04
Kevin
Suspiro cuando la veo irse sin mediar una palabra, ni dirigirle una mirada a alguien. No me tiene que sorprender, pero aun así me sigo sintiendo incómodo con todo lo ocurrido. Miro el mensaje que recibí hace solo unos minutos, obligándome a frenar mis pensamientos para con mi alumna. Regreso con rapidez a la sala de profesores para buscar mis cosas y subirme a mi carro, un KIA azul oscuro.
Serpenteo por las calles con facilidad y al momento de pasar una rotonda, mi teléfono suena. Respondo colocando el altavoz.
—Dime.
—¿Tardas mucho en llegar?
Ruedo los ojos por su exagerada desesperación, sin alejar la vista de la carretera. —Estoy a diez minutos.
—Por favor, apúrate.
—El mundo no se va a acabar en esos diez minutos Connor—le digo alzando mi barbilla para mantener la vista en la carretera cuando siento su gemido lastimero, seguido de unos ruidos más intensos tras de él, no puedo evitar reír, pero para no volverlo más loco solo aprieto mis labios para esconder la prueba.
—El mío se va a acabar en menos de uno —toma una pausa y los sonidos me delatan que está haciendo algo más además de hablar conmigo —Y no te rías.
Antes de que pudiera contestarle, me cuelga y hago una mueca indignado, pensando en cómo sigo soportando a una persona como él. Suelto un largo suspiro para que mi paciencia tampoco se vaya, la cual está en un hilo desde hace un tiempo. Mientras conduzco, siento una tensión en mi cuello y, con solo un movimiento, este desaparece.
Pero lo que no desaparece es la imagen de ella por más que lo intento. Aprovecho que me detengo en el semáforo y mi frente se pega al volante con los ojos cerrados.
¿Por qué no se va de mi mente?
¿Solo fue porque la besé?
Eso es fácil de olvidar a pesar de que cometí un error... puedo olvidarlo.
El suspiro que sueltan mis labios es una pequeña decisión interna de no volver a pensar en ella, ni en lo ocurrido. Si ella me iba a ignorar, yo cumpliría con mi papel de profesor... como tenía que haber sido desde un principio. El hilo de mis pensamientos es roto cuando veo mi móvil sonar de nuevo.
En serio juro que lo voy a matar.
Ignoro el teléfono mientras me bajo del carro frente a mi destino y aún siento como este vibra en mi bolsillo. La casa de dos pisos me recibe y la puerta rojiza con el número 1345 grabado al frente, es lo que me detiene ante el caos al cual sé a qué me voy a enfrentar.
La casa de estilo victoriano, con sus paredes grises y techos negros, contrasta a la perfección con sus ventanas blancas en el distrito de Camden. Una fachada representa la madera aumentando la elegancia del lugar. Un pequeño camino de adoquines blancos que llega hasta cinco escalones que sube a la puerta. Un cedro en medio del jardín del lado derecho del camino, en el izquierdo, es el garaje de madera blanco. Algunos arbustos completando el hermoso y cuidado jardín de su dueña.
Ni siquiera tengo tiempo de tocar la puerta cuando mi mejor amigo me abre esta, el siempre arreglado y pulcro, Oliver Connor.
...
Aunque ahora mismo es un desastre andante.
Su pelo castaño claro, siempre peinado, está ahora mismo desprolijo por todas partes. Si me acerco lo suficiente, puedo ver el indicio de una barba. Ojeras bajo sus ojos cafés que resaltan sobre su piel blanca. Desde que lo conozco, nunca se ha visto cansado por mucho trabajo que tenga, aunque ahora, con su torso un poco inclinado hacia delante, parece que su alma se le va a escapar de su cuerpo. Ni siquiera su figura un poco ejercitada, la cual se marca por el polo azul, lo protege de esa pobre imagen.
Un indicio de sonrisa burlona se asoma por mis labios y sus ojos se entrecierran con amenaza mientras levanta su brazo. —Abre la boca y te vas a arrepentir.
Bajo la vista y ya no puedo evitar reír —¿Con qué? ¿Me vas a morder? —confundido, baja la cabeza y hace una mueca irritable mientras me lanza el peluche de perro de color rosa.
Mientras lo veo murmurar maldiciones, paso sin pedirle permiso y veo el desastre de la casa, eso que solo que llegué al recibidor, no quiero imaginarme el resto.
—Sabes que mi hermana te va a matar al momento que cruce un pie por esa puerta.
Oliver rueda los ojos mientras recoge los juguetes y me tira un avión que logro esquivar a tiempo. —Gracias por tu apoyo incondicional.
Recojo el juguete mientras lo sigo —Para eso estoy.
El estilo victoriano también se luce dentro de la casa y es bastante diverso a pesar de la historia que guarda. Fue de los abuelos del padre de Oliver, por eso tan importante para él. Luego del recibidor de paredes marrones con las columnas en beich, seguido por un pasillo en donde hay varios cuadros, que solo viéndolos por encima se puede calcular el valor invaluable que estos poseían.
Llegamos a una sala-comedor que... no parece una casa, más bien una zona de guerra. —¿Qué ocurrió aquí?
Definitivamente, Oliver Connor es un hombre muerto. Hay juguetes por doquier y algunos rastros de comida que no me detengo a observar con detenimiento. Siento un gemido y me acerco con una sonrisa naciendo en mis labios al corralito para bebés, hecho de malla de color verde azul. Veo a los culpables de solo dos años balbucear cuando me ven, mis dos sobrinos mellizos: Amber y Aidan Connor. Dos bellos seres de ojos cafés y pelo tan negro como su madre.
Cargo a Amber dándole un beso en la mejilla y ella ríe satisfecha de recibir mi atención, por lo bajo, siento un sollozo lastimero. Aidan no tarda mucho en reclamarme y su padre actúa con rapidez al cogerlo en brazos.
—¿No están muy grandes para el corralito? —me siento en el sofá.
La casa no abandona su decoración victoriana, pero mi hermana tiene demasiado estilo como para saber modernizar un poco este ambiente. El sofá en forma de L de color beich combina con una chimenea al frente, de ladrillos rojos que le añade más misterio, un tapete frente a ella de color negro con detalles en beich que resalta en el piso de madera clara.
Las paredes del interior son de un marfil más oscuro, pero se realzan con las cortinas de color café en las ventanas de cristal. El techo de puntal alto, diseñado específicamente para una lámpara araña en el pasado, ahora, en cambio, se remplazó por una en donde los cristales en forma de gota caen como una lluvia de forma descendente circulante.
Oliver imita mi acción y entre sus manos coge un muñeco de Superman para entretener a su hijo, mientras tanto su hija se entretiene con el nudo de mi corbata.
—Lo sé, pero era la única forma de que se quedaran quietos.
Niego con la cabeza con una sonrisa —¿Y Esther?
—Le dimos unos días libres para que fuera con su hijo—no deja de mover el juguete, haciendo que su hijo lo mire curioso entre él y lo que tiene en la mano, su padre tan perdido se encuentra que no se da cuenta de que Aidan ya perdió el interés por la caricatura—Su nuera recién dio a luz, y debo decir que le di confianza a las dos para que me dejaran solo, o si no tu hermana no se hubiera ido.
—No creo que se fuera porque te tiene confianza —alzo a Amber entre mis brazos y beso las manitas que coloca en mi boca —Creo que no tuvo más remedio, aseguro que te llama cada cinco minutos.
Escucho un gruñido —No sabes cuánto te odio.
Le guiño un ojo a la niña, que ríe como si hubiera hecho lo más gracioso del mundo. —No es mi problema— tarareo haciéndole cosquillas a la niña con mi nariz en el cuello.
—¿Cómo te va en la escuela?
Mierda...
No tengo nada que esconder, todo va a la perfección... hasta el momento exacto en que ella llega a mi mente, aun cuando juré no hacerlo. Carraspeo con la intención de que mis pensamientos no le den importancia suficiente.
—Todo bien.
—¿Estás seguro? —Odio a este imbécil que me conoce bien.
—Sí, todo bien —repito y me pongo en pie con Amber en brazos para pararme en la ventana que queda frente al mueble.
Me muerdo la lengua cuando una maldición casi se escapa de mis labios frente a la niña. Veo el cielo nublado y no tarda mucho en empezar a llover. Cierro los ojos, sintiendo como mi irritación va creciendo con cada gota de lluvia que cae en el pavimento.
Odio la lluvia y todo lo que tenga que ver relacionado con ella...
A no ser que sea una estudiante de pelo rubio que se aleja luego de que la beso...
...
...
Mierda y más mierda.
Abro los ojos que tenía cerrados cuando mi mente vuelve a aterrizar en sus ojos, parece que no importa lo que haga siempre llego a ella. Ya bastante jaqueca me ha dado en menos de un mes trabajando.
—No parece que te vaya bien.
Mis pensamientos cortan el hilo por donde van y mi irritabilidad no puede evitar bajar un porcentaje, cuando la niña entre mis brazos golpea mi pecho de la manera más tierna y hermosa que pueda existir. Recuerdo las palabras de mi cuñado y le doy un beso en la frente a la niña mientras camino hacia el corralito.
—No ocurre nada, sabes que la lluvia me molesta.
Miro la lluvia que se intensifica a través de la ventana y por primera vez algo que odio me sirve de excusa. No es buena idea decirle a mi cuñado que estoy molesto porque una alumna me ignora, luego de que le robé un beso sin su permiso, en la sala de profesores y ahora no me la puedo sacar de la cabeza por más que lo intente.
Dejo a la niña en donde estaba y acaricio la negra cabellera de Aidan viendo la hora en mi teléfono—¿Te vas?
—Tengo trabajo atrasado.
—¿Me vas a dejar? —casi me río de su cara de susto, pero me seguía sintiendo irritado—Pensé que te quedarías.
—Sabes que odio la lluvia y quiero llegar a casa, además si le diste confianza a mi hermana de que podías tú solo, no puede sentirme aquí cuando te llame en menos de cinco segundos.
Estuve a punto de doblar por el pasillo y su teléfono suena haciéndolo maldecirme a mí. Lo último que escucho cuando atravieso la puerta es su voz diciéndole a mi hermana que habló conmigo en la mañana y que todo está bien. Aunque quiera reírme, no puedo hacerlo cuando me doy cuenta de que, por huir, ahora tengo que mojarme para ir a mi auto.
Cuando entro al carro pongo al instante la calefacción y gruño irritado, molestándome aún más por no conocer la razón de mi molestia. Desconozco si es la lluvia o sus ojos azules oscuros, o si en verdad son las dos cosas.
Muy lógico, en verdad.
Aunque no es mucho, aumento la velocidad para llegar a mi apartamento en Kensington y Chelsea, que desde donde vive mi hermana me obliga a pasar por Westminster para no tardar tanto. Aprieto el volante con fuerza cuando la lluvia parece no querer detenerse y por si fuera poco, ya la noche ha caído.
Doblo una esquina y acelero, en ese mismo instante suena mi móvil-el cual tiré al asiento del copiloto-y volteo mi cabeza notando que es mi hermana. Estiro la mano, pero alzo la cabeza por instinto, y todo ocurrió en cuestión de segundos. Freno de repente y por el pavimento resbaladizo el carro derrapa un poco quedando atravesado en medio de la carretera.
Respiro con fuerza sosteniendo el volante con ambas manos. Miro a mi derecha y con la escasa luz de los faroles, noto la figura de una niña de rodillas en la lluvia. Casi me tiro del coche por puro instinto, pensando que podía haberle hecho daño a un infante, ignorando por primera vez la lluvia que cubría mi cuerpo.
Solo cuando estuve a su lado noté quién era.
La alumna que tantos dolores de cabeza me está dando... ahora mismo se encuentra de rodillas en la calle temblando de frío —¿Denise? —A pesar de que la lluvia no deja que mi voz se escuche bien, me aseguré de que ella lo hiciera.
Pero de igual forma no se voltea a verme, es ahí cuando me agacho a su lado que noto varios detalles. Está congelada, tiene una herida en la cabeza y otra que me preocupa mucho en el brazo, que no deja de sangrar. Por último, que sus rodillas también están sangrando.
—Denise—grito, pero sigue ignorándome—Vamos al hospital.
Yo mismo me asusto cuando con demasiada rapidez ella gira su cuello, temo que se haga hecho daño por lo rápido que lo hizo conectando sus ojos con los míos. El azul de sus ojos es oscuro y no tan brillante como otros, por eso me parecen tan particulares y raros, pero sin dejar de ser atrayentes, aunque ahora... parecen azules como el fondo del mar. Eso es, en donde todo es frío y oscuro, sin luz.
Niega como una frenética asustada —Hospital, no, no, no, hospital, no — Se aferra de un momento a otro a mi saco sin dejar de murmurar que no, ahí es cuando veo con mayor libertad la herida de su brazo.
Eso necesita rápido un médico, pero de la forma en que ella sigue aferrada a la solapa del saco, me deja en claro de que no es buena idea.
—Está bien—tomo su cara con mis manos para que deje de moverla y sus ojos me miran aterrada—Todo estará bien.
—Hospital no—termina de murmurar cerrando sus ojos y con su cabeza cayendo hacia atrás.
