Capítulo 54
DAMIANO
Tres meses antes
La sumisión. La ignorancia. La persuasión. La estupidez.
Cuatro cosas que toda persona debería evitar a toda costa. Es un error mostrarle a alguien que tiene siquiera un ápice de poder sobre ti. Le estás dando un control inigualable. Eso era lo que pensaba mientras veía a Elena ponerse de rodillas en el suelo, frente a mí. Su mirada transmitía satisfacción y expectación a partes iguales. Sé que en su interior debía de estar sucediendo una avalancha de sentimientos y de dudas sobre mí. Por una parte parecía alegre de haber conseguido lo que quería. Pero por otra estaba confusa, pensando en cual sería mi próxima acción. Sabía de sobra que yo era impredecible. Y me encanta ser así. De ese modo nadie sabe mi siguiente paso, y por consecuencia, nadie puede ir por delante de mí.
— Dami...— tocó mi muslo, llamando mi atención — ¿Estás bien?
Sonreí.
— Nunca he estado mejor.
Mi respuesta la dejó perpleja. No se la esperaba. Y tampoco yo esperaba que esas palabras salieran de mi boca con tanta naturalidad.
— ¿Y Daniela? — soltó.
Mi ceño se frunció sin que yo pudiera evitarlo.
— Joder, que obsesión tienes con Daniela, ¿no? — entrecerró los ojos y su gesto se contrajo, casi como si la hubiese insultado — Cualquiera diría que la que te gusta es ella.
Puso ambas manos sobre mis muslos y río bajo.
— ¿Sabes? — me miró a los ojos — En el fondo puede que sí que me guste - negó con la cabeza incrédula por lo que salía de su boca — Daniela físicamente no tiene nada que ofrecer, la verdad — prosiguió — Su cuerpo deja mucho que desear. Y por no hablar de su pelo — bufó — Mierda, parece que no se peina nunca. Siempre va horrible — calló unos segundos y dejó de despotricar — Pero me gusta su carácter. Dani tiene demasiado. Una chica valiente, eso no estaba mal — su voz sonaba vacía — Creo que es de las pocas personas que me han insultado nunca.
— ¿Te insultó?
No mentiré, me hubiera gustado ver ese momento. La cara de Elena, sobre todo. Ella siempre había estado acostumbrada a tener el respeto de todo el mundo. Es la típica persona que tiene acojonado a todo Dios a su alrededor.
— Sí. Lo hizo. Y fue muy feo de su parte — bajó la vista — Yo nunca le he hecho nada malo.
Rodé los ojos. Debería de haber hecho una lista de todas las putadas que le ha hecho. ¿Aunque para qué? Me faltaría papel de todos modos para enumerarlas todas.
— Pero Danie— agarré su barbilla antes de que terminara de pronunciar ese nombre de nuevo.
Se quedó muda al instante.
— Dejemos de hablar de ella, ¿sí? — asintió — Ella ya no tiene nada que ver en todo esto.
Ella retrocedió, aún de rodillas y yo me levanté.
— Bueno, ya deja de hablar...— dirigí mis manos hacia mi cinturón.
Ella se relamió los labios viendo cada movimiento de mis manos. Mi cinturón acabó en el suelo.
—...y haz el favor de poner tu boca a trabajar en algo que sí merece la pena - terminé.
*****
DANIELA
— ¿No va a venir otra vez Carla?
Levanto la vista de mi móvil para ver a la niña parada frente a mí. Carlo, el niño al que cuido está sentado en la silla, y por lo que veo parece estar pintando un dibujo que le han dado en el colegio. En cambio, Lorena, la niña esta está empeñada en que venga otra vez Carla. No sé como me pudieron liar para que viniera Lorena también. Esta niña no es tranquila como Carlo. Más quisiera yo. Por eso he conseguido que Carla viniera a ayudarme. Y he acabado descubriendo que Lorena es la copia en versión niña de Carla. Por ese motivo se han caído tan bien. Hasta que Carla ha cogido y se ha largado para merendar.
— No va a volver. Ya la verás otro día.
Hace un puchero lindo, pero ni con esas va a conseguir que Carla vuelva. De todos modos Carla tiene muy poco aguante con los niños. A la miníma los está amenazando con tirarlos por la terraza.
_ Jo, yo quería que se quedara a jugar conmigo — va hacia su mochila de princesas Disney y saca algo del interior — Mira, Daniela — agita una barbie en sus manos - Se parece a Carla — me dice pasando una mano por el pelo rubio de la muñeca — La voy a llamar igual que ella.
Observo la muñeca con detenimiento y, maldita sea, sí que se le trae un aire a Carla.
Ella se sobresalta. Acaban de tocar al timbre. Va toda ilusionada corriendo hasta la puerta y la abre sin preámbulos. Me levanto tras ella. Esta niña es un terremoto.
— No es Carla — me informa la niña aún con la puerta abierta y alguien esperando.
— ¿Quién es entonces? — pregunta Carlo desde el salón.
Le hago un gesto para indicarle que no tengo ni idea y cuando vuelvo la vista a la entrada veo como un hombre entra y cierra la puerta detrás de él. Lorena retrocede unos pasos hasta chocarse con la pared y se queda embobada mirándolo.
— Damiano — voy hacia él — No deberías estar aquí.
Sus ojos van hacia mí. Viene vestido completamente de negro. Y además me percato del maquillaje y el eyeliner en sus ojos.
— ¿Y qué más da? — pregunta él — Solo estás tú con la niña.
No me lo puedo creer. Me pone la excusa de no haberme encontrado en el piso de Victoria y que necesitaba verme, dice.
Pero me niego rotundamente a que se quede. ¿Y si viene la madre del crío?
— Solo me quedo un rato y después me voy, lo juro — promete él — Solo quiero estar contigo, nada más.
Coge mis manos y creo que me iba a besar, si no hubiera sido porque la cría nos interrumpe.
— Yo a ti te conozco — le dice y se acerca a nosotros — Te he visto en la tele — comenta con orgullo.
Damiano le sonríe.
— Qué honor, entonces — le responde.
Ella corre al salón a informar a Carlo de que hemos recibido una visita imprevista. Le explico a Damiano que el piso es de la madre de Carlo y que la cría, Lorena, es la hija de una amiga de ésta. No parece importarle en absoluto que sean dos en lugar de uno.
— Tú cantas — Carlo deja a un lado su dibujo para centrarse en Damiano.
— Sí. A eso justo me dedico.
Los niños le avasallan a preguntas de todo tipo. Aunque se centran mucho en el tema de la música.
— ¿Es verdad que te dieron un micrófono de cristal? — es una de las preguntas de Carlo, a lo que Damiano asiente.
Nos sentamos en el sofá y los dos enanos no tardan en hacerlo también, Lorena entre nosotros, y Carlo a mi lado.
— Mi mami dice que la canción de Francia es mejor que la tuya — habla Lorena.
— Francia se puede ir a la mier— Damiano niega de repente al ver la cara de ella — O sea, quería decir que es un país muy bonito. Pero mi canción era mejor que la suya — recalca él.
La niña sonríe contenta. Damiano coge algo de la mesa y lo examina extrañado.
— Qué perturbadora es esta muñeca — me mira a mí — Se parece a tu amiga.
— ¡Carla! — grita Lorena — ¿La conoces tú, Damiano?
Él asiente devolviendo la barbie a la mesa.
— Habla español — continúa fascinada Lorena — Y estaba hablándolo con Daniela.
— ¿Y tú las has entendido?
— No mucho.
Damiano la escucha atento. Su mano llega a mi espalda y la deja ahí. Me ruborizo al sentir su tacto y eso no se le pasa desapercibido. Me mira de reojo y sus labios se curvan en una sonrisa ladina irresistible.
— ¿Es tu novia? — joder con la cría, parece que no se fuera a callar nunca.
— ¿Tú crees que lo es? — muy típico de Damiano lo de responder a una pregunta con otra pregunta.
Ella no lo duda.
— Sí, porque cuando has entrado la ibas a besar que te he visto.
Damiano ríe, y ella ríe con él. Yo pensé que no se habría dado cuenta de ese detalle. Está claro que me equivocaba.
— Entonces, ¿cuando estáis solos os besáis? — insiste ella.
— Y cosas peores — le responde él.
Le doy una palmada en el hombro para que no siga hablando.
— ¿Qué cosas? — pregunta ahora Carlo intrigado.
— Pues cosas que hacen los mayores y que no te puedo decir — zanja Damiano.
Lorena toca el brazo de Damiano e intenta convencerlo para que se lo explique, pero él no se ablanda. Hasta que Carlo no saca otro tema de conversación, ellos no se enfrascan de nuevo en una animada charla. La mano que Damiano tiene en mi espalda viaja hasta mi cintura y me acerca más a él. Pongo mi mano sobre la suya y apoyo mi cabeza en su hombro.
— ¿Qué significa Måneskin? — Carlo pronuncia con dificultad el nombre de la banda.
Damiano suspira. Los periodistas le han preguntado tantas veces eso que ya le ha cogido hasta odio a la pregunta.
— Significa luz de luna. Es una palabra danesa.
Le cuenta incluso como lo escogieron. Los niños le prestan mucha atención a cada una de sus palabras. Como si lo que les estuviera diciendo fuera lo más importante del mundo.
Incluso llegan a pedirle que canten una canción, y le piden específicamente Zitti e Buoni, canción con la que ganaron el festival de Eurovisión. Los niños acaban con la mandíbula en el suelo viendo como controla perfectamente su respiración en los trozos más rápidos y más sencillos. Por no hablar de lo bien que se escucha su voz, aunque no vaya acompañada de instrumentos ni ninguna otra cosa. Los críos le dan un aplauso cuando termina de cantar el último estribillo. Yo los acompaño y Damiano me guiña un ojo sonriente. Es increíble. Creo que podría pasarme el resto de mi vida escuchando su voz, y nunca me cansaría.
Después de una media hora más con ellos, llega la madre de Carlo y nos vamos juntos al piso de Victoria. Damiano protesta. Me abraza por detrás y planta un beso en mi cuello desnudo.
— Vámonos a mi casa — me pide.
— ¿Y qué vamos a hacer allí? — río.
— ¿Estás segura de que quieres que responda a eso? — eleva las cejas.
Abro la puerta del piso de Victoria haciendo caso omiso -de momento- a su pregunta.
Me empotra contra la puerta nada más cerrar y me da un beso que e deja sin respiración. Se notan las ganas frustradas que se le habían quedado antes por no haberme besado.
Escucho unas pisadas detrás de nosotros y a una Silvia despeinada y con la camiseta puesta del revés susurrando un "hostias" en cuanto nos ve.
Damiano mira también hacia atrás y la ve. Victoria viene detrás de ella acomodando el dobladillo de su camisa en su pantalón. Ésta última no se da cuenta de nuestra existencia y coge a Silvia del brazo para acercarla a ella y plantarle un besazo en la boca.
— Venga, no me jodas — susurra Damiano mirando esa escena.
Cuando Victoria se percata de nosotros nos saluda simplemente, como si no hubiera pasado nada. Pero siendo sincera, debí de haberme visto esto venir. Desde que Silvia se hizo fan de Måneskin, también se hizo bisexual. Así de la nada.
Silvia sale disparada al baño, pasando por delante de nosotros.
— No me esperaba esto de ti, la verdad — Damiano se dirige a Victoria.
Me coge de la mano y entramos a la cocina del piso. Victoria saca un vaso y saca una jarra de lo que creo yo que es zumo quizá y se sirve un buen vaso antes de responderle a su amigo.
— Primero de todo, nunca esperes nada de mí. Yo no hago lo que se supone que la gente espera de mí — hace una pausa para beber — Yo hago lo que quiero, como quiero, cuando quiero y con quien quiero. Es lo que hay. Me da igual lo que piensen de mí.
Sonrío. Se acaba de describir perfectamente.
— No hacia falta que lo dijeras — responde Damiano — Todo eso ya lo sabemos todos.
— Por si se os olvidaba — murmura.
Aún sigo flipando con la situación surrealista esta.
— A ver, Carla se ha liado con Thomas — anuncia Damiano — Silvia se ha liado contigo — hace un gesto hacia Vic y después me mira — ¿Te queda alguien más para Ethan?
Victoria se ríe.
Bueno, más bien le da un ataque de risa.
Silvia aparece unos minutos después y viene a mi lado. Tiene todos nuestros ojos sobre ella. Sin quererlo ella se ha convertido en el centro de atención.
— Oye, Damiano — oigo a Victoria — El otro día vi a Elena — me tenso — La vi extraña, no sé, ¿tú sabes algo de lo que le pasa?
Él niega.
— ¿Yo qué mierda voy a saber? Pues nada.
Lo noto un poco cortante.
Lo miro, pero él aparta la vista, evitando el contacto visual.
— ¿Seguro? — vuelve a insistir Vic.
Silvia puede respirar tranquila. Ahora el centro de toda atención es Damiano.
— Victoria, no me vengas con mierdas y di lo que sea que quieras decir — refuta él.
Soy toda oídos. Solo escuchar el nombre de Elena me pone los pelos de punta.
— Hablé con ella — nos explica a todos — Y me dijo que os visteis después de que Daniela, bueno, ya sabes—
— Abortara — finalizo yo por ella.
Silencio sepulcral. ¿Por qué ahora se callan?
Las miradas de Damiano a Victoria lo dicen todo. Le está transmitiendo un "¿por qué abres la boca?" sin palabras.
— ¿Qué te dijo ella? — hablo yo.
Damiano hace un gesto con la mano restándole importancia al asunto. Pero esta vez no lo voy a dejar pasar.
— Victoria, ¿qué te dijo? — vuelvo a hablar.
Damiano le pide que se calle y viene hacia mí, colocando sus manos en mis hombros y pidiéndome que lo deje estar. Silvia se va al lado de Victoria sin entender nada en absoluto. Y encima tampoco sabe demasiado bien quien es Elena.
— Damiano, quiero escucharlo — le digo.
Él niega rotundamente.
— Alguna tontería. Seguramente le habrá dicho alguna mierda, yo que sé...
— ¿Y por qué no la dejas hablar? — inquiero.
— No tiene sentido escuchar nada de lo que haya dicho.
Aparto sus manos de mí y vuelvo a preguntar a Victoria. Y esta vez sí consigo mi respuesta.
— Ella me dijo que se vieron hace cosa de tres meses y que bueno...— se calla y se rasca la nuca — Me dijo algo muy raro y quería que Damiano me lo aclarara.
Victoria nos mira a Damiano y a mí arrepentida de haber hablado. Pero a mí me ha venido de lujo que lo haya dicho. De hecho, hacia tiempo que le había preguntado a Damiano sobre Elena, y él había rehuído esa pregunta. Pero ahora ya no tiene escapatoria.
— ¿Qué es lo que te dijo?
— Daniela, por favor, déjalo estar. Le habrá mentido — me dice Damiano.
— Bueno, pues entonces que cuente la mentira esa que tú dices, y nos reímos todos, ¿no crees?
— No te enfades, por favor, nena — toca mi mejilla.
Con lo bien que estábamos hace apenas unos minutos. Parece que Elena fuera una maldición que me va a perseguir por toda la eternidad.
Le doy un azote a su mano y lo aparto malhumorada.
— ¿Qué se lo habían pasado muy bien? — pregunta extrañada Silvia a Victoria, como si Vic ya le hubiera contado la historia mientras yo estaba hablando con Damiano.
— ¿Qué coño quiso decir con eso? — me dirijo a Damiano.
— ¿Tú crees que se han acostado? — cuchichea a mis espaldas Silvia con Victoria.
Y él ni siquiera se altera porque mi amiga acabe de insinuar que me ha sido infiel.
— ¿E-eso es verdad? — tartamudeo con torpeza — ¿Acababa de perder a tu hijo y tú te acuestas con esa golfa?
— ¡No! — me grita — Sabes de sobra que yo nunca te haría eso.
Niego incrédula.
— Yo ya no sé ni qué pensar de ti.
Me giro y las chicas se separan para dejarme vía libre hasta la salida. No quiero que ellas nos vean a nosotros así.
— ¡Daniela! — corre él detrás de mí — ¡Espera!
Me quedo parada en el vestíbulo. No sé si creer alguna cosa que él diga, siendo sincera. Pero, aún así, quiero escucharlo.
— No te creas nada de lo que le haya dicho a Victoria — me pide — Lo único que quiere es volver a jodernos y no lo voy a permitir.
Suelta algunas maldiciones furioso.
— ¡Todo va mal, joder! — le da un puñetazo a la pared.
Esta fuera de sí.
— Damiano, Damiano — toco su brazo, obligándolo a calmarse.
Suspira resentido y apoya la frente en la pared, cerrando los ojos.
— Joder, te dejé sola. Debería de haber estado aquel día contigo. Debería de haberte protegido a ti y al bebé. Y no lo hice. Dejé a Elena campar a sus anchas. Sembrando un reguero de mierda por donde pasa. La debería haber matado — lo miro y trago grueso — Debería de haberle arrancado la cabeza solo por ponerte un solo dedo encima — chisto y hago que se calle.
No me gusta este tipo de alteración viniendo de él. Cojo su cara entre mis manos. Me mira con un vacío raro en los ojos.
— No digas esas cosas. Matar nunca es una opción. La ira corrompe a las personas, convirtiéndolas en la peor versión de ellos mismos. Convirtiéndolas en monstruos — aseguro — Y tú no eres así.
— Dejé que mataran al bebé — me rebate — Creo que no fue hasta que me enteré de que ya no existía cuando me di cuenta de lo mucho que quería tener un hijo contigo. Formar una familia — pone un mechón de pelo detrás de mi oreja — Ver a mi bebé entre tus brazos. Dios, esa imagen se ve tan bien en mi cabeza.
— ¿Tú quieres estar conmigo para siempre?
Bufa riendo.
— Para siempre es muy poco tiempo para todo el que quiero pasar a tu lado.
Niego riendo con él.
Este es un buen tema de conversación. Y en otras circunstancias me gustaría seguir hablando de todo esto, pero ahora no. Ahora nuestro tema principal es otro.
— Damiano, ahora mismo no es momento de hablar de todo esto — le digo.
Asiente.
— Ya sé que tú quieres hablar de otra cosa — está de acuerdo conmigo — Solo quería que supieras que tú eres la única persona que me importa en la vida. Siempre lo has sido. Siempre lo serás, pase lo que pase.
Se me puso sentimental. Y es raro verlo en esta tesitura. A veces es muy reacio a la hora de hablar de sus sentimientos o emociones.
— Damiano — tomo aire antes de preguntar — Después de lo que nos ha contado Victoria, no me puedo quedar sin saberlo. ¿Tú no te acostaste con Elena, verdad?
Es una respuesta simple: sí o no. Rápido. Rezo interiormente porque todo sea un malentendido absurdo y me diga ya el "no" que yo necesito escuchar.
Pero no me da la respuesta que yo deseo, en cambio me pone más nerviosa diciendo:
— Te lo puedo explicar, Daniela.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro