas ya.

—Tienes razón. Es lo que haré entonces. —Oda dio un paso hacia atrás, en dirección del árbol que le ayudaría a escalar aquella pared.

—Si te vas todo derecho encontrarás la entrada al sector A, de ahí supongo que sabes como moverte. Avisa a tus compañeros, quizá están planeando la manera de rescatarte, evita a toda costa que vengan. —le aconsejó y el mayor asintió a sus palabras. Tampoco sabía cómo el grupo rebelde estaría llevando esta situación, pero estaba seguro que ahora mismo deberían de estar en la base.

—Nos vemos, ten cuidado al regresar. —fue esa la despedida de Oda, quien empezó a escalar el árbol para llegar a la altura ideal, en la parte superior de la pared. Giró hacia atrás para ver una vez más al albino, en verdad que era una persona muy bondadosa para estar en la Federación... Eso en realidad era algo bueno, tenían cierta ventaja al tener una persona así dirigiendo a la Federación... Quizá por ello habían tenido mucha suerte hasta ahora, ya que Atsushi evitaba que les hicieran daño.

Nakajima se quedó en su lugar, esperando a que el mayor se fuera, para cuando lo vio saltar al otro extremo, soltó un gran suspiro, sintiéndose mucho más aliviado de que ya no estuviera aquí. Pero eso no quería decir que estuviera completamente tranquilo, aún debía terminar con su plan, lo mejor era dirigirse a donde realmente debería estar, para finalmente terminar.

Era evidente que se encontraba muy nervioso, por más que repasara todos los pasos del plan, temía que algo hubiese salido mal, pero no había realmente alguna preocupación, todo lo había hecho perfecto: Engañó a su compañero, éste estaba completamente seguro de que ambos fueron atacados. Ninguna persona los vio, pudo ocultar su identidad en todo momento. Se hizo pasar como un integrante del grupo rebelde para salvar a Oda. Las personas de las cámaras estaban inconscientes y Oda ya se encontraría lejos, todo estaba bien, simplemente debía regresar.

El único y verdadero problema es como sería la reacción de Shibusawa. Tenía la pequeña esperanza de que su confianza en ellos seguiría, pues podrían atrapar a alguien más, aun sí la idea no le agradara en absoluto, pero quería creer que aún había manera para descartar la posibilidad de que regresara la antigua Federación.

Sacudió su cabeza y se centró mejor en dirigirse al edificio donde se encontraba Tachihara, del mismo modo en cómo se había ido, evadiendo a cualquier persona que se encontrara en su camino, siendo lo más sigiloso que pudiese, siguiendo así hasta haber llegado luego de varios minutos.

Entró con cuidado al edificio y fue bajando despacio los escalones, todo estaba tranquilo, por lo que dudaba que Tachihara hubiese despertado, confirmó su información una vez abrió la puerta, encontrando a su compañero aún inconsciente. Soltó un gran suspiro, todo había salido bien, nadie lo había visto y había vuelto al lugar donde su compañero seguía dormido, simplemente era cosa de ponerse en su mismo estado.

Sacó la pequeña esfera que le había dado Oda, sería la primera vez que inhalaría aquel gas, esperaba que la caída no fuera tan dolorosa. No negaría que se sentía algo nervioso, pero seguir prologando más el tiempo era algo innecesario, alguien podría verlo consciente y se metería en problemas, así que debía hacerlo.

Estrelló la esfera contra el suelo, liberando en pocos segundos aquel gas en color rosado. A diferencia de otras veces, esta vez no se negó en respirarlo, percatándose del olor tan agradable que tenía, sintiendo cierta nostalgia del olor, era muy similar al té que solía darle Dazai.

Fue cosa de segundos para sentir como sus piernas iban perdiendo fuerza. Su cuerpo lo sintió pesado y su vista se fue nublando. Se tambaleó un poco y en menos de dos minutos, se desplomó contra el suelo, donde lentamente sus párpados se fueron cerrando, hasta quedar completamente inconsciente.

Dando así, por finalizado su plan.

—¿Qué es lo que haremos?

—Debemos ignorarlo, ¿no? No podemos ir tampoco al sector Rojo y ponernos en peligro.

—Pero...

Mientras tanto, en la base del grupo rebelde, se estaba llevando a cabo aquella reunión, donde los integrantes estaban tratando de tomar una decisión sobre el problema que tenían.

—Tal como lo dice Ranpo... no podemos arriesgarnos a ir al sector Rojo, luego de nuestro ataque a ese lugar debieron reforzar la seguridad. Tan solo con acercarnos avisarían a la Federación de inmediato, no es sencillo. —comentó con notable frustración Kunikida, teniendo sus labios apretados.

—Pero... no podemos dejarlo solo... ellos... seguramente lo matarán... —expresó con terror Katai, empeorando el ambiente que se tenía en aquel lugar.

—Es algo que sabemos muy bien. —Comenzó a hablar Dazai. —Al unirnos todos sabíamos las consecuencias de pertenecer al grupo rebelde, todos estábamos preparados en caso de que alguno de nosotros fuera capturado... Oda debe saber mejor que todos nosotros que no podemos hacer nada por él. Él no se rebajará a delatarnos con tal de que perdonen su vida... —el castaño apretó con fuerza sus puños, obviamente también le afectaba la captura de su amigo.

Sabían que tarde o temprano, se afrontarían a un escenario como ese, en donde alguno de ellos hubiese sido capturado. Cada uno de ellos estaban consciente sobre el peligro que corrían, no eran mejor que la Federación y lo sabían, hasta ahora habían tenido suerte, pero era evidente que esa suerte no les duraría para siempre.

—Entonces... ¿lo dejaremos? —preguntó Yosano, quien también se encontraba un poco decaída por el deprimente ambiente que se sentía en el lugar.

—Aaaaah... no lo sé... no puedo abandonar a un compañero, pero tampoco puedo ponerlos en peligro a ustedes. —Doppo se llevó las manos a su cabeza, sintiéndose tan impotente al no encontrar una manera de ayudar a su compañero que se encontraba en peligro sin arriesgar a los demás, todos estaban en la misma situación del rubio.

Pero antes de que pudieran decir algo más, escucharon el rechinar de la metálica puerta abrirse. Cada uno de ellos se puso a la defensiva, algunos como Yosano, Kunikida y Dazai tomaron un arma para apuntar en dirección de la entrada, pero sus rostros cambiaron por completo al ver de quien se trataba.

—¿¡Oda!? —expresaron todos al unísono, mirando con asombro como el pelirrojo entraba al almacén con un rostro agotador, éste alzó su mano y saludó a todos.

—¿¡Cómo!? —Ango no tenía manera de formular su pregunta correctamente.

—No entiendo... Fuiste capturado ¿no? Cómo fue que... —Kunikida se encontraba realmente sorprendido, comenzaba a pensar si estaba alucinando.

—¡En verdad es bueno que estés bien! —Kenji expresó con felicidad, felicidad que compartían los hermanos Tanizaki.

—Sí, la Federación me capturó y me llevó al sector Rojo. —afirmó la información de Doppo, sorprendiendo a cada uno de sus compañeros, que seguían sin asimilar cómo después de haber sido atrapado ahora se encontraba ahí.

—¿Cómo fue que lograste escapar? —formuló correctamente la pregunta Ranpo, cosa que ni Ango ni Kunikida pudieron.

Sakunosuke giró hacia Dazai, quien se extrañó por tener sobre él su mirada.

—Atsushi me sacó de ahí. —los ojos del castaño se abrieron con sorpresa, impresionando a los demás.

—El... ¿El Líder de la Federación? —preguntó Naomi, recibiendo un asentimiento por parte de Oda.

—¿Él cómo está? ¿Cómo fue que lo consiguió? ¿Se puso en peligro? —cuestionó con preocupación Osamu. Hacer algo tan arriesgado le tenía extremadamente nervioso, causando una sonrisa en el pelirrojo, comenzaba a creer que... quizá entre ellos dos había más que una simple amistad.

—Tranquilo... él ideó un plan perfecto para que no lo atraparan. —dejó sobre la mesa el abrigo y la máscara de tigre que le dio el albino. —Se hizo pasar como uno de nosotros y engañó a sus compañeros... No creo que lleguen a sospechar que fue obra de él, estoy seguro que realmente pensarán que fueron ustedes quienes me sacaron de ahí.

—Entonces... Atsushi está de nuestra parte... eso es realmente bueno. —comentó aún sorprendido Ranpo. Le sorprendía más el hecho de que recibió la ayuda del Líder de la Federación a que, de algún modo, Oda hubiese escapado por sus propios méritos.

—Claro que lo está... Él no quiere lastimar a las personas, quiere que nosotros cumplamos con nuestro objetivo para liberar a la nación. —explicó un poco más calmado Dazai. Si bien, aún se encontraba preocupado por el albino, debía confiar en él, sabía que no se arriesgaría tanto sin tener una buena excusa para evadir los problemas, aun así, se comunicaría con él después.

—Se lo agradeceremos más tarde, supongo. —luego de procesar todo lo sucedido, Kunikida soltó un gran suspiro, sintiéndose más relajado luego de saber que su compañero estaba bien. —Realmente nos preocupaste mucho. —sonrió hacia Oda, quien imitó su acción.

—Lamento mucho eso, pero me acorralaron, no tuve escapatoria... supongo que tuve suerte de que Atsushi me conociera... La razón por la que me ayudó era porque era amigo de Dazai. —expresó aún con su sonrisa, realmente la amabilidad que tenía Atsushi era demasiado grande como para ponerse en riesgo con tal de ayudarlo.

Cuando Atsushi vio su identidad, no esperaba que le fuera a ayudar, más bien se esperaba una mirada decepcionante, tampoco es como si fueran muy cercanos, pues simplemente eran conocidos, no era alguien especial en su vida para que le tendiera la mano para ayudarle a escapar de ese lugar.

Había dos cosas que le daban sentido a los motivos de Atsushi; la amabilidad y gentileza del joven le generaban la sensación de que era del tipo que ayudaba a cualquiera, sin importar que fueran desconocidos. En su mirada llena de pureza se notaba aquellas buenas intenciones.

Y la segunda, la cual lo llevó a actuar al punto de traicionar al gobierno, poniéndose en riesgo aun incluso en un terreno tan peligroso como era el templo del sector Rojo. Todo esto podía derivarse a los sentimientos que tenía por Dazai, resumida en una sola palabra: el amor.

El amor era peligroso para el gobierno, porque te llenaba de valentía para ver bien a aquella persona que amas, pero no solo a ella, también por las personas que podían ser importantes para ésta. Ese había sido el caso de Atsushi. 

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