Capítulo 3
2 meses después.
Los campesinos habían dejado de molestarnos desde que nos fuimos a vivir a su guarida, allá en lo alto de la colina y los dos más que felices, Joey había recuperado su alegría y felicidad. Él llevaba mil años en la tierra; tantos siglos de ver nacer y partir gente. Tantas nuevas civilizaciones, guerras y cambios. Todo había pasado frente a él y jamás había sido tan feliz y realizado, como ahora lo estaba conmigo.
Siempre sintió que el ser un vampiro y vivir eternamente sería una condena perdurable, pero desde que me conoció y vio lo que era la verdadera felicidad y dicha, lo demás quedó en el olvido.
Todas las noches salía a beber sangre de sus victimas y yo sabiéndolo, a veces era testigo de sus crímenes, de los que ya empezaba a acostumbrarme, ya que lo entendía. Él necesitaba alimentarse de sangre, ese era su sustento para poder vivir y no podía juzgarlo por ello. Yo lo había conocido así y me enamoré de él así, siendo lo que es en su esencia, un vampiro, mi vampiro.
Había llegado nuevamente el amanecer y él de nuevo renovado, yo le llenaba un frasco de vidrio, con una bolsa llena de sangre. Esa bolsa con sangre la había obtenido de la sala de donadores del hospital del pueblo y yo atenta en llenarle todo el frasco, Joey me miró hacerlo desde nuestra cama y sintió admiración y mucho cariño por mí, cuando de pronto, a mí me dieron muchos deseos de beber de aquella sangre rojiza y muy oscura. Aquel liquido rojo hizo arder mis venas, y pálida, comencé de pronto a sentirme mal y muy mareada y cerré los ojos con molestia.
Joey me miró y supo que algo me ocurría y llegó rápido a mí.
—Mi amor ¿Qué ocurre? — lo vi a mi lado débil. Las piernas no me respondían.
—... No me siento bien, mi amor...
Alcancé a decirle y caí desmayada en sus brazos.
Joey nervioso y preocupado, me sostuvo con cariño en ellos y me vio alarmado.
—¡Mi amor, despierta! ¡Despierta, por favor!
Me dio unas pequeñas palmadas en mi rostro para hacerme reaccionar, pero fue inútil, y yo inconsciente, Joey más se exasperó y me recostó con cuidado en nuestra cama.
Me miró perdidamente enamorado y tocó mi pálido rostro.
—Vamos mi amor, despierta. Emma, no me hagas esto, por favor. Mi amor...
Desesperado al yo no reaccionar, temió lo peor y volvió a cargarme en sus brazos y me llevó urgente al mismo hospital en donde había robado sangre para beber.
Todos perplejos y temerosos al verlo entrar conmigo en sus brazos, a Joey no le importó y exasperado, se acercó a un doctor para pedirle ayuda. Aquel doctor lo miró horrorizado.
—Ayude a mi esposa. Se ha desmayado y no despierta. Ayúdela, por favor.
—... Esta bien, ingresémosla de inmediato a urgencias...
Joey junto a mí en la camilla, de pronto escuchó a un sujeto.
—Ahí está el canalla que asesina por placer.
—... — Estático, hizo oídos sordos y siguió acompañándome en la camilla. Solo quería que yo estuviese bien y escuchó a otros más referirse a él.
—Te vas a arrepentir, imbécil. Con nuestra gente nadie se mete y tú ya te has pasado más que de la raya.
—Tarde o temprano, cuando menos tú y tu mujercita se lo esperen, te haremos pagar por todos los asesinatos que has hecho.
—Ya no te tememos, jodido vampiro de puta.
—...
A punto de acriminarse contra todos los que lo estaban amenazando, solo pensó en mí y anheló que yo abriese los ojos y me recuperara pronto de la enfermedad que tuviese.
Ya en la sala de recuperación, Joey tomó mi mano y yo le sonreí con amor y alivio, pero él aún preocupado e inquieto, acarició mi mejilla.
—¿Estás segura que ya te sientes mejor, mi vida? — le sonreí con ternura.
—Si, mi amor. Tranquilo, quizás solo fue el cansancio — él seguía preocupado.
—Aún así es mejor que el doctor nos diga que es lo que tienes.
En eso, el doctor entró a la habitación y nos miró sorprendido y un poco exasperado.
—... Ya tengo los resultados de su esposa, señor...
—¿Y cuales son? ¿Qué es lo que tiene mi esposa?
—Díganos por favor, doctor ¿Es algo grave? — me miró casi con rechazo y un poco de pavor.
—... No señora... Usted va a tener un bebe... Está embarazada — los ojos de Joey brillaron de amor y de felicidad.
—¡¿Qué?! — exclamé sorprendida y con emoción.
Joey me miró perdidamente y me abrazó y besó mi frente y después mis labios.
—Este es el regalo más hermoso que pudiste haberme dado, mi vida — acaricié su rostro.
—Te amo mi amor y te prometo que cuidaré mucho de nuestro bebe — él sonrió.
—Lo sé y yo también cuidaré de él y de ti. Cuidaré de ambos y te prometo que nada te va a faltar.
—Mi amor.
—Te amo, Emma y ahora te amo mucho más por esto, por nuestro futuro pequeño. No puedo estar más feliz.
—Mi Joey. Yo también lo estoy. Siempre quise tener un bebe tuyo y ahora por fin lo tendré — me miró perdidamente enamorado.
—Te amo.
—Y yo te amo a ti.
Nos sonreímos con cariño, llenos de ilusiones y nos besamos largamente, amándonos con todo nuestro amor.
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