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09

Denise

Suspiro con fuerza, luego de mojar mi cara cinco veces con agua fría. Esta última hora ha sido la más tortuosa de toda mi vida. Luego de la clase de Lenguas, vino Matemáticas y no por la asignatura, porque por primera vez en toda mi vida escolar deseaba con todas mis fuerzas poder concentrarme verdaderamente en los teoremas matemáticos que el profesor explicaba, pero no... realmente fue imposible.

El sueño se repite en mi cabeza como si fuera una maldita película, aun cuando soy completamente consciente de que solo se trata de un sueño, mi cuerpo reacciona de la manera en la que menos lo espero. Me miro en el espejo, con el agua goteando de mi cara y cierro los ojos, intentando por enésima vez calmar mis emociones.

Pero nunca ocurre lo que uno en verdad desea...

La sensación de los labios de él recorriendo mi cuello, como su mano iba bajando con lentitud traspasando la faja de mi falda, con toda la intención de adentrarse a esa zona peligrosa... pero lugar a donde mi yo de ese sueño, le iba a dar total acceso.

Salto en el lugar de repente, cuando la puerta del baño se abre, dejando ver a una estudiante de primero. Intento huir del baño con la cabeza gacha, pero mi huida se ve fallida al chocar con alguien.

Muy en mi interior le ruego a todo lo sagrado que no sea quien yo estoy pensando.

—¿Denise?

Alzo la cabeza y juro que casi lloro de alegría al notar que no es él. Pero de alguna manera, tampoco es bueno estar frente a Julia, la enfermera que sabe todo solo con mirarte a los ojos.

—Hola, Julia —la saludo con una sonrisa que ella imita.

—¿Y tu herida, cómo sigue?

Miro mi brazo en donde hace unos días había una herida pequeña que no dejaba de sangrar. Ahora incluso la cicatriz está desapareciendo.

—Ya cerró y no me duele para nada.

—Qué buena suerte, ¿no? —Asiento con la cabeza, intentando borrar los nervios de hace minutos— ¿Dónde ibas?

Por eso es que no me gusta hablar con Julia. Solo con su mirada me estoy sintiendo acorralada, y cuando menos me lo espero, ya rasco mi nuca en un acto nervioso

—Iba a clase.

—La clase del profesor Kevin empezó hace unos minutos, llegas muy atrasada.

No puedo evitar no tensionarme al sentirme descubierta. Me dije con antelación que esto es algo que puede ocurrir cuando me encuentro con Julia, pero aun así no puedo evitar la reacción de mi cuerpo. Aun cuando lo que más odio en el mundo es la sensación de sentirme descubierta y que vean lo que estoy sintiendo.

Desvío la mirada de sus ojos marrones, porque algo en su interior me dice que, si sigo mirándola fijamente, va a descubrir cosas aun cuando me mantenga en silencio. No quiero quedarme a averiguarlo.

—¿Quieres ayudarme? —la miro confundida cuando su sonrisa aumenta— Tengo que organizar la contabilidad de la enfermería.

Me esperaba cualquier cosa que viniera en estos momentos, que me obligara a ir a clases, que me dejara ir... pero no que me pida ayuda. Me es imposible no burlarme para mis adentros al ver lo graciosa que es la situación.

—Creo que le pediste ayuda a la persona equivocada, Julia.

—¿Cómo así? —Ser interrogada con esa sencilla pregunta por alguien como Julia nunca es fácil, pero me felicito a mí misma cuando mis nervios no se notan... demasiado.

—Soy la peor estudiante de toda la escuela, dudo que yo te pueda ser de ayuda.

Ahora quien sonríe burlona es ella, a la vez que cruza los brazos en su pecho. Yo la miro confundida sin entender la razón.

—¿Quién dijo que harás más de lo que yo te voy a ordenar?

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—¿Son muy pesadas?

Miro su sonrisa divertida a través de mi pelo y bufo ante su burla. Pero por alguna razón, no puedo tirar las cajas y salir de ahí gritando maldiciones.

Cargo la caja de suministros médicos hasta el último estante con ayuda de la escalera y mentalmente llevo la cuenta. Esta es la cuarta caja que muevo y poco me faltó para que se me fuera una maldición cuando casi la caja cae de mis manos. Lo peor de todo, es que Julia se ríe de mí, aunque no puedo molestarme, no sé por qué.

No me esperaba esto cuando ella pidió mi ayuda.

De alguna manera se lo agradezco, porque no estoy para nada preparada para ver al dueño de esos malditos sueños. Aunque también algo más me detiene de decirle algo a Julia, lo intenté cuando descubrí a lo que se refería con mi "ayuda"... pero no pude hacerlo. Así que, sin más, bajo sus ojos divertidos, cogí las cajas.

Para mi sorpresa, hay mucho que organizar para ser una simple enfermería escolar. Tal vez sea por los equipos que hay en la escuela o por alguna pelea que exista... pero de esas no hay muchas. Pero he tenido la experiencia de que los profesores hacen lo imposible para que el incidente no salga de la escuela y siga quedando como la institución modelo del año.

—Denise —me volteo y veo a Julia abajo con una sonrisa— Vamos a almorzar.

Ni siquiera me di cuenta de que el tiempo pasó tan rápido. Cuando bajo, le doy una sonrisa, creo que la más grande que he dado hasta ahora a alguien más que no sea mi hermano, y una que en verdad es genuina. Pero incluso a Kiara, siento como si me cuesta de alguna manera.

—¿Qué ocurre? —me pregunta cuando no digo nada y solo le doy otra sonrisa.

Niego con la cabeza a la vez que me encojo de hombros restándole importancia. —Gracias.

—¿No debería ser al revés?

Me vuelvo a encoger de hombros, haciendo que se confunda aún más, pero ella no tiene que saber con exactitud la razón de mi agradecimiento. No solo por haber logrado que no pensara en Kevin. Sino también por haber estado casi más de una hora con la mente en blanco, sin ningún pensamiento que viniera a atormentarla.

Quiero volver a experimentar esa sensación tan suave, pero a la vez tan intensa... la libertad.

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Kevin

Bajo la mirada al teléfono y doy un suspiro pesado cuando noto de quién es el mensaje que recién llega. Apago este, ya sin ganas de volver a retomar una conversación que quedó en el pasado. Cuando abro la puerta, siento unas risas desconocidas venir por el pasillo y frunzo el ceño al no saber de quién se trata.

Entro en la sala, quedándome congelado ante lo que mis ojos ven. Mi alumna "favorita" está jugando sobre los cojines esparcidos por el piso, con mis dos sobrinos como si fuera una niña pequeña. No me impresiona por el hecho de que esté jugando con los niños, mis sobrinos son tan bellos que pocas personas resisten la tentación de verlos reír... lo impresionante es verla reír a ella.

Recuerdo ese día en Castell Combe, como vi el nacimiento de una sonrisa en sus labios, pero nada como esto. Eran fuertes y alegres carcajadas que rebotan por toda la sala como un dulce eco, siendo adornadas por las de mis sobrinos. Es una imagen digna de admirar y yo solo me quedo absorto en ella aun cuando tengo que seguir recordándome, que ella es mi alumna.

Pero esas palabras poco a poco se van desvaneciendo de mi mente...

Verla ahora se siente de forma distinta, cuando hace días que no he hablado con ella. La última vez en que cruzamos palabras fue en el gimnasio, mientras ella me daba la espalda. Durante la escuela solamente la veo en la clase y a lo lejos. Fue la primera vez que me sentí con las manos atadas.

Lo peor de todo es que desconozco la razón.

Despierto de mis pensamientos cuando sus ojos azules se conectan con los míos. Su sonrisa se borra, pero sigue sosteniendo a Amber contra su pecho, mientras que Aidan está sobre su regazo, con sus bracitos envueltos en su cuello en busca de su total atención.

Carraspeo intentando que no se note el efecto que esa imagen tiene sobre mí. Mi corazón estalló en mis oídos cuando la noto vestida con un chándal celeste, un top negro y un pulóver blanco que dejaba a la vista su top, y no solo eso, puedo detallar su piel blanca, aunque realmente estoy haciendo el esfuerzo para no hacerlo.

Me acerco a ella manteniendo la compostura.

—¿Dónde está mi hermana?

Mi voz sale más gruesa de lo normal, soy consciente de que ella también se dio cuenta. Pero por suerte la conversación no se desvía hasta ese punto.

—Salieron, me llamaron y me dijeron que no tardan.

—¿Estás sola?

Sus ojos me siguen cuando yo rodeo los sillones para estar frente a la montaña de cojines, frente a ella. Cuando me acerco para sostener a Aidan noto como su cuerpo se tensiona

Denise niega con la cabeza mientras se centra en mi sobrina. Se nota demasiado el hecho de que no quiere, veme fijamente —Esther está en la cocina, les está haciendo la merienda a los niños.

—Estos glotones —le hago cosquillas a la panza de Aidan y este ríe divertido, Denise sonríe al ver la interacción que tengo con mi sobrino.

—Joven Kevin, ¿Hace mucho que no lo veo?

—¿Cómo estás, bella Esther?

—La señora Kiara llega en unos minutos.

—Ya me dijeron eso —la miro de reojo—Gracias, preciosa.

—Por ahora me voy a llevar a estos pequeños que tienen que comer.

La mujer se lleva a ambos niños en un pequeño cochecito y Denise los ve con una sonrisa. De repente, el silencio nos envuelve a los dos y una parte de mi, me advierte que no saque más ese tema, pero otra parte me insiste.

—Volvimos a tener una reunión con los profesores.

—No me importa, profesor —al fin alza la vista y mira a mis ojos directamente —Ya le dije que lo que hagan ellos no me da importancia.

—Es tu vida estudiantil de la que hablamos.

—Ya lo dijo usted —se pone en pie, hablando con una firmeza que, por un momento, juro que siento intimidación ante sus orbes azules. —Es mi vida de la que estamos hablando.

La habitación queda en un silencio sepulcral luego de que ella me deja solo. Suspiro con fuerza mirando al techo y una notificación llama mi atención. Cuando veo que se trata nuevamente, bufo molesto y lo próximo que se escucha es como el celular se hace pedazos cuando lo lanzo contra la pared en un impulso.

—Demonios.

//////////////////

—Creo que esto es todo por hoy, chicos —el sonido llena el salón cuando los alumnos caminan hasta el pasillo, pero antes que salgan todos, me apresuro a hablar. —joven Hyucket espera un momento.

El mencionado se queda en silencio hasta que el salón se vacía completamente. —Diga, profesor.

//////////////////////

Denise

La sala de profesores, con sus paredes celestes y escritorios blancos repletos de libros, parece pequeña. Alrededor de 15 escritorios para todos los docentes de la escuela, incluidos los entrenadores, estos la mayoría del tiempo están llenos de libros, y hoy no es la excepción, casilleros grises que aún no le encuentro uso. Una pared de cristal tras nosotros le daba más espacio a la habitación.

Pero realmente no puedo fijarme en eso cuando miro la postura de mi profesor y esos ojos negros con un toque inocente, como si no hubiera llamado a su hermana para que me convenciera de empezar clases extras. Como si él no tuviera nada que ver con eso.

—¡Te odio, Kevin Luisse!—ni yo misma puedo creer con la fuerza que mis palabras salen disparadas de mi boca.

Odio su altura descomunal, su pelo azabache, esos ojos negros tan profundos que me marean. Repudio su voz y la autoridad en ella, aun cuando no imparte ninguna orden. Su presencia me hace ver como una enana a su lado, una débil que debe protegerse de su poder. Lo odio, yo no soy delicada... menos frente a él. Aunque lo que más odio en estos momentos es la suave sonrisa que nace en sus labios, me obliga a fijar mis ojos en esa boca tan demandante.

—Te lo repito de nuevo, señorita Hyucket—comienza con suavidad sin importarle la cólera que siento en estos momentos. —Es señor Luisse—sin poderlo evitar, un gruñido sale de mi garganta como si fuera una bestia, lo que le saca una suave risa. —A partir de hoy seré tu tutor.

—No me puede obligar.

—Es cierto—mueve su cabeza asintiendo como si no le importara que en estos momentos estoy gritando como una loca en la escuela—Pero puedo pedirle ayuda a su hermano.

—¿Me está manipulando?—pregunto sin poder creerme hasta los límites a los que está llegando este hombre solo por no permitir que repita el año. Antes de que pudiera hablar algo más, llama mi atención —¿Por qué tanta preocupación? No soy un problema social.

—Eso señorita... no es de su incumbencia, la espero mañana en la biblioteca al terminar la escuela.

Me da la espalda dando por terminada la conversación y yo estoy hirviendo de rabia. Veo unos cuantos libros a la vista y algo en mi nace de lanzarlos a su cabeza, pero a pesar de mi odio, solo me voy dando zancadas fuera de la oficina sin perder la oportunidad de maldecirlo —Maldito profesor.

No le es suficiente utilizar a su hermana, ahora quiere utilizar el mío.

No puedo estar en el mismo lugar que él cinco minutos más, porque no sé de lo que soy capaz de hacer. Ya hace mucho me es costumbre escaparme de la escuela, pero me doy cuenta de que mis escapadas se incrementaron cuando llegó cierto profesor. Cuando estoy en la parte trasera de la escuela, miro hacia atrás asegurándome de que nadie me vea. Veo el muro, unos metros más por encima de mi cabeza de hormigón, pero se equivocaron colocando un árbol justo al borde de donde termina el terreno de la escuela.

Un árbol alto y grueso, difícil de escalar, en verdad muy complicado de escalar. Pero son más altas mi gana de salir de esta escuela que nada me va a detener, ni siquiera la muy alta posibilidad de salir lastimada.

Afirmo con fuerza el pie al momento de comenzar a subir. Es complicado por lo grueso que es, pero la corteza fuerte del mismo árbol me permite sostenerme bien. No me atrevo a mirar para abajo porque sé que me voy a acobardar.

Cuando casi estoy a punto de llegar al borde, mi mano se resbala y de paso me hago daño. Me muerdo la lengua antes de gritar una maldición para volver a retomar el paso. Al parecer, desarrollar un poco los músculos me ha ayudado después de todo... tengo que agradecerle a Kiara.

Me siento en el borde del muro, con las piernas ya al otro lado y sonrío triunfante por haber logrado mi cometido... ahora tengo que bajar. Con lentitud me cuelgo del borde y me lanzo con los ojos cerrados.

Bailo emocionada cuando mi escape se realiza de forma exitosa y me alejo de la escuela. No tengo que caminar mucho cuando solo a unos metros está la parada. Por instinto, miro hacia la cafetería del frente, viéndola en su hora pico llena de clientes. Tengo intenciones de cruzar la calle, pero en ese mismo momento llegada el bus, no me puedo arriesgar a quedarme aquí y que alguien de la escuela note mi ausencia y me atrape.

En otro momento me acerco a verla.

...

El baño me ayuda a relajar mis músculos, el arañazo en mi mano me lo cubro con una gasa y listo, me siento en mi cama a leer un poco. De alguna forma me encuentro sola en la casa. Sé que Kiara y Oliver trabajan a esta hora, Esther está con los niños dando un paseo, por lo que va a tardar unos minutos. Me intento centrar en cada una de las palabras del libro, pero mi mente siempre llega a esos ojos negros y no me deja concentrarme.

Bufo, molesta, porque ese profesor se ha metido tanto en mi vida, que ni siquiera puedo leer sin que él invada en mis pensamientos. Miro el cielo desde mi ventana y el negro de sus ojos me envuelve. ¿Ya dije que odio cuando hace eso?

No sé qué es lo que hace, pero me mira y me siento vulnerable. Odio eso, odio cuando alguien me hace vulnerable. La última vez que eso pasó, nada salió bien para mí.

Me gusta que mis pensamientos estén en la soledad de mi habitación. Siempre ha sido de esa forma. Durante años me he refugiado entre las cuatro paredes de mi cuarto y pensé que cuando llegara sería de forma diferente. Pero no, todo lo contrario... creo que me relaja más que mi antigua habitación. Tal vez sea porque no estoy viviendo bajo el mismo techo que aquella persona que me hace daño.

O por la decoración tan única.

Las paredes de madera clara, junto con un piso del mismo material pero más oscuro. Dos puertas al final de la habitación, una para mi armario y la otra para el baño. Algo como esto nunca me lo esperé, pero es la cama lo que en verdad eclipsa la habitación completa. Está en medio de dicha habitación y con un dosel sostenido por cuatro columnas de maderas. Muy antiguo, tal vez sea por eso que me relaja tanto.

La puerta marrón se abre, dejándome ver el cabello negro de Kiara. Me tenso al sentirme descubierta y ella solo me sonríe al notar lo que de seguro sabe qué pasa. —¿No deberías estar en la escuela?

Se sienta en el borde de la cama mientras no me deja de sonreír. Trago y me siento en la cama sin dejar de mirar los ojos negros de mi amiga, que me recuerdan para mi mala suerte a mi profesor. —Salimos temprano.

—¿Entonces no tiene nada que ver que escalaste un árbol para salir? —me tenso notablemente y Kiara aumenta su sonrisa. —Mi hermano me llamó y me dijo que te vio.

—Mierda—murmuro muy por el bajo con toda la intención de que la mayor no escuche nada.

—¿Por qué no quieres tomar las clases extras?

—No me gusta la escuela.

—¿Solo eso?

—Es así—me encojo de hombros sin darle mucha importancia.

—No creo que alguien a quien no le guste la escuela lea un libro de Shakespeare.

Miro mi libro encima de la cama, niego con la cabeza, aun sin verle sentido a lo que ella está diciendo. —Nada de eso tiene que ver, solo me gusta el libro.

—Dale una oportunidad, tal vez llegue a gustarte.

—¿Qué? —No me creo para nada lo que estoy escuchando.

—Sí, tal vez te llegue a gustar la escuela.

—Ah, hablabas de eso—murmuro con la mirada perdida sin creer en lo que estaba pensando.

—¿De qué más iba a hablar?

—No te preocupes, Kiara, no creo que la escuela me guste.

—Hagamos algo, solo prueba, pasa este curso y el que viene— los ojos negros de Kiara se quedan sobre los míos y no puedo evitar no poner atención. —Nadie te exige que llegues a la universidad, es tu elección, solo... dale una oportunidad. ¿Qué dices?

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