Epílogo
Me apeteció escribir un epílogo :)
~♡~
Siete años después
Paso el cepillo por el sedoso pelo de Marlena y la miro a través del espejo. Ella también me está mirando y esboza una sonrisa. Se mantiene rígida para que pueda terminar de peinarla y después se gira para hacerme la pregunta que ya estaba esperando.
— ¿Cuándo vuelve papá de Estados Unidos?
Se nota que está impaciente por mi respuesta.
— Ya te lo he dicho antes, volverá esta noche. ¿Tantas ganas tienes de verle?
— ¡Sí! — asiente con energía.
Se le forman unos hoyuelos en sus pálidas mejillas cuando sonríe. Salimos fuera del baño y nos encontramos a Carlota por el pasillo.
— ¿No estabas jugando con Daniel? — le pregunto yo a la niña rubia de seis años.
— Mi mamá dice que tiene hambre — me comunica ella, intercambiando la mirada entre Marlena y yo.
— ¿Enserio?
— Eso dice mi mamá — se encoge de hombros la niña.
Daniel viene enseguida y se une a nosotras. Los guío a los tres hacia las escaleras y Marlena me coge de la muñeca para llamar mi atención.
— ¿Por qué la tía Carla y Carlota van siempre conjuntadas? — me pregunta flojito y señala a la niña, la cual lleva la misma ropa que su madre pero en su talla, claro.
— Es que la tía Carla es muy...especial — no sé si es la palabra más indicada, pero es la que primero se me ocurre.
Gabriella está en la cocina, quejándose ella sola de los dolores que tiene por su embarazo. Marlena y Daniel se quedan con ella y yo salgo con Carlota, para pillar a su madre y a Silvia disfrutando de mi piscina.
— ¡Carla! — grito yo.
Ella estaba muy ocupada con el móvil como para darse cuenta de que estábamos aquí.
— ¡Ya me has jodido el directo! — me grita ella, zarandeando su móvil. Se relaja un poco al ver a la niña — Anda, enana, no te había visto. ¿Estás bien?
— ¿Y vosotras estáis disfrutando de mi piscina?
— A ver, chula, técnicamente no es solo tu piscina, también es del Damiano — Carla alza las manos — Así que te me relajas, doña.
— Ya, pero resulta que Damiano no está aquí — le contesto.
— Mami, ¿por qué no quieres estar conmigo? — le pregunta la niña a mi lado con la cabeza gacha.
Carla tiene un semblante triste y sale del agua con velocidad.
— Oye, enana, no digas eso, ¿eh? — viene hacia nosotras y se agacha para estar a la altura de la niña — Sabes que eres el trasto de mamá, ¿no?
Le da un toquecito a la niña en la nariz, y ésta sonríe. Se lanza a los brazos de Carla y ella la carga.
— Dios, pesas más que un remordimiento — le dice Carla.
Silvia sale de la piscina goteando agua y se mete a la casa. Nosotras la seguimos. Gabriella sigue quejándose del embarazo. Y eso que ella estaba radiante cuando nos anuncio que iba a ser madre con su novio.
Carla saquea mi frigorífico y su hija la sigue. Silvia se sienta en la encimera con una toalla enrollada en el cuerpo y nos observa. Luego menciona algo sobre que a ella no quiere niños y no piensa tenerlos nunca.
— ¡Pero si eres lesbiana! — exclama Carla, comiendo todo lo que encuentra en mi nevera.
— No lo soy.
— Pero andas con Victoria, estúpida. ¿Cómo le llamas a eso?
— ¿Amor? — le pregunta Silvia a Carla.
— Pues ya está, eres lesbiana.
— No lo soy, ósea, a mí solo me gusta Victoria. Y si ella no existiera estaría con un tío.
Carla y Silvia se meten de lleno en una conversación sobre la sexualidad, a la que Gabriella se le suma. Yo llevo a los niños al salón para que jueguen con los muñecos que tienen repartidos entre el sofá y el suelo. Carlota se distrae con cualquier cosa enseguida. Daniel se apoya en la mesa para dibujar y veo a Marlena dudando mientras mira a los otros niños.
— Cielo, ¿qué te pasa? ¿No quieres jugar? — me siento en el sofá con ella.
— ¿Crees que papá me traerá un regalo?
¿Así que eso es lo que tanto le preocupa?
Le sonrió cálidamente y le paso el brazo por los hombros. Damiano siempre le trae algún regalo a los niños cuando va de gira a otros países.
— Claro que lo hará — le prometo — ¿Te apetece jugar ahora?
— Es que la tía Carla dice que ya soy muy mayor para jugar y que debería leer fanfics — ¡pero si solo tiene diez años! — Mami, ¿qué es un fanfic?
Trago saliva.
— Un fanfic es un tipo de libro en el que el protagonista es una persona famosa y lo escribe un fan de esa persona — soy concisa. Solo quiero que entienda la esencia de esos relatos.
— La tita dice que hay fanfics de papá — me dice con los ojos muy abiertos — ¿Tú te has leído alguno?
Asiento. Lo hice más bien por coacción de Carla. Y fue bastante raro leer cómo hay gente que escribe escenas en las que mi marido es el protagonista y tiene sexo con una mujer, a la que en muchas ocasiones llaman Marlena.
— Quiero leerme uno, mami.
— No, cariño, créeme que no quieres — le beso la cabeza.
— Mami, mira lo que he hecho — Daniel viene con su dibujo feliz.
Nos ha dibujado a todos. Incluso están nuestros gatos en la esquina.
— Se lo voy a regalar a papi.
— Yo también quiero hacer un dibujo — Marlena se anima.
Hasta Carlota se arrodilla y empieza a coger ceras de colores para pintar. Yo me quedo con ellos un buen rato. Siendo maestra en el colegio, ya estoy más que acostumbrada a estar así con los niños. Mis amigas me miran desde la cocina con atención, así que dejo que los niños sigan y voy con ellas.
— Tía, qué bien se te dan los críos — me alaba Silvia.
— No es para tanto.
— ¿Qué no es para tanto? — Carla se escandaliza — Los has domado como si fueran perros.
— No es verdad — digo.
— Juro por Dios que la Daniela nació para ser madre — Carla le declara a las demás — Y yo tengo que encargarme de mi cría porque esta noche vuelve el Thomas y le quiero dar una sorpresa.
— ¿Qué le vas a preparar? — le pregunta Gabriella.
— A mí sin bragas. ¿Qué más puede querer?
— ¿No crees que Thomas vendrá cansado? — Silvia rueda los ojos.
— Él que venga como quiera, pero a mí me debe un meneo.
— ¿Y tú con Damiano qué? — Silvia se dirige a mí — ¿Va a haber folleteo o no?
— No, hija, no. Damiano y Daniela no follan — todas miramos a Carla — Ellos hacen el amor — ella rueda los ojos — Una vez pillé al Damiano diciéndole: <<te voy a hacer el amor, nena>>. Y yo pensando: "¿de qué cliché ha salido el Damiano?"
— Qué románticos — Silvia dice con ternura, pero esconde un poco de sarcasmo.
— Oye, ya dejemos de hablar de mis intimidades.
— No, hombre, no. Ahora que me iba a animar a preguntar cómo de larga la tiene el Damiano — Carla finge haberse ofendido.
Se mueve por la cocina y rebusca en los cajones. Las demás no pueden evitar reírse y le siguen el juego a Carla.
— Venga, sácame de dudas, Dani — mi mejor amiga ha sacado de un cajón una cinta métrica y me la tiende — ¿Cuánto le mide? Es que no me lo has dicho nunca.
— ¡Y no te lo voy a decir! ¡No soy como tú, yo no se la mido a mi marido!
Prefiero evitar el recuerdo de cuando Carla me dijo la longitud del pene de Thomas. Los centímetros exactos. Empujo la cinta métrica hacia ella, para que entienda que no voy a cooperar.
— No sé cómo me puedes dejar con la duda, bestie — ella guarda la cinta.
— No sé cómo el Thomas no te ha pedido ya el divorcio, tía. Eres rarísima, ósea le mides el pene a tu marido y conjuntas tu ropa con la de tu hija — Silvia le dice.
— Gracias por haberme dado tu opinión sobre mi familia, la cual no te había pedido — Carla pone los brazos en jarras — Y mi Thommy y yo somos muy felices. Él ama mis locuras. La gente me llama "rara", pero él me dice "especial".
— ¡Mami! — Carlota viene corriendo.
Carla abre los brazos para tomar a la niña, la cual le enseña el dibujo que ha hecho para Thomas.
— Oh, a papi le va a encantar — Carla mira el dibujo — Lo enmarcaremos y lo pondremos en casa, ¿sí?
La niña asiente con entusiasmo.
Pasamos el resto de la tarde todas juntas. Nos damos varios sustos, porque de vez en cuando Gabriella parece que va a ponerse de parto y eso nos tiene en vilo. Cuando anochece, las chicas se preparan para irse, pero Carla me llama para que nos sentemos en el sofá. Ella dice que me tiene que enseñar algo en su móvil.
— ¿Es un meme?
— No, es un chisme — teclea rápido — Silvia y Gabriella no querían que te lo dijera por si te ponías mal, pero quiero que lo sepas.
Gira su móvil y veo una cuenta de Instagram. El nombre de usuario me trae muchos recuerdos -bastante malos-, así que le digo a Carla que no quiero saber nada.
— Escucha — me toca el hombro — Está jodidamente en la mierda. Su cuenta de Instagram cada día va a peor. Pierde seguidores por miles y recibe un hate increíble.
Busca unas capturas de pantalla y me deja leerlas en su móvil. Mis ojos se abren como platos.
<<Se filtra un vídeo sexual de la modelo e influencer Elena Marchetti con el jefe de la agencia de modelos "Elite Milano", Iván Fiere, casado y con tres hijos.>>
<<Elena Marchetti es acusada por acoso por parte de su expareja, el actor Gino Melene.>>
<<La influencer Elena Marchetti monta un escándalo en plena calle e insulta a la pareja de su exnovio Fede Recoleto.>>
<<Elena Marchetti sufre un aborto y pierde el hijo que esperaba junto a su actual pareja.>>
Esos son algunos de los títulos de prensa más destacados, aunque hay muchos otros.
— ¿Increíble, no? — Carla me pregunta — Y además en su cuenta de Instagram ya apenas le quedan quinientos mil seguidores, cuando a principio de año tenía diez millones. Por las fotos que publica, está muy perdida. Cada semana está con un tío distinto.
— Ajá — no sé ni qué decir.
— El karma está golpeando a esa perra — Carla ríe con malicia.
Pero deja de reír cuando me ve seria y me pregunta si estoy bien.
— Lo estoy, pero me da igual lo que le pase. Simplemente me es indiferente. Forma parte del pasado, y ahí está bien.
Carla asiente y me da un abrazo.
Poco después, mis amigas se van.
— Adiós, tita Dani — se despide Carlota de mí.
— Adiós, cariño — levanto la mano y la muevo en gesto de despedida.
Ceno con mis hijos y luego los llevo a la cama a dormir. A Daniel le leo un cuento. Tardan en dormirse porque están pensando en Damiano. Pero cuando finalmente lo hacen, voy a mi habitación y me cojo una novela. Necesito mantenerme distraída para no dormirme.
Cerca de medianoche, escucho un golpe en la puerta. Bajo las escaleras tan rápido que estoy a punto de caer. Tengo una sonrisa boba cuando abro la puerta.
— Hola — digo, tímida.
— ¿Es eso lo único que me vas a decir?
Damiano lo pregunta con cierto sarcasmo oculto. Entra con la maleta y la deja a un lado. Luego me agarra el culo y me besa. Es brutal, se le notan las ganas reprimidas.
— Te he echado de menos — me dice antes de volver a besarme.
Me da una nalgada y me estremezco.
— ¿A mí o a mi cuerpo? — río, ruborizándome.
— He echado de menos todo de ti.
Me coge por el culo y me levanta. Enrosco mis piernas alrededor de sus caderas por acto reflejo. Hundo mi cara en su cuello. Ya extrañaba lo bien que huele Damiano. Empieza a subir las escaleras y soy consciente de lo que viene.
— ¿A dónde me vas a llevar?
Voltea la cabeza.
— ¿A ti? — una sonrisa tira de la comisura de sus labios, pero no llega a ensancharse — Al paraíso.
— Damiano, hablo en serio.
— Yo también.
Me da un beso. Le pido que no haga mucho ruido. Los niños están dormidos, pero a la que oigan un mínimo ruido saldrán en busca de su padre. Golpeo mis caderas contra las de Damiano y noto un bulto en sus pantalones.
Lamo su mejilla y vuelvo a golpear nuestras caderas. Sus ojos se entrecierran. Su respiración se agita. Lo estoy llevando al límite.
— Daniela...— me advierte.
— Dime.
Mi descaro le hace dedicarme una mirada dura. Pero me parece demasiado atractiva. Damiano literalmente envejece como el buen vino.
Una vez en la habitación, echa el pestillo y me pone contra la pared. Sus labios buscan los míos y nos fundimos en un beso ardiente y salvaje. Casi no puedo respirar, pero no me importa. Ahora no quiere que Damiano separe su cuerpo del mío.
— Pensé que vendrías cansado — bromeo mientras me lleva a la cama.
— Y lo estaba, pero te he visto demasiado despierta y he supuesto que tenía que hacer algo para remediar eso.
Lo hago sentarse en el borde de la cama y empiezo a desvestirlo. Él se deja hacer, observando cada uno de mis movimientos. Voy deslizando mi lengua por su abdomen, hasta llegar a su cintura. Le bajo los pantalones. Luego los boxers. Su pene salta delante de mí. Mi entrepierna duele de la excitación. Su miembro está completamente erecto, largo y grande. Extiendo mi mano y toco su punta rosada e hinchada. Está listo para mí.
Damiano me coge de la muñeca y me obliga a parar. Él me desviste. Para mi sorpresa, es bastante delicado y se recrea en su tarea. Luego me coge de la muñeca otra vez y me hace sentarme encima de su muslo, con las piernas abiertas. Jadeo al sentir mi sexo mojando la piel de Damiano, quien me toma de las caderas y me mueve hacia delante y hacia atrás. Mientras con su boca lame uno de mis pechos. Después el otro. Él tiene toda su atención puesta en mi placer, así que agarro su miembro y lo masturbo. Acaricio sus testículos y él gruñe, sin dejar de moverme.
Me corro encima del muslo de Damiano. Él quita sus manos de mis caderas y yo pego mi frente a la suya. Abro más las piernas de Damiano y me pongo de rodillas entre ellas. Echo saliva en la punta de su pene y me la meto en la boca.
— Mierda...— masculla Damiano con el rostro contraído del placer.
Muevo mi mano alrededor de su miembro y hago círculos con mi lengua alrededor de su punta hinchada. Siento sus venas latiendo debajo de mis dedos.
De repente me agarra del pelo y me empuja suavemente.
— ¿He hecho algo mal?
— Sabes que no — me tiende su mano — Pero tengo pensado algo mejor para nosotros.
Sonrió antes de coger su mano. Me tumba en la cama y él se posiciona encima de mí. Me besa con deseo y gimo al sentirlo contra mi entrada, pulsando mi clítoris.
— No he podido dejar de pensar en ti en toda la semana — me susurra.
Luego me penetra con suavidez, hundiéndose lentamente dentro de mí. Poco a poco va cogiendo un ritmo más rudo. Clavo mis uñas en sus nalgas para intentar sentirlo más dentro. Damiano y yo gemimos casi al unísono cuando prácticamente no queda ninguna distancia entre nuestros cuerpos. Somos uno solo.
No sé si es por qué llevamos una semana sin estar juntos, pero lo estoy sintiendo todo más intensamente. Alcanzo el clímax y dejo que mis gemidos llenen su oído. Damiano sigue embistiéndome, hasta que noto su polla alargarse dentro de mí y junto a su gruñido sé que también ha llegado a su cima. Tarda unos segundos en salir de mí.
Después se deja caer al otro lado de la cama y me acoge entre sus brazos. Nuestras respiraciones están aceleradas. Yo siento una presión calmándose en la parte baja de mi vientre.
Alguien da unos golpecitos en la puerta.
— ¿Papi? ¿Estás ahí? — escuchamos la voz de Daniel.
Miro a Damiano.
— Sí, estoy aquí — le responde.
— ¿Con mami?
— Sí.
Tarda tanto en responder que no sabemos si está o si se ha ido.
— ¿Por qué estás ahí con mami?
— Porque ella quería darme una bienvenida especial.
— ¿Cómo? — pregunta Daniel.
— Es que estaba muy necesitada y me ha metido aquí para darme muchos abrazos — le explica — Pero ahora mismo salgo a verte, hijo.
— ¡Sí! ¡Voy a por tu regalo!
Lo oímos correr por el pasillo. Damiano y yo seguimos tumbados, hasta que él se incorpora y se aclara la garganta.
— Esta semana, mientras estaba solo en la habitación he pensado en cómo era mi vida antes. Me he acordado de lo mucho que me gusta la soledad. Simplemente me estaba fumando un cigarrillo mientras escuchaba música de fondo y me sentía bien — me incorporo rápidamente.
No me gusta cómo ha sonado nada de eso.
— ¿Qué quieres decirme?
Él no me mira.
— Estaba pensando que me gustaba mucho mi vida de antes — voltea la cabeza y me coge de las manos — Pero ha sido llegar aquí, verte a ti, saber que los niños me están esperando, hacer el amor contigo y no sé...se me han ido por completo esos pensamientos.
Suelto el aire que había retenido por el susto. Damiano ríe.
— ¿Te habías asustado, eh?
— No ha tenido gracia, Damiano — refunfuño.
Él pasa su brazo por mis hombros y me atrae hacia sí.
— ¿Lo llevamos bien, verdad?
— ¿El qué?
— Lo de que cada dos por tres tenga que viajar para dar conciertos.
— No es cada dos por tres — le digo y acaricio su espalda — Todo está bien. Tu trabajo es así.
Damiano besa mi mano y me mira un poco más tranquilo.
— De todas formas, por mí no te preocupes. Mi amante se ocupa de mí cuando tú estás por ahí cantando.
Él entrecierra los ojos. Yo solo río.
— No ha tenido gracia, Daniela.
— Deberías haber visto tu cara — beso su mejilla.
Él se pone la ropa enseguida y me da un largo beso antes de ir a ver a los niños. Yo me doy una corta ducha y al salir de la habitación escucho risas en la planta baja. Me quedo oyendo, hasta que me doy cuenta de que están hablando del dibujo que ha hecho esta tarde Daniel.
— ¿Te gusta cómo te he pintado, papi? — le pregunta Daniel.
— Me encanta, cariño — le contesta Damiano — ¿Me enseñas tu dibujo, Marlena?
Se produce un breve silencio. Luego escucho a Marlena. Ella le cuenta a Damiano sobre el dibujo.
— Aquí está la tita Vic con la tita Silvia, que tiene a Chili en sus brazos, a su lado está el tito Ethan con la tita Laura y a este lado están Carlota, el tito Thomas y la tita Carla. Por detrás está el tito Bruno con la tita Gabriella, que está embarazada y en medio estamos nosotros tres con mami y delante están Ziggy, Bidet y Lego.
Marlena le explica otros detalles del dibujo y Damiano le hace algunas preguntas y lo elogia, por supuesto.
— ¿Te gusta como he pintado a mami?
— Mucho. La has pintado tal y como es — hace una pausa — Preciosa.
Segundos después, los niños están chillando de alegría y bajo a conocer el motivo. Tanto Marlena como Daniel vienen a enseñarme los regalos que les ha traído Damiano. Al niño le ha traído un pequeño peluche de uno de sus dibujos animados favoritos y a la niña un collar.
Damiano se levanta y me coge la mano. Me desliza por el dedo anular un anillo plateado. Hay dos letras "D" entrelazadas entre sí y en su interior hay diminutos diamantes.
— Sé que nunca quieres que te traiga regalos porque dices que no hace falta, pero vi esto y me acordé de ti — me explica con una sonrisa boba — Y espero que cada vez que lo mires tú pienses en nosotros.
Miro el anillo brillando en mi dedo. Le doy un beso escueto a Damiano en los labios. Nos quedamos hasta tarde con los niños, que están atentos a su padre mientras él les cuenta sobre su estancia en Estados Unidos.
Cerca de las tres de la madrugada acompaño a Marlena a su cuarto y Damiano lleva a Daniel en brazos porque se había dormido. Lo deja en la cama y viene conmigo a nuestro cuarto.
— ¿Soy yo o en Estados Unidos se te ha pegado un poco el acento? — bromeo.
— No digas eso. Nadie puede cambiar lo italiano que soy — dice, mientras se tumba a mi lado.
Nos besamos durante un rato. Pero enseguida me vence el sueño. Siento la mano de Damiano en mi espalda baja, acariciándome. Y es un rato después, cuando estoy a punto de dejarme llevar por el sueño cuando Damiano habla.
— Gracias, Daniela — me susurra.
— ¿Por qué?
— Por la vida que me has dado.
****
Dos días después me encuentro revisando mi Instagram mientras espero a que mi familia baje a desayunar. Victoria ha subido hace apenas unas horas unas fotos en las que aparece junto a Silvia en Dinamarca. Han ido a visitar a algunos familiares y amigos de Victoria. Deslizo las fotos y me encuentro con la última, en la que Victoria y Silvia aparecen besándose en la playa. Obviamente la foto está recibiendo una cantidad generosa de me gusta y tiene miles de comentarios. Victoria hizo pública su relación con Silvia hace apenas un año, aunque ya llevaban mucho más tiempo juntas. En parte eso fue por Silvia, que no le gustaba estar bajo el foco de las críticas de los fans. Pero con el paso del tiempo ya le ha dado igual lo que piensen los demás.
También me aparecen por la aplicación unas fotos de Ethan y Laura paseando por Roma. Han sido pillados por unos paparazzis. A ambos se los ve felices, cosa que me alegra. Recibo unos mensajes de Gabriella quejándose del embarazo. Me manda una foto en la que aparece Bruno preparando la foto para su niño. Le digo que se relaje y le mando unos emoticonos de una cara con corazones como ojos en respuesta a la foto.
Y como no podía faltar, Carla me manda una foto. Solo espero que no sea nada raro, porque de ella me espero cualquier cosa. Pero es una foto de Thomas y Carlota dormidos. Él tiene tomada en su regazo a la niña y Carla sale delante sonriendo, tomando la foto tipo selfie.
Los amores de mi vida roncando, ha escrito debajo de la foto.
— ¡Qué bien huele! — exclama Damiano bajando con los niños.
Dejo el móvil a un lado y les sonrío. Después del desayuno yo me voy a trabajar y Damiano va a ir a llevar a los niños al colegio.
— Mira, Marlena, te he hecho tu desayuno favorito — lo señalo — Gofres con nata.
— Gracias, mami — coge el tenedor y empieza a engullir.
Les sirvo a todos el zumo de naranja que acabo de preparar y noto cómo Marlena está muy sonriente.
— ¿Y esa sonrisa, cielo? — le pregunto.
Sus mejillas se ruborizan.
— Es que Marlena tiene novio — habla Daniel.
A Marlena se le pone la cara roja.
— ¡No es verdad, mami!
Entonces, Damiano escupe parte del zumo y deja el vaso. Empieza a toser y todos nos giramos hacia él. Cuando se tranquiliza, mira a Marlena.
— Cariño, escúchame — le coge la mano a la niña — Un novio no sirve para nada. Así que dime el nombre de ese niñato para que pueda cortarle los huev—
— Damiano — le llamo la atención.
Él se echa las manos a la cabeza.
— Vale, vale, ya me calmo.
— Daniel, termina de comer — le digo a mi hijo, que se estaba riendo del ataque de histeria de su padre.
— ¡Oh, Dios mío! — exclamo yo al leer la notificación que llega al teléfono.
— ¿Qué pasa, mami? — pregunta Marlena con el ceño fruncido.
Yo le doy la vuelta al móvil, para que todos puedan leer el mensaje de Alice diciéndome que está embarazada.
— Yo creo que ya era la maldita hora de que tuvieran un crío. Se lo merecen — expresa Damiano sinceramente.
A Jacopo y a Alice les ha costado mucho tener un bebé. Llevan años intentándolo. Me alegro de que por fin las cosas empiecen a mejorarse para ellos.
Al terminar el desayuno, los niños se levantan de la mesa. De repente, Damiano se me acerca y me abre la chaqueta, quedándose perplejo al ver que llevo una camiseta de Måneskin de color blanco con el nombre de la banda en letras grandes y rojas.
— ¿Te gusta?
— Dame un segundo, nena.
Él alcanza la mochila de Daniel y saca algo de dentro. Luego se pone de rodillas frente a mí con un rotulador negro y me escribe algo en la camiseta. No puedo resistirme a correr al espejo de la entrada y ver lo que ha escrito en la camiseta:
<<Para mi fan favorita>>
Abajo ha dejado su firma.
— Qué detalle por tu parte, ¿no? — le pregunto, rodeando su cuello con mis brazos.
— Es lo mínimo que puedo hacer por una fan — Damiano bromea con una sonrisa socarrona.
— Tu fan favorita — remarco yo.
Él acerca su cara y me da un beso en los labios. Nos quedamos abrazados un rato, hasta que aparecen los niños con sus mochilas y recuerdo que tienen que salir ya para no llegar tarde.
— ¿Puede venir Bidet al cole? — Daniel me pregunta.
— No, cariño, Bidet no puede ir. Se queda en casa.
— ¿Por qué no puede?
— Porque es un gato, Daniel — le contesta Marlena y se me escapa una risa al verla rodar los ojos.
Les doy un beso a ambos mientras Damiano coge las llaves del coche y abre la puerta. Los niños salen al porche, en dirección al vehículo.
— ¿No hay un beso para mí? — Damiano finge estar desolado.
Yo beso su mejilla. Él frunce el ceño.
— Ese es el beso de los niños. Yo quiero el mío — se queja.
Lo cojo de la nuca y estampo nuestras bocas, ahogando sus quejas. Tanto él como yo cerramos los ojos durante los segundos que dura el beso.
— ¿Así mejor?
— Claro.
Dejo mi mano en su hombro.
— Te amo, Damiano.
Él se queda mirándome con sus intensos ojos castaños. Poco a poco las comisuras de sus labios se van elevando, hasta formar una bella sonrisa que me deja sin aliento.
— Te amo, Daniela.
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