Capítulo 27
•|4 de febrero de 2020, Sydney, Australia|•
Sonrío cuando me abre la puerta y nos abrazamos. Hace semanas que no nos veíamos.
- ¿Cómo estás, enana? - Me pregunta mientras paso al salón de su modesto apartamento.
- Bien, haciendo mucho papeleo. Ya sabes, el gran circo - ambos reímos, él se sienta en el sofá y yo le imito. - Me gustaría que vinieses conmigo a los Grandes Premios. Necesitaré caras conocidas...
- Sabes que te seguiré encantado - me responde, y luego suspira. - Como siempre he hecho.
- Por eso eres el mejor amigo que podría tener - beso su mejilla y él sonríe levemente.
- ¿Hace cuántos años que nos conocemos? - Pregunta entonces.
- ¿15 años? Más o menos eso. Un montón de tiempo, JJ.
- Ya... - se levanta de nuevo y yo le miro, confundida. - ¿Qué tal Jon y la chiquitina?
- Bien, bien - respondo algo extrañada por su actitud. - ¿Estás bien?
Se pasa la mano por el pelo, revolviéndolo.
- No, Allison, no lo estoy - admite moviéndose nerviosamente.
- ¿Qué te pasa? - Frunzo el ceño, sin entender nada.
- ¿No es evidente? - Su cuestión me deja callada unos segundos. Sigo sin saber de qué me habla, así que niego con la cabeza. - Nos conocemos desde los seis años, Alli. Y te he seguido desde entonces. Te apoyé cuando empezaste con la música, vine contigo a Sydney pudiendo haberme quedado en Perth. Fui el primero en ayudar con el embarazo, el primero en saberlo. Y si me lo pides, iré a cada puta carrera - se encoge de hombros y sonríe con ironía. - ¿Así o más claro?
- Eres mi amigo, no sé qué tiene de raro todo eso...
- Tiene de raro que eso no es lo que hacen los amigos - espeta con desesperación y cansancio. - Liv es mi amiga, lo sabes, pero no haría esas cosas por ella. Pero por ti sí.
- No sé a dónde quieres llegar con todo esto, Jake - murmuro mordiéndome el labio con algo de ansiedad.
¿Qué está pasando?
- Llevo toda mi jodida vida enamorado de ti, Allison.
•|28 de noviembre de 2020, Sakhir, Bahréin|•
Su llamada me deja... Demolida. Todos esos sentimientos que enterré hace tanto tiempo, esa culpa y ese dolor, vuelven. Creía haber encerrado todos los recuerdos de Jake y todo lo que pasó bajo llave, pero está claro que él tiene otra llave y la ha abierto de muy mala manera. Y yo sólo quiero saber: ¿por qué? ¿Por qué ahora? Después de aquella charla en su casa, desapareció por completo. Sus padres no querían decirme nada, se mudó... Desapareció en todos los sentidos de la palabra. Y ahora, sin motivo aparente, vuelve a llamarme. Regresa para pedirme que seamos mejores amigos otra vez. Podría decir que ya me ha superado y que quiere arreglar las cosas, pero él no me dijo nada, simplemente se desvaneció. Y eso me dolió. De modo que... Pasado pisado, ¿no?
- ¿Estás bien, Alli? - Me pregunta Liv con suavidad.
Yo salgo de mis amargos pensamientos y la miro con los ojos llorosos. Quiero llorar. De la rabia, de la impotencia, del daño que siento en mi corazón. Era mi mejor amigo. Lo fue durante 17 largos años. Y él mismo se apartó de mí. ¿Cómo se supera eso? No se hace. Se esconde el dolor, pero no se cura.
- Yo... - me muerdo el labio y me encojo de hombros. - ¿Qué hago? Ha dicho que está aquí, y... No quiero verle, Livie. No puedo - me corrijo rápidamente y ella suspira, abrazándome.
- Quiere arreglar las cosas, Allison, tal vez...
- Tal vez lo estropee todo. Tal vez insista y yo, por idiota, acabe haciendo algo de lo que me arrepienta. Tal vez lo mío con Carlos se joda...
No me da tiempo a seguir mi lista de catastróficas posibilidades cuando siento unas manos en mis hombros. Enseguida reconozco el tacto áspero de la piel ajena y el grosor de las manos. Giro la cabeza y veo que Carlos me mira con una sonrisa comprensiva.
- ¿Qué pasa, Al? - Inquiere acariciando mi mejilla y llevándose una lágrima en el pulgar.
Miro a Liv, que se va para dejarnos solos, y el español gira mi silla y se sienta en otra de forma que queda frente a mí.
- ¿Qué lo va a joder todo? - Murmura apartándome un mechón de pelo de la cara.
- Nada - miento esquivando su mirada.
- Cariño, no me voy a enfadar. Sólo quiero saber por qué la mujer más bonita del mundo osaría a estropear esa belleza llorando - me sonríe, y su tono dulce me ablanda y me debilita tanto que rompo a llorar más fuerte.
Empiezo a sollozarle lo ocurrido, sabiendo que no se está enterando de nada, pero él escucha, abrazándome con fuerza mientras le balbuceo la historia. Me soba la espalda de forma reconfortante y me susurra palabras de calma que, francamente, consiguen lo que pretenden, hasta que siento que respirar no me cuesta.
A pesar de que he dejado de llorar, no me pregunta nada más. Se queda abrazándome en silencio, dejándome disfrutar de la tranquilidad. Y yo prefiero no hablar y dejar que me apoye de forma muda. Porque a veces, Carlos para mí es eso; el amor y la cura silenciosos que necesito. Nada de palabras. Sólo sus brazos prometiéndome calidez y cariño y su corazón abierto para oírme o, simplemente, dejarme llorar. No llevamos demasiado tiempo juntos, es cierto, pero los pocos momentos que hemos tenido juntos... Me han demostrado mucho más de lo que Jon lo hizo nunca.
La gente no entiende que a veces, sólo le cuento mis problemas para sentirme escuchada, no para que me ofrezcan soluciones. No sé si suena tonto o no, pero yo lo siento así. Sólo quiero desahogarme, no que me digan qué hacer. Y él lo entiende. El amor de mi vida lo sabe y hace justo lo que necesito, justo lo que mi corazón ansiaba desde hacía mucho tiempo.
Me seco las últimas lágrimas y me separo un poco de él, acariciando su barba de un par de días. Él me sonríe y besa mi frente, reconfortándome increíblemente más de lo que uno creería al verlo desde fuera.
- ¿Qué quieres hacer? - Me pregunta con calma.
- Quiero arreglar las cosas con él, pero me da miedo que tú...
- ¿Que me ponga celoso? - Me interrumpe, dando en el clavo, y cuando yo asiento, se ríe. - No creo que sea más guapo que yo...
- No - le doy la razón, sonriendo un poco.
- ..., ni tan genial...
- Tampoco - me río y ruedo los ojos.
- ..., ni tan sexy... - Alza y baja las cejas de forma juguetona, y no puedo evitar soltar una carcajada.
- ¡Bonito! - Lo regaño entre risas.
Él se ríe y calla mis carcajadas dándome un beso. Uno apasionado y que remueve todos los órganos de mi cuerpo. Uno de esos que me demuestran lo mucho que me quiere y me desea. Uno de esos que hacen suspirar al alma. Uno que no quiero que acabe jamás.
- Dime, Allison - susurra pegado a mis labios. - ¿Me elegirías a mí?
- Siempre, Carlos. Siempre.
- Entonces, no hay celos que valgan - se separa un poco y vuelve a sonreír. - Tú intenta arreglar las cosas con él, y si intenta algo, ya me encargaré de que no tenga descendencia - me guiña un ojo y yo vuelvo a reírme.
- Tonto...
- Eso tú - replica infantilmente.
Hoy está especialmente juguetón y animado. Creo que todo lo de la casa y tener nuestra vida algo más organizada lo tiene loco de feliz.
- Habla con él. Veros. Arreglad las cosas, que la amistad es algo muy bonito - besa mi cabeza y se levanta, estirándose. - Y no olvides que te amo.
Sonrío y asiento, conforme con todo.
- Yo también te amo.
- Ya lo sé.
Me río y él se va cual diva, dejándome totalmente descolocada pero bastante feliz y risueña. Está loco, sí, a alguien se tenía que parecer Irene, pero... Lo amo, y no cambiaría eso por nada del mundo.
Es Carlos. Es mi Carlos. ¿Qué más puedo pedir?
•|30 de noviembre de 2020, Maranello, Italia|•
Al final, decidimos que empezaría las revisiones en Italia para no tener que pasar luego todos los papeles de un lado para otro. De todos modos, no nos es difícil viajar. Así que aquí estamos. La mujer pasando el cacharro ese por mi vientre y yo mirando la pantalla ilusionada.
- Ahí está - señala entonces, y yo miro el punto hacia el que se dirige su dedo.
- Qué pequeñito - susurra Carlos a mi lado, sonriendo.
Yo les miro nerviosa. No lo veo. Y me dan ganas de llorar. ¡No veo a mi propio hijo! Soy una madre horrible.
- ¿Lo ves? - Me pregunta la mujer amablemente. Asiento con la cabeza un poco y sonrío lo mejor que puedo. - Debes de tener poco más de un mes, es aún tan pequeño... Pero es un bebé. Así que, si os quedaban dudas: enhorabuena, vais a ser papás.
Miro a Carlos, que sonríe como un bobo mirando la pantalla. Y cuando me mira a mí, veo el brillo en sus ojos. La tristeza de hace un momento por no ver a mi pequeño en la ecografía se desvanece cuando veo esa ilusión en sus ojos. Él quiere esto, y no necesito preguntárselo más veces.
- Gracias - suspiro finalmente, mirándome el vientre. - ¿Cuándo se me empezará a notar?
- Pues depende... Pero entre el tercer y cuarto mes.
- Para eso falta mucho - se queja Carlos, y yo le miro, sorprendida.
- ¿Qué prisas tienes? - Inquiero sonriendo.
- Quiero verte con la tripita hinchada, seguro que estás preciosa - responde haciendo un puchero con sus labios y poniéndome ojitos.
Podría derretirme de lo tierno que es. Acabo de decidir que me quiero casar con él ya. No voy a encontrar a ninguno mejor, eso está claro.
- Ya tendrás tiempo para eso - se ríe la mujer. - Al final, se os hará corto. Todo pasará muy rápido, ya veréis.
Los dos sonreímos y, por un rato, hablamos con la ginecóloga, que nos da consejos y me da toda la información sobre las próximas revisiones y la dieta que debo seguir. Cuando acabamos y salimos de la clínica, la sonrisa que tengo casi no me cabe en la cara. Y a Carlos, menos aún. Teníamos miedo, sí, pero lo de hoy... No sé, lo hemos perdido de golpe. Estamos tan emocionados ahora mismo que cualquiera diría que hace unas horas nos preocupaba.
Las calles de Italia son frías a estas alturas del año, así que me arrebujo contra Carlos, que me envuelve con su brazo mientras caminamos por la acera. El calor que emana su cuerpo siempre consigue que me adormezca, incluso andando, así que apoyo la cabeza en su hombro mientras seguimos avanzando por las heladas calles casi invernales de la nación reina de las pizzas.
- ¿Sabes? Una vez soñé con esto - me confiesa por lo bajo el español.
- ¿En serio? - Le miro algo incrédula, y él sonríe y asiente.
- Sí. Antes de que me atreviera a cruzar palabra contigo, incluso... Soñé que caminaba contigo por Italia, y que te pegabas a mí en busca de calor por culpa del frío - cuando narra, me sorprende la exactitud de la descripción con lo que sucede ahora.
- Que sueño más específico - me río por mi parte. - ¿Cuánto tiempo llevas enamorado de mí, Carlos? - Inquiero entonces.
- Pff. Mucho. A ver, enamorado lo que se dice enamorado... Desde que te vi en la primera carrera de esta temporada - suspira y me doy cuenta de que tiene la mirada perdida. - Pero llevo queriéndote desde que entré en la Fórmula 1 y te vi por el paddock con Daniel. Era un crío, y tú una cría. Pero eras la mujer más bonita que mis ojos habían visto. Y supe que te quería para mí. Año tras año me gustabas más. Empezaste a ser más que una atracción sexual... Y cuando nos acostamos y me di cuenta de que quería y necesitaba más de ti, supe que me acabaría enamorando locamente de ti.
Respira profundamente cuando acaba su relato y yo me quedo mirando el suelo, sonrojada y conmovida por sus palabras. No sé por qué tardé tanto en caer en sus brazos.
- Hace muchos años de eso - susurro al fin. - Entraste a la F1 en 2015, ¿no?
- Así es.
- ¿Llevabas cuatro años y medio detrás de mí? - Me río al pensarlo y él rueda los ojos.
- Sí - murmura algo avergonzado.
- Eres el más lindo - beso su mejilla y sonrío.
- Y tú la más linda - besa mis labios y sonrió al sentir cómo su nariz helada roza la mía.
Rodeo su cintura con mi brazo y suspiro totalmente feliz. Tengo muchas ganas de regresar a Bahréin con Dani y mis padres, de enseñarles las ecografías y, aunque me parezca extraño, tengo ganas de ver a Jake. De cerrar esa herida de una vez por todas.
Miro a Carlos de reojo, que camina con una pequeña sonrisa, mirando el camino que vamos pisando. Se le ve contento. Y lo agradezco muchísimo. Llevaba unos días totalmente hundido. Lo de sus padres y todo el estrés lo tenían consumido. Así que, estos últimos días en los que ha sonreído más, en los que su risa ha sonado más, han sido un verdadero regalo. Sólo espero que eso no cambie, porque me podría acostumbrar perfectamente a este Carlos tan alegre.
°°°
Me río mientras besa mi vientre y enredo mis dedos en su abundante y sedoso pelo castaño. Me da una de esas miradas sugerentes suyas y me vuelvo a reír.
- Cochino - le digo mordiéndome el labio.
Él se ríe y regresa a mis labios, besándolos de esa forma tan posesiva a la que me tiene acostumbrada.
- Eres tan preciosa - susurra rozando mi costado lentamente, haciéndome leves cosquillas.
- Exagerado...
- Exagerada tú - replica sonriendo.
- ¿Yo por qué?
- "Ay, Carlos, es demasiado grande" - agudiza su voz para imitarme y se ríe a carcajadas mientras yo me sonrojo violentamente.
- ¡Carlos! - Le doy un golpe en el hombro, y él se ríe más y más. - Eres imbécil - bufo girándome en la cama y cruzándome de brazos.
- No te enfades, amor - ruega dejando de reír, abrazándome desde atrás.
- Sí me enfado.
- Oh, vamos... - besa mi nuca y pasa su pierna por encima de mi cintura, atrayéndome a él, - los dos sabemos que no te puedes enfadar conmigo.
Deja un beso en mi hombro, luego en mi espalda, y luego detrás de mi oreja. Me estremezco y bufo.
- Tengo que estar enfadada contigo. Para.
- No.
Recorre con su lengua mi cuello y maldigo entre dientes. Como acto reflejo empujo mis caderas hacia atrás. Hacia las suyas, siendo exactos.
- Mierda - se queja en lo que suena casi como un gemido.
Me río un poco y me vuelvo a poner seria en seguida. Sigo enfadada supuestamente. Él no parece rendirse en su misión de que le perdone, por lo que muerde mi hombro y luego pasa la lengua. Siento una punzada de placer justo en el centro de mi vientre y aguanto un gemido.
- Estate quieto - le ordeno, sabiendo que no puedo resistirme a él por mucho tiempo.
- No quiero - murmura llevando su mano hasta mi entrepierna, colándola entre mis muslos, los cuales estaba apretando con fuerza sin siquiera darme cuenta. - Desenfádate - insiste acariciando la parte interior de mis muslos.
Maldita sea yo y maldito sea él y malditas sean las hormonas.
- Déjame - digo a regañadientes, pues mi cuerpo quiere todo lo contrario.
- ¿Segura que quieres que te deje? - Susurra a mi oído mientras pasa su pulgar sobre mi clítoris y luego lo pasa por mis pliegues, quedándose a punto de meterlo en mí.
Me retuerzo del placer y aguanto un gemido.
Puto Sainz.
- No - jadeo sin pensarlo. Besa mi cuello y siento cómo sonríe contra él. - Carlos... - gimoteo moviéndome contra su mano.
- ¿Sigues enfadada? - Inquiere burlonamente.
- Bonito...
- ¿Sí o no?
- Claro que no, joder. Haz algo ya - exijo con desesperación.
- Buena chica - se ríe metiendo dos de sus dedos en mi interior, cosa que me roba un gemido. - ¿Round 2?
- Round 2 - afirmo girándome mientras él se pone sobre mí.
Allá vamos.
•|1 de diciembre de 2020, Sakhir, Bahréin|•
Alzo a Daniella en brazos, sonriendo como una idiota. La he echado de menos mil veces más de lo que había creído. Bueno, en mi defensa diré que Carlos me ha tenido muy entretenida. Muchísimo.
- Hola mi amor - susurro besando su pequeña nariz. - Mami te ha extrañado un montón, ¿lo sabes?
- La vas a estrangular con ese abrazo. Creo que lo sabe.
Asesino con la mirada a Irene, que me mira con una sonrisita inocente.
- Tan simpática como siempre - respondo rodando los ojos.
- Cuando conozcas a tu otra cuñada, agradecerás tenerme - asegura riendo. - ¿Qué tal la eco?
- Bien, bien... Tengo algo más de un mes - sonrío al hablar del tema y ella me imita.
- Guay.
No dice nada más y seguimos esperando en silencio a que Carlos llegue con las maletas. Ella se ofreció a recibirnos con Dani en el aeropuerto, así que no me queda otra.
La miro de reojo y me pongo a pensar en lo mucho que se le parece Daniella. La nariz, los ojos, las orejas, la forma de la cabeza... Y luego, Dani tiene los labios y las cejas igual que Carlos. Es una Sainz de pies a cabeza. Y ahora que lo pienso... Irene y Carlos no se parecen en nada. He visto fotos de Blanca, y ella y mi novio sí tienen cosas en común, pero Irene, no. Lo único es el color del pelo, según me han dicho. Pero no puedo opinar porque ella lo lleva tintado más oscuro.
Entonces llega el español, cargando las maletas, y las deja para poder saludar correctamente a nuestra hija y luego a Irene.
- Que sepas que me ha ofendido que hayas saludado primero a tu hija - bromea la pequeña, haciendo énfasis en "hija" para dejar claro el sarcasmo que hay tras sus palabras.
- Ya, soy malísimo - responde Carlos en el mismo tono sarcástico, pasándole el brazo por los hombros. - Ay, mi celosilla...
Me río al ver a los dos. No se parecen, pero, cuando los miras, algo te indica que son hermanos. Es extraño, pero yo me entiendo.
- Ay, mi cabezón - replica la de ojos grises. - ¿Cómo lo aguantas? - Me pregunta con una sonrisa divertida.
- Igual que Lando te soporta a ti - respondo encogiéndome de hombros, y me río triunfalmente al ver la indignación en la cara de la joven.
- ¡Esa es mi chica! - Vitorea Carlos.
- ¡La última vez que os hago un favor! - Declara caminando hacia la salida del aeropuerto.
Los dos nos miramos y nos reímos antes de ir tras ella, él cargando las maletas y yo llevando a Daniella de la manita.
Momentos así me recuerdan por qué esta es la opción correcta.
♤
Nota de la autora:
No, no estoy muerta. Por ahora AJAJAJAJAJAJA. Simplemente espero que os haya gustado y lamento tardar tanto. En mi defensa diré que no doy abasto con las clases y mantener una vida social mínimamente aceptable.
Ahora, si me disculpais, me voy a dormir con la nueva canción de Manuel Carrasco puesta en bucle. Se me cuidan. Paz y amor.
Postdata: dejadme aquí qué canción os recuerda a este capítulo ;).
Os ama,
A💛.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro