Narra Regina:

¿Quién dijo que casarse era algo bueno? probablemente fue Disney o la sociedad en general. Sería hipócrita si dijera que una vida casada con un hombre que amara con tres hijos no sonaba mal para una niña de siete años como lo era, esa idea jamás abandonó mi cabeza... hasta Dominic resultara ser un Norman Bates de primera categoría.

Todo este problema se origina por confiar en ese maldito, si pudiera viajar al pasado corregiría ese error y por consecuencia todos los demás: enamorarme de él, invitarlo a vivir conmigo en la mansión Smith y aceptar su propuesta.

Lo recuerdo como si hubiera sido hace unas cuantas semanas, y así fue. En uno de nuestros picnics nocturnos a la luz de las velas. Si hay algo que tiene nuestra mansión son jardines inmensos y bien cuidados. El más alejado de la mansión era el que siempre usábamos, se podría decir que era nuestro lugar especial.

Todo estaba normal, yo le estaba contando como Ashley Lopez jalaba mi cabello y yo respondí arrancándole la tela de su vestido cashmere de diseñador cuando estábamos en noveno grado. Yo estaba muriendo de risa y él no tanto, y yo de estúpida le pregunté:

—¿Qué pasa, bebé?

Él sonrió ligeramente mirando a la manta en la que estábamos y respondió el muy sínico.

—Lo que pasa es que no puedo creer que no hayas aparecido en mi vida antes.

Ahora que sé lo que sé, podría reinterpretar esa frase así: «Ojalá te hubiera conocido antes para hacerme rico mucho antes. Posdata, salgo con otra jajajajaja». Cómo lo detesto.

—Soy fabulosa, lo sé —me pavoneé como la diva que soy.

—Eres lo mejor que me pudo haber pasado, por eso quiero que siempre estés en mi vida.

Definitivamente esas palabras no me hicieron llorar y me dejaron sin habla mientras sacaba de su bolsillo una caja pequeña pero lo suficientemente grande como para que un anillo pudiera caber dentro de ella.

—¿Quieres casarte conmigo, Regina?

¡No, claro que no!

—¡Sí. Un millón de veces sí! —acepté desafortunadamente como una tonta inocente y suicida. 

Si mis recuerdos fueran proyectados en una pantalla como una película, probablemente en esta punto estaría yendo al baño a vomitar hasta la primera papilla que mamá me dio. Siguiendo con esto, resultó que al ver el anillo que Dominic ponía en mi dedo era EL ANILLO.

¿Qué tiene de especial ese anillo?, bueno mi no-sé-cuántos-tatarabuelo lo compró para proponerle matrimonio a su primer esposa, y a la segunda... y a la tercera también, y no, mi abuelo no esperó a que la muerte los separara, pero esa no es la cuestión. Ese anillo a estado en nuestra familia por generaciones.

Además de tener un valor sentimental, tiene un valor bastante alto en quilates por ese diamante que tiene. ¿Qué puedo decir?, a los Smith nos gusta lo mejor.

—Este es el anillo de mi madre, Dominic, pero lo guardaba Nana.

—Bueno, digamos que busqué su bendición y terminé con un anillo.

—Siempre tan encantador —¿ven? yo lo adoraba... demasiado por lo que recuerdo.

Mejor no entrar en lo que pasó después porque tal vez ahora sí me dé nauseas.

Recuerdo que cuando Dominic me propuso matrimonio, mi hermano estaba fuera de la ciudad haciendo negocios, así que como buena hermana chismosa que soy, le envíe un mensaje.

Jerry y yo siempre hemos sido muy unidos. Él es el hombre más importante de mi vida.