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03

Kevin

—Denise—la mencionada se voltea a ver quién la llama, se queda de piedra al notar mi mirada sobre ella, que me iba acercando a cada paso que daba ignorando a los estudiantes que suben al bus—¿Puedo hablar contigo?

—Hyucket—me dice ella con voz neutra—Señorita Hyucket.

No bajo la mirada frente a sus ojos azules y de reojo, noto cómo los estudiantes nos miran para casi correr dentro del autobús. —Este no es buen lugar para hablar.

Ella se encoge de hombros restándole importancia, aun con su mirada fría posada sobre mí —Entonces lo que tiene que decir no es tan importante.

Denise sube y camina hasta el final del vehículo, todo el tiempo con mi mirada sobre ella. La rubia simplemente pasa de largo no solo ignorándome, sino también la de todos los estudiantes tomando lugar en el último asiento con sus auriculares, tras el delegado de la clase. Yo por mi parte me toco la nuca en un acto nervioso y no puedo hacer otra cosa que esperar a que el resto de los estudiantes se incorporen para salir.

Para mi suerte solo son los de mi salón y no todo el año... eso si hubiera sido un enorme peso—¿Profesor? —miro a la pelirroja que se acerca con una gran sonrisa—¿Tiene un momento?

—¿Qué pasa?

Sara en respuesta se muerde el labio inferior y mueve un mechón de su rojo pelo tras su oreja—Tengo una duda de clase y esperaba que pudiera ayudarme.

No entiendo la razón de mis movimientos en el momento en que mis ojos buscan esa cabellera dorada—Ahora no es momento—vuelvo a mirar a mi alumna haciendo que su sonrisa desaparezca—Ya vamos a salir.

—Lo sé, pero estaba pensando en hablarlo durante el camino—sigue insistiendo, puedo ver la esperanza de sus ojos, pero ya bastante incómodo me siento con cierta rubia, como para pasar todo el viaje con otra alumna junto a mí.

—Esa duda podemos verla en clases, además, solo hay un asiento tras la puerta.

Aun cuando me doy la vuelta veo la mueca de completo disgusto que pone Sara. No tengo mucho que decir con respecto a eso, solo puedo pensar en hablar con la rubia y aclarar el malentendido.

El viaje comienza y suspiro viendo el tráfico natural de Londres. Si mis pensamientos ahora mismo no me estuvieran atormentando, me sentiría eufórico como un niño.

Los recuerdos no se van por más que lo intento, en especial el de ese día en la oficina de maestros. Ni yo mismo entiendo que fue lo que pasó, hasta que ella se fue de la oficina.

Había besado a una chica diez años menores que yo... y por si fuera poco...

¡Es mi alumna!

No entiendo cómo mi cerebro se nubló por completo... pero si cierro los ojos y me logro concentrar, a pesar de los días, puedo sentir aún el sabor de sus labios.

Debido a la sorpresa del acto, ella suelta un pequeño jadeo sin creer lo que estaba sucediendo. No sé si es con la intención de huir o si es su cuerpo contra el suyo más pequeño, pero siento como ella se recarga más contra la mesa.

Muevo mis labios despacio contra los suyos, tomándome el tiempo de probar y conocer su sabor. Ese que ya a la primera me tiene completamente perdido. Notando sobre todo eso como el cuerpo de Denise se relaja, pero que aun así se mantiene con la tensión. Ni siquiera puedo buscar las alertas de mi cerebro y solo sigo mi instinto más carnal.

Soy consciente... o creo que ya no tengo consciencia. Pero al menos una parte de mí me dice que esto que está pasando no está para nada bien.

¡Soy su maldito profesor!

Aunque ni siquiera me he tomado el tiempo en lo que debe de estar pensando ella. No dudo que quiera golpearme y gritarme, sin embargo, hay algunas cosas que se lo impiden.

Mi boca sobre sus labios... que creo que es la más importante de todas. Segundo, que agarré sus muñecas para que no escapara, pero no lo suficientemente fuerte como para hacerle daño. Y la tercera, la que más le afecta a ella, por así decirlo, es el simple hecho de que sigo haciendo presión con mi cuerpo.

La piel de ella se eriza bajo mis manos, cuando su boca se abre un poco más gracias a su jadeo. El mundo se había apagado, solo son el roce de sus labios; había olvidado esa sensación. Pero de repente un dolor agudo me obliga a separarme.

Alzo la vista para observar a mi estudiante y no sabría definir lo que hay en sus ojos azules. Pero si puedo detallar más su imagen, la camisa blanca está un poco salida de la falda, casi sentada sobre la mesa y lo mejor es no mirar esa zona de sus piernas durante mucho más tiempo.

Mi vista traicionera vuelve a posarse en esos labios, que hacía solo segundos tenía contra los míos. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no saltar sobre ellos por segunda vez.

De no ser por otro pinchazo de dolor agudo, pude haberlo hecho. Toco mi labio y me congelo cuando veo la sangre en mi dedo.

¡Me había mordido!

Cuando quiero decirle algo... ella se va dejándome solo con el deseo de besarla y, poco a poco, reaccionando acerca de lo que hice.

Llegué a mi hogar con el dolor de la mordedura, pero aun con la sensación de los labios de ella sobre los míos. Dije que al día siguiente lo iba a olvidar, que había sido la adrenalina. El sábado aseguré que era muy pronto todavía para olvidarlo, el domingo dije lo mismo.

El lunes entré emocionado de haberlo olvidado, pero cuando camino por el pasillo, me encuentro con una escena memorable a través de la ventana.

Sobre la rama de un árbol estaba ella con los ojos cerrados... y nuestro beso, aterrizó de nuevo en mi mente burlándose de mí. Diciéndome que nunca lo voy a olvidar. Mientras se pasaba la semana me rendí en dar excusas sin sentido. Y de todas las formas intenté hablar con ella, pero ella simplemente me ignoraba o cortaba con una respuesta fría. Durante este viaje quiero buscar la forma de hablar con ella y disculparme.

Aunque me lo quiero repetir constantemente... tengo que ser un adulto centrado, y no cometer un error como ese nuevamente... aunque esos son los mejores.

Frunzo el ceño con la mirada perdida en la ventana al ver el camino de mis pensamientos. No me gusta para nada ese tipo de razonamiento, no lleva a nada bueno. En especial cuando estoy luchando conmigo mismo para no ceder por segunda vez a la tentación. Lo que tengo que hacer es centrarme en el viaje de hoy.

La escuela en ocasiones realiza excursiones a algún sitio de interés y el viaje va a ser largo, por lo que tengo la esperanza de hablar, a no ser que ella me corte de nuevo, tan fría como esos azules bellos que tiene por ojos, tan contrario a sus cálidos labios.

Casi se me escapa un gemido lastimero cuando vuelvo a pensar en su boca. Debo dejar de pensar por completo en eso o en algo relacionado con ella... pero es muy difícil.

//////////////////////

Ya van dos horas de viaje llegando a las tres, miro hacia atrás manteniendo mi papel de profesor y tutor de los chicos. Pero debo ser sincero conmigo mismo y revelar que en realidad es para mirarla. Quien desde hace aproximadamente una hora ha estado escribiendo algo en su libreta.

—Profesor—el conductor llama mi atención y solo lo miro—Hay una parada a una milla, será mejor detenernos unos minutos.

Asiento a la vez que me pongo en pie sin dejar de sostenerme. El vehículo es un sencillo autobús de un piso, priorizaron la comodidad por las horas de viaje.

—Chicos—todos ponen sus ojos sobre mi y de reojo puedo notar como cierta rubia me mira por encima de sus pestañas, para luego centrar nuevamente su atención a lo que escribe, dejando bastante en claro, que cualquier cosa es más importante que yo—Dentro de un rato haremos una parada para estirar las piernas.

—Profesor, sea sincero—suelta un chico que está sentado en los asientos del medio, parte del grupo de bromistas—Diga que es para cumplir con nuestras necesidades básicas como humanos—mira hacia atrás con una sonrisa burlona—está claro que nadie quiere oler desagradable por haberse hecho encima.

—Que idiota eres—le dice una chica mirándolo con desagrado.

—Tienes razón Jonas—le digo con una suave sonrisa para seguir su broma—pero no lo dije así, porque quería ahorrarte la vergüenza del momento.

El bus estalla en risas y yo también me echo a reír por más que lucho contra ello, cuando vuelvo a tomar asiento la miro de reojo... ella sigue de la misma forma. La única novedad es que ya terminó de escribir. Vuelvo a quedarme en mi asiento con la desilusión de que hoy no voy a lograr nada por el camino en que voy.

Veo como el bus baja poco a poco la velocidad hasta que se detiene por completo. Miro a mi costado por el lado del conductor una escalera de piedra de unos veinte escalones, hacia un pequeño restaurante que sirve de parada para descansar y reponer fuerzas, cosa que en estos momentos necesito con urgencia. Cuando todos los estudiantes bajan, me sigo reprochando como un tonto que mis ojos sigan su rubia cabellera. No debo comportarme así por una simple alumna. No debo sentirme tan nervioso y alterado a la vez.

Y en primer lugar... no debí haberla besado.

Pero tampoco es que tenga mucho tiempo para pensar, cuando estoy a cargo de 20 adolescentes que no tienen ningunas ganas de hacer excursión. Mantengo mi papel firme cuando los muevo a todos para subir la escalera.

Es un restaurante lo suficientemente grande para 25 mesas, todas de aluminio plateado y tres patas negras. Como es de suponer tuvimos que unir más de una mesa para sentar a todos los chicos.

También sirve como una simple cafetería para pasar el tiempo, como hacen ellos recién. Paredes mostazas con grandes ventanales, pero lo mejor del lugar era que estaba sobre una colina en donde tenías una vista privilegiada.

En un momento de total descuido, la rubia se perdió de mi vista y muevo mis ojos por todas partes en vano, porque no está en ningún lugar.

—¿Dónde está Denise?

No parece nada raro que un maestro pregunte por su alumna en una excursión.

No parece nada raro que esté tan ansioso solo por perderla unos minutos... no parece nada raro.

Debo reconocer que tuve mucha suerte de que ellos ignoren mi ansiedad... a la vez que mi pregunta.

Todos, excepto el aplicado delegado de la clase que siempre va vestido con su camisa cerrada hasta su cuello. Su cabello castaño peinado hacia atrás y una voz segura e impecable, siendo el líder más confiable de la clase... pero un poco despistado, Erick Jackson. Él se acerca hacia donde yo me encuentro ahora.

—Ella salió—dice el chico cuando se coloca frente a mí—dijo que no tenía mucha hambre.

Asiento en silencio y sin poder huir de ese gesto, mi mirada viaja a través de las ventanas con la esperanza de verla, pero no la diviso y tampoco comprendo mi actuar. Sin lugar para arrepentirme, luego de que ellos ordenan su comida, salgo del restaurante con solo un objetivo en mente.

Una de las cosas más especiales y llamativas del lugar es la vista. Hay un mirador con un muro de piedra, pero eso no es lo único. El piso vestido por completo del mismo material, arboles medianos que regalan sombra a los bancos bajo ellos. Varios telescopios a lo largo del muro que te permiten la vista más clara de las carreteras serpenteando, y las pocas, pero colosales montañas a lo lejos.

Pero no puedo concentrarme en ese paisaje.

No cuando capto a mi alumna sentada en el borde del muro con sus piernas cruzadas. Solo puedo ver su perfil junto a sus ojos cerrados, pero me quedo hipnotizado con esa simple imagen.

Su corto cabello rubio vuela como una melodía salvaje sin control. De esas notas que quieres cantar y hacerlas tuyas pero que se escapan de tus manos, que son demasiado indómitas para ser entonada.

Notas prohibidas que sabes que debes dejarlas ir, que no te pertenecen, pero aun así las anhelas. De la misma forma que en este momento, yo anhelo volver a tomar esos labios que sé que no debo.

Mi piel se estremece y soy consciente de que, si me quedo más minutos viéndola, voy a cometer una locura... una que voy a disfrutar.

/////////////////

Una hora después volvimos a retomar el camino luego del almuerzo, y ya yo estoy agotado física y mentalmente.

Casi corrí al baño para mojarme la cara con agua fría y contar hasta diez para calmar la presión de mi corazón... luchando también para que dicha adrenalina no se fuera para otro lugar más vergonzoso. Por suerte ya estamos llegando a nuestro destino.

Un pueblo llamado Castell Combe, a 162 kilómetros de la ciudad de Londres, es considerado uno de los pueblos más bellos de toda Inglaterra.

Es como un viaje en el tiempo solo hecho para ti, en donde el pasado deja de tener sentido y te olvidas que el futuro te está esperando. Porque solo quieres que el reloj se detenga y esa burbuja de historia no reviente.

El pequeño, pero hermoso pueblo escondido entre el bosque como si estuviera apartado del mundo por completo, como si no existiera nada más que pudiera dañarlo. Sus casas de piedras, casi todas con dos pisos y chimeneas. Ventanas en los tejados, agregando más misterio del que tiene. Su calle estrecha hace que el bus disminuya su velocidad y permita la vista de los pocos habitantes que tiene.

Una película del tiempo, que puedo jurar que pasa desapercibida para mis estudiantes. El vehículo, luego de cortos minutos dando vueltas, estaciona en el estacionamiento del hotel de 5 estrellas, el Mansor House Hotel. Cuando todos bajan, pocos mirando a su alrededor, suspiro con pesadez.

—No me obliguen a recoger sus móviles y hacer que suspendan esta actividad—muchos se detienen y alzan la vista—si lo olvidaron, se los recuerdo, deben hacer un reporte de lo que vean y esta nota cuenta mucho para su rendimiento del año entero. ¿No querrán repetir este año por no estar atentos? —tengo que guardar la sonrisa cuando veo que muchos murmuran molestos, pero que de igual forma guardan los celulares. Miro por encima del hombro de todos, viendo que ella mira el bosque que hay más allá del pueblo. Me repito a mí mismo que debo centrarme en lo que soy para ella... su profesor—Erick, recuerdo que te dejé de tarea investigar acerca de este pueblo.

Erick mira la libreta en sus manos y carraspea nervioso tocando su nuca. Eso parece normal en él. El chico, a pesar de ser inteligente, su actitud despistada lleva a un nerviosismo muy notorio.

—Castell Combe es un pequeño pueblo de Wiltshire con solo 350 habitantes. Además de su belleza y tranquilidad, también es reconocido por el hotel de cinco estrellas, Mansor House Hotel, que fue construido en el siglo XIV. Dispone de solo 48 habitaciones y 1.5 km de jardines—Todos miramos por instinto hacia el hotel... un castillo sin rey, luciendo su antigüedad con elegancia—el pueblo prosperó durante el siglo XV cuando perteneció a Millicent, la esposa del señor Stephen Le Scrope y luego del señor Jonh Fastolg, y la Iglesia de San Andrés es el hogar de la Castell Combe Clock, uno de los pocos relojes medievales inglés todavía en uso.

—Muy bien hecho Erick—felicito al joven que solo baja la mirada acentuando más todavía su nerviosismo—Hiciste un resumen excelente de la historia del pueblo—el joven en respuesta solo mira hacia otro lugar y yo vuelvo a retomar la palabra—No quiero que se alejen mucho, pueden dar una vuelta, pero los quiero aquí a todos dentro de una hora y no se metan en problemas.

...

Luego de dar vueltas entre las calles, nunca me imaginé ver a Denise entrando de repente al único pub del lugar. La sigo por instinto, acelerando mi caminar por los metros que nos separan. Busco la cabellera rubia tan llamativa que sabía que vería sin mucho esfuerzo, pero fue algo más lo que capta por completo mi vista.

La temática del pub es tan intrigante como misteriosa. La madera oscura de las paredes le agrega ese punto tan atrayente, te sientes como si estuvieras en una antigua cabaña de leñador. A mitad del salón hay una escalera en forma de caracol que sube al segundo piso, un balcón en donde hay más mesas. Al final del salón, bajo el balcón, está la barra en donde detecté todo tipo de bebidas, y en donde también hay algunas personas sentadas.

Las mesas cuadradas de cuatro sillas, amplifican ese ambiente de leñadores, cosa que disfrutaría mucho si mi subconsciente no me estuviera repitiendo que entré para encontrar a cierta alumna escurridiza.

Cuando volteo a verla, no me esperé verla conversando con tres ancianos, pero lo que en verdad hace que me quede congelado en mi lugar, es la sonrisa de ella. Sigilosamente, camino hasta la barra del lugar y desde lejos noto como tiene en sus manos un vaso de Coca-Cola.

Me siento ridículo espiando a una alumna, porque no hay que ser un experto para saber a la perfección que en estos momentos no estoy haciendo mi "trabajo" como profesor.

Bajo la cabeza sonriendo, porque para agregar más humillación a mi persona, noto que ella no me había visto a pesar de que en el lugar no hay muchas personas, por no decir que está prácticamente vacío.

Debo de alegrarme de que no me descubra, pero en el fondo... la decepción de que Denise no sepa de mi existencia, clavó hondo en lo profundo de mi conciencia, que ya bastante perturbada está.

—Soy un ridículo. ¿Qué diablos me ocurre? —murmuro colocando la frente sobre la madera de la barra, que a pesar de la apariencia áspera, en verdad es bastante suave.

—¿Desea algo?

Alzo la cabeza y veo al Barman tras barra, mirándome con unos interrogativos ojos. Un hombre de piel oscura con canas grises. De mediana altura y una ligera barriga, pero no lo suficiente, aun así, se ve alguien fuerte y saludable.

Viste con su típico uniforme negro, pero con el botón superior abierto. Limpia sus manos con un trapo blanco mientras espera pacientemente a que responda su pregunta.

—Solo café —digo con una simple sonrisa en mis labios cuando una risa llama mi atención.

Volteo sin poder evitarlo con una rapidez impropia de mi persona y disfruto viendo como ella sonríe mientras escucha las historias de esos ancianos.

Denise es completamente ajena a que mis ojos se clavan sobre ella sin poderme creer que algo en mi interior crece... pero que mi conciencia intenta silenciar.

////////////////////

Denise

De todas las salidas de la escuela, esta es la que he disfrutado de forma libre. Castell Combe es uno de los lugares a donde siempre he querido ir. Es y fue escenario de muchas películas, pero parte de su magia es que, en el instante en que pones un pie entre sus callejuelas, es como vivir tu propia película, completamente ajena a la realidad en la que vives.

Cierro los ojos y debo admitir que me siento agotada, pero una sonrisa nace en mis labios al notar que disfruto de las razones de ese cansancio.

Pero vuelvo a sentir como todo desaparece cuando la ciudad crece sobre mí al llegar a donde vivimos. La película llena de magia se extingue en el momento en que pongo un pie en el patio de la escuela. Solo busco un objetivo, intentar que ese sueño se quede un rato más conmigo, que no se escape de mis manos.

James Blunt suena en mis oídos mientras me alejo de la escuela sin perder tiempo. El único lugar en donde protegeré ese sueño es mi cuarto, hacia ahí camino con rapidez. Alzo la vista al cielo y este me recibe en un gris apagado... tal vez su sueño se apagó también.

Acelero el paso luego de que me coloco la capucha de mi abrigo azul y, aunque la lluvia ya anuncia su llegada con una ligera llovizna, mantengo mi paso firme. Una notificación me llama la atención y, sin importar que ya llueva con más fuerza, me detengo en la acera. Mi hermano no va a estar en la casa hasta el día siguiente. Cierro los ojos frunciendo el ceño porque lo he olvidado por completo.

Para mi mala suerte, ya estoy completamente empapada y miro la puerta negra de mi casa. Una de las muchas que hay en esas calles estrechas que tanto amo, pero cuando llego a este lugar el encanto desaparece. Entro sin hacer mucho ruido quitándome el abrigo, me falta poco para cumplir objetivo...

...

Me estremezco de dolor cuando un vidrio se incrusta en mi hombro. No puedo evitar gemir cuando la sangre sale de la herida profunda. Me incorporo en mi lugar sin soltar mi brazo, mirando con ojos desafiantes a la persona que me atacó... esa que sirvió de recipiente para tenerme.

Lo que todos conocen como madre...

—Cada día mejoras en tu bienvenida —Me muerdo la lengua del dolor, pero no bajo la mirada ante ella.

¿Quieren conocer a mi madre de joven?

Mírame a mí, con la diferencia del pelo castaño y ojos más claros que los míos, con un tono más verdoso. Lo que ambas sí compartimos es la misma estatura. No es que esté muy orgullosa de eso, pero al menos sirve para torturarla porque ella odia eso.

—¿Dónde estabas?

—No es de tu incumbencia —sin mucho más que decir, utilizo mi abrigo para detener la sangre. Con la mano herida, tomo mi mochila para subir la escalera de madera blanca que estaba delante de la puerta para ir a mi habitación.

Ella está parada en la puerta de la izquierda que da a la cocina, eso explica por qué lanzó un vaso.

—Estoy hablando contigo.

Mi cuerpo se estremece a gritos cuando ella hace presión en mi herida al agarrarme el brazo para arrastrarme al recibidor. —No tengo nada que hablar contigo —por suerte, mi voz se mantiene firme en todo momento.

—Me llamó tu profesora, te van a expulsar.

—Al fin hacen algo bien —una sonrisa burlona nace en mis labios —Dale las gracias de mi parte.

—Eres una desgracia para esta familia.

Me encojo de hombros y ya mi brazo perdió todas sus fuerzas, puede ser por la sangre que parece no detenerse.

—No es una sorpresa saberlo de ti.

Camino para alejarme de ella, pero vuelve a ocurrir lo mismo, con la diferencia de que ahora ella me lanza contra un jarrón. Gimo de dolor otra vez y siento como el cristal cruje bajo mis manos a la vez que me cortan. Mi cabeza palpita y no necesito mucho para darme cuenta de que me golpeé la sien. Ni siquiera sé qué estoy haciendo cuando me escucho a mí misma riéndome.

—No debiste nacer.

Hecho mi cabeza hacia atrás mareada, pero no puedo evitar seguir riendo, para luego con lentitud ponerme en pie. Algo pega mi cabello a mi mejilla, sabiendo que se trata también de la sangre.

—Perdiste tu oportunidad muchas veces, señora Celine.

—¡Muérete de una vez! —grita colérica y el volumen de mi risa se eleva abriendo mis brazos.

—¡Entonces no iremos al infierno juntas, madre!

Sin medir mis acciones, desaparezco por la puerta principal cuando ya la noche reina y la lluvia cubre las calles. El frío me cala, pero aun así no me abrazo para mantener el calor, ni siquiera siento el dolor.

¿Voy a darle el gusto a esa desgraciada? Mi risa se escucha en la soledad de la calle al notar que no lo haría por ella. Mis pasos no se sienten y, en un punto, no sé ni dónde, me detengo.

Mi cabeza la echo hacia atrás, limpiándome con la lluvia y con mis ojos cerrados.

Una luz amarilla me alumbra, cegándome... un carro viene en mi dirección y me doy cuenta de dos cosas.

Me detuve sin pensarlo en medio de la calle...

¿Por qué no me muevo?


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Publicamos ahora de nuevo porque es un regalo por un evento al que asistí hoy y pude leer el texto final de mi libro 😍😍😍😍😍😍
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No olviden que los quiero 😍😍😍😍❤️❤️😍

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