Falso TDA
Narra Avril:
Me veo en la necesidad de llamar a alguien para que venga por mí porque está claro que Carl no conseguirá lo que quiere de mí. Entre las personas que realmente confío y tienen auto está mi papá, Javier y David. Una corazonada me dice que David es el indicado, así que lo llamo.
—Hola, Avril.
—Hola, David, ¿estás ocupado?
—Para ti, jamás —responde y, aun en esta situación, me hace sonreír.
No obstante, sus palabras no significan que no esté ocupado y de inmediato recuerdo que David sigue trabajando en una biblioteca en lo que consigue trabajo en un hospital. Me pregunto si fue una buena idea llamarlo después de todo.
—¿Sabes qué?, lo siento, acabo de recordar que sigues en la biblioteca, así que mejor cuelgo antes de que te metas en problemas por mi culpa.
—¡Avril, espera! —exclama David y mantengo mi celular en mi oído derecho—. Sé que no nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero créeme cuando te digo que realmente me importas y que estoy aquí para apoyarte en lo que necesites.
David ha demostrado que es un chico con buen corazón es dulce, atento y considerado. Nunca había conocido a alguien así.
—Necesito que alguien me lleve a casa —expreso sin parecer que estoy algo ansiosa.
—De acuerdo, ¿sigues en el psiquiátrico?
¿Cómo es posible que recuerde que hoy era mi entrevista?, estoy segura de que ni siquiera Javier lo recuerda.
—No, pero te mando mi ubicación.
Me despego el celular y busco el chat de David donde le mando mi ubicación real. Vuelvo a la llamada y espero a que me confirme que la ha recibido.
—Ya me llegó, voy en camino.
—Gracias, David, aquí te espero.
* * *
Veo el auto rojo de David después de un rato y me preparo para entrar en él. Dentro está el pelinegro que siempre está ahí para mí. Presiento que está ansioso por preguntarme qué sucedió pero se abstiene y se limita a saludarme.
Retoma el camino sobre la avenida mientras nos ahogamos en un silencio total, es como si estuviéramos enojados entre nosotros, pero no es así, con la que estoy enojada es con Carl y conmigo misma por darme cuenta de sus verdaderas intenciones. Estoy seguro que ahora repentinamente ya no me recomiende para ese puesto.
—Imbécil —maldigo involuntariamente lo suficientemente fuerte como para que David me mire de reojo. Juro que se me escapo de los labios.
—¿Está todo bien, Avril? —inquiere David pacientemente.
No tengo necesidad de ocultarle lo que pasó, mucho menos ahora. Comienzo a narrarle desde quién es Carl Magness y cómo lo conocí desde el inicio de la carrera hasta lo que sucedió hoy en su auto. Conforme avanzaba con la historia noto cómo David adquiere un semblante más serio, como si estuviera disgustado y comienza a sujetar el volante con mayor fuerza.
—... y claro eso me molestó bastante y le ordené que detuviera el auto, cuando lo hizo salí de ahí —concluyo reviviendo ese sentimiento de incomodidad, asco y enojo.
—Es mi culpa —sentencia tras una pausa—. Debí haberte llevado yo a esa entrevista, o Javier, o quién sea menos ese... —se detiene de repente, o más bien, se contiene.
—No es tu culpa, no podías saber lo que realmente pretendía Carl, ni siquiera yo pude adivinarlo, yo fui quien aceptó su ayuda desde el principio. Además no era tu obligación llevarme a la entrevista, no eres mi chofer.
Narra David:
Pero sería tu chofer con gusto, Avril. Sería y haría lo que tú me pidieras con gusto, con placer. No puedo creer que haya tanta gente enferma en el mundo. Debí adivinar lo que pretendía ese bastardo desde el momento que lo vi en ese club nocturno porque sí me dio mala espina pero estaba ocupado tratando de detener el incendio que se había formado en mi lengua.
Aquella noche creé un perfil falso en Instagram y lo busqué hasta dar con su cuenta: «bigboy.magness». Su patético nombre me enferma, pero averigüé muchas cosas sobre su vida como que sus padres están divorciados, su padre es un neurólogo importante en Seattle, su madre es una abogada que después del divorcio amplió su firma hasta Pittsburgh, Carl parece estar enamorado de su auto y tiene la afición de cocinar porque sigue cuentas de cocineros y ha intentado recrear sus recetas —sin mucho éxito, la verdad— y frecuenta "El Infierno de Daniel".
—¿Dónde te dejo? —pregunto para programar una ruta.
—Es en la calle Evergreen.
—Muy bien, allá vamos.
Después de conducir por algunos minutos más me detengo frente a la casa que Avril me indica. Se ve un vecindario tranquilo y su casa luce tan linda que parece estar recién construida.
—¿No quieres entrar? —me ofrece mi copiloto.
No me molestaría entrar pero tengo algo importante que hacer y debo asegurarme que sea perfecto. Aunque suene grosero, tengo que quitarme a Avril de encima.
—Tal vez en otra ocasión —contesto fingiendo no estar ansioso.
—Gracias, David, en serio aprecio mucho lo que has hecho por mí estos últimos meses —habla con honestidad con una radiante sonrisa dibujada en su hermoso rostro.
Por mí parte no tengo palabras para decir algo pues me sorprendieron sus palabras. Entones, ella se me acerca y me planta un dulce beso en mi mejilla izquierda antes de salir de mi auto. Por unos instantes no puedo moverme pero al recuperar la conciencia vuelvo a la marcha pensando que Avril podría ser la indicada.
* * *
Son casi las tres de la madrugada y el bastardo no sale del club nocturno, para mi suerte, le gusta subir historias a Instagram de prácticamente todo lo que hace al momento, así que me conta que sigue ahí dentro, además porque llevo esperándolo desde hace horas en mi auto. Me duele el trasero y eso que los asientos en la universidad no son precisamente cómodos.
Entonces, veo a bigboy.magness saliendo finalmente del club y me preparo para mi gran actuación.
Lo sigo con cautela mientras él se dirige hasta su auto que, convenientemente, tiene un neumático ponchado por un clavo. Admito que fue difícil clavarlo y más porque tenía que asegurarme que no me viera nadie.
—¡Carajo! —exclama al ver la condición del neumático.
—Oye, amigo, ¿necesitas ayuda? —intervengo tratando de mantener a raya mis ganas de darle una paliza en este preciso momento.
—Tal vez, ¿tienes una grúa o un neumático de repuesto?
—No tengo una grúa y dudo que mi neumático de repuesto le ayude mucho a tu auto, pero tengo un auto y puedo llevarte si quieres.
—Tendré que arreglarlo mañana —piensa en voz alta, después me mira considerando mi humilde y para nada malintencionada oferta—. Oye, ¿te conozco?
—Puede ser, asistía en la UC y frecuento también este lugar.
—Ah, ya. Eres uno de los que se graduó con honores y el que estaba pidiendo desesperadamente agua —menciona algo divertido.
—¿Qué puedo decir?, esa bebida era como beber fuego —fijo serenidad—. Mi nombre es David —me presento tendiéndole la mano.
—Carl Magness —se presenta estrechando mi mano.
—¡Auch! —aúllo lo más convincente que puedo y cuando noto que el bastardo de pelo verde me observa raro procedo a explicar, o más bien a mentir—. Estuve haciendo limpieza, esos malditos productos me dejaron las manos algo sensibles, pero en fin, puedo llevarte a casa o donde quieras.
—Está bien, si no hay ningún problema.
—Para nada, Carl —afirmo con una sonrisa hipócrita.
Subimos a mi auto y antes de arrancar me coloco unos guantes de conducción de cuero para "mis manos sensibles".
—¿Adónde te diriges, amigo?
Por favor, di que vas a tu casa. Por favor, di que vas a tu casa. Por favor, di que vas a tu casa.
—A casa, no sabes el día que he tenido.
¿Un día insinuándote a chicas?, no pudo ni imaginarme lo desgastante que es eso. Mi paciencia se está agotando, enciendo el motor y me pongo en marcha justo cuando este dolor de cabeza me da su dirección que ya conozco. Gracias, internet.
Por el camino conversamos, corrijo, escucho su trivial parloteo y de vez en cuando asiento con la cabeza y replico con monosílabas para que piensa que soy un buen tipo.
—¿Te digo algo? —pregunta él retóricamente porque ni siquiera me da tiempo a contestarle—, esta noche mi cama debería estar destrozada mientras le estoy dando duro a una chica, no preocupado por mi auto con un neumático ponchado.
Está hablando de Avril, lo sé. Debo mantener la calma, debo seguir con mi farsa o esto habrá sido en vano.
—Si te hace sentir mejor, también tengo un problema con una chica —creo que eso es lo único real que le he dicho—. Hemos estado viéndonos últimamente y en verdad me gusta pero no sé si ella sienta lo mismo.
—Las chicas son complicadas, no se puede vivir con ellas.
—Pero tampoco vivir sin ellas —agrego pensando en Avril y lo que estoy haciendo por ella.
—Bueno, ya no estoy tan seguro en eso —confiesa mientras posa una mano sobre mi pierna—. Ellas saben lo que queremos y se hacen las interesantes para que al final terminemos con una cachetada, dos o tres insultos y con todas las ganas. Cuando está la necesidad, no nos podemos dar el lujo de rechazar otras opciones, ¿entiendes?
Este tipo es peor de lo que pensé. Afortunadamente no tendré que lidiar con él por mucho tiempo porque acabo de dar vuelta en su calle. Solamente un par de minutos más.
—Tienes razón, Carl. Con tal de ser saciados, lo demás no importa.
Me detengo frente a su caso y apago el auto, aquí es donde comienza lo divertido.
—¿No quieres pasar un rato? —pregunta el bastardo con una sonrisa juguetona aún con su mano en mi pierna.
—Creo que me gustaría.
Él baja del auto y yo lo imito aún con los guantes de conducción puestos. La calle está sola y tranquila. Carl saca de su bolsillo sus llaves para abrir la puerta principal y cuando se abre, entramos. Al principio, el interior está en completa oscuridad pero poco a poco se va iluminando conforme Magness enciende los focos.
—¿Quieres una cerveza? —ofrece.
Yo asiento y lo sigo hasta la cocina.
—Solamente, te pido que todo lo que aquí suceda, aquí se queda, ¿entendido? —condiciona dando por hecho que vamos a descargarnos.
No respondo porque algo llama mi atención. Sobre el comedor a dos botes de pastillas, uno vacío y uno casi completo. La etiqueta dice "Atomoxetina". Mi nuevo amigo me atrapa mirando las pastillas.
—Son para mi "TDA" —explica con sarcasmo haciendo las comillas.
—¿No necesitas una receta medica para conseguir pastillas de ese tipo?
—No si sabes con quien ir.
Otra cosa que he aprendido de él es que es un enfermo sexual y es un adicto con un falso TDA. Lo cual puede ser una ventaja para mí.
Cuando abre el refrigerador para buscar las cervezas, yo aprovecho y rápidamente abro un cajón con la esperanza de encontrar algo que me pueda ser útil y vaya que sí lo hago. Un martillo ablandador de carne hecho de metal descansaba entre otro utensilios metálicos de cocina.
Tomo el martillo y me preparo justo cuando Carl saca su cabeza de la nevera para golpearlo en la cabeza haciéndolo caer quebrándose las botellas de cerveza que tenía en las manos. De su cabeza nace un río de sangre que comienza a expandirse por el suelo. Todavía respira, pero está aturdido por el golpe.
—Nunca —lo golpeo de nuevo—. Vuelvas —otra vez lo golpeo—. A —y otra vez—. Tocar —golpeo nuevamente—. A —con un golpe final dejo su cabeza completamente irreconocible, como un montón de carne molida—. Avril.
Dejo el martillo sobre una encimera cuando me siento seguro de que Carl está muerto y comienzo a buscar en la casa todo lo que pueda ser de valor. Cuando mis manos están llenas salgo de la escena del crimen para largarme.
Arde en el infierno, bastardo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro