Capítulo 18
Cierro la puerta de mi habitación detrás de mí después de haberle dado un tortazo en el brazo a Carla por su maldito comentario.
— ¿Todo bien? — Damiano alza una ceja.
— Eh, sí, sí.
Él asiente y comienza a echar un vistazo por mi habitación. Yo comienzo a preparar la cama para que podamos dormir los dos.
Es solo dormir.
Es solo dormir.
¿Qué puede salir mal?
Quito la manta que ahí encima de la cama y aparto la colcha. Ahueco un poco la almohada y me quito los zapatos. Realmente estos tacones me estaban matando los pies.
— ¿Todos los libros que tienes son eróticos? — me pregunta Damiano señalando algunos de los libros que tengo apilados encima de mi escritorio.
Voy hacia allí y miro su cara de confusión leyendo los nombres de las novelas.
— ¿Qué te hace pensar que son eróticos? — le digo divertida.
Él coge uno en sus manos y me lo muestra.
— Pues no sé, pero ¿Pídeme lo que quieras? — dice el nombre del libro en español y con voz ronca — No entenderé mucho de español, pero sí entiendo lo suficiente como para saber que no es un libro educativo.
Suelto una risa suave y él coge otro libro.
— ¿Mister? — lee el título en voz alta — ¿Este tampoco es erótico, nena? — se burla.
— Venga, deja esto — le hago soltar los libros.
Joder, si hubiera sabido que él iba a quedarse aquí habría guardado los libros en los cajones.
Él se gira y sigue viendo la habitación.
— ¿Te gusta lo que ves? — le pregunto viendo que está mirando la cama intensamente.
Alza la vista y la fija en mí. Sus ojos se clavan en los míos y luego comienza a bajarlos por todo mi cuerpo, despacio. Baja por mi cuello, por mis tetas, por mi vientre, por mis piernas, hasta llegar a mis pues desnudos. Entonces vuelve a mis ojos y asiente pícaro.
— Sí. Definitivamente me gusta lo que veo — expresa, claramente refiriéndose a mí.
Como siga con esa actitud va a mandar mi plan de "solo dormir" a la mierda.
Me muevo bajo su taladrante mirada hacia la esquina derecha de la cama.
— Yo duermo aquí — señalo el lado derecho — Y tú ahí — señalo el lado izquierdo.
— Vale.
Va hacia la esquina de la cama y comienza a quitarse los zapatos. Al principio pienso que ya va a tumbarse en su lado, pero no. Se quita la chaqueta. Y como no lleva nada debajo puedo ver su perfecto torso desnudo repleto de tatuajes. Sus ojos se cruzan con los míos y sonríe.
— ¿Te gusta lo que ves? — usa la misma pregunta que le había hecho yo unos minutos atrás.
Mierda.
No me había dado cuenta de que me lo estaba comiendo con los ojos mientras se desvestía.
Intento controlar mis ojos y no mirarlo, pero me es imposible no mirar cuando se desabrocha el cinturón y deja caer sus pantalones al suelo, quedando solo en bóxers.
Se mete a la cama y se tumba hacia arriba.
— ¿Tú vas a dormir con eso? — señala mi vestido.
— Eh y-yo...— tartamudeo.
Hago mi mejor esfuerzo para mirarlo a la cara y que mis ojos se mantengan ahí y no bajen a su entrepierna.
— No te preocupes, puedes quitártelo. No miraré.
Cierra los ojos. La verdad es que no me apetece dormir en vestido. Voy hacia la puerta y apago la luz dejándonos solo con la luz de la noche que se cuela por la ventana. Me quito el traje por la cabeza y lo tiro al suelo junto a la ropa de Damiano. Voy hacia mi armario y rebusco en él. Pero no encuentro mi pijama. ¿Dónde narices está?
Oh mierda.
Lo dejé en la lavadora esta mañana para que Gab hiciera la colada. Ahoro mismo tiene que estar por ahí. Pienso en salir, pero está todo en tan sumo silencio que me da miedo despertar a alguien. O peor, que alguna de las chicas me vea en ropa interior y se piense cosas que no son.
— ¿Qué ocurre? — susurra Damiano desde la cama.
— Eh, es que me he dejado el pijama en la lavadora y no sé si salir a por él.
— Da igual. Duerme con lo que lleves — zanja aún con los ojos cerrados.
Un momento, ¿está loco?
— ¿Estás seguro?
— Daniela, por favor — abre un poco los ojos echándome un vistazo — Somos adultos, podemos dormir perfectamente en ropa interior sin que ocurra nada, ¿o no? — me reta.
— No me mires — le advierto yendo a la cama de puntillas.
Él se tapa los ojos con su mano riendo.
— Daniela, no es nada que no haya visto antes — su voz es jodidamente caliente.
Joder.
Noto como el calor se hace presente entre mis muslos.
Le doy un codazo cuando me echo en la cama tapándome con la sábana. Aunque es verdad, no es nada que él no haya visto ya.
— Buenas noches — digo poniéndome de espaldas a él.
Cierro los ojos e intento dormir. Pero, ¿a quién quiero engañar? Es imposible dormirme sabiendo que él está detrás de mí medio desnudo. Aprieto mis muslos intentando aliviar mi terrible excitación. Hacia tanto tiempo que no me mojaba así.
— ¿Has pensado en lo que te dije? — rompe el silencio.
Abandono mi postura y me pongo boca arriba al igual que él.
— ¿El qué?
— Lo de volver a Italia conmigo.
Pongo una mueca de confusión.
— Espera solo has venido aquí para que vuelva a Italia contigo, ¿no?
Ahora lo entiendo todo. Sabía que había un motivo oculto detrás de la visita.
— ¿Cómo supiste que estaba en ese local?
Esa pregunta me ha estado rondando la cabeza casi toda la noche, pero con todo el jaleo no he podido preguntárselo hasta ahora.
— Piensa — dice él simple.
Hago memoria a hace unas horas atrás e intento pensar en alguna forma en la que haya podido enterarse de cuál era el local. Me rebano los sesos pensando. Recuerdo que por la mañana estuve haciendo la tarta de cumpleaños con Gab, luego vino Carla, comimos y después me llamó Vic...
Un momento. Stop.
¡Victoria!
Ella me insistió en saber el nombre del local. Al principio no entendía su insistencia, pero ahora todo encaja. Ella quería darle el nombre del lugar a Damiano. Ella sabía que él iba a venir. Ella es su cómplice.
— Victoria — susurro.
Él asiente.
— Se muere de ganas de que vuelvas a Italia, Daniela. Y yo también. Y todos.
Yo estoy flipando.
— ¿Esto ha sido una encerrona?
— No, pero te conozco demasiado bien y sabía que sí no venía, iba a ser imposible convencerte de volver. Y además Victoria no para de dar el coñazo desde que te fuiste. Necesita una amiga desesperadamente. Daniela, por favor. Prometo que me portaré bien — suplica un poco.
— No sé Damiano...
— No voy a aceptar un no por respuesta — dice él serio — Vas a decir que sí. Tú solo espera unos minutos.
Quedo confundida.
— ¿Por qué estás tan seguro de que diré que sí?
— Porque sé que lo harás. De tu boca saldrá un sí.
Este hombre es tan tozudo.
¿Debería volver? ¿No debería?
Por un lado me gustaría volver. Pero por otro lado sé que volver podría ser un caos. Y más viviendo en la misma casa que Ethan y Damiano. No es buena idea.
— Para de hacer eso.
Lo miro extrañada.
— ¿El qué?
— Entreabrir la boca, echar la cabeza hacia atrás, juntar tus muslos para calmarte. ¿Acaso crees que no sé que estás cachonda? — se gira hacia mí.
Mierda.
— ¿Qué observador, no? — suelto deseando cambiar de tema.
Me giro para mirarlo también.
— Tus gestos te delatan fácilmente.
Me conoce tan bien.
Junto mis muslos con más fuerza. Creo que debo de estar chorreando. Necesito atención entre mis piernas desesperadamente. Urgentemente.
Pero no puede ser. Solo espero que en unos minutos se alivie el calor instalado entre mis piernas.
— Tócate.
Miro al italiano. ¿Acabo de escuchar lo que creo que acabo de escuchar?
— ¿Eh? — alcanzo a decir.
— Tócate. No puedo dormir sabiendo que estás cachonda y que yo no puedo hacer nada.
¿Se volvió loco?
— Y-yo no, n-no sé — tartamudeo nerviosa — Yo nunca...
Me freno antes de terminar lo que iba a decir.
— Espera — se incorpora él sobre el colchón — ¿Nunca te has masturbado?
Mis mejillas empiezan a arder. Y sí, nunca me he masturbado.
— ¿Podemos olvidar esto, por favor? — pido.
— ¡Obvio que no! — coge mi mano por debajo de la sábana.
Doy un respingo al sentir su tacto.
— ¿Qué haces? ¡Suéltame!
— Tranquila, fiera — coloca mi mano sobre mis bragas cuidadosamente.
— ¿Qué demonios...? — él pone un dedo sobre mi boca opacando mis palabras.
— ¿Puedes no ser tan fría por un momento? — me pregunta. Su voz tan jodidamente sexy y profunda ahora mismo.
Mierda. Su voz solo hace que mi excitación crezca más.
Es solo dormir.
Era solo dormir.
Bueno, a estas alturas creo que lo de solo dormir se fue a la mierda hace ya un buen rato.
— Confía en mí — me susurra contra la oreja.
Coloca su mano sobre la mía y la dirige hacia el interior de mis bragas. Mi mano entra en contacto con mi sexo.
Joder.
Debería de pararlo, pero mi jodido cuerpo no quiere reaccionar.
Él saca la mano de debajo de la sábana y me insiste para que me toque.
— Venga, hazlo. Imagina que no estoy aquí — insiste.
Suelto una carcajada.
— No puedo imaginar eso. Tu presencia es demasiado notable. No puedo ignorarla.
— ¿Qué tal si dejamos de hablar y comienzas a tocarte? — me quedo quieta — ¿Prefieres quedarte así, mojada y frustrada? — se acerca a mi oreja y muerde mi lóbulo.
Eso me ha puesto a cien.
Muevo mi dedo medio alrededor de mi clítoris, recogiendo toda la humedad que había quedado ahí acumulada.
— Así — dice Damiano mirando como muevo mis dedos aún debajo de la sábana.
Sigo moviendo mis dedos alrededor de mi clítoris. Pero solo consigo frustrarme más. Literalmente no siento nada. Masturbarse es una mierda. Hago una mueca de pura frustración y Damiano lo nota.
— Para — me dice a modo de orden — ¿Qué te pasa?
Paro mis movimientos y saco mi mano de mi ropa interior.
— Esto no funciona. No siento nada.
Él asiente y pone cara de haber tenido una idea. Miedo me da, la verdad.
— Cierra los ojos.
— ¿Qué?
No sé que se le ha ocurrido, pero sé que no va a ser nada bueno.
— Cierra los ojos — repite y le hago caso.
No voy a mentir, en el fondo me da curiosidad saber que tiene pensado.
Aprieto los ojos para cerrarlos totalmente. El italiano echa la sábana a un lado dejándome expuesta.
— ¡Damiano! — me quejo intentando recuperar la sábana.
— No — coge mis manos para detenerme.
Siento algo de vergüenza al estar casi desnuda y bajo su penetrante mirada. Me intimida, este hombre me intimida solo con una mirada.
— No tienes por qué sentir vergüenza — susurra contra mi oído — Te aseguro que cada parte de tu cuerpo tiene loco al mío.
Mis mejillas arden. Me remuevo incómoda en la cama. Este tío solo quiere ponerme más cachonda. ¡Más de lo que ya estoy!
— No te creo — lo provoco. Mi tono de voz es puro nerviosismo mezclado con expectación.
— ¿Ah, no? — alza las cejas — Aquí tienes la prueba.
No entiendo a qué se refiere hasta que mueve su cadera hacia delante y su enorme erección roza mi muslo.
Doy un brinco sorprendida.
Eso es gigante.
— Así es cómo me tienes siempre, Daniela.
Ya no aguanto más.
— Damiano, por favor — le suplico.
— ¿Qué quieres? — se hace el tonto.
— Tócame.
Me sorprendo a mí misma pidiéndole eso, pero ya no aguanto más y yo soy pésima masturbándome.
Quizá estoy cometiendo un error y quizá me arrepienta mañana de esto -que es lo más seguro- pero joder necesito calmar la excitación entre mis piernas.
— ¿Dónde quieres que te toque? — alza las cejas.
Su expresión es pura diversión.
Hijo de puta.
— Pues ya sabes...ahí — digo yo sin más.
Él se muerde el labio inferior.
— ¿Aquí? — señala mi brazo.
El muy maldito está jugando conmigo. Yo niego con la cabeza en respuesta.
— ¿Aquí? — pone la mano sobre mi teta derecha cubierta por el sujetador.
— ¡No! — me estoy empezando a desesperar.
— Vale, vale. Entonces...¿más abajo? — se hace el interesante.
Asiento vivamente ante su pregunta.
— Habla con la boca — exige.
— ¡Sí!
La anticipación me está matando.
Estoy goteando.
— ¿En el coño, Daniela? — pregunta finalmente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro