21
Denise
Alzo la vista de la pantalla del televisor por décima vez en la noche... o eso creo que he contado. La película me parece interesante, pero más lo hace quien descansa a mi lado, con sus ojos clavados hacia el frente. No entiendo por qué me inquieta tanto, si yo fui quien tuvo la idea de la película.
Desde que llegamos de la cafetería en la tarde, Kevin se limitó a solo decir monosílabos; yo no comprendía la razón de su enfado. Durante lo que duró la tarde, el apartamento estuvo todo el tiempo en silencio y me estaba volviendo loca con eso. ¿Lo peor de todo? Que ni yo misma puedo comprender por qué me molesta tanto.
Por eso, luego de comer, tuve la idea de ver una película... y aquí estamos, sin yo poder entender la mitad del filme por estar concentrada en él.
—¿Pasa algo?
Me sobresalto, avergonzada por haber sido descubierta, más conocida como acto infraganti. Muevo la vista al frente, como si no lo hubiera estado acosando con la mirada, pero los dos sabemos que mi "intento" es en vano porque ya me ha descubierto.
—N-no
—Podemos quitar la película si así lo quieres.
—¿Tienes sueño?
No sé por qué, algo en mi espera que me diga que no para poder seguir estando aquí los dos, poner otra película tal vez. De la cual tampoco voy a entender la mitad, pero él va a estar aquí.
—Debes de estar aburrida de pasar tiempo con alguien como yo —me quedo mirándolo con extrañeza, porque no comprendo nada de lo que me quiere decir. —Un chico universitario como William seguro te divertiría más.
¿Qué tiene que ver eso ahora?
Voy a abrir la boca para preguntarle a qué vienen esas palabras ahora, pero antes de que pueda hacerlo, su teléfono suena y, con una última mirada, se levanta hacia su cuarto que es en donde se encuentra su móvil. Me quedo mirando hacia donde hacía solo un segundo estaba sentado, mi mente sigue a la vez buscando una razón coherente para lo que dijo.
¿Por qué salió William ahora en la conversación si lo conocimos hoy?
También está el tema de su molestia tan... repentina.
Exclamo un quejido lleno de frustración y me lanzo hacia delante, precisamente al cojín en donde la espalda de Kevin estaba hace pocos minutos, se había caído cuando él se levantó. Cierro mis ojos cuando una comodidad repentina se apodera de mi cuerpo. Esa frustración, de no saber qué hacer y no saber cómo sentirme... todo se evapora con olor que reconozco desde hace tiempo.
Su colonia, no había notado que el aroma de Kevin era tan fuerte y penetrante. Pero no demasiado para ser agobiante. Me gusta, no puedo hacer otra cosa ahora que guardarme en mi memoria el olor de su presencia.
—¿Denise?
Me levanto como un resorte, cuando siento mi nombre. Al hacerlo tan rápido, me quedo con todo mi pelo en la cara. Avergonzada de lo tonta que de seguro me veo, me acomodo el cabello viendo de reojo su sonrisa divertida, pero sin llegar a ser muy grande.
—Acabo de hablar con mi hermana.
—¿Todo está bien?
Miro cómo se acerca al sofá y cruza un pie por encima del mueble para sentarse en donde mismo estaba, en donde hacía segundos yo olía su colonia. Trago grueso para que la vergüenza no me consuma y actuar más tonta de lo normal frente a él.
—Me comentó acerca de las vacaciones.
—¿Vacaciones?
—Todos los años vamos al pueblo en donde nacieron nuestros padres a pasar las vacaciones.
Sonrío, cuando, a pesar de sus cortas palabras, noto el tono cariñoso que hay en ella. —Supongo que este año no es diferente.
—Si lo es—me quedo mirándolo con curiosidad, hasta que él vuelve a hablar, esta vez mirándome con más intensidad. —Mi madre quiere que vayas con nosotros.
Mi mente se queda en blanco...
Debo admitir que me cuesta un poco asimilar sus palabras y recopilar toda la información junto con lo que quiere decirme. Parpadeo sin poder reaccionar, con sus ojos aún sobre mi, manteniéndose en silencio.
—No entiendo.
—Mi madre quiere que vengas con nosotros, que compartas estas vacaciones con nosotros.
—Eso no es verdad.
Las palabras salen solas de mi boca tan rápido, que yo también me quedo confundida mirando su ceño fruncido. —¿De qué hablas? ¿Por qué no puede ser verdad?
—Porque soy una desconocida, Kevin, porque me acaban de conocer y, por si fuera poco, porque soy tu alumna.
Fueron pocas mis palabras, pero lo digo lo suficientemente rápido como para jadear cuando termino de hablar. —No tiene sentido lo que tú estás diciendo.
Le sonrío cuando mi respiración se calma, mi gesto aumenta cuando veo más confusión en su rostro. —Gracias, Kevin por la invitación, pero lo mejor es que me quede con uno de los chicos, no quiero importunarlos.
Veo cómo Kevin abre su boca con intenciones de hablar, pero se debe de haber dado cuenta de que no voy a dar un paso hacia atrás, por lo que no dice más nada, excepto.
—Está bien.
Para mi alivio, la conversación termina, y también noto cómo su ánimo se vuelve más ligero, por lo que más contenta seguimos viendo la película.
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Tzuyu
Miro como nos vamos acercando a la civilización y ocurriendo lo contrario de lo que yo misma esperaba... mi corazón se siente demasiado tranquilo—¿Estás segura de esto?
Miro a mi mejor amiga a mi lado, le doy una tranquila sonrisa con total sinceridad, cosa que al parecer ella no piensa que sea sincera.
—Si quiero seguir adelante tengo que dejar esto atrás para siempre—mi vista capta el cielo, sacándome una sonrisa mucho más grande que la que tengo en mis labios—Empezar una vida de cero, la que nunca tuve.
Por mucho que quisiera cambiar mis palabras, esa es la más cruda de las verdades. Desde los cinco años, mi vida fue un cristal quebrado hasta los veinte, solo hacía falta un empuje más para que se quebrara por completo. No sé si exista alguna razón por la que sentirme mal o sentirme triste, creo que hace muchos años eso desapareció.
¿Ahora?
Ahora... solo tengo curiosidad.
Viví toda una vida sin saber nada, desconociendo de dónde vengo. Y con un nuevo milagro, vino esa información tan inesperada como mi recuperación. Al parecer, cuando tenía cinco años tuve un accidente con los que eran mis padres. De alguna forma ellos me perdieron y me dieron por muerta. Sobreviví, gracias a una anciana que me llevó al convento en donde vieron una cadena con mi nombre... la única información que tenía.
Las Hermanas del convento decidieron que ahí se iba a terminar el tema y no buscaron a mis padres, a nadie que buscara una niña perdida. Crecí siendo ignorante a quien era en verdad, pero con tantas jaulas a mí alrededor, debo admitir que también dejó de importarme. Hasta que hace dos semanas, mi buena amiga Kiyoko, averiguó quienes eran mis padres y en donde se encontraban.
En vez de ir a Tokio como teníamos previsto desde el principio, tomamos el tren y nos encontramos en camino a Kyoto. Kiyoko no está muy segura de que esta sea la mejor decisión, pero cuando le dije que lo tenía que hacer por mí misma, no volvió a insistir.
—Tengo algo para ti—volteo la vista para verla y ella me alcanza una caja con papel amarillo envolviéndolo... mi color favorito.
La tomo y no puedo evitar mover la caja para ver qué es lo que hay dentro. Tal movimiento nos hace reír a las dos, para luego, sin mucha más demora, abro la caja revelando un teléfono nuevo.
—P-pero...
—Aún falta para tu cumpleaños, pero creo que es necesario que tengas uno.
—E-esto es demasiado Kiyoko.
—No digas eso, Tzuyu, debía haberte ayudado hace años, pero no pude hacerlo —se ve incómoda al volver a hablar del tema cuando ya lo habíamos hecho en el hospital.
Kiyoko a diferencia mía, nació en el convento y es ocho mayor que yo. Cuando llegué por primera vez, fue la única persona que se acercó a mí y se aseguró de protegerme. Pero esa felicidad solo duró tres años, porque cuando cumplió los 16, un familiar que la estuvo buscando durante años logró encontrarla y decidió llevarla a Estados Unidos.
Durante años nos estuvimos comunicando mediante cartas, pero estas se vieron interrumpidas por sus estudios de derecho hasta la actualidad.
Kiyoko se sintió muy mal cuando me vio en ese estado y se echó la culpa todo el tiempo por no poder haber hecho nada para haberme sacado de ese lugar. Pero ni siquiera puedo pensar en echarle la culpa a alguien, he pensado en muchas cosas y eso no está entre ellas.
Nadie tuvo la culpa de lo que ocurrió en mi vida.
Nadie tuvo la culpa de que con tan poca edad me viera confinada.
En verdad, nadie tuvo la culpa, pero también pienso que es una gran pérdida de tiempo buscando algo que ni siquiera me va a aportar nada en mi nuevo camino.
—Nadie tiene la culpa Kiyoko, no quiero buscar un culpable cuando no puedo hacer nada para cambiar mi pasado, pero si puedo hacerlo para mejorar mi futuro—tomo su mano con la mía libre y le doy un apretón junto con una enorme sonrisa—me puedes ayudar en mi futuro, si crees que tienes una deuda que pagar, esa es la única manera de pagarla.
Ella suelta una carcajada que se une a la mía y me alegro al verla más relajada. El resto del viaje, lo pasamos con ella intentando enseñarme como utilizar un teléfono y yo intentado no parecer una desquiciada con un aparato nuevo... aunque no sé si lo logré. Lo bueno de todo, es que sé cómo llamar, como contestar o colgar y como mandar un mensaje.
Bien por mí. Yo misma me doy una palmadita en la espalda al lograr tal proeza, lo demás o lo aprendo o lo ignoro, lo que me dé por hacer en ese momento.
Pero en el instante en que el tren anuncia su llegada a la estación, mi atención se centra solo en el momento. Con toda la voluntad que tengo para enfrentarlo, me pongo en pie, observando de reojo como mi amiga tiene intenciones de hablar. Conociendo a la perfección cuáles son sus intenciones, me adelanto.
—Vamos.
Ella sonríe con derrota, pero no dice nada y solo me acompaña en silencio con nuestras maletas. Antes de salir de la estación, el equipaje lo dejamos guardado, decidiendo coger un taxi según la dirección que tiene Kiyoko. No quiero preguntarle exactamente en donde se encuentra, porque tampoco voy a saberlo. Esta es la primera vez en muchos años que salgo de las montañas del convento.
Durante el transcurso, me dedico a beber de la hermosa ciudad de Kyoto, de la que siempre había escuchado hablar y de la que siempre me gustó leer en algunos libros de la biblioteca, cuando tenía oportunidad para escaparme.
Luego de unos minutos de viaje, nos detenemos y me encanta lo que veo en lo alto de una colina. Mi corazón salta emocionado cuando reconozco unos de los siete templos más hermosos y famosos de Kyoto: el templo Ryoanji.
Extremadamente famoso por su jardín zen de forma rectangular, compuesto por piedras, musgo y arena rastrillada. Pero, como todo jardín zen, sus elementos nos están dispuestos de forma al azar, estos te invitan a la meditación y a la búsqueda de paz interior.
Algo de lo que siempre he buscado desde hace años. Tal vez ahora... con los pasos que me quedan por dar, este día lo logre. Por suerte Kiyoko no da un paso hacia atrás y nos guía por un camino empinado que parece que lleva al templo. Pero al entrar, me doy cuenta de que hay algunas casas que rodean el templo.
Sonrío, entendiendo por completo sus elecciones, si yo tuviera que elegir, este lugar fuera mi primera opción de todas. La paz, que se respira en el ambiente, es algo que no se puede comprar. No hay mucho que hablar entre las dos, Kiyoko quiere que me eche hacia atrás, yo... yo quiero terminar este ciclo y empezar otro.
Cuando nos detenemos a lo lejos, la miro sin entender, ella con un gesto me señala una casa a unos metros de nosotros. Me quedo congelada al ver la fachada tan bella, madera clara, casi blanca me atrevo a decir, con el techo negro. Un elegante estilo japonés, con caminos de piedras en su jardín delantero, pero lo que si me gusta de verdad es el hermoso árbol de sakura.
El muro de piedra me impide ver mucho más de lo que yo quiero, pero cuando detallo una madera tallada con un nombre en el árbol, creo que no sé cómo reaccionar. Tzuyu... ese es mi nombre el que está ahí. Quiero reír de la felicidad, pero una lágrima, en cambio, es lo que se escapa.
—Mamá, llegaremos tarde.
—Espera pequeña Tzumi, papá ya viene.
—Mamá, yo no soy pequeña, tengo 10 años—exclama orgullosa con sus brazos en jarra a cada lado de su cintura.
La mayor de las dos, soltó una adorable carcajada y yo me fijo en cada una de sus facciones con dedicación, cayendo en cuenta de que, si éramos bastante parecidas, eso me alegra. Veo a un hombre de estatura media salir con una mochila a su espalda y con ropa de trabajo dándole un beso a su hija en la cabeza.
Los tres poseen un oscuro cabello azabache, el mismo que el mío. —Adiós, hermana mayor.
Me quedo congelada y siento la mirada de Kiyoko sobre mi cuando la pequeña saluda al árbol en mi nombre. A pesar de todo, sonrío con felicidad cuando los veo irse en la dirección contraria.
—Tzuyu... ¿Qué vas a hacer?
Mantengo la vista en ellos hasta que se pierden en la lejanía, es cuando me centro en la pregunta de ella. La suave sonrisa no se va de mis labios y no puedo hacer nada para borrarla.
—No sé Kiyoko, cuando quería venir a verlos, no sabía con qué me iba a encontrar ni lo que iba a hacer luego de eso—mi vista se queda clavada en el árbol que lleva mi nombre y a pesar de lo triste que pueda sonar, me alegra aún estar en sus corazones aun cuando los años pasaron—Es cruel, es cruel volver luego de que me creyeron muerta.
—No fue tu culpa, no tuviste la culpa de nada.
—Pero ese árbol me prueba las lágrimas de esos años, que luego de mucho tiempo después pudieron ser felices y seguir adelante, no quiero robarle eso.
—¿Y tu felicidad?
—Esta es, la libertad de poder elegir cuál es el próximo paso que daré de ahora en adelante, esa es la felicidad para mí—tomo sus manos y veo la preocupación en su rostro, la entiendo, por lo que le doy la mejor de mis sonrisas—No te preocupes, no sé qué me depare el futuro, pero estoy contenta de saber que puedo elegir lo que yo quiera.
—Está bien Tzuyu.
—Vamos, tenemos que tomar un tren a Tokio.
Mientras no alejamos de ahí, miro hacia atrás para mirar el templo en lo alto y mi sonrisa no puede ser mayor. Necesito que mi alma se eleve, para así empezar desde cero. Creo que comienzo a sentirme en paz con mi pasado. Y eso...
Eso es la felicidad para mí.
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Kevin
Mientras manejo, intento que la sonrisa no se escape de mis labios ante lo que sé que va a ocurrir dentro de unos minutos, cuando lleguemos a casa de mi hermana. Denise no puede culparme para nada... aunque tampoco le advertí, pero eso no importa ahora mismo. Le echo una mirada de reojo mientras conduzco y la veo tan tranquila conversando con sus amigos por el teléfono, pero lo que más disfruto es su sonrisa.
Tal vez me grite unas cuantas cosas, pero ya reitero que no es mi culpa, mi madre es muy persuasiva cuando quiere algo. Y al parecer, de solo haberla conocido una vez, le causó la mejor de las impresiones. Y... mi hermana le habla de ella todos los días.
No puedo negar que eso es lo mejor para mí, iba a ser una tortura sin fin estar lejos de ellas unas semanas. Tampoco puedo negarme a las vacaciones anuales de la familia. Es una tradición que disfrutamos mucho en mantener... por eso no había razón coherente por lo que, de la nada, yo me hubiera negado a ir.
—Son unos imbéciles—siento cómo suelta un bufido divertido a mi lado y mi curiosidad es demasiada a pesar de que no debería.
—¿Todo bien?
Levanta la vista a verme y yo le devuelvo rápidamente el gesto, para seguir mirando al frente, pero siento sus ojos sobre mí—No hay problema, solo tengo amigos imbéciles.
Sonrío cuando noto un cariño en sus palabras—Te llevas muy bien con ellos.
—Son más tontos que yo, eso debo admitirlo.
Los dos reímos divertidos y esta escena entre nosotros, parece sacada de un sueño si me la hubieran contado hace unos meses. Pero hemos avanzado demasiado y por mucho que el ayer aceche, es divertido no pensar en más nada que en el presente.
—Te están llamando.
Reacciono a sus palabras y con agilidad le echo una mirada al número, solo con verlo frunzo el ceño, colgándolo al momento, con toda la intención de que comprenda la indirecta.
—No es nadie importante.
Ella asiente sin mucho más que decir y el carro vuelve a sumirse en silencio. Aunque no es para nada incómodo, me gusta disfrutar del sonido de su voz.
—¿Qué te gusta hacer más en el trabajo?
Ella sonríe ante mi pregunta y su mirada se queda en la nada, al parecer recordando. —Me gusta cocinar, es divertido.
—¿No has envenenado a nadie? —ella me da un golpe en el hombro y yo solo me río. —Solo digo por qué es una sorpresa.
—Imbécil.
Sonrío cuando el recuerdo viene luego de esa palabra. Me muerdo el labio sin poderlo evitar, porque su sabor aún es una dulce tortura de la que quiero seguir siendo esclavo—Ofendiste a tu profesor.
Su sonrisa también se hace enorme y sé que recordó lo mismo que yo, al ver como sus mejillas se sonrojan, aunque no quiere que lo vea. Pero lo mejor de todo son sus palabras—No estamos en la escuela.
Para mi mala suerte ya llegamos a casa de mi hermana, por lo que las ganas de robarle sus labios, deberá esperar un poco más—Es mejor que te prepares.
Solo eso me queda por hacer, cuando me bajo con rapidez del carro y casi corro hacia la puerta para ignorar el sin número de preguntas que empieza a soltar. Ya no puedo sentirme culpable, con las últimas palabras que ella soltó, me tentó a besarla y no me fue posible, la venganza es dulce cuando veo a mi madre caminar hacia nosotros.
Tan bella y elegante como siempre, con su cabello recogido en un simple moño bajo, un pantalón ancho de tela, de color beich ajustado a la cintura y una blusa verde de cuello alto, completando con unos zapatos negros de tacón mediano.
—¿La trajiste? —me pregunta cuando besa mi mejilla.
—Viene corriendo tras de mi—le digo con malicia y me volteo en el instante en que siento sus pasos apresurados contra la madera.
Me divierto cuando veo como se detiene abruptamente ante la presencia de mi madre, veo de reojo como mi hermana viene también a disfrutar del show—Señora, buenos días.
—Llámame Tiara cariño.
Denise asiente con la cabeza como respuesta, notando como sus azules ojos se posan sobre mí. Como yo solo puedo burlarme de ella, le guiño un ojo, eso la molesta, oh, por supuesto que lo hace. El cómo aprieta sus puños es prueba de eso, pero lucha con su expresión.
—Imagino que mi hijo te habló de nuestras vacaciones—su expresión se torna confundida y abre la boca sin saber qué hacer, por lo que mi madre sigue hablando—queremos que nos acompañes.
Denise vuelve a serenarse y ya sé lo que va a decir... lo mismo de hace unas noches —Muchas gracias, se... Tiara —se corrige con rapidez —pero no creo que sea lo apropiado, soy una desconocida y son vacaciones familiares.
—Eres amiga de mi hija y vives con ella, ya has formado parte de la familia.
—Muchas gracias por eso, pero aun así no puedo aceptar la invitación.
—Tenías razón—me dice mi madre mirándome por encima de mi hombro.
—Te lo advertí.
—Bueno, querida, no me dejas otra opción. Ya preparamos la maleta.
—¿Cómo?
Mi madre me hace una seña, rápidamente camino hacia la rubia, levantándola con un solo movimiento sobre mi hombro. Siento su grito y yo no hago más que reírme, al igual que la sonrisa de todos los presentes. Estoy tan contento, que sus golpes en mi espalda no hacen más que hacerme cosquillas. Cuando la planto en su habitación ella me mira furiosa.
—Te dije que te prepararas.
Juro que sentí cómo gruñía, se ve hermosa haciendo eso. —Te lo dije la otra noche y me dijiste que estaba bien.
—Si te dije eso, pero no te dije que mi madre es muy persuasiva e insistente, pocas veces, por no decir ningunas, no consigue lo que quiere.
—Te voy a matar.
Le doy un rápido beso en los labios —Prepárate que nos vamos en dos horas.
Me alejo con ella gruñendo mil maldiciones y más. ¿Yo? Yo parecía un niño en la feria de lo contento que estaba.
Estas vacaciones serán las mejores.
¿Están ansiosos por las vacaciones? yo sí. no olviden que los quiero mucho
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