Pierde la conciencia y rápidamente mi cuerpo actúa más rápido que mi cerebro al tomarla en brazos. Está casi hipotérmica, pero siento que no debo arriesgarme a llevarla a un hospital cuando ella lo negó. En el asiento del copiloto le pongo mi saco por encima de su cuerpo, aunque este también está mojado alzo la calefacción al máximo. Incorporo el carro a la carretera y el cabello que cae en mi frente lo hecho hacia atrás con un brusco movimiento de mi mano.
Lo único que puedo escuchar es mi fuerte respiración. Porque ella a mi lado, a pesar de estar temblando y con su rostro mostrando pequeños gestos, solo puedo escuchar imperceptibles gemidos de dolor.
Mientras manejo, coloco mi mano en su muslo cubierto por mi saco, para sentirla temblando y sin pensarlo eso sirve como alivio, por el pánico que tengo al verla tan pálida. Sin embargo, yo tampoco soy muy consciente de mis acciones, no me detengo a pensar que es la primera vez que entro en un estado de terror como en el que estoy en estos momentos al verla a mi lado de esa forma, casi al borde de... casi al borde de que todo hubiera ido peor si no hubiera frenado.
Al tenerla en brazos, maldigo la lentitud del ascensor, porque este no es momento de ser lento. Estoy congelado, yo también tengo demasiado frío, más aún con solo una camisa cubierta de agua, pero sus labios morados hacen que toda queja desaparezca.
¿Le has ocurrido que están conscientes de la realidad, pero de igual forma no saben lo que ocurre a su alrededor?
Yo estoy en ese estado.
Me encuentro actuando por puro instinto, pero mi mente se quedó en blanco por completo, al ver a Denise con esa extrema palidez. Y este dolor en mi pecho, completamente alejado de lo físico que no me quiero detener a ver, no por falta de tiempo, un poco cierto-sino porque tengo miedo de lo que descubra.
Casi tropiezo con la escalera cuando corro con ella hasta la bañera, pero yo soy más rápido en poder mantener el equilibrio sin caer en el proceso. La coloco en la bañera mientras abro el agua caliente. Sé que tal vez lo mejor sea curarla primero, pero necesito que su temperatura suba para que el pánico se vaya dentro de mí.
El cuarto de baño se llena en pocos minutos de vapor, que no ayuda tampoco a que mi respiración se calme. Me aseguro que ella no se hunda en el agua cuando salgo de la habitación. Creo que no he corrido tanto en mi vida como lo he hecho entre las cuatro paredes de mi apartamento.
Abro las alacenas bajas de la cocina, sacando todas las vasijas que se cruzaran en mi camino, murmurando un sinfín de maldiciones. Por segunda vez en la noche casi vuelvo a tropezar, pero mi agilidad actuó antes por instinto.
Ya no sé con qué nombre definir de la forma en que me siento en estos momentos. Cuando vuelvo con ella, estaba en la misma posición en que la dejé y sigue temblando.
Creo que llevo casi una hora sin ser en verdad consciente de mis actos, por eso no me detengo cuando prácticamente rompo su camisa dejándola en su sostén para tener más espacio para curar su herida.
Acaricio su frente lo más delicado que puedo, pero me detengo a medio camino cuando ella gime de dolor un "no" que me rompe en pedazos para luego comenzar a sollozar.
Durante toda esta noche he actuado sin pensar...
Sin respirar un segundo viendo cada una de mis acciones...
Sin ser consciente por primera de esa lluvia que tanto odio...
Pero lo que hago a continuación, lo volvería a hacer con todos mis sentidos activos sobre ella. Doy un beso en su frente mojada y pego la mía a la suya, manteniendo la cercanía a todo momento.
—Te voy a proteger.
///////////////////////
Denise
Hace frío...
La lluvia me hace daño...
La lluvia me hace sangrar...
La luz, tan ardiente como el fuego, se acerca a mí... quiero moverme... quiero huir...
Me hará daño...
Despierto con el sudor bañando mi cuerpo y faltándome la respiración. Había tenido una pesadilla de lo ocurrido la noche anterior. Mi pelo cae sobre mi cara y cuando intento alzar el brazo para echarlo hacia atrás, gimo de dolor al sentir un escozor en este.
Quiero ver la herida, pero una camisa blanca de mangas largas me impide la visión. Y es cuando noto que desconozco por completo el lugar en el que me encuentro...
Abro la prenda notando que sigo con mi brasier, y no solo eso, al parecer solo tengo mi ropa interior puesta y dicha camisa. Veo la venda cubriendo mi brazo y las dudas se siguen acumulando en mi cabeza. No recuerdo mucho de la noche anterior luego de que salí de la casa bajo la lluvia, lo último que vi fue una luz que se acercaba a mí.
Sabía que era un auto, pero luego de eso... todo es neblina en mis pensamientos.
Cuando me pongo en pie noto el entorno a mi alrededor, en primer lugar, por sobre todas las cosas-porque le puse un pie encima-las vendas, un botiquín de primeros auxilios abiertos... y lo que queda de mi camisa. Cuando la alzo, solo son pedazos que antes fueron una prenda, bufo divertida sin poder evitarlo al darme cuenta de que esa persona eliminó por completo la paciencia de su cuerpo.
Las paredes del cuarto a mí alrededor tienen bastante sencillez, pero con un toque misterioso y elegante, me agrada. De color gris, sin ser muy claras, pero sin llegar al negro. La pared a mi derecha es de cristal, pero no tengo mucha visibilidad por las dobles cortinas que me lo impiden, de color blanca y celeste.
Pero por lo poco que veo noto que es de día. Me volteo a ver la cama en donde acabo de descansar, pero me quedo en blanco cuando veo lo que hay encima del mueble.
Una estantería de libros... esta persona tiene más de treinta libros apilados y ordenados en una estantería beich sobre su cabeza. No sé si impresionarme o llamar loco a este desconocido.
Miro la cama King size de madera negra y sábanas de cubrir azul eléctrico y almohadas blancas. Frente a esta hay dos paredes, una abierta, en donde puedo ver que es el baño, el otro... desconozco a que se destina.
No hay mucho más en la habitación... casi nada, a decir verdad, pero pienso que si se añade algo extra iba a estar de sobra. Además, con la estantería ya llama suficiente la atención. De seguro es alguien rico que tiene mucho tiempo libre en su vida y se la pasa leyendo en este cuarto completamente alejado del mundo.
Mi falda está al pie de la cama y decido que no voy a tardar más en conocer quién es la persona que me salvó. Cuando agacho mi cabeza para doblarme me mareo y toco mi frente, notando mi otra herida ya curada.
Salgo de la puerta a la izquierda y me topo con otra enfrente. La hubiera cruzado de no ser porque veo de reojo el pasillo a la derecha. El pasillo de color marfil fue corto hasta que llego a una cocina-comedor, la cual es el doble de mi habitación. Se nota que esta persona no es muy fan de los detalles decorativos. De no ser por algún que otro adorno, que casi ni se nota, todo sería blanco, gris y plateado.
Frente a la mesa de cristal, que cuenta con seis sillas, hay una pared y a cada lado dos puertas abiertas. Voy por la más cercana y no puedo evitar mirar al lado, notando que la otra lleva al mismo lugar, a la sala.
Aquí hay un poco más de color... y más luz por la pared de cristal al frente, de la misma manera en la que está en el cuarto. Un sofá en forma de L de color naranja, casi como si fuera blanco, pero que resalta de igual forma, frente a él un mueble de dos espacios y junto a su lado, un sillón de solo una plaza. Todo en forma de U, alrededor de una mesa baja de madera blanca en el medio.
También me llama la atención que para bajar a la sala hay tres escalones, el televisor está en la pared izquierda, en donde también se encuentra la puerta blanca que aseguro que da a la salida. Me acerco a la sala y noto que hay alguien en el sillón de una plaza.
...
No puedo disimular mi sorpresa cuando veo al profesor que he estado evitando todo este tiempo. Con mi mano buena, toco mi frente, suspirando con fuerza, sin poderme creer que él haya sido quien me salvó. No pierdo la oportunidad de mirarlo de frente mientras este duerme ajeno a toda la realidad.
Con la cabeza hacia atrás, la boca abierta y unas pequeñas bolsas bajo sus ojos, parece más humano y no un profesor irritante que me persigue cada vez que tiene oportunidad. Y por supuesto, no parece alguien que te besa de la nada en la sala de profesores.
Pero nadie le quita lo guapo a este idiota... por eso lo odio tanto. Me volteo y veo en la mesita un block de notas junto a mi teléfono. Olvidé que mi móvil estaba en mi falda, en un bolsillo que yo misma le agregué a la faja de la cintura para no correr el riesgo de olvidarlo.
No quiero esperar más tiempo...
Y siendo sincera no quiero enfrentarme a él. Se me ocurrió y luego de pocos minutos estoy cruzando la puerta del apartamento dejando una nota en la mesa con la intención de que él la vea.
Gracias, profesor.
Con esto olvido por completo lo ocurrido en la sala de profesores...
Como si nada hubiera pasado.
Hola chicos, esperen actualización todos los días porque los quiero mucho 😍 😙😍 😚 😍 😚
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro