Capítulo • 12 •
Durante los siguientes días, aquel pensamiento no dejaba su cabeza. Si anteriormente ya se había cuestionado sobre lo ilógico que era que su amigo perteneciera a una banda de criminales, según pasaba los días ese pensamiento le causaba dolores de cabeza por lo mucho que pensaba. Después de que Dazai le diera aquel presente, sus dudas estaban matándolo.
Por más que pensara, esas dos realidades chocaban. Le enseñaron que los criminales eran personas malas, gente despreciable y sin intenciones buenas. A lo largo de su vida y desde que comenzó su trabajo en la Federación, sabía que era cierto, distintos ladrones o gente que causaba el mal a otras personas eran personas malas, incluyendo aquellas que cometían crímenes de amor, siempre lo maldecían y trataban mal, además de que el simple amor ya era un sentimiento malévolo. Gente así no tenía nada de bueno.
Tampoco tenía mucha experiencia con personas amables, Dazai fue la primera persona fuera de la Federación que fue amable con él. Dentro de ella, quizá Akutagawa, y eso muy poco, constantemente terminaban discutiendo y peleando, pero era con quien mejor se llevaba dentro de su equipo. Fuera de todo esto, la persona más amable era sin duda su mandatario: Chuuya.
Pero la amabilidad de Nakahara no era siquiera comparable con la de Dazai, pues sólo él le había causado toda esa felicidad. Era el primero que se preocupaba por él y quien le daba recompensas por su esfuerzo, no solo Osamu era amable con él, también era su primer y único amigo.
Siempre se repetiría que Dazai era una persona increíblemente genial, había tantas cosas que admiraba y apreciaba del mayor, nunca se imaginó que pudiera existir alguien como Dazai, que fuera tan amable con él, pues siempre le repitieron que las personas eran desagradables. Sin embargo, conoció alguien que no entraba en esa categoría.
Alguien con todas esas atribuciones, siendo un criminal, ¿cómo era siquiera posible eso? Es porque no era posible, ambas cosas se contradecían una con la otra, no podía existir algo así.
Pero ahí estaba Dazai, la persona más amable que conocía, una persona tan importante para él. Era un criminal del grupo rebelde más buscado en la nación, al cual con sus propios ojos había visto atacar distintos puntos de la ciudad.
Por la amabilidad de Dazai no podía ser un criminal, pero un criminal no podía ser amable como Dazai, siendo esa la contradicción que se repetía una y otra vez en su cabeza.
Por más que pensara, no encontraba una respuesta lógica a esa duda que crecía más y más.
Hasta ese día, donde, durante su patrullaje, como era costumbre, pensaba en el tema. No esperaba obtener algo que no supiera ya, pero había sido diferente hasta que algo cruzó en su mente.
¿Y si estaba siendo obligado?
Esa simple pregunta frenó con cualquiera cosa que estuviera haciendo, comenzando a formar su teoría en base a esa pregunta.
Tenía sentido, ¡claro! Podría ser que Dazai estaba siendo obligado a participar, podría ser que estuviera amenazado de muerte para que actuara en favor al grupo rebelde, sin tener oportunidad de negarse. Por ello mismo no pediría ayuda porque hacerlo podría ser peligroso, convirtiéndolo en una víctima más.
Cada pieza encajaba perfectamente mediante más lo pensaba, en verdad Dazai no era alguien malo, posiblemente estaba siendo forzado a actuar así, de ese modo podría justificarse como alguien tan amable estaba en un lugar con personas malas.
Sus albinas cejas se curvearon con tristeza al pensar que Dazai estaba pasando por todo eso, ¡sin duda debía hacer algo para sacarlo de ese lugar! pero no sabía cómo. Podría esmerarse en capturar algún otro integrante para acabar con el grupo rebelde, pero esto era algo difícil, de alguna u otra manera terminaban escapando, no podría seguir alargando el peligro que posiblemente Dazai estaba corriendo en ese lugar.
Hasta que una excelente idea vino a su mente.
Capturaría y entregaría a Dazai, él se encargaría de hablar con Shibusawa sobre la situación, haría hasta lo imposible por disminuir el castigo que pudiera recibir el castaño por sus acciones. No tenía sentido castigar a alguien que actuó en contra de su voluntad, sabía que si explicaba todo a su superior, podría evitar algo más grave, de ese modo no sólo salvaría a Dazai, sino también podría ayudarle a acabar con el grupo rebelde que estaba atormentando la ciudad.
Se sentía feliz con el plan que había formulado en su cabeza, pues le hacía sentir aliviado de que en realidad su amigo no era un criminal y todo solo era un malentendido, sabía que Dazai no haría nunca algo así, por ello debía asegurarse de salvarlo.
Respiró hondo y soltó todo el aire, teniendo una mirada de completa determinación. Si antes había alguna duda que le impedía arrestar a Dazai, ahora quedaba completamente atrás, haría todo por conseguirlo y liberar al castaño.
Con esa motivación, dejó de lado su patrullaje y comenzó a buscar en todos los sectores rastro de Dazai. Nunca le había puesto tanto empeño a su trabajo, miraba a sus alrededores y por las cámaras de seguridad de cada sector, tratando de hallarlo.
Hasta que lo encontró.
Rápidamente se dirigió al sector D donde lo había visto, llegando en unos minutos. Comenzó a buscar por las calles, revisando cada rincón de lugar, hasta dar con él.
—Oh, Atsushi-kun. —escuchó su voz a sus espaldas, rápidamente se dio la vuelta y lo observó, mirando la sonrisa que tenía. —Es agradable cuando nuestros caminos coinciden. —habló bobamente con los ojos cerrados mientras se balanceaba sobre sus pies.
No recibió respuesta alguna, solo un agarre en sus manos y un "clic" que le hizo borrar su sonrisa y abrir sus ojos, bajando la mirada para observar sus muñecas.
—Estás arrestado. —comunicó Atsushi con orgullo al ver las esposas rodear las muñecas de Dazai.
—¿Eh? —un escalofrío recorrió la espalda de Dazai al ver que realmente Atsushi lo había esposado, había sido tan rápido que le costaba un poco aceptar que había sucedido. —¿¡EEEEH!? —pero al captar, miró con terror al albino quien se mantenía con tranquilidad.
—Vayamos al sector Rojo. —indicó con felicidad mientras escoltaba al mayor en dirección al destino que dijo, Dazai caminó con él aún sorprendido por lo que estaba pasando, ¿por qué Atsushi parecía tan feliz de haberlo atrapado? ¡Esa felicidad le asustaba!
—Lo siento Atsushi, pero te dije que no me dejaría capturar tan fácilmente, que esté esposado no significa que has ganado. —habló Dazai, soltándose del agarre que Atsushi mantenía en su brazo para guiarlo.
Sacó su lengua de forma burlona y giró para irse de ahí, dejando a Atsushi boquiabierto, por un momento creyó que si lo esposaba se mantendría quieto.
—¡No puede ser! —se quejó con frustración, comenzando a dirigirse a donde Dazai se había ido, debía volverlo a atrapar, era por su bien.
Tener sus manos esposadas era un poco incómodo, pero no impedimento para que pudiera escapar. Debía conseguir algo para poder romper el seguro, sabía que si le pedía la llave a Atsushi se la daría, pero el extraño comportamiento que había tenido de repente le preocupaba un poco, lo mejor era liberarse por sus propios medios.
Así, mientras huía de Atsushi buscaba en sus alrededores algo que pudiera ayudarle, a la vez que esquivaba las cámaras y civiles. Cualquiera que lo viera esposado, rápidamente pensaría que era alguien peligroso, causándole problemas que realmente no quería lidiar con ellos en el futuro.
Detrás de él venía Atsushi que le gritaba que se detuviese, causándole cierta risa, porque no tenía sentido hacerlo. A pesar de que le preocupaba un poco la situación, siempre era un deleite ser perseguido por el menor, pero ahora tenía problemas más importantes como liberarse de las esposas.
