Capítulo 71
— Motomami, Motomami — se escucha de nuevo la voz de Damiano desde un móvil.
Yo no sé Carla cuantas veces es capaz de ver ese vídeo en el que Damiano dice que le gusta ese disco. Le he preguntado ya cuantas veces se lo ha visto y me ha dicho "entre cuarenta y un millón". Esas palabras exactas.
Estoy en la casa de Thomas. Carla y él aún siguen con su berrinche. Yo estoy intentando hacer lo que puedo para que Carla dé su brazo a torcer y se disculpe con él. Thomas está metido en nuestra casa y Damiano está que se sube por las paredes. Los padres de mi amiga se decidieron a hospedarse en un hotel, pero su abuelo y su sobrino están aquí con ella. Ella está como siempre derrochando tiempo en redes sociales mientras que su sobrino intenta captar su atención y el abuelo pasa de ambos y enciende la televisión. Yo los miro desde la cocina.
— Tita, ¿quieres jugar conmigo? — le pregunta el niño con voz infantil y haciendo un puchero.
Pero Carla es de piedra.
— Que ya te he dicho un montón de veces que no, quita ya coño — le da un empujón en el hombro.
— Mi mami dice que no se pueden decir palabrotas — responde el niño.
— Ya, ya — ella rueda los ojos y ríe — Pero mami no está aquí.
Me veo obligada a salir corriendo porque de un momento a otro se enzarzan en una discusión y tengo que poner paz. Se nota que Carla está alterada.
— ¿Aquí por qué no hay HBO? — pregunta él viejo, mirando con asco la televisión - Yo quiero ver Westworld — le dice a Carla — Antes siempre la veíamos juntos.
Yo me siento y me pongo al niño al lado para que su tía no lo mate. Él coge algunos juguetes que tiene tirados en el suelo y me pasa uno para que juegue con él.
— Abuelo, aquí solo tengo Netflix. ¿Eso te vale?
— Ugh — el viejo niega con la cabeza — Para eso prefiero antes la muerte.
— Ya que la mencionas, ¿cuándo crees que vendrá a recogerte?
El abuelo la mira de soslayo con una sonrisa siniestra y le susurra algo que no alcanzo a escuchar siquiera. Pero ha debido de ser gracioso porque Carla se está riendo.
— Eh, oye, ¿cuándo piensas hablar con Thomas? — interrumpo yo.
Carla corta rápidamente la diversión y las risas con su abuelo y remolonea un poco antes de abrir la boca.
— No lo sé — se rasca la barbilla, en posición de reflexionar y pensar — Es que creo que prefiero que venga él a por mí.
— ¡¿Qué?! — solo me faltaba que ahora vaya con aires de digna — No, no. Vas tú y hablas con él y lo solucionáis y todos contentos.
— No sé...
— ¡Carla! — le digo — Sabes que te quiere, no te hagas de rogar.
— ¿A la tita la quiere un chico? — el niño deja de jugar — Mi mami siempre dice que a la tía no la quiere nadie.
— Habría que ver quien quiere a tu puta madre.
— ¡Calla, cojones! — el abuelo le pega un codazo a Carla — Que luego dicen que soy yo el que le enseña esas palabras.
Entretengo al niño como puedo mientras que el viejo parece estar dándole una reprimenda a la otra. Después me llevo al niño al cuarto y tengo que jugar con él hasta que se harta y se queda frito en la cama. Para ese momento Carla parece más calmada.
Vuelvo al salón y la veo mirándome como un cachorrito mojado.
— Siento estar comportándome así, pero es que anoche estuve leyendo un fanfic de mi Thomas y me puse de muy mala hostia al ver que mi Thommy se enamoraba de la protagonista — cruza los brazos sobre su pecho y se enfurruña aún más.
— ¿Qué te he dicho yo de leer esas cosas? — será que no le he advertido veces de que no lea esas cosas que escribe la gente sobre la banda.
— Ya lo sé, pero es que la sinopsis me dejó intrigada y no pude resistirme — el abuelo intercambia su mirada entre nosotras sin entender nada de lo que estamos diciendo y luego vuelve a mirar hacia la tele — Tú deberías de leerte alguno de Damiano. Hay algunos que están bien.
— No voy a leer nada de eso, Carla — pongo los ojos en blanco. Está siendo un poco exasperante.
— Yo te puedo recomendar algunos con escenas de sexo que están bien.
La fulmino con la mirada. Ella solo se encoge de hombros.
— Es que los que no llevan sexo son bien aburridos — dice en su defensa — Mira, hay uno de una chavala que conocía a Damiano de antes y luego de repente se vuelven a reencontrar. Ella es un poco arisca al principio, pero luego se ablanda. Y esa tiene una amiga que es un poco random, todo el día pensando en italianos y en ir a Italia a pillar a alguno de Måneskin y luego—
— Carla, céntrate — esta chica es experta en irse por las ramas — Ve a hablar con Thomas ya, por favor.
Si me descuido me pongo de rodillas para rogarle.
— Tu amiga tiene razón — habla el abuelo — Ve ya y vuelve a enganchar al italiano que te lo quitan, pedazo de tonta.
— ¿Y cuándo iba él a encontrar a otra chica?
— En cuanto salga a tirar la basura — el abuelo me va a ayudar a convencerla al parecer — Tú ve y pídele perdón. Creo que ese chico te quiere de verdad. Y de forma desinteresada — hace una pausa y arruga la frente — Algo que me parece un poco raro.
Carla mueve los brazos como si fuera un pato sin cabeza e hiperventila. Se está dando cuenta de que Thomas no va a esperar eternamente por ella.
— Tienes que ir a por ese chico, que es muy guapo — el abuelo me señala a mí con una sonrisa un poco pícara — Aunque el tuyo está más bueno.
Carla rompe a llorar de un momento a otro. Se abraza a su abuelo y le suelta todas sus penas. El viejo le acaricia la cabeza y le da unas palmadas en la espalda.
— Thomas Raggi es mi puto crush, abuelo — no debería reírme pero la situación es un poco caótica y no puedo evitar una risa — Y el amor de mi vida. No lo puedo perder.
— ¡¿Y qué mierda haces llorando aquí como una retrasada?! — hace un gesto hacia la puerta — ¡Ve y hazlo tuyo!
— ¡Sí! — animo yo también.
— Y después...— ella sorbe por la nariz, intentando calmarse — Tengo que escribir un libro sobre mi Thomas y yo. Porque nuestra historia es de novela.
No veo el momento en el que salga por la puerta con la sudadera de Måneskin que lleva puesta y vaya ya a por su guitarrista.
— Oh, cariño — su abuelo la coge de la barbilla — El mundo ya tiene suficientes desgracias, no le hace falta que tú empieces a escribir en primera persona. Le ahorrarías muchos traumas a la gente.
Ella asiente un poco inconforme. Me coge del brazo y me arrastra fuera.
— Tú conduces y yo pongo música de Måneskin — me explica el plan.
Su abuelo y el niño se quedan en el piso y yo la llevo en el coche de Damiano de nuevo a mi casa. Y se toma bien enserio eso de crear ambiente poniendo canciones de Måneskin, ya hemos escuchado la mitad de Il Ballo Della Vita.
— ¿Le parole lontane o L'altra dimensione? — me pregunta para saber que canción prefiero que ponga a continuación.
Yo le digo que me da igual. Acaba poniendo la segunda opción porque se da cuenta de que la primera es algo triste.
Cuando llegamos a casa, Carla casi vuelve a llorar de las ganas que tiene de ver a Thomas.
— Mierda, el Legolas — la escucho decir cuando entra en la casa.
El gato está tumbado boca abajo en mitad de la entrada y abre los ojos en cuanto nos escucha hablar. Pero no se mueve ni un poquito.
— Casi lo piso — habla incrédula — Me pensaba que era una alfombra o algo así.
Tenemos que rodear a Legolas, que está en un plan muy vago. Y creo que se vuelve a dormir en la entrada. Dejo a Carla buscando a Thomas y yo voy al baño que hay en la planta baja. Creo que he escuchado un ruido por ahí. Me asomo y me encuentro con la luz encendida. Luego capto por el rabillo del ojo un movimiento a mi lado y enseguida estoy encerrada con Damiano en el baño.
— Menos mal que ha venido tu amiga a por Thomas, coño — resopla con su espalda pegada a la puerta — Ya no lo aguantaba ni un segundo más.
— No sabes lo que me ha costado traerla.
Él me mira sonriendo.
— Oh, no, Thommy, amorcito, no sabes cuanto lo siento — imita la voz de Carla. Y la clava — Por favor, vuelve conmigo...
— Vale, vale — Carla ha quedado súper patética como siempre.
La escucho hablar con Thomas desde aquí. Y Damiano no me deja salir del baño. No se quita de la puerta.
— Venga, no te resistas — dice, agarrándome por el culo — Que hace mucho tiempo que no te tengo para mí solo. Y hay que aprovechar que Marlena no molesta.
— ¿Dónde está?
— ¿Tú dónde crees?
— ¿Está volviendo a casa? — bromeo yo con una risa.
Él me mira y me dice que no tiene gracia. Pero yo creo que un poco sí que tiene.
Me dice que está arriba durmiendo y me quedo más tranquila, pero cuando veo que Damiano no me deja salir del baño vuelvo a ponerme alerta.
— Quiero tenerte un rato para mí solo, nena — me pide él.
Se queja como un crío porque dice que ya no le hago caso. Toda una exageración por su parte. Los últimos días hemos tenido metido a Thomas en casa y quizá no mostraba con Damiano tantos gestos cariñosos porque me daba vergüenza hacerlo delante de su amigo.
Le planto un beso en la boca, haciendo que se trague ya su retahíla de quejas que no quiero escuchar. Él cierra los ojos y disfruta del momento. Yo hago lo mismo. Agarro sus manos y las muevo hasta mis caderas, pero cuando me descuido están otra vez en mi culo.
Me quedo inmovilizada contra su cuerpo, a su completa merced. Fuera se han dejado de escuchar las voces de nuestros amigos. A saber lo que estarán haciendo.
— Damiano...— le llamo yo.
Estoy sintiendo algo contra mi cadera y sé que la cosa se está calentando un poco.
— Shh, calla — me empuja hacia atrás, hasta que me golpeo contra la pared y me acorrala con sus brazos.
— ¿Qué me quieres hacer? — ya noto sus intenciones.
Él se hace el remolón. Su mirada viaja de mis labios a mis pechos.
— No sé si tienes edad para que te responda a eso.
Me dispongo a contestar algo a esa broma, pero sus labios atacan los míos. No tarda en empezar a desnudarnos. Mis pulsaciones se aceleran. Todo dentro de mí se remueve cuando por fin estamos desnudos y nuestros cuerpos se unen en uno solo. Damiano me sostiene muy fuerte mientras me hace el amor. Tiene un brillo especial en sus ojos. Por no hablar de la sonrisa tan bonita y atractiva que se dibuja en su rostro. Él hace que sienta millones de sentimientos unidos con una sola caricia. Nunca pensé que nadie pudiera hacerme sentir así...hasta que llegó él.
*****
— Pero, ¿y esta bebé tan bonita?
La madre de Damiano hace reír a Marlena mientras le hace cosquillas en su brazo. Se nota que Rosa llevaba mucho tiempo deseando ser abuela. No se despega de la niña ni un segundo.
He comido con toda la familia de Damiano y algunos amigos de ésta. Jacopo quería darnos una noticia. Y aún estamos esperando por ella.
Damiano me da un beso en el cuello y me giro medio ruborizada hacia él. Están recogiendo la mesa y de vez en cuando nos dan alguna mirada curiosa.
— Tranquilízate, ni que te fuera a comer — calla y sonríe — Bueno, quizás lo haga.
Junto nuestras manos y las entrelazo. Sonrío mirándolo. Él solo me sonríe de vuelta. Creo que últimamente estamos en nuestro mejor momento. Aún me estoy acostumbrando a esto de estar casada con un cantante, aunque ya hace un tiempo desde que nos dimos el "sí, quiero". Y sobre todo a mi vida como madre. A eso sí que me estoy acostumbrando todavía. Llevaba muchos años deseando tener un bebé y después del aborto que tuve ese sueño se quedó algo frustrado. Pero gracias a mi Marlena se ha hecho realidad.
Rosa vuelve con la niña y me la deja a mí. La niña sonríe mirando a Damiano. A veces siento que le hace más caso a él que a mí.
Jacopo se pone en medio del salón y levanta las manos, buscando la atención de todos. Toda su familia le está mirando. Sabemos perfectamente que esta comida la ha preparado él con un motivo.
— Me gustaría deciros algo muy importante — habla con ilusión y emoción contenida. Ríe un poco nervioso — Y también quería daros las gracias porque hayáis venido — busca a alguien con la mirada y asiente en cuanto lo ve — Menos a Damiano, a él no lo invité.
Los presentes, que son los tíos y sus primos ríen a coro. Damiano pone una mueca de duda.
— ¿Quieres que me vaya? — pregunta el aludido — Porque no tengo ningún problema, no me hace especial ilusión ver a un gilipollas hablar.
— Tan educado...— Jacopo pone los ojos en blanco y vuelve a provocar otra oleada de risas.
Marlena se retuerce entre mis brazos y da una especie de bufido. Su tío la ve y se acerca a ella para mirarla.
— La pequeña Marlena...— Jacopo acerca sus manos a la cara del bebé y la acaricia. Eso hace que mi hija se calle totalmente y se lleve una de sus manitas a la boca — La única cosa buena que ha hecho Damiano en su vida — la ironía de Jacopo hace que yo también me ría.
— ¿Pero tú ibas a hablar o a reírte de mí?
— Las dos cosas en realidad — le contesta Jacopo a su hermano.
Después de esta breve interrupción, vuelve a colocarse en el centro de la sala y hace acercarse a Alice, su novia. La chica se pone colorada. Pero también se la ve muy contenta. Se muerde el labio mientras espera a que Jacopo arranque a hablar. A mí la espera me está matando de alguna forma. A Damiano no, él está fingiendo soltar un bostezo para que su hermano vea que le está aburriendo y hable de una vez.
— Esta chica de aquí lo es todo para mí — dice, refiriéndose a Alice — Y va a ser así para siempre.
Levanta la mano de su chica y nos deslumbra a todos con el pedazo de anillo de compromiso que lleva ella en la mano. Me giro hacia Damiano. Esto me ha recordado mucho a cuando nosotros nos comprometimos.
— ¡Ya era hora! — grita el padre de Damiano mientras abraza a su hijo.
Yo siempre había estado muy sorprendida con el hecho de que Alice y Jacopo no se hubieran casado todavía. Siempre les he visto muy enamorados.
Todos en la sala dan un par de aplausos, incluida yo.
— ¿Te acuerdas de cuando me pediste que me casara contigo? — le pregunto emocionada a Damiano.
Me están viniendo muchos recuerdos bonitos de esos momentos nuestros.
— No, recuérdamelo tú — bromea.
— Te tendría que haber dicho que no — me quejo.
Aquí si bromea uno, bromeamos todos.
Él me da una mirada un poco sorprendida. Pero luego se va evaporando y aparece el Damiano egocéntrico que ya tengo calado de sobra. Su brazo rodea el mío y a Marlena, que la tengo pegada a mi pecho medio dormida y doy un brinco porque no sé que va a hacer.
— Anoche no me decías que no a nada — me susurra cerca, para que nadie alcance a escucharle.
Mis mejillas arden un poco. Debía haberme visto venir que iba a sacar a colación nuestro momento íntimo de ayer.
— Tienes razón — le susurro de vuelta y sonrío de manera forzada para molestarlo — A partir de ahora te diré "no" más a menudo.
— Ambos sabemos que estás mintiendo.
Río porque de la misma manera que yo lo conozco a él, él me conoce a mí. Y sabe cuando voy de farol.
Me levanto con la niña en brazos y lo veo observando mis piernas. Me voy contoneando mis caderas al jardín de la casa. Creo que a Marlena le vendrá bien que le dé un poco el aire. Y a mí también.
Alice aparece de pronto a nuestro lado. Le doy la enhorabuena y ella la recibe de buen grado. Está pletórica y no es para menos.
— ¿Cómo está esta pequeñita? — pone voz casi infantil para hacer reír a la niña — Se parece muchísimo a Damiano.
— ¿Y a mí? — le pregunto con la ilusión de que me diga que me parezco en algo a mi hija.
Ella parpadea un par de veces.
— Sí, claro, eh...— mira a la niña y luego a mí buscando algún parecido.
Creo que he puesto a la chica en un compromiso. Y al parecer va a tener razón Carla en lo de que la niña se parece a Damiano.
— ¡Tiene tus mismas pestañas! — eleva un poco la voz.
Su respuesta no me hace muchísima ilusión. Las pestañas son totalmente las de Damiano. Pero agradezco que Alice haya intentado buscarnos un parecido a Marlena y a mí.
— Es hermosa — casi se le cae la baba mirando al bebé — Pero claro, teniendo los padres que tiene no podía ser de otra forma.
— Gracias por el cumplido — río — Cuando tengas un bebé con Jacopo será guapísimo seguro.
Su sonrisa se va. Lo contenta que venía y parece que me he cargado esa felicidad.
— ¿He dicho algo malo? — me preocupa mucho haber metido la pata.
— Es que Jacopo y yo llevamos un tiempo intentando tener un hijo — me explica — Pero no me quedo embarazada.
— Oh, Alice, lo siento. No lo sabía — me disculpo con ella.
Rodeo sus hombros con mi brazo y le doy unas palmaditas. Se la ve bastante desanimada en ese tema, así que opto por desviar la conversación a otro lado. No quiero incomodarla ni hacerla hablar si no le apetece.
Damiano interrumpe a los pocos minutos y le pide a Alice que nos deje a solas. Justo cuando ella y yo estábamos hablando fluidamente y ella estaba más tranquila.
— ¿Qué te pasa ahora?
— Que no soporto al puto Jacopo, eso es lo que me pasa. Vámonos ya.
— Pero si está aquí toda tu familia.
— Vosotras sois mi familia — me corrige y coge en brazos a Marlena.
Cada vez aguanta menos tiempo cuando venimos a visitar a sus padres. Se desabrocha un poco su camisa con la escusa de que hace calor. Yo creo que si Damiano tuviera que estar un día entero con ropa explotaría. Aliso el vestido que lleva Marlena, el cual le regaló Victoria. Aprovecho que Damiano se pone a hablar con la bebé para tomarles una foto con mi móvil. Una más al lado de las quinientas fotos que tengo de ellos dos juntos. Mi galería entera la forman ellos. Por eso puedo decir que tengo la más bonita.
Es una imagen fielmente arrolladora la de un hombre con aires de chico malo y tramos de piel tatuada mirando con cariño y amor a un inocente bebé. Vistos así de perfil tienen un parecido increíble. Ella tiene el mismo color castaño de ojos que él, las mismas pestañas largas y curvadas y el mismísimo pelo azabache.
— ¿Piensas hacernos de fotógrafa mucho tiempo más...— Damiano me habla — o dejas de capturar el momento y lo vives con nosotros?
Asiento, guardando mi móvil de nuevo y acercándome a los amores de mi vida. Se me saltan algunas lágrimas mientras me abrazo a ellos. Así de sensible estoy.
— ¿Por qué lloras, nena? — me mira Damiano — Sabes que odio verte así.
— Es que...os quiero mucho — les digo a ambos — No sabéis cuánto.
Me llevo las manos a la cara mientras sonrío. Creo que no hay nada que se sienta mejor que unas lágrimas de pura felicidad. Siento la mano de mi hija tocar mi vientre mientras que la de Damiano me coge de la nuca y une nuestros labios. Espero a que mi marido diga o exprese cualquier emoción, pero no lo hace. Así que de algún modo creo que su silencio me está diciendo algo.
Mi móvil vibra y creo que rompe la atmósfera de paz que habíamos creado. Lo cojo casi con fastidio y descuelgo en un tono un poco grave y violento.
— ¿Quién es? — el número que aparecía en la pantalla es totalmente desconocido para mí.
Damiano se coloca a mi lado para poder escuchar. Solo puedo oír una respiración pausada al otro lado. Y eso es un poco siniestro.
— ¿Hola? — vuelvo a articular palabra.
Visto que nadie responde me dispongo a colgar y olvidar esto, pero entonces una voz pronuncia un "espera". No consigo apreciar si es un hombre o una mujer.
— ¿Quién mierda es? — me pregunta Damiano.
Los dos estamos igual.
La persona que hay al otro lado dice algo, pero se entrecorta y no sé lo que me ha dicho. Hay mala señal, creo.
— Daniela...— ahora se escucha claramente mi nombre seguido de un intenso suspiro — ¿Te acuerdas de mí?
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