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Avril y su entrevista de trabajo

Narra Avril:

El verano ha comenzado de manera estupenda porque estoy a punto de ser entrevistada para trabajar en una institución psiquiátrica. Le debo agradecer a Carl, pues él me habló de esta oportunidad. Proviene de una familia que cuenta con muchas influencias y él ya tiene un puesto asegurado aquí y aprecio que me haya invitado, hasta se ofreció para ser mi chofer el día de hoy. A decir verdad, estoy realmente nerviosa pero ya estoy aquí. Ojalá consiga el trabajo.

—Buenas tardes, señorita Hudson, el doctor Taubenfeld está listo para recibirla —me dice una mujer de melena castaña.

—Gracias —contesto entrando en la oficina del director del centro psiquiátrico.

Esto ya empieza.

—Buenas tardes, señorita Hudson —me recibe el doctor Taubenfeld, un hombre calvo, de piel clara y que casi toca la tercera edad, de ojos azules cubiertos por unas gafas redondas—. Por favor tome asiento.

Qué nervios. Me adentro en su oficina iluminada por una gran ventana por la que entra la luz del sol del mediodía. Las paredes están cubiertas de estanterías llenas de libros. Me siento en la silla que se encuentra frente a su escritorio que tiene algunos papeles que el doctor Taubenfeld comienza a leer.

—Hemos revisado su currículum y debo decir que estamos impresionados. Graduada de la Universidad Covah con honores, buena estudiante, dedicada y recomendad por la familia Magness. Dígame una cosa, ¿qué fue lo que la hizo centrarse en psiquiatría? 

Lo tengo muy claro.

—Para ser honesta, la mente humana es complicada y un trastorno mental es algo muy delicado que también se debe de tratar profesionalmente. Siempre me ha gustado ayudar a las personas, me considero una persona paciente y capaz. Yo escogí psiquiatría para tratar de ayudar a personas que necesitan una mano, que necesitan apoyo, que no saben que hacer, que sufren con el problema que tienen, esa es la razón.

Un corazón solidario con la intención y la capacidad. Estoy segura que con eso lo voy a convencer.

—Muy bien, ¿tiene alguna enfermedad que le pueda dificultar trabajar?, le estoy halando desde ceguera, problemas de audición, algún tipo de discapacidad.

—No, no padezco de ninguna.

—¿Cuál es su tipo de sangre?

—B positivo.

—¿Qué horario le es más cómodo trabajar: matutino o vespertino?

—En realidad, puedo trabajar en ambos turnos, pero preferiría trabajar en el turno matutino.

—Por último, debo decirle que trabajar en un psiquiátrico puede ser riesgoso, muchos de nuestros pacientes tienen tendencias agresivas o comportamientos erráticos, ¿estás consciente de eso?

Estudié psiquiatría, estoy consiente de que los pacientes pueden ser capaces de hacer y decir lo que sea debido a sus problemas.

—Lo estoy, y también dispuesta a enfrentarme a ello. Me comprometo a dar lo mejor de mí todos los días —sostengo sin titubear muy segura de mis palabras.

Un sonrisa se ha asomado en su rostro, justo lo que buscaba.

—Muy bien, señorita Hudson, muchas gracias por venir. En una semana le avisaremos.

—Está bien, gracias por su tiempo, doctor Taubenfeld.

Tres minutos después... 

Salgo del edificio y entro al auto de Carl quien me mira impaciente por escuchar lo sucedido.

—¿Cómo te fue, Avril?

—Bastante bien, Carl. Diría sin temor a equivocarme que el trabajo es mío. 

—Me alegro de oír eso —manifiesta mientras echa a andar el auto.

—¿Cuándo te van a contactar? —pregunta Carl mientras cambia de carril.

—En una semana.

—¿Sabes algo, Avril?, apostaría a que te llamaran antes y te rogaran para que trabajes para ellos porque eres una chica brillante y tan... hermosa.

En el momento en el que Carl pone su mano sobre mi pierna de manera inesperada e indecente, doy un pequeño salto sobre el asiento y de un manotazo lo obligo a dejar de tocarme.

—¡Carl, ¿qué demonios te pasa?! —exclamo molesta.

—Oye, oye, oye, cálmate, ¿quieres? —replica ofendido—. Me gustas, Avril, y mucho, es más, me encantas y creía que teníamos cierta conexión, pero ahora veo que eres una mojigata.

¿En serio cree que con recomendarme en ese psiquiátrico tiene derecho de tocarme y hablarme así para después hacerse el ofendido? 

—Detén el maldito auto, ahora.

Él no dice nada y detiene su auto en el primer espacio que encuentra.

—Vete al carajo —le digo antes de salir de su auto y azotar la puerta.

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