05
Denise
Suspiro con pesadez cuando abro mi casillero mientras el sueño me gobierna. Llevo todo el fin de semana sin poder conciliar el sueño desde que regresé a casa, no es que quisiera mucho, pero no tengo adonde ir. Además, mi hermano no me va a dejar ir así con mucha facilidad. Por suerte me preparé la cena para mí las dos noches y me encerré en el cuarto hasta el día siguiente, sin cruzarme con ella durante la mañana.
Hago una mueca cuando la herida me da un tirón. Por suerte, para mí, tenemos un uniforme para invierno, que cuenta con una camisa de manga larga. En esta ocasión, sirve a la perfección subiendo las mangas hasta mi codo.
El profesor hizo un buen trabajo curando la herida. No era demasiado profunda a pesar de lo bastante que sangraba, sin hablar del dolor. Pero con su intervención, fue suficiente para que esta no se abriera incluso cuando estuve bañándome.
—Señorita Hyucket—hablando del Diablo.
Si recuerdo la imagen de hace solo dos días, un hombre cansado y vestido de forma descuidada, durmiendo sobre su sillón, al que tengo frente a mí, es como asegurar que son dos personas completamente distintas. Su camisa celeste la mantiene de la misma forma que yo, con las mangas envueltas hacia arriba, metido por dentro de un pantalón negro.
Intento no concentrarme en el hecho de que esa camisa le quede genial y muy ajustada. Cabe destacar, junto con ese botón abierto, dejando ver su cuello y el inicio de su pecho.
Cierro mi casillero sin bajar la mirada esperando sus palabras—Tengo que hablar con usted—intento no mostrar ninguna mueca burlona porque recuerdo lo último que pasó cuando él quiso "hablar conmigo". Pero para mi sorpresa él sigue—Se hizo una reunión con los profesores de la escuela y quieren expulsarla.
Ladeo mi cabeza soltando una risa amarga, pienso que, después de todo, lo que ella había dicho no fue mentira.— ¿Usted lo sabía? —No sé por qué esa pregunta sale de mis labios cuando en verdad es otra cosa en lo que pienso.
—No—echa su pelo hacia atrás cuando unos mechones caen frente a sus ojos—me avisaron luego de ella—de alguna forma lo puedo notar frustrado—mencionaron que no llevo mucho tiempo trabajando, por lo que no iba a tener argumentos para la reunión, solo me avisaron para informarte.
Lo lanzaron al hoyo, son unos cobardes. En el mismo instante en que se me va una risa irónica, noto el ceño fruncido de él y algo en mi busca la razón.
—No parece muy contento.
Su mirada está en el piso y cuando me escucha hablar, sus ojos negros me buscan—¿Por qué debería estar contento?
Me encojo de hombros y odio cuando él se vuelve a erguir porque me hace más pequeña—Debo de serle muy sincera—mi sonrisa burlona aumenta mientras acomodo mis cosas para darme la vuelta e irme—Se quitaría un buen peso de encima conmigo fuera de la escuela.
—¿No serás tú quien quiere alejarse de mí? —me quedo congelada dándole la espalda—¿Por qué haces tanto énfasis en que es mejor que no te dé clases?
Hago una mueca con los labios de forma inconsciente y me volteo a verlo con una ceja arqueada—¿De qué está hablando?
—Siempre hablas de alejarte de los profesores, pero a pesar de todo—de alguna forma molesta, me encuentro tan perdida que no caigo en cuenta cuando él se acerca con solo un paso—Siempre mantienes un perfil bajo.
—¿Acaso se olvidó de cómo me conoció? —interrogo con una sonrisa burlona, intentando borrar esa sensación incómoda de mí, pero no me espero que él me responda con el mismo gesto.
Me quedo en blanco ante la forma en que sus labios se curvan de una forma que estoy comenzando a odiar. Mi mano se cierra alrededor de las tiras del bolso, conteniendo las ganas sobrenaturales que tengo de golpear su burlón... y perfecto rostro.
—Es cierto, pero excepto por ese día y tus calificaciones, nunca se siente tu nombre—se cruza de brazos obligando a la camisa a que se ciña a sus músculos, me odio por fijarme en eso—parece que no le estás poniendo esfuerzo a tu sueño de que te expulse. ¿Habrá razones ocultas?
Borro todo lo confuso que se revolvía en mi interior hace solo unos segundos, porque mi rostro se transforma en uno de rabia—¿Se cree mucho al creer que me quedo en la escuela por usted? ¿Por un simple beso?
Pobre niña ilusa que soy, pensé tal vez poder ganar la guerra...
Él solo encarna una ceja, mientras se acerca ligeramente mi, sin olvidar que aún estamos en el pasillo de la escuela—¿Quién dijo que era por mí? —soy consciente que la sangre se drena de mi cara y abro los ojos al darme cuenta de que había caído en la trampa del profesor—Recuerdo a la perfección que la señorita antes de escapar de mi casa, dejó una nota de que todo quedó olvidado, fue usted quien lo mencionó ahora—ladea la cabeza con esos ojos negros sobre mí, y tal vez es idea mía, pero hay algo en ellos que me afirma que disfruta de verme perder los estribos—¿Serás tú quien no pudo olvidarlo?
De forma casi instintiva, un gruñido lleno de rabia e impotencia de no poderlo golpear sale desde el fondo de mi garganta. Nunca he sentido tanta ira acumulada por una sola persona y que esta lo lograra en menos de cinco minutos, y yo que pensé que solo era Sara.
Mi cerebro se bloquea en el momento en que mi palma hace contacto con su mejilla. Él abre los ojos como si no se lo pudiera creer, yo menos lo hago, pero siento la comezón en mi mano lo que me dice que es real. El sonido sordo de los casilleros, cuando mi espalda se estrella contra ellos, se queda en segundo plano cuando tengo la boca de mi profesor sobre la mía.
De nuevo...
—Buen día, profesor ¿Cómo se siente?
Me encuentro perdida, cuando me doy cuenta de qué es lo que había ocurrido.
Todo "eso" solo había pasado en mi mente. Pero el hecho del golpe no es lo que me atormenta... es ese maldito beso.
¿Por qué diablos me imaginé a mi profesor besándome?
—Muy bien, señorita Phofteck—la voz de él me devuelve a la realidad, no nos habíamos movido de lugar, ahora contando con la presencia de Sara—Aún debo seguir hablando contigo —esas palabras van dirigidas hacia mí.
—Ya hablamos lo suficiente, profesor.
Fue algo involuntario que las últimas palabras salieran en un gruñido. En especial, luego de lo que mi cerebro escenificó, tan real, es como si aún pudiera sentir su sabor en mi boca, la manera en que sus manos rodean mis muñecas... todo. Cada mínimo detalle fue recordado, y me traicionó.
Sin poderlo guardar entre mis labios, el quejido se escapa con fuerza cuando siento un brazo envolverse con fuerza en la herida. Sé a la perfección quién es, porque... muy a mi pesar, puedo recordar la sensación de su mano de aquella tarde.
Solo tengo tiempo de voltearme cuando Kevin actuó para mi sorpresa. Agarra su muñeca y la aleja de mí, eso pasó tan rápido que tanto Sara como yo nos quedamos en blanco, las dos mirando fijamente al profesor.
Kevin comienza a ponerse nervioso notablemente, luego de darse cuenta de lo que había hecho.
Con actitud intranquila pasea la mirada entre las dos, que esperábamos alguna explicación coherente, a mi vista, él parece no tener ninguna. Pero veo como sus ojos bajan de forma inevitable hacia mi brazo, específicamente a mi herida.
—Señorita Phofteck... es una falta de respeto eso que acaba de hacer.
Aun cuando su voz suena segura ante Sara, sé que no tiene nada que ver con eso.
—Pero profesor—el tono de voz que usa la pelirroja, advierte claramente un aviso de berrinche—Fue Denise la que le faltó al respeto al darle la espalda cuando estaba hablando con ella—forma un puchero con sus labios, pintados en un suave tono rosa a la vez que coloca uno de sus rojos mechones tras la oreja—Solo quería reprenderla para que lo respete.
Kevin relajó sus hombros, pero sin abandonar la tensión de su cuerpo, sé que vio de reojo como yo pongo los ojos en blanco ante la estupidez de esta chica.
—De eso me encargo yo, no quiero que vuelvas a hacer eso con nadie—Sara tiene la intención de reclamar de nuevo, claramente acostumbrada a que se le cumpla cada uno de sus caprichos, pero falla estrepitosamente cuando Kevin se acerca a mí—Nos vemos en unos momentos en clases señorita Phofteck, aún no he terminado mi conversación con la señorita Hyucket.
Me molesta el hecho de que con una mirada me invite a caminar por el pasillo, y yo en silencio cumplo con sus órdenes. Me irrita demasiado. Pero más detesto el hecho de notar que él es demasiado llamativo como para ser un simple maestro. Su altura destaca por encima de los demás y su porte serio hace que los ojos sobre él aumenten.
Pero eso no tiene sentido, porque no puede tener ningún sentido.
Y me molesta, me molesta que desde un principio sus ojos negros se hayan fijado en mí, que desestabilice todos los pensamientos claros de mi mente. Yo nunca he sido así, he aprendido desde muy niña a centrar mi raciocinio y no actuar con insensatez. Pero viene este profesor de la nada, retándome desde el primer día, y mi razonamiento decide volar.
Esto no puede estar ocurriendo, porque no es para nada bueno. Pues la principal razón está más que clara... ¡Es mi profesor!
¡Además, no puedo desviar mis pensamientos hacia donde no deben en primer lugar!
Me quedo quieta cuando noto que me centré tanto en mis ideas, que no noté que me había guiado hasta la enfermería.
—Profesor Kevin —alzo la vista y me encuentro con la enfermera de la escuela.
Julia Olliver, una paciente mujer de 45 años de piel oscura... probablemente la única persona en toda la institución que no me ha dedicado una mirada desagradable.
—Vine con la señorita Hyucket.
Luego de las palabras del profesor, conecto mi mirada con sus ojos marrones y ella en respuesta me da su encantadora sonrisa.
—Es la primera vez que Denise Hyucket se cruza por mi enfermería.
Presiono mis labios juntos formando una línea, a la vez que doy un intento de sonrisa sin entender por qué estoy tan nerviosa. —No me he metido en ningún problema— es lo primero que se me viene a la mente y lo digo sin pensar.
Ella me mira fijamente, en silencio, durante unos minutos, y yo no bajo la cabeza. A pesar de lo amable que es, tiene tendencia a ser severa con los estudiantes, aunque nunca lo experimenté... si escucho mucho de eso. Lucho por no bajar la vista ante la intensidad de sus ojos, Kevin, a nuestro lado, se queda sin entender la pequeña lucha que tenemos las dos. Hasta que, pasado unos minutos, ella sonríe de la mejor forma.
—Si la bella Denise dice que no se metió en problemas, es porque es verdad—cierro mis ojos, con una mueca en los labios cuando ella nos da la espalda para entrar en la enfermería, sin querer fijarme en el hombre a mi lado por lo recién escuchado.
Entramos los tres en silencio, sinceramente espero a que él se dé la vuelta y vuelva a clases luego de escuchar cómo había sonado el timbre. Pero no... el profesor Kevin se mantiene imperturbable mientras Julia deshace mi venda tras la cortina. El silencio se mantiene de la misma forma mientras ella me envuelve una nueva venda.
—¿Qué te ocurrió?
Disimuladamente, miro al piso y mi mente no encuentra una forma rápida de contestar y para mi sorpresa... él responde por mí—El viernes tuvimos un pequeño accidente—yo no puedo estar más sorprendida por la facilidad de palabra que tiene a la hora de mentir aun cuando no podemos verlo—conocimos un restaurante los dos en el pueblo, durante la excursión y ella resbaló por error.
Julia se queda en silencio hasta que da una sonrisa —Sí, también visité ese lugar en Castell Combe, es hermoso y muy atrayente —se gira de nuevo a ver mi herida sin borrar el gesto —Lo bueno es que no fue muy profundo y no te quedará cicatriz, ¿te duele mucho?
Yo niego con la cabeza diciendo la verdad: —Solo me molesta un poco cuando hago gestos demasiado bruscos.
—Es normal, te cambié, te eché una pomada para la inflamación y para las marcas —mira con fijación mi brazo —La herida fue curada muy bien, y los puntos, seguro, los hizo una enfermera.
Busco de forma disimulada al profesor, pero la cortina me impide verlo. Solo reconozco la sombra a través de la tela.
—No te preocupes preciosa—me dice cuando termina recogiendo todo lo que había utilizado—no te quedará ninguna cicatriz con esa pomada.
—Muchas gracias Julia—le digo con una suave sonrisa y ella me devuelve el gesto.
—Es un placer Denise—me guiña un ojo y me da la espalda—Gracias profesor por traerla.
—No hay que agradecer, es mi responsabilidad.
Arqueo una ceja mientras me coloco la camisa, siento unos pasos salir de la enfermería, y me imagino que es él quien abandonó la sala.
—¿Julia?
—Ella salió un momento —mis dedos se congelan en el último botón sin abrochar cuando escucho su voz cerca de la cortina, volteo mi cuello y vuelvo a notar su enorme sombra a través de la tela blanca —¿Puedo pasar?
Cuando le doy una respuesta afirmativa, me quedo mirando cómo se acerca a la camilla en donde estoy de forma sigilosa. Se queda mirando la herida demasiado tiempo del necesario en silencio.
—¿Me trajiste para esto?
Él alza sus ojos conectándolos con los míos, se aleja un poco de la camilla parándose frente a mí con sus manos en los bolsillos delanteros—No, esto surgió de repente.
—¿Entonces si querías seguir hablando?
—No está muy alejado de eso—señala la herida con un movimiento de la cabeza—Solo quería saber cómo seguías.
Me quedo mirándolo y sin poderlo evitar recuerdo la nota que le dejé al irme de su casa. Pero tengo que ser muy sincera... un parte de mí, bien en mi subconsciente, está esperando que él hable del beso cuando lo estuve evitando durante estos días. Pero no, me vino a preguntar por otra cosa. Y la pregunta que me sigo haciendo es porque me importa acerca de lo que vaya a hablar conmigo.
Me bajo de la camilla y aun cuando está a unos metros de mí, me siento pequeña, pero por ahora solo lo miro.
—Gracias profesor, por lo que hizo por mí esa noche.
Él me observa con un suave gesto y asiente con la cabeza—No te preocupes, todo está bien.
Desconozco la razón de por qué nos quedamos mirándonos fijamente, aun cuando conozco que no debo hacerlo, pero, aun así, ninguno se atreve a romper el silencio. Su forma de mirarme tan relajada, junto con su pose, me es muy nueva, pero no quiero pensar en eso. Tomo mi bolso y lo vuelvo a ver.
—Entonces es momento en que me vaya.
Cuando estoy a punto de salir por la puerta, su voz me detiene: —¿No harás nada al saber que te pueden expulsar?
Sin pensarlo mucho lo miro con una sonrisa malvada en mis labios—No me importa lo que hagan, sigo en la escuela por mi hermano "intentado" no hacer nada—su gesto suave desaparece cuando hago comillas, me mira con el ceño fruncido y mi sonrisa burlona no puede sino aumentar—sería un alivio que me expulsen, porque no quedaría por mi parte—le guiño un ojo, sin poder dejar de divertirme al ver su reacción cuando desmiento por completo su absurda razón dicha hace pocos minutos.
Aunque mientras camino por el pasillo al salir de la escuela, me pongo a pensar que lo que recién dije, no es la verdadera razón de por qué no me iba por mi cuenta, y yo misma desconozco cuál es.
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Kiara
—Mi cabeza va a reventar en cualquier momento —mi frente pegada a la mesa de madera se siente fría contra mi piel y mi suspiro denota el poco ánimo que siente mi cuerpo.
—Debes tomarte un descanso, Kiara —coloco mi barbilla ahora, para ver a mi mejor amiga Stella, con su bello y exuberante pelo negro cayendo en ondas por sus hombros.
Nos conocimos en el kínder y desde entonces somos amigas. Ella estudió medicina y ella se ve mucho mejor que yo, que soy abogada, que tal vez, tengo mucho más tiempo que ella. En ocasiones la odio por eso, y ahora mismo con mi mirada se lo estoy demostrando.
—¿Por qué te tienes que ver tan bien?
Stella suelta una suave carcajada, mientras termina de tomar su café. Echa su cabello hacia atrás en un movimiento de su mano, dejando a la vista su atuendo. Un vestido verde ciruela de tirantes, con un muy pronunciado escote, las tiras cruzadas en la espalda, dejando esta completamente al descubierto. Dos aberturas delanteras en ambas piernas. Stella es el tipo de mujer que no le hace falta utilizar brasier, como este es el caso.
Siempre ha sido este tipo de persona que viste como le gusta y completamente a la moda. Yo, por mi parte, siempre he sido más discreta.
Mi suéter marfil con el cuello alto, ciñéndose a mi figura, por dentro de mi pantalón de tela negro que se ajusta a mi cintura. Por supuesto, las dos con tacones altos, los suyos blancos con tiras amarradas a sus tobillos, mientras que los míos son botas negras.
Sí... somos completamente diferentes, pero tal vez esa es el motivo por el que hemos sido amigas durante años.
—Debes tomarte unas vacaciones.
—Voy a tomarlas en el momento en que termine con este caso —me siento erguida en la silla metiendo un mechón castaño de mi moño tras la oreja —Hace días que no veo a mis niños.
Stella sonríe con cariño en mi dirección, sabiendo en este momento que tengo una cara de tonta al pensar en mis hijos. —He querido pasar a verlos, pero el hospital se ha robado mi tiempo por completo.
La conversación es interrumpida de repente por el camarero que trae el café para llevar que había pedido y trae un batido de chocolate con una servilleta para mi amiga. Ambas nos miramos y el chico apunta con su mano hacia mi espalda. Soy curiosa por naturaleza y cuando me volteo, un hombre en la esquina del local, vestido con jeans y una camisa blanca, le coquetea a mi amiga con los ojos.
—En serio —me echo a reír divertida y, cuando veo a mi amiga con una sonrisa maléfica, abro mis ojos con mi sonrisa aumentando —¿Vas a ir?
—No es feo—se encoge de hombros restándole importancia.
Apoyo mis brazos cruzados sobre la mesa, echándome hacia delante. —¿Sabes que solo te quiere para una noche? La mayoría de los hombres como ellos no buscan una relación.
La muy descarada de mi amiga se pone en pie, guardando sus cosas en su bolso y tomando el batido en su mano. Me da un beso en la mejilla, lo que le da tiempo de decirme algo que me hace aguantar la carcajada que quiere salir de mi garganta.
—¿Y quién dijo que yo busco algo serio?
Me volteo a verlos y sé que tengo que irme cuando mi amiga, al sentarse, toma la posición de: "estoy lista para coquetear, pero yo dicto las reglas", se acomoda un poco de lado, piernas cruzadas y codo sobre la mesa para sostener su barbilla. Posición ganadora de todas. Tomo mi bolso y mi café saliendo de la cafetería, sabiendo que no importa no despedirme. En la noche, ella me llama con todos los detalles.
Miro mi reloj mientras doblo la esquina, pero colisiono contra alguien y siento como un líquido caliente cae en mi mano, suelto un quejido —Demonios—. La maldición no sale de mi boca, lo que me hace mirar en esa dirección.
Una estudiante de pelo rubio, por la mitad de su cuello, está sentada en el piso... con toda su camisa de escuela manchada de café. Abro los ojos alarmada y me agacho para ayudarla.
—Oh, por Dios, lo siento tanto.
La niña alza la cabeza y me encuentro con unos ojos azules, algo particulares. —No se preocupe —ella se pone en pie y veo como toda su camisa está manchada.
—Discúlpame, fue mi culpa, andaba distraída.
Ella sonríe mientras me mira y yo le devuelvo el gesto, yo solo le paso por unos metros de altura. —Está bien, yo también iba muy apurada.
—¿Quieres que te ayude a limpiarla? Hay una cafetería a pocos metros —señaló por dónde mismo había venido y ella niega con la cabeza.
—No es necesario, yo también vivo muy cerca.
—¿Estás segura? —pregunto un poco desconfiada de que no me diga la verdad.
—Sí, no te preocupes, adiós —se despide de mí con una bonita sonrisa y se va sin más, sin importarle por completo que su camisa esté manchada.
Yo también cuando retomo mi camino. Mientras conduzco de regreso a casa, mi teléfono suena; lo pongo en alta voz y sonrío más aún al escuchar la voz de mi marido.
—Preciosa, ¿cómo estás?
Me muerdo el labio inferior al escuchar su voz y me guardo las ganas de decirle que estoy a punto de llegar a casa. Pero quiero darle una sorpresa, aunque solo fue una semana, ha sido duro para los dos, lo extraño muchísimo. Las llamadas no son lo mismo.
—Hola, bebé, te extraño.
—Yo también, cariño —su voz ahora suena más fuerte y me imagino que se movió de lugar para hablar mejor—. ¿Cuándo vienes?
Suspiro para que mi mentira sea lo suficientemente creíble, para que mi novio de hace cinco años y esposo con la misma cantidad de tiempo, quien me conoce mejor que nadie, crea mis palabras.
—Lo siento tanto cariño —pongo mi mejor voz lastimera y me estremezco de la risa que guardo entre mis labios al escucharlo suspirar.
—No me digas...
—Vuelvo dentro de tres días.
Con solo escucharlo suspirar, sé lo que está haciendo en este momento, se está frotando la frente sin poderlo creer. —No te preocupes preciosa, todo está bien, tú puedes con eso —intenta darme ánimo, pero esas palabras son para él mismo—. Cuando vuelvas vas a tomar vacaciones.
—Tenlo por seguro bebé —aseguro, doblando por la esquina de nuestra casa, sonriendo emocionada—. Cariño, tengo que colgar, tengo que reunirme con mi cliente.
—Está bien, preciosa, te amo.
—Yo también—cuelgo y tarareando una canción divertida, me bajo del auto.
Junto con mi maleta subo los escalones que me llevan a la puerta de mi casa y me abre quién menos lo espero, mi hermano menor. Me mira sin poderlo creer, hasta que me da una sonrisa maléfica al entender todo lo que había hecho hacía solo unos segundos.
—Tu marido en estos momentos está llorando.
—Deja de burlarte —entro y él toma mis maletas para luego darme un abrazo— ¿Cómo estás, hermanito? Te veo cansado
—¿No debería ser yo quien dijera eso? —dice devolviéndome el gesto divertido.
—Cierra la boca, que soy tu hermana mayor —le doy un beso en la mejilla —Aún me tienes que contar acerca de tu nuevo trabajo, profesor Kevin.
Hola de nuevo. Disfrutan de los capítulos. Me gusta como están quedando las correcciones.
Pd: el 2 de mayo fue el cumpleaños de nuestra querida Denise Hyucket. Haré triple actualización de regalo. Quién sabe.
Pero si hubo una dinámica en el grupo de WhatsApp
No olviden que los quiero mucho
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