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Capítulo • 22 •

A diferencia de aquel día en donde descubrió sus sentimientos, sintiéndose rodeado de una calidez y felicidad tan extraordinarias, ahora... la culpabilidad que sentía había incrementado.

Trataba de no pensar en el tema, Dazai se había esforzado mucho en decirle que no lo hiciera, explicándole las diversas razones de porque no era su culpa aquella situación. Le había prometido que haría su mayor intento para no ahogarse en sus pensamientos. Aunque le costase mucho, estaba dando su mejor intento para no hacerle preocupar.

Aun sí no pensara mucho en ello, seguía sin poder concentrarse en su trabajo.

—Jefe, jefe... ¿me está escuchando?

Regresó en sí al escuchar aquella voz, recordando en donde se encontraba y que estaba haciendo. Rápidamente agitó su cabeza para despabilar su mente y poner atención al transmisor de voz, el cual lo acercó a él para hablar.

—Perdona, estaba distraído. —se disculpó. Escuchando un suspiro pesado por parte de Sigma quien le hablaba.

—Le había dicho que nos pareció ver movimiento extraño de dos personas al sureste. Akutagawa está inspeccionando el sur y no parece encontrar algo. Por la parte en donde se encuentra podría haber rastro de ellos.

Recibió nuevamente aquella información la cual no escuchó, haciéndole suspirar nuevamente. Con razón se había perdido en sus pensamientos. El día anterior habían recibido informes de dos personas que parecían estar enamoradas en aquel sector, al ser su trabajo claro que saldrían a investigar. La simple idea ya le desagradaba, más ahora que sabía lo que era realmente el amor.

—Entiendo... yo me encargo de investigar esa parte... —pero desgraciadamente era su trabajo y no tenía opción.

Caminó con vagancia, simulando buscar algo, pero mucho interés en encontrarlo no tenía. Aunque para su mala suerte, justo cuando entró a un callejón para cambiar de calle, se vio sorprendido por dos personas que parecían ocultarse, ahogando un chillido cuando le vieron.

—N-no... —escuchó la voz destrozada de la chica, viendo como sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Rápidamente el chico se posó frente a ella, tratando de protegerla, a pesar de que su cuerpo temblaba y sus ojos también reprimían lágrimas.

Los labios de Atsushi se torcieron al ver aquella imagen. Los miró de manera detallada, bajando la vista hasta detenerse a sus manos que se encontraban agarradas, en un firme y tembloroso agarre, sintiendo una opresión en su pecho.

Sin duda, aquellas eran las personas que buscaban. No solo porque encajaban perfectamente en las descripciones que les había dado anteriormente, también porque tenían los signos de ser personas enamoradas.

Debía proceder a capturarlos e informar a sus compañeros del paradero de estos "criminales", era su trabajo después de todo. Pero aquellos rostros destrozados, bañados en lágrimas y el fuerte agarre que tenían en sus manos, en un desesperanzador intento de mantenerse juntos, le habían creado un nudo en la garganta.

Por un momento se vio reflejado en aquellas personas; en un escenario similar, donde en vez de aquellos chicos, fueran Dazai y él. Solo fue necesario aquella imagen para que un dolor fuerte se alojara en su pecho.

—Jefe, ¿ha encontrado algo?

Nuevamente la voz de Sigma le interrumpía, ante aquellas palabras vio como el estado en aquellos dos empeoraba, viendo temblar sus cuerpos. Respiró hondo y acercó nuevamente el transmisor para hablar claro.

—No, no he encontrado nada. Dudo mucho que ellos estén en la parte sureste, ni siquiera en el sur si dices que Akutagawa está ahí. Revisen la entrada del sector y los sectores vecinos, probablemente han huido a éstos.

El temblor en aquellos jóvenes se detuvo, alzando la mirada sorprendidos por las palabras que había dicho el albino, sin poder creer lo que realmente habían escuchado.

—Está bien, nosotros nos encargaremos de ellos.

Nakajima miró una vez más a aquel par que seguía llorando. Cuando se percataron de que eran observados, pegaron un susto, sin borrar el miedo que tenían. El albino sonrió amablemente, tratando de calmarlos.

—Tranquilos... no los entregaré.

—¿Po-por qué? —aquel chico no se aguantó aquella pregunta, expresando aún el pánico que le provocaba tener al Líder de la Federación enfrente de ellos.

Ante su pregunta, el albino simplemente sonrió, si confesaba cual había sido su verdadero propósito, seguro que crearía un escándalo.

—No quiero lastimar a la gente... —expresó con una triste sonrisa, borrando con cualquier rastro de temor en aquellas personas, sin poder creer que realmente un miembro de la Federación no solo les estuviese demostrando clemencia, sino que expresara aquella aura de amabilidad. —Váyanse hacia al sur, mis compañeros deben estar inspeccionando el norte y los sectores cercanos, lo mejor sería que se dirigieran por caminos separados para evitar llamar la atención. —les aconsejó la manera en como debían evitar a la Federación.

—Mu-muchas gracias... —escuchó el agradecimiento de la chica. Quien no podía parar las lágrimas, que en un inicio habían sido del temor por encontrarse con la Federación, pero ahora eran de gratitud ante el gesto de Atsushi.

—Oh... una cosa más. —antes de que aquel par se marchase, llamó su atención. —No digan nada de esto, queda como un secreto entre nosotros, ¿de acuerdo? —inmediatamente recibió una respuesta afirmativa.

—No lo haremos, se lo prometemos. —una cálida sonrisa se dibujó en su rostro tras escucharlos ya un poco más calmados. En especial por la alegre expresión que les dedicaba, sin duda, prefería ver esos rostros que aquellas desagradables expresiones de temor.

Vio como con cuidado ambos se retiraban, mientras las cosas se mantuvieran entre ellos no habría ningún problema. La Federación habría tenido mala suerte para capturar a aquellas personas de quienes sospechaban, ya les iría mejor en otra ocasión, dejarlos escapar no causaba algún problema.

La sonrisa que tenía se deformó por aquel pensamiento que durante todo ese tiempo trató de evitar, pero que en ese momento ahora comenzaba a atormentarlo. Durante todo ese tiempo estuvo arrestando, castigando e incluso asesinando a personas que presentaban un sentimiento tan cálido y precioso. Toda su vida le enseñaron y le hicieron creer que el amor era algo terrible, él jamás dudó ni un segundo de ello, pues constantemente le repetían que estaba haciendo lo correcto, cuando estaba haciendo todo lo contrario.

No entendía porque la nación había llegado a castigar a personas que amaban, si no era ningún sentimiento peligroso, ¿por qué perseguir a todo aquel que desarrollara el sentimiento del amor?

A ello recordó aquel pedazo de folleto que encontró hace unos meses, donde expresaba el porque aquel mandatario había tomado la decisión de castigar al amor; por envidia. Uniendo esa parte junto con lo que le había dicho Dazai, podría asumir que se debió al rencor de aquella persona por no poder tener un amor correspondido.

Una acción bastante cruel y egoísta, pero seguía sin entender porque al día de hoy esas leyes seguían vigentes. En especial con Chuuya al mando, él... ¿él pensaba que el amor era malo y debía ser castigado? Temía porque tuviera los mismos pensamientos que Shibusawa.

Sacudió su cabeza, no supo cuanto tiempo había estado ahí perdiendo el tiempo. Lo mejor era regresar a su trabajo, seguiría fingiendo que estaba buscando a aquel par que dejó escapar. Para cuando todo estuviera tranquilo, se iría a su pequeña base secreta a huir de toda esta situación, o quizá iría a ver a Dazai, siempre que estaba con él le hacía sentir mejor.

Se motivó a sí mismo para seguir adelante, respiró hondo y dio media vuelta para cambiar de destino, pero al momento en que giró, se encontró con alguien que estaba observándolo.

—¡A-Akutagawa! —chilló el nombre de aquella persona que se encontraba al lado, quien le dedicaba una mirada de completa seriedad, comenzando a sentirse nervioso, ¿desde cuándo estaba ahí? Trató de no entrar en pánico, aclaró su garganta y trató de relajarse. —Llegaste muy pronto del sur ja, ja, ja... ¿Has encontrado alguna información? —no pudo evitar aquel tartamudeo que se coló en su voz.

El mayor no dijo nada, simplemente le miró extrañado por su comportamiento. Éste soltó un gran suspiro, el comportamiento de Akutagawa parecía ser normal, quizá solo estaba siendo paranoico.

—¿Qué puedo encontrar cuando vi como dejaste escapar a aquella pareja? —y el corazón que Atsushi pareció detenerse.

La nerviosa sonrisa que tenía en su rostro se borró por completo, sintiendo como su cuerpo se tensaba. Ryunosuke había visto como incumplía con su trabajo, eso no significaba nada bueno. Poco a poco sentía como el temor y la preocupación iba invadiendo su cuerpo. Cuando el más alto se percató de lo rígido que se hallaba, realizó una mueca.

—Hey... tranquilo, no se lo diré a Shibusawa ni a ninguno en la Federación. —Atsushi se sorprendió al escucharle. No entendía porque había dicho eso, cualquiera en la Federación que hubiese visto sus acciones sin duda lo habría acusado de traidor.

—¿Eh? ¿Por qué? —no pudo retener aquellas preguntas dichas con demasiada intriga.

El azabache torció sus labios mientras llevaba su mano a su nuca, tratando de ordenar sus palabras, encontrando la perfecta frase para responder.

—Porque si tu me hubieras visto incumplir con mi trabajo habrías hecho lo mismo. —los párpados de Atsushi se separaron con asombro por sus palabras. Separó sus labios como si fuera a decir algo, pero pensó por unos segundos en lo que se le dijo, confirmando que él no habría delatado a su compañero, pero a ello una gran curiosidad se plasmó en él.

—¿Incumplir con tu trabajo? ¿A qué te refieres? —no se aguanto se expresar aquellas dudas, manifestando la extrañeza que sintió sus palabras. Ryunosuke simplemente suspiró con pesadez, alzando su mano mientras la mantenía en la parte trasera de su cuello.

—Si te soy sincero... Es pesado cargar con el sufrimiento de las personas, no me gusta hacer esto, igual que a ti. —habló con seguridad en sus palabras, manteniendo una expresión seria en su rostro.

La razón por la que sintió comodidad en confesar su postura con respecto al trabajo había sido porque estaba completamente seguro que Atsushi lo entendería. Si anteriormente sabía que había un pesar en Atsushi cuando arrestaba este tipo de personas, dicho sentimiento se había intensificado últimamente. Parece que finalmente había caído en cuenta sobre la gravedad del asunto, lo cual era bueno, pues si Atsushi, quien era el más leal hacia Shibusawa en la Federación podía abrir los ojos, quizá él también podría hacerlo.

Por otra parte, la sorpresa en el menor había incrementado, no esperaba que alguien más de la Federación pudiera pensar como él, mucho menos Akutagawa. Pero de algún modo saber eso le alegraba bastante, pues le daba la esperanza que sus compañeros realmente no eran malos, que quizá había una pequeña oportunidad de que sus acciones pudieran ser redirigidas a una causa mejor. Aunque sonase muy soñador, ya que, aunque todos estuvieran de acuerdo, no podían desobedecer a Shibusawa y mucho menos a Nakahara.

—¿Estás al tanto del daño que le hacemos a las personas? —realizó otra pregunta, esta vez pronunciándolo de una manera apagada, sin ser capaz de evitar expresar la tristeza que lo invadía por la manera en como estuvieron tratando todo el tiempo a la gente. Algo que hizo sentir un poco mal al otro.

—Desde hace mucho tiempo... Creo que todos en la Federación lo sabemos, simplemente que lo ignoramos ya que no tenemos otra opción. —Atsushi torció sus labios por el sentimiento de impotencia que llegó a él tras escucharle. Por desgracia, las palabras que decía Ryunosuke eran ciertas. —Incluso tú lo hacías... pero parece que, a diferencia de nosotros, tú no pudiste seguir ignorándolo.

Nakajima ladeó su cabeza, algo confuso por lo que se le dijo. Trató de recordar en sus memorias en busca de lo que Akutagawa le decía, cayendo en cuenta que en verdad tenía razón. El sentimiento de culpabilidad y tristeza que siempre invadía su cuerpo luego de arrestar personas enamoradas. En su momento lo ignoraba porque creía que se trataba de un malentendido de su cuerpo, pues no tenía sentido sentir empatía por ese tipo de personas, pero era porque en lo profundo de su ser, siempre supo que sus acciones no eran las correctas.

—La razón por la cual en nuestro entrenamiento siempre nos repitieron que teníamos prohibido "tener" sentimientos era precisamente para evitar cuestionarnos sobre si nuestras acciones eran buenas. Pero tal parece que no pudieron retenerte a ti. —Nuevamente la sorpresa se reflejaba en el rostro del menor, pues las palabras de Akutagawa tenían bastante sentido.

A él le dijeron que la razón de dicha orden se debía porque de ese modo podrían proteger de una mejor manera a la nación, cuando en realidad todo era para evitar que la Federación cuestionara sus acciones.

—Tampoco a ti, ¿no? Para que te hayas dado cuenta de este problema significa que aún tienes empatía por las personas. —habló en un tono serio Atsushi.

Le parecía raro que Akutagawa hablara de él como una excepción a la Federación, pero que extrañamente no se agregaba a él mismo a la excepción, igualmente que tampoco se sentía identificado con los demás.

Ryunosuke giró para mirar a su superior, deteniéndose a pensar en lo que le dijo. Como tal no podía darle la razón a Atsushi, pues a diferencia de éste, poco le importaba el bienestar de los demás, mientras las únicas dos personas que le importaban estuviesen bien, lo demás le daba igual. Pero fue cambiando ese pensamiento gracias a que había alguien que si le importaba dicho bienestar de la gente.

—Se podría decir que alguien amable me lo enseñó... —respondió en voz baja, volviendo a activar la curiosidad del albino, preguntándose: ¿de quien se estaba refiriendo? ¿Había alguien más en la Federación que pensara como ellos? Antes de poder hacer alguna de esas preguntas, sintió la mirada del mayor sobre él, hubo cortos segundos en donde éste le miró, sintiéndose algo extraño por tener encima su atenta mirada. —De algún modo... Me recuerdas un poco a Chuuya-san... ¿Crees que, así como pudiste darte cuenta de la gravedad de la situación, otra persona que es amable y ha estado engañado toda su vida pueda percatarse de lo mismo? —preguntó.

Atsushi no supo qué decir, la comparativa que le hizo con el mandatario le había confundido. Tenía ciertos sentimientos encontrados con respecto a su superior, pues fácilmente no podía perdonar todo el dolor que estaba permitiendo, pero esas palabras le hicieron extrañar, más aún con lo último, sintiendo un dolor punzante en el pecho.

—¿Qué quieres decir con eso? —cuestionó de forma seria. No solo porque presentía que se trataba de un tema delicado, sino también porque notó cierta melancolía en la mirada del mayor, incrementando su confusión.

Akutagawa respiró hondo para comenzar su explicación.

—La amabilidad es severamente castigada por Shibusawa, a diferencia de algún castigo que conozcamos como una tortura... él le gusta ir más allá, tú mejor que nadie deberías saberlo. —las albinas cejas de Atsushi se fruncieron ante lo que le dijo. Tratando de responder el suspenso que había dejado este, dejándole con un amargo sabor de boca. —Te manipula para hacerte creer que todas estas acciones son buenas, para causar daño con tus propias manos, creyendo que estás haciendo lo correcto.

La respiración de Atsushi se agitó al comprender finalmente lo que Akutagawa le estaba diciendo. Por ello siempre realizó su trabajo, porque le enseñaron que era lo correcto, todo tenía sentido.

—Pero... ¿qué tiene que ver Nakahara-san en esto? ¿Acaso...? —e inmediatamente el más alto asintió, confirmando la leve sospecha que había llegado a su mente en esos momentos.

—Así es. Shibusawa tiene manipulado a Chuuya para hacerle creer que todo está bien en la nación. Por ello, nosotros como Federación tenemos prohibido informar de la situación a él, porque es Shibusawa el encargado de distorsionar la información... Él cree que la nación está en perfectas condiciones.

Las manos de Nakajima se empuñaron con fuerza ante la gran molestia que invadió su cuerpo tras escuchar lo que Akutagawa dijo. Sabía que Chuuya era una buena persona como para estar causando todo el sufrimiento en la nación, todo era culpa de Tatsuhiko Shibusawa.

—Eso es terrible... pero, ¿no has intentado decirle sobre esto? —Akutagawa soltó un suspiro, negando al poco tiempo.

—No es tan fácil como parece... Aunque se lo dijera él no me creería, pues no habría sentido que su consejero más leal lo estuviese engañando. Además... si lo llegara a hacer, Shibusawa podría llegar a hacerle algo a él o a Gin como castigo... no puedo arriesgarme a ello. —Atsushi mordió con fuerza su labio. Parece que en verdad no podían hacer algo, detestaba tener que permitir que Shibusawa siguiera utilizándolo a su conveniencia. —Pero... si él por su cuenta propia se entera sobre que todo esto está mal... puede que entonces la situación cambie.

Akutagawa tenía la esperanza de que Chuuya reaccionara ante la situación, no porque tuviera aquella soñadora idea donde todos fueran felices y libres. Sino porque se sentía mal al ver que Chuuya, una persona que se preocupaba tanto por su nación, estaba permitiendo que la dañaran frente a él sin darse cuenta, por vivir una versión de la realidad en donde todo era perfecto. Versión que era completamente falsa.

Akutagawa se encontraba caminando sin rumbo aparente por los jardines del templo en el sector Rojo. Tras la fallida misión de capturar aquellas personas sospechosas, la Federación no indagó mucho en el tema, rápidamente supusieron que habían tenido suerte para escapar, ya que confiaban en las palabras que su Líder les había dicho. A pesar de que tanto Atsushi como él sabían la verdad, pero tal como se lo dijo, Akutagawa guardó silencio.

Pensaba en la conversación que había tenido con el albino. Parece que Atsushi había abierto los ojos antes de lo que se esperó, aunque igual tuvo un poco de duda al respecto, pues al ser la persona más leal de Shibusawa, traicionarlo de esa manera nunca se lo habría esperado. Era bien sabido en toda la Federación el gran temor que le tenía el Líder a su superior, no solo porque era bastante obvio, también porque el miedo era compartido por muchos de ellos.

Algo que no sabía y olvidó preguntarle al albino era su opinión sobre el amor. Porque podía existir la posibilidad de que Atsushi se sintiera mal por la privacidad de libertad que se estaba llevando a cabo en la nación, pero podría creer que el amor era algo malo.

Sabía bien que eso era posible porque antes fue uno de ellos, pero las cosas cambiaban una vez se experimentaba el amor en carne y hueso. Pensar que era un sentimiento malo no estaba ya en sus posibilidades, aunque si podría pensar que podría ser molesto. A pesar de que la calidez que le otorgaba le hacía sentir confortante, sabía que no estaba bien, en el sentido de que podría meterse en problemas y podría ocasionarle muchos a Chuuya. Por ese lado lo veía mal, pero compartir ideas como las que Shibusawa repartía diciendo que era enfermizo y dañino, en absoluto.

Arrugó el entrecejo, algo fastidiado por pensar mucho en el tema, se sentía agotado, no estaba de humor para darle tantas vueltas al tema. Saber la opinión de Atsushi con respecto al amor no le serviría de nada, ni siquiera para considerarlo como una buena opción para desahogarse, pues se había planteado guardar sus sentimientos para él mismo hasta el día en que muriese.

Pero quizá la opinión de alguien si pudiera interesarle...

La velocidad de sus pasos disminuyó al encontrarse a Nakahara en uno de los puentes que cruzaban aquel estanque, apoyado sobre el barandal que lo bordeaba, con la mirada hacia el cielo. Aquella vista fue todo lo necesario para sentir como su corazón se alteraba, maldiciendo en su interior por sentir un poco calientes sus mejillas, es que no podía evitarlo ante una vista tan hermosa: con su mayor teniendo un rostro calmado. Aunque le gustase más cuando sonreía, eso tampoco estaba mal, con la ropa elegante que acostumbraba a vestir, siendo iluminado por la cálida luz del atardecer que lo hacía resaltar más y por último la suave brisa que movía sutilmente sus cabellos naranjas. No dejó pasar ni un solo detalle, admirando la belleza de la que Nakahara era poseedor.

Trató de callar con su fuerte corazón, no quería que por su culpa fuese delatado. Respiró hondo y con cierto temblor en las piernas se acercó al mayor. De manera suave se fue acercando hasta quedar a su lado, captando la atención de éste quien se giró para mirarle.

—Creí que se encontraría dentro del santuario. —habló con torpeza. Si era honesto, no encontró una manera para saludarlo, el nerviosismo que siempre lo invadía cuando estaba con Chuuya le impedía pensar en un mejor saludo.

—Ya es un fastidio estar encerrado en este templo, no me iba a atormentar más estándolo en el santuario. —se expresó con cierta irritación, en verdad que detestaba estar en ese lugar sin poder hacer algo. —¿Cómo han ido las cosas allá afuera? —preguntó mientras se ponía recto, dando unos pasos hacia el lado en donde estaba el menor, para acercarse un poco más.

—Pues... bien, las cosas han estado calmadas en todo aspecto... —habló un poco bajo, tratando de sonar normal.

No quiso dar muchos detalles, principalmente porque no quería hacerle preocupar. Aunque lo que decía no era del todo mentira, los civiles parecían que estaban calmados luego de las amenazas de Shibusawa. El grupo rebelde tampoco parecía dar señales, por lo que su trabajo simplemente se resumía en investigar y patrullar.

—Ya veo, es un alivio saberlo. —Chuuya sonrió de manera leve, sintiéndose mejor de saber que todo estaba controlado. Se sentía más tranquilo luego de que hubiese capturado aquellos civiles que fueron "corrompidos" por el grupo rebelde, esperaba que nada como eso se volviera a repetir. —Pero... tu no pareces estar muy tranquilo. —y ante aquello último, Akutagawa se sobresaltó.

El mayor se giró para ver de una mejor manera al otro, alzando por simple instinto su mano para dejarla sobre la mejilla de Ryunosuke, tensándolo un poco. Sus labios se separaron para poder decir cualquier cosa, pero solo salieron sus pesadas respiraciones. El tacto que compartía Chuuya en su piel le estaba creando un revoltijo en su estómago, haciéndole encogerse un poco sus hombros.

—No es nada. Simplemente me encuentro algo agotado. —se excusó mientras desviaba su mirada del mayor, consiguiendo un suspiro por parte de éste. Los dedos de Chuuya acariciaron un par de veces su piel para luego bajarse con lentitud, quedando a su altura normal, aunque muy cerca de la mano contraria.

—Entiendo, después de todo el trabajo que estás haciendo es pesado. —regresó su mirada al frente, volviéndose a acercar otro poco de manera sutil al menor, por la calidez que éste desprendía y lo atraía hacia él.

Akutagawa simplemente asintió, sin decir nada más por la razón de que primero quería que su corazón se calmase para tocar otro tema, aunque Nakahara no parecía cooperar con ellos. La distancia que los separaba era mínima, al punto en que sus brazos llegaban a rozar. Por la diferencia de estaturas el hombro del mayor quedaba sutilmente más abajo que el suyo, aunque dicho toque no era lo que empeoró a su nerviosismo; había sido el roce de los dorsos de ambos.

En un inicio fue simplemente un suave toque, pero de pronto sintió una extraña tensión entre ellos, pues se percató de que los dedos de Chuuya se movían ligeramente, como si quisiera tomar su mano, algo que le hizo tragar pesado. Ryunosuke miró de manera discreta hacia donde estaba Chuuya, notando un suave rubor en sus mejillas y una gentil sonrisa, rasgos que le terminaron robando un suspiro.

¿Estaría mal seguir con el llamado que hacía su mano? ¿O debía apartarse? Quizá lo ideal era lo segundo, por el bien de ambos. Pero por más que quisiera alejarse, no podía, simplemente se quedó quieto, permitiendo que los dedos ajenos tocaran los suyos en suaves roces, hasta que su corazón terminó adueñándose de sus acciones. Su mano que hasta el momento se mantuvo quieta, comenzó a mover de manera suave sus dedos, intensificando aquellos roces hasta que finalmente, se entrelazaron de forma torpe, sin llegar a juntar sus palmas.

Ninguno de los dos dijo algo, se mantuvieron en silencio mientras disfrutaban de la unión de sus dedos. Los corazones de ambos se encontraban agitados, uno más alterado que el otro, pues mientras Akutagawa entraba en un pequeño pánico, repitiéndose de que eso no estaba bien, Chuuya se encontraba sonriendo, permitiendo que ese sentimiento cálido apaciguara con cualquier otro amargo que pudiese estar en él con anterioridad.

—Chuuya-san... —luego de unos minutos en ese silencio, Akutagawa decidió romperlo. llamando la atención del mayor sin dirigirle la mirada. Esperó a que éste le confirmara que estaba escuchándolo, respiró hondo y siguió. —Qué... ¿Qué es lo que piensa sobre el amor...? —preguntó algo tembloroso.

Los párpados de Nakahara se abrieron con sorpresa ante aquella inesperada pregunta, siendo inevitable que volteara la cabeza en dirección del menor, quien parecía estar evitando encontrarse con sus ojos. Arrugó el entrecejo mientras realizaba una mueca para poder responder.

—Es extraño que lo preguntes.

—Es simplemente curiosidad.

—Pues creo que es bastante obvio, ¿no lo crees? No puedo tener opiniones positivas de algo terriblemente malo. —los labios de Akutagawa se apretaron. —El amor es una conducta terrible, gracias a ello han pasado tantas desgracias en la nación, no puedo permitir conductas de esa índole que pueden dañar tanto a las personas.

Por cada palabra que decía el mayor hacia que una opresión dolorosa se alojase en el pecho del otro. Repitiendo aquello que tantas veces Shibusawa decía y que se encargó de que Nakahara creyera ciegamente, confirmándolo en la firmeza y molestia que transmitían sus palabras.

—¿Y si no fuera algo malo? —la pregunta se le escapó, mordiéndose la lengua ante ello. Pero ya había sido demasiado tarde, consiguiendo una mirada de completa extrañeza del mayor.

—Eso es imposible. Cualquier cosa que dañe a la gente y las haga tener comportamientos violentos es malo. El amor es causante de ello. —Ryunosuke soltó un gran suspiro. No tenía caso seguir con ello, aun sí tenía la esperanza de que pudiera decirle algo diferente, ahora le quedaba en claro que no era así.

«Si tan solo supieras que lo que sientes ahora es amor... el mismo sentimiento que repites que está mal...» pensó con una expresión algo deprimente.

Esperaba que, en un futuro el mayor pudiera saber el verdadero significado del amor.

La tarde de ese día habían decidido cerrar temprano el bar. Últimamente la clientela había disminuido pues la gente sentía temor de estar en las calles, además de que el toque de queda afectaba severamente lugares como su trabajo, donde la hora de mayor actividad era en las noches. Aun así, las ganancias no habían decaído gravemente, pues la gente que frecuentaba en la tarde-noche, solía venir más temprano, pero había días como ese en donde eso no sucedía.

Dazai dirigió su mirada al cielo, las nubes oscuras avisaban que una lluvia estaba a punto de caer en la nación, lo cual era un problema porque ningún autobús pasaba para que pudiese llegar a tiempo a su hogar. Además de que tenía planeado buscar a Atsushi para pasar un tiempo con él, pero gracias al clima quizá esto no pasaría. Esperó unos minutos más, pero cuando comenzó a escuchar las gotas de la lluvia caer, decidió mejor irse caminando. Los sectores no eran lugares muy grandes, por lo que podía irse a pie perfectamente hasta su hogar. Mientras la lluvia no fuera bastante fuerte, no sería un problema.

Así emprendió su camino, dejando que las gotas mojaran su cabello. No era algo que le molestara, era todo lo contrario, la lluvia llegaba a relajar su cuerpo. Pero sabía que, si permitía que aquella lluvia lo empapase, sería un globo de agua debido a lo que podrían absorber las vendas y eso no le agradaba. Por ello decidió ir pegado a los locales y edificios que pudieran hacerle recibir la menor cantidad de lluvia posible, logrando cruzar de ese modo un par de calles.

A ello llegó la pregunta de qué estaría haciendo Atsushi en ese momento, si estaría patrullando bajo la lluvia, si estaría salvo en algún lugar o estaría resguardado en el sector Rojo. Sonrió de forma leve, quizá no podría verlo en esa ocasión, pero no significaba que no podía llamarlo. Por lo que decidido sacó su celular a punto de llamar al menor, hasta que algo lo detuvo.

Sus ojos pudieron percibir una cabellera grisácea a lo lejos, girando rápidamente a aquel lugar, encontrando a aquel en quien estaba pensando. Sentado en una banca, con la mirada perdida, como si se hubiese hundido en sus pensamientos al punto de no prestarle atención a la lluvia. Enseguida guardó el aparato y se dirigió hacia donde el albino estaba.

Podría decirse que se encontraba feliz por encontrarlo, pero también se hallaba algo inquieto por lo despreocupado que estaba Atsushi bajo la lluvia. No quería que pescara algún resfriado por esas acciones.

La razón por la que Atsushi estaba ahí con tanta calma, era porque la lluvia le hacía de algún modo sentirse más liviano ante toda esa marea de sentimientos y pensamientos que tenía desde que habló con Akutagawa. Pensando en un sinfín de cosas, ahora más que nunca estaba completamente perdido de la realidad, algo como la lluvia no le molestaba en absoluto, pues esperaba que con las gotas que caían se llevasen consigo sus pesares.

—¡Atsushi! —el mencionado pegó un brinco del susto al escuchar aquella voz, haciéndole alzar rápidamente la mirada para encontrarse a Dazai. Su mirada de preocupación le había hecho estremecerse, sintiendo como su corazón saltaba en emoción. —¿Qué es lo que estás haciendo bajo la lluvia? —alzó un poco más su mirada para observar el cielo, cerrando los ojos para evitar que las gotas cayeran en éstos.

—Es relajante. —confesó, volviendo a bajar la mirada, para ver de frente al mayor, a quien le dedicó una sonrisa.

Antes de que Dazai dijese algo, Atsushi se colocó de pie y dio un pequeño saltó en dirección del castaño, llevando sus brazos a su cuello para abrazarlo, no tenía que preocuparse porque alguien los viese. No había cámaras que apuntaran a aquel lugar y la gente que ya en días normales habitaban poco las calles, ahora con una lluvia no había un alma que se pasease por ahí.

Apretó fuertemente su cuello, siendo necesario que se alzara sobre las puntas de sus pies para poder alcanzarlo por completo, esperando que el calor de Osamu lo calmara. La lluvia era bastante buena en tranquilizarlo, pero no había algo que pudiera superar a la persona que amaba.

Una cálida sonrisa se dibujó en su rostro al sentir aquel ser aferrarse a su persona. No dudó en llevar sus brazos a su cintura para aceptar aquel abrazo, apretando su delgado cuerpo contra el suyo, para luego dejar un cálido beso sobre la mojada cabeza de Atsushi, quien soltó un par de risas risueñas ante tal acción.

Estuvieron así por unos segundos, importándole poco si la lluvia comenzaba a mojarlos. Aunque fue ese pensamiento lo que llevó a Dazai a separarse, llevando sus manos a las mejillas de Atsushi para hacerle subir la mirada, percatándose como sus húmedos cabellos se pegaban a su rostro y diversas gotas se deslizaban por su piel. El más alto dio un paso hacia atrás para mirar de pies a cabeza al otro, haciéndole tragar pesado por lo atractivo que hacía lucir a Atsushi con su ropa mojada, sacudió su cabeza, no era momento para tener pensamientos de esa clase.

—Ve lo empapado que estás, no es bueno que estés mucho tiempo bajo la lluvia, puedes pescar un resfriado. —expresó, tratando de despejar a su mente mientras sus manos se frotaban con suavidad contra la piel del menor, tratando de generar un poco de calor debido a lo frío que estaban.

—Lo siento... —se disculpó, dejando que Dazai siguiera con los toques en su rostro, consiguiendo un suspiro por parte de éste.

Alejó sus brazos y las llevó hacia él mismo, donde comenzó a desabotonar el abrigo oscuro que tenía encima. No estaba del todo mojado, simplemente por afuera, pero por dentro se encontraba intacto. Sus acciones causaron curiosidad en el albino, antes de que pudiera preguntar qué estaba haciendo, vio como Dazai se retiraba aquella prenda y la dejaba sobre la cabeza de Atsushi. Debido a que el cuerpo del castaño era más grande y alto, aquel abrigo cubría perfectamente de su cabeza hasta su torso, que era lo que le importaba cubrirle.

—Así está mejor, la temperatura está descendiendo por la lluvia, será mejor que nos dirijamos a un lugar seguro para protegernos de la lluvia. —habló una vez se aseguró que la prenda no se caería del menor. Antes de avanzar, inclinó su cuerpo para alcanzar el rostro de Atsushi, donde dejó un cálido beso sobre sus labios. Beso que el menor no dudó en corresponder.

—¿Realmente está bien que lleve esto? Ahora tú estás más expuesto a la lluvia... —expresó con preocupación el menor una vez se separaron del beso. Consiguiendo otra sonrisa por parte del mayor, quien aprovechó la altura en la que estaba para besar con cariño su frente.

—Lo está, no puedo permitir que sigas mojándote por la lluvia, mientras tu estés bien yo lo estaré, así que no te preocupes por mí. —trató de calmarlo con su voz calmada a la vez que dirigía su mano para tomar la de Atsushi, comenzando a caminar a algún lugar en donde pudieran estar a salvo.

Nakajima no se quejó, por dos razones: la primera, sabía que, aunque le dijera que no necesitaba su ropa, Dazai lo ignoraría, saliéndose con la suya, y la segunda, porque le gustaba sentirse rodeado por el calor que había dejado Dazai en aquella prenda. Además de que el olor característico del mayor inundaba sus fosales nasales, creándole una tranquilidad tan cálida que arrullaba con amor a su corazón, haciéndole feliz.

Siguió el camino que seguía Dazai, evadiendo las cámaras de seguridad y aquellos pocos que se encontraban en las calles. Conversando un poco en susurros, compartiendo pequeñas risas porque todo parecía un juego. Porque incluso con una lluvia, nada podía arruinar un momento en donde estuvieran juntos.

Amaba poder compartir tiempo con el castaño, le gustaba repetir en su mente que amaba mucho a Dazai. Expresarlo le daba un poco de vergüenza, pero de vez en cuando complacía al otro para decirle, siendo recompensando por una explosión de besos que iban a dar su rostro, haciéndole reír.

Cada segundo que compartía con Osamu solo le confirmaba lo hermoso que era el amor y lo feliz que se sentía al lado de él. Desearía que cada una de las personas pudiera sentir esa felicidad tan brillante que provocaba amar.

Aun si sonara muy fantasioso, esperaba que las palabras de Akutagawa pudieran hacerse realidad; qué Chuuya se diera cuenta de todo el dolor que estaban causando en la nación. Para parar con todo ese sufrimiento y dejar que cada persona pudiera amar de forma tan pura como él amaba a Dazai y Dazai lo amaba a él. 

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