Tras lo sucedido en el sector A, luego de aquella amenaza dicha por el gobierno, el ambiente de toda la nación se sentía mucho más pesado.
A pesar de que no era la primera vez que presenciaban una ejecución pública, si era la primera que les causaba tanto terror. La forma en como el consejero del mandatario habló y exigió a la Federación que acabasen con la vida de aquellos que se atrevieron a hacer revuelos, todo en conjunto había creado un terror inquietante en las personas.
Aquellos que eran simples ciudadanos y seguían al pie de la letra las leyes, se sintieron fuertemente intimidados por aquella amenaza. Los que una vez participaron en las protestas se sentían aterrados por la suerte que tuvieron de no haber sido capturados, pensándose un poco si realmente podrían conseguir la libertad que el grupo rebelde tanto exclamó. Y aquellos simpatizantes del gobierno, a pesar de que sabía que ellos nunca se meterían en problemas, con el ambiente tan lúgubre que invadió la ciudad llegaban a inquietarse un poco.
La amenaza que había dejado ese día Shibusawa parecía haber funcionado, desde entonces no hubo protestas, pero la tensión y odio de las personas parecía haber incrementado. No apagó con el sentimiento revolucionario que nació en los sectores, pero el miedo que sembró ese día había sido lo suficiente para que las personas se calmaran.
Tampoco había rastro del grupo rebelde, claro que lo sucedido les había afectado también, si bien tenían en consideración que algo así pasaría, no creyeron que fueran a tal nivel de ejecutar a varios de los protestantes. Claramente de ahora en adelante deberían pensar en la manera de sacrificar el menor número de vidas posibles.
El trabajo de la Federación siguió siendo el mismo, realizando patrullas por los sectores, vigilando que nada alterase el orden que se implementó desde aquel día, asegurándose de que las personas siguieran las nuevas leyes; como el toque de queda que se había establecido.
El ambiente era tan deprimente, que incluso los integrantes de la misma Federación se veían afectados, como si cargaran con un gran peso sobre sus hombros que día a día iba en aumento. Pero no fue impedimento para realizar su trabajo, ya que sabían las consecuencias que podría traer su indisciplina.
Enfurecer a Shibusawa no era siquiera una opción, por ello debían realizar la parte que les correspondía. El día de la ejecución, el aura que desprendía su superior era tan tenebrosa que a todos los tenía aterrados, no querían que esa sensación se repitiese.
Para mantener tranquilo a su superior y en orden a la nación, cumplirían con sus indicaciones. Ya no era cosa de si Atsushi daba o no la orden de arrestar a aquellos que quisieran revelarse contra el Estado, pues la orden ya la había dado Shibusawa.
Aunque para Tatsuhiko las cosas parecían ir como quería, todo el alboroto que se formó en la sociedad luego del último ataque del grupo rebelde parece finalmente haber cesado, tan fácil que era implantar miedo en las personas, sin embargo, tenía el presentimiento de que no todo sería tan fácil. Que el grupo rebelde se encontrase tan inactivo no era una buena señal, debía estar preparado para cualquier cosa que éstos tuvieran en mente.
—¿Por qué tan pensativo? ¿Las cosas no están saliendo cómo quieres? —Shibusawa salió de sus pensamientos al escuchar aquella voz. Rápidamente se giró en dirección de Fyodor que ya se encontraba invadiendo su oficina.
—¿Otra vez dejando tu puesto de trabajo? —respondió con otra pregunta, provocando leves risas en el contrario, quien ni siquiera se inmutó por el tono de voz de éste.
A diferencia de sus compañeros más pequeños, la antigua Federación ya se encontraba lo suficientemente demacrada como para sentir algún miedo. Todo lo que tuvieron que pasar en tiempo laboral había acabado con sus mentes, terminando siendo mucho más fieles a Tatsuhiko. Por ello, la antigua Federación se encargaba de entrenar a la futura generación, pues los posibles rastros de empatía que pudieron colarse de su entrenamiento quedaban completamente borrados luego de tantos años trabajando.
—Simplemente quise saber un poco, esta también es mi nación y me preocupo por ella, saber que las personas finalmente están comenzando a revelarse es un problema tedioso, ¿no? —detestaba tener de que darle la razón, por ello prefirió mejor callar, tratando de verse tranquilo.
—Eso ya quedó en el pasado.
—Oh, ¿de verdad? —Shibusawa alzó una de sus cejas ante la sonrisa que tenía el de cabello oscuro, sin gustarle aquel comentario que le hizo. —Es muy soñador pensar que se rendirán fácilmente, solo porque asesinaste frente a ellos unas cuantas personas. —comenzó a hablar con una calma escalofriante, mientras caminaba para quedar más cerca de su superior. —La valentía y la esperanza no se pueden matar de forma sencilla. Quizá hoy conseguiste calmarlos, pero dudo que el grupo rebelde se quede de brazos cruzados. Además de que ya ilusionaron a las personas con una fantasiosa libertad, nada los detendrá ahora, no a menos de que aplastes esos deseos.
Explicó de la misma manera, haciéndole ver al albino que aquella guerra no había finalizado y creía que difícilmente lo haría, no mientras el grupo rebelde continuara libre.
—Las cosas se complican un poco más cuando giramos a ver esta Federación, es prometedora, claro que lo es, pero su Líder es un cobarde. —esto último fue expresado con cierta frialdad, provocando una risita por parte de Tatsuhiko. —Que lo consientas mucho no hará que milagrosamente él deje de ser un inútil. —y las risas de Shibusawa incrementaron.
—¿No pudiste ser más evidente con la envidia que tienes hacia Atsushi? —Ahora fue Fyodor quien carcajeó. —Ambos sabemos perfectamente que lo que has dicho no es verdad. Atsushi fue el mejor en el entrenamiento de su generación, está tan desesperado por sobrevivir que es capaz de hacer cualquier cosa, incluso rompió tu récord de capturar a personas enamoradas. —ante esto último la sonrisa de Dostoyevsky se deformó.
—De acuerdo, me atrapaste. —confesó, afirmando la primera parte que había mencionado el otro. Alzando sus manos mientras hablaba, tratando de no verse molesto por sus palabras. —Podrá ser todo lo bueno en su trabajo como dices, pero no puedes negar que, por más duro que fue su entrenamiento o por lo mucho que lo hayas castigado, no consigues borrar la amabilidad que hay en él.
Ambos lo sabían, la principal razón por la que Shibusawa eligió a Atsushi aquel día en el orfanato fue por el ambicioso deseo de borrar aquella pureza que caracterizaba los ojos del menor. Quería destrozar a aquel ser que irradiaba amabilidad, amabilidad que le daba náuseas, por ello eligió como su favorito al pequeño albino, pues ir rompiéndolo poco a poco era tan satisfactorio. La idea de ver a aquel niño de mirada tan noble convertirse en un asesino despiadado, corrompido y roto de la misma manera en la que se encontraba la Federación de aquel entonces era realmente llamativo.
Pero también sabía que las palabras de Fyodor eran ciertas. A pesar de todo lo que Nakajima tuvo que pasar, continuaba preocupándose por el bienestar de las personas, llegando al punto en donde tuvo que manipularlo, haciéndole ver que todo esto era para proteger a las personas, engañándolo con el fin de sus acciones.
—Me enferma tener que darte la razón. —y la sonrisa en el otro regresó. —Pero hay algo mucho más grande que esa amabilidad de la que tú hablas. —Fyodor miró curioso al otro, aquello último que dijo realmente había despertado su interés. —Su lealtad y el miedo que siente hacia a mí, mientras ese miedo exista, Atsushi me obedecerá sin chistar. Más adelante me encargaré de aplastar y extinguir esa amabilidad.
El azabache resopló con diversión, Shibusawa parecía tan seguro de sus palabras, aun si podía confiar en lo que decía, atormentar a las personas era su mayor deleite, fuera quien fuera.
—No puedes confiar ciegamente en él, la amabilidad es muy peligrosa, las personas se sienten atraídas por gente así. No bajes la guardia, o una de las personas desagradables que tanto aborreces puede ir contaminando a tu pieza más valiosa y especial. —fue lo último que dijo, sintiéndose satisfecho por la mueca en su superior.
Ya había hecho su cometido, por lo que no necesitaba quedarse más tiempo, sin pensarlo dos veces se retiró de ahí, dejando a un Tatsuhiko pensativo.
No quiso darle importancia a las palabras de Fyodor, lo conocía y sabía qué hacía esto solo para molestarlo. No confiaba como tal en Atsushi, simplemente estaba seguro que con el miedo podría controlar sin problema alguna al menor, por lo que no había nada de qué preocuparse.
De todos modos, igual estaba trabajando en algo en caso de que las cosas se salieran de control.
Sabía que el albino se encontraba bien, no solo porque la última vez que se vieron se aseguró de que las cosas fueran así, sino porque también repetidas veces Atsushi le decía por medio de los mensajes que se hallaba bien.
Pero difícilmente podía borrarse de la mente el rostro horrorizado del menor cuando fue obligado a disparar. En verdad que ese lugar no era para Atsushi, una persona con unos sentimientos tan nobles no merecía estar ahí, pero por desgracia no podía hacer nada, más que apaciguar la carga que tenía por medio de su presencia y algunos mimos que pudiera darle.
Sin darse cuenta, había caminado en dirección hasta el edificio donde solían encontrarse, aquel en donde Atsushi se refugiaba de la Federación. Se preguntaba si estaría ahí, ahora era más constante que el menor se pasara por ese lugar, las probabilidades de verlo eran altas, por lo que no se negó a la idea de revisar el lugar. De encontrarlo, aquella preocupación que lo picoteaba podría disminuir.
Así, se dirigió a un paso lento al interior de aquel abandonado edificio, comenzando a buscar a sus alrededores algún rastro de Atsushi, sonriendo cuando efectivamente lo encontró, recargado en una de las ventanas, observando el paisaje que daba ésta. Del mismo modo acortó la distancia. Atsushi quien percibió su presencia giró en su dirección, sonriéndole de manera suave al verlo, una sonrisa que enloqueció a su enamorado corazón.
—¿Supiste que era yo o por qué no te veo sorprendido? —preguntó una vez se acercó a su lado, consiguiendo una gentil risita de éste.
—Algo así, comienzo a identificar tus pasos. —explicó con calma Atsushi, sintiéndose cálido cuando notó como poco a poco Dazai iba sonriendo.
—Interesante. Aunque es una lástima que no pueda sorprenderte ya. —puchereó. Una acción que alivió con el leve dolor que seguía plantado en su pecho.
—Pero me hace feliz tenerte aquí. —Dazai se sorprendió por aquellas palabras, que cesaron al instante con su puchero. Siendo inevitable que alzara su mano para acariciar la mejilla del menor, quien instintivamente juntó más su rostro con la mano contraria.
—Parece que hoy de nuevo estás evitando tus guardias. —sintió como su sonrisa se desfiguraba por aquel detalle, donde Atsushi suspiró.
—Desde lo sucedido en la plaza del sector A, las personas se aterran al verme, no me gusta ver esos rostros, por eso prefiero quedarme aquí... donde no pueda hacerles daño. —Dazai apretó sus labios al escuchar aquel tono de tristeza con el que el menor se expresaba. Parece que en verdad seguía afectado por aquel suceso.
—No es bueno que cargues con eso, no fue tu culpa, la situación estaba fuera de tu control. —el mayor continuó con las leves caricias en la mejilla de Atsushi, tratando de algún modo calmar con el dolor que cargaba.
—Lo sé, pero es complicado que todas las personas te vean como una persona terrible... aunque puede ser que tal vez lo sea... —dejó de pensar por un momento, dejándose llevar por aquella culpabilidad.
Podría decir que estaba acostumbrado a que las personas lo mirasen y tratasen de esa forma. Desde que inició con esto, siempre había recibido esa clase de tratos, antes no los entendía, porque creyó de forma ignorante que estaba haciendo lo correcto, que se trataba tan solo de que las personas eran desagradables y por ello lo trataban mal. Fue esa la explicación que su mentor le dio, pero ahora que sabía que no era así, que tenían todo derecho de mirarle de esa forma, el peso era mucho más, afectándole de forma más severa.
—No digas eso. Es fácil para las personas juzgar por la simple apariencia, han estado tantos años sometidos que sin pensarlo te etiquetarán con aquellos que tanto hicieron daño en el pasado. Pero que pertenezcas a la Federación, no hace que seas una persona mala. —Atsushi regresó en sí al escuchar aquellas palabras dichas con firmeza por parte de Dazai, haciendo que girase hacia él para ver aquel rostro que denotaba el disgusto que sentía por la manera en que Atsushi se refirió a sí mismo.
Podía tener razón, él simplemente se encontraba siguiendo órdenes de Shibusawa, pues lo último que quería era lastimar a las personas. Se sentía impotente el no poder hacer nada por el gran temor que sentía hacia su mentor.
Osamu se sintió un poquito mal por ver el estado en el que Atsushi estaba, causando que su corazón se encogiese con dolor. No quería que tocaran el tema, no quería hacer sentir más culpable al menor, debía cambiar el tema de algún modo.
—No me gusta verte así. —confesó, sorprendiendo un poco al albino. Dazai alzó su otra mano para dejarla sobre la mejilla que se encontraba libre, teniendo un mejor agarre. De ese modo, con cuidado giró su cabeza para que pudiera verlo, admirando una vez más aquellos ojos que por el momento se encontraban algo apagados. —Eres más lindo cuando eres feliz, quiero que estés feliz.
Nuevamente aquel nerviosismo comenzaba a invadir su cuerpo, su corazón que latía hace unos momentos con pesar, comenzaba a agitarse en un calor desconocido, pero no por ello ajeno.
—¿Hay alguna forma en que pueda hacerte sentir mejor? —la voz de Dazai sonó un poco más suave, siendo pronunciada en un susurro que alteró sus sentidos, viendo como comenzaba a inclinarse un poco.
«Bésame...» aquel pensamiento causó un destrozo en su interior, provocándole un ardor en sus mejillas, ¿qué era lo que estaba pensando? No entendía porque su mente pidió aquello, era algo tonto, pero que había sido suficiente para que su corazón comenzara a latir más fuerte, sintiendo como aquella extraña emoción comenzaba a rodear su cuerpo.
—¿Atsushi? —escuchó su nombre siendo pronunciado de una forma tan profunda que le causó escalofríos. Sin darse cuenta, el rostro de Dazai ya se encontraba demasiado cerca de él, al punto en donde sus respiraciones comenzaban a mezclarse. —Puedo... ¿Puedo besarte? —y aquella pregunta dicha casi sobre sus labios le arrebató un gimoteo, tal pareciera que había leído su mente.
Apretó sus labios para impedir que la respuesta saliera de éstos. Eso no estaba bien, se lo repetía una y otra vez, pero aun así terminaba envuelto en aquellas acciones del mayor. No quería aceptar que en verdad deseaba besarlo.
Sin embargo, su cuerpo pareció desobedecerle al momento que empujó suavemente su cabeza hacia adelante, uniendo sus labios. No tuvo tiempo de arrepentirse y alejarse, pues Dazai había tomado aquella acción como una respuesta afirmativa, presionando con un poco más de fuerza sus labios contra los suyos, comenzando a moverlos suavemente en aquel beso.
Su estómago burbujeaba por aquella sensación tan cálida que era depositada sobre sus labios, dicha calidez se expandía por todo su cuerpo, abrazando con ternura a su corazón que trataba de calmarlo de los fuertes latidos que soltaba. Siempre era lo mismo cuando lo besaba, lo hacía sentir de aquella forma tan extraña, un sentimiento que le causaba cierto temor por desconocerlo y no poder averiguar cuál era.
Sus labios se separaban por cortos segundos para volverse a unir, siguiendo con el suave movimiento que Dazai comandaba, guiando a los rosados de Atsushi para que le siguieran en aquel vals que estaban realizando sus labios.
Cada beso que Dazai dejaba en él, incrementaba aquel calor en su cuerpo. No era uno que pudiese comparar al bochornoso calor de verano, tampoco el calor que creaba el cuerpo cuando se encontraba demasiado agitado, no... era uno más agradable, pues mientras aquellos calores que mencionó anteriormente llegaban a ser molestos, este que ahora mismo lo rodeaba era uno tan agradable, que hacía saltar en alegría a su corazón.
Pero no encontraba palabras para darle un nombre a aquello que sentía, al ser algo tan desconocido claramente sentía un poco de temor. Pero en esa ocasión, dejó que le enseñara más, permitiendo que dicho sentimiento floreciera, esperando que de esa manera pudiera encontrar una respuesta a lo que sentía.
Los dedos de Dazai se frotaban con afecto contra la piel de Atsushi, sintiéndose un poco ansioso por querer más de aquellos labios, deseo que no se reprimió.
—Separa tus labios... —le indicó en un susurro sin dejar de tocar con cariño su piel. El rostro de Atsushi enrojeció más ante aquella orden que se le dio, claramente se hacía una idea sobre lo que éste planeaba, pero la forma en como se lo dijo le fue imposible negarse, había sonado tan cariñoso y suave, que provocó que su cuerpo temblara. En pocos segundos acató lo que se le dijo, separando de forma tímida sus labios, consiguiendo una sonrisa de Dazai. —Buen chico. —y dejó otra caricia en la rojiza mejilla del menor.
No se hizo de esperar y realizó su cometido, abriendo su propia boca, tan solo un poco para darle paso a su lengua, la cual tocó con cuidado los labios de Atsushi, degustando el dulce sabor que tenían. A diferencia de la primera vez, esta ocasión entró con cuidado, encontrándose una vez más con la lengua del menor, a la cual frotó en un pequeño saludo.
La nueva forma del beso no era para nada desagradable, la manera en que sus labios se unían y sus lenguas se encontraban simplemente intensificaba aquellas emociones que ya los tenían rodeados, siendo completamente diferente a la otra vez que Dazai lo besó de aquella manera. Pero Atsushi no entendía, si las acciones eran las mismas, ¿por qué estaba haciendo sentir tan diferente? ¿Qué era todo aquello que estremecía a su cuerpo?
«Amor...» recordó las descripciones de los libros que trataban de dar una definición a aquel sentimiento, concordando a medias por la manera en cómo se sentía. Otra vez volvió a abofetearse mentalmente por lo que estaba pensando, era imposible que se tratase de ese sentimiento, en su mente se repetía una y otra vez que el amor era desagradable, que no podía causar todas esas emociones, estaba confundiendo las cosas.
—¿Todo bien? —salió de sus pensamientos ante aquella pregunta dicha en medio de aquel beso. Pero tan pronto la dijo, Dazai siguió besando aquellos labios, sin la intromisión de su lengua, separándose por unos segundos para hacer pequeñas pausas en caso de que Atsushi quisiera responderle.
Hubo varios segundos en donde Atsushi trataba de ordenar sus palabras. Pero los besos que Dazai le daba y aquel sentimiento le estaba impidiendo pensar de manera coherente, viéndose tentado en dejarse llevar por los múltiples besos que estaba recibiendo.
—Me... me siento un poco extraño... —como pudo comunicó aquello, prestándole más atención a la unión de sus labios, donde sus manos se aferraron al pecho del mayor.
No recibió una respuesta por parte de Dazai, pues este volvió a besarlo de aquella forma que simplemente ensordecía a sus sentidos, viéndose un poco motivado a seguir el movimiento de su lengua, tocándola un poco. Algo que fascinó a Dazai, entusiasmándose más en aquel beso.
Pronto las piernas de Atsushi fueron perdiendo fuerza, las emociones eran tan fuertes que se veía debilitado por éstas. Dazai se percató de ello, por eso, con cuidado se fue inclinando, ayudando a que Atsushi se dejara caer con suavidad en el suelo, tomando asiento mientras Dazai se colaba entre sus piernas, sin dejar de besar sus labios en ningún momento.
—¿Te sientes extraño? Hmmm... —repitió el comunicado de Nakajima, dejando por un momento sus labios para dirigirse a su rostro, donde comenzó a besar diferentes puntos de éste. —¿Te desagrada lo que hago? —preguntó mientras besaba su mejilla, siguiendo hasta la comisura de sus labios, bajando un poco para besar esta vez su barbilla.
—No es eso... No me desagrada en absoluto... —expresó con vergüenza. Pero esas palabras simplemente aliviaron a Dazai, quien no dejó de repartir besos por todo el rostro del menor. Sonriendo por la manera en que este se removía en su lugar, pareciéndole algo tierno.
Se quedó en silencio por unos cortos segundos, en lo que terminaba de besar cada centímetro de la cara de Atsushi. Cuando finalizó regresó su mirada al frente, admirando el ruborizado rostro del menor.
—¿Entonces qué es lo que sientes? —preguntó una vez más, a lo que Atsushi solo pudo balbucear, negando con despacio para hacerle saber que no tenía idea. —¿Quieres que te ayude a averiguar lo que sientes?
Atsushi miró con sorpresa a Daza, recordando las veces anteriores en donde le ayudó a descifrar aquellos sentimientos tan nuevos que experimentó por primera vez cuando estuvo con él. Realmente no era una mala idea recurrir a él en esta ocasión, por lo que terminó asintiendo.
—Bien, entonces dime, Atsushi, ¿qué es lo que sientes cuando estás conmigo? —preguntó con cierta dulzura. Alzó su mano para acariciar la cabeza del menor, quien se relajó un poco ante aquel tacto.
—Me siento... feliz... es una felicidad tan grande que me asusta un poco. Hace que mi corazón lata tan rápido y fuerte, que siento a veces que se fuera a salir de mi pecho... Pero no duele, es todo lo contrario, hace que me tranquilice porque se siente caliente... no como el calor de verano, más bien... como si bebiera una taza de chocolate caliente en invierno... Mis manos están temblando de nerviosismo... o eso creo, no sé exactamente porque tiemblan... también siento... como si todo estuviera bien cuando estoy contigo, borran los miedos que tengo y solo me hace querer quedarme así... junto a ti para siempre...
No supo en qué momento las palabras comenzaron a relatar todo, sin importar que pudiera sonar vergonzoso, simplemente era honesto con todo lo que sentía. Pero a pesar de que trató de detallar todo lo que experimentaba, parecía que solo estaba expresando una pequeña parte de su sentir, pues a comparación de aquellas palabras, esas emociones eran mucho más fuertes.
Escuchó una risita dulce de Dazai, captando su atención. Centró su mirada y observó la sonrisa boba que tenía el mayor, acompañada de un leve rubor que se plantó en sus mejillas, una vista que empeoró el estado de su corazón.
—Vaya Atsushi... eso... eso es... —Nakajima sintió una gran intriga por lo que estaba a punto de decir Dazai. Pero la felicidad que sentía Osamu era tan grande que no podía ni siquiera hablar, tuvo que respirar hondo para poder seguir. —Esos son todos los síntomas del amor... Atsushi, estás enamorado.
Y ante aquella respuesta, el rostro del menor palideció.
¿Amor...? ¿Eso era amor? No podía ser cierto eso... su respiración se agitó con terror, comenzando a entrar en un pánico terrible. ¿Enamorado? Era imposible que fuera cierto, el amor era algo malo, era imposible que ese sentimiento que lo tuviera tan cautivado fuera el amor... pero ahora que recordaba... los mismos rasgos que describió eran aquellos que buscaba en las personas que cometían aquel crimen, sin duda eran los mismos, fue entrenado para notarlos después de todo. Simplemente no le dio tanta importancia porque pensaba que ese sentimiento no podía causar tanta felicidad, creyendo todo el tiempo que se trataba de otra cosa.
—No puede ser... E-el amor es un sentimiento peligroso... no es posible que... yo... yo... —comenzó a respirar velozmente, sintiendo aquel temor recorrer su cuerpo.
Pero antes de que cayese en una crisis nerviosa, Dazai llevó sus brazos a su cuerpo y lo abrazó con fuerza, sintiendo como sus ojos comenzaban a humedecerse por aquellas sensaciones tan fuertes que estaba experimentando.
—Claro que no Atsushi... Cada persona tiene el derecho de describir el amor como quiera... para personas como aquel mandatario que condenó el amor era algo malo, ¿sabes por qué? —hizo una pequeña pausa mientras acariciaba su espalda. —Porque el amor, así como puede traer sensaciones cálidas como las que acabas de describir, también puede causar dolor al no ser correspondido por la persona que amas... Es un arma de doble filo, él tuvo la desgracia de ser rechazado por aquella persona que tanta felicidad le dio. Pero la razón por la que tu no sientes eso es realmente sencillo.
Trató de calmar a Atsushi, entendía que asimilar aquella situación era difícil, más si durante toda su vida le dijeron que el amor era malo.
Se alejó con lentitud para tomar suavemente las manos de Atsushi, alzándolas con cuidado a la altura de su rostro, en donde besó con cariño los dorsos de estas, dedicándole una cálida sonrisa, un gesto que fue suficiente para alejar el temor que estaba atormentando al menor.
—Tuvimos la fortuna de tener un amor correspondido. —y los ojos de Atsushi se abrieron completamente, sintiendo como su corazón volvía a latir con fuerza. —Te amo Atsushi... estoy perdida y completamente enamorado de ti. —confesó con una voz amable, teniendo aquella sonrisa que expresaba su amor hacia el albino, con el calor de sus mejillas acalambrándolo.
Su cuerpo tembló en una extraordinaria felicidad que no entendía, era tan fuerte que unas cuantas lágrimas comenzaron a juntarse en sus ojos. Su corazón titubeaba acompañado de un calor tibio que comenzaba a derramarse de su pecho, era un sentimiento tan hermoso que las lágrimas comenzaron a salir por sus mejillas.
Era la primea vez que lloraba por un sentimiento tan puro. En el pasado lloró por el miedo que lo atormentaba, por el dolor que día a día estaba obligado a lidiar en los entrenamientos. Pero ahora no había ningún dolor, ni un sentimiento negativo que provocara con pesar aquellas lágrimas, simplemente una genuina felicidad que se manifestó en aquella temblorosa sonrisa que formaron sus labios.
—Eres libre de darle una definición al amor, pero innegablemente eso que sientes es amor, lo sé porque es lo mismo que siento yo. —una de las manos que sostenía la llevó a su propio pecho, dejando su palma sobre su corazón. —¿Sientes lo fuerte que late? Es de la felicidad que me da saber que me amas tal como yo te amo, ¿en verdad crees que es un sentimiento malo?
Atsushi prestó atención al fuerte latido que rebotaba contra su mano. Extrañamente iba al mismo ritmo que el suyo, era como si se estuvieran comunicando, expresando el sentimiento que ahora mismo los invadía, era como si... estuvieran danzando juntos una suave melodía.
En verdad... ¿eso era el amor? Aun una pequeña parte de él se negaba a aceptar tal descripción, pero... de ser así... ¿por qué su corazón se alegró tanto al saber que Dazai expresaba estar enamorado de él?
Recordó haber escuchado del mismo castaño decir sobre que el amor era un sentimiento tan básico en las personas... ¿era por ello que su corazón conocía el sentimiento sin que su mente lo hubiese experimentado? Él... estaba enamorado... El sentimiento que describían los libros llamándolo amor... Tenían razón, ese sentimiento tan hermoso que encantó a su corazón y lo tenía con una dicha tan genuina era el amor que los libros describían, un amor quizá más intenso porque todo era diferente al vivirlo en persona.
Dazai se acercó y besó con cariño su mejilla. Cuando Atsushi dejó que aquellos sentimientos se disparaban en su ser, cada acción que realizaba Dazai la sentía más especial, sintiendo que las lágrimas iban incrementando. En cuanto el mayor se dio cuenta de esto besó cada gota que se deslizaba por las calientes mejillas del menor.
—Te amo Atsushi... —expresó una vez más aquellas palabras que durante ese tiempo se estuvo reprimiendo, una vez las dejó salir, no podía ser capaz de retenerlas. Pero esas palabras solo ocasionaron que la calidez en su pecho se intensificara.
El castaño aprovechó que se encontraba sosteniendo el rostro del otro para acercarse y dejar sobre sus labios un beso, uno cargado de aquel sentimiento que lo tenía flotando en una nube. Confirmándole a Atsushi que se trataba del mismo que estaba sintiendo en ese momento.
—Te amo tanto... —murmuró contra sus labios.
Atsushi no podía controlar todas esas emociones que se estaban derramando entre sus dedos, por más que tratara de reprimir aquella emoción y felicidad no podía. Se sentía tan alegre de estar pasando por ese momento, de tener a Dazai con él, de sentir aquello, estaba tan feliz de... amar, que no pudo aguantarse y llevó sus brazos alrededor del cuello de Osamu, abrazándolo con fuerza. Mientras él mismo volvía a unir sus labios en un beso, tratando de esa forma transmitir su sentir al otro, algo que consiguió cuando vio que el mayor aceptó tanto su beso como el abrazo, dejándose derretir por aquel dulce y cálido sentimiento que arrullaba a sus corazones.
Entre todo había un sentimiento amargo dentro de Atsushi; la culpabilidad por sus acciones y la manera en que pensaba que el amor quería atormentarlo. Pero la dicha y el amor que sentía eran tan inmensos, que se olvidó por un momento de las cosas malas, de los problemas que tenía, de todo se olvidó, siendo únicamente Dazai y él. Cualquier otro sentimiento que tratase de arruinar aquel ambiente estaba siendo completamente opacado por la felicidad que sentía.
—Yo... —soltó una vez se separaron del beso, pero sin romper aquel abrazo.
Dazai esperó atento a que completara su frase, sin borrar la sonrisa que tenía. Atsushi respiró profundamente, su corazón estaba desesperado en expresar las palabras que Dazai había dicho, pero le costaba un poco. Finalmente, lo que terminó impulsándolo fue ver la mirada tan gentil que el mayor le dedicaba, haciéndole sonreír de igual manera.
Atsushi deslizó sus brazos hacia su propia persona, llevando sus manos al rostro del mayor, donde imitó una de las acciones que éste solía hacer: dejando sus manos sobre las mejillas ruborizadas de Dazai, sintiendo sus labios temblar por la gran sonrisa que tenía.
—Te amo Dazai... te amo... te amo... te amo mucho... —una vez habló no pudo detenerse, repitiendo una vez más aquella frase que había escuchado por primera vez en esa ocasión, pero que no le era para nada desconocido. Como si una parte de su cuerpo conociera a la perfección aquellas palabras, confirmando una vez más que ese sentimiento se trataba del más puro amor.
Dazai soltó unas risas de la felicidad que sentía, siendo imposible retener sus ganas de besar más al menor, volviendo a unir con cariño sus labios, siendo correspondido sin dudar por Atsushi.
No supo cuando, mucho menos cómo fue que sucedió, pero parece que aquella enfermedad llamada amor los había enfermado a ambos. Pero más allá de cargar con un enfermizo sentimiento repugnante como le hicieron creer por tantos años, se trataba de un gentil sentir, lleno de felicidad y calidez.
Sin darse cuenta, Atsushi Nakajima, Líder de la Federación en Contra del Sentimiento Engañoso había caído a merced del amor, sentimiento que había creído erróneamente que se trataba de un sentimiento dañino.
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