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Capítulo 38

Maratón 1/3

Miro mi móvil otra vez más. El bullicio del restaurante no me deja concentrarme bien. Es Carla mandándome incontables stickers de Måneskin. ¿Cómo leches puede tener tantos? Esa chica es especial. Levanto la vista y escaneo el lugar un momento. Aún no me creo que vayamos a cenar todos juntos. Damiano, Ethan, Thomas, Victoria, Silvia, Carla y yo. No sabía si quizá iba a ser buena idea, porque estará Ethan y después de lo que me pasó con él cuando estuve en Italia no hemos vuelto a hablar y además pienso que la cosa estará un poco tensa. Pero he de admitirlo, solo por ver a Thomas y a Carla en la misma mesa merece la pena aguantar cualquier incomodidad. Daría hasta lo que no tengo por ver eso.

Siento el roce de una mano por mi muslo. Va avanzando poco a poco, como si así no fuera a darme cuenta. Se cuela por debajo de la tela de mi vestido y es entonces cuando tengo que frenar el avance.

— Damiano, deja quieta la mano — le digo yo.

— ¿Qué más te da?

— ¿Cómo que qué más me da? — le doy una mirada reprochadora — ¿Sabes qué tus amigos pueden venir en cualquier momento, verdad? — le doy un pequeño manotazo para que aparte la mano y capta el mensaje.

— Joder, Daniela — suspira — Es que siempre te pones los mejores vestidos en las peores ocasiones.

— ¿Cenar es una de esas peores ocasiones?

— Claramente — apoya los codos en la mesa — ¿Cómo coño crees que me voy a concentrar en la comida cuándo lo único que voy a querer es comerte a ti?

Río. Tengo que reconducir esta conversación antes de que se vaya aún más de contexto.

Aunque por picarlo un poco más no pasa nada.

— Pues entonces ya te adelanto yo que te vas a quedar con hambre — me río.

— No adelantes tanto — dice insinuante y me besa para que no pueda responder nada más.

Me coge de la nuca y me obliga a acercarme más a él. El olor de su perfume inundando mis fosas nasales. Su camisa negra con unos botones desabrochados dejando una mínima vista de su torso. Va vestido totalmente de negro. Y le queda súper bien. Como si ese color hubiera sido inventado específicamente para él.

Alguien se aclara la garganta delante de nosotros. Vuelvo de lleno a la realidad. Freno el beso y me acuerdo de que estamos en un sitio público en el que mogollón de gente puede vernos.

— Iros a una puta suite y allí os liáis tranquilos — bromea Victoria, que se encuentra delante de nosotros y empieza a coger asiento en nuestra mesa.

Viene seguida de Thomas y Ethan. El primero viene amable y nos saluda, pero Ethan solo saluda a Damiano y pasa de mi puta cara.

Incomodidad nivel Dios.

— ¿No iban a venir tus amigas? — me pregunta Victoria.

Asiento mirándola.

— Sí, tienen que estar al llegar.

— ¿Va a venir tu amiga esa que es periodista? — inquiere ella recostándose en su silla — Ya sabes, la rubia.

Sonrío. Ojalá hubiera podido grabar a Victoria preguntando eso para mandárselo a Carla. Seguro que se moriría.

— Pues sí — me giro hacia Thomas — ¿Qué tal te fue en la cita que te organice con Carla?

— Que yo organice, querrás decir — Damiano interrumpe y coloca su mano en la parte baja de mi espalda — No te lleves un mérito que no es tuyo, nena.

Y encima éste corrigiéndome.

— Fue bien — habla por fin Thomas — Además, tengo que pedirte disculpas, Daniela — ¿eh? — Te acusé de que tu amiga era una fan loca por nosotros y resultó que no. Era una chica muy normal — yo no sé si está hablando de la misma Carla que yo conozco — Y ni siquiera sabía nada de nosotros. Ni cómo me apellido.

¿Pero qué narices me está contando?

Y su apellido se lo sabe muy bien. Si se queda todas las noches en vela viendo vídeos suyos en Youtube. Pero bueno, ella me dijo que se iba a comportar.

"Puta por dentro, señorita por fuera", esas fueron sus palabras exactas.

Que tiemble Hollywood porque dentro de nada esa chavala se lleva el Óscar a la mejor interpretación del año.

Silvia llega unos minutos después medio fatigada, como si hubiera tenido que correr para llegar hasta aquí.

— Perdonadme por no haber venido antes — nos dice — Y espero que no os importe que él haya venido — señala a la persona que viene detrás de ella.

No puede ser. Es el mismo tipo con el que hablé el otro día. El compañero de Carla. El que trabajaba como cámara.

A ninguno parece importarle mucho su inesperada presencia. Pero a juzgar por la cara de Damiano, parece que a él no le ha hecho mucha gracia.

— ¿Eras Daniela, verdad? — me pregunta el invitado inesperado cogiendo asiento al lado de mí.

— Pues sí — asiento.

Se acomoda en la silla y se quita la chaqueta. Veo de reojo a Silvia sentándose al lado de Thomas. Eso no le hará ni puta gracia a cierta admiradora del italiano.

— Un gusto volver a verte — me vuelve a hablar el otro y me sonríe.

Damiano apoya los codos en la mesa de una manera tan bruta que hasta los cubiertos han dado un brinco. Gira su cabeza hacia el tipo y lo mira de arriba a abajo. Entonces, habla:

— Perdona, ¿tú quién coño eres? — su tono ha sido de todo menos muy amable.

— Damiano — le dice Victoria a modo de reprimenda.

— ¿Qué pasa? ¿No puedo saber quién es o qué?

Todos se miran unos a otros sin entender muy bien la situación.

El rubio mira a Damiano y sonríe, relajando un poco el ambiente.

— Tienes razón, ha sido muy feo por mi parte no haberme presentado — se echa la culpa.

Le dice su nombre y le explica que trabaja como cámara con Carla.

— ¿Estás ya contento? — golpeo mi hombro con el de Damiano aprovechando que Víctor, el antes desconocido por mi novio, está hablando con los demás.

— No mucho.

— ¿Por qué no? — digo en un tono casi inaudible.

— No me da buena espina ese tío, eso es todo — explica.

Si ni siquiera lo conoce y ya me está diciendo eso.

— ¡Ya llegué! — grita alguien acercándose a la mesa.

La que nos faltaba.

Viene luciendo tipo con su melena rubia moviéndose a cada paso que da. Su chaqueta de cuero negra y básicamente su casi entera vestimenta oscura hacen contraste con el color de su cabello. Se lleva muchas de las miradas de los clientes a su paso. Y no me extraña, es de las mujeres más guapas que yo conozco.

— Disculpad, es que me lié con una cosa del trabajo — viene sonriente.

Pero poco le dura esa sonrisa. Ha sido ver que Silvia está sentada al lado de Thomas y ponerse seria. Le echa una mirada de "primero tendrás que matarme si quieres sentarte ahí". Y hasta la hace levantarse a la otra. Intento sacar un tema de conversación con los demás para que no se den cuenta de lo que está a punto de hacer.

— Que te sientes en otro lado, maldita perra robanovios — la escucho por lo bajo decirle a Silvia.

Y acaba saliéndose con la suya. Se sienta al lado de Thomas.

La cena transcurre bien. Es Victoria sobre todo la que lleva la voz cantante todo el rato. Nos cuenta lo duro que están trabajando en la actuación y el gran talento que ve en los demás participantes. Damiano va asintiendo mientras come sin articular palabra. Víctor me habla casi todo el tiempo, junto con Silvia que se mete en la conversación. Y realmente se lo agradezco. Lo estoy notando demasiado sobre mí. Y no me gusta nada ser el centro de atención para alguien.

— Ahora vuelvo — informa Thomas abandonando la mesa y dirigiéndose a los servicios.

— Yo también vuelvo ahora — Carla yendo detrás de él.

— ¿Podrías dejarlo respirar de ti dos minutos? — Silvia cogiéndole la manga de la chaqueta para pararla.

— Pero si solo quiero ir al baño.

— Ya, claro.

— Ya déjame en paz — se da la vuelta — Haré lo que quiera hacer.

Se larga detrás de Thomas.

— ¿Le gusta el italiano? — inquiere Víctor observándola.

— No le gusta — respondo y él levanta una ceja dudoso — Le encanta.

— Es la típica fangirl desquiciada por la banda — Silvia no se da cuenta de lo alto que acaba de decir esa frase.

Los tres Måneskin que hay en la mesa se miran primero entre ellos y luego se dirigen a Silvia.

Está se recuesta hacia atrás y se pone roja por toda la atención que está recibiendo en este preciso instante. Tener tantos ojos encima tiene que estar haciéndola sentir tan intimidada.

— ¿Fangirl desquiciada has dicho? — Victoria hablando.

Joder, con lo bien que iba la estrategia de Carla de estar tranquilita con ellos y viene Silvia y se la chafa.

— ¿Qué? — muy bien, Silvia, tú hazte la loca ahora — Yo no he dicho eso.

— Sí lo has dicho — Victoria exponiendo lo obvio y sonriendo.

— ¿Y qué más te da? — creo que esto es de lo poco que he escuchado a Damiano decir desde que hemos empezado a cenar — ¿Es que te gusta o qué?

Él se ríe pero Vic se queda callada, como si se hubiera sacado un tema que no se debería haber sacado. Silvia chasquea los dedos y me señala su móvil. Intenta pasar desapercibida porque está grabando el momento.

— La chica es guapa — comenta la rubia.

Mi boca cae al suelo.

— ¿Cómo dices que dijiste? — no doy crédito.

— ¿Qué pasa? — cruza los brazos en su pecho — ¿No puedo decir que la chica es guapa?

— Te la quieres tirar — afirma Damiano.

Tanto Silvia como Víctor abren los ojos como platos. Yo me atraganto con un trozo de carne. Empiezo a toser como loca. Damiano me da unos golpecitos en la espalda para ayudar a que se me pase.

— ¿No puedo decir que es guapa sin más? — Vic suena ofendida — ¿Tiene que ir con segundas?

— Viniendo de ti, va con segundas — le responde Ethan.

Esto es surrealista.

Veo a Thomas volver de nuevo y les pido a todos que se callen. Carla viene unos segundos después y se vuelven a sentar juntos.

Cuando vuelven el ambiente en la mesa es un poco raro. Intercambio la mirada entre Carla y Victoria. Niego con la cabeza y aparto esos pensamientos. Esa pareja sería muy extraña.

*********

El viento frío de la noche de Róterdam me golpea en la cara cuando salimos todos del restaurante. Carla va pegada a Thomas como una lapa. No se separa de él ni un minuto. Silvia, Thomas, Ethan y Vic van delante de todos hablando. Bueno, más bien montando un escándalo. Sobre todo Silvia y Victoria. Van hablando a gritos. Damiano tira de mi brazo hacia atrás para ponerme a su altura y conseguir alejarnos un poquito más de los demás que van delante de nosotros.

— ¿No piensas volver a hablarme? — me pregunta.

— Te estoy hablando.

— No te rías de mí — me advierte — Estás rara conmigo toda la noche.

— No estoy rara.

— Sí lo estás — casi olvidaba lo bien que me conoce — ¿Qué he hecho que te ha molestado?

— Tu comportamiento — señalo a Víctor — Con él. Ha sido muy maleducado, Damiano.

Rueda los ojos dramáticamente.

— No he sido maleducado — se defiende.

Encima se atreve a excusarse.

— Yo incluso diría que fue una escenita de celos — digo.

Él suelta una carcajada.

— ¿Ah, sí? — su voz ronca me hace sobresaltar — ¿Y eso lo dice la misma persona que tuvo un duelo de miradas asesinas con una recepcionista solo porque me estaba mirando?

Auch. Golpe bajo.

Tenía que sacar a colación eso. Si esto fuera un videojuego ahora mismo aparecerían las palabras "game over" delante de mí. Porque joder, no tengo ninguna respuesta a lo que me ha dicho.

— A ese pavo le gustas — sus ojos se clavan en mí.

Me río.

— No es verdad.

— Sí lo es — mete las manos en los bolsillos de sus pantalones — No deja de mirarte y solo ha querido hablar contigo, joder — se calla — Incluso ahora mismo te está mirando.

Levanto la vista. Es verdad, me está mirando. Aparta los ojos cuando ve que lo he pillado con las manos en la masa.

— Bueno, eso no dice nada.

— Eso, nena, lo dice todo.

— ¿Y por qué iba yo a gustarle?

Mira hacia delante.

— Pues por las mismas razones por las que me gustas tú a mí — se encoge de hombros.

Lo freno y cojo su cara entre mis manos lista para besarlo. Solo quiero que se olvide ya de ese tema.

— Oye — la voz de Silvia haciendo eco por toda la calle.

— Siempre interrumpiendo, mierda — murmura Damiano frustrado a escasos centímetros de mi boca.

— ¿Nos tomamos la última? — pregunta ella señalando un abarrotado local en la acera de enfrente.

Carla me mira con cara de corderito a punto de ser degollado para animarme a entrar. Ella con tal de estar más tiempo con ellos hace lo que sea. Junta las manos como si estuviera rezando y simula un "por favor" con la boca.

— Venga, vamos — tiro de la manga de la camisa oscura de Damiano.

Viene a regañadientes soltando algunas maldiciones dándome a entender que lo último que quiere es seguir con los demás. Y lo único que quiere es estar solo conmigo, sin nadie más. Me pongo delante de él y lo beso. A ver si así ya deja de quejarse.

— ¿Ya estás contento? — le pregunto recobrando el aliento de tremendo beso.

— Deberías de callarme la boca así más a menudo — me responde.

Lo arrastro conmigo hacia dentro del sitio siguiendo a nuestros amigos. La música estruendosa del lugar nos da la bienvenida junto con los gritos y voces de las personas aquí presentes. Los focos con luces de colores del techo lo iluminan todo. Me detengo un segundo y me agarro al brazo de Damiano. Cierro los ojos fuertemente. Creo que el volumen tan alto de esa jodida música y las lucecitas han hecho que sienta un leve mareo.

— ¿Estás bien? — me abraza él acunando mi cara entre sus manos.

— Sí, solo me he mareado un poco - le resto importancia — Eso es todo.

Asiente dirigiéndonos a ambos hacia la zona en la que están los demás. Todos se sientan en una mesa ancha en la que cabrían perfectamente unas diez personas, creo yo. Se colocan los siete en el raro sofá curvo color sangre que está con la mesa. Cojo mi lugar la última, al lado de Damiano.

Ellos piden algunas bebidas. Menos yo. No sé por qué pero está noche no me siento con ganas de tomar nada. Y mucho menos alcohol.

— ¿No bebes nada? — Victoria hablándome a mí.

Niego con la cabeza.

— No me apetece.

Y es totalmente cierto. No me apetece.

— Bueno — Carla deja su vaso y se levanta — Ven conmigo, Dani — me pilla el brazo y me levanta a mí también.

— ¿Qué coño haces, Car?

Ella baja el tono.

— No me llames Car, parece que estés diciendo coche — ríe y chasquea los dedos llamando a Damiano — Te la secuestro un momento, ¿vale? — éste no dice nada — Pero tranquilo, que no te la pierdo.

Me arrastra para alejarnos de ahí.

— ¡Carla! — Damiano nos interrumpe antes de que nos alejemos demasiado.

— Acha, ¿acaba de decir mi nombre? — la chavala flipando en colores solo porque dijo su nombre en voz alta.

Se gira hacia él. Yo estoy de espaldas a ellos pero puedo escucharlo cuando le dice:

— Si la pierdes, no te molestes en volver aquí.

Uf, ese tono entre divertido y de advertencia.

No tardamos mucho en escabullirnos entre la gente y llegar hasta la barra repleta a rebosar de vasos sucios y copas llenas de todo tipo de bebidas.

— ¡Camarero! — grita Carla.

El chaval detrás de la barra se gira con unos botellines de cerveza en la mano que va repartiendo entre un grupo de chicos al otro lado.

— Un segundo — le pide el chico.

Carla se sonroja y me mira sonriendo.

— ¿Qué te pasa ahora? — entrecierro los ojos.

Señala al camarero.

— Es que hasta el camarero está bueno — me dice y hace una mueca de tristeza — Y en apenas unos días todo esto acabará y nos tendremos que largar a España — finge arcadas — Como odio ese país - se indigna ella sola — Está lleno de gente fea y antipática.

— ¿Me lo dices o me lo cuentas?

Silvia aparece a nuestro lado con una copa.

— Te lo confirmo, que es peor — susurra Carla mirando a la nada.

Silvia se tambalea con la copa en su mano, cuyo líquido se menea y se sale un poco salpicando el suelo.

— Algo me dice que hoy borrachilandia va a estar a full — comenta la desquiciada por los italianos.

— Ah, Carla, por cierto — Silvia saca su móvil y se lo tiende a la otra — Deberías ver este vídeo.

— ¿No será alguna guarrada?

— Que no, Carla, joder. Siempre tan desconfiada — arrastra un poco demasiado la "a" final.

— No soy desconfiada, soy precavida.

Alcanza el móvil y le da al play para reproducir el vídeo. En éste aparecen Damiano, Vic y Ethan hace un rato en el restaurante hablando. Y ahora lo recuerdo. Cuando Silvia sacó su móvil para grabar el momento en el que se pusieron a hablar de Carla.

— Es guapa — se escucha decir a Vic.

Mi amiga pausa el vídeo atónita y vuelve a ponerlo otra vez.

— ¿Y bien? — Silvia rompiendo el momento de silencio.

— ¡¿Cómo que "y bien"?! — Carla menea el móvil en su mano — ¡Dijo que soy guapa! ¡Lo dijo! — se emociona — Que mi crush dice que soy guapa. Y encima ha dicho que quiere follarme.

Frunzo el ceño desconcertada.

— No dijo nada de follarte.

— ¡Exacto! — empieza a decir cosas sin coherencia ni sentido — Cuando le dicen "te la quieres tirar", ella no dice ni sí ni no. Y eso es que sí.

Esto es flipante.

— ¿A ti no te gustaba Thomas?

— A mí me gusta todo Måneskin — se queda pensativa — Debería de intentarlo con Ethan también, a ver si tengo suerte con él.

— ¡No te puedes quedar con los tres!

— ¿Y quién dice que no? — pone los brazos en jarras — Perdona que te diga, pero hay tres Måneskin libres y da la tremenda casualidad de que a mí Dios me creó con tres agujeros — esto no me lo esperaba — Así que nada, felices los cuatro.

— ¡Que viva el poliamor! — chilla Silvia por encima de la música.

Estas dos son de otro planeta.

— Una cosa, Carla, no hace falta que sigas con tu papelón ese de no sé qué es Måneskin o no sé qué canciones tienen, porque ellos ya saben que eres fan suya — digo — Ah, bueno todos menos Thomas — me corrijo.

De la sorpresa el líquido del vaso del que está bebiendo se le sale hasta por la nariz.

— ¿¡Qué!?

Señalo a Silvia acusándola como culpable.

— ¿Pero de qué coño vas? ¡Encima que te traigo aquí de viaje y tú vas y me arruinas el business!

— No te pongas así, que se me escapó sin querer.

— A mí también se me va a escapar sin querer la hostia que te voy a dar — se acerca a ella.

Me alejo un poco de las dos. De todas formas sus peleas siempre son iguales. Tienen tremenda batalla verbal y luego tan amigas y besties por la vida. En fin, mis amigas son demasiado especiales.

Intercepto a alguien al otro lado de la barra de espaldas a mí. Alguien que yo conozco demasiado bien.

Me acerco sigilosamente por detrás y cuando estoy detrás de él pongo mis manos sobre sus ojos.

— ¿Quién soy? — susurro en su oído.

— Si eres quién creo que eres secuestráme y aprovéchate de mí, por favor — me dice Damiano juguetón.

Me río. Eso sonó bastante gracioso.

— Estás tan necesitado de mí — se gira.

— Pues sí — él tan directo como de costumbre.

Mis ojos vagan por el centro del local. Ya no parece tan abarrotado como antes. Por mi idea pasa una idea tonta. Y quiero ponerla en práctica.

Cojo las manos de mi novio y tiro de él para que me siga. Pero se queda quieto. Y mi fuerza de mierda no es suficiente como para moverlo.

— ¿Qué quieres? — me pregunta.

— Quiero llevarte a bailar — avanza un paso y vuelve a pararse — ¿Qué pasa, Dami? ¿No quieres que te lleve a bailar el baile de la vida?

Me río de mi propio comentario. Y me alegro al ver que el también se ríe.

— No me gusta la canción — me dice él.

A ver, la canción que están poniendo no es lo mejor que he escuchado, eso es verdad.

— Olvídate de eso — pido. A mí la canción me da puto igual — Venga, que te dejo meterme mano bailando.

— ¿Sabes qué? — acaba siendo él el que me lleva hasta el centro de la pista — Al final la canción no está tan mal.

Sonrío mientras nos sitúa entre la multitud y coloca sus manos en mi cintura y yo extiendo mis brazos para rodear su cuello. Su vista cae a mis labios durante unos instantes y yo digo en voz alta lo que los dos queremos.

— Bésame — casi ruego.

Él acerca sus labios a los míos y hace que se rocen, pero no llega a besarme.

— Por favor — insisto.

Mi súplica por fin lo convence. Estampa nuestras bocas cogiéndome por la nuca y pegándome a su cuerpo. Gimoteo contra sus labios débilmente.

Me separo por la falta de aire. Mi respiración se acelera demasiado. La suya también.

Me muevo contra su cuerpo al ritmo de la música. Damiano me sigue. Sonrío mientras bailamos. Es como si estuviesémos solos. Como si no hubiera un lugar lleno de gente. Nos centramos solo el uno en el otro. Me gustan estos momentos. Cuando reímos, sonreímos. Nos lo pasamos bien. Ahora mismo bailando. Sin distracciones Despreocupados. Libres. Disfrutando. A estos pequeños momentos los llamo felicidad. Momentos fugaces. Por eso me gusta vivirlos al máximo. Hay que saber valorar los pequeños instantes con las personas a las que una quiere.

Me río un poco al recordar una cosa.

— ¿Te acuerdas de cuándo fuiste a España a buscarme? — mi mente está haciendo un flashback rápido a ese recuerdo — También estábamos en un sitio como este. Y recuerdo que estaba con mis amigas y que una de ellas — me refiero a Carla, aunque no la menciono — pidió que pusieran For Your Love. Y tú básicamente viniste de repente, te pusiste detrás de mí y me cantaste una parte de la canción al oído.

Una sonrisa se abre paso en su cara. Sé que él también lo tiene que estar recordando.

— Parece que estés narrando una escena de una película — acaricia mi mejilla — Lo haces sonar tan romántico.

— Sí, bueno, si quieres decir que cantarme al oído la parte en la que dices "quiero follarte hasta que grites y llores" y restregar tu entrepierna contra mi culo fue romántico...
—- Eso para mí es romántico — se encoge de hombros — No estamos en un cliché, Daniela. Yo no te voy regalar flores y bombones y a decirte a todas horas que te quiero. Esas cosas no van conmigo. Y además, esas son las mierdas que hace todo el mundo. Son tan repetitivas que ya no tienen nada de especial. Y sabes que a mí no me gusta seguir las chorradas convencionales de la sociedad.

— Tú eres diferente a los demás — puntualizo yo.

Se pasa una mano por el pelo.

— Sí que lo soy — concuerda con lo que he dicho — Además, si eres como los demás, ¿realmente eres alguien?

Guau, este hombre a veces me hace reflexionar ciertas cosas que ni siquiera yo me esperaría pensar nunca.

Siento mis piernas flaquear un poco y en mi oído empiezo a escuchar un pitido ensordecedor. Mi vista me juega una mala pasada y por unos segundos no veo nada.

— Daniela — me llama Damiano preocupado — Nena, ¿qué te pasa?

— Nada, nada — tomo grandes bocanadas de aire — Espérame aquí, ¿vale? - hago un gesto hacia la mesa en la que nos habíamos sentado antes — Quiero sentarme cinco minutos. Solo ha sido un pequeño mareo. ¿Podrías pedirme agua?

Asiente.

— Sí, pero no quiero dejarte sola.

— Damiano, puedo ir sola hasta la mesa y esperarte hasta que traigas el agua.

Espero que no insista en no dejarme sola. Estoy bien.

— Como quieras, no tardo nada.

Echo a andar de nuevo hacia la mesa. Me dejo caer en el incómodo asiento y me relajo.

Creo que todo el estrés de estos días me tiene que estar afectando. Tiene que ser eso.

— ¿Estás bien?

Me sobresalto por la voz. Es Víctor.

— Sí.

— Te había visto antes en la pista bailando con tu amigo y me he preocupado al ver que parecía que te encontrabas mal — me explica y se sienta junto a mí.

Se revuelve un poco su rubio pelo y deja su vaso sobre la mesa.

Me muerdo el interior de la mejilla para no reírme de lo que acaba de decir. ¿Damiano y yo amigos?

— Me encuentro bien, creo. Y Damiano no es un amigo — sé que no tengo por qué explicarle nada, pero aún así — Estamos juntos.

Sus ojos se agrandan de sorpresa.

— No lo sabía — frunce el ceño — No pensaba que eras la típica a la que le gustan los chicos así.

¿Eh?

— ¿Los chicos así? — ¿a qué mierda se refiere?

— Los chicos con ese aire de superioridad. Como se suele decir, los famosos chicos malos. En fin, no te veía como la típica chica que se deja utilizar por un tío así.

Creo que en algún punto de esta conversación me he perdido.

— Él no me utiliza.

Yo solo quería estar tranquila y tenía que venir éste a sacarme de mis casillas.

— ¿Sabes? El otro día le preguntaron en una entrevista por su vida sentimental y él dijo con todas las palabras que estaba soltero — se ríe — Que no estaba con nadie.

Mantengo la calma. No me quiero poner nerviosa. Quizá incluso me esté mintiendo.

Veo a Damiano a lo lejos. Está hablando con Thomas. Se le ve alterado.

— ¿Y quién demonios eres tú para andar opinando de mi relación? — no lo aguanto más — Y me da igual lo que digas, yo sé que él me quiere.

— ¿Tú estás segura? — me quiere hacer dudar.

Me levanto con toda la intención de largarme. Pero me coge de la muñeca y me para en seco.

— Suéltame — forcejeo todo lo que puedo, pero ni aún así consigo librarme de su agarre.

— ¿Por qué te pones así? ¡Solo estábamos hablando!

Mi corazón late por tanto nerviosismo. Siento mi estómago revolverse. De pronto hace como calor.

Y al final, acaba sucediendo lo que yo sabía que iba a suceder. Le vomito encima. Algunas lágrimas brotan de mis ojos por la asquerosa sensación.

— ¡Me cago en la puta! — maldice.

Es entonces cuando aprovecho y consigo zafarme de su agarre.

Salgo disparada.

¿Hacia dónde? No lo sé.

A lo lejos veo una puerta de emergencia y como no me encuentro en situación de pensar en mucho, voy hacia allí y la abro. Mi visión es bastante borrosa por las lágrimas. Pero sé que he salido a un pequeño callejón bastante estrecho. Las arcadas vuelven y vomito de nuevo.

Escucho unos pasos acercarse detrás de mí. No le doy importancia. Solo puedo pensar en lo mucho que me quema la garganta. Esto es terrible.

— Tranquila — el dueño de los pasos coloca una mano en mi espalda y aparta mi pelo hacia atrás.

— Ethan — susurro.

Literalmente, que vergüenza que me tenga que ver así.

Cuando mi dichoso cuerpo decide que ya es suficiente me apoyo en la dura pared de ladrillos. Agacho la cabeza avergonzada.

— Ten — me tiende un pañuelo.

— Gracias — lo cojo y empiezo a secar mis lágrimas.

Se me tiene que haber corrido todo el maquillaje.

— ¿Qué ha pasado? — pregunta.

— Prefiero no hablar de eso.

Lo comprende. No me insiste en el tema. Y lo agradezco.

— Vuelvo adentro — me da la espalda para alcanzar la puerta.

— ¡Espera!

Se da la vuelta. Su largo pelo moviéndose por el viento.

— Gracias de nuevo — elevo el pañuelo.

— Eso ya lo las dicho — joder, que cortante está conmigo.

Y sé que no lo puedo juzgar por estar así conmigo. No sé si este es un buen momento para decirle lo que llevo tanto tiempo queriendo decirle, pero, es un momento.

— Lo siento — me disculpo con él.

— ¿Por qué? — sabe perfectamente por qué me estoy disculpando, pero quiere que lo diga.

— Porque jugué contigo, con tus sentimientos. Y estuvo mal — me escucha atento — Y todo porque no quería admitir lo que sentía por Damiano. Fui muy egoísta.

— Sí lo fuiste — me responde seco. Odio esta frialdad, pero me la merezco — Pero ya me da igual.

Vuelve a girarse, pero mi maldita boca no se quiere callar.

— Tú me dijiste una vez que Damiano me rompería el corazón - hablo — Pero no lo ha hecho.

Tiene la mano en la manija de la puerta. Ni siquiera me mira cuando responde:

— No hables antes de tiempo.

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