Tres años después
Narra David:
Estos últimos tres años que he pasado junto a Avril, han sido los mejores de mi vida. Decidimos mudarnos juntos a un departamento y nos está yendo de maravilla... bueno, Javier, por su parte, no está pasando por una buena racha. Nos necesita más que nunca, por eso lo visitamos una vez al día.
—Pobre Javier, ha pasado tres años difíciles. El accidente, vivir con su madre de nuevo, no tener empleo, ir a alcohólicos anónimos. Me devasta tan sólo pensarlo —hablo mientras las puertas del elevador se abren.
—No olvides que lo han encarcelado por manejar ebrio... muchas veces —agrega Avril saliendo del elevador y comienza a caminar por el pasillo.
¿Cómo pude olvidado si hemos tenido que sacarlo de la cárcel varias de esas muchas veces?
—Muy cierto, Avril.
Sigo a Avril por el pasillo hasta llegar hasta su departamento. Por lo que nos contó Javier, su madre no lo deja vivir solo otra vez, se escapó de su casa porque su madre está fuera de la ciudad por un asunto de su empresa. Avril toca el timbre pero no hay respuesta.
—No creo que nos conteste, deberíamos entrar —sugiere Avril.
—Supongo que tienes razón, vamos.
Al abrir la puerta nos encontramos decenas de latas de cerveza tiradas y aplastadas en el suelo del departamento y un ebrio Javier desparramado en el sofá. No puedo creer lo que ven mis ojos. El programa de alcohólicos anónimos no ha servido para nada.
- No... Javier —suspira Avril.
Me acerco a él a pesar de que apesta a alcohol y comienzo a mover su hombro y a llamarlo para que despierte cada vez más preocupado.
—Javier, Javier, Javier.
Esto no me gusta, no contesta.
—¿Crees que esté... —comienza a sugerir Avril pero yo la detengo.
—No lo digas, tomaré sus signos vitales —anuncio comenzando a poner dos dedos sobre su cuello—. Tiene pulso y aún respira muy levemente, pero es porque está ebrio —explico—. Creo que está sufriendo un envenenamiento etílico.
—Llamaré a una ambulancia —dice Avril.
Una hora y veintitrés después...
Narra Avril:
Los doctores dijeron que un poco más de alcohol y hubiera muerto, dijeron que prácticamente lo salvamos porque estando dormido pudo ahogarse con su propio vómito o pudo hacer algo que empeorara la situación. Verlo así me parte el corazón. Siento lo mismo que sentí cuando lo fui a ver tras el accidente hace tres años. Estoy sola con él porque David fue por café.
No puedo evitar tomas la mano de Javier. Parece que la presioné muy fuerte o pudo sentir mi mano, pero veo que los ojos verdes de Javier se abren poco a poco.
—Hola —saludo con voz baja.
—¿Qué me pasó, Avril?
—Sufriste un envenenamiento etílico y tuvimos que llevarte al hospital, pero ahora estás estable.
—Apuesto que ya lo sabe mamá.
—David se encargó de que tu papá fuera el que supiera y ya viene para acá —me aferro más a su mano—. ¿Por qué te sigues haciendo esto, Javier?
Mi amigo se sienta sobre la cama de hospital y me mira con intensidad y puedo ver sus ojos llorosos.
—Todo empezó a ir a mal desde antes de Helena —confiesa—. Siento que toda mi vida ha sido una mala racha, un fracaso, nunca puedo hacer nada bien ni nada bueno me pasa. Lo único bueno que hay en mi vida eres tú.
—Javier, n...
Pero Javier no me dejó continuar porque tomo mi barbilla y rompió la distancia que había entre nosotros con un beso.
—¿¡Qué está pasando aquí!? —exclama David apareciendo con un vaso de café.
Javier se separa de mí y me siento presionada por contestarle a David.
—David... no es lo que piensas, escucha...
—Fue culpa mía, yo la besé en contra de su voluntad —afirma Javier—. Escucha, amigo, lo siento mucho, no estaba pensando con claridad.
—¡Javier! —llama el señor Estrada cuando entra a la habitación para abrazar a su hijo—. Gracias, chicos —nos agradece mirando a David y a mí—, yo me encargo ahora.
—Lo dejaremos solo, señor Estrada —dice David—. Vamos, Avril.
Yo me levanto de la silla junto a la cama y le dedico una última mirada a Javier antes de abandonar la habitación. David me entrega el café pero me detengo en su rostro. Temo que esté furioso conmigo o con Javier o con ambos, pero, si en verdad lo está, lo disimula muy bien.
—Escucha, David, sobre lo que pasó...
—Oye, no pasó nada —responde mi novio calmadamente—. Javier está pasando por un mal momento y no está pensando con claridad, es todo, tú no eres culpable.
—¿En serio no estás enojado o dolido? —inquiero.
—Confío en ti por completo, sé que no harías algo así.
Siento cómo su mano atrapa la mía y entonces me guía hasta la salida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro