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Capítulo 29.

Sintió los agradables y largos brazos a su alrededor, sujetándolo. Soltó un largo bostezo mientras ubicaba dónde estaba y lo que había sucedido antes de que cayera en brazos de Morfeo.

Jeff: Te amo - susurró suavemente, acariciando el rostro blanco del más alto que seguía descansando - pero debo irme durante un tiempo. - se soltó con cuidado del agarre y se levantó para colocarse de vuelta sus prendas.

Se giró unos segundos para ver al único ser que deseaba proteger, estaba consiente de que eso era imposible. Ya tenía otros planes. Planes que no podía cambiar estando tan cerca de ejecutarlos.

Conocía lo suficiente al creepypasta como para saber que después de semejante noche se preocuparía si él se iba de repente, por lo que dejó una pequeña nota. No quería que lo buscara.

"Volveré en un par de días, iré a investigar. No necesitas preocuparte.

Te amo.

Siempre tuyo, Jeffrey Woods."

La nota de color azulado tenía un suave olor a azufre, pero también a pino. El olor típico del chico. La acomodó en silencio en la pequeña cómoda junto a la cama, complementándola con una botella de agua y un par de flores. 

Estaba siendo cursi, estaba consciente de ello, pero no podía evitarlo. Temía que sus días junto al ser sin rostro fueran tan limitados que no tendría el suficiente tiempo de asimilarlos y atesorarlos.

Suspiró, odiaba la sensación de culpa que lo hacía dudar. Con ello en mente volvió a sus dominios, sólo para descubrir a los sirvientes corriendo desesperados. Las vociferaciones de Zalgo no eran algo inusual, pero ese día eran especialmente agresivas, apresuró el paso para verlo. A la entrada del salón real se detuvo en seco, caos era la palabra perfecta para definir la situación, rollos e informes decoraban el suelo como su fuesen una alfombra, los sirvientes corrían con aún más documentos y aquel que se atreviera a mostrarle alguno al rey del lugar era maltratado, ya sea un golpe o una corriente de su enorme poder.

Jeff: ¿Puedes dejar de hacer tanto ruido? - claras intenciones de molestarlo en su tono, le extrañó que en lugar de voltearse a él en aquella amenazadora transformación, su principal reacción fuese estremecerse.

Zalgo: ¿Qué se supone que haces aquí? Deberías estar con tu maravilloso novio, procurando que no sospeche nada - mencionó calmando su tono, dejando que su ira disminuyera lentamente. Por lo menos lo suficiente como para que su voz no resonara alrededor de todo el Inframundo.

El rey de aquel lugar dio una pequeña seña a los sirvientes para que recogieran los documentos del piso, Jeff tenía que caminar con cuidado para no pisar la mano de nadie.

Jeff: Se supone que debería hacer eso, pero no va a sospechar de mí. - miro a Zalgo  reacio, no le gustaba cuando se ponía de esa manera con él, lo hacía sentir que el vínculo entre ellos era vago. - Me preocupa más saber lo que sucede aquí.

Zalgo: Nada, es sólo que nadie puede encontrar los papeles que ese inútil hacía, además, nadie puede hacer informes eficientes. - se veía claramente molesto.

Jeff: ¿Qué informe quieres exactamente?

Zalgo: Los prisioneros que hemos conseguido durante los últimos seis meses. Quiero confirmar que tenemos los recursos suficientes, pero nadie encuentra nada. Porque son unos inútiles.

El azabache empezó a caminar con un pequeño "sígueme". Se dirigió a la antigua habitación de Offenderman, notando que nada había cambiado, nadie la había ocupado aún.

Zalgo: ¿Qué se supone que hacemos aquí? No quiero estar en este lugar.

Woods frunció el ceño, caminando de manera delicada en la habitación, sentía que no podía mover nada, todo se veía tan sagrado a sus ojos.

Jeff: Venimos a buscar lo que quieres. 

Empujó un bloque ligeramente salido, normalmente nadie tocaría ese lugar en particular, pero Offenderman se lo había mostrado en caso de que algo le pasara.

Para sorpresa de Zalgo la pared se movió hacia un lado, dando paso a una sala ordenada, llena de libros, unas cuantas plumas y papiros esperando a ser de utilidad. Al supremo líder de aquel lugar se le encogió el pecho, la amplia estancia estaba plagada del olor atrayente de su antiguo sirviente, pero también estaba plagada de la magia de Insane, lo que explicaba cómo nadie había notado el lugar a pesar de que la pared era delgada. Era una habitación construida para permanecer camuflada.

Jeff: Aquí está lo que querías. - empujó contra su pecho un papiro envuelto de manera cuidadosa, elegante y con un pequeño alfiler decorado con una rosa roja.

El maestro del joven de orbes celestes, miró el documento algo desconcertado. Lo abrió de manera cuidadosa, notando que el informe se encontraba incompleto y que los últimos datos eran del día anterior a todo el alboroto acerca de una supuesta traición.

Jeff: Si quieres algún otro informe de Offenderman sólo necesitas venir aquí - tono reacio, serio, casi tan dolido como si él hubiese sido el perjudicado de aquel juicio - Yo no puedo estar aquí porque sólo veo todo y lo recuerdo. No se merecía lo que permitiste.

Salió de la habitación sin más y el mayor sólo pudo dejar que sus lágrimas resbalaran en completo silencio. Las lámparas flotantes y los pequeños detalles de toda la habitación eran típicos del creepypasta que había puesto toda su existencia en él.

Aunque le costase admitirlo el jóven tenía razón, él lo permitió, no lo defendió. Quizás pudo cambiar algo con un par de palabras y de esa manera quizás podría verlo como normalmente lo hacía. Quizás podría haberse sincerado antes y tendría menos dudas.

Pero no hizo nada.

Ahí dejó que su cuerpo se derrumbara y lloró contra el papiro que ahora se encontraba arrugado. Todo era su culpa, lo lamentaba tanto, pero ya no podía retroceder, no podía retractarse de lo que haría.

No quería hacerlo, deseaba que todo se detuviese por un par de horas sólo para visitar a su amado y rogarle perdón, misericordia por sus acciones. Pero como líder supremo no podía permitirse mostrar tal debilidad a sus súbditos.

Se levantó después de un par de minutos, respiró profundo y trató de mantener la compostura. Debía centrarse en el objetivo.

Con ello en mente volvió al salón real. Su mano derecha daba órdenes para que todo el orden volviese, mientras él se sentaba en su trono a leer los datos. Sonrió, sólo para tranquilizar a aquellos que lo rodeaban, todo iba de acuerdo al plan, al menos con los recursos.

Las dudas acerca de los posibles traidores crecían en su interior con el paso de las horas, no sabía quién podría ser y eso lo inquietaba. No podía hacer más que dejar que la destrucción masiva llegara tal y como se había predicho.

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