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Capítulo 14

— Bueno, tú no vengas a ayudarnos a recoger tus mierdas, ¿eh? — le dice sarcástica Silvia a Carla — No se te vayan a romper las uñas, damisela.

La rubia le saca la lengua.

— No es por eso, lista. No os puedo ayudar por esto — señala el cortísimo vestido que lleva puesto — Si me agacho, todos esos babosos — su dedo señala ahora la cola infinita de hombres jóvenes que esperan para entrar a la discoteca — Me van a ver el culo. Y no se merecen ver esa maravilla — culmina su explicación.

— Uf, bájale a tu ego — se queja Silvia.

Yo sigo recogiendo las cosas de Carla junto con Silvia y Gabriella. Raquel coge a Carla del brazo y entran al lugar diciendo que van a pillar sitio. Nosotras seguimos con lo nuestro.

¿Y por qué estamos recogiendo las cosas de Carla del suelo?

Pues porque cuando hemos llegado a la fila de la discoteca, Carla se ha puesto a retocarse el maquillaje con la mala suerte de que una chica medio ebria le ha dado un empujón sin querer al pasar por su lado y su bolso ha caído al suelo, y todas las cosas que habían dentro han volado hacia fuera. Cosas como: llaves, maquillaje, pintalabios, toallitas, algo de dinero en efectivo, tampones...Su bolso parece el bolsillo mágico de Doraemon. Y ahora todo está en la acera esparcido.

— Vale, creo que ya lo tenemos todo — dice Gab levantándose de la fría acera con varias cosas en la mano.

— Sí — asiente Silvia — Aunque creo que...— baja la vista de nuevo y se agacha a por algo — ¡Ya está! — dice llena de felicidad agitando un botecito negro — Ahora sí está todo.

Me adelanto unos pasos para averiguar cuál es el contenido del bote.

Es el spray de pimienta de Carla.

Dos chicos pasan por el lado de Silvia. Van riéndose de sus propias bromas y hablando a viva voz. Pero cuando ven a mi amiga, bueno, más bien cuando ven el pequeño bote que lleva en su mano izquierda, se alejan rápidamente, como si Silvia llevara una metralleta o algo así, y acaban estampándose contra la dura pared de cemento del local. Los pobres están asustados.

Silvia se percata de ello y agita un poco el bote y da unos pasos cortos hacia ellos. Los chicos se asustan aún más y se disponen a correr despavoridos calle abajo.

Silvia suelta una sonora carcajada.

— No me puedo creer que se hayan pensado que ibas a usar el spray contra ellos — digo sorprendida.

Algunas personas de alrededor que esperan en la cola también han visto la escena y algunos se ríen bajito y otros frunzen el ceño sin entender nada.

— Bueno, dame — Gab me quita las cosas que he recogido de Carla — Voy a llevarle todo esto.

La otra asiente y salen corriendo para entrar al local. Unas personas que están esperando se quejan de que ellas hayan entrado sin haber tenido que esperar. Pero lo que esa gente no sabe es que Silvia está compinchada con el portero. Es su primo.

Suelto un "lo siento" a la pobre gente que lleva aquí un montón de tiempo esperando y me dispongo a entrar.

— ¡Espera! — grita una voz masculina detrás de mí.

Pero no le hago caso porque no la reconozco.

— ¡Por favor! ¡La chica morena! ¡Espera! — vuelve a gritar.

Un momento. Yo soy morena.

Me doy la vuelta para mirar al chico que estaba gritando. Parece joven, es alto y su pelo es rubio. No sé quién es. Pero me está mirando directamente a mí.

— Perdona, ¿te conozco? — le pregunto extrañada.

— Eh no no, pero antes he visto que a tu amiga rubia se le caía esto — me enseña unos pequeños paquetes de envoltorio dorado.

Me cago en toda la existencia de Carla.

Oh — me muero de vergüenza.

El chico se acerca y me los tiende.

— Eh...gr-gracias — le digo cogiendo los preservativos.

— De nada — sonríe amablemente.

Creo que se dispone a decir algo más pero yo entro corriendo dentro muerta de la vergüenza. Las luces de colores inundan todo el lugar y la música excesivamente alta llega a mis oídos. Esquivo a la gente que se me cruza por el camino y localizo a mis amigas sentadas en el fondo en una especie de sofá semicircular de color rojo. Este sitio es rídiculamente extravagante.

— Toma — le digo a Carla tirando los paquetes dorados sobre la gran mesa que tengo delante.

— Oh gracias — los coge y los mete en su bolso.

— Me cago en la puta — se carcajea Raquel — Te has traído condones como para follar sin parar hasta dos mil cincuenta.

— Una nunca sabe — responde Carla.

Gabriella se echa a un lado y me deja sitio para que me siente. Unos minutos después aparece un camarero y nos deja cuatro bebidas en la mesa.

— ¿Qué es esto? — pregunto mirando la bebida anaranjada que tengo delante de mí.

— Se llama sexo en la playa — me informa Silvia — Bebe, está bueno.

Lo hago y noto como el alcohol baja por mi garganta, abrasándola.

— No está mal — me encojo de hombros.

Carla asiente y saca su móvil para mostrarnos una foto.

— Mirad esto — nos enseña la pantalla que deja ver una foto de Damiano en ropa interior depilándose — Esta foto me encanta.

Ruedo los ojos.

— Déjame ver — Carla gira su móvil hacia Silvia que abre los ojos exageradamente en sorpresa — Dios, la polla le llega hasta el suelo.

— ¡Agh! — me quejo yo mientras ellas babean por él.

— Es que te tengo mucha envidia — me mira la cumpleañera — Tú tienes al batería y al vocalista de Måneskin loquitos por ti y yo estoy aquí soltera.

— No están loquitos por mí — intento suavizar el asunto.

— Ya, claro — dice sarcástica.

— ¿Qué es Måneskin?

Carla se gira hacia Raquel con una expresión indignada.

— ¿Cómo que qué es Måneskin? — le pregunta incrédula — ¿Es que vives en una cueva? ¿O debajo de una piedra?

Raquel levanta las manos en señal de rendición.

— Lo siento, lo siento.

— Måneskin es la mejor banda de rock de todos los siglos. Y además nuestra amiga — me señala a mí — Estuvo liada con el cantante. Ósea este macizo italiano — le vuelve a enseñar la foto de Damiano depilándose.

— ¡Ah, sí! ¡Ya me acuerdo! — exclama Raquel.

Después de varios chupitos y copas, la cumpleañera se levanta del sofá extravagante en el que estamos sentadas y nos informa de que va a ir a hablar con el DJ.

— No aguanto ni un segundo más de reggaetón — se queja y se tambalea un poco — ¿Es que este DJ no sabe poner otra cosa que no sea Bugs Bunny?

— Bad Bunny — la corrijo yo.

— ¿Eh?

— Que la canción que está sonando es de Bad Bunny. Bugs Bunny es un personaje de dibujos animados.

— Bueno, lo que sea.

Carla se levanta la primera para ir a hablar con el DJ y nosotras nos levantamos después por petición de Gabriella que dice que quiere bailar.

Nos sumamos a la pista que está llena. La gente no para de moverse de un lado a otro, y por un momento creo que me voy a marear pero Gab me sostiene y me lleva al centro de la pista, dónde hay menos gente. Me empiezo a sentir más cómoda, más segura, liberada. Las chicas se van a la barra a por unas copas y yo miro hacia dónde está Carla con el DJ. Por un instante su mirada se cruza con la mía y me guiña el ojo, riendo. Se le nota que está tramando algo.

Entonces, el ambiente del local empieza a cambiar. Las luces ya no son tan escandalosas, ahora son de colores claros, simples. Y la música, ese estruendoso reggaetón que llenaba el lugar ha acabado hace unos segundos. Algunas personas se han comenzado a quejar de la falta de música. Y una canción empieza a sonar. La reconozco al instante.

For Your Love de Måneskin.

La canción retumba por todo el local y la gente se anima, dando saltos, bailando, gritando y restregándose unos con otros. Por un segundo pienso en salir de la pista e ir con las chicas a la barra.

Pero no me da tiempo a hacerlo.

Unas manos se instalan en mi cintura, haciendo que me quede dónde estoy, quieta. Hay alguien detrás de mí. Alguien con unas grandes manos masculinas. Un hombre. Siento algo de miedo por que sea un desconocido. Pero ese miedo se desvanece cuando bajo mi mirada hacia esas manos.

Reconocería esas uñas con ese perfecto esmalte negro en cualquier parte.

Intento zafarme de su agarre pero él no me deja.

— Déjate llevar — susurra contra mi oído, haciéndome notar su cálido aliento contra éste.

¿Esto va enserio?

Comienza a moverse de un lado a otro conmigo agarrada. De una forma sensual, aunque no excesiva.

I wanna be a good man and see you smile...And I wanna swim between your thighs...— me susurra cantando su propia canción apoyando su barbilla en mi hombro desnudo — I wanna fuck you till you scream and cry...

Acerca más nuestros cuerpos separando cualquier distancia que quedara entre ellos. Mi espalda golpea su pecho, déjando que note que no lleva camiseta, solo una chaqueta abierta. Y mi culo está empezando a sentir algo duro contra él.

Joder.

Echo mi cabeza hacia atrás, dejándola caer en su ancho hombro. Su boca roza mi cuello y noto una descarga eléctrica recorrerme todo el cuerpo.

For your love I'll do whatever you want...I'll do whatever you want, for your love... acaba de terminar el último estribillo de la canción.

Finalmente me deja despegarme de él y me giro para mirarlo. Quedamos los dos frente a frente. Y digo su nombre:

— Damiano.

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