Capítulo • 20 •
Los días siguieron con aparente calma. El grupo rebelde seguía oculto entre las sombras, planeando la manera en que pudieran presionar más a los líderes de la nación. Mientras que la Federación seguía con su investigación, aunque se veían obstaculizados gracias a las huelgas de los civiles que no cesaron. A pesar de ello, parecía que tenían todo bajo control.
Hasta ese día.
Atsushi se encontraba realizando una guardia como era de costumbre, pero más allá de estar al pendiente de su alrededor, como ya era costumbre, se encontraba paseando por el sector G, esperando a que las horas terminasen para dar como finalizada aquella jornada de trabajo. Rogando porque ese día y los que le siguieran fueran tranquilos, sin problemas.
Supo que no sería así cuando escuchó su celular sonar, arrancándole un suspiro pesado. Con pereza metió su mano al bolsillo y sacó el objeto, mirando que el número se trataba de Lucy, teniendo un mal presentimiento ante el posible motivo de aquella llamada. No esperó más y decidió contestar.
—¡Jefe! ¡Tenemos graves problemas en el sector E!
Escuchó la alterada voz de Montgomery acompañada de un verdadero caos de fondo, con gritos que manifestaban tantas cosas que le era incomprensible entender.
—¿Qué es lo que sucede? —preguntó mientras giraba en dirección de dicho sector, esperando a recibir la información que solicitó.
—¡Agh! Los... están atacando... administrativa...
La llamada se veía entrecortada por todo el escandalo que sonaba de fondo, acompañada de quejas por parte de Lucy. Antes de que el albino pudiese decir algo, escuchó un sonido de dolor por parte de la chica y después, absoluto silencio.
Por más que Atsushi llamase a la otra no recibió respuesta. El ruido de fondo también había callado por lo que supuso que había cortado la llamada, o algo más había sucedido.
No esperó más y se dirigió al sector E, donde su compañera le había mencionado que estaba sucediendo todo ese revuelo. Mientras trataba de descifrar por su propia cuenta lo que estaba sucediendo.
Claramente su primera opción había sido creer que se trataba del grupo rebelde, pero rápidamente la descartó, no solo porque ellos no hacían tanto alboroto cuando actuaban, también porque anteriormente Dazai le había dicho que solían evitar a la Federación para no pelear con ellos. Las quejas de dolor de Lucy no sonaban exactamente a algo pacífico.
¿Sería obra de los civiles? Quería creer que no, sería un verdadero problema que las personas hubiesen tomado aquel comportamiento tan violento, además de que generalmente eran pocas las que solían manifestarse. Terminó concluyendo que quizá se trataba de otro enemigo, uno nuevo que empezaba a causar caos en la ciudad. Trataba de convencerse a sí mismo de que era eso, a pesar de que dentro de él le susurraba que lo más seguro era la segunda opción, pero no quería pensar en eso.
Cual fuera la situación llamó a sus demás compañeros. No había peligro alguno porque estaba seguro que no se trataba del grupo rebelde, así que podía actuar un poco más tranquilo. Además de que la gravedad de la situación le hacía pensar que necesitarían ayuda.
Luego de aproximadamente veinte minutos había llegado al sector E, sorprendiéndose por el estado en el que se encontraba el lugar; diversos locales destruidos y varias paredes pintadas, donde comunicaban distintos mensajes en contra del gobierno. Siguió por aquel camino de destrozos hasta llegar al edificio administrativo perteneciente al gobierno, ahí es donde nacía el problema.
Su rostro palideció al ver un gran número de personas, varias de ellas sosteniendo carteles, otras se encontraban atacando al edificio a sus alrededores, las que parecían hacer más daño llevaban mascarilla. Sus manos temblaban con terror, realmente aquellas personas eran civiles... eran los causantes de todo el desastre que había en el sector. Pero no lo entendía... sus acciones siempre habían sido leves y con poca gente, ahora era totalmente lo contrario, se encontraban haciendo trizas aquel edificio tan importante para el gobierno con una violencia que solo había visto en sus compañeros.
Al recordar eso, giró a su alrededor buscando a Lucy, encontrándola al otro extremo, acompañada de Kyouka y Sigma, quienes parecían estar al frente tratando de controlar a las personas mientras defendían a la chica de cabello carmesí. Pudo ver como ésta presionaba con fuerza su brazo izquierdo, posiblemente tenía una herida.
¿Los civiles la habían lastimado? La simple idea le creaba escalofríos, temía que esta situación llegase a suceder. Se negó tanto a la idea que se convenció a sí mismo de que esto jamás sucedería, había sido bastante estúpido.
Sintió una presencia a su lado y rápidamente giró, esquivando justo a tiempo un ataque con una navaja de una persona, recibiendo solo un rasguño en su mejilla.
—Atacar al Líder hará caer a la Federación. —escuchó aquella voz cargada de odio y desprecio hacia ellos. En su mirada percibía la determinación por querer hacerle daño, algo que claramente no permitiría.
Pues tenía una promesa que cumplir.
Esperó a que aquel sujeto se acercara para golpear con fuerza su brazo, obligándolo a soltar aquella arma, pateándola lejos de ambos.
—¡Están equivocados! Nosotros no queremos hacer daño, simplemente queremos protegerlos... —Atsushi alzó sus manos, tratando de calmar a aquella persona con las palabras que siempre le ayudaron a conseguir tranquilizar las cosas.
—¡Qué estupidez! ¡La Federación nos ha atormentado por años! Ustedes jamás se preocuparon por nosotros, simplemente complacían al gobierno. —escupió con odio aquellas palabras, consiguiendo una mueca por parte del albino.
Era cierto eso, siempre siguieron órdenes del gobierno, pero esta vez era diferente, porque él comandaba a la Federación. No quería que los siguieran lastimando como las antiguas Federaciones lo habían estado haciendo, pero la herida que habían dejado era tan grande que, aunque quisiera hacerle ver que estaban de su parte, estos no confiarían en ellos.
Pero tampoco podían hacer mucho al estar sometidos ante las órdenes de Shibusawa.
Sentía una gran impotencia por no poder aliviar aquel dolor tan marcado en la nación. A pesar de que no era su culpa, no podía evitar cargar con ello.
Vio como aquella persona estaba dispuesta a pelear contra él, la diferencia entre ellos dos era notable y aun así estaba dispuesto a enfrentarle. A ese límite llegaba la desesperación por recuperar su libertad, el simple pensamiento le hizo sentir una presión en su pecho.
Antes de poder tomar una decisión, vio como llegaban por detrás sus demás compañeros. Higuchi se acercó rápidamente a aquel hombre y golpeó sus piernas para obligarlo a caer al suelo, donde rápidamente se posicionó sobre su espalda para inmovilizarlo.
—¡E-espera! ¡No le hagas daño! —pidió con voz nerviosa Atsushi. Consiguiendo rápidamente miradas extrañadas de sus subordinados.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó con intriga Akutagawa, dirigiéndose a Atsushi que parecía aturdido por la situación.
—Los civiles perdieron la cabeza, se han unido para destrozar al edificio administrativo del gobierno, finalmente esto se está saliendo de control. —informó Sigma quien se acercó a ellos junto con sus dos compañeras.
—¿Qué nos ordena hacer, jefe? —escuchó la pregunta dicha con irritación de Tachihara. El sentimiento no era solo por la situación, sino también porque Atsushi había alargado el problema hasta llegar a aquel punto.
Recibieron silencio por parte de su superior, este simplemente no sabía qué hacer. La Federación estaba conformada por un número limitado de personas, era así porque no era necesario saturarlo de gente cuando esta se encontraba totalmente sumisa al gobierno. Una situación de tal magnitud nunca se había presentado, tratar de controlarlo ellos solos sería imposible, pero tampoco se veían en disposición de dialogar.
—No podemos arrestarlos a todos, son civiles... ellos no son conscientes de lo que están haciendo. —repitió una vez más sus palabras para calmar a sus compañeros, quienes no se vieron convencidos por lo que dijo.
—¡Son criminales! Estas acciones y lastimar a un compañero nuestro ya son delitos. —gruñó Tachihara, consiguiendo que el albino tragara pesado.
—¡Ataquen a la Federación!
Pero Atsushi no pudo decir algo ante aquel anuncio que comunicó un hombre que portaba una mascarilla. Tan pronto sonaron sus palabras, varias personas se dirigieron hacia ellos. Nakajima seguía sin creer que realmente estuviera pasando esto.
Sus compañeros se pusieron a la defensiva, sí, todos a excepción de él que seguía en pánico, buscando desesperadamente la manera de que pudiera solucionar aquel problema. Para cuando se percató de la gravedad de la situación ya había sido muy tarde.
Otro tipo de aquel grupo se acercó hacia él, teniendo un cuchillo listo para herirlo. Su mente tardó en percatarse, pero no fue necesario siquiera actuar cuando un empujón lo alejó de la zona de peligro, siendo Ryunosuke quien lo empujó para evitar que lo lastimaran.
Pero esa acción le trajo como consecuencia recibir el ataque que iba dirigido a Atsushi. Aquella afilada arma realizó un corte en el costado derecho de Akutagawa, quien cayó al suelo mientras soltaba diversos quejidos de dolor, llevando sus manos a aquella herida para aplicar presión, donde poco a poco sus manos se iban manchando del rojo de la sangre.
Aquellas personas comenzaron a atacar a sus compañeros, quienes simplemente se defendían, pero no atacaban, pues esperaban una orden de Atsushi quien, a estas alturas, seguía sin saber qué hacer.
Esto era su culpa, él creyó que calmando a las personas de forma pacífica evitaría que pasaran a mayores, pero lo único que provocó fue que esas personas se confiaran a la idea de que no les sucedería nada, empeorando la situación mucho más de lo que hubiese sido si tan solo hubiera seguido su trabajo.
A ello recordó lo que Dazai le había dicho, sobre realizar su trabajo. Simplemente arrestarían a esas personas, era lo justo debido a los daños que habían hecho, además de que tenía a dos compañeros heridos, no había de otra.
—¡Arréstenlos! Concéntrense en aquellos que están haciendo más daños, traten de capturar a cuantos puedan. —dio la orden con seriedad, creando escalofríos en aquellos civiles que creyeron que podrían salirse con la suya.
Los demás no dudaron y procedieron a capturar a aquellos que lograban atrapar. Al ver que realmente comenzaban a inmovilizarlos para arrestarlos, las personas entraron en pánico y comenzaron a huir.
Todo el sector E se había vuelto un completo caos.
—Siento mucho lo sucedido.
Luego de dos pesadas horas actuando en el sector E, finalmente habían podido terminar los destrozos de la gente. Como era de esperarse gran número de las personas terminaron por huir, pero al menos habían capturado varias de aquellas que causaron los daños más graves.
Ahora se encontraban en el sector Rojo, específicamente en la enfermería, donde Atsushi se encontraba inclinado en dirección de Akutagawa, pidiendo una disculpa por la herida que había recibido.
—No es problema, mejor no te distraigas a la próxima, no puedes bajar la guardia, menos en este tipo de situaciones. —Atsushi apretó sus puños con fuerza, se supone que era el Líder de la Federación, él no sólo debía asegurar el orden de la nación, también el bienestar de sus compañeros.
Ahora por culpa suya, Akutagawa tuvo que ser atendido en la enfermería que solía atender a la Federación. Afortunadamente la herida no había sido tan profunda, pero si había perdido una cantidad considerable de sangre.
—Lo haré... Espero que luego de esto las personas piensen más en sus acciones, aun así, no cometeré el mismo error. —aunque no quisiera lastimar a las personas, tampoco podía permitir que estas lastimaran a otras. Cumpliría con lo que Osamu le dijo, haría su trabajo, con la esperanza de que, en el futuro, esas personas que están luchando por su libertad puedan gozar de esta.
Antes de poder decir algo más, escucharon fuertes pasos dirigirse a aquella habitación en donde Akutagawa reposaba. Ambos miraron curiosos a la entrada, donde en pocos segundos la puerta se vio azotada con fuerza, dejando ver al mandatario que parecía que había corrido desde el santuario hasta aquel lugar.
—¡Ryunosuke! —escuchó la alarmada voz de su superior, recibiendo rápidamente una preocupante mirada por parte de éste.
Segundos después Higuchi llegó tras el mayor, jadeando, parece que trató de impedir que el gobernante llegase a aquel lugar, donde fracasó por completo al verse ignorada por este.
—Se-señor. —Atsushi realizó una reverencia hacia el mandatario, algo nervioso por la entrada tan repentina de Nakahara.
—Escuché que te hirieron, ¿estás bien? —expresó con voz pesada y apresurada.
Nakajima tambaleó un poco al ser totalmente ignorado por su mandatario. Parece que a los ojos de Chuuya, tanto él, como Higuchi y las enfermeras no existían, simplemente era Akutagawa.
A ello recordó la conversación que hace un tiempo tuvo con su compañero, alzó un poco su vista para ver el rostro de Chuuya, mirando aquella preocupación que no se molestaba en disimular. De algún modo le recordó la preocupación que Dazai sentía por él, fue inevitable retener una sonrisa, confirmaba que, en definitiva, Nakahara no era alguien malo, alguien con intenciones malas no expresaría un sentimiento tan puro como la preocupación por alguien importante.
—Será mejor dejarlos solos. —susurró el albino en dirección de Higuchi, quien terminó asintiendo. de esa forma comenzaron a caminar hacia la salida, el único que se percató de ello había sido Akutagawa, quien una vez al quedarse solo se encogió en sus hombros.
—Estoy bien, simplemente fue una herida insignificante. —trató de calmar a Nakahara. Pero no fue suficiente, pues aquel rostro que reflejaba su preocupación seguía presente, haciéndole suspirar.
El mayor se acercó a donde se encontraba el otro, mirándolo de arriba hacia abajo. Al tener su torso descubierto fue fácil encontrar la herida que le habían hecho, pues la parte de su estómago hasta su vientre estaba vendada, causando que sus labios se torcieran.
—Claro que es significante, una herida de este tipo es muy peligrosa, realmente me preocupé mucho cuando escuché que habías sido herido... —El menor se estremeció ante el temblor en la voz de su superior. Claramente le dijo a Ichiyo que se asegurase de que Nakahara no se enterara de lo sucedido, parece que de una u otra manera había terminado haciéndolo.
—Pero estoy bien ahora, no tiene porque preocuparse. —habló suavemente, tratando de tranquilizar al otro. No le gustaba verlo de esa manera, además de que ahora estaba seguro, por lo que ese sentimiento de preocupación simplemente le haría pasar un mal rato.
Chuuya se acercó lo suficiente para poder abrazar a Ryunosuke, pasando sus brazos por debajo de los contrarios, teniendo el cuidado de no lastimarlo o abrir su herida. Así, con cuidado lo presionó contra él, consiguiendo que el latido de su corazón se agitase.
—Es un pesar menos, pero no puedo evitar preocuparme... —expresó con voz baja.
Se vio impulsado en abrazarlo para calmar con aquella inquietud. Teniendo al menor en sus brazos le hacía saber que realmente todo estaba bien, el peligro ya había pasado y el estado de Akutagawa no era crítico. Sabía que todo estaba bien, pero el temor de que hubiese podido ser peor lo atormentaba.
—Yo no quiero que lo haga... —soltó en un vergonzoso murmuro, alzando con cuidado sus manos mientras las dejaba en la espalda de Nakahara. Lo correcto era separarse, pero sus brazos no le obedecieron, en su lugar terminó aceptando aquel abrazo que se le estaba dando.
—Es imposible, no cuando eres tan importante para mí. —el cuerpo de Akutagawa tembló levemente por aquellas palabras, encogiéndose en su lugar mientras se escondía en el pecho de su superior. No dijo nada más, no encontró palabras para poder responder a lo que se le dijo, prefirió mejor callar, de lo contrario su voz podría salir temblorosa.
Se quedaron así por unos cuantos minutos, el calor que Chuuya le transmitía era un buen tranquilizante para la incomodidad que le causaba su herida, durmiendo aquella parte de su cuerpo, permitiéndole disfrutar de su cercanía y el latir de su corazón. Hasta que finalmente Nakahara decidió separarse, algo complicado porque Akutagawa no quería soltarlo, pero terminó accediendo.
—Pero trataré de tranquilizarme, no quiero causarte problemas. —lo alentó mientras alzaba su mano y pasaba uno de los mechones de cabello oscuro por detrás de la oreja del menor.
Este estuvo a punto de decir algo hasta que se percató de un detalle. Con cuidado subió su mano, tomó con suavidad el brazo de Chuuya, llevándolo al frente para poder ver de una mejor manera su muñeca, encontrando en esta aquel brazalete plateado que le había dado días atrás.
—En verdad lo estás usando. —sus mejillas hormiguearon por ver que el mayor se encontraba usando aquel obsequio que le había dado. Le quedaba bien, aunque para Akutagawa, Chuuya siempre se vería bien.
—Por supuesto que lo haría, no solo porque me gustó mucho, también porque es un regalo tuyo, lo tengo para siempre recordarte. —finalmente las mejillas del menor se ruborizaron levemente por lo que se le dijo. Por pura inercia su cuerpo se retorció, quizá signo del nerviosismo que lo invadió.
Pero aquel movimiento brusco hizo que su herida se frotase dolorosamente contra el vendaje, soltando un quejido de dolor mientras su cuerpo se encorvaba y llevaba su mano a la parte donde se encontraba la herida, alarmando inmediatamente a Nakahara.
—¿Todo bien? —preguntó con nerviosismo.
—Sí... solo me moví un poco. —fue la única explicación que dijo a la vez que respiraba hondo para soltarlo todo en un suspiro, consiguiendo que el mayor realizara una mueca.
—Realmente aquel grupo rebelde es un completo peligro, haber llegado a este extremo... —expresó la molestia que sentía a aquellos terroristas que llevaban meses atormentando la nación, ahora en verdad que estaban cruzando el límite.
—No fue el grupo rebelde, sino los civiles. —y ante aquella aclaración, la molestia en el otro se borró, dejando una de extrañeza.
¿Por qué los civiles habían actuado de esa manera? No tenía sentido, no había razón por la cual tomaran comportamientos de ese tipo, después de todo la nación era un lugar tranquilo, el único enemigo era el grupo terrorista. Pero lo que Akutagawa le había dicho no encajaba en absoluto con lo que Shibusawa le había estado informando.
A pesar de que quería seguir las palabras de Akutagawa y no preocuparse, aquello que le dijo le había desconcertado mucho, de ser verdad lo que decía el menor, no podía apaciguar con su preocupación.
Aunque no era el único que estaba preocupado por un integrante de la Federación.
Atsushi debía ir a informarle la situación a Tatsuhiko, pero la llamada que estaba recibiendo en ese momento le pareció más importante, corriendo en dirección de la parte trasera de uno de los edificios, en donde sabía que no pasaría nadie. Ahí finalmente recibió la llamada que estuvo ignorando por un corto tiempo, llegando a recibir cuatro llamadas seguidas del mismo número, finalmente accedió a la quinta ya que estaba en un lugar seguro.
—Ho-hola, Dazai. —respondió con nerviosismo el albino. Lo primero que escuchó del otro lado fue un suspiro demasiado grande.
—Realmente estás bien... menos mal...
Pudo escuchar la angustia en la voz del castaño, supuso que de alguna manera terminó enterándose de lo sucedido en el sector E. Al haber estado evitando sus llamadas tantas veces quizá había pensado en lo peor, sintiéndose un poco mal por haberlo preocupado de esa manera.
—Escuché de los daños en el sector E, parece que finalmente las personas perdieron el control... ¿cómo estás?
A Dazai no solo le preocupaba el estado físico del menor ante la agresividad que tuvieron que adoptar las personas para dejar en tal estado aquella zona, también temía por cómo se encontraba mentalmente. Sabía que toda esa situación siempre tenía inquieto al albino, ahora que había alcanzado tal magnitud, temía que no se encontrase bien.
—Estoy bien... No me hicieron nada... —omitió el detalle del rasguño en su mejilla, al cual instintivamente rozó con su pulgar sobre la bandita que se había puesto en aquel lugar. Respiró hondo y siguió hablando. —Sigo algo preocupado por la situación de la nación... pero he seguido tu consejo, seguiré con mi trabajo, tampoco quiero que dañen a mis compañeros... —sus labios se torcieron al recordar que, por culpa suya, Akutagawa estaba herido.
—Es una buena opción, pero ¡ah! Preocúpate un poquito por ti también, me tienes al borde de un infarto de la preocupación.
Atsushi soltó una risita por el dramatismo que hizo Dazai, acompañado de aquel puchero que le hizo, calmando un poco con el dolor de su pecho. En verdad que el castaño siempre conseguía hacerle sentir mejor.
—Lo hago, después de todo tenemos una promesa, ¿no? Me estoy cuidando... —expresó con suavidad, sin darse cuenta en que momento se encontraba sonriendo. Consiguiendo otro suspiro por parte de Dazai, a diferencia del otro, este parecía ser más cariñoso.
—¡Uuugh! ¿Por qué eres tan lindo? Como desearía poder abrazarte en este momento.
Las mejillas de Atsushi se pintaron de un tenue color rojo, sintiendo como su corazón comenzaba a palpitar en aquella calidez que lo aterraba, pero que aun así le hacía sentir bien.
—También lo quisiera... —aquello último salió sin su permiso. Para cuando se dio cuenta ya había sido bastante tarde, las suaves risas de Dazai se lo había confirmado, sintiendo un revoltijo en su estómago que envolvía diversos sentimientos y emociones.
—Quiero verte...
«Yo también quiero...» esta vez se aseguró de solo pensarlo, mordiéndose el labio para no dejarlo salir con su voz. Aunque deseara poder estar con Dazai, siendo rodeado de aquella calidez que le brindaban sus brazos mientras recibía pequeños mimos que lograban calmarlo. Lamentablemente no podía, su trabajo ahí aún no terminaba.
—Por desgracia aún tengo cosas por hacer hoy, quizá mañana puede ser un buen momento. —Nakajima se encogió luego de escuchar otro puchero por parte de Dazai, no parece que le convenciera su idea.
—Supongo que no hay de otra... Deberás compensarme la espera.
—¿C-compensar? —repitió aquella palabra, sintiendo como su pecho se calentaba nuevamente.
—Sí. Quiero besarte mucho, ¿me dejarás hacerlo?
Su corazón se agitó terriblemente por aquello último que se le dijo, sintiendo como sus manos comenzaban a temblar. Separó sus labios para decir algo, pero nada salió, simplemente sus apresuradas respiraciones.
—Es-esta bien... —aun así, terminó accediendo. Tampoco tenía muchas opciones, sabía que de alguna manera Dazai le haría aceptar. —Debo irme ya. —anunció su retirada, no podía hacer esperar más a su mentor, pues podría verse sospechoso. Aunque quisiera quedarse así, escuchando la suave voz de Osamu, tenía trabajo por hacer.
—Entiendo... no te distraigo más, ¡esperaré ansioso por verte!
Aquella última despedida le provocó una sonrisa, sintiéndose contagiado por aquella emoción. Se despidió, esta vez de forma más gentil y cortó con la llamada. Se tomó unos minutos para relajar sus facciones, toda la felicidad que sentía se estaba desmoronando al recordar a donde debía dirigirse ahora, tensando un poco su cuerpo.
Pero no era algo que pudiera evadir, sea como sea, debía afrontar a Shibusawa. Por ello no esperó más y se dirigió al edificio en donde siempre se encontraba, subiendo al piso en donde se encontraba su oficina, sintiendo como su corazón latía cada vez más. A diferencia del cálido sentimiento que lo agitó anteriormente, ahora era uno que lo aterraba.
Al llegar a la oficina, se tomó unos segundos para respirar hondo. Cuando se sintió lo suficientemente valiente, abrió la puerta para entrar, colocándose frente al escritorio, percatándose que, como siempre, el mayor estaba de pie en el ventanal, el cual ni se inmutó por su presencia.
—Vengo a informarle sobre la situación en el sector E. —comenzó a hablar con voz neutra a la vez que realizaba una reverencia hacia su superior.
Tatsuhiko giró en su dirección, dio unos cuantos pasos hacia su persona, hasta detenerse frente a él, provocando que su respiración se agitase.
—Te escucho.
—Un gran número de personas atacaron distintos puntos del sector E, destrozando entre ellos al edificio administrativo del gobierno. —escuchó el rechinar de sus dientes, realmente parecía estar enfurecido por la situación. Trató de no verse intimidado por aquello y continuó. —Llegaron a lastimar a dos de la Federación, pero conseguimos capturar a veinticinco de esas personas.
El mal humor de Shibusawa pareció disminuir con lo último que se le dijo. Atsushi alzó su cuerpo para ver al mayor, notando aquella sonrisa retorcida en su rostro, haciéndole temblar levemente.
—Ya veo... en verdad que la sociedad está perdiendo el control gracias a ese estúpido grupo rebelde... han olvidado el lugar al que pertenecen. —la forma en que hablaba Shibusawa era con un tono retorcido, algo que le daba un mal presentimiento al menor. —Excelente trabajo con la captura de estas personas, fue algo tardío, pero está bien...
Shibusawa no parecía estar contento que hasta estas alturas la Federación hubiese actuado, pero era mejor tarde que nunca, además de que tenía una excelente manera de calmar las cosas.
—Las personas están olvidando lo que no tienen permitido hacer... el valor en ellos está creciendo y debemos matar ese valor. —Nakajima miró con extrañeza al otro, sin entender a qué quería llegar con sus palabras. —Y qué mejor manera de hacerlo que con el terror. —la sonrisa que tenía reflejaba la sed de dolor y sufrimiento que quería provocar en las personas, horrorizando a Atsushi. —Quiero que seleccionen cinco personas de los que capturaron, mañana por la mañana las llevarán a la plaza del sector A. Debemos recordar porque no pueden revelarse contra el gobierno.
Una ejecución pública, era lo que estaba planeando Shibusawa. Quería ejecutar a aquellas personas que osaron mostrar valentía contra ellos, consiguiendo que Atsushi titubeara.
—Pe-pero... Ellos son simples civiles, están actuando en influencia del grupo rebelde, no podemos hacer eso... —expresó Nakajima con voz temblorosa.
Tatsuhiko chasqueó la lengua, la furia que hace poco se calmó con la noticia de que capturaron a criminales se había disparado luego de las palabras del menor. Sin poder retenerse, alzó su mano y golpeó con gran fuerza el rostro de Atsushi, tirándolo al suelo por el impacto del golpe.
—Son criminales, merecen la muerte por desafiarnos. Además... —se acercó con lentitud, admirando el rostro aterrado de Atsushi, con el intenso color rojo en su mejilla por el golpe que le dio. Inclinó ligeramente su cuerpo mientras llevaba su mano a la cabeza del menor, enredando sus dedos entre su grisáceo cabello, jalando de este hacia arriba, donde Atsushi soltó una mueca de dolor. —No estás aquí para opinar, solo debes obedecerme.
Una satisfactoria sonrisa se reflejó en su rostro ante aquel par de ojos que le miraba con pánico, sintiendo como el cuerpo de Atsushi temblaba por el temor. Hace mucho que no veía tan asustado al menor.
—Tu comportamiento ha sido extraño últimamente, te recuerdo que tu lealtad, tu libertad y todo de ti me pertenece. Por lo que no tendré piedad en castigarte si me sigues decepcionando. —apretó con fuerza sus dedos, jalando más el cabello de éste para ocasionarle más dolor, donde Atsushi soltó un jadeó del dolor, apretando fuertemente sus ojos. —Así que ve y haz lo que te ordené. —sentenció con frialdad, empujando finalmente al menor para tirarlo al suelo.
No solo debía plantar terror en la sociedad para que esta se mantuviera al margen, igual debía hacerlo con la Federación. En especial a Atsushi, era el líder de esta, al ver ese rostro pintado de un miedo tan puro, supo que las cosas estarían bien.
—Vete de aquí. —fue la última orden que le dio para que se marchase. Atsushi no dudó ni un segundo en acceder, colocándose con rapidez de pie para irse de ahí. A pesar del dolor por los golpes que recibió, todo era opacado por el gran temor que tenía ante aquel sujeto.
Una vez completamente solo, soltó un gran suspiro. Debía regresar la sociedad a la normalidad cuando antes y en especial deshacerse de ese molesto grupo rebelde que hasta ahora estaba desaparecido. Su simple recuerdo llenaba de odio su pecho.
Pero no parecía que ahí se fueran a acabar sus problemas.
Diez minutos después de que Atsushi se retirase de ahí, escuchó nuevamente la puerta de su oficina siendo abierta, dejando esta vez a la vista a Nakahara, sorprendiéndose con la presencia de éste.
—Señor, que inesperado tenerlo por aquí, estaba a nada de ir a buscarle para comunicarle la situación. —habló con calma mientras realizaba una reverencia al de cabello naranjas. Recibiendo un suspiro pesado de este.
—Sí... tengo una duda al respecto. —una de sus cejas se alzó ante la curiosidad que le dio aquella frase, regresando a su lugar luego de escucharle.
—¿Qué es lo que sucede? —trató de sonar calmado, sonriendo para su mandatario.
—Escuché que el ataque al sector E fue realizado por civiles y no por el grupo rebelde, ¿es eso cierto? —la sonrisa de Shibusawa se borró por completo luego de escuchar aquello, sintiendo nuevamente como la molestia nacía en su interior.
Esa información nunca debió parar a los oídos del mandatario, pues arruinaría con la visión que por años estuvo construyendo para él. Aun así, trató de no perder la calma, buscando la manera correcta para explicar esa parte.
—Lamentablemente es cierto. —los labios de Chuuya se apretaron con fuerza, mirando con completa confusión al otro.
—Pero... ¿por qué? No entiendo la razón por la cual ellos harían algo así, nuestra sociedad es casi perfecta, ¿por qué ellos lo harían? —la seriedad se posó en el rostro de Shibusawa por las palabras que se le estaban siendo dichas. Suficientes problemas tenían con la sociedad para que ahora el mandatario comenzara a cuestionarse sobre ello, pero tenía la perfecta excusa para solucionar ese problema.
—Todo es culpa del grupo rebelde. —fue directo a decir el culpable, confundiendo al más bajo. —Parece que son más peligrosos de lo que creíamos, han estado corrompiendo a las personas, enfermándolas con el peligroso amor. Están manchándolas con ese despreciable sentimiento, por ello las personas actuaron de esa manera.
Explicó con el engaño que había estado manteniendo por años, para darle sentido al porqué los civiles actuaron de esa manera. Sonriendo al ver un rostro molesto por parte del mandatario.
—En verdad que esos malditos... —gruñó totalmente molesto Nakahara, consiguiendo que Shibusawa sonriera.
—Nosotros nos encargaremos de acabar con ese grupo y trataremos de hacer sanar a las personas que fueron ensuciadas por el amor, no debe preocuparse. —Tatsuhiko caminó en dirección de Chuuya, lo tomó de los hombros para guiarlo a la salida. Pero antes de avanzar, se inclinó lo suficiente para quedar a la altura del oído de éste. —Verá que pronto todo volverá a la normalidad.
Fue lo último que dijo, expresándose con voz seria mientras sonreía, en verdad hacerlo tranquilizar era bastante fácil.
Aun así, no debía bajar la guardia. No solo limitaría más la información que llegase a Chuuya, debía apresurarse para reestablecer el orden en la nación.
La mañana de ese día se sentía un ambiente pesado y tenebroso. Las personas miraban aterradas como los oficiales de la Federación escoltaban a cinco criminales, quienes estaban esposados y tenían una tela que cubría sus cabezas, siendo imposible que sus rostros se pudiesen ver.
Se dirigieron de ese modo hasta la plaza central del sector A, donde se encontraba diversas personas, gente que simplemente pasaba por aquel lugar, otras que parecía estar esperando el espectáculo que se daría ahí en tan solo unos minutos.
Shibusawa se encontraba sobre una plataforma que le diese una mejor vista del panorama. Observando con una sonrisa satisfactoria como aquellas personas que fueron seleccionadas llegaban hasta donde él se encontraba. Cada uno de ellos siendo obligados a colocarse de rodillas.
Frente a estos se encontraban cinco oficiales que serían los encargados de llevar a cabo aquella ejecución: Kyouka, Higuchi, Sigma, Tachihara y por supuesto, Atsushi. Quien se encontraba en un terrible estado, lo cual fue completamente ignorado por Tatsuhiko.
Al ser una advertencia para la sociedad, no solo se limitaría a que las pocas personas que se pasearon por el sector A recibieran el mensaje, pues tal suceso también estaba siendo transmitido para todos los canales de televisión, seguido de las estaciones de radio. Se aseguraría que cada ciudadano se enterase de lo que hoy iba a suceder.
—Buen día a todo aquel que nos está viendo, hoy nos reunimos por una ocasión especial. —comenzó a hablar cuando ya todo estaba listo. Entre más pronto estableciera el orden, pronto se quitaría de los molestos problemas que habían estado causando la sociedad. —Como sabrán, últimamente ha habido revuelos por parte de los civiles, todo a causa del grupo rebelde que ha provocado problemas en nuestra perfecta nación.
Habló en un tono espeluznante, tratando de intimidar a todo aquel que lo escuchase, pues su objetivo era que el miedo que parecía que habían olvidado, reviviese.
—Pero qué mala decisión tomaron estas personas que se atrevieron a desafiarnos. —la oscuridad se posó en su rostro, sonriendo torcidamente al escuchar leves lloriqueos por aquellos que habían sido elegidos para sacrificar, sonidos que endulzaban a sus oídos. —Nadie... Absolutamente nadie tiene el derecho de revelarse contra nosotros, de lo contrario... ¿saben lo que sucederá?
Atsushi, quien estaba paralizado del miedo simplemente veía como aquella persona que se encontraba frente a él lloraba, suplicando en débiles susurros por piedad. Una situación que estaba aplastando a su corazón.
Él no quería hacer esto, él no quería estar en ese lugar, creyó que capturándolos iba a suavizar las cosas, nunca se esperó que Shibusawa decidiese ejecutarlos. No era la primera vez que se encontraba en esa situación, por desgracia anteriormente había arrebatado vidas de la misma manera. La carga era menos pues se trataba de criminales que habían cometido el crimen más grave de amor, pero estas personas eran simplemente civiles, no tenían la culpa de absolutamente nada.
—No se los diré, en cambió se los demostraré. —Shibusawa realizó un gesto con su mano para dar la indicación a los de la Federación, quienes, al percatarse de dicha acción, cada uno alzó un arma de fuego que apuntaba a la cabeza de cada persona que se hallaba en el suelo. Atsushi fue el único que se demoró en realizar la misma acción, sintiendo como su mano temblaba. —Estas son las consecuencias para aquellos que se sientan lo suficientemente valientes como para revelarse.
La terrorífica sonrisa que tenía Tatsuhiko en su rostro atemorizó a más de uno, transmitiendo perfectamente el sentimiento de temor que quería hacer sentir en cada uno de los ciudadanos.
—Mátenlos. —y dio la indicación a la Federación para que asesinaran a aquellos criminales.
Ante aquella orden, las personas que se encontraban esposadas comenzaron a suplicar más, a la vez que la respiración de Atsushi se entrecortaba.
La primera en disparar había sido Kyouka, cumpliendo con la orden que se le había dado, seguida de Higuchi. Así sus compañeros fueron presionando el gatillo, donde Atsushi veía como los cuerpos iban cayendo uno a uno, creando lentamente un charco de sangre, hasta que él era el único que faltaba.
Su mano seguía temblando, su dedo que se mantenía en el gatillo solo se dedicaba a rozarlo, sin tener la valentía de poder presionarlo, empeorando la forma en que sentía al escuchar el llanto de aquella persona.
—Atsushi. —sintió su cuerpo helar al escuchar a su superior decir con tanto terror su nombre. Sintiendo al poco tiempo el tacto de la mano de Shibusawa sobre su hombro, alterando aún más su corazón. El mayor se inclinó hacia él, para susurrarle algo. —Hazlo
Aquella orden dicha con tanta frialdad le hizo cerrar los ojos, no tenía otra opción, sentía tanta pena por aquellas personas, pero su miedo hacia Tatsuhiko era mucho mayor. Fue aquel lo que le impulsó a presionar el gatillo, disparando finalmente, escuchando el desagradable sonido de aquel cuerpo que caía ya sin vida al suelo.
Otra sonrisa llena de satisfacción se plasmó en su rostro una vez el menor obedeció. Subió su mano y la dejó sobre la cabeza de éste, pasándose por ahí con suma lentitud, mientras Atsushi miraba perturbado lo que había hecho.
—A partir de ahora no seremos tolerantes ante ninguna conducta fuera de lo permitido, aquel que quiera apoyar al grupo rebelde será sentenciado a muerte. —advirtió, sin detener con las escalofriantes caricias en la cabeza de Nakajima. —Viene siendo hora de establecer más reglas en este lugar. A partir de ahora habrá toque de queda a partir de las veintiún horas, cualquiera que se encuentre en las calles fuera de esta hora será arrestado. De igual manera aplica a aquellas personas que quieran hacer huelgas, aquel que desobedezca será arrestado. —sentenció.
Con eso finalizaba la advertencia que quería dar, esperaba que no solo los ciudadanos la mirasen, también esperaba que fuera algo visto por aquel patético grupo rebelde, no se dejaría intimidar por estas personas.
Y claro que el grupo rebelde estaba enterado.
En algún hogar, cierto castaño miraba con completa furia el televisor. La molestia era tanta que sus puños se presionaban con gran fuerza, importándole poco si sus uñas se encajaban con tanto dolor en su piel.
Veía con desprecio el rostro de aquel sujeto que no dejaba de presionar la cabeza de Atsushi. No solo eso, lo que principalmente le enfureció fue ver el rostro destrozado del menor al haber sido obligado a arrebatar una vida.
«Con qué ese es el maldito que controla realmente a la Federación...» ya no había duda de sus sospechas con respecto a que había alguien detrás que controlaba al albino. Era aquel hombre el responsable del porque Atsushi estaba en un lugar al que no debía pertenecer.
Más allá de atemorizarlo con su amenaza, simplemente lo motivó a seguir adelante para derrocarlo y terminar con ese terror, para liberar a Atsushi de aquel terrible lugar.
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