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33

Kevin

—¿Me extrañaste? Te dejé bien claro de que yo era la mujer de tu vida y no te iba a alejar de mí.

Odio los momentos en donde la vida me manda una maldita tormenta. Cuando todo parece que va bien, cuando todo parecía que mi pasado no me atormentaría más, veo su cabellera dorada y siento que todo se había derrumbado a mis pies. Pero había algo bueno en todo esto: la frustración de estos dos días, sin saber de Denise, me va a servir de mucho.

Dos días y dos noches han pasado sin noticias de Denise. La policía imaginó, en algún punto, que ella se escondía de mí por ser la "víctima", pero cuando ni su padre, ni su hermano y muchos menos sus amigos sabían de su paradero, todo comenzó a tornarse complicado.

Todo empeoró, cuando nos enteramos de forma específica, quién fue quien me demandó. Nunca había odiado ver su cabellera dorada frente a mí. Esos ojos que antes me parecían tan hipnotizantes, solo los veo vacíos. Aunque una parte de mí sabe que es completamente en vano, busco algún indicio de lo que sentí por ella.

Por la mujer a la que amé durante tres años.

Por Sophía Monquier.

El día que la vi cruzar las puertas de la escuela, solo pude pensar que era una maldita pesadilla y que no podía estar pasando algo como eso. Todo se había confirmado y luché de mil formas para no estar con ella a solas, incluso luego de que ella y Denise se conocieran, pero una mañana, no pude hacer nada cuando me encontraba en la soledad del salón.

—Buenos días, cariño —su tono de voz seductora se escuchó con claridad. Recuerdo que fue lo primero que me llamó la atención de ella en París.

Una mujer exuberante y segura por donde sea que pisaba, su mirada atraía a cualquier hombre. Aún puedo recordar la noche que la vi bailando en los brazos de otro. Esa tal vez debió haber sido mi señal, que no era seguro acercarme a ella, pero no pude evitarlo. Era el veneno que poseía el verde de su mirada.

Y cómo dije una vez...

Hay venenos que son buenos y otros mortales.

Ella me estuvo matando por tres años. Sophía fue la razón por la que dejé de ir a las vacaciones con mi familia, ella fue la razón por la que temí volver a decir "te amo"

Hasta que unos ojos azules sanaron todo el mal que ella había dejado en mi interior.

—Lo mejor para los dos es no tener esta conversación, Sophía—debo admitir que cuando conecté con sus esmeraldas, el cielo ganó la batalla con creces y calmó la sensación amarga que se había formado en mi estómago.

—Vine por ti, moun amour.

—Ya no queda nada de mí, te puedes ir Sophía.

Sin ningún tipo de vergüenza, ella camina hacia mí mordiéndose su labio inferior y yo me quedo en el lugar, sin la expectativa que había antes en mi pecho cuando ella se acercaba. Ya en verdad no existía nada en mi pecho por ella.

La alegría recorrió mi cuerpo.

—Cómo extrañaba mi nombre en tus labios —pone su mano en mi pecho y me tensiono—¿Recuerdas lo bien que lo pasábamos en la noche?

Sin medir mi brusquedad, agarro su muñeca y la alejo de mí sin mirar que se tambaleó por la fuerza usada. —Desaparece de mi vista Sophía.

Ella se echó a reír, pero conocía su lenguaje corporal lo suficiente como para saber que estaba consternada. —No puedes haber olvidado todo.

—No lo he olvidado —declaré con firmeza. Una parte de mí se sorprendió porque antes hubiera rogado por esas esmeraldas—Pero ya no siento nada.

—Mientes, soy la única mujer por la que sientes algo.

Una sonrisa nace en mis labios, cuando recordé la expresión de mi novia, cuando está a punto de decir algo que sabe que es cruel. —Fuiste alguien en mi vida por la que creí sentir algo, pero eso quedó en el pasado, ya no eres nadie y ni siquiera me provocas el mínimo deseo,

—¿Hay otra mujer?

—No es de tu incumbencia—el timbré sonó en ese momento y yo la miré con lo que sentía en ese momento, puro desprecio—Desaparece de mi vista, tengo cosas importantes que hacer.

Ahora que la vuelvo a ver frente a mí, solo con unos barrotes separándonos, sigo sintiendo ese puro desprecio. Me sorprendo el daño que pudo haber hecho para que ahora no quede ni el vacío de lo que era nuestra relación, de lo que yo fui junto a ella.

—¿Ahora vas a cambiar de opinión? —me pregunta ella y mi expresión no cambia.

—¿De qué?

—Tu vida se ha destruido por esa niña—cruza sus brazos por debajo de su pecho—¿Por qué no te das cuenta de que los dos no están destinados? Su relación no tiene futuro.

—Tal vez tengas razón, pero quiero luchar por algo imposible pero bello, porque no quiero vivir una vida pensando en lo que pudo haber sido si hubiera sido diferente, quiero amar si sentir miedo, quiero amar siendo libre, y aunque solo dure unas horas, junto a Denise me siento libre Sophía, quiero luchar por eso, aunque caiga en el camino quiero luchar por ese amor—intento mantener la compostura frente a ella, pero recordar su sonrisa hace que flaquee el muro que había construido—Tal vez nuestra vida sea efímera, pero recordaré hasta el último segundo que el cielo perdía su brillo cuando ella me miraba, que con cada gota de lluvia busco su silueta danzando bajo ella, porque es la más bella de las pinturas... que envidiaba a cada persona que miraba porque solo quería que me mirara a mí, y mi último aliento será con un te amo en mis labios para ella, solo para ella, porque aunque no sea mi destino es a quien elijo para amar toda mi vida... Y eso, Sophía, es la clara diferencia entre tú y ella. Tú me destruiste en vida, ella, si no está en mi vida, me hace desear la muerte.

Sus palabras se quedan atascadas en su garganta, cuando un oficial le dice que el horario de visita ya había acabado. Cuando vuelvo a sumirme en la soledad, cierro mis ojos, no por cansancio.

Estoy buscando en mis recuerdos su sonrisa bajo la lluvia, un recuerdo que alivie el temor de mi corazón e incremente mi anhelo por verla.

Antes de que pueda disfrutar de ese momento, el oficial me asegura que, aunque no sea horario de visita, alguien quiere verme. Mi cuerpo se tensiona cuando lo veo acercarse a mí, con una actitud tranquila, pero no me hace falta mucho para saber que la tensión lo rodea por todas partes.

El padre de Denise me mira con seriedad, puedo ver el reto en sus ojos. Aun siendo consciente de la posición en que me encuentro, me pongo en pie de inmediato. —¿Se sabe algo de Denise?

La tranquilidad de su postura no tiene nada que ver, cuando su brazo atraviesa los barrotes y me coge del cuello de la camisa, golpeándome con fuerza contra el metal cuando me hala hacia él.

—Dame una razón para no golpearte por hacerle daño a mi hija.

—Porque si se lo hubiera hecho, yo mismo me corto las manos—hablo sin pensar, pero la seguridad no se va de mi tono, aun cuando él me tiene prácticamente amenazado—Desde que su hija llegó a mi vida se convirtió en todo lo que soy de la noche a la mañana—su agarre se hace más fuerte y aunque los barrotes me molestan, no bajo la mirada ni hago el amago de liberarme—Sin darme cuenta mi vida se había resumido a solo ver sus ojos, incluso si solo podía verlo a lo lejos, incluso si nunca tenía la oportunidad de estar cerca de ella—a pesar de que el agarre no se afloja, la sonrisa nace en mis labios, porque no importa cuántas veces tenga que decirlo o a cuantos, se me hace tan fácil que las palabras salgan de mi boca, porque son el simple reflejo de lo que mi corazón siente—Denise se convirtió en mi salvación, no puedo ni siquiera pensar en hacerle daño porque la sola idea de no verla me tiene aterrorizado—mi voz no soporta más y se quiebra al final.

Poco a poco, me voy rompiendo con su mirada aún puesta sobre mí y sé que nota mis ojos a punto de llorar, porque con un movimiento brusco me deja caer al suelo. —Aún no saben nada de ella.

Mis puños se cierran con frustración al no saber cómo poder protegerla. Pero como si hubiera llegado como una revelación a mi mente, el recuerdo de un nombre me hace volver a ponerme en pie.

—¿Y Celine?

—¿Qué quieres con ella?

—¿Dónde está Celine? —Aun con la confusión surcando por su rostro, me asegura de que Celine había salido del país hace meses y que no había vuelto desde entonces

—¿Qué es lo que quieres de Celine?

—Puede estar relacionado con la desaparición de Denise.

Mi cerebro va a una velocidad que yo no veo normal. Mil de recuerdos, de momentos vividos, se agrupan solo llegando a una idea. Tal vez sea una completa locura, tal vez terminé de perder por completo el sentido. Pero es como si todo estuviera tan claro y confuso a la vez, solo hacía falta un empujón para que el castillo de naipes se viniera abajo.

—¿Te das cuenta de la desfachatez que dices?

La furia llena mi sistema, como si el temor y la frustración nunca hubieran existido en primer lugar. Como un loco fuera de sí, ahora soy yo quien lo toma del cuello de su camisa pegándolo a los barrotes. En esta ocasión, ahora la policía sí se acerca a mí intentando que lo suelte, pero no puede. Yo solo puedo mirar al padre de la mujer que amo a los ojos.

—¿Entonces dónde está? —mi voz pierde la tranquilidad y me encuentro gritando. —¿Dónde está ella cuando su hija está desaparecida? ¡Dame una maldita razón para no creer que ella no tiene nada que ver cuando la golpeó desde que era niña!

—¿De qué hablas?

Me empiezo a reír y escucho de reojo como el oficial pide refuerzos, pero yo sigo clavado en esos ojos que me miran con sorpresa—De una madre que nunca amó a su hija, de una madre que casi la deja morir dos veces, que prefería golpearla hasta dejarla inconsciente, de una madre que lo único que hace es humillarla y hacerle creer que no necesita el amor, tu hija lleva años sufriendo abuso por parte de Celine, lleva años aterrorizadas, yo solo sé esto porque la vi una noche golpeada en un parque, dime entonces ¿estoy hablando sinsentidos?

Su estado de shock no lo deja responderme, pero también porque más de cinco oficiales llegan corriendo para obligarme a soltar a Henry.

Había perdido la cabeza por completo, pero ni siquiera sabía lo que pasaba a mi alrededor cuando empecé a golpear a todo aquel que apareciera por delante.

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Kiara

—¿Cómo está todo por ahí? —escucho la voz de Oliver y solo recibo un poco de su calma para aligerar la tensión de mi cuerpo y cabeza.

—Mal—tomo asiento un banco fuera de la comisaria y un suspiro pesado sale de mis labios—No hay noticias de Denise, la demanda sigue en pie, Kevin peligra en entrar a cárcel sin juicio por su posición como maestro, también acaba de noquear a siete policías que intentaban calmarlo.

—¿Cómo que los noqueó?

—El señor Hyucket entró para hablar con él y no sé cómo las cosas se alteraron tanto, si mamá no entra para hablar con él, creo que mi hermano es capaz de noquear a toda la comisaría—una sonrisa parecida a una mueca nace en mis labios—lo peor de todo es que sabemos que es capaz de eso.

Escucho una suave risa al otro lado de la línea. —Aún recuerdo cuando, en un principio, pensé que era tu novio y me iba a matar por coquetear contigo.

—Mi hermano parece mayor de lo que es—la risa alivia la tensión que tenía solo hace unos minutos por lo vivido—Ese día es difícil de olvidar.

—Pero de igual forma me quería matar por coquetear con su hermana mayor.

La sonrisa se borra de mis labios con rapidez, cuando veo a la persona que se dirige hacia mí —Cariño, te tengo que dejar, tengo que preparar mis armas.

