30
Denise
Siento como si la vida estuviera en un bucle cruel y todo se repite, solo con el fin de hacerme daño. Mi cuerpo se siente pesado, pero aun así no soy capaz de soltar su cuerpo. Sé que en el momento en que lo haga todo va a cobrar sentido. La realidad se va a volver a burlar de mí. No quiero eso... solo quiero despertar de este sueño.
Aunque me lo repito a mí misma, sé que esto es lo que estoy viviendo.
Siento el grito asustado del guardia de seguridad, luego sus pasos apresurados hacen eco. No me importa, no quiero ponerme a pensar en lo que va a ocurrir de aquí en adelante. Miro sus ojos perdidos, el corazón se me cierra cuando tengo que bajar sus parpados, para que termine de descansar.
Pero ahora... la del alma atormentada soy yo.
El ruido rompe con ese silencio burlón al que tanto le temí, las voces llenan el espacio, yo sigo congelada en el lugar. Al momento de alzar la vista, los ojos se centran en mí. Todo se vuelve borroso y siento cómo mi mente se queda en blanco, no puedo reaccionar, aunque pueda.
Mi cuerpo se guía por puro instinto, no registro el cómo llego a la ambulancia. Las luces rojas y azules son lo único que puedo ver; por alguna razón, no puedo levantar la vista de mis manos teñidas en carmín.
¿Se sentirá mejor si esa fuera mi propia sangre?
¿Quién sabe? Tal vez sí.
Tengo frío... esa oscuridad me quiere consumir, ya estoy cansada de huir.
Pero, al parecer, siempre va a estar él quien viene a darme luz, aunque tal vez no me lo merezca. Veo la preocupación en su rostro y, por alguna razón, aunque me duele, estoy encadenada al silencio.
—¿Qué pasó?
Quiero hablar, quiero llorar, pero no puedo. Hay alguien que odia mi sonrisa, cortó el hilo de mi felicidad. Sosteniendo un lienzo negro, gritando en mi cara que esa era mi vida, eso es lo que yo me merezco. No puedo levantar la vista y decirle lo ocurrido.
La oscuridad que tanto odio es a donde pertenezco, es donde debo estar.
Soy incapaz de poder hablar y Kevin lo nota, a pesar de que me mira con total preocupación, acepta sin palabras mi silencio. Recibe el informe de la policía y veo cómo su cuerpo se tensa al recibir la noticia de la muerte de Julia.
Aun cuando sus ojos me transmiten dolor y calidez... sigo sintiendo frío. ¿Por qué?
Llaman a mi papá, no sé si es suerte o no, pero él se encuentra nuevamente en Alemania por trabajo. Me dejó a cargo de Kiara por el momento, yo solo quiero dormir. No me encuentro en condiciones de declarar como testigo, todos los presentes se dieron cuenta y Kevin toma mi palabra mencionando que declararía cuando me sienta dispuesta.
Agradezco su silencio durante el viaje e incluso, cuando ingresamos al apartamento. Camino directo al baño porque odio cada parte de mi cuerpo en estos instantes, solo quiero deshacerme de mi propio hedor.
Pensé que me escondería bajo la ducha y derramaría muchas más lágrimas... pero no, me quedo en silencio como si mi vida no se hubiera convertido en cenizas de la noche a la mañana. Miro a mis pies, como la sangre que manchaba mi cuerpo se desvanece...
Estoy cayendo y mis pies no tocan fondo, al parecer esta sensación de ahogo no se irá, aunque sonría.
Cuando salgo a la habitación, Kevin me espera y algo en mi interior muestra alivio cuando sus ojos negros no me miran con lástima. Veo el dolor en ellos, pero no lástima. Aunque por su expresión, descubro que quiere hablar, yo no.
—Denise...
—Quiero dormir —mi tono es seco, vacío, me atrevo a decir—, por favor.
Aun cuando en la noche él me abraza con calidez y me sostiene, yo no puedo conciliar el sueño, aún sigo sintiendo frío. No recordé lo ocurrido, no pensé en la herida terrorífica en la garganta que acabó con su vida, no pensé en la sangre.
Solo pensé en unas palabras...
Unas palabras que se repitieron en mi cabeza con una certeza, que no hicieron más que hacerme creer que era cierto.
"Eres una bastarda que no merece amor, no te mereces amar, solo eres una desgracia en la vida de los demás"
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Tzuyu
Froto mis manos un poco sudorosas, sin saber si lo que estoy a punto de hacer es correcto. Los nervios se asientan con fuerza dentro de mí a cada paso que doy. Miro la enorme piscina a mi izquierda, el mal recuerdo persiste ahí, pero por alguna extraña razón, lo único que no puedo olvidar es la calidez de sus brazos al sostenerme.
Me aseguré de que el resto de los chicos salieran de la práctica, confirmando que él es el único que queda en las duchas. Acerco la oreja a la puerta semiabierta, para ver si distingo el sonido del agua, no quiero volver a pasar por alguna situación vergonzosa... otra vez.
—¿Por qué me llamas ahora?
Reconozco su voz, aunque solo la he escuchado una vez, su susurro no puedo borrarlo de mi sistema. También es bueno resaltar el hecho, de que esto no está para nada bien, pero tampoco puedo irme. Una parte de mí tiene curiosidad, aunque solo haya escuchado cinco palabras, de lo que parece es una conversación telefónica.
—¿Cómo está Denise? —Se nota la preocupación en su voz, y yo quiero saber quién es Denise, ¿una novia tal vez? —Dios, papá, eso es horrible. ¿Has podido hablar con ella? —vuelve a quedarse en silencio y cada vez más noto que su preocupación va en aumento. —Voy a ir, ella... —Es interrumpido, al parecer, porque da un suspiro que yo puedo sentir a través del silencio —¿Estás seguro de que es mejor que me quede? Ella me necesita, no debe ser fácil —mi conciencia me sigue repitiendo que lo que estoy haciendo está muy mal —está bien, papá, dale un beso de mi parte, dile que la quiero.
Ahora no sé si es el mejor momento de interrumpir y hablar con él. Antes de que pueda decidir que lo mejor es irme, la puerta se abre, por suerte no estaba apoyada en ella porque si no hubiera caído. Mi corazón se detiene frente a esos ojos azules tan peculiares. Sentí como mis mejillas comienzan a calentarse, mi boca se abre y se cierra como pez fuera del agua.
Mi mente se encuentra en corto circuito, porque para mí "buena" suerte, ahora solo puedo pensar en su torso desnudo—¿Estás bien?
—Y-yo, lo siento... vi-vine a hablar... tu conversación, no pude evitar escucharla—digo la última palabra en un susurro, sintiéndome de repente cohibida frente a este chico, no sé qué es lo que me está pasando.
—No te preocupes—él me da una bonita sonrisa—¿Vamos? Así me dice que quieres hablar.
Asiento y cuando coge su bolsa, empezamos un paso lento para salir de la piscina e incorporarnos a los pasillos. Por suerte no tengo ninguna clase ahora, al parecer él tampoco porque no se apresura en su caminar. Miro su perfil admitiendo que es bastante guapo, por no decir demasiado.
—Gracias —sus azules me miran cuando abro la boca, y yo lucho por no apartar la mirada de la suya. Él, en cambio, me da una enorme sonrisa que solo aumentó su atractivo, un gesto dulce y relajado, pero que, aun así, en sus ojos puedo notar algo mucho más profundo.
—No tienes que agradecerme, esos imbéciles fueron demasiado lejos.
—No solo hablo de eso, hiciste que los expulsaran.
—Era eso o cobrárselo a golpes—abro los ojos impresionada, pero él como si nada me da una risa juguetona a la vez de un guiño—Pero no me conviene que sea así, solo golpee a una persona y me parece que si me enfrentaba a ellos iba a salir muy mal parado.
No sé por qué... pero la sonrisa explota de mi boca que no pude contenerla. Nunca me había reído tanto en mi vida y tampoco comprendo la razón. No había sido tan graciosas sus palabras, pero, aun así, mi risa suena con fuerza. Él, sin razón aparente, también se une a mis carcajadas.
Luego de unos minutos, limpio mis lágrimas y me siento mucho más relajada, al igual que él a mi lado. Hasta que de momento su anterior conversación llega a mi cabeza, aunque lo más sensato es no interferir, mi curiosidad es mucho más grande.
—¿Todo está bien? —Él me mira sin entender y ligeramente, me vuelvo a poner nerviosa por miedo a meter la pata—Lo siento, hablaba de tu conversación... si no quieres decirme está bien.
—Te dije que no te preocupes por eso, respecto a tu pregunta no sabría decirte—frunce el ceño y puedo deleitarme, que aun así se ve muy hermoso—Mi hermana... fue atacada anoche—abro mi boca con sorpresa, pero en verdad no me esperé lo que me iba a decir a continuación—al parecer el atacante asesinó a una persona muy allegada a ella, cuando la policía llegó mi hermana sostenía su cuerpo.
—Dios mío —un jadeo horrorizado sale de mi boca y un escalofrío siniestro me recorre. —¿Tu hermana está bien?
—Físicamente, sí, mi padre está en Alemania y yo estoy aquí, aunque tiene muchas personas ya a su lado.
—¿Y tu madre?
Él hace una mueca con mi pregunta—Es complicado.
—¿No vas a ir a verla?
—Quiero hacerlo, pero la conozco—mira mi cara de confusión y una sonrisa suave nace en sus labios—ella es menor que yo por un año, pero es mucho más madura de lo que parece, no es el tipo de personas que expresa cómo se siente, aunque eso me da miedo, es su manera de ser, la extraño y quiero verla porque sé que en estos momentos se debe sentir perdida aunque ella no diga nada... pero no puedo hacerlo—echa su cabello hacia atrás mientras parece que no puede dejar de hablar de esa chica—porque es tan inteligente que se dará cuenta de la razón, y ella, por sobre todas las cosas odia la lástima, lo mejor es darle un tiempo.
—Quieres mucho a tu hermana —más que una pregunta, mis palabras son una confirmación y él asiente con convicción.
—Más que quererla, la admiro, casi me atrevo a decir que gracias a ella estoy aquí estudiando.
—¿Cómo así? —inquiero confundida.
—Es una larga historia, ¿y tú? ¿Tienes hermanos?
El recuerdo de mi hermanita menor en Japón me golpea con fuerza. Y aunque me gustaría admitir que sí, que es una hermosa pequeña con una radiante sonrisa. Mantengo la promesa a mí misma, de que la felicidad para los cuatro es no adentrarnos en el pasado y dejar que la vida siga fluyendo de la manera en la que lo está haciendo.
Por el momento no me preguntaré los misterios de la vida, simplemente... viviré.
—Crecí en un convento en Japón.
El abre sus ojos con sorpresa, pero no menciona nada con respecto a eso—Japón—murmura al aire —Debe ser un lugar hermoso.
—¿Nunca has ido?
—No, nunca he salido del país —se encoge de hombros y no sé por qué, luego de eso, mi sonrisa se planta en mi boca.
—No pierdas la esperanza, si yo salí de Japón algún día, tal vez vayas.
—¿Tú serás mi guía?
—¿Quién sabe?—Cuando me encojo de hombros, nos echamos a reír y parece caer en el olvido mis anteriores nervios.
—Eso es bueno, pero lo más importante. ¿Cuál es tu nombre? ¿O debo llamarte la chica de la ventana?
Golpeo su hombro, volviéndome a sentir avergonzada en el momento en que siento su carcajada, pero aun así la sonrisa tampoco se va de mi boca —Soy Tzuyu.
—Tzuyu—él repite con una sonrisa, como si disfrutara tener mi nombre en sus labios. —Es un nombre muy bonito, yo soy David.
—David también es un nombre muy bonito.
—Tú eres la bonita.
Mi mente se congela y no reacciono del todo hasta que escucho su risa. Aunque estoy avergonzada, yo tampoco puedo evitar reírme. Cuando alzo la vista, noto que ambos mantenemos un paso suave y constante por medio del campus, pero no puedo pensar en eso porque en verdad estoy disfrutando la compañía del chico.
—Pareces que te diviertes en hacerme pasar vergüenza.
—No lo hago, solo es que te ves muy bonita en serio.
Intento que sus palabras no sigan teniendo mucho efecto en mí, pero de igual forma parece imposible. Le doy mi mejor mueca, aunque soy consciente de que es un poco ridícula.
—¿Sabes que en Japón es una falta de respeto hacer en contra de los mayores? —Él me mira sin entender para nada de lo que yo estoy diciendo. —Tengo 21 años, soy mayor que todos los chicos que están en primer año.
Cuando tomé la decisión de entrar a la universidad, sabía que iba a ser la mayor de mi año. Los años en el convento pasaron volando de igual forma que la edad en donde se suponía que debía ingresar. Por lo que soy consciente de que este chico, por más alto que sea, solo tiene 19 años.
—¿Eres mayor que yo? —No sé cómo interpretar su mirada llena de sorpresa, hasta que de repente da una sonrisa divertida, pero con un toque de malicia—Me encanta la idea de decirle a mi familia que me gusta una chica mayor que yo—me quedo en blanco cuando dijo eso, pero veo de reojo como mira el reloj en su muñeca—Me tengo que ir, nos vemos luego y asegúrate de cerrar bien tu ventana—me da un rápido beso en la mejilla y sale corriendo.
Cuando registro mejor las palabras que dijo, grito su nombre con vergüenza y siento a los lejos sus carcajadas. Me toco la frente, negando la cabeza por este chico tan descarado, pero sin borrar la sonrisa de mi boca.
—Suena divertido decirle a Kiyoko que me gusta un chico menor que yo.
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Denise
Lo peor de regresar a la escuela en este momento, es ser consciente de cada una de las miradas que sientes sobre ti. Siempre estuve acostumbrada a eso y nunca me importó. Eso no era mi problema. Pero ahora es completamente diferente, puedo reconocer cada sentimiento en los ojos sobre mí.
La lástima es una espada de doble filo...
El fin de semana, fue un viaje entre la comisaría y la casa de Kiara, luego para la casa de Kevin. El domingo fue cuando Kevin me ayudó a tomarme un tiempo para realizar una pequeña ceremonia para ella. Kiara buscó entre las personas que había crecido con ella en el orfanato y fue muy emotivo, ver a más de treinta personas reunidas en un lugar para despedir a una amiga que no veían en años.
No sé decir si fue lo peor o no...
Pero todas esas amistades me dieron el pésame directo a mí... como si yo fuera su hija. Mi padre se quedó a mi lado y respetó en silencio que cada palabra que era dirigida hacia mí como familiar directo; lo mejor de todo fue que solo se quedó a mi lado
El lunes no tuve ánimos de ir a la escuela, fui a la cafetería a distraerme y mis amigos fueron los mejores en sacarme un poco del pozo de mis pensamientos.
Cuando puse un pie en la escuela el martes... era de esperarse que lo ocurrido el viernes fuera a ser descubierto en toda la institución. Kevin me había informado de que el señor Pingüino se retiraba y entraba otra nueva directora, no había tenido oportunidad de conocerla, pero que le había dado la nueva noticia.
Al momento de llegar a la puerta del salón, alzo la vista y por un momento conecto la vista con Sara.
Incluso odio la mirada de lástima de Sara, quien al parecer quiere decir algo. Mi mirada, tal vez, es tan directa que retrocede ante mí y me permite el paso hasta mi asiento. Todos me ven como si estuviera de paso, posan sus ojos sobre mí e incapaces de soportar la mirada, siguen de largo, mucho mejor para mí.
—Denise —alzo la vista y veo ante mí a la profesora de Literatura. Tengo que reconocerlo, a pesar de que su mirada dura desapareció, no me mira con lástima como el resto—Tienes que llenar esta boleta—frunzo el ceño y de seguro ella se aguantó la mirada dura—la nueva directora lo propuso para conocer a todos los estudiantes, cuando termines llévala a la oficina de los docentes.
—Gracias —me siento mejor en mi puesto en el momento en que me da la boleta.
Veo cómo se queda en su lugar y alzo la mirada esperando lo próximo que va a decir. A pesar de su expresión dura, me mira con firmeza, ya no tiene sus labios apretados como cada vez que habla conmigo.
—Un paso a la vez, Denise.
Cuando me da la espalda, no entiendo la tonta razón por la que en mis labios una diminuta sonrisa aparece, es cierto...
Solo un paso a la vez.
Minutos después, me dirijo a la oficina de docentes con mi boleta en mano, disfrutando del silencio del pasillo. Cuando ingreso en la oficina, todos callan ante mi presencia y, sin querer estar mucho tiempo bajo el escrutinio de los mayores, me dirijo al final de la oficina, es en donde se encuentra la mesa de Kevin. Él me devuelve una suave mirada y soy consciente, de que si estuviéramos solo, me daría una sonrisa mucho más grande.
—Esta es mi boleta —cuando se la entrego, su movimiento es lento al recibirla y el roce de nuestros dedos es delicado, pero igual se siente bien.
Antes de que pueda responder, la oficina es interrumpida, llamando la atención de todos los presentes. Me quedo mirando con atención a la exuberante mujer que acaba de atravesar la puerta. Un pelo rubio dorado que cae en espectaculares ondas hasta su cintura. Curvas llamativas y más alta que yo.
La confianza resuena en cada paso que da. Mira claramente a todos con sus ojos verdes, con una actitud de que valen menos que ella. De primera impresión no me da mucho que desear; además, no puedo apartar la sensación pesada de mi cuerpo al verla.
De alguna forma, sus ojos esmeraldas se cruzan con los míos y, aunque su posición es intimidante, mantengo la postura fuerte a todo momento. No sé si son ideas mías o no, pero una lucha se desata entre nosotras en silencio. Una sonrisa se forma en sus labios, y no me gusta ese gesto.
—Buenos días, cariño, me parece que no nos conocemos. Soy Sophía Monquier, la nueva directora.
Alzo una ceja sin saber la razón por la que se presenta tan contenta. Pero antes de que pudiera hablar, un profesor se adelanta. —Ella es Denise Hyucket, la mejor estudiante de la escuela.
—Así que eres tú, la estudiante del incidente, al parecer estás bien—ni siquiera la conozco y no me gusta para nada su sonrisa—quien no salió bien parada fue la enfermera—hace un gesto decepcionante y la tensión se aloja en mi cuerpo como una segunda piel—aunque creo que es demasiado, una semana de luto en la escuela para una simple enfermera me es demasiado exagerado.
La ira crece en mí como llamas ardientes que luchan por salir y explotar sin importar con quién arrase. La forma burlona en la que me mira, me hace querer borrar con golpes la maldita mueca que llama sonrisa. Es consciente de lo que hace, sabe que sus palabras me molestan y adora el control que ejercen sobre mí. Lo que hace que mi furia aumente más todavía.
Pero sin previo aviso, recuerdo la suave risa de ella, que, aunque no sirve para calmarme del todo, me ayuda a calmar mis pensamientos.
Aun con su mirada sobre mí, le devuelvo la sonrisa burlona y sarcástica. Asegurándome de que mis ojos también hablen por mí. Puedo respirar la tensión entre estas cuatro paredes, y soy consciente de que no debo cometer una imprudencia como la que voy a hacer... pero no me puede importar menos.
—Entiendo que debe sorprenderla—mi voz hace que todos los ojos caigan sobre mí, no tengo que temer en la seguridad ni en que me tiemble el tono de voz, estoy bastante enfadada con esta mujer y no voy a flaquear por nada—Me imagino que por usted no valga la pena ni una hora de llanto... me parece excesivo.
Ni siquiera dejo que asimile mis palabras y abandono la habitación, sintiendo una especie de satisfacción en mi pecho al haber hecho eso. Por un momento, se me pasó por la cabeza, que es lo que hubiera dicho ella.
"Chicas como tú lloran cuando se rompen una uña"
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El día estuvo más pesado de lo normal, o puede ser que yo estuve todo el día en el salón sin ninguna intención de salir. Kevin quería llevarme a casa, pero era mejor la opción de que Kiara me fuera a recoger. Aún a duras penas, él aceptó.
Kiara me llevaría hasta la cafetería, aunque esta no abriera hoy, pero sería una buena forma de que Kevin me recoja sin sospechas. Viendo los carros pasar frente al local, se convierte en una muy buena distracción mientras espero. Me gusta esta sensación de mi mente en blanco, aunque soy consciente de que no trae nada bueno mantenerse de esa forma.
He intentado llorar, he intentado gritar. Sacar el vacío que me ahoga cada noche. Pero es como si una enorme piedra se alojara en mi corazón y solo me hunde. Ni siquiera puedo intentar por pedir ayuda. ¿Es fuerza lo que me falta? Ojalá fuera eso, son las ganas, no quiero que nadie me ayude. No me merezco esa ayuda.
Un destello rojo llega a mi lado, desconcentrándome de mis pensamientos. Me volteo viendo a William caminar hacia mí con una sonrisa —Que bueno verte por aquí, te estuve buscando estos días.
—He estado ocupada, ¿cómo estás?
—Ansioso y nervioso —alzo una ceja sin entender por qué me dice eso de repente. —¿Tienes tiempo? —miro a mi alrededor, buscando el carro de Kevin y asiento cuando no lo veo a la vista. Me gustas.
Abro los ojos sin poder creer en verdad lo que está diciendo. Niego con la cabeza, buscando en mi mente que sus palabras hayan sido producto de mi imaginación. Lo peor es que mi silencio se interpretó de forma que en verdad no me gustaba.
Fueron tres segundos, tres míseros segundos que conté en silencio. Solo eso me bastó para reaccionar cuando su boca presionó la mía. Hice uso de toda mi fuerza y lo aparté.
—¿Qué haces?
—Me gustas desde hace meses...
—Tengo novio —me impresiono a mí misma por dos cosas, una por la seguridad que muestra mi voz... y la otra por no gritar.
—Yo... no sabía.
Suspiro resignada, no sé qué es, pero algo me hace voltearme, y ahí lo veo. El coche de mi novio está aparcado a unos metros en silencio. Lo peor de todo, es que no quiero preguntarme desde cuándo está ahí y si había sido testigo del beso robado.
La respuesta a esa pregunta me da mala espina.
—Esas son las consecuencias de hacer las cosas sin preguntar —le doy la espalda y camino con decisión hacia donde se encuentra mi novio, dándole fin al tema.
No hacen falta las palabras cuando ingreso al carro, incluso me falta tiempo porque Kevin sale de ahí casi volando. No me atrevo a abrir la boca porque, sin siquiera mirarlo, puedo ver la tensión en cada uno de sus movimientos.
Tardo mucho el tiempo en darme cuenta, de que nos habíamos desviado del camino habitual a su casa. —¿Dónde vamos, Kevin?
