Capítulo 04
⚠️Hoy actualicé dos veces, asegúrate de haber leído el capítulo anterior⚠️
Mi boca se abre por el asombro. Sé que es uno de los mejores amigos de Caden sin embargo, nunca lo había invitado a nuestras reuniones. Él se acerca a saludar a todos, tomándose su tiempo con cada uno, empieza con mis primos, mi hermano y Gael.
Le doy un repaso porque ese hombre es demasiado apuesto como para desaprovechar la oportunidad ahora que todos están distraídos y que nadie va a notar cómo analizo las formas de sus músculos.
Hoy no está usando traje, lleva puestos unos jeans, una camiseta gris oscuro, una cazadora negra y mocasines. Ese pantalón le ajusta muy bien, seguro tiene personal que le dice cómo vestir porque su estilo es impecable.
Se mueve como si supiera que puede conquistar al mundo, la confianza en sus movimientos hace que las tres mujeres en los sillones lo miremos fijamente.
Con pasos lentos se dirige a la barra de la cantina para dejar una charola llena de... ¿Qué?
Gimo.
Empanadas argentinas, es que son mi debilidad.
Ya me estoy levantando para tomar una, aunque eso me haga ver como una desesperada.
Podría acercarme a Elián y besarlo porque, además, son de mi restaurante favorito.
—Gracias por la invitación, necesitaba un descanso —le dice a Caden.
Se dirige hacia el sofá que estaba ocupando para saludar a Moka y a Cat con cortesía, viéndose demasiado formal y amable.
—Si no te sacaba de ahí ibas a ahogarte en trabajo —responde mi primo.
No me acerco al cuarteto porque todos ellos conversan sobre los pronósticos del juego de las Águilas Negras y es aburrido. Gael, Henrik y Leonel son fanáticos, tanto que son benefactores del equipo de fútbol, no se pierden ningún partido, son amigos de los futbolistas y tienen vista exclusiva en los palcos. Hemos ido un par de veces, pero acabo dormida o mirando el celular. No es lo mío.
En cambio, Alessia se la pasaba en grande gritando y viviendo el momento con tanta pasión que se echaba a llorar cada vez que perdían.
Ese recuerdo me hace sonreír. Adoro a Ales, quiero que sea feliz con la persona que elija porque la vi sufrir, estuve ahí para cepillar su cabello cuando Gael se casó con Cimone.
La culpa me carcome cada vez que la recuerdo porque nunca me he atrevido a contarle lo que sucedió. Debería juntar el valor, pero no quiero verla sufrir, ya ha llorado bastante por él. Y ahora está feliz, amando a su novio y viviendo las aventuras que siempre quiso, no voy a arruinarle eso trayendo fantasmas del pasado.
Me distraigo con la gran charola de empanadas. Cuando me giro para enfrentar a los demás ya con mi selección siendo devorada, descubro que Elián De la Fuente me está mirando mientras conversa con Caden.
Mi primo tiene el ceño fruncido, parece que le da una lista de órdenes, mientras asiente sin dejar de sonreír.
Me entra el bochorno porque él me descubrió en el peor momento.
Qué vergüenza, me estoy atragantando con la empanada de chorizo y queso. Descalza, con aliento a tequila, seguramente despeinada. Soy un desastre.
Si hubiera sabido que vendrían otras personas habría retocado mi maquillaje, estoy usando la misma ropa que llevé al trabajo y no revisé el estado de mi cabello.
No debería preocuparme, pero lo hace porque me agrada dar una buena impresión. Él sigue siendo un cliente importante para la constructora.
Es dueño de una de las empresas de telecomunicaciones más grandes del país, CELMEX brinda servicios de telefonía, internet, televisión y más. Tiene otras empresas, también es dueño del canal de televisión más visto en la actualidad, donde transmiten mi serie favorita.
Intimida un poco porque tiene esa aura de poder que te obliga a quedarte quieta porque hay mucho para digerir. Sin embargo, está aquí, sonriendo y asintiendo a lo que sea que Caden le dice.
Me sorprende que mi corazón salte cuando veo que se disculpa y viene hacia mí.
Me apresuro a quitar las migajas de mi boca.
Él sonríe, se asoma en la charola, inspecciona buscando una. Sus ojos vuelven a mí, una sonrisa juguetona baila en sus labios al masticar la que creo que es una de carne con papa.
—Creo que somos los únicos aficionados a las empanadas, Tarah Caballero.
Trago el bocado.
—Eso parece —respondo—. Y puedes llamarme Tarah, solo... Tarah.
Esta vez soy yo la que se acerca, me pongo de puntillas para alcanzar su mejilla y darle un beso como saludo.
Su aroma varonil me golpea, huele bien, un aroma masculino que me hace cerrar los párpados un segundo. No como Caden que apesta, Elián es sutil, atrayente.
»Hola, es bueno ver un rostro nuevo por aquí, alguien que no hable durante horas sobre pelotas y jugadores de fútbol. —Señalo al grupo que ha abandonado.
—Hay que tener claras nuestras prioridades, en mi lista reina la cortesía, tenía que venir a saludar a una bella dama de cabellos dorados.
¿Habla como un caballero medieval o es mi imaginación?
»No sabía que vendrías, me alegra encontrarte.
Sonrío.
—Lo mismo digo. —Hago una pausa y continúo—: Volveré al sillón antes de que alguno de estos sujetos se robe mi lugar, estás cordialmente invitado a unirte, la cuota son las empanadas y esa botella de tequila.
Estoy bromeando porque me parece improbable que venga conmigo si sus amigos están aquí, pero él me sorprende tomando la charola, un vaso y la botella.
Me sigue.
Moka alza las cejas con picardía, le hago una mueca y decido ignorarla.
Elián se sienta a mi lado, quizá más cerca de lo que me gustaría. Una voz dentro de mi cabeza es malvada recordándome que a mi esposo no le importaría, quizá hasta le agrade la idea de que un hombre sea amable conmigo.
Me estiro hacia la mesita frente a nosotros para servirnos tequila, le sirvo en su vaso, lleno el mío y escojo otra empanada. Luego de comprobar que Caden no está mirando, subo mis pies al sofá.
—¿Hoy será el día en el que me dirás qué tengo que hacer para que construyas mis edificios? —pregunta.
Esbozo una sonrisita de lado.
—Ya te dije que no puedo, Elián, no robamos los clientes de nuestra familia.
—A Caden no le molestará.
Niego.
»Al menos piénsalo, necesito construir unas torres para una nueva sede de mis empresas en Brasil.
Oh, eso es muy tentador, me encantan los rascacielos, las torres.
Se gira un poco para quedar de lado, así que su rodilla roza mi muslo. Recarga el codo en el respaldo del sofá, su reloj brillante de oro resbala hacia abajo. Me da toda su atención, lo que me pone nerviosa, pues está cerca y puedo ver sus ojos, la perfecta forma de su mandíbula.
—De acuerdo, lo pensaré, pero no prometo nada, no suelo aceptar proyectos fuera de la ciudad por mis hijas.
—Puedes llevarlas, me haré cargo de sus gastos y todo lo que necesites.
Asiento.
El dinero no es problema para mí, pero hay algo que me agrada, que es atento conmigo porque ya olvidé lo que se siente. Entonces mis hombros caen, soy una ridícula y una patética, él solo quiere que trabaje. Me desinflo.
Me obligo a mirarlo porque sus pupilas están fijas en mí.
—¿Por qué tanta insistencia en que sea yo la que diseñe?
—Porque en LAC eres la mejor diseñando edificios altos, modernos y auténticos.
Sus palabras acarician el orgullo que siento por mi trabajo. Es agradable destacar en algo, pues trabajo con un montón de arquitectos talentosos.
—Gracias, tomaré en cuenta tu oferta.
Es su turno de asentir.
Da tragos al tequila, la manera en la que su garganta se mueve y después relame sus labios me hipnotiza. Tengo que tomar una respiración profunda y obligarme a mirar hacia otra parte.
—Dijiste que deseabas un descanso... —empiezo para distraerme—. ¿Días difíciles?
—Siempre tengo mucho trabajo, intento que no me consuma, por eso agradezco las invitaciones que hacen mis amigos. —Señala a los demás con su índice—. Tienen algo genial aquí, una linda familia.
No sé si es melancolía lo que alcanzo a distinguir en su voz, pero definitivamente una ráfaga de pesadumbre cruza su mirada.
—¿Entonces eres como esos empresarios huraños y solitarios adictos al trabajo? —pregunto enarcando una ceja.
—No tan huraño, un poco solitario y tiendo a enfrascarme en el trabajo si no hay otra cosa que hacer.
—Seguro puedes encontrar entretenimiento con facilidad.
—Tengo pasatiempos, pero no con quien compartir momentos, me aburro muy fácil cuando estoy solo, por eso prefiero concentrarme en la empresa.
Entrecierro los párpados.
—¿Cuáles son tus pasatiempos? —cuestiono, curiosa.
—Me gusta navegar, tanto como disfrutar el amor y la pasión en una obra de arte.
Rio entre dientes.
—¿Cómo sabes que hay amor en una obra de arte?
Me sorprende descubrir que me siento verdaderamente tranquila, disfrutando de una conversación sencilla, en voz baja para que nadie nos escuche, mientras los dos bebemos tequila.
—Porque todo en el mundo gira alrededor del amor, las obras de arte son solo una muestra de lo que somos, de lo que sentimos, de nuestro pasado y lo que anhelamos.
—No sé si estoy entendiendo.
Me muerdo el labio inferior.
Él tiene una forma de hablar que me intriga. Su voz es baja, exquisita, por lo tanto estoy atenta a lo que dice, no puedo llevar mi atención a otra parte, me ha atrapado.
—¿No son las más famosas obras de arte inspiradas en musas? ¿Y las musas no son las culpables de los sentimientos más instintivos como el amor y el dolor? Siempre hay una historia detrás, como nosotros. Inténtalo en esta habitación, seguro puedes descifrar a todos usando el amor.
No puedo evitar sonreír de lado por su reto tan divertido.
Inspecciono la sala, al grupo de hombres.
—Caden es el eterno enamorado, Henrik es el enamoradizo, a Leonel no le importa el amor y Gael es el que huye del amor.
Elián esconde una sonrisa dando un trago de tequila.
—¿Cómo podrías descifrarme? —pregunta.
Lo analizo con fingida seriedad, repasándolo. Estoy achispada y no puedo evitar mirarlo más tiempo del necesario. Es listo, se percata de mi excesivo escrutinio.
No sé si es el tequila, pero creo sentir chispas a nuestro alrededor, revoloteando y dejándome temblorosa.
Elián De la Fuente.
Si estuviera soltera haría cualquier cosa por tenerlo en mi cama, lo seduciría en la oficina donde genera millones de dólares, sería una de esas chicas que quieren sus mimos, le pediría que me compre diamantes como si no pudiera comprármelos sola.
En este momento siento atracción, quizá es porque sus ojos no me han abandonado desde que los vi sobre mí, que me ha mandado sonrisitas traviesas y miradas coquetas todo el rato, tal vez porque es mayor y su experiencia me parece inquietante, o porque es tan profundo que me tienta la idea de pedirle que susurre frente a mi oído todo lo que ha dicho.
O puede ser el tequila el que me hace pensar tonterías.
—Si creyera lo que dicen de ti en las revistas diría que no te gusta el amor.
Lo digo porque he leído artículos que hablan de él donde mencionan que no se ha visto con nadie más desde su divorcio, el cual no acabó muy bien. Claro que podría ser todo una mentira.
Su risa ronca hace que me pierda un momento en cómo su rostro se relaja, sus ojos oscuros se encienden con diversión.
—Ahí te equivocas, nada me gustaría más que encontrar a la mujer correcta para complacerla y amarla en todos los sentidos, Tarah.
Lo que dice y la sonrisa oscura que esboza hacen que mi respiración se atore. Me regaño. ¿Qué demonios está mal conmigo? Le echo la culpa al magnetismo que hay su alrededor, y a que la he pasado muy mal estos días. Es la primera vez en toda la semana que puedo relajarme.
Me encojo de hombros.
—No te conozco lo suficiente.
Se aclara la garganta y se inclina hacia a mí como si fuera a decir un secreto.
—Deberíamos arreglar eso —murmura.
—¿Tú crees?
—Podemos empezar ahora si me dices cómo puedo descifrarte.
Mi sonrisa cae.
—Yo...
Me quedo perdida en mis pensamientos.
»Yo sería la que arruina el amor.
No quiero ver su reacción, así que tomo un trago largo para castigarme por hablar tanto.
—No creo que alguien con unos ojos tan dulces como los tuyos pueda arruinar el amor.
Lo miro.
Mi respiración falla al ver su mirada penetrante analizándome, recorriendo mi rostro como si quisiera encontrar algo.
Son ojos bonitos, audaces e intensos.
Siento mis mejillas calientes, desvío la vista antes de que pueda ver dentro de mí porque luce como un experto desenterrando todo lo que quieres esconder.
—Lo lamento, no debería aburrirte con una plática como esta —susurro.
—No me aburres, estoy disfrutando esta conversación, me encanta hablar con personas brillantes, sobre todo si eres tú.
Respiro por la boca porque me ha robado el aliento.
No debería porque soy una mujer casada, pero lo miro desde debajo de mis pestañas y sonrío, no de una manera inocente, puedo sentir las malas intenciones en todo mi cuerpo, el deseo burbujeando en mi vientre.
Lo nota, por supuesto, regresa el gesto. Se siente como si hubiéramos hecho algo prohibido. Se siente peligroso y excitante.
Mi corazón late rápido, como hace mucho no lo hacía.
No siento culpa, solo muchas ganas de descubrir qué quiere este hombre de mí.
* * *
Se me acelera el corazaun con este hombre >:0
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