En su camino, oportunamente encontró un trozo corto de alambre, lo que le serviría. Se inclinó para tomarlo y siguió con su camino, insertando el alambre en la cerradura de las esposas, tratando a la vez de evadir a Atsushi, pues esta vez si quería perderlo de vista.
Atsushi iba detrás de Dazai, a diferencia de otras veces, se metía por calles diferentes, rodeando casas y locales, siendo difícil para Atsushi actuar rápido cuando cambiaba de rumbo tan repentinamente, haciéndole que más de una ocasión casi cayera por lo pronto que frenaba.
Siguió así durante varios minutos, hasta que finalmente lo perdió de vista.
Su pecho se inflaba y desinflaba por las rápidas respiraciones que soltaba, mirando a sus lados con desesperación en busca del castaño, no podía ser que realmente lo hubiese pedido de vista. Debía de estar cerca, era imposible que obtuviera tanta ventaja para escaparse de él, debía encontrarlo como fuera.
Pero su misión se vio interrumpida cuando sintió un agarre en su mano, haciéndole girar, encontrándose con un Dazai sonriente. Estuvo a punto de atacarlo, pero cuando sintió algo metálico rodear su mano, hizo que bajara con rapidez la mirada hacia sus manos.
Dazai encerró una de las esposas en la mano de Atsushi. Después se inclinó, obligando a Atsushi a agacharse al punto de sentarse sobre sus rodillas, para que, con la otra esposa, lo aprisionara a un tubo que pertenecía a un local.
—¿¡Cómo te liberaste!? —preguntó impactado el menor, consiguiendo una risita de Dazai.
—Te dije que no sería tan fácil. —respondió con diversión, colocándose de cuclillas para mirar más de cerca a Atsushi quien tomó una expresión de indignación.
Le parecía tan divertido como Atsushi jaloneaba su brazo para soltarse, algo que no obtendría con tanta facilidad.
—Dime Atsushi, ¿qué es lo que sientes? —le preguntó divertido, repitiendo aquella pregunta que tiempo atrás le hizo para descifrar los sentimientos de Atsushi, pronunciándola con diversión por cómo se encontraba el menor.
—¡Fastidio! Es frustrante que siempre termines saliéndote con la tuya. —se quejó con voz chillante. A pesar de que hacía todo esto por el bien de Dazai, éste terminaba dándole la vuelta a las cosas.
Escuchó una risita por parte de Dazai, tampoco le ayudaba mucho verle disfrutar su lamentable situación.
—Debes de estar molesto, pero estoy seguro que con una golosina se te quitará, o una bebida, ¿por qué no pasas en la tarde al bar? —propuso a la vez que su dedo comenzaba a jugar con el mechón más largo de cabello que tenía Atsushi, enredándolo en su dedo con diversión.
—¡No! ¡Debo capturarte ahora! —exclamó.
—Oh, pero tú no quieres capturarme. —Atsushi se sorprendió por esas palabras, ¿por qué decía eso? Claro que quería hacerlo.
Dazai suspiró, lo mejor era irse ya, y lo iba a hacer, pero no sin antes molestar un poco más Atsushi, como castigo por atacarlo con la guardia baja.
Por ello, dirigió su mano a la barbilla de Atsushi, sosteniéndolo con firmeza mientras lo obligaba a ladear el rostro. Al tener a su merced la mejilla de éste, se acercó para plantar un beso, quedándose varios segundos besando su piel, hasta separarse, donde exageró el sonido característico del beso. Dicho sonido que produjo esa acción resonaba en los oídos del menor.
Los labios del albino temblaban y sus mejillas rápidamente se pusieron rojas, ¡nuevamente hacía eso! Atsushi se encontraba siendo un conjunto de nervios y vergüenza.
—Bien, te vas a quedar a aquí a reflexionar tus acciones. —le indicó como si lo estuviera regañando, pero estaba muy lejos de ser algo así. Sin borrar su sonrisa se alzó, despidiéndose de Atsushi, para después comenzar a alejarse de ahí, dejando al menor con una expresión de irritación.
—¡¡¡DAZAAAAIIIIIII!!!! —gritó lleno de frustración mientras que agitaba sus piernas sin poder detenerlo ahora.
Siguió forcejeando su brazo, en un inútil intento de zafarse de las esposas, pero era inútil, terminó rindiéndose cuando supo que no conseguiría nada. Debía liberarse de algún modo para ir por Dazai.
Estaba la posibilidad de llamar a algún compañero suyo para que viniera a su rescate, pero la vergüenza era tanta que preferiría que uno lo encontrase por mera coincidencia, así que a eso esperaría, que alguno de sus compañeros lo encontrara.
Esperó así por durante seis minutos, hasta que recordó algo.
Todo su rostro se pintó de rojo y mordió con fuerza su labio, estando avergonzado y molesto. ¡Era sin duda un idiota! Había olvidado por completo que él tenía la llave de las esposas.
Refunfuñó mientras metía su mano al bolsillo de su pantalón para sacar la llave y empezar a abrir las esposas, sintiéndose realmente avergonzado por olvidar aquel importante detalle. De no haberlo hecho, fácilmente habría alcanzado a Dazai para capturarlo.
No lo entendía, él había sido el mejor de su generación, pero ahora había cometido tantos errores que hace unos meses jamás hubiera cometido. Se sentía entorpecido desde que conoció a Dazai, pero, ¿era eso algo malo? No sabría cómo responder a su pregunta.
Luego de liberarse, pensó en que haría ahora, podría ir fácilmente al trabajo del mayor a arrestarlo, pero sabía con casi seguridad que terminaría huyendo de él, como siempre, por lo que no era una solución viable.
Pero se le ocurrió que quizá si le explicaba la situación a Dazai entendería, podría confiar en él para contarle lo que estaba sucediendo en ese grupo rebelde. Sin esperar a que algo malo sucediera, lo llevaría al sector Rojo, asegurándose de que nadie le hiciera daño por si de alguna manera se hubiesen enterado de lo ocurrido.
Esa idea era maravillosa, evitaría los rodeos innecesarios con Dazai. De habérsele ocurrido hace unas horas, se habría ahorrado el vergonzoso momento de él siendo esposado, de solo recordarlo le hacía gimotear.
Agitó su cabeza, no debía perder el tiempo, ya era tarde, así que sabía perfectamente donde encontrar al mayor, dirigiéndose hacia el sector J.
Llegó después de varios minutos, entrando con determinación al bar, al escuchar la campana de entrada, vio como Dazai alzaba la mirada y le sonreía.
—Vaya, realmente viniste. —habló una vez Atsushi estaba frente a la barra. —¿Te tardaste mucho en liberarte? —comentó con burla, provocando un leve rubor en el rostro del menor.
—Dazai-san. —pero no estaba ahí para que el castaño se burlase de él y éste lo supo por la manera tan seria que había pronunciado su nombre.
—¿Pasa algo para que tengas esa mirada tan severa? —arqueó una de sus cejas. Curioso por el comportamiento del menor, sin detener su labor de limpiar algunos vasos con un trapo.
—Debes entregarte a la Federación.
—¿Y por qué haría tal tontería? —Dazai dejó sobre la barra el vaso que estaba limpiando junto con la tela para cruzarse de brazos, mirando seriamente al menor que tenía una expresión similar a la suya.
—¡Para que puedas ser libre del grupo de rebeldes! —la expresión del mayor cambió a una de confusión por lo que se le estaba diciendo. —No tienes porque preocuparte si serás encarcelado o algo peor, yo me aseguraré de que eso no suceda, puedo hablar incluso con el mandatario para que no-
—Espera... ¿de qué estás hablando? —interrumpió con evidente extrañeza.
—Sobre tu situación con los rebeldes, estás siendo obligado a estar con ellos, ¿no? —los ojos de Dazai se abrieron con sorpresa al escuchar las sospechas de Atsushi, sin embargo, no dijo nada. —Me imagino que debes de estar amenazado para que sigas sus instrucciones, pero podemos parar con esto, si te entregas podemos juntos detener a los rebeldes y alejarte de ellos, es por tu bien. Yo puedo pagar las consecuencias de tus actos. —explicó con preocupación, su mirada titubeaba y sus ojos expresaban con desesperación que accediera.
Al escuchar todo eso, simplemente hicieron que Dazai mirase sorprendido al menor, para cuando termino de procesar lo que se le dijo, terminó sonriendo con cierta ternura por la ingenuidad de éste.
—Es lindo que te preocupes por mí. —empezó hablar con calma, tratando de hallar la manera de poder responderle. —A ver... tú... ¿tu piensas que soy un rehén del grupo rebelde? —preguntó y casi al instante recibió una respuesta afirmativa.
—Así es. —aun así, terminó afirmándolo en palabras.
Dazai volvió a suspirar, no entendía exactamente porque Atsushi había llegado a esa conclusión, pero le parecía lindo que creyera que las cosas eran así. Se quedó en silencio por unos minutos, mientras llevaba sus brazos a la barra, colocando sus codos sobre la madera para con sus manos poder sostener su rostro, quedando cerca de Atsushi, sin borrar su sonrisa.
—¿Qué pasaría si te digo que no es así? —ante esas palabras, la sorpresa inundó su rostro. —¿Y si te dijera que estoy consciente de sus acciones y estoy con toda mi voluntad de su parte? —la respiración de Atsushi se entrecortó por lo que se le estaba diciendo Dazai, todo era en forma hipotética... ¿no?
—E-eso sería imposible...
—¿Por qué lo sería? —preguntó sin borrar la sonrisa, pareciéndole curioso como en el propio rostro de Atsushi le delataba que no creía sus palabras.
—Los criminales son malos, y el grupo rebelde son criminales. Pero tú... tú no eres alguien malo, me ayudaste mucho cuando estaba herido y aun ahora me hace feliz poder estar contigo, algo así no haría un criminal, tú... no eres un criminal... ¿verdad? —el mayor suspiró, volvió a su postura normal mientras llevaba su mano a la mejilla de Atsushi, acariciándolo levemente con su pulgar, tratando de calmar con la preocupación que desbordaba de sus ojos.
—Temo tener que afirmar tu inquietud. No soy un rehén ni estoy en contra de mi voluntad, yo mismo me uní a ellos y los apoyo. Puedes considerarme un criminal.
Los labios de Atsushi temblaron por aquella información, volvía a caer en aquel bucle de contradicciones sobre la situación de Dazai, pues la única posibilidad lógica que tenía, había sido completamente desmentida.
—Pero... —salió de sus pensamientos al escuchar nuevamente al mayor hablar, enfocó su mirada en el rostro de Dazai, observando una expresión algo seria, cosa que le hizo tragar pesado. —¿Qué te hace estar tan seguro de que lo que hacemos es malo?
Los ojos de Atsushi se abrieron al tope con sorpresa por la pregunta que se le hizo, a pesar de que tenía perfectamente la respuesta, no supo la razón por la que Dazai le cuestionó, ¿no era evidente la respuesta?
—¿Alguna vez has visto que lastimemos personas? —otra pregunta se le fue hecha, comenzando a confundirse mucho más. Bajó la mirada, sintiéndose aturdido de repente.
Dazai borró la sonrisa que tenía al ver la expresión de Atsushi, alejó su mano y la dirigió al mentón de Atsushi, haciéndole alzar la mirada nuevamente para que lo mirase.
—¿Estás tan seguro de que somos nosotros los malos en esta nación?
Y fue aquella última pregunta la que terminó haciéndole reaccionar, despabilando su mente de cualquier cosa, quedándose únicamente aquellas palabras que le cuestionaba el mayor.
A pesar de que sabía perfectamente de que así era, la forma en cómo Dazai lo había dicho, comenzaba a hacerle dudar, ¿había alguien verdaderamente malo que no fueran ellos?
En ese momento, algo dentro de él comenzó a romperse, preguntándose algo que nunca se había hecho, porque no había tenido la necesidad de hacerlo, pero... ¿qué era lo correcto y qué era lo incorrecto?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro