Capítulo 28
— Te reto a que te bebas esa cerveza de un solo trago — escucho mientras bajo las escaleras.
Esa voz proviene del salón.
Me pongo bien la camiseta y me encamino hacia la cocina a por un vaso de agua. Pero el trecho que hay entre las escaleras y la cocina es una pesadilla. Toda la gente apelotonada y sin apenas espacio entre ellos.
¿Cuándo se va a vaciar la casa?
Son como las tres y media de la madrugada.
Llego hasta el salón y noto cómo dos ojos se clavan en mí.
Él.
Le devuelvo la mirada y literal, parece como si pudiéramos comunicarnos solo con el contacto visual.
Tenemos algo pendiente.
Hace apenas unos minutos le dije que estaba celosa.
Pero no pude decirle el por qué ya que Vic nos interrumpió. Ganas de matarla. Será mi amiga y todo eso. Pero me destrozó el momento con Damiano.
Le hizo salir de la piscina para presentarle a no sé quién y yo me fui directa a la habitación para poder cambiarme de ropa. Estaba empapada. De paso miré a ver si Ethan se había despertado, pero no. Seguía tal y como lo dejé. Durmiendo a pierna suelta.
No pensaba salir de mi habitación pero es que me ha entrado sed y no tenía más remedio que bajar.
Y en este salón el ambiente parece tensarse en cuanto entro. Damiano con Elena en el sofá. Ya se han cambiado los trajes de baño y él está sentado, mientras que ella está tumbada con las piernas sobre los muslos de él.
Me van a dar arcadas.
Thomas y Vic están sentados en el suelo formando un círculo con un par de personas más. No reconozco a esa gente a primera vista. Pero luego me doy cuenta de que reconozco a la chica que está al lado de Vic. Es esa con la que me he topado antes en la escalera y he hecho que se le cayera la bebida. La misma que me ha acojonado con esas lentillas color negro que lleva.
Parecen estar jugando a algo. Pero ni idea de a qué.
— ¿Verdad o reto? — le pregunta la de las lentillas negras a Victoria.
Ay mierda, es ese juego asqueroso.
— Reto — responde decidida Victoria.
— Vale...Pues te reto a que te quites la camiseta.
Algunas personas a su alrededor se dan la vuelta después de escuchar el reto propuesto. La de las lentillas parece expectante, como si creyera que Vic se va a echar para atrás. Pero va muy equivocada. A mi amiga en atrevimiento no le gana nadie.
Y tal y como me esperaba se la quita delante de todos y se queda solo con un sujetador negro de encaje.
— Hecho — dice la rubia.
Me río ante su chulería delante de todos. Es que es tremenda. Siempre voy a admirar la seguridad que tiene en sí misma. Yo nunca hubiera aceptado lo de quedarme en sostén.
Voy a la cocina corriendo y bebo algo de agua. Vuelvo pasando por el salón intentando evitar el grupito de los chicos que están jugando verdad o reto.
Pero la suerte no está de mi lado.
— ¡Daniela! — grita una voz.
Joder, no.
Vamos, Daniela. Valentía.
Como si nada.
A por todas.
Sonrisa falsa saliendo en tres, dos, uno...
— ¡Elena! — exclamo yo girándome hacia ella y hacia todos los que están alrededor.
— ¿Quieres jugar? — me pregunta sentándose bien en el sofá.
¿Yo? ¿A eso?
Y encima con ella ahí pegada a Damiano.
— No, no creo que sea una buena idea...— le digo aún con una sonrisa falsa en mi cara.
— Déjala El, no se atreve — interrumpe él.
Ni siquiera me está mirando. Simplemente mira al frente.
¿Qué coño le pasa ahora?
— ¿Y por qué no me iba a atrever? — lanzo.
— Simplemente te conozco. Y sé que no te vas a atrever — rebate.
Y sigue sin mirarme. Y ahora ha puesto su brazo sobre los hombros de la zo...de Elena, perdón, de Elena.
Contrólate, Daniela.
Solo está jugando conmigo.
