Avril y David... son pareja
Narra David:
Han pasado tres días desde que Avril y Javier fueron ingresados al hospital, afortunadamente, hoy mismo sale Avril, pero Javier no. El pobre debe esperar dos semanas más para poder salir, aunque eso no significa que se haya curado, debe permanecer en reposo absoluto y debe ir a terapias y es probable que por mucho tiempo.
Estoy caminando hacía la habitación de Avril y cuando me encuentro ante la puerta blanca, llamo para hacerle saber que estoy afuera.
—Adelante.
—Hola, Avril —saludo mientras abro la puerta.
Sigue en cama pero ya se ve mucho mejor. A este paso la herida en su cabeza cicatrizará en un santiamén.
—Hola, David —sonríe cálidamente de oreja oreja derritiendo mi corazón. Su sonrisa no tiene valor—, ¿qué sucede?
—Supe que hoy te dan el permiso para salir del hospital y quería ver cómo te encontrabas —miento porque no es lo único a lo que he venido.
—Me encuentro mejor y aún más con esa noticia, ¡qué bueno! —exclama la chica que me vuelve loco—, porque estoy harta de estar recostada todo el día. Aunque, supongo que Javier no saldrá hoy, ¿cierto?
—Así es —le confirmo—, además le espera un largo tiempo de terapia. Pero a lo que realmente vine, fue a otra cosa, a decirte algo.
Ese accidente me hizo darme cuenta que no estamos exentos a morir, en cualquier momento algo podría pasar y casi perdía a Avril y no hubiera tenido oportunidad de decirle lo que siento por ella. La vida es corta y aterradoramente impredecible, pero sé que quiero pasar con ella el resto de los días que me queden.
Respiro profundo y me armo de valor porque estoy aterrado de lo que sucederá después de que lo haga. Nunca había sentido algo como esto y muchos menos me le he confesado a alguien. No sé qué palabras decir, no sé qué hacer si no soy correspondido, no sé cómo se siente tener el corazón roto... bueno no que te lo rompan directa y rápidamente.
—Te escucho —me dice mirándome con sus hermosos ojos azules.
Aquí voy.
—He sentido cosas, cosas que nunca he sentido. Desde que te conocí, jamás pude dejar de pensar en ti. Cuando supe sobre el accidente, temí que te perdería, y yo no quiero que eso pase porque...
—David —me ha interrumpido, eso no es bueno.
—¿Sí, Avril? —contesto con una sensación de que se me está yendo el aire del cuerpo.
—Sí, sí quiero ser tu novia.
Se cancela, ya puedo respirar. Una sonrisa de júbilo puro se dibuja en mi rostro y a juzgar por el ligero calor que siento creo que mis mejillas están rojas.
—¿Cómo lo supiste?
—Con ese bello discurso, me lo hiciste saber, además, yo siento exactamente lo mismo —confiesa con honestidad—. Te juro que si no estuviera en cama, conectada a una maquina de pulso, te juro que te daba un beso.
—¿De verdad? —inquiero perplejo porque no pensé que me aceptaría.
Ella asiente sonriente. De repente un impulso de picardía me animan a acercarme a Avril.
—No te preocupes por eso, yo me encargo.
Pero entonces escucho que alguien llama a la puerta arruinando nuestro momento. Me giro para ver quién es y se trata del doctor que le asignaron a Avril, el doctor Monroe.
—Adelante —dice Avril.
—Buenos días, Avril. Hola, David —saluda cordialmente el doctor.
—Buen día, doctor Monroe —contesto y entiendo que debo irme—. Bueno Avril, debo regresar al trabajo pero terminamos de hablar luego.
—Perfecto —replica felizmente.
Salgo de la habitación y no puedo evitar sonreír de nueva cuenta. Avril y yo somos pareja y me dijo que también siente lo mismo que yo. Por primera vez en mi realmente soy amado y prometo protegerla y cuidarla cada día como ya hice quitando a Carl de su vida. La haré sentir amada también.
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