Capítulo • 25 •
¿Qué pasaría si... el gobierno se enterase del enamoramiento de Atsushi?
Era la primera vez que pensaba de manera profunda en eso, Dazai siempre tomó en cuenta las consecuencias de que pasaría si el capturado fuera él. Por lo cual no debía de preocuparse, pues siempre tenía el cuidado de pasar desapercibido a ojos de los demás, soltando todo su sentir cuando estaba con Atsushi, modulándose un poco más cuando sus encuentros eran en el bar, pues sabía que, aunque Oda lo notara, no lo delataría.
La razón por la que no le dio tanta importancia era, precisamente la posición que tenía Atsushi. Al ser Líder de la Federación, quien dirigía las investigaciones a personas que estaban enamoradas, claramente él no sería tan tonto como para entregarse. Sabía que sus compañeros confiaban totalmente en él y creerían cualquier cosa que su jefe le dijera. Además de que, tiempo atrás, el albino le dijo que él tenía más libertad que sus compañeros en el sentido de que podía estar en el lugar de la nación que quisiera, así que, si no informaba su posición, no habría ningún problema.
La parte que olvidó era que Atsushi no tenía control total de la Federación y su jefe era Shibusawa.
Lo que le dijo Kunikida era cierto, Atsushi estaba en constante encuentro con Shibusawa y el mandatario, ellos mejor que nadie, deberían saber cada síntoma del enamoramiento. Si llegasen a notar alguno en Atsushi, no dudarían en arrestarlo, pues era bien sabido que para los castigos no había discriminación. Fuera quien fuera el enamorado, las consecuencias eran las mismas.
Mas tonto aún ha sido al creer que sus compañeros no podrían delatarlo. A pesar de que Atsushi era su jefe, quien en verdad tenía control sobre la Federación era el consejero, cualquier anomalía que éstos pudieran notar en el albino, seguro que lo comunicarían.
Comparándolos, Atsushi corría más peligro y se sentía bastante estúpido de no haberlo notado hasta ahora. Lo peor es que no sabía qué hacer.
La simple idea de que, por un descuido, se supiese los sentimientos del menor le aterraba horrores, no quería ni imaginarse cuál sería el precio que debería pagar. Era muy optimista pensar que simplemente sería encarcelado o que solo lo castigarían, cualquiera de las dos le provocaba un revoltijo en el estómago. Esos eran los castigos para las personas comunes y corrientes, se imaginaba que, al tratarse de una persona importante para el gobierno, su crimen era mucho más grande, no solo por enamorarse, sino por traicionar a la Federación. Y ese sin duda, era un crimen muy grave.
Sabía que aquel sujeto quien controlaba a Atsushi era un ser despreciable al haber obligado a Atsushi a ensuciar sus manos robando una vida. Tenía la amarga sensación de que no era la primera vez que lo obligaba a hacer actos que no iban con la personalidad del menor. Alguien así no tendría misericordia con un traidor, todo lo contrario, seguro que disfrutaría de destruirlo.
Él... por desgracia no podía hacer nada. Sentía una gran impotencia por verse inútil ante un escenario donde sucediese lo peor, un civil común y corriente como él no podía hacer algo. Tampoco tenía el derecho de actuar con ayuda del grupo rebelde, involucrarlos en esto sería bastante egoísta de su parte, pues no solo perdería a Atsushi, prácticamente también se estaría entregando a él.
Por ello, debía acatar lo que Kunikida le dijo: y eso era alejarse de Atsushi.
A pesar de que no quería, que se negaba rotundamente a hacerlo, la posibilidad de perderlo era una que le creaba un dolor nunca antes experimentado. No era comparable a algún golpe o cortadura, era uno que no había algún medicamento que pudiese parar con él.
Pero es que, alejarse de él también le provocaba dolor.
Se había acostumbrado tanto a sentirse en tranquilidad cuando de Atsushi se trataba, sentía esa cálida sensación de sentirse vivo y estar feliz por ese hecho. De tener a una persona a la cual con solo abrazar sentía que se aliviaban todos sus pesares, simplemente su vida mejoró cuando Atsushi entró a ella.
¿De qué manera podía aceptar que lo mejor para Atsushi era estar separados? Ese era el problema, que simplemente, no podía aceptar algo tan deprimente, pero tampoco podía arriesgar a que Atsushi estuviera siempre en peligro.
Lo había estado pensando por mucho tiempo, cuando regresó al bar después de hablar con Kunikida se encontraba algo tenso, trató de relajarse, por lo menos para disfrutar ese momento con Atsushi, que muy probablemente fuera el último que pasara con él. Era una completa lástima no poder estar solos, pues le hubiera encantado haber besado una vez más sus labios.
Pudo haberse tomado un tiempo para seguir disfrutando de la presencia del albino, haber disfrutado más de un abrazo y llenarlo de todos los besos que le haría falta ante su separación, pero hacer eso significaba alargar más el peligro. Había tenido suerte para que por ahora nada hubiese sucedido, pero no estaba seguro si siempre contaría con esa suerte, tampoco podía darse el lujo de arriesgarse para cubrir las necesidades de su corazón.
El miedo que sentía porque algo le ocurriese a Atsushi le gritaba que se alejara de él cuanto antes.
Y su amor le decía que no se alejase nunca.
Dos opiniones muy contradictorias y fuertes que lo hacían sentirse mareado cuando chocaban entre sí. Si bien el amor que sentía por Atsushi era mucho más grande que cualquier otro sentimiento, éste venía ligado con la preocupación. Si sus encuentros significaban un peligro grave para Atsushi, su amor lo hacía pensar en su bienestar y ese bienestar era estar separados.
Aunque le doliera saber que por el bien del menor debían de alejarse, más dolor le provocaría si, por culpa suya, Atsushi se viese envuelto en un problema donde, en el peor de los casos, terminase con su vida, con tan solo la simple idea le robaba el aliento y apretujaba su corazón con dolor. Que llegase a ser realidad... sin duda lo mataría.
Pero... tenía la esperanza de que su separación no fuera para siempre... Si el grupo rebelde conseguía sus objetivos, podría volver con Atsushi sin el temor de que a éste le sucediese algo malo. Pero hasta entonces, no podía arriesgarlo.
Lo ideal era hablarlo con el albino, lo sabía... pero se sentía tan cobarde para hablar de ese tema. Le era sencillo pensar en esto, pero que llegara el momento en donde le tuviera que decir directamente a Atsushi que debía estar lejos de él, no sabía como se darían las cosas, tampoco como se lo tomaría Atsushi, seguro le pondría triste y ese rostro también le causaba un poco de temor.
Cada día que pasaba, pensaba la manera en como decirle a Atsushi, pero seguía sin encontrar aquel valor. Aunque le parecía tonto, pues nunca había temido a algo exactamente más que la muerte, pero la aceptaba con gusto si algún día quería pasar a recogerlo. Pero ahora... el nerviosismo le impedía darle la cara al menor, excusándose con que organizaría un plan, con las palabras adecuadas para cuando llegase el momento. Mientras... evadió en todo sentido al menor, inventándole alguna excusa de cuando él quería venir al bar o cuando quería verlo. Del mismo modo fue menos constante en responder sus mensajes y las llamadas que poco a poco iban disminuyendo hasta que cesaron.
Esa parte también le dolía, pero sabía que era por su bien, hasta que encontrara la manera de hablar con Atsushi, seguiría con ese ritmo.
Esos últimos días podría resumirlos como grises.
No porque el cielo siempre estuviera cubierto por oscuras nubes que anunciaban alguna tormenta. Quizá para Atsushi era algo así, si estuviéramos hablando de que el cielo era él mismo y las nubes los cientos de pensamientos deprimentes que atormentaban a su mente últimamente.
Se sentía triste porque... hace más de tres semanas que no había visto a Dazai y se sentía vacío desde entonces.
Los primeros días fueron fáciles de sobrellevar, no era como si se vieran todos los días, había días en donde esto no era así, pero lo recompensaban con mensajes y llamadas. Todo fue normal hasta que, siempre que pedía verlo, Dazai le decía que estaba ocupado. Claramente no insistió porque no quería ser una molestia para el mayor, pero sentía un poco diferente a Dazai.
Las veces que hablaban escuchaba un poco apagada su voz. A pesar de que preguntó lo que sucedía, Osamu siempre le hacía calmar diciéndole que no era nada, que simplemente estaba agotado. Supuso que se debía a la gran carga de trabajo que lo hacía estar ocupado, razón por la que no podían verse.
Pero según fueron avanzando los días, comenzaba a sentir una agria sensación... como si el castaño lo estuviese evadiendo, algo que creaba un calor en su pecho, diferente al que estaba acostumbrado. Era molesto y quemaba, llenando de quemaduras invisibles en su pecho que iban en aumento.
No era posible que realmente Dazai lo estuviera evadiendo, no tenía sentido, si anteriormente le había confesado más de una vez que disfrutaba de estar con él, que él era como una medicina que curaba con su cansancio. Ahora parecía que tal "medicina" había dejado de ser funcional, debido a que no lo buscaba cuando se sentía agotado.
Trataba de no pensar mucho en eso. Atsushi era propenso a ser muy pesimista y fácilmente era ahogado en pensamientos malos, pero esta vez no quiso dejarse llevar por esto, sabía que Dazai tenía una razón que explicara su comportamiento. Se amaban mutuamente y no había duda alguna de eso, no solo porque hubo un sinfín de veces que el castaño se lo dijo, sino porque lo sentía, sabía que su sentimiento era correspondido en igual intensidad.
En un momento tomó la decisión de buscarlo, descartaba el interrumpir en su trabajo u hogar porque seguramente en estos lugares estaría ocupado. Por ello recorría los sectores, con la esperanza de cruzarse con él, ya lo habían hecho varias veces, tenía la esperanza de que esto volviera a suceder, simplemente era un momento para verlo. No necesitaba que se abrazaran ni que se besaran, aun sí estaba necesitado de aquellas muestras de afecto, su corazón se conformaba con ver aquellos marrones ojos verle con tanto cariño, escuchar su voz que siempre sonaba tan gentil cuando hablaba con él, eso era lo único que necesitaba para calmar con las quemaduras que aquel dolor estaba creando en su ser.
Pero parece que ahora su suerte estaba siendo mediocre, pues no lograba coincidir con Dazai. Éste constantemente paseaba por los sectores, ya sea porque vigilaba a la Federación por su trabajo en el grupo rebelde o porque buscaba coincidir con él, pero ahora... parece que no era así.
Más de una vez se vio tentado en ir al bar, ahí seguramente lo encontraría, pero las primeras veces en que pidió verlo, recibió una negativa, teniendo respuestas sobre que estaba teniendo mucho trabajo y no podía atenderlo. Al inicio entendió, pero las últimas dos veces que preguntó, comenzó a sospechar que quizá las cosas no eran como Dazai decía, sabía que generalmente el bar estaba tranquilo, eran contados los días en donde el mayor tenía bastante trabajo como para negarle visitarlo. ¿Era posible que tantos días seguidamente fuera así? Era posible... pero más posible era que no fuera así. Trató de no desconfiar en lo que el mayor decía, por ello y más, dejó de preguntar sobre el bar.
Supuso que por el mismo trabajo agotador estaban consumiendo el tiempo de Dazai, a tal punto que la frecuencia de sus llamadas también fue disminuyendo. Se estaba quedando sin aquello que lograba calmarlo de la tormenta de su mente. Escucharle, aunque fuera por la digital voz de la llamada lo calmaba un poco, pero esto cambió completamente cuando, tal como sus visitas, las llamadas dejaron de existir.
A veces llamaba, pero no era contestado, haciéndole suponer que quizá estaba ocupado. Esperaba impacientemente porque Dazai lo llamara, pero era algo que nunca sucedía, volvía a intentar llamarlo, pero obtenía el mismo resultado. Hasta que llegó el día de que definitivamente desistió con las llamadas, esperaría a que el mayor tuviera el tiempo para devolverle la llamada.
«Seguramente te está evadiendo... quizá ya se cansó de ti.»
Esa oscura nube comenzaba a relampaguear en su cabeza. Nuevamente aquellos pensamientos comenzaban a molestarle en medio de una de sus patrullas, haciéndole hacer una mueca. Sacudió su cabeza, tratando de alejar ese pensamiento.
«Él simplemente está ocupado, no puedo molestarlo.» le respondió a su propia mente, intentando se autoconvencerse de que así eran las cosas.
Cada día que pasaba, las nubes en su cabeza crecían y aumentaban en número, amenazándole con dejar una tormenta atroz en él. Quizá desde hace mucho esto habría pasado, pero, aunque no viera a Dazai y no tuviera las llamadas, seguían existiendo mensajes, pocos, pero los seguía habiendo.
El último mensaje de Dazai había sido de hace un día en donde escribía que lo amaba. ¿No era eso simplemente suficiente para calmar con sus temores? Un poco sí, quizá, pero incluso sentía algo diferente en aquellos mensajes, no quería darle importancia, pero no podía evitar crearle otra quemadura en él.
«Puede ser mentira.»
—Cállate... cállate, ¡cállate! —se dijo a sí mismo, mordiendo con gran fuerza su labio por el ardor que comenzaba a quemar a su corazón nuevamente. No podía desconfiar de Dazai, no luego de que le enseñara tantas cosas y mostrara tanto de él, él... no tenía razones para mentirle, ¿no?
Alzó su mano y apretó la tela de su ropa que cubría su pecho, tratando de algún modo calmar con ese doloroso latir que había envuelto a su corazón los últimos días, un dolor que nunca había experimentado anteriormente. No era similar a los golpes que le daba Shibusawa, esos con el paso del tiempo dejaban de doler, en cambio este parecía ser lo contrario, según avanzaba el tiempo dolía más.
De algún modo, recordó algo que Dazai le había dicho, el amor era un arma de doble filo, que podía crear tanto sensaciones agradables, como dolor... ¿El amor que sentía era causante de ese dolor que lo estaba atormentando? Podría tener sentido, pero no entendía porque estaba sucediendo... ¿era por la ausencia de Dazai? Aunque tampoco entendía, no era tanto el hecho de que estuvieran sin verse por mucho tiempo. Si bien igual le pesaba, anteriormente habían estado varios días sin verse, pero ese no era impedimento para sentir el cariño que se tenían, lo que calmaba con la tristeza que podía llegar a sentir en su ausencia.
«Quizá él ya no te ama»
Detuvo su caminar sin rumbo de una manera tan espontánea por aquel pensamiento. Parecía que cada parte de su cuerpo se detenía por esto, desde el latido de su corazón hasta su respiración, volviendo a funcionar de un modo más doloroso cuando comenzó a analizar aquel pensamiento, sintiendo como poco a poco aquella nube empezaba a soltar gotas, iniciando una tormenta que no sabría como acabaría.
Negó con la cabeza, sintiendo como sus labios temblaban y sus ojos picaban. No podía ser cierto eso, él le había dado un mensaje diciéndole que lo amaba, no tenía porque pensar en eso y mucho menos considerarlo como una verdad.
«Mentira... mentira... las personas mienten...»
Había aún muchas cosas que no entendía del amor, entre ellas la duración del sentimiento. El amor era para siempre, ¿no? Quería creer que sí, pero si se ponía a compararlo con otros sentimientos, como la felicidad, podía llegar a la conclusión de que no siempre era feliz. Los sentimientos no duraban para siempre, entonces... posiblemente el amor también llegase a tener una fecha de caducidad.
El amor que Dazai sentía por él... ¿podría haberse acabado?
El aire que respiraba entraba de manera dolorosa a sus pulmones. Sentía como las quemaduras que dejaba ese dolor iban incrementando en gravedad, como si poco a poco volviera cenizas a su corazón.
No quería pensar en eso, pero los pensamientos ya habían hecho su tormenta en su mente, difícilmente podía alejar aquellas oscuras nubes. Pensaba que, de ser cierto eso, Dazai se lo diría. No podía simplemente huir... ¿o sí? Tenía bastantes dudas y bastantes dolores, que no podía resolver.
Quería seguir buscando a Dazai, pero ahora con estos pensamientos, temía que, si lo veía, podría ocurrir algo malo. Ya no sabía que hacer, tenía un gran deseo de verlo, pero también un gran temor por como pudiese reaccionar. ¿Estaría bien seguir buscándolo? ¿seguir llamándolo? ¿seguir con sus mensajes? Quería creer que sí, pero la tormenta en su ser no le estaba dando oportunidades de ser optimista.
Pero... parece que un ligero rayo de luz se asomó entre esas oscuras nubes cuando alzó la mirada y a lo lejos vio su figura caminar con relativa calma. Separándolos una avenida y varios metros de distancia, pero sin duda era él.
Su corazón que había estado latiendo con dolor pareció reanimarse al verlo, pero segundos después volvió a apagarse. Dio un paso dispuesto a ir por él, pero nuevamente sus temores le estaban dificultando moverse, ¿qué debía hacer? Había pasado tanto tiempo desde que lo vio y deseaba poder abrazarlo, pero también temía recibir un rechazo por su parte.
Tanto tiempo buscándolo y finalmente, otra vez gracias al destino, coincidían por fin en el sector.
Su cuerpo temblaba sin saber que hacer, el tiempo avanzaba y la distancia entre ellos aumentaba, si no hacía algo, lo perdería de vista y quizá sería difícil encontrarlo otra vez. Apretó sus puños, se acercaría, debía aclarar las dudas que había, dejar que crezcan solo aumentaría su dolor.
Había tomado ya una decisión, si simplemente estaba exagerando, seguro que Dazai lo calmaría con sus típicos mimos... Si la tormenta llegase a tener razón... al menos tendría una respuesta clara.
Así, con temor, pero seguridad, avanzó los metros que los separaban, esperando a que el semáforo estuviera en verde para cruzar la avenida, corriendo a donde éste estaba, sintiendo como su corazón se alteraba más y más en una dolorosa calidez.
—¡Da-Dazai! —pronunció aquel nombre que no había dicho desde hace mucho tiempo, viendo como el mayor frenaba. Disminuyó la velocidad de sus pasos hasta haberse detenido justo detrás de él, esperando a que éste girase.
Mientras tanto, Dazai se encontraba rígido, no esperaba que en aquel sector estuviese Atsushi, sabía que tarde o temprano esto iba a suceder y debía prepararse para afrontar las consecuencias. Pero a pesar de ello, seguía sin sentirse listo, pero no podía seguir alargándolo, debía de encarar finalmente al menor para explicarle la situación.
Respiró hondo y se giró, viendo aquel rostro preocupado que le mostraba Atsushi, sintiendo como su corazón se oprimía por verlo. Si bien, no era esa reacción que se esperaba, pues creyó que estaría molesto por evadirlo, ver que más bien estaba preocupado, le hacía sentirse culpable.
—Hola, Atsushi. —no pudo retener la sonrisa por verlo luego de tanto tiempo, sin ser capaz de controlar su cuerpo alzó su mano en dirección del rostro del menor, a punto de acariciar su mejilla, pero algo lo detuvo.
"Debes alejarte de Atsushi, si no quieres que algo malo le llegue a suceder."
La advertencia de Kunikida resonó en su mente, haciendo que su sonrisa se torciera y bajara su mano. Estaban en medio de la calle, alguien podría estar viendo y sospecharía que algo malo estaba sucediendo si tocaba con cariño su mejilla, por ello debía evitarlo.
Pero esa acción, provocó otro incendio en el pecho de Atsushi, quien comenzaba a ahogarse por la lluvia de sus pensamientos.
—Ha pasado un tiempo... —habló bajo a la vez que se hundía en sus hombros.
—Un poco sí. —respondió de la misma manera Dazai, tratando de sobrellevar el dolor que sentía por ver al menor así.
—Me imagino que debes seguir ocupado... pero me da mucho gusto verte... —Atsushi no pudo evitar que su voz sonase quebrada, algo que incrementó el dolor de Dazai. Él mismo se había buscado eso por no haberse atrevido a decirle lo que sucedía a Atsushi, tal parece que no era el único que estaba sufriendo, Atsushi no parecía estar mejor que él.
—A mi también.
—¿De verdad?
Enseguida Dazai asintió, no entendía porque Atsushi habría dudado de sus palabras, pero al ver la tristeza reflejada en sus ojos, comenzó a creer que... quizá Nakajima se estaba haciendo ideas que no era ciertas.
Claramente su distanciamiento podría crear malentendidos, la mente humana gustaba de imaginar los escenarios más trágicos y dolorosos ante las malas posibilidades. Lo sabía porque siempre que deseaba ver a Atsushi, su mente lo atormentaba con lo que podría pasar si el menor era capturado, algo similar podría estar sucediendo con el albino, pero con algo peor.
—¿Estás ocupado? —una leve emoción nació en el pecho de Atsushi ante aquella pregunta. Tan pronto como pudo negó, dándole a entender a Osamu que tenía todo el tiempo para él. —Bien... Vayamos a un lugar discreto, necesito hablar contigo de algo. —y esa emoción murió ante aquellas últimas palabras dichas con seriedad.
—E... está bien... —no se quejó, aun sí tenía mucho miedo de lo que pudiera pasar. Estaba dispuesto a escuchar lo que fuera, él mismo se había llenado de valor ante esa posibilidad cuando se dirigió a Dazai.
Éste estaba decidido en explicarle toda la situación, esperaba que sabiendo el porqué evitaba a Atsushi, el dolor que cargaba pudiera disminuir.
No se dijeron nada más, Atsushi siguió a Dazai en completo silencio, ninguno tenía el valor para hablar, no cuando ambos se encontraban igual de dolidos por la situación. Pero quizá el dolor de Dazai era un poco menor, pues luego de explicarle, quizá podría darle una despedida digna a Atsushi. Aunque quizá lo mejor sería decirlo e irse, pues si hacía lo que pensaba, la separación sería más dolorosa.
De ese modo, llegaron al sector H, a aquel edificio en donde solían esconderse para pasar tiempo juntos. Era un lugar discreto, por lo que ahí estarían seguros, aunque el dolor podía ser mayor al estar en aquel lugar que guardaba muchos recuerdos de ellos dos.
Ingresaron al edificio y se detuvieron, teniendo una distancia considerable. Dazai giró hacia Atsushi, apretando sus labios al ver que tenía la vista baja, en verdad que verlo así no le agradaba.
Siguieron en silencio, Osamu trataba de organizar sus palabras para hablar, pero el fuerte latido de su corazón le distraía de su propósito. Aún sentía nerviosismo por lo que diría, pero sabía que era el bien de ambos, en especial el de Atsushi.
El albino no estaba mejor que Dazai, cada segundo que avanzaba era otra quemadura en su pecho, encimándose unas de otras, volviéndose todo más doloroso. Sus pensamientos no dejaban de hablar en su mente, resonando aquel temor que lo tenía nervioso. Respiró hondo y alzó la vista, viendo como el mayor parecía estarse preparando para algo. Cuando lo vio decidido a hablar, prefirió decirlo él mismo.
—¿Ya no me amas? —preguntó con voz apagada, apretando con fuerza sus puños.
—¿Eh? —fue lo único que consiguió de Dazai.
El pecho de Atsushi se inflaba y desinflaba por las rápidas respiraciones que soltaba. Trató de combatir con la picazón en sus ojos, respiró hondo y siguió.
—Eso es lo que quieres decirme, ¿no? Por eso me trajiste aquí. —pero el mayor seguía sin reaccionar.
Luego de eternos segundos, finalmente hubo movimiento en el castaño, quien hizo una mueca. Eso sucedía por su propia estupidez y cobardía. Por culpa suya, Atsushi se había estado atormentando con ese pensamiento, ahora entendía la razón de aquella tristeza.
Esta vez fue imposible retener a su cuerpo, sabía que para no volver más dolorosa la situación, debía evadir cualquier muestra de afecto, pero no podía si el menor parecía estar tan asustado. Por ello, dio unos pasos hacia adelante, llevando sus brazos a su cuerpo, atrayéndolo hacia él en un fuerte abrazo, tan desesperado pero gentil, pues su cuerpo extrañó tenerlo entre sus brazos.
—No, no... no es eso en absoluto, perdón que hayas llegado a pensar eso, pero no es así. —habló con aquella dulce voz que salía siempre cuando de Atsushi se trataba, pasando con cariño su mano sobre su espalda, queriendo de algún modo aliviar aquel temor. Nakajima simplemente tembló, aferrándose con fuerza al mayor. —Mi amor por ti no ha desaparecido, sigue tan fuerte como la última vez, quizá un poco más, porque, aunque no estemos juntos, de algún modo me sigo enamorando más de ti. No pienses eso... Yo te amo tanto mi Atsushi. —murmuró contra su cabeza, dejando sobre ésta un cálido beso, sintiendo un hormigueo en sus labios por tocar una parte de éste.
Un gran alivio se plantó en el pecho de Atsushi al escucharle. Finalmente, las oscuras nubes de su mente parecían despejarse, dejando un cielo azul y un brillante sol que calentaba a su cuerpo, poco a poco iba sanando sus heridas. Sorbió la nariz y se frotó contra el pecho de Dazai, sintiéndose feliz por tenerlo nuevamente, por escuchar aquella voz decir que lo amaba.
—Re-realmente pensé que... uhm... —su voz temblaba, pero hacía todo lo posible para no sonar roto. No había razón para estarlo, las lágrimas que amenazaron con salir parece que prefirieron quedarse. —Pero... ¿entonces por que no dejabas que te viera? ¿O por qué no contestabas mis llamadas? ¿Has estado ocupado? —comenzó a cuestionar mientras se alejaba un poco para ver el rostro del mayor, quien borró su sonrisa.
—Eso... eso es de lo que quiero hablarte. —la calma que sintió por escuchar sus anteriores palabras pareció esfumarse con lo que ahora se le decía, sintiéndose nervioso. —Soy un estúpido que no se atrevió a decirte esto y mejor prefirió huir, evitándote... Por mi culpa has estado preocupado, por eso es momento de que te lo diga. —nuevamente otro dolor estaba siendo alojado en el pecho de Atsushi por lo que dijo, pues confesaba que realmente lo estaba evadiendo.
Dazai dio un paso hacia atrás, soltándose con todo el dolor del mundo de Atsushi. Creó una distancia considerable entre ellos y trató de sonreírle, pero no podía.
—Debemos alejarnos. —y esas dos palabras, hicieron que su corazón se detuviera de manera dolorosa.
—¿A-alejarnos? ¿Por qué? —se expresó con confusión, sin entender porque de repente le decía aquello, ignorando por un momento el dolor que sintió ante aquellas palabras.
—Por tu bien. —y la extrañeza en Atsushi incrementó por ello, cosa que reflejó bien en su mirada. —Hay algo que no pensé y fue algo muy tonto de mi parte... pero, ya es un riesgo que estemos juntos, pero ese peligro es mayor cuando se trata de ti... Tú estás mas expuesto a los líderes de la nación... si ellos llegaran a notar tus sentimientos... es algo que nunca me perdonaría... por eso no estoy dispuesto a correr ese riesgo, no quiero que te metas en problemas y te llegue a pasar algo, no lo soportaría.
Los ojos del menor se abrieron con sorpresa tras escuchar la razón por la que Dazai se estaba alejando de él. Había una extraña mezcla de sentimientos que no lograba entender, como felicidad y emotividad por ver que estaba preocupado por él. Pero también dolor y tristeza porque prácticamente estaba dando fin a lo que estaban construyendo juntos.
Atsushi no sabía que decir, su mirada titubeaba y sus manos temblaban, sin encontrar cómo responder o como transmitir lo que pensaba al respecto. Al ver que la mirada de Dazai se tornaba triste, el dolor en él comenzaba a predominar en su cuerpo.
—Por ello debemos alejarnos, para evitar que te pueda suceder algo malo, al menos hasta que este régimen siga activo. —siguió hablando al ver que Nakajima no reaccionaba, sintiendo como su propio dolor incrementaba. —No quiero tener que dejarte, pero tampoco puedo ponerte en peligro. Si para asegurarme de que estarás bien es necesario alejarnos, es algo que estoy dispuesto hacer, es lo mejor. —finalizó.
Sus labios se torcieron por lo impresionado que estaba Atsushi. Entendía que fuera difícil digerir todo lo que dijo, pero tal como lo mencionó, era lo mejor, por el bien de Nakajima debían evitar verse, solo así estaría seguro.
El silencio siguió en ese lugar. Dazai no tenía más qué decir, despedirse sería simplemente incrementaría el dolor en ambos, por lo que quizá irse en silencio era lo mejor. Por ello dio media vuelta, dándole la espalda al menor, dispuesto a marcharse, aun si sus piernas se negaban a avanzar.
Atsushi estaba pensando en todo lo que se le dijo, tratando de aceptar que realmente Dazai estaba dispuesto en alejarse, pero... ¿tenía derecho de negarse? Sabía que el mayor no quería hacer esto, pero lo estaba haciendo por su bien, porque le preocupaba, ¿sería egoísta negar lo que estaba haciendo? No sabía qué hacer, a diferencia de Dazai, él siempre estuvo consciente de lo que podría pasar si sus sentimientos llegaran a ser descubiertos, pero no fue algo que le dio mucha importancia, pero tal parece que para Dazai si lo hacía, ¿sería menospreciar su preocupación? No sabía.
Vio como poco a poco comenzaba a alejarse, alertándolo, ¿era ese el adiós? ¿Realmente iba a dejar que todo eso sucediera? Su respiración se agitó sin saber qué decisión tomar, no quería que se fuera, no quería que se alejara de él, eso era lo único claro que tenía.
«No... no me dejes, por favor...» sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, las cuales no tardaron en caer para mojar sus mejillas. Dazai estaba cada vez más lejos y él no reaccionaba, no fue hasta que su corazón le gritó que avanzara, que lo detuviera y jamás se alejara de él, lo que terminó moviendo sus piernas en su dirección.
Sus brazos se alzaron cuando estuvo lo suficientemente cerca de Dazai y antes de que este girase, los pasó por sus costados, abrazando su torso mientras se hundía en su espalda, ahogando en este lugar el pequeño llanto que comenzó a desbordarse en él, lo que provocó que Dazai se tensara.
—No... no quiero... no quiero que tengamos que alejarnos, me niego... —sollozó con voz ahogada, apretando con fuerza la espalda del castaño, quien siguió sin hacer nada.
—Pero... yo no puedo aceptar ponerte en peligro.
—¡N-no me pones en peligro! —Dazai se sobresaltó por la manera en como le calló, su voz reflejaba todo el dolor y la tristeza que sentía el menor, sentimientos que comenzaba a ser contagiados hacia él. —Eres lo más importante que tengo... no quiero regresar a esa soledad y tristeza que sufría antes de conocerte... estar contigo es lo único que me motiva a seguir adelante, por favor no me dejes... —suplicó entre pequeños jadeos de dolor.
Dazai mordió su labio inferior por escuchar tan triste al menor. No pudo aguantarse y tomó las muñecas de Atsushi para hacer que lo soltara, girándose para atraerlo en sus brazos, juntándolo lo más que pudiera, mientras que el menor se deshacía en el llanto sobre su pecho.
—Para mi igual eres lo más importante, pero me preocupo mucho por ti, si algo te llegara a pasar, por muy mínimo que fuera, mi mundo entero se acabaría. —trató de calmarlo, subiendo una de sus manos para acariciar su cabeza. Sintiéndose fatal por como las lágrimas de Atsushi caían por sus mejillas y terminaban mojando la ropa de su camisa.
Le dolía ver en ese estado al menor, no obstante, debía entender que era lo mejor, pero parece que tal como se lo temió, sería difícil convencerlo.
—Pe-pero... no, no soportaría que te alejaras de mí... no, no, no, por favor no. —negó con la cabeza, aferrándose a su espalda. Sus manos temblaban por la fuerza con la que apretaba la ropa del mayor, con el temor de que si lo soltara se alejaría para siempre.
Dazai comenzaba a reconsiderar lo que estaba haciendo, no creyó que podría afectarle tanto a Atsushi. Si tanto dolor le causaba, quizá deberían optar otra medida, tampoco quería que estuviera así.
—Yo... —respiró hondo y se alejó un poco de Dazai, lo suficiente para alzar su rostro y mirarlo. Una vista que rompió al corazón de Osamu; los ojos cubiertos de una capa cristalina con grandes lágrimas atascadas en ellos, sus mejillas rojas y húmedas, al igual que su nariz, reflejando un rostro de completa tristeza y dolor. —Te-te prometo que tendré cuidado... siempre lo he hecho... no creas que s-soy descuidado en el sector Rojo... realmente me esfuerzo para ocultar mis sentimientos cuando estoy en la Federación o con S-Shibusawa-san... ¡pero m-me esforzaré más! ¡El doble, el triple! Lo que sea... pero no te vayas. —habló desesperado, tratando de convencerlo, sin dejar que las lágrimas se detuvieran, todo lo contrario, pues iban en aumento.
Dazai quería abofetearse por haber causado todo esto, nunca había visto a Atsushi llorar con tanta desesperación y tanto dolor. Lo peor de todo es que él había sido el culpable de eso, pero tenía sus motivos, sin embargo, ver que realmente Atsushi no quería aceptar su plan y en vista de que, si se alejaban simplemente destruiría a Atsushi, no le quedaba de otra más que aceptar las condiciones del menor, luego de verlo tan destrozado, no quería alejarse de él, ni hoy, ni nunca.
Subió sus manos y con cuidado limpió las lágrimas que aún había en sus mejillas. Con uno de sus dedos quitó las que seguían atrapadas en sus ojos. Una vez se hallaba libre de lágrimas, bajó un poco para besar sus labios con cariño, esperando que fuera suficiente para arreglar un poco del dolor que él mismo provocó.
Atsushi aceptó su beso mientras cerraba sus ojos, soltando unas cuantas más lágrimas, hipeando en medio del beso por el llanto que aún se encontraba atrapado en su garganta. Ambos habían extrañado la sensación de sus labios unidos, ambos habían extrañado estar juntos. Si así de mal estaban por solo unas semanas, pensar ese dolor multiplicado por un tiempo indefinido, sonaba a un infierno, realmente alejarse sonaba igual de destructivo.
Aquel beso no duró más de un minuto. Cuando el menor necesitó de mayor libertad para respirar, Dazai se alejó, comenzando a besar cada centímetro del rostro de Atsushi, quien seguía soltando sollozos.
—¿Puedo confiar que realmente tendrás el cuidado? —pregunto en medio de sus besos, besando su mandíbula para bajar a besar su cuello, consiguiendo un temblor de Atsushi.
—S-sí... Todo ha estado bien... no tienes porque preocuparte... —sorbió la nariz. —E-ellos nunca pensarían que alguno de nosotros fuéramos a traicionarlos... no después del duro entrenamiento al que fuimos sometidos... pero de to-todas maneras prometo que tendré cuidado... lo tendré, ¡l-lo tendré! Tampoco quiero que te-te preocupes por mí... estoy consciente de que estoy en mayor peligro... pero confía en mí... no pasará nada... lo prometo. —volvió a hablar, un poco más calmado gracias a los besos que Dazai dejaba en él, aunque comenzaba a sentirse nervioso.
Osamu terminó con su sesión de besos cuando tomó su mano derecha y besó con amor el dorso de ésta, para luego entrelazar sus dedos con los del menor, dedicándole una sonrisa que esperaba calmar a su pareja.
—Bien... tú ganas esta vez... tampoco quiero que estés triste. Confiaré en lo que dices y creeré en ti. —expresó con voz calmada, mientras abrazaba nuevamente al menor, acunándolo en sus brazos mientras frotaba su nariz contra su cabeza.
—E-está bien... no pasará nada malo... puedes estar seguro. —por primera vez en el día, Atsushi sonrió, hundiéndose contra al pecho del mayor, sintiendo como su calidez y el cariño que le tenía iba sanando las heridas que el dolor dejó en él.
Atsushi no era tonto, sabía perfectamente el peligro que él mismo corría, pero podía estar tranquilo, no solo porque lo que decía era verdad, él siempre procuraba no mostrar sus sentimientos en la Federación ni en el sector Rojo, no podía levantar sospechas porque Shibusawa los entrenó tan duro para impedir que ellos desarrollaran sentimientos de ese tipo. Además, al ser el perro más obediente de él, jamás esperaría que terminara enamorándose.
Pero tal como lo prometió, si Dazai creía que era insuficiente, duplicaría su esfuerzo o más, con tal de tenerlo tranquilo.
«Perdón Kunikida... pero realmente no puedo alejarme de él, ya que si lo hago le haré tanto daño... Confiaré en él.» pensó Dazai mientras dejaba varios besitos sobre la cabeza de Atsushi, sintiéndose mejor por escucharlo reír, necesitaba llenarlo de besos y abrazos para recargar su batería que estaba muriendo desde que se alejó de Atsushi.
No podían alejarse si se amaban con tanta intensidad, el estar lejos los dañaba a ambos. Los dos corrían peligro por estar en esa podrida nación, pero estar en un lugar así no era impedimento para que su amor floreciera y siguiera creciendo. Habían superado una adversidad, los dos podían confiar en el otro porque no querían preocuparlo, entonces los dos tendrían el cuidado debido.
Tenían la esperanza de que, llegaría el momento en donde pudieran amarse sin alguna preocupación. Pero por el momento, no se verían intimidados por los peligros, juntos podrían salir adelante.
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