—Daremos una vuelta
Esa es mi señal de no preguntar más, aunque estas bullían en mi garganta. Me concentro en el camino, tratando de adivinar hacia dónde nos dirigimos. Después de adivinar en el aire, me rindo y yo solo me quedo mirando los alrededores. No tardamos mucho en adentrarnos en lo que parece que es un parque. La noche no ha caído, pero el aire se siente húmedo.
El cielo se está pintando de naranja con algunas que otras estrellas que recién están apareciendo. Aun cuando el aire acaricia mi piel, no siento el frío con tanta violencia cuando me bajo del coche tras mi novio, quien lo había hecho segundos antes que yo.
—¿Qué ocurre, Kevin?
—Mejor no ahora, Denise.
—¿Viste el beso? ¿De eso se trata? Eso no significa nada para mí...
—¡Dije que ahora no!
Nunca lo he visto gritar, debo admitir que su voz retumba entre este espacio, causando que mi cuerpo dé un respingo del susto. Aun así, soy testigo por primera vez de Kevin enfadado, pero quiero saber la razón de todo.
—Hablemos, Kevin, no te cierres.
Se gira de repente hacia mí, soy consciente de que ya la tormenta está sobre nosotros—No te atrevas a decirme que no me cierre Denise—su voz sonó dura y cruel, pero no conmigo, sino con la situación—por más que yo quiera entenderte no puedo porque te empeñas en construir un muro entre los dos alejándote de mí.
Me quedo en blanco, sin saber cómo responder, porque muy dentro de mí sé que todo lo que está diciendo es cierto. Lo peor de todo, es que no tengo la fuerza de negarlo porque no sabía cómo.
—Kevin...
—Sé que duele Denise—no me deja hablar y siento como me voy quedando sin aire, cada vez que veo todos los sentimientos florecen de él, pero también soy consciente de lo que veo no es más que el reflejo de como yo misma me siento—Entiendo que debes estar sufriendo, todo esto ha sido demasiado y lo sé, pero no te cierres.
Intento reprimir todo, pensando que no tengo derecho. Aun cuando no quiero pedir ayuda, intento salir de ese pozo, por una luz. Una mota del destello que me devuelve el alma, me arrastra, me obliga a luchar.
Me obliga a gritar por mi vida.
Esa luz es él, es Kevin.
—¿Qué ha sido demasiado? Estoy cansada de todo esto Kevin. Parece que el mundo se empeña en joderme todo el tiempo, constantemente estoy luchando contra algo que ni siquiera veo —grito, colérica, sin saber por qué la alteración ronda en mi sistema, pero que aun así quiero sacarla toda.
—¿Y para qué estoy yo? ¿También te vas a empeñar en pelear conmigo? ¿O vas a callar durante días sin decir nada? —No puedo decir quién de los dos grita con más fuerza, pero nuestras voces resuenan en el silencio.
—¿Y qué quieres que diga? —grito con los ojos brillantes, perdiendo la estabilidad que había guardado todos estos días —¿Qué me siento aterrorizada por cada día que pasa? ¿Qué me siento en un pozo sin fondo? ¿Qué cada día me estoy ahogando? —Las palabras salen solas de mi boca, pero ya no puedo pensar en callarlas mientras camino hacia él con las lágrimas bañando mis mejillas —¿Quieres que te diga que lo que quiero es gritar aun cuando ni siquiera puedo hacer eso?
Me mira con profundidad y sé a la perfección que esta discusión no tiene ningún significado con lo ocurrido con William. Todo lo que estuve guardando, desde que vi a Julia sin vida, explotó en mi pecho. Me escondo en los brazos de Kevin con mis gritos y sollozos, llenando el sonido de la noche que estaba cayendo sobre nosotros.
Sin saber, que poco a poco mi dolor va cesando.
—Estoy tan cansada, Kevin.
—Lo sé, mi amor, yo te sostengo, nunca me iré.
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