
19
Denise
Cuando termino de arreglarme el pelo, me miro en el espejo, debo decir que esta situación es completamente hilarante e irreal. Cuando recuerdo lo que pasó ayer, me divierto mucho más con las carcajadas de Marcia siendo compañía, precisamente, al recordar lo que Kevin aseguró, acerca de los profesores.
Al momento en que me llamaron a la oficina de docentes, me encontré con el director y todos los docentes de mi salón. Debo admitir que me quedé en blanco y solo pude notar de reojo a Kevin al fondo del salón, con todos dándole la espalda, de brazos cruzados, con sus ojos puestos sobre mí.
El señor Pingüino posó sus severos ojos sobre mí y yo le devolví la mirada. Debo decir que el único que tenía buena cara era Kevin, no solo porque era atractivo. —Felicidades, señorita Hyucket, por obtener el primer lugar.
La malicia en mi rostro nació y en verdad disfruté ese momento. Me encogí de hombros, como si nada de eso tuviera importancia. —Me dijeron que era más inteligente de lo que dejaba ver, así que fue divertido esforzarse.
Sentí sus ojos oscuros sobre mí al decir esas palabras. Y aunque quería atrapar su mirada, me centré en el mayor frente a mí, en el cómo su rostro lleno de arrugas se frunció en un gesto lleno de furia.
—Como la política de la escuela lo exige, la mejor estudiante de segundo año estará junto al mejor de tercero en el discurso de graduación.
—Si no quieres, no se te puede obligar —la profesora de Literatura se adelanta sin dejarme responder. —El segundo lugar, la señorita Sara estará encantada de ocuparlo.
Ahí si mi vista se paseó por los rostros pétreos de los docentes, hasta caer en los divertidos ojos de él. Cuando me dio un guiño, seguido de una pequeña sonrisa maliciosa, sabía lo que estaba pensando.
Besarían por dónde pasaba, pero no les gustaba la idea.
Casi se me sale una carcajada delante de todos, debí luchar con muchas ganas, yo creo que Kevin se deleitó también con el momento. Pero recuperé la compostura, para luego mirarlos con la mejor de mis sonrisas.
—No se preocupe, con mucho gusto estaré junto a mi hermano durante el discurso.
Y ahora, me encuentro arreglándome para la ceremonia final del curso. Me miro con mayor atención pensando que, desde que entré en la escuela, esta es la primera vez que utilizo bien el uniforme. Me sigo riendo sin poderlo evitar, porque soy consciente de que mi alegría no se debe solo al final del curso.
Bajo las escaleras, demasiado animada, viendo a la familia desayunando cuando llego al comedor. Paso saludando a todos para coger una manzana. —¿Solo eso vas a comer? —pregunta Oliver con curiosidad y yo asiento a la vez que voy saliendo de la cocina.
—Estoy atrasada.
No sé por qué tanta la adrenalina, pero corro hasta la parada aun cuando no estoy tan atrasada como dije que lo estoy, pero, aun así, no me detengo. Cuando espero la llegada del bus, siento una notificación en mi teléfono. Abro el bolsito que solo llevo a la escuela, sacando mi móvil, y sonrío como una tonta cuando veo de quién es el remitente.
K.
Feliz fin de curso, hay un regalo en tu casilla.
Soy una tonta. Esto no es algo que tendría que estar haciendo, pero no puedo evitarlo. Kevin está controlando cada sentido de mí. Tomo el bus con una sonrisa, de las mayores que haya tenido. Ni siquiera el día nublado me va a robar la electricidad que corre por mis venas.
Bajo del bus, casi saltando, y apuesto que parezco una loca, ahora sí, nunca me ha dejado de importar lo que digan los demás. Me río de la cara de todos, pero yo prácticamente corro a mi casillero sabiendo lo que hay dentro y a quién le pertenece.
Mi corazón comienza a palpitar como un tonto cuando veo la rosa de papel hecha de forma tan delicada, con una nota pegada en el tallo.
Tenías razón...
Hay venenos que son buenos...
Tú eres uno...
Al que no pienso dejar.
K.
Casi salto como una niña, aunque, al contrario, se me escapa un grito de mi garganta cuando me toman del hombro. Veo la sonrisa divertida de Marcia y le hago una mueca ofendida.
—Casi me matas del susto.
—Todos estamos en el auditorio y me extrañó, no verte —mi vista baja rápidamente a lo que tengo entre mis manos. Y por mucho que me avergüence... ya es muy tarde para esconderlo —Pero ya veo la razón.
—Solo vámonos.
Para mi suerte, el pasillo está vacío y me adelanto para que a Marcia no se le ocurra la maravillosa idea de seguir preguntando. Pero soy una ilusa...
—¿Quién te dio esa rosa? —Siendo sincera, no sé cómo responderle eso... porque no hay forma de decir que nuestro profesor me manda notas románticas. —¿Tienes un admirador secreto? ¿Sabes quién es? Algo me dices que sí, tu sonrisa te delató. Dime quién es, prometo no decir nada.
—¿Cómo puedes hablar tan rápido? —Me detengo de camino al auditorio mirándola cuando toma un respiro. No me creo que alguien pueda hablar tan rápido.
Ella me sonríe totalmente inocente, pero veo malicia en sus ojos —Solo dime quién es.
Vuelvo a darle la espalda buscando la mejor forma de decirle. —No sé quién es Marcia.
—Eres pésima mintiendo, sé que lo sabes —me alcanza y su sonrisa maliciosa no se va de sus labios. —Te he estado viendo desde que abriste el casillero y vi tu sonrisa.
—La rosa era muy bonita.
¡Qué excusa más tonta!
Lo sabe Marcia y lo sé yo. Pero siendo sincera, no se me ocurre otra excusa. A esta altura ya es una causa perdida hacerlo, porque Marcia es demasiado inteligente para su propio bien, notando que estoy mintiendo. La chica a mi lado me mira sin entender que haya puesto una excusa tan tonta como esa; para mi buena suerte, no menciona nada con respecto a eso.
—Fingiré que te creo, pero me lo vas a decir algún día.
No menciona nada más el resto del camino hacia el auditorio, que está unas escaleras hacia abajo. Cuando ingresamos, el murmullo del teatro me llena los oídos y veo impresionada cómo parece que no cabe una persona más en estas paredes.
Nos indican nuestros asientos, que están en el medio del plató y cuando me acomodo, es cuando veo quienes están en el escenario.
Me muerdo el labio inferior cuando me deleito con su figura, enfundada en ese traje marrón y una camisa blanca, en donde resalta una corbata del mismo color. Ese hombre no puede andar tan libremente cuando todo le queda perfecto, tanto que parece irreal. Miro lo severa que parece su postura... y este mismo hombre es el que me regaló una rosa de papel.
Cuando, al parecer, todos estamos presentes, veo el movimiento en el escenario y sé que ya estaban a punto de empezar.
El orden es sencillo. El director dará el discurso, luego se darán menciones para las mejores calificaciones de cada año, junto a los diplomas de tercer año y al final el mejor de tercer año diría el discurso... en otras palabras, mi hermano.
Me paso todo el discurso, demasiado extenso, del director hablando con Marcia y quedamos en que le voy a enseñar en dónde trabajo. Se muestra también muy interesada de trabajar. Antes de que pudiera seguir hablando con ella, recibo un mensaje. Este me saca una sonrisa al ver que es Julia.
Julia
Felicidades, corazón, por el primer lugar. Te lo mereces
Yo
Gracias, Julia, no tenías que hacer esto
Julia
Quería hacerte una llamada, pero dudo que al señor Director le agrade que interrumpa su discurso
Me guardo la carcajada que quiere escapar de mi boca, divirtiéndome en la manera en que es Julia, especialmente conmigo.
Yo
No seas mala, Julia.
Julia
Solo digo la verdad.
Pero en verdad digo que estoy muy orgullosa de ti, cariño, sé que te esforzaste.
Yo
¿Cómo sabes eso?
Julia
Porque lo sé, eres el tipo de chica que odias las cosas fáciles
Yo
Gracias, Julia
Julia
La verdad no se agradece, estoy aquí a todo momento
Alzo la vista con un nudo en la garganta, sin poder entender la razón por la que está ahí. Siento los aplausos y ahí noto que casi es momento para que suba.
—¿Estás bien, Denise?
Volteo a ver a Marcia y le guiño el ojo junto con una sonrisa, afirmándole que todo está bien. Escucho cómo van mencionando las menciones, estoy a punto de subir. No soy muy fanática a ser el centro de atención... pero solo lo hago porque es divertido ver la cara de desagrado de esos profesores. ¿Para qué negar lo obvio? Me da gusto.
Cuando mencionan mi nombre, casi no se siente un solo aplauso y la sonrisa amarga nace en mis labios mientras subo al escenario. No hay mucha ceremonia a la hora de entregarme la mención. Ellos no están contentos con que esté aquí y yo no voy a pedir más ceremonia.
La sonrisa en mis labios aumenta cuando veo a mi hermano subir orgulloso a recibir su diploma, pero esta se borra de forma casi imperceptible al recordar lo ocurrido hace pocos días.
Respiro de forma profunda cuando Celine abandona la habitación, no me pongo a pensar en el ácido que tengo en la boca del estómago. Miro a mi hermano, quien tiene la cabeza gacha y el mal sabor se incrementa al verlo tan decaído y que la razón sea precisamente la mujer que nos dio a luz.
—¿Cuándo pensabas decirme?
—Denise, sabía lo que me ibas a decir, pero tenía que pensar.
Abro la boca indignada y con la furia, haciéndose parte de mi sistema. —¿Qué tenías que pensar? ¿En cómo abandonar tu sueño solo para complacerla?
—Es nuestra madre.
—Me da igual quién sea David, es tu vida de lo que hablamos, no es un simple juguete —mi voz sale fuerte, pero aún no gritaba.
Suspiro con más profundidad sin dejar de moverme, conteniendo mi enfado. Sé que no es justo que esté liberando mi furia con él cuando no se lo merece, aunque sí que estoy un poco molesta con él, por no decirme nada.
—David, nadie puede decidir tu vida, sin importar quién sea.
Me da dolor ver a David con esa mirada perdida, como si fuera un niño y tampoco me gusta hablarle de esta manera, pero tiene que entender que Celine no puede controlar su vida, así como así.
—Quisiera ser como tú.
Ese susurro me parte el corazón y trago el nudo en mi garganta. —No hagas eso —me acerco y alzo su rostro para que me vea. —Eres maravilloso de la forma en que eres y tú, más que nadie, te mereces vivir la vida que tú quieras.
Me mira con una sonrisa para luego abrazarnos, pero por mucho que quiero animarlo, la amargura no se va de mi estómago y va a tardar en irse así de fácil. Odio el daño que Celine les hace a las personas con solo su presencia.
Intento que el recuerdo amargo de hace unos días no me haga sentir peor de lo que ya me siento. Veo la alegría con la que mi hermano dice su discurso, y en vez de alegrarme, la rabia es mayor al recordar que alguien como Celine quiere hacerle daño a mi hermano.
Los aplausos me sacan de mis divagaciones, e intento parecer lo más feliz que puedo frente a él. Aunque soy consciente de que, a pesar de su sonrisa, sigue peleando con él mismo y con mis palabras. Me refugio en su abrazo, esforzándome para que solo con gesto entienda que estoy con él, pase lo que pase.
Pero de alguna forma necesito un tiempo para mí.
No solo lo acontecido se me hace amargo, por más que lucho contra ese sentimiento, por más que odio sentirme de esa forma, siempre se está burlando de mí. Gritándome que, por más que me aleje... siempre me hace daño.
Me hace daño el hecho de que mi madre no me acepte... aunque diga que no me importa
Me hace daño el hecho de que mi madre me desee la muerte... aunque me burle de ello.
Me hace daño el hecho... de que mi madre no me ame... aunque yo finja lo contrario.
Siempre me ha dolido, por más que construya una muralla; esta es de papel ante sus palabras. Se deshace al mínimo ataque, y por eso me odio a mí misma.
No puedo estar más tiempo en la ceremonia, no soporto otro segundo más, porque percibo como si me ahogara, por eso me escapo. Sí, me escapo al lugar en donde el silencio me hace compañía, pero que, a la vez, me hace tener asco del dolor que me abarca ahora mismo.
La cancha de baloncesto siempre ha sido mi lugar favorito gracias a su lejanía. Miro a mi alrededor, buscando algo en lo que distraer mi mente y que se burle de la amargura que envuelve a mi pecho. Pero parece que este es más poderoso de cualquier forma.
Me protejo bajo los asientos... mi lugar. Esperando de alguna forma que este respiro en la soledad se lleve todo, porque solo me queda el odio.
Pasos se acercan, rezo de mil formas para que quien sea que sea esa persona, desista, yendo otro lugar. Por un momento, la esperanza que albergué hace efecto, pero cuando veo una sombra gacha por debajo de los asientos, me decepciono... hasta que mi corazón nota quién es.
Lo hubiera odiado...
Hubiera odiado de cualquier persona, el simple hecho de que pensara que se puede acercar a mí cuando me encuentro sola. Aunque la soledad solo me sirva para echarme más odio a mí misma, no necesito ni la misericordia ni la compasión de nadie. Pero sus ojos negros, esos orbes tan oscuros como la noche y más bellos que ella misma, ellos logran el efecto contrario en mí.
Sé que él no va a sentir lástima por mí. Sé que no va a hacer preguntas a no ser que quiera hablar. Lo afirmo con certeza porque, luego de todo lo que ha visto, me hubiera llenado de preguntas... pero nunca lo hizo. Sé que no buscará una forma tonta de animarme, sé que solo estará ahí.
—Aquí nos vimos por segunda vez —es lo primero que dice y yo me deleito viendo cómo luce incómodo en un espacio tan reducido por lo alto que es. —Me encantó cómo me ignoraste.
Sonrío de forma sencilla, recordando ese día cómo me había gustado verlo maniobrar con la pelota, en la manera en que le di la espalda. —No me gustaban los desconocidos.
Su sonrisa aumenta y veo la diversión en sus ojos. —Me quedó claro.
Luego de quedarnos en silencio, hace algo que me deja en blanco. Sin importar su pulcro traje, se tira a todo lo largo en el piso. Mirándome, con esos ojos tan frescos, como solo puede hacerlo él con una sola mirada. Pienso que no puedo, pero mi sonrisa aumenta sin pensarlo e imito su acción tomando lugar a su lado. Todo mejora cuando siento la calidez de su mano entrelazándose con la mía.
Nunca pensé que la soledad se podía disfrutar con compañía.
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Tzuyu
El hermoso día se burla de mí, cuando hace solo unas pocas semanas mi vida pendía de un hilo.
Cuando prácticamente regresé de la muerte...
Es difícil de creer, a mí me costó mucho hacerlo. Pero los doctores mencionaron que había entrado en coma y que mi corazón se había detenido por siete minutos. Las reanimaciones no tenían efecto alguno, hasta que de milagro mis ojos se abrieron y había regresado. Todo el hospital aseguró que había sido un milagro.
No solo eso es lo que quiero saber. No recuerdo mucho desde ese día en mi habitación, en donde había comenzado a delirar por la fiebre.
Todo comenzó cuando en el convento me enfrenté a una de las hermanas que casi golpean a una pequeña de nueve años. En cambio, las hermanas decidieron castigar mi boca con latigazos en la espalda. Desde ese momento, fui perdiendo la razón poco a poco hasta que me vi en una habitación de hospital.
Además de eso, mi primera pregunta fue saber cómo llegué hasta aquí.
Resulta que mi mejor amiga, Kiyoko, fue a verme al convento y no la dejaron pasar. Ella es abogada, por lo que buscó la manera en que le permitieran el paso. Lo que encontró fue mi cuerpo con heridas abiertas sobre la cama, totalmente inconsciente. El médico aseguró que si hubiera tardado más en traerme, no hubiera sobrevivido.
Realmente era un milagro...
Pero ya no sé qué hacer a partir de este milagro. Es como saber que lo tienes ahí, pero que se encuentra demasiado lejos como para agarrarlo. Desconociendo lo que puedes encontrar.
Luego de despertar, Kiyoko dijo que va a regresar, pero que antes tiene que hacer una cosa. Pero ya no quiero saber nada.
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Denise
Mientras veo el camino pasar por la ventana del bus, me pregunto si en verdad estoy haciendo bien o estoy cometiendo un error. Ya empezaron las vacaciones y me siento aliviada. Pero mientras trabajo, no puedo dejar de pensar en algo que me está atormentando. En esta ocasión, cambié el negro por otro color. Mi pantalón beich hace contraste con mi blusa de manga corta azul claro, junto con mis botas negras de tacón.
Me siento incómoda y fuera de mí con lo que voy a hacer a continuación. Cuando subo las escaleras de la que fue una vez mi hogar, en donde me juré y aseguré de que no iba a volver a poner un pie en esta casa... pero es necesario. La tarde va cayendo sobre el día y falta poco para que llegue la noche.
Aunque eso no borra para nada las ganas que tengo de salir corriendo, solo por saber que tengo que volverme a enfrentar a ella. Sé que ya regresó del trabajo, conozco su horario y ella ya está en casa. Por suerte, mi hermano está en una celebración con sus compañeros y aún no regresa.
Miro la puerta con desagrado y doy un paso seguro, sabiendo que, si lo pienso un poco más, no cumpliré lo que tengo en mente.
El silencio me recibe en la casa y camino hasta la sala. Miro a mi alrededor y es como si nada hubiera cambiado. Como si yo no me hubiera ido de esta casa. Me volteo hacia donde llegan los sonidos y mantengo mi cara neutral ante la figura de esa mujer que me dio a luz.
—¿Qué haces aquí?
Mirara por donde mirara, yo soy su reflejo cuando era más joven. Me tenía asco por eso, no quería parecerme a ella. Detestaba también el simple hecho de que las dos compartiéramos el mismo color de pelo. Ni siquiera había entrado en el primer año, cuando me teñí el pelo solo para deshacerme de ese aspecto.
—Aun esta es mi casa.
—Sal de mi casa —escupe con odio y yo le doy una sonrisa amarga.
—No tardaré mucho aquí, solo vine a decirte algo —me pongo más seria al momento de que me enfrento a ella. —No interfieras en la vida de mi hermano —me gusta la seguridad de mi voz. —No voy a permitir que destruyas su sueño, te lo estoy advirtiendo.
—¿Quién te crees tú para hablarme de esa forma?
Noto cómo alza el tono de su voz y puedo notar la furia, pero aun así me mantengo serena ante la tormenta que sé que se avecina.
—Me da igual lo que digas o lo que hagas, te advierto que van a ver consecuencias si sigues con la idea de burlarte de los sueños de David —me acerco con la serenidad en mi postura, pero con la furia en mis ojos. —No intentes ignorar mis advertencias, Celine.
La dejo con la palabra en la boca y la rodeo con la intención de irme. Para volver a cerrar este capítulo y no abrirlo más nunca. Porque sé que, mientras más lo leo, más daño me hace.
Antes de que pudiera salir por la puerta, una mano me agarra con fuerza del cabello y me lanza al sofá con violencia. Ni siquiera tengo tiempo cuando una patada en mi pecho, con su tacón mediano, me deja sin aire. Mi cuerpo se encoge como un feto, como un instinto, mientras siento sus golpes llenos de odio.
Escucho sus gritos... su odio hacia mí con miles de palabras. Pero no puedo escucharlo, aunque lo intente, porque mi mente se cierra por completo y la oscuridad me ciega.
Recuerdo la oscuridad...
Recuerdo a esa pequeña de seis años que inocentemente tomó los juguetes de su hermano a falta de unos y recibió un castigo, así como las nuevas cicatrices de su mente...
Recuerdo mi llanto...
Recuerdo el miedo...
Recuerdo el terror...
Recuerdo cómo cerré las puertas de mis maltratados recuerdos, colocando esa máscara al mundo...
Pero la puerta nunca estuvo en pie...
El dolor se burla de mí, pero está ahí y me recuerda que no se irá.
Detesto que la oscuridad se incremente, como si me fuera a devorar en cualquier momento. Por más que huya, ella me encuentra. Lucho conmigo misma para no correr, pero, en cambio, me congelo... dejando que me consuma.
Cómo ahora.
No soy capaz de deshacer mi posición, mientras siento los golpes marcando mi piel y recuerdos como años atrás, como la primera vez. Aunque tengo fuerza para luchar, recibo sus patadas en mis costillas, sus golpes en los brazos y en mi rostro cuando no puedo protegerlo, como siempre lo he hecho... en silencio y reteniendo mis lágrimas.
Una imagen que se ha pintado desde hace años. Celine es el pintor, yo soy el lienzo sin vida que ella marca, que destruye.
Cuando se agota, luego de minutos, me deja en la sala con la advertencia de que me fuera. No digo una palabra, mi cuerpo duele, pero me levanto como si no hubiera pasado nada. Me acostumbré a hacerlo y no sé qué duele más.
¿El hecho de que me derrumbé o que me parezca normal recibir su odio de forma física? La oscuridad tiñe el cielo cuando cruzo la puerta, pero el tiempo se detiene en cada paso de mis pies.
Incluso duele llorar.
¿Qué hago?
No recuerdo que en algún momento mi vida fuese feliz.
El camino de rosas... el que todos anhelan alguna vez en la vida.
Mi camino son las espinas, han sido pintadas con la sangre de mis pies. ¿Tengo más sangre para dar? ¿Algún día las espinas se quebrarán?
Me refugio bajo un árbol, en el mismo parque en donde estuve la noche que no tenía adonde ir. Y como aquella vez, la oscuridad junto a la soledad, ambas se burlan de mi sufrimiento, ahora más físico que emocional.
Encojo mi cuerpo en la tierra, sintiendo la corteza áspera a través de la tela en mi espalda, rodeando con mis brazos mis piernas para que mis rodillas toquen mi pecho. Entre el silencio, un agradable recuerdo se asienta en mi mente y en mi pecho.
Una amable oscuridad, que me saca una sonrisa con la cara escondida entre las rodillas.
Creo... que desde que lo conozco, descubrí la razón por la que las estrellas brillan en la noche. Pero su belleza enamora, así como lo hace el brillo de sus ojos.
—¿Denise?
Desconozco por qué mi instinto fue llamarlo... pero quiero escuchar su voz.
—Te necesito.
—¿Dónde estás?
No sé cuánto tiempo pasa cuando corta la llamada, pero estuve contando los minutos para verlo. Para ver sus ojos, su pelo... la única oscuridad que me calma. Cuando lo veo correr hacia mí, el tonto de mi corazón se acelera contento.
—Denise...
Su voz se corta cuando ve el estado de mi rostro. Intento sonreírle, pero me duele. —Hola—susurro con un poco de incomodidad, mirando la preocupación en sus ojos.
Odio verlo así, pero no quiero que haga preguntas —Denise... ¿Quién...?
—No, por favor.
En un acto instintivo, me muevo hacia delante para esconder mi rostro en su cuello. Duda un poco, pero me acaricia el pelo acercándome más a él, y la cercanía es un alivio.
—¿Quieres ir a mi casa?
Solo asiento con la cabeza, sin fuerzas para hablar. Kevin me toma en brazos, nunca me había sentido tan protegida en mi vida como en los brazos de este hombre...
En brazos de una oscuridad que me hace brillar de alegría.
Una oscuridad que arregla lo que siempre estuvo roto.
me dolió mucho escribir esto, pero es necesario. no olviden que los quiero y los espero en la comunidad de lectores
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