
La fiesta
Narra Avril:
«26 de Enero
Querido diario, hoy estoy tan feliz porque mañana en la noche iré a la fiesta de Javier porque dice que quiere presentarme a alguien, ojalá sea alguien agradable.
Bueno, debo irme. Aún no se que ponerme para la fiesta».
Cierro mi diario y lo guardo en el cajón usual y me levanto de la cama para mirar entre mis cajones algo qué ponerme para la fiesta de Javier porque si va a presentarme a alguien tengo que lucir lo más bella posible. Javier Estrada es mi mejor amigo, lo conozco desde hace tantos años que se podría decir que lo conozco de toda la vida y él a mí, conoce lo que me gusta de un chico, así que espero que su intento de "Celestino" no sea un total fracaso. Javier es de esas personas que le gusta hacer fiestas cada fin de semana, supongo que no le pesa mucho considerando que proviene de una familia rica. Si su mamá supiera lo que hace con su dinero, estoy segura de que enloquecería.
Después de unos minutos viendo todas mis opciones, enuentro el conjunto perfecto: un vestido negro brillante el cual tiene un corte que me llega a la rodilla y lo AMO. Con unas zapatillas negras me combinaran muy bien.
Tomo una ducha "rápida" porque ya se me está haciendo tarde, sin embargo cuando me doy cuenta de la hora tras ponerme el vestido, entro en pánico. No me queda de otra, tengo que pedir un Uber, sólo me falta hacerme la raya del ojo y enchinarme las pestañas, pero esas en el camino me las hago.
En la aplicación comienzo a ver todas las opciones que estén cerca y que cobren mas o menos bien, asegurándome que sí me alcance pero que no me quede en bancarrota. Cuando encuentro uno con mis exigencias, me pongo las zapatillas antes de que el Uber ya esté afuera de la residencia. Tomo mi bolos y comienzo a correr... bueno, al menos lo haría pero me están matando estas zapatillas. Supongo que no tengo el don de correr con tacones.
Una vez que logré llegar al vehículo, procedo a hacerme la raya del ojo lo mejor que puedo dadas las circunstancias del movimiento del auto y la escasa luz.
—¡Ay, pend*ja! —exclamo cuando me pico el ojo con el lápiz mientras me muero de la vergüenza porque me escuchó el conductor y lo sé porque veo que me lanza una mirada a través del espejo retrovisor.
Me digo a mí misma que no comience a llorar si no se echará todo a perder, así que me dispongo a echarme aire a los ojos esperando que no pase nada más porque a este paso, no podré conocer a ese chico misterioso que Javier me quiere presentar.
Días antes...
Narra David:
Estoy concentrado en mi tarea de medicina forense cuando escucho mi celular vibrando lo que me saca de mi modo de estudiante. Me pregunto quién será. Cuando miró el dispositivo veo que se trata de Javier. Me lo imaginaba, pues siendo sinceros de las pocas personas que tienen mi número y que me escriben.
Al menos me avisa con tiempo, supongo que sí me escucho cuando le dije que me diga las cosas con antelación para organizarme, pero la verdad no quiero ir y tengo muchas cosas que hacer. Pero es Javier mi único amigo así que tendré que acomodar mi agenda. Sólo espero que la persona a la que me pretende emparejar no sea como las chicas que se tira, de esas que les invitas un par de tragos, les dices frases bonitas y te sonríen mientras te tocan el paquete para decirte que quiere que la lleves a un lugar más privado. De querer eso habría gastado mis ahorros en eso hace mucho tiempo porque a veces me siento solo.
Fuera de Javier, no tengo más vida social y es que me cuesta bastante tratar a las personas. No sé si es porque soy muy tímido o porque las personas que me rodean son simplemente idiotas. Tal vez sean ambas.
Días después...
Bueno aquí estoy, en la susodicha fiesta. ¿Qué puedo decir?, sólo hay cerveza y música muy alta, demasiado bullicioso para mi gusto, pero ni hablar, ya estoy aquí. Sentado en un sofá vacío. Podría se peor.
—¡Oye, amigo! —exclama Javier con un vaso rojo lleno seguramente de cerveza.
Javier, es muy buen estudiante, lo sé, pero debe esforzarse más en vez de vivir en fiestas y recapacitar sus prioridades. Javier es mucho de andar con una chica cada mes, pero no debería ser tan dejado, sólo porque tiene ojos verdes, tez morena, es alto, musculoso y atractivo no significa que deba estar haciendo eso.
—Hola Javier —le respondo esperando que el tono de mi voz no le haga pensar que estoy aburrido, aunque si lo estoy.
—¡¿Qué?! —grita esta vez dando a entender que el volumen de su música no lo deja oírme.
—¡Acércate más! —le pido haciéndole un gesto con la mano y él se acerca.
—¿Qué decías? —por eso ODIO la música a alto volumen.
—Te respondí, te dije: "hola, Javier".
—Vale. Oye, veo que estas ahí, sin hacer nada —tiene razón, no hice ni el mínimo intento de disimular.
—Ya sé, pero pues... tú sabes —no le voy a explicar eso otra vez, lo sabe de sobra.
—Lo sé, David, sé que no eres la clase de chico que le gusta la fiesta y la diversión —qué divertido. Creo que la parte de que no me gusta la diversión estuvo de más.
—Cada persona tiene sus pasatiempos —le comento.
Somos tan diferentes, ojala yo fuera más como él para encajar bien o que él fuera más como yo.
Veo que la puerta del departamento de Javier se abre y entra una chica rubia y de ojos azules bastante linda que lleva un vestido negro con brillos.
—¡Avril! —dicen todos al unísono, debe ser alguien bastante popular como para que arme tanto alboroto en su presencia.
—Es Avril, por fin llegó —manifiesta Javier visiblemente contento de que Avril esté aquí.
Como buen anfitrión se aparta de mi lado para ir junto con esa chica. Supongo que es la única interacción que tendrá conmigo en toda la noche. No me molesto en seguirlo y permanezco sentado en el sofá para darle otro sorbo a mi vaso lleno de soda. Cuando retiro el vaso de mi rostro veo que Javier está regresando pero con Avril a su lado.
—David, ella es Avril, es la chica que te quería presentar.
—Hola, soy Avril —se presenta amablemente pero yo me quedo petrificado de los nervios. ¡Di algo id**ta!
—Hola —qué gran respuesta, eres un genio para las conversaciones, David.
Me levanto del sillón y le extiendo mi mano para un cordial saludo que estoy seguro que no se usa entre personas de nuestra edad desde hace un par de siglos. No obstante, me sorprendo al ver que ella logra captar mis intenciones y estrecha mi mano con una sonrisa.
—Los dejo para que se conozcan ustedes dos —dice Javier antes de desaparecer entre el resto de personas.
—¿Gustas sentarte? —pregunto tímidamente.
—Claro, gracias.
Tres minutos después...
Narra Avril:
Admito que Javier sí se lucía con este chico, es guapo y es alto y se nota que es tímido lo que no le da una ventaja en lo que conversaciones se trata, y bueno, tampoco estoy haciendo un buen trabajo en eso, pero es que me puso nerviosa. Piensa algo para entablar conversación, Avril. ¡Lo tengo!
—¿De dónde conoces a Javier?
—¿De dónde conoces a Javier? —qué loco, dijimos los mismo al mismo tiempo—. Habla tú primero —le digo.
—No, no, tú primero. Las damas primero —me insiste educadamente.
—Bueno, nos conocemos desde la escuela primaria, fuimos amigos desde entonces, asistimos a la misma escuela media y asistimos a la misma preparatoria, así que crecimos juntos —le cuento a David—. Pero, ahora en la universidad no nos frecuentamos mucho debido a que elegimos diferentes carreras. ¿Y tú? —inquiero curiosa.
—Él y yo nos conocimos porque estábamos estudiamos la misma carrera. Yo siempre estaba solo, pero Javier intentó llegar a mí y lo hizo —así siempre ha sido Javier, hace que todas las personas a su alrededor se sientan cómodos.
—¿Entonces estudias para ser cardiólogo?
—En realidad para medico forense —interesante.
De repente no puedo creer la canción que se acaba de reproducir, ¡esa es mi canción de baile!, hasta subieron el volumen a propósito. Tengo que bailar ahora.
—¡Vamos, baila conmigo! —invito a David mientras me levanto del sofá, sin embargo al ver que me negó con la cabeza, decido no insistirle para no molestarlo y me voy a bailar.
Dos horas y treintaisiete minutos después...
—Hasta la próxima —Javier despide a los invitados con tanto pesar.
Sólo quedamos unos cuantos incluyendo David pero creo que la fiesta está en su lecho de muerte.
—Bueno Javier, ya es muy tarde y aún tengo que tomar un taxi o un Uber —le digo a Javier aferrándome a mi bolso para que no se me olvide, otra vez.
—Te llevaría yo, pero, me quitaron la licencia hace una semana —por enésima vez, probablemente. Bien hecho, Javier.
—Te puedo llevar yo en mi auto —ofrece David quien al aparecer estaba detrás de mí. Qué amable de su parte.
—Cierto, David puede llevarte y déjame decirte que es mucho mejor conductor que yo. ¿Qué dices Avril? —es buena oferta, además si maneja mejor que Javier puedo sentirme más tranquila y podría aprovechar para conocerlo mejor.
—Por supuesto —accedo acercándome a la puerta.
—En ese caso, nos retiramos, Javier. Buena noche —se despide David.
—Hasta luego, Javier —me despido yo.
—Adiós a ambos.
David sale del apartamento de Javier y cierra la puerta tras él para luego comenzar a caminar hasta su auto.
Cinco minutos después...
—Qué lindo auto, está muy limpio —noto con sorpresa pues es la primera vez en mucho tiempo que veo un auto así de limpio.
—Gracias —sonríe—. ¿A dónde te llevo?
—A la Universidad Covah, supongo que también vas a ahí, ¿cierto?
—Sí, vivo en las residencias de la universidad —explica David—. Bueno nos vamos.
Estoy cansada y el asiento de copiloto del auto me resulta bastante cómodo. Inevitablemente me vencen mis párpados pesados y me quedo dormida.
Siete minutos después...
Narra David:
Oh, se quedó dormida. Es tan tierna dormida, ella se ve tan pacifica. Debo admitir que es agradable y muy bonita, Javier parece que sí se tomó su papel de casamentero en serio. Sigo manejando hasta llegar al estacionamiento de la universidad donde las residencias están justo al lado.
—Avril, Avril, Avril —la llamo delicadamente para que no se despierte sobresaltada.
—¿Qué sucede? —pregunta adormilada.
—Ya llegamos.
—Muy bien. Bueno... gracias por el transporte.
Me pregunto si debería acompañarla, ¿eso sería demasiado?, ¿quedaría como un patán si no lo hago?
—No hay de que Avril. Y...¿te acompaño hasta donde tu dormitorio? —pregunto con cautela.
—No, ya hiciste mucho por mi esta noche. No quisiera darte más molestia.
—Molestia ninguna Avril.
—Está bien, pero hasta la entrada de mi edificio.
Ambos salimos de mi auto y comenzamos a caminar hasta su edificio. A los primeros pasos temo que el tramo sea de absoluto silencio, pero entonces veo que ella tiene algo que decir.
—En la fiesta estabas muy quieto y veo que eres algo tímido...
—¿Algo? —le vacilo.
—Está bien, muy tímido, pero una fiesta es para divertirse, bailar, conocer gente y, ¿por qué no?, beber. ¿Por qué no le diste una oportunidad?
—Digamos que no soy muy afín a ese tipo de ambientes —muy al contrario de ella, al parecer.
—Entiendo. Bailar ¿no te gusta?
—En realidad, no sé bailar. Nunca he sabido hacerlo —tampoco lo he intentado mucho.
—¡¿De verdad?!
—De verdad —admito avergonzado.
—Eso se puede arreglar —¿acaso está insinuando que nos volvamos a ver?—. Bueno, aquí es mi edificio. Gracias por acompañarme —al menos este tramo no fue un silencio absoluto.
—No hay de qué, Avril.
—Que pases buena noche —créeme que la tendré, Avril.
—Igual tú.
Avril entra en el edificio dejándome con una sonrisa de oreja a oreja.
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