Narra Dominic:

Carajo, carajo, carajo.

Mi plan maestro, arruinado. Los Smith descubrieron que soy un cazafortunas profesional. Estaba tan cerca, maldita sea. Ella debía hacerme rico y con ese dinero podría hacer feliz a Perla. 

Había pensado que si lograba convencer a Regina de casarse conmigo y no hacerla firmar un acuerdo prenupcial, legalmente lo suyo sería mío, así que técnicamente no le robaría porque todo ese dinero sería mío también. De esa manera no podría joderme con la policía, y si quisiera divorciarse, jamás me encontraría.

Pero de alguna manera Regina consiguió fotos mías con Perla y eso fue mi condena. Me corrió de la mansión con algunas de mis cosas. Resulta que hizo a sus sirvientes tomar todas mis cosas y lanzarlas fuera de la mansión y desafortunadamente no pude salvar todo.

Afortunadamente tenía mi celular en mi bolsillo y le envié un mensaje a Perla:

Cuando llegó noté que no estaba muy contenta. Al subir a su auto no me dirigió la palabra, ni siquiera me miró. Su ley del hielo me estaba matando, así que decidí iniciar una conversación.

—Escucha, yo lamento por este contratiempo, sé que no es lo que habíamos planeado...

—¿No es lo que "habíamos" planeado? —Perla me interrumpió bastante indignada—. Más bien, lo que TÚ planeaste, yo hubiera preferido asesinarlos y robarnos todo, eso sería más rápido, en cambio decidiste prolongar nuestro sufrimiento.

Amo a Perla pero tengo mis límites, ella puede llegar a ser una total psicópata. Comencé a molestarme por restregarme que un plan ética y moralmente es mejor que lo que hacía.

—¿Cuántas veces tengo que decir que asesinar no es una opción?

Creo que el tono que usé fue demasiado duro porque Perla comenzó a llorar desconsoladamente.

—¿Acaso crees que no es duro tener que compartirte con esa hija de perra, verte poco y a escondidas?, ¡todo por nada!.

—Lo lamento tanto, Perla. Por favor, perdóname.

De verdad estaba arrepentido por la situación, me sentía culpable porque nuestro plan maestro había fallado. Perla pudo notarlo en mi voz porque, por primera vez en todo el camino, me dedicó una mirada, una mirada tierna y llena de compasión.

—¿Tienes donde quedarte? —inquirió Perla más tranquila.

—No todavía, pero me las arreglaré con el dinero que gané robándoles a los Smith.

Tal vez no me haya casado con Regina, pero sí que pude robarle objetos muy valiosos, como objetos decorativos, cosas que seguramente no extrañaría o que no se daría cuenta que faltan. Por cada objeto que tomaba lo vendía y el dinero lo depositaba en una cuenta bancaria. 

De repente, Perla rompió en una carcajada. Al parecer saber que los Smith eran robados en su propio techo, en sus narices y sin darse cuenta le era muy divertido.

—No puedo creer que nunca se dieron cuenta —manifestó el amor de mi vida entre carcajadas—. Son unos estúpidos.

—Sí que lo son. Oye, ¿podrías llevarme al banco?, necesito hacer un retiro, por favor.

—¿Sabes algo?, ya no puedo con esto, Dom. Eres un total incompetente, y yo no puedo estar con alguien así.

—Lárgate de mi auto.

No podía creer lo que decía, estaba rompiendo conmigo, y lo peor de todo es que lo hizo de una manera bastante dolorosa. Aunque quisiera mantener la esperanza, en su voz no había ni un rastro de amor, se escuchaba segura.

—¿Qué estás diciendo, P?

—¡AHORA! —exclamó furiosa.

Entré en pánico y al segundo siguiente veía avanzar el auto de Perla avanzar por la avenida, sin mí en él. Tuve que ir al banco a hacer el retiro y ese mismo día me conseguí un piso en el centro. Es un lindo lugar y, en vista de las circunstancias, es mi apartamento de soltero.