24
Kevin
Otro nuevo curso escolar...
Y yo me estoy besando desde el primer día con mi alumna.
El mejor de los comienzos, ¿no creen?
Intento que mi risa sea baja, cuando tropezamos y chocamos con la estantería. Hoy es la ceremonia de inauguración de curso nuevo, pero al acabar la ceremonia en el auditorio, todos fueron camino al comedor... excepto por nosotros dos, que nos escapamos a la biblioteca, en donde estamos más que seguros de que nadie va a venir.
Esto se ha convertido en una pequeña y agradable costumbre, que debo admitir que me tiene adicto. Desde las vacaciones, nuestra relación ha dado un avance que nunca esperé que tuviera en un pasado. Se siente distinto y muy nuevo a lo que yo he estado acostumbrado.
Tener una relación que no tiene nombre... es raro, debo admitirlo.
Pero me gusta que sea con ella...
Creo que, si tenía que ser así, siempre tuvo que estar con ella desde un principio.
Siento una libertad que no estoy acostumbrado a tener. Algo que había olvidado desde hacía años. Haber sentido que el agua congelaba mi piel y cerraba mi garganta. Sentir, que cada paso que daba, el piso se iba a quebrar a mis pies. Sentir que no podía decir un "te amo" con tanta facilidad.
Ahora es tan fácil que da miedo... ya no temo nada al tomar su mano.
Ya lo dije y cada día, viendo sus ojos, lo he afirmado en silencio.
Su calidez derrite el hielo de mi piel y me devuelve el aire que se me robó. Si el piso se deshace bajo mis pies, caeré con una sonrisa en sus brazos. Es tan fácil, tan fácil mirar sus ojos azules y decirle "te amo"
—¿En qué piensas?
La observo con una suave sonrisa, metiendo su cabello tras su oreja. Me deleito con sus ojos azules, recordándome a mí mismo que me hizo una pregunta para no quedarme como tonto.
—¿Quieres saber si estoy pensando en ti? —ella hace una mueca molesta y yo me río mordiendo su mejilla con suavidad. —Estaba pensando en lo mucho que me gustan tus ojos.
Ella me mira y una sonrisa nace en sus labios, seguido de un dulce sonrojo en sus mejillas, haciéndome saber que le gusta mi respuesta. Bajo hasta ella, sin tardar en besarla con calma, aun con el peligro respirando en nuestra nuca de poder ser descubiertos en la biblioteca. Pero de igual forma, cierro mis brazos en su cintura, sintiendo cómo envuelve los suyos en mi cuello, dejándonos llevar.
Mis sentidos se vuelven uno solo en sus brazos, centrándome solo en ella porque es lo más importante.
Sé que tiene mucho que pensar, aunque no diga nada, lo veo cuando en ocasiones se queda en blanco. Pero lo que le dije esa noche es cierto. No va a pasar el tiempo, porque voy a seguir amándola sin importar nada.
Incluso si es un amor no correspondido...
Incluso si esta extraña relación que tenemos termina o nunca avanza, me sentiré en paz conmigo mismo.
Pero el simple hecho de amarla y verla es suficiente, como para vivir como un hombre feliz.
Tal vez me he vuelto más tonto que los demás... pero nunca me he sentido tan pleno y feliz.
—¿Crees que deberíamos irnos? —pregunta ella con cautela, mirando al alrededor como si temiera que nos vieran.
Asiento con la cabeza, pero igual sonrío: —Deberíamos, pero me da igual.
Ella ríe, intentando no soltar carcajadas demasiado ruidosas. —¿No deberías ser tú quien me animara a no romper las reglas?
Le doy un beso fugaz, pegando su cuerpo al mío. —Soy alguien fuerte y me gusta romper cosas, así como las reglas.
—¿Te estás llamando a tu mismo fuerte? —me mira divertida y con incredulidad por la estupidez que acabo de decir.
Me encojo inocente de hombros —Solo digo la verdad, ¿quieres que te cargue en brazos para demostrártelo?
Ella explota en carcajadas y tiene que abrazarse a mí para que no se sienta su risa. Durante el abrazo, siento su sonrisa sobre mi hombro. Me tomo mi tiempo para oler su perfume y sentir con más fuerza el tacto de su piel con la mía.
El silencio se rompe con una vibración, ella reconoce al momento que es su teléfono del que se trata. Contesta, haciéndome un gesto de que me quede en silencio y yo acepto con algo en mente... pero sabiendo que mi niña se va a molestar.
—Dime Marcia—me mira con extrañeza, cuando mi sonrisa aumenta con el peligro en mi gesto—Sí, en un rato voy—me acerco a su cuello y lo beso con delicadeza, sintiendo como su cuerpo se sobresalta, deleitándome con su piel erizándose, sonrío sobre su tez cuando en venganza, ella me clava las uñas en mi hombro, pero no deja de hablar con su compañera de clases—Estaba hablando con mi hermano en la nueva Universidad.
—Mi pequeña es una mentirosa. —Se guarda un jadeo cubriendo su boca, al sentir mi respiración en su oreja.
—No te preocupes, enseguida voy.
Cuelga con rapidez y me encanta cómo sus azules ojos se oscurecen con más intensidad al mirarme con enojo —¿Qué ocurre?
—Te voy a matar —gruñe con odio, pero yo no hago otra cosa que morderme el labio inferior con una sonrisa por lo bella que se ve. —¿De qué te ríes?
—De lo hermosa que te ves molesta.
Se suelta de mi abrazo, gruñendo con molestia, pero antes de que se pueda escapar, la atrapo de nuevo por la espalda besando su mejilla —Suéltame.
—No puedo hacerlo, me voy a aferrar a ti de cualquier forma.
Ella intenta reprimirlo, pero una enorme sonrisa se escapa de sus labios y veo el hermoso sonrojo de sus mejillas. —Eres un idiota.
—Incluso me enamoré de la manera en que me insultas.
Ella se relaja en mis brazos riendo, como si nada a nuestro alrededor importe. —Estás loco, le dije a Marcia que iba a ir dentro de poco, tengo que irme.
—Creo que voy a hablar seriamente con Marcia.
Le menciono con mi mejor cara de seriedad, ella me mira por encima de su hombro con una expresión divertida. Nos quedamos en silencio, mirándonos por segundos que parecen eternos, ella con la misma expresión y yo intentando por todos los medios de que no vea la verdad en mis ojos.
—¿Serías capaz de eso?
—Ni yo mismo lo sé —con delicadeza la volteo sin soltar nuestro abrazo. —Desde que te conozco, hago más locuras de lo normal.
Es tan cierto que puede dar miedo...
Ver cómo mi mundo se deshace bajo sus ojos azules, que poco a poco va armando cada pedazo para conformar lo que soy. Un mundo totalmente imperfecto, preso de sus besos y sus sonrisas.
—¿Eso es malo?
Me mira con esos orbes llenos de estrellas y en mi interior me hago la misma pregunta. Pero por más que lo intento, no logro encontrar nada que me haga arrepentirme de lo hecho, ni dónde me encuentro en estos momentos.
—Puede que haya cometido muchos errores en el pasado, que hubiera baches en donde me hubiera rendido... pero todo eso deja de tener sentido, porque hubiera repetido cada una de esas cosas solo para un beso de tus labios.
Se queda en silencio... aunque deseo que responda a cada una de mis palabras, también disfruto cómo tu mirada se detiene en mí. Reconozco en su interior que está luchando con algo, contra algo que le impide hablar. Por un segundo... un pequeño y especial segundo me robo tus pensamientos con mis labios.
Lucho contra eso, aunque sé que es inevitable, el momento se acaba y debemos volver al mundo de la realidad. Por el momento cerramos el capítulo de los sueños, contando las horas para volverlo a leer con el mismo anhelo.
Suspiro con una sonrisa cuando, luego de una larga "lucha", ella logra escapar de mis brazos, asegurándose que vamos a estar en problemas si Marcia la vuelve a llamar. Me siento como un tonto, pero creo que es la mejor de las sensaciones que recorre por mi pecho. Aun en las nubes, recordando el cielo de sus orbes, respondo mi teléfono sin tener en cuenta para nada de quien se trata la llamada.
—¿Diga? —mi sonrisa se borra, a la vez que la sensación amarga se acentúa en mi pecho, como un burlón recuerdo de lo que hace muchos años, toda esa tormenta furiosa y cruel al volver a escuchar su voz, una que creí que nunca volvería a escuchar—¿No te quedó claro que no quiero volver a saber nada de ti?
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David
Nunca me he sentido tan feliz en mi vida como la primera vez que camino por el campus de la Universidad de Medicina, porque estoy a unos simples pasos de cumplir mi sueño de toda la vida. UCL Medical School es la escuela de medicina de la Universidad College London.
Lo que más disfruto, es la variedad de programas educativos con respecto a la medicina que ofrece. No por nada es una de las universidades más reconocidas internacionalmente. Luego de que una amable chica de tercer año me diera indicaciones directas para llegar a los dormitorios, me tomo mi tiempo para pasear por los pasillos de la institución.
Ni siquiera molestándome en dejar mi equipaje, mi curiosidad es mucho mayor.
Aunque todo se siente de ensueño y que nunca va a acabar, el recuerdo doloroso de mi madre llega a mi cabeza. La semana antes de que se confirmó mi matrícula, comencé a preparar mi maleta. Ella entró en mi habitación con una expresión neutra, lo cual no me permitió adivinar qué era lo que estaba pensando.
—¿No vas a dar atrás en esa tonta decisión?
Me paré derecho frente a ella, reuniendo firmeza para hablar con mi madre como nunca lo había hecho anteriormente. —No es una tontería, mamá, ese siempre ha sido mi sueño.
—Nadie en mi familia ha sido médico —no entendí cómo ese argumento iba a servir de explicación para hacerme dar atrás en camino, pero aun así no le dije nada con respecto a eso.
—No me dejo llevar por las decisiones de otros, este es mi camino, mi futuro y lo que deseo.
Me felicité a mí mismo cuando mi voz no salió con temblores que demostraran que esto no es para nada fácil de hacer para mí. Ella, en cambio, para mi gran sorpresa, dio una risa un poco irónica y carente de toda amabilidad, o de la dulzura a la que estoy acostumbrado a ver en la mujer que me trajo a la vida.
—Sonaste exactamente igual que ella —mi ceño se frunció al no entender de qué era lo que estaba hablando. —Cada vez que abres la boca, suenas como esa que es tu hermana.
Me quedo en blanco, porque siendo sincero podía prepararme para todo, pero para su tono mordaz, nunca. Intenté recomponerme, buscando las palabras para detener los pensamientos que tiene con respecto a Denise.
—Mi hermana nunca supo cuál era mi decisión, ella no tiene nada que ver con esto.
—Ella quiere alejarlos de mi—su tono de voz había bajado un poco, pero seguía conservando el desdén que acostumbra cuando se trata de ella. No entendí lo que quiso decir con eso, y mi madre pareció ver la curiosidad en mis facciones. —Tu padre me pidió el divorcio.
Mi boca se abrió del asombro, sin saber el cómo responder o reaccionar ante la noticia. Veo la tranquilidad de mi madre y no entiendo por qué me molesta verla tan serena, a la vez que menciona que Denise nos aleja de ella.
—¿Qué tiene que ver mi hermana con eso? Eso es una decisión de los dos.
—Ella no tenía que haber nacido, todo hubiera sido perfecto si solo fuéramos los tres.
—Ella también es tu hija.
—¡No quiero! ¡Dejen de decir que ella es mi hija! ¡Yo no quiero que sea mi hija!
Doy un salto en el lugar por instinto, cuando entre sus gritos, ella cogió los libros de mi estantería y los lanzó al piso. Veo cómo tal serenidad explota con fuertes respiraciones cuando se trata de mi hermana. Por más que intentaba buscarlo, no veía la razón de por qué su odio tan profundo con ella, lo peor, es que temo decir que Denise ha sabido desde ese odio desde años.
—Mamá, no voy a dar atrás a mi decisión, nadie intervino por mí, espero que al menos lo respetes.
Agradecí que se fuera en silencio de mi habitación, pero aún alterada por la mención de mi hermana. Aun así, cuando me fui, solo vi a mi padre, a quien no perdí oportunidad de preguntarle acerca del divorcio. Recuerdo cómo torció la boca en una clara señal de incomodidad, dejándome claro de que no le era fácil hablar de eso.
"Más tarde hablamos, hijo"
Es lo único que me dijo antes de tomar rumbo al campus. Mientras camino por los pasillos, siento que estoy en otro mundo en donde dejo todos esos problemas, en donde no me pueden afectar. Ojalá todo fuera tan fácil como mi mente lo pinta, pero es la realidad.
Regreso a la realidad de golpe... literalmente. Veo todas mis pertenencias en el piso, pero me concentro mejor cuando escucho un jadeo muy cerca. Alzo la vista y capto unas piernas blancas enredadas entre las mías. Pero mientras mis ojos van subiendo más, me doy cuenta de que el vestido de la chica se había subido demasiado... dejando a la vista lo que tiene que estar cubierto.
Mucho antes de observar la prenda, cierro mis ojos por instinto, escuchando un gemido algo avergonzado, que escucho absolutamente adorable. Con mis ojos cerrados, aún puedo notar cómo se levanta, recogiendo todas sus cosas con apuro, murmurando algo que no puedo entender.
¿Yo?
Yo parezco un tonto en el piso con los ojos cerrados. Solo cuando siento unos pasos alejarse con apuro, abro mis ojos a la vez que volteo mi cabeza. Sonrío... sin saber por qué, al encontrarme con una larga cabellera negra, moverse por los aires. Miro mis maletas en el suelo y mi gesto aumenta, lo más gracioso... es que no sé la razón.
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Denise
Muerdo la punta del lápiz mientras los números se muestran frente a mí. Miro la hoja a su lado, viendo como todo se repite y eso significa que no falta nada. Me paro del escritorio murmurando para mí misma, mientras camino hacia el estante. Me pierdo en mis pensamientos mientras cuento las cajas de medicamentos.
Graciosamente, aquí, se gastan tantos medicamentos hasta el punto de pedir suministro cada dos semanas. Como dice Julia... los deportistas se turnan para lesionarse. Me río sin perder la cuenta por los comentarios de la enfermera.
—¿Qué te da tanta gracia?
Un grito agudo se escapa de mi garganta por el susto, dejando caer todo lo que tenía en la mano. Miro a la enfermera, aun sintiéndome asustada, y ella me devuelve una sonrisa.
—¿No podías hacer un poco de ruido al menos?
Ella se ríe ante mis palabras, mientras yo recojo lo tirado al suelo—Te estuve llamando, pero estabas tan dentro en tus pensamientos que no me escuchaste.
Me acerco al escritorio, que es donde están los papeles del inventario de medicamentos. Ya han pasado dos semanas del inicio de clases y me sentí de la misma forma que las otras dos veces... tal vez con la diferencia de que ahora la escuela no me parece tan desagradable, no tanto.
Por suerte Marcia y yo quedamos juntas en el mismo salón, al igual que Kevin continuó siendo nuestro profesor... tampoco me molesta.
En los primeros días, dijeron que los alumnos de tercer año debían estar en alguna clase extracurricular que añadieran puntos extras, con excepción de los deportistas. Marcia entró al grupo de baile, impresionándonos a muchos, pero yo no quería estar en ninguno de esos.
Por eso le pedí ayuda a Kevin con una cosa. Luego de hablar con el director con el argumento de que Julia necesita ayuda, me colocaron bajo su supervisión haciendo inventario.
Y desde entonces soy su "esclava"
Aunque prefiero estar aquí mil veces más que en otros grupos. Julia es muy divertida, y pasar la hora con ella me parece muy poco, porque siempre tiene algo nuevo que decir.
Supe que sus abuelos eran emigrantes y que nació en Londres, pero cuando tenía 10 años, sus padres murieron en un incendio, lo que causó que creciera en un orfanato. Dice con mucho orgullo que creció ahí junto a gente que le dieron mucho cariño, al igual que amor. En ocasiones extraña a sus padres, pero se queda pensando en los momentos en que vivió con ellos y se siente contenta de haberlos tenido a su lado.
—Estaba concentrada—murmuro, viendo como ella se sienta en donde yo estuve hace solo segundos y tomo lugar frente a ella.
—¿Y? —la miro sin entender de que está hablando—¿Qué es lo que te hacía tanta gracia?
Sonrío cuando el pensamiento llega nuevamente a mi cabeza y la miro—¿Recuerdas cuando le rompí la nariz a Scott?
—Nunca se había vuelto mi día favorito hasta que vi como sufría por su nariz.
No me puedo guardar las carcajadas por más que lo intento. Con ella, la sonrisa siempre estaba en mi rostro porque tiene ocurrencias demasiado fuera de lo normal. Lo que hace a la mujer de 46 años tan única y particular.
—Me llamaste por teléfono para luego decir que los chicos parecen que se rotaban para lesionarse.
Ella asiente con la cabeza, luego de unos segundos buscando en sus recuerdos y su sonrisa se hace mayor—Y lo mantengo en pie, nunca vi que se lesionaran tanto como aquí.
—¿Crees que hagan apuestas sobre a quién le duela más?
Cuando hago mi pregunta, me echo hacia delante sobre la mesa y ella, sin bajar la mirada, imita mi gesto. —¿Sabes una cosa? Creo que tienes razón, pero tengo la solución.
—¿Qué vas a hacer?
—Puedo cambiar la anestesia por agua y que disfruten el verdadero dolor.
—No me esperé que fueras una enfermera tan sádica Julia.
Ella mueve ambas cejas de arriba hacia abajo con una sonrisa maléfica—Tengo mis secretos bien guardados, tengo que tomar medidas.
Explotamos en carcajadas, que de seguro se sienten en el pasillo, pero no me importa. De pronto somos interrumpidas cuando la puerta se abre, dejando ver a dos chicos, uno sosteniendo a otro... quien tiene un corte sangrante en la cabeza.
Miro a Julia de inmediato y juro que casi veo un tic nervioso. No es que odie su trabajo, al contrario, dice que hace esto porque disfruta de ayudar. Pero asegura que no es normal, que todos los días se lesionen, asegura que es para liberarse de los entrenamientos.
Se pone en pie cuando el jugador de futbol se sienta en la camilla, más pálido de lo que nunca vi a nadie en mi vida, de seguro por la sangre que derrama hasta su mandíbula. Julia le da un rápido vistazo moviendo la cara del chico... haciendo que a él le duela más todavía.
—No es un corte profundo, solo lleva tres puntos.
—Julia, ya terminé aquí—me pongo en pie al mismo momento en que ella se pone los guantes... con lentitud—Nos vemos mañana.
—Está bien cariño, gracias por la ayuda—me da una enorme sonrisa, como si el pobre chico no estuviera a punto de darle una fatiga por la cantidad de sangre.
Puede que el chico no tenga culpa alguna... pero van a correr los rumores de lo sádica que es la enfermera.
—Mañana nos vemos Julia.
—No te preocupes, mañana no tienes que venir en hora —sé que mientras más habla, es para hacer tiempo, ya sé yo que en ocasiones ella también se molesta.
—Te deseo suerte.
Se lo decía al chico, aunque no lo notó... pobrecito.
—Déjalo en mis manos— me guiña un ojo y me río con diversión, cerrando la puerta tras de mí. Pero antes de alejarme, siento su voz: —No hace falta la anestesia, el dolor es nulo.
Intento guardar la risa porque el chico da pena después de todo, pero bueno... tal vez las "lesiones" se terminen.
Reviso mentalmente mi horario de clases mientras camino por el corredor hasta mi casillero, recordando que ya no tengo clases. Kevin tampoco está en la escuela, se había ido después del almuerzo.
Suspiro, pensando en que tampoco tengo trabajo por hacer, así que podía aprovechar e ir un poco al gimnasio. Sonrío frente al casillero porque ya no tengo remedio, soy adicta a los ejercicios. De alguna forma es divertido, mantenerte activo todo el tiempo, ver los cambios en tu cuerpo... los cuales me gustan cuando los veo en el espejo.
Camino hasta la parada tomando el bus casi el momento, sabiendo que voy directo al gimnasio porque tengo ropa para entrenar. Miro el cielo de Londres, algo que se ha convertido en una divertida costumbre. El bus se detiene y suben algunos jóvenes; con un simple vistazo, noto una cara conocida que también se me queda mirando hasta que sonríe acercándose a mí.
—Hola, ¿cómo estás?
—Muy bien, William, ¿Y tú?
Abre sus ojos sorprendido y no puedo culparlo, porque ha pasado un mes desde la última vez que nos vimos. Debido a lo ocurrido, puede que no se esperara que aún recuerde su nombre... pero, después de todo, el nombre no es tan complicado.
—Me alegra que me recuerdes.
—Me ayudaste —le resto importancia, mientras me encojo de hombros.
Volteo la vista hacia la ventana, nuevamente sin mucho que hablar, aun cuando siento que toma lugar a mi lado. Se concentra en la conversación que tiene con sus compañeros, pero sin poderlo evitar, noto por el reflejo del cristal, cómo de vez en cuando posa su mirada sobre mí; juro que parece que quiere decirme algo.
Antes de que pudiera decidirme, llego a mi parada y me bajo con un simple gesto de despedida. Camino los pocos metros que hay de la parada al gimnasio, pensando en lo que tengo por hacer. Antes de cruzar el local, me saco la camisa del uniforme por encima de la saya y con una sonrisa saludo a la recepcionista.
Ya llevo demasiado tiempo aquí como para volver a sentirme intimidad, así que con total naturalidad, camino hasta las duchas, pero me encuentro con una cara conocida: —Hola, pequeña, hace mucho que no te veía.
—Hola, Crystal.
Ella me saluda muy amable con un beso en la mejilla —Hoy no tenemos pelea.
—Lo sé, he venido a pasar el tiempo.
—¿Por qué no bajas al ring? —La miro sin comprender por qué me dice eso. —Ahora no hay nadie ahí y puedes tomarte el tiempo que necesites.
—Crystal, no creo que eso sea correcto...
Intento negarme, pero ella con seguridad coloca sus manos en mis hombros con una sonrisa, pero dejando demasiado en claro de que no va a aceptar una negativa por respuesta.
—Tú no te preocupes por eso, me caes bien y Kevin te conoce —se aleja, pero no sin antes acariciar mi cabeza con un gesto cariñoso. —Confía en mi pequeña.
Asiento, aún insegura de bajar ahí abajo, pero pienso que si ella no tiene problema, no hay nada de malo. Aun cuando la dueña del gimnasio me da permiso, dudo al entrar en la puerta. Bajo las escaleras y me doy cuenta de que Crystal tiene toda la razón al notar el silencio del lugar. Dejo mi bolso en el banco que hay junto a la entrada, pero antes de que pueda dar otro paso, un sonido me llama la atención.
Sé que debo irme porque hay alguien más, no nadie como me había dicho ella, pero cuando estoy a punto de darme la vuelta, reconozco una voz que es difícil de olvidar cuando incluso en el silencio siento su susurro en mi piel.
Me acerco sigilosa y en medio del ring veo a una bestia salvaje que calma su sed conmigo...
Veo a mi bestia salvaje.
Esto se va a poner candente
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