La línea se queda en silencio luego de mis palabras y los dos sabemos a qué me refiero cuando digo eso. Cuando los dos aún éramos amigos en nuestro segundo año de Universidad, una señora nos quería demandar por qué supuestamente había allanado su propiedad privada una noche. A pesar de que recién casi entrabamos a estudiar, yo y otra compañera nos enfrentamos a la señora, logrando que nada ocurriera porque nada de lo que ella decía era cierto.

Desde ese entonces mi compañera y yo nos ganamos un apodo en la Universidad: "El dúo de leyes"

Siempre nos buscaban a las dos para sacar "nuestras armas". Hasta ahora nadie ha olvidado el apodo.

—Por favor, no mates a nadie—me echo a reír mientras me pongo en pie, sin bajar la mirada ante los ojos verdes de ella.

—No te prometo nada cariño, te amo.

—Yo también te amo.

Solo hicieron falta unos pasos de parte de Sophía para que quedara frente a mí—Hola cuñada.

—Ya empeoraron, y algo me dice que mi hermano te abandonó hace un año.

La sonrisa maléfica sale de mis labios, y aunque ella es mucho más alta que yo, no dejé que me intimidara. Cuando mi hermano conoció a Sophía yo había terminado la Universidad y me estaba centrando en mi carrera, así como en mi relación, por lo que no me vinculé con ella.

Pero sí con el estado en que se encontraba mi hermano.

Solo una vez lo vi, cuando me vino a visitar cuando me había recién casado en nuestra boda. No era el Kevin que yo había visto crecer, había algo tan diferente en él que también notó mi madre. No era físico, era en la forma en la que me devolvía la mirada...

Pude definir con certeza lo que era, cuando hace unos meses volví a ver sus ojos... que miraban a Denise. Todo fue tan diferente en esos pequeños segundos, que fue el primer indicio que tuve de que había algo entre los dos.

—La vida de tu hermano está siendo destruida por esa niña.

—¿Te molesta que esa niña sea más mujer de lo que tú puedes ser?

—¿Fuiste tú cierto? —su ceja perfecta se alza con una expresión de burla—¿Sabes que cometiste un error al decirle a ella que fuimos pareja? —cruza sus brazos y su porte elegante, no se ve perturbado en ningún momento—Solo me confirmó que entre ellos existía algo.

—¿Y? Denunciaste a Kevin porque sabías que no tenías ninguna oportunidad con él, solo por una niña—más que una pregunta es una confirmación, al verla en silencio me anima a seguir hablando—Lo sabías desde el momento en que lo viste por primera vez, sabías que ya no eres nada en su vida, ni siquiera un mal recuerdo, eres simplemente eso... nada, y sí, esa niña es mucho más de lo que tú pudiste ser para mi hermano en tres años.

Satisfecha conmigo misma y con las palabras dichas, le doy la espalda, dejándola atrás, entrando en la comisaría.

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Denise

—Debiste desaparecer de nuestras vidas cuando te lo dije—a pesar de estar en un lugar tan desagradable como este, su elegancia y porte sigue sobresaliendo por encima de todo.

Con el cansancio reinando en mi cuerpo, inclino mi cabeza descansando en mi brazo, le doy una sonrisa a través de mi pelo decidida a mirarla a los ojos—Debiste de imaginarte que no me iba a ir tan fácil, soy tu hija después de todo.

—Cierra la maldita boca—al parecer, esas simples palabras son suficiente como para alterarla.

—¿Algún problema mamá?

—No eres mi hija, cierra la boca.

Mi carcajada sale de mis labios con tanta facilidad que hasta a mí me impresiona tener la fuerza para eso—Ahora es la parte en donde me dices que en verdad no soy tu hija, que me recogieron de la calle porque me tenían lástima—la miro con firmeza, sin revelar el temor que siente mi cuerpo en estos instantes—prometo que me haré la sorprendida.

—Eso debí haber hecho hace años, decir que te perdí por accidente.

—Y después aseguras que nos somos madre e hija, soy una copia tuya mamá, pero no te preocupes, nos hubieras hecho un favor a las dos.

—¿Entonces porque no le pediste a la enfermera que te adoptara?

—No se necesita un papel para actuar de corazón—mi voz sale con mayor seguridad y levanto la cabeza para mirarla bien a los ojos—Se debe sentir raro escuchar que los demás actúan de corazón, es normal Celine.

—Si es cierto—su voz se siente tranquila y serena, pero lo peligrosos que se sienten sus ojos sobre mí me dicen todo lo contrario—Incluso hasta cuando murió, lo hizo protegiendo tu miserable vida—mi pulso se congela cuando en su mirada fría, puedo ver la verdad de sus palabras—incluso cuando su vida fue amenazada no desistió y luchó para que no te llevaran.

Lo visto por las cámaras de seguridad, se reprodujo en mi cabeza como una película sin fin.

La última vez que hablé con Kevin, había regresado de la comisaría y aunque se negaron al principio, con insistencia lograron mostrarme por las cámaras de seguridad lo que había ocurrido esa noche. Fue demasiado ver como Julia había llegado en el momento en que mi atacante quería llevarme. Es una imagen difícil de borrar por más que lo intente.

La forma en que luchó contra el atacante...

La forma en que, aun cuando fue amenazada, saltó sobre él...

La manera en la que su vida fue arrebatada con un solo corte en la garganta.

Pero lo peor de todo, esto es que Celine sepa cada uno de los detalles de lo ocurrido.

—¿Qué has hecho?

Aun con mi susurro, puedo sentir como mi voz se había roto por completo, intentando, una pequeña parte de mí en lo más profundo de mi pecho, intento ignorar la verdad que poco a poco se está revelando. Celine se burla del dolor que seguramente nota en mis ojos.

—Quería que supieras lo que es sentirte sola...

—¡Ya lo he hecho! —grito perdida en el dolor, pero luchando contra las ganas de llorar —Por tu culpa, toda mi vida me he sentido sola, como si no valiera nada.

—No vales nada Denise, y por tu culpa mi familia se ha roto.

Una carcajada carente de gracia nace de mis labios, sin dejar de moverme con el impulso de querer golpear algo. El tintineo de las cadenas, junto con el ardor, me ancla a la realidad y en donde me encuentro. No sé si mañana tenga tiempo para llorar... pero frente a esta mujer no quiero que vea más de mi debilidad.

—Eres tú, tú eres culpable, ¡tú eres la maldita culpable de que tu familia se haya ido a la mierda! No tienes corazón, no tienes ningún tipo de sentimientos, mereces toda la mierda que tienes encima. Tú eres la culpable de que haya querido morir en muchas ocasiones, sintiéndome vacía y rota, que no valía. ¡Todo por tu culpa!

—Debiste haber muerto en ese aborto.

—¡No lo hice! —mi voz resuena entre las paredes rotas de este lugar, pero por alguna razón, no puedo dejar de hablar aun cuando no soy consciente de donde estoy sacando todo—porque soy yo, porque yo soy tu maldita maldición Celine, y toda tu vida vas a tenerlo presente, porque todo ha sido tu culpa, una vez creí que todo estaba bien si se quedaba de la forma en que estaba, que nada iba a cambiar, pero no era yo la del problema—su mirada se ve imperturbable, pero no voy a dejar de hablar, no ahora—estás tan podrida por dentro que aunque digas amar, no sabes lo que es eso, porque estás vacía.

—¿Sabes por qué te dejé hablar? —pregunta tranquila, yo después de haber hablado sin parar, mi respiración se siente pesada—Porque después de todo vas a morir, porque te vas a ir al infierno al que perteneces.

—Entonces no veremos ahí madre.

Con su elegancia tan común, sale de la habitación y tras de ella entra el hombre. Aun cuando sus últimas palabras fueron la orden de mi muerte, hay algo que no me deja sentir el miedo de perder mi vida. Alzo la vista para ver a ese hombre a los ojos y pienso...

Pienso en un abrazo maternal...

Pienso en locuras compartidas...

Pienso en protección...

Pienso...

En un te amo, en unos ojos negros, en una sonrisa.

Un impulso inesperado de mi parte me hace golpear su estómago con mi pierna. Mientras él se retuerce, yo alzo la cabeza para ver desde dónde estoy colgada. Mientras más me muevo. La madera podrida del techo cede y lo próximo que siento es el golpe seco cuando caigo al suelo, pero también pedazos de maderas caen sobre los dos de varias partes del techo.

Me arrastro hasta la puerta cuando las cadenas liberan mis manos; antes de que pueda hacerlo, una mano agarra mi tobillo y me voltea. Esas crueles manos roban mi respiración cuando rodean mi garganta. En este momento, me vuelvo a ver en la enfermería con las mismas manos, intentando acabar con mi vida. Mis uñas dejan marcas en su piel luchando para que me libere.

Odio esta sensación...

Odio querer luchar, pero tener miedo...

Aunque no lo merezca, quiero amar...

Quiero ser amada...

No quiero morir...

Veo un pedazo de madera a mi lado, mi mano se mueve por su propia cuenta cuando lo tomo y golpeo la cabeza de él. Mis pulmones toman todo el aire que pueden, pero no me quedo ahí.

No sé cómo me pongo en pie, agotada por la pelea, con un mareo persistente, pero busco fuerza de alguna parte y me levanto. Corro fuera de la puerta, el frío me golpea así también como la noche. El vestido rojo, de cuello alto hasta por debajo de las rodillas, ya no queda nada de él. La tela se rasgó en mi cintura, solo cubriendo la parte inicial de mi cadera.

Busco a mí alrededor entre la oscuridad de la noche, mis pies descalzos se mueven con rapidez cuando noto a lo lejos un auto. No tengo idea de lo que haré, pero es mejor que quedarse quieta con el peligro de que me vuelvan a atrapar. Me monto sobre el auto y mi cerebro busca recuerdos de lo primero que tengo que hacer para moverme.

Mis manos tiemblan cuando el motor ruge bajo de mí, tomando el volante para avanzar. Grito cuando alguien ingresa al vehículo, golpeando mi cabeza, que, por el impulso, golpea el cristal. Aun cuando mi sien palpita, piso el acelerador. Ni siquiera puedo ver lo que hay delante, pero yo solo sigo acelerando. A mi lado veo a mi madre enloquecer de rabia.

—¿Por qué no simplemente te mueres?

Sus manos se cierran sobre mi cuello, yo la golpeo con mi codo, logrando que sus uñas se arrastran sobre mi piel. Giro el volante en el momento en que casi chocamos contra una piedra. Mis nervios, junto con la adrenalina, aumentan cuando veo que había subido la velocidad hasta casi 200.

Los frenos son inútiles ante mi presión, pero el aire se vuelve pesado cuando Celine vuelve a intentar rodear mi cuello. Con la otra mano, toma el volante girándolo con violencia entre gritos. A diferencia de otros momentos, la golpeo con todo lo que tengo mientras doy cortes violentos en las curvas e intento alejarla del volante. No sé en dónde me encuentro, solo la visibilidad de la luna me ha protegido de no chocar, pero no creo que esto pueda durar.

El carro se levanta sobre la carretera al encontrarse con una piedra. Las dos nos golpeamos la cabeza con el techo, y yo caigo al lado de mi puerta, la cual se abre. Me sostengo del cinturón con rapidez, pero mis piernas pelean con Celine, quien hace el intento de soltarme. Las dos ya tenemos golpes feos y la sangre de mi sien, se escabulle por mi cuello.

Mis manos toman el volante, lo que me ayuda a entrar de nuevo al carro. No tuve tiempo de estabilizar el carro cuando algo golpea el costado de mi puerta. El empuje me lanza al lado de Celine, quien se golpea con el cristal. Estoy mareada, pero aun así vuelvo a incorporarme, dejando a Celine gimiendo de dolor. Noto al instante que la puerta salió volando.

Sé que puede ser en vano, intento volver a estabilizar el auto. Pero tanto el volante como los frenos ya habían cedido, ni siquiera puedo ver lo que hay delante.

Antes de que pueda reaccionar, ya estoy cayendo por el acantilado...

Solo puedo cerrar mis ojos y llorar.




Adiós, me voy antes de que me maten

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