17
Denise
—¿Estás segura de lo que haces?
—Eres insoportable Kevin—murmuro entre dientes, concentrada en mi tarea, pero lo suficientemente alto como para que él lo escuche a mi lado.
En respuesta, él suelta una carcajada, yo hiciera lo mismo, pero no puedo perder el ritmo. Nunca he estado tan concentrada en mi vida... ni siquiera durante la escuela, aunque eso no es de extrañarse para nada. Y nunca me he sentido tan orgullosa de algo que he creado por mi cuenta como en estos instantes.
Es extraño estar en esta enorme casa sola con Kevin... pero ya no me molesta para nada. Han pasado cuatro días desde que me expulsaron de la escuela. A diferencia de la rutina a la que ya me había acostumbrado, el cambio, es que desde temprano en la mañana voy al trabajo.
Pero hoy fue completamente diferente... porque hoy es el cumpleaños de Kiara.
Hicimos una reunión "secreta" decidiendo cuál sería el papel de cada uno en la fiesta sorpresa de la peli negra. De manera casi milagrosa, debo añadir, Kevin y yo, somos los encargados del pastel.
Pudimos haberlos pedido por envío, pero Kevin y yo concordamos que debe ser especial, luego de robarle, con permiso, una receta a mi buen amigo Jonh, nos pusimos manos a la obra. Para nuestra gran sorpresa, el pastel nos salió bien al primer intento. Lo complicado ahora, es la decoración, que es lo que intento hacer en estos momentos...
De no ser por un molesto profesor a mi espalda que no ha hecho prácticamente nada y está empeñado en desconcentrarme de mi trabajo.
—Te juro Kevin Luisse, que como vuelvas a abrir la boca, meto tu cabeza al horno—me giro a verlo con la cuchara llena de merengue y bastante seria, lo que en traducción significa que no bromeo.
—Normalmente, me amenazarías con lanzarme el pastel —dice él con la diversión brillando en sus ojos, casi se me escapa la sonrisa también de los labios, pero me mantengo lo más seria posible.
—No quiero estropear todo mi trabajo, por eso es más útil el horno.
Su sonrisa se borra, aunque el ambiente divertido baila entre nosotros, Kevin es consciente de que puedo ser capaz de hacer lo que prometo—No te atreverías.
—Pruébalo.
Mi sonrisa maliciosa es mi mejor prueba y él lo comprueba de la mejor manera, cuando cruza sus brazos sobre su pecho. Juro que veo un puchero sobre sus labios, pero no me da tiempo de confírmalo, porque me volteo nuevamente disfrutando de su silencio.
Estoy contenta con lo logrado. Y debo admitir, que yo también me sorprendí bastante de que el pastel saliera sin problemas a la primera. Nunca entré en una cocina, Celine cocinaba y David casi le exigía que cocinara para cuatro. Cuando estaba sola en casa, solo pedía comida rápida o me preparaba un sándwich y listo. Nunca me sentí tentada a cocinar.
Aunque, luego de haberme mudado a casa de Kiara, las cosas fueron cambiando poco a poco. De vez en cuando ayudaba a Esther en la cocina, cortando lo necesario, más que eso nada más complicado, hasta ahora.
Sonrío contenta y orgullosa cuando veo el trabajo terminado. El pastel es de vainilla, con la cubierta de caramelo y encima las palabras "Feliz Cumpleaños Kiara"
—Listo—murmuro, pero lo suficientemente alto como para que él me escuche, quien se acerca despacio tras de mí para ver el pastel.
—Me impresiona que haya quedado bien.
Volteo la cabeza para gruñirle, pero me detengo de repente cuando noto la cercanía... una que sobrepasa la que hemos tenido en ocasiones pasadas. No solo puedo sentir el roce de sus labios, ni la caricia de su respiración sobre mi cuello, la calidez de su piel me abraza. Solo hace falta un movimiento... un pequeño e imperceptible movimiento para besarlo.
Miro sus labios, recordando esa primera vez que me besó. Aunque quiero haber guardado su sabor entre mis recuerdos, lo olvidé. La decepción crece en mi pecho, como una avalancha, sin yo esperarlo para nada, pero tampoco me espero la sensación de anhelo y expectación que se le suman detrás.
Quiero volver a sentirlo, y esta vez, no olvidar a que saben sus labios. Quiero besarlo.
Su carraspeo me hace despertar de mis pensamientos nada correctos, parpadeo perdida, con la esperanza de que él no haya notado para nada que mi mente salió volando, especialmente, en la parte de que quiero volver a besarlo.
Recuerdo su comentario, yo lo miro mal, fingiendo completamente que no pasa nada. Aunque los dos lo notamos a la perfección, pero él, por suerte, no hace ningún tipo de comentario.
Hago lo mejor que amerita la situación... le doy la espalda mientras guardo el pastel.
Ya tengo suficiente en verdad con que él aparezca todas las noches en mis sueños. Pero por más que quiera evitarlo, es como un imán que no me puedo alejar de él. Me comporto como una montaña rusa...
Sí... yo misma me denomino de esa forma, porque es así como me siento.
Al principio no puedo estar en la misma habitación que él y ahora estoy obsesionada con que me bese.
La línea de pensamientos se corta, cuando siento cómo algo se espolvorea por encima de mi cabeza. Me quedo en blanco cuando veo la harina en mis manos. Por suerte, ya el pastel está guardado... ¡Pero eso no es importante ahora!
Me volteo, casi en cámara lenta, y lo veo con la bolsa abierta, pero no puedo dejar de fijarme en su maldita... y demasiado atractiva, sonrisa malévola, siendo totalmente consciente de lo que ha hecho.
—No te atreviste —murmuro entre dientes, pero siendo sincera, aunque lo intente, no puedo estar molesta con él.
En poco tiempo, me he dado cuenta de que realmente es imposible. Si no es por su sonrisa, es por sus ojos negros que me hipnotizan, pero de alguna forma, siempre me calma.
Él, en respuesta, se muerde el labio inferior, reprimiendo una sonrisa juguetona, mientras mueve su mano al merengue a su lado.
—¿Cómo sabrías si te bañas en merengue?
Creo que actuar por instinto es lo mejor que siempre me pasa... más si te amenazan con convertirte en masa de pastel. Agarro el pomo abierto de caramelo y lo agito en su dirección, asegurándome de coger el envase con fuerza.
¿Saben qué es lo más divertido de todo?
Que el polo que lleva es blanco... me voy a divertir demasiado.
Siento como si todo fuera en cámara lenta, veo cómo el caramelo vuelva hasta Kevin. Todo se queda en silencio mientras observo satisfecha cómo el dulce baja por su cara, cuello, hasta su polo. Él mira hacia abajo, pero al segundo, alza sus ojos mirándome y me siento débil ante el negro de ellos.
Mi respiración se corta, cuando una lengua escurridiza baila sobre sus labios para recoger el dulce y luego nacer en ellos una sonrisa que significa una sola cosa... peligro.
—Qué dulce—murmura con su voz grave, a la vez que recoge caramelo con su dedo y lo lame... todo bajo mi atenta mirada. Lo peor de todo, es que lentamente está rodeando la isla que me protege de él. Como un tigre que acecha a su presa... yo soy la presa.
Trago saliva, moviéndome despacio en la dirección contraria, aún con mis ojos puestos sobre él, pero sobre todo... con el caramelo aún en mis manos.
—M-me ibas a lanzar... el merengue.
Su carcajada es breve, pero yo siento ese peso sobre mí, el peso de que, de alguna forma u otra, él me va a atrapar. Aunque por más extraño que parezca, debería estar asustada... pero no lo estoy. El aire se respira tenso entre nosotros, pero no me molesta.
La manera en que él camina para acecharme, no se puede decir de otra forma, me genera una expectación en el cuerpo.
Pero antes de que pudiera asimilarlo mejor, veo cómo él empieza a correr y yo hago lo mismo, yendo por el lado contrario. La cocina es lo suficientemente grande para que el correr fuera bastante fácil, pero siendo complicado cuando es Kevin quien va tras de ti.
Sin poderlo evitar, me río a carcajadas por el juego que estamos protagonizando como dos niños; no puede no gustarme más. Cuando paso con velocidad por donde él estaba, hace un rato, agarro sin pensarlo un poco de merengue y lo lanzo en su dirección, deteniéndolo en el acto... pero logrando que resbale y caiga sobre su trasero en un ruido sordo.
Hago una mueca, porque eso debió doler y miro por encima de la encimera —¿Kevin? —pregunto calmada, pero siendo sincera, estoy reprimiendo las ganas de reírme con fuerzas, porque eso fue divertido, pero soy consciente de que, si lo hago, voy a tener muchas consecuencias. —¿Estás bien? No fue mi intención... no sabía que tú... —mi grito resuena por toda la cocina cuando unas poderosas manos me agarran de la cintura alzándome por los aires dando vueltas. —Lo siento, no fue mi intención.
Miro hacia abajo y me sostengo de sus hombros por puro instinto. Lo miro con fijación, aún envuelto en varias capas pegajosas de dulces... es demasiado atractivo.
Pasa demasiado rápido...
De un momento a otro, estoy siendo elevada por sus brazos y ahora estoy siendo bañada por el caramelo que yo le había lanzado. Grito, retorciéndome en su poderoso abrazo, mientras siento como él a mi espalda no deja de reír, mi única opción es luchar en vano y gritar.
—¡Lo siento! ¡Suéltame! ¡No volveré a hacerlo!
—Demasiado tarde preciosa.
Me quedo quieta frente a él, cuando me habla de esa forma y aún bañado en dulce, puedo ver sus expresiones con total claridad. Me muerdo el labio inferior, probando la mezcla, pero eso deja de importarme cuando mi cuerpo se aprieta contra el suyo. Siempre dije que me siento pequeña frente a él y no me gusta, pero ahora... mi pecho choca con el suyo al respirar.
El caramelo y el merengue se convierten en una segunda piel, a pesar de todo puedo sentir su calor sobre mí. Mis manos se han posicionado sobre sus bíceps y sus brazos se encierran alrededor de mi cintura... y me gusta. Estoy disfrutando mucho de la sensación de estar atrapada, más si es por él.
Por primera vez, las alarmas de mi mente caen y se silencian para dejarme disfrutar de este momento. Ya no existe ninguna advertencia, solo yo disfrutando al sentir su respiración sobre mis labios.
Mis ojos suben de su boca a sus orbes y me deleito al ver como se queda perdido al ver mis labios. Al parecer, no soy la única con deseos de otro beso.
Voy a besarle... no pienso mucho en haber admitido eso, yo solo quiero besarle. Y eso voy a hacer ahora mismo.
El ruido de la puerta principal, logra que la burbuja en la que estamos envueltos revienta de la nada, poniendo metros de distancia entre nosotros, como si no hubiéramos estado a punto de besarnos.
Antes de que pudiéramos salir de la cocina para ver quién había llegado de improviso, Esther aparece y su cara es todo un poema cuando ve el desastre que hicimos... y nos ve a nosotros.
Cuando va a abrir la boca para hablar-lo más seguro es para regañarnos-otra cara desconocida se asoma causando una notable tensión en Kevin.
—¿Mamá?
Mis ojos se abren como platos y no sé cómo reaccionar ante lo que dice.
¿Mamá?
Analizo a la mujer frente a mí, debo reconocer que en verdad es una mujer muy hermosa. Su pelo es tan azabache como la noche, complexión delgada y en verdad es una mujer alta. Kiara es bastante parecida a ella, pero con la diferencia de su altura y de que sus ojos son marrones, más oscuros que los de ella.
Ya veo de quién Kevin sacó esa mirada profunda y penetrante... porque ahora mismo yo estoy siendo víctima de esos ojos.
—No recuerdo la última vez que te vi bañado en dulce—su voz es dulce, pero tiene un tono severo que luce con elegancia—creo que tenías cinco años—mira a Esther a su lado con una sonrisa que noto al instante como dulce—corrías desnudo por la cocina y te cayó encima la masa de pastel que preparaba para tu cumpleaños, por suerte tu padre te tiró una foto, te veías tan apetecible.
—¡Mamá!
Si alguna vez en mi vida hubiera querido ver a Kevin Luisse avergonzado... este es el mejor momento. Si hubiera tenido mi teléfono a mano, juro que hubiera captado el instante.
Cuando las mujeres mayores sueltan fuertes carcajadas, yo no puedo aguantar la mía, Kevin se voltea a verme con rapidez e intento fingir, de verdad intento no reírme, pero me es una batalla perdida. Gracias a eso, vuelvo a tener los ojos de la mujer sobre mí, y mi sonrisa se borra al instante cuando los nervios recorren mi cuerpo.
—Parece que hay otra traviesa bañada en dulce—su sonrisa no pierde su toque dulce, pero aun así, no puedo evitar ponerme nerviosa—Por fin te conozco Denise Hyucket—me quedo con la boca abierta y ella se ríe de mi asombro—mi hija no para de hablar de su nueva amiga, un gusto, mi nombre es Tiara Luisse, madre de ese dulce andante.
Kevin gime avergonzado mientras yo no puedo dejar de reírme de él—Espero que al menos el pastel esté hecho—las palabras de Esther detienen mi risa y al momento intento ponerme lo más seria posible.
—Ya está listo, lo puse en el frigorífico.
—Bien hecho, ahora vayan a darse un baño—dice con una mirada severa, aunque es demasiado obvio que nos está reprendiendo, tengo que morderme el labio inferior para reprimir mi sonrisa.
Nunca pensé que me iba a gustar tanto la sensación de hacer una travesura y ser descubierta, al parecer, Kevin no se molestó tampoco. Los dos echamos a correr escaleras arribas entre carcajadas, siguiendo el consejo de las mayores de tomar una ducha.
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Kevin
A pesar de que es normal el silencio en la biblioteca, siempre tiene el mismo efecto calmante y relajante. Pero, por mucho que disfrute el silencio, unos labios bañados en caramelo no se escapan de mi mente.
Díganme loco o lo que quieran, pero juro que Denise iba a besarme de no ser por la inesperada visita. Aunque yo no puedo decir que no la esperaba, es obvio que mis padres iban a venir por el cumpleaños de Kiara, además... mi madre me había llamado en la mañana.
No pueden declararme culpable si frente a mí se encuentran los labios de Denise. Preguntándome, si el caramelo iba a sobresalir o un sabor aún más dulce reinaba en su boca. Perdí los sentidos y mi cuerpo se rindió a sus pies.
Necesité una larga ducha fría para calmar a mis sentidos. Lo que estoy haciendo es deplorable, lo sé. Pero creo que, desde hace un tiempo, dejé de pensar en las consecuencias.
Una vibración me saca de mis recuerdos-en donde admito que ya había besado a cierta rubia-veo un mensaje en mi teléfono y la tensión recorre mi piel como una segunda piel.
Desconocido
Por mucho que lo intentes, yo soy la mujer de tu vida.
Lo primero que se me ocurre es maldecir en francés y apoyar mis manos en una de las mesas libres. Lo menos que me hace falta ahora es tener a esa mujer cerca.
Aun con la ira recorriendo mi sistema, veo una nota sobre la mesa en la que ahora mismo me encuentro apoyado.
Gracias por recomendarme ese libro para la clase de literatura
Parece que sí eres buen profesor después de todo.
Denise
Sin poderlo evitar, una carcajada sale de mi boca.
Siendo una enorme sorpresa para mí, mucho antes de lo ocurrido en la escuela, Denise parece haber hecho una tregua consigo misma en lo que se refiere a las clases.
Pero siendo la orgullosa que es, simplemente me dijo que no entendía un contenido-cosa que no le creí. Desde ahí, toma notas cuando yo le explico, para luego seguido hacer los ejercicios con o sin mi ayuda. Pero me siento contento, porque ya los cambios se han visto en sus notas. También me siento contento de que todo vaya mejor entre los dos...
El posible beso que ocurre entre los dos es otro tema.
Esto deja bastante claro, de que la única que logra calmar mi ira es Denise.
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Denise
Siento el corazón en mis oídos, mientras la cinta de correr es maltratada bajo mis pies. Es gracioso, al principio no quería saber nada de esta máquina, y ahora es una de las cosas que me relajan. También ya se refleja en mi cuerpo y me gusta, debo admitirlo.
La fiesta de Kiara fue todo un éxito y para mi alivio... el pastel también fue un éxito. Y a pesar de que lo fingí de la mejor manera, pude sentir los ojos de Tiara toda la noche. Conocí a su padre, el señor Jacob Luisse y la razón por la que los hermanos sacaron los ojos negros.
Un señor de 54 años, cuatro años mayor que Tiara, lo supe después, con algunas canas serpenteando por su negro cabello. Callado, pero con una actitud tranquila y agradable. En lo que duró la noche, compartió unas que otras palabras conmigo.
Pero el verdadero problema era, o es, alguien de nombre Kevin.
Quise ignorarlo toda la noche, de esa forma ignorar que estuve a punto de besarlo. Pero es complicado, y yo misma me echo la culpa. Los sueños no me dejan tranquila, y hubiera sido mucho mejor si a la mañana siguiente casi no tropiezo con él en el pasillo. El caso es, que sus padres estarán en casa unos días, y Kevin viene a desayunar todas las mañanas. Gracias a eso, me levanto viéndolo merodear por la casa cuando no me deja tranquila en sueños.
Y me avergüenzo decir la forma en la que lo hace.
Hoy, en la mañana, no quise averiguar si me lo iba a volver a cruzar. Salí mucho antes de que todo el mundo despertara, tomando una manzana y dejando ir la mente en la cinta de correr.
Jadeo con fuerza cuando mis músculos piden un respiro. Camino hasta un banquillo, que reposa en un espejo de cuerpo entero, que toma la mitad de la pared, precisamente hasta esa puerta que da al sótano. Intento no pensar en esa puerta y hacia dónde... o hacia quién van a ir esos pensamientos. Tomo agua con la toalla en mis manos y ahí me tomo el tiempo para verme en el espejo.
Sonrío con diversión, cuando el primer pensamiento que se me viene a la mente es que mañana tengo rutina de piernas con Kiara.
Debo haberme vuelto loca. Kiara terminó de contagiarme.
Veo el atuendo que llevo y ahora es cuando noto que, por el apuro de salir sin que nadie me viera, me puse lo primero que vi en el armario. Luzco unos leggings que llegan hasta la mitad del muslo y se ajustan a mi cintura, un top de tiras anchas y un suéter corto de mangas largas que deja a la vista un poco de mi pecho, un poco del comienzo de mi escote, todo esto de color negro.
—¿Supiste de la nueva pelea?
Una voz desconocida me saca de mis pensamientos y veo a través del reflejo a dos chicas en dirección hacia las máquinas de correr. —¿Qué pelea?
La chica de pelo rojo-a la primera que escuché-bufa indignada como si su acompañante hubiera cometido el mayor de los delitos—Se nota que has estado fuera del Gym mucho tiempo, de Kevin Luisse—mi cuerpo reacciona sin poderlo evitar ante la mención de su nombre, y aunque no quiero, pongo más atención a sus palabras—Ha estado unos días ocupado, pero ya está de vuelta en el ring.
La otra abre la boca impresionada, pero hay una expresión de reconocimiento. —Cierto, por eso escuché que Jack estaba más gruñón de lo normal, ahora veo la razón.
La peli roja ríe, mientras comienza a caminar en la cinta de correr y, por suerte, ninguna de las dos, nota que yo estoy completamente al tanto de su conversación. Con mi vista en el teléfono, finjo que no les pongo ningún tipo de atención.
—Es obvio que esté de mal humor, antes era el rey del Gym hasta la llegada del guapo francés.
—En verdad es hermoso, espero que no tenga novia, sería un desperdicio.
Si creía que nunca me iba a sentir más molesta que en ocasiones anteriores... es mentira. Ahora mismo, me siento muy molesta mientras cojo mi bolso y me acerco hacia donde se encuentran las taquillas. Aunque es un tipo de molestia completamente diferente. Es como si una llama ardiente que se asentara en la boca de mi estómago, que no hace más que bajar y subir como una montaña rusa.
Cierro la taquilla con más fuerza de la que debería, llamando la atención de algunas personas a mi alrededor. Pero los ignoro por completo y pego mi frente al frío material, respirando con fuerza. Miro la hora de mi teléfono y aún me quedan dos horas antes del almuerzo, mi trabajo es en la tarde. Por lo que el mejor de los planes es ir a casa a tomar un baño y adelantar algunas cosas.
Pero no me muevo del lugar.
Soy consciente de que tengo que irme en estos momentos, pero por más que me lo repito, no logro moverme y volver a coger mi bolso.
Contrario a lo que tengo que hacer, camino en dirección contraria, hacia donde no puedo dirigirme. No por el lugar en específico, sino por quién sé que voy a encontrar ahí abajo. Pero como en la cocina, mis alertas se apagan y me encuentro bajando las escaleras hacia ese lugar que las personas de este gimnasio tanto aman.
Está como yo mismo lo recuerdo, como esa primera vez. Y de la misma forma, me siento intimidada entre esas personas, más aún sin la compañía de Kiara. Intento arrepentirme, busco en mi cerebro una pequeña señal de arrepentimiento para salir corriendo de este lugar y hacer lo que tenía planeado originalmente.
Lo divertido, es que, a pesar de que me siento fuera de lugar aquí abajo, no quiero irme, porque quiero verlo y voy a verlo.
—¿A quién buscas, pequeña?
Me sobresalto en mi lugar cuando siento una voz a mi lado y me volteo en esa dirección. Una mujer de piel morena me recibe con una blanca sonrisa, su cuerpo es espectacular y lo luce con un juego deportivo morado. Su pelo negro recogido en un moño en la parte alta de su cabeza.
Trago nerviosa, e intento que no se note demasiado agradeciendo internamente de que ella no sea demasiado alta, porque si no ahí sí sería mucho más intimidante de lo que es.
—Oí... de la pelea.
—¿A quién conoces? —Lo miro confundida y me alivio cuando ella sonríe paciente. —¿A quién de los luchadores conoces?
—Kevin—murmuro sin dejar de sentirme fuera de lugar, pero aun así no sé por qué sigo aquí.
Ella asiente ante mi respuesta —Creo que puede venir antes de la pelea.
Abro los ojos cuando ella me da la espalda, yendo a un lugar que desconozco por completo, pero que sé que es donde está él y ahora va a venir. Y no tengo idea de lo que le voy a decir.
—Tal vez le digo que me llamó la atención la pelea —murmuro para mí misma. Y si hace meses, me hubieran dicho que estaría con los nervios reinando en mi cuerpo, solo porque voy a ver a una persona, me reiría en su cara. Pero aquí estoy, ni siquiera tengo cara como para negarlo—No tiene sentido, nunca me ha hablado de las peleas y yo tampoco, le digo que sabía que estaba aquí y que vine a saludarlo—suspiro rendida por lo estúpida que de seguro me veo—Eso suena mucho peor.
Me rindo... diré lo primero que me venga a la cabeza.
Aunque eso está claramente probado de que no es para nada una buena idea.
—¿Te perdiste, pequeña?
Al parecer, el tema de hoy es asustarme. Me volteo, y me asusto en verdad por la montaña que veo frente a mí. Pelo castaño, ojos verdes, tal vez mide dos metros, no sé. Solo sé que a mis ojos se ve enorme, lleno de músculos. Pero lo peor de todo, es que en verdad no me gustan sus ojos sobre mi pecho. Que, aunque está cubierto, aún lo siento desnudo.
Casi de forma imperceptible, doy un paso hacia atrás y ahí, si deseo en verdad que Kevin se apure —Espero a un amigo— me doy una palmada imaginaria en la espalda cuando mi voz no tembló en ningún momento.
—Creo que tu amigo no te va a extrañar si vienes conmigo un rato.
—Él ya viene, así que es mejor que no me aleje— Nunca creí que mi voz saliera con tanta firmeza, pero me enorgullezco de mí misma.
—Te vas a divertir mucho conmigo.
Al parecer, a todos les gusta tomarme del brazo con fuerza, pero con la diferencia de Scott, este sujeto me pega a su cuerpo por completo. Comparado con el recuerdo de Kevin arrinconando mi cuerpo contra el suyo, este momento me da asco. Aunque sé que es inútil, intento alejarme a la fuerza de él. Pero me congelo, cuando sus grandes y toscas manos me toman del trasero, seguido de una carcajada grupal.
Pude haberle dado un fuerte golpe en sus partes íntimas, o una cachetada también entraba bien en este momento, si no hubiera sido arrebatada de sus brazos.
Pierdo el equilibrio momentáneamente, pero me quedo en pie, aunque casi mis piernas fallan cuando veo lo que ha ocurrido.
Kevin me había arrebatado de los brazos de ese sujeto y ahora una lluvia de golpes cae sobre su rostro.
esto se pone interesante mi gente
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