Hace un rato en la piscina estaba tan bien y hasta cariñoso y ahora está indiferente y distante.
Pues nada.
¡Que viva la bipolaridad!
— ¿Sabes qué? Me voy a quedar — zanjo.
Me siento en el suelo junto a Vic y Thomas. Si Damiano quiere jugar, pues juguemos.
Noto como una mirada se posa en mí. Es la de la chica de las lentillas.
— ¿Yo te he visto antes? — me pregunta y parece pensarlo — ¡Ah, sí! — chasquea los dedos — Hace un rato en las escaleras.
Asiento.
— Eva, es Daniela — le explica Elena y dice mi nombre en un tono raro, como diciéndole algo en clave a la otra.
— ¡Ah, coño! — grita la otra — ¡Daniela! ¡La ex de Damiano!
Vaya. No sabía que ahora era famosa por eso.
— Mi hermana me ha hablado mucho de ti — me mira la de lentillas.
— ¿Tu hermana? — inquiero confundida.
— Daniela, ella es mi hermana — la señala Elena — Se llama Eva.
La tal Eva levanta la mano en señal de saludo.
— Bueno, si habéis acabado con las presentaciones, ¿podemos seguir jugando? — pregunta Damiano.
— Bueno, tranquilo, fiera — se ríe Thomas.
Damiano le saca el dedo en respuesta.
— Toma tú estos — le saca Thomas dos dedos.
— Gilipollas — rueda los ojos Damiano.
— Bueno, ya está bien — hace una palmada Eva llamando la atención de todos — Vamos. Daniela — me mira — ¿Verdad o reto?
Jo, ¿por qué yo la primera?
Bueno. Hay que jugar con inteligencia.
— Verdad — respondo decidida.
— ¿Segura? — dice Eva en un tono de "¿en serio crees que escoger verdad es mejor?"
Asiento.
— Bien — sonríe maliciosa — ¿Es verdad que alguna vez has follado con Damiano?
Ay. ¿A qué viene esa pregunta?
— ¿Pero qué mierdas? — pregunta Damiano — Estuvimos juntos. Creo que está claro.
— Quiero que lo diga ella.
Todos concentran sus miradas en mí. Puedo sentir ya el rubor en mis mejillas. Pero tengo que responder.
— Sí. Verdad.
Y sí lo es. Claro que nos acostamos. De hecho perdí la virginidad con él.
— Muy bien — asiente Eva — Vamos contigo Damiano — se gira hacia él.
— Verdad — suelta él.
Eva alza las cejas divertida.
— Qué rápido — comenta ella — ¿Es verdad que te has acostado con dos personas de las que están aquí presentes?
Espera, ¿qué?
— Verdad — afirma fijando su mirada en mí.
Es una mirada gélida. Sin nada. Vacía.
Dios, quiero irme de aquí. Pero tampoco le quiero dar el gusto.
Por no hablar de que ya todos nos hemos dado cuenta de que la otra persona es Elena. Se ha acostado con ella.
¿Qué me podía esperar?
— ¿Estás bien? — me susurra Vic.
Me calmo y me giro hacia mi amiga.
— Perfectamente — miento para no preocuparla.
Después de un par de rondas preguntando tonterías y mierdas insignificantes le toca el turno a Elena.
— A ver, hermanita — el tono jocoso de doña lentillas me repugna un poco — Dime, ¿verdad o reto?
— Verdad — ríe Elena.
— ¡Venga ya! ¿Nadie piensa elegir reto? — se indigna Eva — Pero bueno vale, hay algo que te quiero preguntar desde hace mucho — se acerca más y baja el tono de voz como si fuera a contarnos un secreto — ¿Es verdad que Damiano la tiene enorme? — pone cara inocente.
He de admitirlo. Estaba tardando en preguntar algo así.
Elena se hace la remolona alargando la espera de su respuesta y coloca su cabeza en el hombro de Damiano.
— Verdad — dice al fin.
Veo aparecer una media sonrisa egocéntrica en el rostro de Damiano.
A éste se la borro yo en un segundo.
— No es verdad — llamo la atención de todos — No es nada exagerado. Es más, podría decir que es una decepción en la cama — termino.
Y justo como quería. Se le ha quitado la sonrisa de la cara.
— No pensabas lo mismo cuando estábamos juntos — se encoge de hombros.
Yo lo mato.
— Eso era porque me tenías engañada — intento argumentar algo.
Esto empieza a ser una batalla verbal. Y no la pienso perder.
Aparta su brazo de los hombros de Elena y se agacha un poco aún sentado en el sofá con los brazos en los muslos.
— ¿Que yo te tenía a ti engañada, Daniela? — su tono frío como el hielo.
— A ver, a ver — dice Elena intentando cortar la tensión — No os pongáis así.
— Shh, calla, Elena que esto está interesante — rechista Eva con el móvil en la mano.
Vic y Thomas también están intentando calmar un poco la situación. Pero ni modo. Y Damiano y yo nos estamos acrivillando con la mirada.
— Uf, puto Wi-Fi — se queja Eva meneando el móvil de arriba a abajo para conseguir red — No funciona.
Todos dirigimos nuestros ojos hacia ella. Parece una loca meneando el móvil de un lado a otro.
— Mira, Damiano — empiezo yo — El Wi-Fi es como tú. Inestable.
Él ríe.
— Qué curioso — su tono burlón no se me pasa por alto — Yo estaba pensando que es como tú. Piénsalo, Daniela. ¡Viene y se va cuando le da la gana!
Auch.
Sé perfectamente que se refiere a mi huída de hace cuatro años.
Y eso duele.
Los demás están mirándose los unos a los otros tratando de entender qué está pasando entre Damiano y yo.
— Se acabó — digo levantándome.
-—Espera, tía — tira Vic de mi brazo.
— No, Vic. Quiero estar sola — me zafo de su agarre.
— Joder, como se ha liado la cosa en un momento, ¿no? — comenta Eva — Aunque no entiendo como pudistéis estar juntos. Ella parece demasiado simple para ti — mira a Damiano.
Él parece tensar la mandíbula y la fulmina con la mirada.
Para ser claros, si las miradas mataran esta chavala no seguiría viva.
Él se levanta del sofá y sigue sosteniéndole la mirada. Ella parece comprender que ha cometido un error y agacha la cabeza.
— Eva, ¿a ti nunca te han enseñado a cerrar la puta boca y meterte la lengua por el culo? — pregunta Damiano intimidatoriamente.
— Y-yo lo siento — el enfado de Damiano hace efecto en la chava esta.
— Damiano, por favor, tranquilízate — se acerca Elena hacia él.
— ¡Estoy tranquilo!
Claramente no lo está.
Empiezo a retroceder hacia atrás a ver si puedo salir de aquí sin que se enteren.
— Ven aquí — Damiano se acerca y me coge del brazo arrastrándome con él.
Pero, ¿qué?
Todo el mundo está boquiabierto mirando esta bochornosa escena. Y yo no sé ni que está ocurriendo.
— Damiano, suéltame — intento luchar contra su agarre echándome hacia atrás.
— De eso nada, nena.
Suelta mi brazo y me pilla totalmente desprevenida cuando agarra mi cintura y me eleva colocándome sobre su hombro.
— ¡Damiano! — me quejo.
Él hace más fuerte el agarre en mi cintura para que no me caiga y echa a andar. Mi cabeza va botando a cada paso que da.
Cierro los ojos y pienso que voy a marearme cuando me baja y me deja en el suelo.
Estamos fuera de la casa, en la entrada.
— Damiano...— no me deja decir nada más.
Pone su mano en mi boca opacando mis palabras y me echa hacia la pared de la entrada. Mi espalda choca contra ésta en un leve golpe.
— Estoy harto, Daniela — se pasa una mano por el pelo — Harto de tus putas contradicciones. De tu comportamiento. ¿Quieres estar conmigo? ¿No quieres? ¿Quieres volverme loco? — niega con la cabeza incrédulo — Porque se te da jodidamente bien.
Destapa mi boca y se aleja unos pasos dándome la espalda.
— No quiero volverte loco — le aclaro sintiendo un nudo en la garganta.
Suelta una risa amarga.
— Pues eso no es lo que parece — vuelve a girarse hacia mí — Viniste a Italia, me ignorastes y me tratastes como una mierda. Luego te volviste para España, fui hasta allí solo para estar contigo. Seguiste con tu comportamiento frío y distante. Pero no me rendí contigo, Daniela. Continúe insistiéndote — da una bocanada de aire — Por no hablar de que luego volviste a Italia y te liaste con Ethan en mi cara. Que manda cojones la cosa — alza sus ojos hacia mí — Espero que te diviertieras viéndome la cara de gilipollas.
— No, no, eso no...— intento acercarme.
Pero él levanta la mano frenándome.
— No. Ahora calla y escucha — suelta aire sonoramente y continúa — Me dejaste claro que ya no querías nada conmigo. Me tuve que joder y aceptarlo. Y ahora me ves con Elena y me dices que estás celosa. No quieres estar conmigo. No quieres que esté con nadie. ¿Qué quieres de mí, Daniela? ¡¿Qué coño quieres de mí?! — chilla alterado.
Viene hacia mí a paso decidido y nos quedamos frente a frente.
— Dímelo. ¿Qué quieres de mí?
— Yo...
— Tú...¿tú, qué?
Los centímetros entre nuestros labios cada vez son menores. Sus facciones parecen relajarse.
No respondo. Echo mi cabeza hacia delante y uno nuestros labios en un beso.
Al principio él no lo corresponde y eso me pone jodidamente nerviosa. Pero no tarda demasiado en cogerme de la nuca y hacer el beso más salvaje. Su lengua se cuela dentro de la mía.
No sé cuánto tiempo dura el beso, solo sé que nos tenemos que separar por la falta de aire.
— ¿Por qué no has hecho esto antes? — apoya su frente en la mía recuperando el aliento.
Sonrío inconscientemente y me abrazo a él.
Damiano deposita un beso en mi cabeza y me rodea con sus brazos estrechándome contra su cuerpo.
Toda esta burbuja de felicidad se pincha cuando se escuchan unos aplausos procedentes de la puerta de la entrada.
— Tan bonito, ¿no, Daniela? — pregunta la persona de la puerta en tono sarcástico.
Mierda.
Damiano y yo nos separamos y miramos a esa persona.
— Ethan, por favor, esto no...
— Cállate — me advierte.
— Oye, no le hables así. Te lo advierto — amenaza Damiano.
Ethan se acerca hacia él y lo señala.
— Tú no te la mereces — se cabrea.
— ¿Y tú sí, no? — se ríe Damiano — Ethan, me quiere a mí. Ya lo has visto.
Los dos quedan el uno delante del otro echándose miraditas de superioridad.
— Ella me quiere a mí — dice egocéntrico Damiano — Supéralo.
Acto seguido palmea el pecho de Ethan haciéndolo alejarse.
— Eh, eh — me pongo entre ellos.
Ya solo me faltaba que se molieran a golpes.
— Tienes razón, Daniela — asiente Ethan — No merece la pena — me señala — Tú no mereces la pena.
Se va a grandes zancadas dentro de la casa y corro para alcanzarlo.
Me siento fatal.
Creo que se merece una explicación.
— Lo siento, Ethan, de verdad — me disculpo llegando hasta él.
— No lo sientes — se gira hacia mí — Vete con Damiano — señala la puerta — Sois los dos perfectos juntos — rueda los ojos.
— Lo siento — siento una lágrima escapar de mi ojo — Pero es que yo le quiero — confieso.
Se ríe. Es una risa entre sombría y divertida. La típica risa que te pone los pelos de punta.
— ¿Y crees que él te quiere? ¿En serio? — dice con incredulidad.
Asiento.
— No lo creo. Lo sé — afirmo.
— Siento pena por ti, Daniela — dice pero suena indiferente.
— ¿Por qué? — no lo entiendo.
— Porque te romperá el corazón.
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